After - Anna Todd

02.05.2023 Views

—Te he traído tus cosas de tu habitación. Está todo en el maletero de tu coche—me explica.—¿Cómo sabías que iba a firmar? ¿Y si no me hubiera gustado elapartamento? —Sonrío. Me habría gustado poder despedirme de Steph y de lahabitación que ha sido mi hogar durante los últimos meses, pero a Steph volveré averla pronto.—Si éste no te hubiera gustado, habría buscado otro —dice muy seguro de símismo.—Vale… —asiento—. Y ¿qué hay de tus cosas?—Podemos ir a recogerlas mañana. Tengo ropa en el maletero.—Y ¿eso por qué? —Siempre lleva un montón de ropa en el coche.—La verdad es que no lo sé. Pero uno nunca sabe cuándo va a necesitar ropa.—Se encoge de hombros—. Vay amos a comprar lo que nos hace falta para lacocina y comida.—Vale. —Tengo mariposas en el estómago desde que puse el pie en elapartamento—. ¿Puedo conducir yo? —pregunto cuando bajamos al vestíbulo.—No lo sé… —Sonríe.—Me has pintado el coche sin mi permiso. Creo que me lo he ganado.Tiendo la mano en su dirección para que me dé las llaves y pone los ojos enblanco pero me las da.—¿Te ha gustado mi coche? ¿A que va como la seda?Lo miro haciéndome la interesante.—No está mal.No es cierto. Ese coche es una maravilla.Nuestro edificio no podría tener mejor ubicación. Estamos cerca de unmontón de tiendas y cafeterías. Incluso de un parque. Acabamos en Target y elcoche no tarda en estar lleno de platos, ollas, sartenes, tazas y cosas que no sé sivamos a necesitar pero que parecen útiles. Como vamos tan cargados, decidimoshacer la compra otro día. Me ofrezco voluntaria para ir a por provisionesmañana, al salir de las prácticas, si Hardin me hace una lista de cosas que leguste comer. Por ahora, lo mejor de vivir juntos son todos los pequeños detallesque de otro modo nunca podría haber sabido sobre él. Es muy rácano con lainformación, y se agradece poder conseguir algo sin tener que pelear. A pesar deque dormimos juntos casi todas las noches, sólo comprando cosas para elapartamento he descubierto, por ejemplo, que le gustan los cereales pero se lostoma sin leche; que la idea de juntar tazas de juegos distintos lo pone de losnervios; que usa dos clases diferentes de pasta de dientes (una por la mañana yotra por la noche), aunque no sabe por qué, simplemente es así. También prefierefregar el suelo cien veces antes que tener que llenar el lavavajillas. Hemosacordado que y o me encargaré de los platos siempre y cuando él limpie el suelo.Montamos un interesante tira y afloja delante de la cajera cuando llega la

hora de pagar. Sé que él se ha hecho cargo de la fianza del apartamento, así quequiero pagar y o nuestra incursión en Target, pero se niega a dejarme pagar nadaque no sea la comida o la televisión por cable. Al principio me dijo que y o podíapagar el recibo de la luz, aunque se le olvidó mencionar que ya estaba incluida enel alquiler, como demuestra el contrato. El contrato… Tengo un contrato dealquiler con un hombre con el que me voy a ir a vivir en mi primer año deuniversidad. No estoy loca, ¿verdad?Hardin le lanza una mirada asesina a la cajera cuando ella finalmente aceptami tarjeta de débito. Yo la aplaudo por pasarla por la máquina sin hacer ni casode Hardin y su actitud. Quiero reírme victoriosa, pero él está molesto y no quieroestropear la velada.Sigue de morros hasta que volvemos al apartamento, y yo permanezco ensilencio porque lo encuentro muy divertido.—Creo que tendremos que hacer dos viajes para poder subirlo todo —le digo.—Ésa es otra cosa más: prefiero cargar mil bolsas a tener que hacer dosviajes —replica, y por fin sonríe.Aun así, tenemos que hacer dos viajes porque los platos pesan mucho. Hardinse pone de peor humor, pero a mí cada vez me resulta todo más divertido.Colocamos todos los platos en los armarios y Hardin pide una pizza. Comosoy una persona educada, no puedo evitar ofrecerme a pagarla, aunque lo únicoque me gano es una mirada asesina y un corte de mangas. Me echo a reír yrecojo toda la basura en la caja en la que venían los platos. No era broma lo deque el apartamento estaba amueblado: tiene todo lo que necesitamos, cubo de labasura e incluso cortina en la ducha.—La pizza llegará dentro de media hora. Voy a bajar a por tus cosas —dice.—Te acompaño —añado, y lo sigo.Ha metido todas mis cosas en dos cajas y una bolsa de basura. No meemociona, pero no digo nada.Coge un puñado de camisetas y un par de vaqueros de su maletero y los meteen la bolsa de basura junto con mi ropa.—Menos mal que tenemos plancha —digo al fin. Al mirar en su maletero,algo me llama la atención—. ¿No has tirado las sábanas?—Ah…, eso. No… Iba a tirarlas, pero se me olvidó —dice mirando haciaotra parte.—Ah… —Su reacción me da mala espina.Cargamos un montón de cosas en el ascensor y, nada más entrar en elapartamento, el repartidor de pizza toca el timbre. Hardin le abre la puerta yvuelve con una caja que huele a gloria bendita. No me había dado cuenta delhambre que tengo.Comemos en la mesa de la cocina. Se me hace raro pero muy agradablecenar con él en nuestra propia casa. Permanecemos en silencio mientras

