After - Anna Todd
—Yo… A veces pierdo el control. No me he acostado con esas chicas. Bueno,no con las tres.Me siento un poco aliviada. Pero sólo un poco.—Cuando me enfado, mi primera reacción es golpear más fuerte,herir a la otra persona todo lo que pueda. Pero no quiero que te vayas, y sientoque te asustaras al verme pegarle a Dan la paliza de su vida. Estoy intentandocambiar por ti… Para ser lo que te mereces, pero para mí es muy duro. Sobretodo cuando haces cosas a propósito para cabrearme —dice.Me acaricia la mejilla con la mano y me seca las lágrimas que quedan.—No me has dado miedo —repongo.—¿Por qué no? Parecías aterrorizada cuando te he quitado la toalla.—No… Bueno, en ese momento sí, pero por la mancha del suelo. Durante lapelea con Dan, en realidad temía por ti.—¿Por mí? —Se endereza y presume—: Ni siquiera me ha rozado.Pongo los ojos en blanco.—Quiero decir que me daba miedo que lo mataras o algo así. Podrías habertemetido en un buen lío al abalanzarte sobre él de ese modo —le explico.Hardin se ríe a carcajadas.—A ver si lo entiendo: ¿te daban miedo las repercusiones legales de la pelea?—No te rías. Sigo enfadada contigo —le recuerdo, y me cruzo de brazos.No estoy muy segura de por qué estoy enfadada exactamente, además deporque me haya pedido que me marche.—Ya, y o también sigo enfadado contigo, pero es que tienes mucha gracia. —Apoya la frente en la mía—. Me vuelves loco —asegura.—Lo sé.—Nunca me haces caso y siempre me lo discutes todo. Eres una cabezota yrozas lo insoportable.—Lo sé —repito.—Me provocas y me estresas lo indecible sin necesidad, por no mencionarque has estado a punto de darte el lote con Dan delante de mis narices. —Suslabios rozan mi mejilla y me estremezco.—Dices cosas horribles y te comportas como un crío cuando te enfadas.A pesar de que me está insultando y de que se queja de cosas que, en elfondo, sé que le encantan de mí, siento mariposas en el estómago cuando mebesa la piel y continúa con su ataque verbal. Presiona las caderas contra las mías,esta vez con más fuerza.—Y dicho esto… También estoy locamente enamorado de ti —añade, ysucciona sin piedad la piel sensible de debajo de mi oreja.Le paso las manos por el pelo. Hardin gime, me coge de la cintura y meatrae hacia sí. Sé que queda mucho por decir, muchos problemas por resolver,pero ahora mismo todo lo que quiero es perderme en él y olvidar esta noche.
CAPÍTULO 85En lo que parece un intento desesperado por estar aún más pegados mientras nosbesamos, Hardin me coge con una mano por la nuca. Siento cómo toda su ira ysu frustración se transforman en deseo y en cariño. Su boca está hambrienta ysus besos son húmedos mientras camina hacia atrás sin separar nuestras bocas.Me lleva a donde quiere con una mano en la cadera y la otra en mi nuca, perotropiezo con sus pies y trastabillo justo cuando sus piernas llegan al borde de lacama y ambos caemos sobre ella. Intento arrebatarle el control, me encaramo asu torso y me quito la sudadera y la camiseta de tirantes al mismo tiempo y mequedo en sujetador de encaje. Se le dilatan las pupilas e intenta bajarme para quelo bese, pero tengo otros planes.Me llevo las manos a la espalda y con dedos atolondrados me desabrocho loscorchetes del sujetador antes de bajarme los tirantes por los hombros y dejarlocaer en la cama, detrás de mí. Hardin tiene las manos calientes y cubre con ellasmis pechos y los masajea sin miramientos. Lo cojo de las muñecas, le aparto lasmanos y meneo la cabeza. Él ladea la suya confuso. Entonces desciendo por sucuerpo y le desabrocho los pantalones. Me ay uda a que se los baje hasta larodilla, junto con el bóxer. De inmediato mis dedos se cierran sobre su pene.Traga saliva y cuando lo miro compruebo que tiene los ojos cerrados. Empiezo aacariciarlo a lo largo muy despacio y, con mucho valor, me lo meto en la boca.Intento recordar las instrucciones que me dio la última vez y repetir las cosas queme dijo que le gustaron.