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After - Anna Todd

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soportarlo. Sería mi fin. Lo quiero aunque discutamos a diario.

—No te los daré —dice. Aparta la mirada un segundo y luego nuestros ojos

vuelven a encontrarse—. Me gusta quién soy cuando estoy contigo.

Aprieto la mejilla contra su mano.

—A mí también.

Lo quiero, lo quiero entero. En todas sus versiones. Sobre todo, me gusta en

quién me he convertido a su lado. Nos hemos cambiado para mejor el uno al

otro. De algún modo he conseguido que se abra y lo he hecho feliz, y él me ha

enseñado a vivir y a no preocuparme hasta por el más nimio de los detalles.

—Sé que a veces te saco de quicio…, bueno, casi siempre, y Dios sabe que

me vuelves loco —dice.

—¿Gracias?…

—Sólo digo que el hecho de que discutamos no significa que no debamos

estar juntos. Todo el mundo se pelea. —Sonríe—. Lo que pasa es que nosotros

reñimos más que el resto de la gente. Tú y y o somos muy diferentes, así que

tenemos que aprender a entender al otro. Será más fácil con el tiempo —me

asegura.

Le devuelvo la sonrisa y le paso los dedos por el pelo oscuro.

—Todavía no tenemos nada que ponernos para la boda —señalo.

—Uy, qué pena, me parece que no vamos a poder ir.

Pone la cara de preocupación más falsa que he visto en mi vida y me

da un beso en la nariz.

—Qué más quisieras. Sólo estamos a martes. Tenemos toda la semana.

—O podríamos pasar del tema e irnos el fin de semana a Seattle —repone

enarcando una ceja.

—¿Qué? —Me incorporo—. ¡No! Vamos a ir a la boda. Pero puedes llevarme

a Seattle el fin de semana siguiente.

—No, la oferta sólo es válida por un tiempo limitado —me pincha, y me

sienta en su regazo.

—Bien, pues entonces tendré que buscarme a alguien que me lleve a Seattle.

Aprieta los dientes y le acaricio con la punta de los dedos la barba que le

cubre las mejillas y la mandíbula.

—No te atreverás. —No parece que vay a a poder contener la risa.

—Claro que me atreveré. Seattle es mi ciudad favorita.

—¿Tu ciudad favorita?

—Sí —aseguro—. La verdad es que nunca he estado en ningún otro sitio.

—¿Cuál es el lugar más lejano que has visitado?

Apoyo la cabeza en su pecho y él se reclina contra la cabecera y me rodea

con los brazos.

—Seattle. Nunca he salido de Washington.

—¿Nunca? —exclama.

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