02.05.2023 Views

After - Anna Todd

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

que se casara con él sin decirle que y a estaba casado con una loca que tenía

encerrada en el desván. No me estás dando argumentos válidos.

—Lo sé. Sólo es que me encanta oírte hablar sobre héroes literarios. —Se

aparta el pelo de la frente y, en un momento de infantilismo, le saco la lengua—.

Entonces ¿lo que me estás diciendo es que quieres casarte conmigo? Te prometo

que no tengo a ninguna esposa loca escondida en casa.

Se acerca a mí. Ya, ya sé que no tiene esposa, pero me oculta un montón de

cosas, y eso es lo que me preocupa.

El corazón se me sale del pecho cuando lo tengo delante.

—¿Qué? —digo—. No, claro que no. Sólo hablaba del matrimonio en general,

no de nosotros en concreto.

Estoy desnuda y hablando con Hardin sobre el matrimonio. ¿Qué está

pasando en mi vida?

—Entonces ¿no quieres casarte conmigo?

—No. Bueno, no lo sé. ¿Por qué estamos hablando de matrimonio?

Escondo la cara en su pecho y noto que se ríe, divertido.

—Era sólo por saberlo. Pero ahora que me has planteado un argumento

válido tendré que reconsiderar mi postura en contra del matrimonio. Podrías

hacer un hombre decente de mí.

Parece que lo dice en serio, pero me está tomando el pelo, o eso creo. Estoy

empezando a preguntarme si se le ha ido la pinza cuando suelta una carcajada y

me besa en la sien.

—¿Podemos hablar de otra cosa? —refunfuño.

Perder la virginidad y hablar de matrimonio en un mismo día es demasiado

para mi cerebro melindroso.

—Claro. Pero no voy a cambiar de opinión sobre el apartamento. Tienes

hasta mañana para pensarlo —dice—. No voy a esperar eternamente.

—Qué tierno. —Pongo los ojos en blanco y se levanta para abrazarme.

—Ya me conoces, soy don Romántico. —Me da un beso en la frente—.

Ahora vamos a ducharnos, que de tenerte desnuda me están entrando ganas de

tirarte en la cama y volver a follarte como un loco.

Meneo la cabeza y salgo de entre sus brazos; luego me pongo el albornoz.

—¿Te apetece? —digo cambiando de tema y señalando mi bolsa de aseo para

que venga a ducharse.

—No sabes cuánto, pero me temo que por ahora tendré que conformarme

con una ducha.

Me guiña el ojo y acepto el brazo que me ofrece; luego caminamos juntos

por el pasillo.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!