After - Anna Todd
Asiento.—Yo también te tengo ganas —confiesa, y me encanta sentir lo dura que estáen mi mano.Cambia de postura y se pone encima de mí. Con una rodilla me abre depiernas y luego me acaricia con los dedos.Me pregunto si será cariñoso… Eso espero.—Estás muy mojada, eso lo hará más fácil —dice, y coge aire.Su boca encuentra la mía y me besa despacio, jugando con la lengua. Suslabios parecen hechos para los míos, a medida. Se separa un poco, me besa lascomisuras, la nariz y otra vez en los labios. Lo abrazo intentando sentirlo máscerca.—Despacio, nena. Tenemos que ir despacio —me susurra al oído—. Alprincipio te va a doler. Si quieres que pare, dímelo. Lo digo en serio —dice conternura mientras me mira a los ojos esperando mi respuesta.—Vale —asiento, y trago saliva.He oído que perder la virginidad duele, pero no puede ser tan malo. O, almenos, eso espero.Hardin me besa otra vez. Noto el roce del condón en mi piel y meestremezco. Un segundo después intenta metérmela. Es una sensación muyrara… Cierro los ojos y me oigo jadear.—¿Estás bien?Asiento y la mete un poco más. Hago una mueca de dolor, es comosi me pellizcaran muy adentro. Es tan malo como dice todo el mundo…O incluso peor.—¡Joder! —gime Hardin.Está muy quieto, tenso, pero sigue siendo increíblemente desagradable.—¿Puedo moverme? —pregunta con la voz estrangulada.—Sí… —digo.El dolor continúa, pero Hardin me besa por todas partes: en los labios, en lasmejillas, en la nariz, en el cuello, en las lágrimas que se agolpan en mis ojos. Meconcentro en agarrarme a sus brazos y en su lengua tibia en mi cuello.—Dios… —gime, y echa la cabeza hacia atrás—. Te quiero, te quiero conlocura, Tess —susurra pegado a mi mejilla.Su voz me sirve de consuelo y hace que me olvide un poco del dolor, peroéste se agudiza cuando sus caderas empujan un poco más contra las mías.Quiero decirle lo mucho que lo quiero, pero me da miedo que, si abro la bocapara hablar, me eche a llorar.—¿Quieres…? Joder… ¿Quieres que pare? —tartamudea. En su voz puedopercibir cómo el placer y la preocupación libran una batalla en su interior.Niego con la cabeza y, cuando cierra los ojos, lo observo fascinada. Aprietala mandíbula para concentrarse. Sus músculos duros y firmes se contraen y se
relajan bajo su piel tatuada. Viéndolo disfrutar así casi ni me acuerdo del dolor.Me acaricia la mejilla con los dedos y me besa otra vez antes de enterrar la caraen mi cuello. Su respiración se acelera, caliente y salvaje contra mi piel. Levantala cabeza y abre los ojos. Soportaría el dolor una y otra vez con tal de podersentirme así, de notar esta profunda conexión con Hardin, que llega a lugaresdentro de mí que no sabía siquiera que existieran.Sus ojos verdes brillan de emoción cuando me mira, y se me caen laslágrimas. Hacen que me olvide de todo, y luego me atrae de nuevo hacia sí. Loquiero y no tengo ni la menor duda de que él también me quiere a mí. Aunque nodure para siempre, aunque acabemos por no dirigirnos la palabra, siempre sabréque este momento lo fue todo para mí.Sé que le está costando mucho controlarse, ir despacio por mí, y eso hace queaún lo quiera más. El tiempo transcurre cada vez más despacio hasta que sedetiene; acelera y se detiene otra vez al ritmo al que Hardin entra y sale de mí.Lleva en los labios el sabor salado del sudor cuando me besa, y quiero más. Lobeso en el cuello y en ese punto debajo de la oreja que sé que lo vuelve loco.Se estremece y gime mi nombre.—Lo estás haciendo muy bien, nena. Te quiero mucho.Ya no duele, pero sigue siendo incómodo y sigue molestándome un poco cadavez que me embiste. Mis labios rozan su cuello y le tiro del pelo.—Te quiero, Hardin —consigo decir.Gime y me besa con los labios hinchados.—Voy a correrme, nena. ¿Te parece bien? —dice apretando los dientes.Asiento y lo beso y le chupo el cuello. Los ojos de Hardin permanecen fijosen los míos mientras se corre. Me promete amor incondicional para siempremientras se tensa y se desploma con cuidado sobre mí.Siento el fuerte latir de su corazón contra mi pecho y le beso el pelo húmedode la coronilla. Su pecho deja de subir y bajar, se incorpora y sale de mí. Hagoun gesto de dolor ante el repentino vacío. Se quita el condón, le hace un nudo y lodeja sobre el envoltorio, en el suelo.—¿Te encuentras bien? ¿Cómo te sientes? —Sus ojos estudian mi rostro yparece mucho más vulnerable de lo que imaginaba posible.—Estoy bien —le aseguro.Cierro los muslos para aliviar el dolor. Veo la sangre en las sábanas pero noquiero moverme.Hardin se aparta el pelo de la frente.—¿Ha sido… ha sido como esperabas?—Mejor —respondo con sinceridad.A pesar del dolor, la experiencia ha sido deliciosa. No puedo dejar defantasear con la próxima vez.—¿De verdad? —Sonríe.