—Te he traído tus cosas de tu habitación. Está todo en el maletero de tu coche

—me explica.

—¿Cómo sabías que iba a firmar? ¿Y si no me hubiera gustado el

apartamento? —Sonrío. Me habría gustado poder despedirme de Steph y de la

habitación que ha sido mi hogar durante los últimos meses, pero a Steph volveré a

verla pronto.

—Si éste no te hubiera gustado, habría buscado otro —dice muy seguro de sí

mismo.

—Vale… —asiento—. Y ¿qué hay de tus cosas?

—Podemos ir a recogerlas mañana. Tengo ropa en el maletero.

—Y ¿eso por qué? —Siempre lleva un montón de ropa en el coche.

—La verdad es que no lo sé. Pero uno nunca sabe cuándo va a necesitar ropa.

—Se encoge de hombros—. Vay amos a comprar lo que nos hace falta para la

cocina y comida.

—Vale. —Tengo mariposas en el estómago desde que puse el pie en el

apartamento—. ¿Puedo conducir yo? —pregunto cuando bajamos al vestíbulo.

—No lo sé… —Sonríe.

—Me has pintado el coche sin mi permiso. Creo que me lo he ganado.

Tiendo la mano en su dirección para que me dé las llaves y pone los ojos en

blanco pero me las da.

—¿Te ha gustado mi coche? ¿A que va como la seda?

Lo miro haciéndome la interesante.

—No está mal.

No es cierto. Ese coche es una maravilla.

Nuestro edificio no podría tener mejor ubicación. Estamos cerca de un

montón de tiendas y cafeterías. Incluso de un parque. Acabamos en Target y el

coche no tarda en estar lleno de platos, ollas, sartenes, tazas y cosas que no sé si

vamos a necesitar pero que parecen útiles. Como vamos tan cargados, decidimos

hacer la compra otro día. Me ofrezco voluntaria para ir a por provisiones

mañana, al salir de las prácticas, si Hardin me hace una lista de cosas que le

guste comer. Por ahora, lo mejor de vivir juntos son todos los pequeños detalles

que de otro modo nunca podría haber sabido sobre él. Es muy rácano con la

información, y se agradece poder conseguir algo sin tener que pelear. A pesar de

que dormimos juntos casi todas las noches, sólo comprando cosas para el

apartamento he descubierto, por ejemplo, que le gustan los cereales pero se los

toma sin leche; que la idea de juntar tazas de juegos distintos lo pone de los

nervios; que usa dos clases diferentes de pasta de dientes (una por la mañana y

otra por la noche), aunque no sabe por qué, simplemente es así. También prefiere

fregar el suelo cien veces antes que tener que llenar el lavavajillas. Hemos

acordado que y o me encargaré de los platos siempre y cuando él limpie el suelo.

Montamos un interesante tira y afloja delante de la cajera cuando llega la

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