After - Anna Todd
aparto.—Voy a correrme… —me dice—. Así que, si quieres… si quieres hacer algomás antes, deberías dejar de chupármela.No quiero hablar, ni que sepa que me muero porque me haga el amor. Melevanto, me bajo los pantalones vaqueros y me los quito. Cuando empiezo aquitarme las bragas, su mano me detiene.—Quiero que te las dejes puestas… por ahora —ronronea. Asiento y tragosaliva. La anticipación me consume—. Ven aquí.Se quita la camiseta, se recoloca en el borde de la cama y me atrae hacia sí.Nuestro ferviente intercambio inicial pierde ímpetu, y la tensión y el enfadoque había entre nosotros ha amainado. El pecho de Hardin sube y baja, y tiene lamirada salvaje. La sensación de estar sentada en su regazo, con élcompletamente desnudo y y o sólo con las bragas puestas, es maravillosa. Mesujeta por la cintura con una mano que me mantiene en mi sitio mientras suslabios acarician los míos de nuevo.—Te quiero —susurra en mi boca mientras sus dedos apartan mis bragas a unlado—. Te… quiero…La intrusión me produce un placer inmediato. Mueve los dedos despacio,demasiado despacio, y de manera instintiva meneo las caderas hacia adelante yhacia atrás para acelerar el ritmo.—Eso es, nena… Joder… Siempre estás a punto para recibirme —dice convoz ronca, y y o continúo restregándome contra su mano.Se me acelera la respiración y gimo con fuerza. Todavía me sorprende lorápido que mi cuerpo le responde. Sabe justo lo que tiene que decirme yhacerme.—A partir de ahora vas a hacerme caso, ¿de acuerdo? —preguntamordisqueándome suavemente el cuello.« ¿Qué?»—Dime que vas a hacerme caso o no dejaré que te corras.« Está de broma.»—Hardin… —le suplico intentando moverme más deprisa.Me detiene.—Vale… Vale… Pero, por favor… —le suplico, y sonríe satisfecho.Quiero abofetearlo por hacerme esto. Está usando mi momento de mayorvulnerabilidad en mi contra, pero no consigo encontrar ni un ápice de enfado;ahora mismo sólo lo quiero a él. Soy demasiado consciente del roce de su pieldesnuda. Mis bragas son lo único que se interpone entre nosotros.—Por favor —repito.Asiente.—Buena chica —me susurra al oído, y ay uda a que mis caderas intensifiquenel ritmo mientras su dedos se deslizan dentro y fuera de mí.
En un abrir y cerrar de ojos, me tiene justo ahí. Hardin me susurra guarradasal oído, palabras desconocidas que me alientan a seguir de un modo que no puedodescribir. Son de lo más atrevidas pero me encantan, y tengo que agarrarme asus brazos para no caerme de la cama cuando me deshago con sus caricias.—Abre los ojos. Quiero ver lo que sólo y o puedo hacerte —me ordena, yhago lo que puedo por mantenerlos abiertos mientras el orgasmo se apodera demí.Luego dejo caer la cabeza sobre su pecho y le paso los brazos por debajo delas axilas para abrazarlo con fuerza mientras intento recobrar el aliento.—No puedo creer que hay as intentado… —empiezo a decir, pero me hacecallar acariciándome con la lengua el labio inferior.Suelto bocanadas irregulares de aire, todavía estoy tratando de recuperarmedel torbellino. Bajo la mano y se la cojo. Hace una mueca, me muerde el labio yme lo chupa con delicadeza. Decido adoptar una de las tácticas del manual desexo de Hardin Scott y aprieto un poco.—Pide perdón y te daré lo que quieres —le susurro al oído con voz seductora.—¿Qué? —La cara que se le ha quedado no tiene precio.—Ya me has oído.Intento poner cara de póquer mientras lo masturbo con una mano y medeslizo los dedos por encima de las bragas empapadas con la otra.Gime mientras lo restriego contra mí.—Lo siento —balbucea con las mejillas encarnadas—. Déjame follarte…,por favor —suplica.Yo me echo a reír, aunque se me cortan las carcajadas cuando saca unpreservativo de la mesilla de noche. No pierde un segundo en ponérselo y volvera besarme.—No sé si estás lista para hacerlo en esta postura, encima de mí. Si esdemasiado, avisa. ¿Vale, nena?De repente vuelve a ser el Hardin dulce y cariñoso.—Vale —respondo.Me levanta un poco y siento el roce del condón y luego cómo me va llenandoa medida que me baja.—Hostia —digo cerrando los ojos.—¿Estás bien?—Sí…, sólo es… diferente —tartamudeo.Duele. No tanto como la otra vez, pero sigue siendo extraño y desagradable.Sin abrir los ojos, muevo un poco las caderas para tratar de aliviar la presión.—¿Diferente en el buen o en el mal sentido? —dice con la voz ronca y lavena de la frente hinchada.—Calla…, no hables más —contesto moviéndome de nuevo.Gime y se disculpa. Me promete que me va a dar un minuto para que me
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aparto.
—Voy a correrme… —me dice—. Así que, si quieres… si quieres hacer algo
más antes, deberías dejar de chupármela.
No quiero hablar, ni que sepa que me muero porque me haga el amor. Me
levanto, me bajo los pantalones vaqueros y me los quito. Cuando empiezo a
quitarme las bragas, su mano me detiene.
—Quiero que te las dejes puestas… por ahora —ronronea. Asiento y trago
saliva. La anticipación me consume—. Ven aquí.
Se quita la camiseta, se recoloca en el borde de la cama y me atrae hacia sí.
Nuestro ferviente intercambio inicial pierde ímpetu, y la tensión y el enfado
que había entre nosotros ha amainado. El pecho de Hardin sube y baja, y tiene la
mirada salvaje. La sensación de estar sentada en su regazo, con él
completamente desnudo y y o sólo con las bragas puestas, es maravillosa. Me
sujeta por la cintura con una mano que me mantiene en mi sitio mientras sus
labios acarician los míos de nuevo.
—Te quiero —susurra en mi boca mientras sus dedos apartan mis bragas a un
lado—. Te… quiero…
La intrusión me produce un placer inmediato. Mueve los dedos despacio,
demasiado despacio, y de manera instintiva meneo las caderas hacia adelante y
hacia atrás para acelerar el ritmo.
—Eso es, nena… Joder… Siempre estás a punto para recibirme —dice con
voz ronca, y y o continúo restregándome contra su mano.
Se me acelera la respiración y gimo con fuerza. Todavía me sorprende lo
rápido que mi cuerpo le responde. Sabe justo lo que tiene que decirme y
hacerme.
—A partir de ahora vas a hacerme caso, ¿de acuerdo? —pregunta
mordisqueándome suavemente el cuello.
« ¿Qué?»
—Dime que vas a hacerme caso o no dejaré que te corras.
« Está de broma.»
—Hardin… —le suplico intentando moverme más deprisa.
Me detiene.
—Vale… Vale… Pero, por favor… —le suplico, y sonríe satisfecho.
Quiero abofetearlo por hacerme esto. Está usando mi momento de mayor
vulnerabilidad en mi contra, pero no consigo encontrar ni un ápice de enfado;
ahora mismo sólo lo quiero a él. Soy demasiado consciente del roce de su piel
desnuda. Mis bragas son lo único que se interpone entre nosotros.
—Por favor —repito.
Asiente.
—Buena chica —me susurra al oído, y ay uda a que mis caderas intensifiquen
el ritmo mientras su dedos se deslizan dentro y fuera de mí.