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relajan bajo su piel tatuada. Viéndolo disfrutar así casi ni me acuerdo del dolor.
Me acaricia la mejilla con los dedos y me besa otra vez antes de enterrar la cara
en mi cuello. Su respiración se acelera, caliente y salvaje contra mi piel. Levanta
la cabeza y abre los ojos. Soportaría el dolor una y otra vez con tal de poder
sentirme así, de notar esta profunda conexión con Hardin, que llega a lugares
dentro de mí que no sabía siquiera que existieran.
Sus ojos verdes brillan de emoción cuando me mira, y se me caen las
lágrimas. Hacen que me olvide de todo, y luego me atrae de nuevo hacia sí. Lo
quiero y no tengo ni la menor duda de que él también me quiere a mí. Aunque no
dure para siempre, aunque acabemos por no dirigirnos la palabra, siempre sabré
que este momento lo fue todo para mí.
Sé que le está costando mucho controlarse, ir despacio por mí, y eso hace que
aún lo quiera más. El tiempo transcurre cada vez más despacio hasta que se
detiene; acelera y se detiene otra vez al ritmo al que Hardin entra y sale de mí.
Lleva en los labios el sabor salado del sudor cuando me besa, y quiero más. Lo
beso en el cuello y en ese punto debajo de la oreja que sé que lo vuelve loco.
Se estremece y gime mi nombre.
—Lo estás haciendo muy bien, nena. Te quiero mucho.
Ya no duele, pero sigue siendo incómodo y sigue molestándome un poco cada
vez que me embiste. Mis labios rozan su cuello y le tiro del pelo.
—Te quiero, Hardin —consigo decir.
Gime y me besa con los labios hinchados.
—Voy a correrme, nena. ¿Te parece bien? —dice apretando los dientes.
Asiento y lo beso y le chupo el cuello. Los ojos de Hardin permanecen fijos
en los míos mientras se corre. Me promete amor incondicional para siempre
mientras se tensa y se desploma con cuidado sobre mí.
Siento el fuerte latir de su corazón contra mi pecho y le beso el pelo húmedo
de la coronilla. Su pecho deja de subir y bajar, se incorpora y sale de mí. Hago
un gesto de dolor ante el repentino vacío. Se quita el condón, le hace un nudo y lo
deja sobre el envoltorio, en el suelo.
—¿Te encuentras bien? ¿Cómo te sientes? —Sus ojos estudian mi rostro y
parece mucho más vulnerable de lo que imaginaba posible.
—Estoy bien —le aseguro.
Cierro los muslos para aliviar el dolor. Veo la sangre en las sábanas pero no
quiero moverme.
Hardin se aparta el pelo de la frente.
—¿Ha sido… ha sido como esperabas?
—Mejor —respondo con sinceridad.
A pesar del dolor, la experiencia ha sido deliciosa. No puedo dejar de
fantasear con la próxima vez.
—¿De verdad? —Sonríe.