—Joder…, Tessa —jadea al tiempo que hunde las manos en mi pelo. Nuncahabía estado callado tanto tiempo durante ninguna de nuestras sesiones de sexo y,para mi asombro, echo de menos que me diga guarradas.Me recoloco sin dejar de chupárselo y acabo entre sus rodillas.Se incorpora y me observa.—No sabes lo sexi que estás así, con mi polla en esa boca de sabelotodo quetienes —dice, y me agarra del pelo con más fuerza.Siento cómo aumenta la temperatura entre mis piernas y empiezo a chuparmás deprisa. Quiero oírlo gemir mi nombre. Trazo círculos con la lengua en lapunta y levanta las caderas para metérmelo hasta la garganta. Empiezan allorarme los ojos y me cuesta respirar, pero oírlo pronunciar mi nombre una yotra vez hace que no sea tan terrible. Al cabo de pocos segundos, suelta mi pelo yme coge la cara para que deje de moverme. El aroma metálico de sus nudillosensangrentados me inunda la nariz, pero no hago caso de mi instinto y no me
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CAPÍTULO 85
En lo que parece un intento desesperado por estar aún más pegados mientras nos
besamos, Hardin me coge con una mano por la nuca. Siento cómo toda su ira y
su frustración se transforman en deseo y en cariño. Su boca está hambrienta y
sus besos son húmedos mientras camina hacia atrás sin separar nuestras bocas.
Me lleva a donde quiere con una mano en la cadera y la otra en mi nuca, pero
tropiezo con sus pies y trastabillo justo cuando sus piernas llegan al borde de la
cama y ambos caemos sobre ella. Intento arrebatarle el control, me encaramo a
su torso y me quito la sudadera y la camiseta de tirantes al mismo tiempo y me
quedo en sujetador de encaje. Se le dilatan las pupilas e intenta bajarme para que
lo bese, pero tengo otros planes.
Me llevo las manos a la espalda y con dedos atolondrados me desabrocho los
corchetes del sujetador antes de bajarme los tirantes por los hombros y dejarlo
caer en la cama, detrás de mí. Hardin tiene las manos calientes y cubre con ellas
mis pechos y los masajea sin miramientos. Lo cojo de las muñecas, le aparto las
manos y meneo la cabeza. Él ladea la suya confuso. Entonces desciendo por su
cuerpo y le desabrocho los pantalones. Me ay uda a que se los baje hasta la
rodilla, junto con el bóxer. De inmediato mis dedos se cierran sobre su pene.
Traga saliva y cuando lo miro compruebo que tiene los ojos cerrados. Empiezo a
acariciarlo a lo largo muy despacio y, con mucho valor, me lo meto en la boca.
Intento recordar las instrucciones que me dio la última vez y repetir las cosas que
me dijo que le gustaron.
—Joder…, Tessa —jadea al tiempo que hunde las manos en mi pelo. Nunca
había estado callado tanto tiempo durante ninguna de nuestras sesiones de sexo y,
para mi asombro, echo de menos que me diga guarradas.
Me recoloco sin dejar de chupárselo y acabo entre sus rodillas.
Se incorpora y me observa.
—No sabes lo sexi que estás así, con mi polla en esa boca de sabelotodo que
tienes —dice, y me agarra del pelo con más fuerza.
Siento cómo aumenta la temperatura entre mis piernas y empiezo a chupar
más deprisa. Quiero oírlo gemir mi nombre. Trazo círculos con la lengua en la
punta y levanta las caderas para metérmelo hasta la garganta. Empiezan a
llorarme los ojos y me cuesta respirar, pero oírlo pronunciar mi nombre una y
otra vez hace que no sea tan terrible. Al cabo de pocos segundos, suelta mi pelo y
me coge la cara para que deje de moverme. El aroma metálico de sus nudillos
ensangrentados me inunda la nariz, pero no hago caso de mi instinto y no me