After - Anna Todd
peleas… Incluso las pesadillas. O eso, o hemos terminado.No sé cuál de los dos se ha quedado más sorprendido, si él o y o.Gruñe y se pasa la mano por el pelo.—Tessa… No es tan sencillo.—Sí, lo es. He confiado en ti lo suficiente como para renunciar a mi relacióncon mi madre y venirme a vivir contigo tan pronto. Deberías confiar en mí losuficiente para contarme qué está pasando.—No lo entenderías. Sé que no lo entenderías —dice.—Inténtalo.—No… No puedo —balbucea.—Pues entonces no puedo seguir contigo. Lo siento, pero te he dado muchasoportunidades y tú continúas… —empiezo a decir.—No lo digas. No te atrevas a intentar dejarme. —Su tono es de enfado, peroveo mucho dolor en sus ojos.—Entonces dame respuestas. ¿Qué es eso que no crees que sea capaz deentender? ¿Tus pesadillas? —inquiero.—Dime que no vas a dejarme —me ruega.Mantenerme en mis trece con Hardin es mucho más difícil de lo queimaginaba, sobre todo cuando parece estar tan destrozado.—He de irme, y a llego tarde —le digo, y me voy al dormitorio para vestirmelo más rápido que pueda.Una parte de mí se alegra de que no me hay a seguido, pero la otra desearíaque lo hubiera hecho.Sigue sentado en la cocina, sin camiseta, sujetando la taza de café con losnudillos blancos y magullados, para cuando salgo por la puerta.Por el camino voy rumiando todo lo que me ha dicho. ¿Qué será eso que novoy a ser capaz de entender? Jamás lo juzgaría por lo que sea que le provoca laspesadillas. Espero que estuviera hablando de eso, pero no puedo ignorar lasensación de que se me escapa algo, algo muy obvio.Me siento culpable y estoy tensa todo el día, pero Kimberly me mandaenlaces a un montón de vídeos tronchantes de YouTube y se me pasa el malhumor. Al mediodía, ya casi se me han olvidado mis problemas domésticos.Hardin me manda un mensaje mientras Kimberly y yo nos comemos unamadalena de una cesta que alguien le ha enviado a Christian Vance.Sie nto m u c h o to do lo o c u r r id o . Ve n a c a sa c u a n do sa lg a s detr a b a j a r , por f a vor.—¿Es él? —pregunta mi compañera.—Sí… Debería plantarle cara, pero me siento fatal. Sé que tengo razón, perodeberías haber visto cómo estaba esta mañana.
—Me alegro. Espero que aprenda la lección. ¿Te ha contado dónde estuvo? —pregunta.—No, ése es el problema —rezongo, y me como otra madalena.Entonces recibo otro mensaje:Te ssa , c o n té sta m e , por f a v o r. Te q uie r o .—Anda, contéstale al pobre —sonríe Kimberly.Asiento y le respondo:I r é a c a sa .¿Por qué me cuesta tanto mantenerme en mis trece con él? El señor Vancenos da a todos permiso para irnos pasadas las tres, así que decido parar en unsalón de belleza para que me corten el pelo y me hagan la manicura paramañana. Espero que Hardin y y o podamos arreglar las cosas antes de la boda,porque lo último que quiero es llevar a un Hardin cabreado a la boda de su padre.Para cuando llego a casa son casi las seis, y tengo infinidad demensajes suyos que no pienso leer. Respiro hondo antes de abrir lapuerta, preparándome para lo que me espera. O acabamos a gritos, y uno de losdos se larga, o lo hablamos y lo solucionamos. Hardin está dando vueltas de unlado para otro por el suelo de hormigón cuando entro. Alza la vista hacia mí encuanto cruzo el umbral. Parece muy aliviado.—Creía que no ibas a volver —dice acercándose a mí.—Y ¿adónde iba a ir? —respondo, y lo dejo atrás de camino al dormitorio.—Yo… Te he hecho la cena —dice.Está irreconocible. El pelo le cae por la frente, no lo lleva peinado haciaarriba y hacia atrás como siempre. Lleva una sudadera gris con capucha y unospantalones de chándal negros, y parece nervioso, preocupado y casi… ¿asustado?—¿Y eso… por qué? —No puedo evitar preguntarlo.Me pongo mi ropa de estar por casa y a Hardin se le cae el alma a los pies alver que no me pongo la camiseta que ha dejado preparada para mí.—Porque soy un imbécil —contesta.—Sí, eso es verdad —asiento y endo a la cocina.La cena tiene un aspecto mucho más apetecible del que imaginaba, y eso queno sé muy bien lo que es. Pasta con pollo, creo.—Es pollo a la florentina —dice como si me leyera el pensamiento.—Mmm.—No tienes por qué… —dice con un hilo de voz.Esto no se parece en nada a lo de siempre y, por primera vez desde que lo
- Page 364 and 365: —¿Qué te pasa? —Es obvio que
- Page 366 and 367: CAPÍTULO 82Cuando llegamos a la re
- Page 368 and 369: —No, nunca.—¿Por qué no?—No
- Page 370 and 371: Frunce el ceño pero se recupera r
- Page 372 and 373: CAPÍTULO 83Hardin ve a Jace al mis
- Page 374 and 375: chicas, entre ellas Steph, pero por
- Page 376 and 377: que nadie pueda protestar.—Vuelve
- Page 378 and 379: común y espeto:—Ya juego y o.—
- Page 380 and 381: CAPÍTULO 84Me echo hacia atrás ap
- Page 382 and 383: —No lo creo —le digo. No soport
- Page 384 and 385: —Yo… A veces pierdo el control.
