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After - Anna Todd

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—¿Qué te pasa? —Es obvio que está molesto.

—¡Ah, pues no sé, Hardin! —grito.

Una anciana se me queda mirando y le sonrío a modo de disculpa.

—¡Yo tampoco! ¡Tú eres la que ha abrazado a Zed! —me chilla.

Empezamos a tener público, pero estoy que echo humo, así que ahora mismo

me da igual.

—¿Es que te avergüenzas de mí? Vamos, que lo entiendo, no soy

precisamente la chica más molona, pero pensé que…

—¿Qué? ¡No! Por supuesto que no me avergüenzo de ti. ¿Estás loca? —

resopla.

Ahora mismo sí que siento que he enloquecido.

—¿Por qué me has presentado como si fuera una amiga? No te cansas de

repetirme que nos vay amos a vivir juntos… ¿y luego vas y les dices que somos

amigos? ¿Qué intentas hacer?, ¿ocultarme? No seré el secreto de nadie. Si no soy

lo bastante buena para que tus amigos sepan que estamos juntos, puede que no

me apetezca seguir contigo.

Doy media vuelta y me alejo para poner punto y final a mi pequeño

discurso.

—¡Tessa! Maldita sea… —dice, y me sigue por la tienda. Llego a los

probadores y los miro de reojo.

—Me meteré contigo —dice leyéndome el pensamiento.

Y es capaz de hacerlo. Me vuelvo hacia la salida más cercana.

—Llévame a casa —le ordeno.

No digo nada más y voy por lo menos diez metros por delante de Hardin.

Salimos del centro comercial y llegamos a su coche. Intenta abrirme la puerta

pero se echa atrás cuando lo fulmino con la mirada. Si y o fuera él, guardaría las

distancias.

Miro por la ventanilla y pienso en todas las cosas terribles que podría decirle

pero permanezco en silencio. Me avergüenza que sienta que no puede contarle a

la gente que estamos juntos. Sé que no soy como sus amigos y que

probablemente piensen que soy una perdedora, o que no soy popular, pero eso a

él no debería importarle. Me pregunto si Zed ocultaría nuestra relación a sus

amigos, y no puedo evitar pensar que no lo haría. Ahora que lo pienso, Hardin

nunca se ha referido a mí como su novia. Debería haber esperado a que me

confirmara que estamos saliendo antes de acostarme con él.

—¿Se te ha pasado la pataleta? —me pregunta cuando nos metemos en la

autopista.

—¿La pataleta? ¿Me tomas el pelo? —Mis gritos llenan el pequeño coche.

—No sé por qué le das tanta importancia a que hay a dicho que eras mi

amiga. Sabes que no era eso lo que quería decir. Sólo es que me han pillado por

sorpresa —miente. Sé que miente por cómo desvía la mirada.

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