After - Anna Todd

02.05.2023 Views

devoramos la deliciosa pizza, aunque es un silencio de los buenos. De esa clase desilencios que me dice que estamos en casa.—Te quiero —dice mientras meto los platos en el lavavajillas.—Te quiero —le contesto justo cuando mi móvil empieza a vibrar sobre lamesa de madera.Un mensaje. Hardin lo mira y toca la pantalla.—¿Quién es? —le pregunto.—¿Noah? —inquiere.—Ah. —Esto va a acabar mal.—Dice que ha sido muy agradable charlar hoy contigo. —Se le tensa lamandíbula.Me acerco y prácticamente tengo que arrancarle el móvil de las manos.Juraría que su intención era hacerlo añicos.—Sí, me ha llamado hoy —le digo con una seguridad que no siento. Iba acontárselo, sólo que no he encontrado el momento adecuado.—¿Y? —Enarca una ceja.—Me ha contado que ha visto a mi madre y quería saber si estaba bien.—¿Por qué?—No lo sé… Querría saber si todo iba bien. —Me encojo de hombros y mesiento a su lado.—No tiene por qué saber cómo te va —espeta.—No es para tanto, Hardin. Lo conozco de toda la vida.Su mirada es gélida.—Me importa una mierda.—No seas ridículo. ¿Acabamos de mudarnos a vivir juntos y te preocupa unallamada de Noah? —replico.—No tienes por qué hablar con él. Seguro que cree que, como le has cogidoel móvil, quieres volver con él. —Se pasa las manos por el pelo.—No, no cree nada de eso. Sabe que estoy contigo. —Intento controlar mipronto.Hardin señala el móvil de mala manera.—Pues entonces llámalo ahora mismo y dile que no te llame nunca más.—¿Qué? ¡No! De eso nada. Noah no ha hecho nada malo, y ya le he hechobastante daño. Corrijo: y a le hemos hecho bastante daño. No. No voy a decirlesemejante cosa. No hay nada de malo en que seamos amigos.—Claro que sí —dice levantando la voz—. Se cree mejor que y o, Tessa, eintentará recuperarte. ¡No soy imbécil! Tu madre también quiere que vuelvascon él. ¡Y no les permitiré que me quiten lo que es mío!Doy un paso atrás y lo miro con unos ojos como platos. No salgo de miasombro.—Pero ¿tú te has oído? ¡Pareces un loco! ¡No pienso odiarlo sólo porque tú

estés tan chalado como para creer que soy de tu propiedad! —Salgo de la cocinaechando chispas.—¡No te vayas y me dejes con la palabra en la boca! —ruge mientras mesigue a la sala de estar.Sólo Hardin es capaz de empezar una pelea después del día tan genial quehemos pasado. Pero no voy a dar mi brazo a torcer.—¡Pues deja de comportarte como si fueras mi dueño! Trataré de hacertealgo más de caso del que te hago ahora, pero no en lo que respecta a Noah. Siintenta cualquier cosa rara o me hace algún comentario inapropiado, dejaré dehablar con él al instante, pero de momento no lo ha hecho. Además, es evidenteque vas a tener que confiar en mí.Hardin se me queda mirando y me pregunto si su furia se está disipandocuando por fin se limita a decir:—No me cae bien.—Vale, lo entiendo, pero has de ser razonable. No está tramando el modo deapartarme de ti, él no es así. Es la primera vez que ha intentado contactarconmigo desde que rompí con él.—¡Y será la última! —salta.Pongo los ojos en blanco y me meto en el pequeño cuarto de baño.—¿Adónde vas? —pregunta.—Voy a darme una ducha y, para cuando hay a terminado, espero que hayasacabado de comportarte como un crío —le digo.Estoy orgullosa del modo en que le estoy plantando cara, pero no puedoevitar sentirme un poco mal por él. Sé que sólo tiene miedo de que vuelva conNoah, siente unos celos terribles de nuestro pasado juntos. Sobre el papel, Noahes mejor para mí, y él lo sabe. Pero yo no amo a Noah. Amo a Hardin.Me sigue al baño pero, en cuanto empiezo a desnudarme, da media vuelta yse marcha cerrando de un portazo. Me doy una ducha rápida y, para cuandosalgo, está acostado en la cama y sólo lleva el bóxer puesto. No digo nadamientras busco un pijama entre mis cosas.—¿No vas a ponerte mi camiseta? —dice en voz baja.—Pues… —He visto que la ha doblado y la ha dejado en la mesilla que hayjunto a la cama—. Gracias.La cojo y me la pongo. La fragancia fresca casi me hace olvidar que deberíaestar enfadada con él. Pero cuando lo miro y veo su ceño fruncido, lo recuerdo ala perfección.—Ha sido una velada encantadora —resoplo llevando mi toalla de vuelta alcuarto de baño.—Ven aquí —me dice cuando regreso.Me acerco a él de mala gana. Se sienta en el borde de la cama y tira de mípara que me coloque entre sus piernas.

devoramos la deliciosa pizza, aunque es un silencio de los buenos. De esa clase de

silencios que me dice que estamos en casa.

—Te quiero —dice mientras meto los platos en el lavavajillas.

—Te quiero —le contesto justo cuando mi móvil empieza a vibrar sobre la

mesa de madera.

Un mensaje. Hardin lo mira y toca la pantalla.

—¿Quién es? —le pregunto.

—¿Noah? —inquiere.

—Ah. —Esto va a acabar mal.

—Dice que ha sido muy agradable charlar hoy contigo. —Se le tensa la

mandíbula.

Me acerco y prácticamente tengo que arrancarle el móvil de las manos.

Juraría que su intención era hacerlo añicos.

—Sí, me ha llamado hoy —le digo con una seguridad que no siento. Iba a

contárselo, sólo que no he encontrado el momento adecuado.

—¿Y? —Enarca una ceja.

—Me ha contado que ha visto a mi madre y quería saber si estaba bien.

—¿Por qué?

—No lo sé… Querría saber si todo iba bien. —Me encojo de hombros y me

siento a su lado.

—No tiene por qué saber cómo te va —espeta.

—No es para tanto, Hardin. Lo conozco de toda la vida.

Su mirada es gélida.

—Me importa una mierda.

—No seas ridículo. ¿Acabamos de mudarnos a vivir juntos y te preocupa una

llamada de Noah? —replico.

—No tienes por qué hablar con él. Seguro que cree que, como le has cogido

el móvil, quieres volver con él. —Se pasa las manos por el pelo.

—No, no cree nada de eso. Sabe que estoy contigo. —Intento controlar mi

pronto.

Hardin señala el móvil de mala manera.

—Pues entonces llámalo ahora mismo y dile que no te llame nunca más.

—¿Qué? ¡No! De eso nada. Noah no ha hecho nada malo, y ya le he hecho

bastante daño. Corrijo: y a le hemos hecho bastante daño. No. No voy a decirle

semejante cosa. No hay nada de malo en que seamos amigos.

—Claro que sí —dice levantando la voz—. Se cree mejor que y o, Tessa, e

intentará recuperarte. ¡No soy imbécil! Tu madre también quiere que vuelvas

con él. ¡Y no les permitiré que me quiten lo que es mío!

Doy un paso atrás y lo miro con unos ojos como platos. No salgo de mi

asombro.

—Pero ¿tú te has oído? ¡Pareces un loco! ¡No pienso odiarlo sólo porque tú

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