- Page 386 and 387: aparto.—Voy a correrme… —me d
- Page 388 and 389: acostumbre. No tengo ni idea de cu
- Page 390 and 391: —¡Buenas noches! —gruño muert
- Page 392 and 393: aunque ya sé la respuesta.—No,
- Page 394 and 395: encima. Noah es el único que siemp
- Page 396 and 397: ¡Joder! —exclama al tiempo que s
- Page 398 and 399: —Te he traído tus cosas de tu ha
- Page 400 and 401: devoramos la deliciosa pizza, aunqu
- Page 402 and 403: —Perdona. —Me mira.—¿Por…?
- Page 404 and 405: Hardin se niega a levantarse y sól
- Page 406 and 407: tirar de él para poder besarme en
- Page 408 and 409: CAPÍTULO 89Cuando me despierto, ta
- Page 410 and 411: —Su comida estará lista dentro d
- Page 412 and 413: haber cedido.—No sé si se te ha
- Page 416 and 417: conozco, siento que soy y o la que
- Page 418 and 419: CAPÍTULO 91Llevamos por lo menos m
- Page 420 and 421: —¿Te parece bien? —Me destapo
- Page 422 and 423: —No hables así de él —mascull
- Page 424 and 425: has hecho, y no hay nada, y quiero
- Page 426 and 427: como para que ese plan le funcione.
- Page 428 and 429: pero hoy no quiero pensar en eso.Me
- Page 430 and 431: —¡Tú! —digo, y enarca las cej
- Page 432 and 433: disfrutar de este momento tan tiern
- Page 434 and 435: —¿Hardin? ¿Eres tú? —dice en
- Page 436 and 437: —A mí también —le aseguro.La
- Page 438 and 439: CAPÍTULO 94—¿Dónde está Lando
- Page 440 and 441: amigos de Hardin, nadie sabe que no
- Page 442 and 443: —Sí —gimo.La sensación de que
- Page 444 and 445: él. Habla de cosas triviales mient
- Page 446 and 447: poco. Hardin enciende el televisor
- Page 448 and 449: —No pasa nada —dice, y se sient
- Page 450 and 451: estoy segura de que no estoy malint
- Page 452 and 453: interesa.—¿Qué? No, los muelles
- Page 454 and 455: Jace me dirige una sonrisa siniestr
- Page 456 and 457: CAPÍTULO 97Todo está pasando dema
- Page 458 and 459: si de verdad esperara mi respuesta
- Page 460 and 461: Y me echo a reír. Una carcajada de
- Page 462: AGRADECIMIENTOSLa serie After no ha
peleas… Incluso las pesadillas. O eso, o hemos terminado.
No sé cuál de los dos se ha quedado más sorprendido, si él o y o.
Gruñe y se pasa la mano por el pelo.
—Tessa… No es tan sencillo.
—Sí, lo es. He confiado en ti lo suficiente como para renunciar a mi relación
con mi madre y venirme a vivir contigo tan pronto. Deberías confiar en mí lo
suficiente para contarme qué está pasando.
—No lo entenderías. Sé que no lo entenderías —dice.
—Inténtalo.
—No… No puedo —balbucea.
—Pues entonces no puedo seguir contigo. Lo siento, pero te he dado muchas
oportunidades y tú continúas… —empiezo a decir.
—No lo digas. No te atrevas a intentar dejarme. —Su tono es de enfado, pero
veo mucho dolor en sus ojos.
—Entonces dame respuestas. ¿Qué es eso que no crees que sea capaz de
entender? ¿Tus pesadillas? —inquiero.
—Dime que no vas a dejarme —me ruega.
Mantenerme en mis trece con Hardin es mucho más difícil de lo que
imaginaba, sobre todo cuando parece estar tan destrozado.
—He de irme, y a llego tarde —le digo, y me voy al dormitorio para vestirme
lo más rápido que pueda.
Una parte de mí se alegra de que no me hay a seguido, pero la otra desearía
que lo hubiera hecho.
Sigue sentado en la cocina, sin camiseta, sujetando la taza de café con los
nudillos blancos y magullados, para cuando salgo por la puerta.
Por el camino voy rumiando todo lo que me ha dicho. ¿Qué será eso que no
voy a ser capaz de entender? Jamás lo juzgaría por lo que sea que le provoca las
pesadillas. Espero que estuviera hablando de eso, pero no puedo ignorar la
sensación de que se me escapa algo, algo muy obvio.
Me siento culpable y estoy tensa todo el día, pero Kimberly me manda
enlaces a un montón de vídeos tronchantes de YouTube y se me pasa el mal
humor. Al mediodía, ya casi se me han olvidado mis problemas domésticos.
Hardin me manda un mensaje mientras Kimberly y yo nos comemos una
madalena de una cesta que alguien le ha enviado a Christian Vance.
Sie nto m u c h o to do lo o c u r r id o . Ve n a c a sa c u a n do sa lg a s de
tr a b a j a r , por f a vor.
—¿Es él? —pregunta mi compañera.
—Sí… Debería plantarle cara, pero me siento fatal. Sé que tengo razón, pero
deberías haber visto cómo estaba esta mañana.