After - Anna Todd
—No, eso no es verdad. Sólo es que me gustan las cosas de cierta manera.—Sí, a tu manera.—Imagino que hemos terminado de discutir sobre eso. ¿Hay algo más quequieras restregarme, ya puestos? —salto.—No, sólo que eres muy controladora y que de verdad quiero que te vengasa vivir conmigo.« ¿Qué?» Sus cambios de humor son como una montaña rusa.—Deberías venirte a vivir conmigo. He encontrado un apartamento hoy. Nohe firmado nada, pero es bonito.—¿Cuándo? —Me cuesta seguirles el ritmo a las cinco personalidades deHardin Scott.—Cuando me he ido de aquí.—¿Antes de emborracharte?Pone los ojos en blanco. La luz de la lámpara se refleja en el metaldel aro de su ceja y lucho por hacer caso omiso de lo atractivo que me resulta.—Sí, antes de emborracharme. ¿Qué me dices? ¿Te vienes a vivir conmigo?—Sé que eres nuevo en esto de salir con alguien, pero normalmente uno noinsulta a su novia y, en la misma frase, le pide que se vay a a vivir con él —loinformo mordiéndome el labio inferior para reprimir una sonrisa.—Bueno, a veces ciertas novias deberían relajarse un poco —sonríe. Inclusoborracho es encantador a rabiar.—Bueno, a veces ciertos novios deberían dejar de comportarse como unoscapullos —contraataco.Se echa a reír, se levanta de la silla y se acerca a mi cama.—Estoy intentando no ser un capullo, de verdad. A veces no puedo evitarlo.—Se sienta en el borde—. ¡Se me da de maravilla!—Lo sé —suspiro.A pesar del episodio de esta noche, sé que se ha estado esforzando por sermás amable. No quiero buscarle excusas, pero ha hecho más de lo que esperaba.—¿Te vienes a vivir conmigo? —sonríe esperanzado.—Jesús, un paso detrás de otro. De momento, voy a dejar de estar enfadadacontigo —le digo, y me incorporo—. Ahora ven a la cama.Enarca una ceja como diciéndome: « ¿Lo ves? Eres muy controladora» ,pero se pone en pie para bajarse los vaqueros. Cuando se quita la camiseta, ladeja en la cama delante de mí. Me encanta que tenga las mismas ganas que y ode que me la ponga.Me quito la que llevo puesta y me detiene.—Joder —masculla, y levanto la vista—. ¿Qué llevas puesto?Ha abierto mucho los ojos y su mirada es muy intensa.—Me he comprado ropa interior nueva. —Me ruborizo y bajo la vista.—Ya lo veo… Joder —repite.
—Eso ya lo has dicho. —Me río nerviosa.La luz de los ojos de Hardin me ciega y me produce un cosquilleo en la piel.—Estás increíble. —Traga saliva—. Siempre estás increíble, pero esto es…Con la boca seca miro el bulto que crece en su bóxer. Es la quinta vez que laenergía entre nosotros cambia esta noche.—Iba a enseñártela antes, pero estabas muy ocupado comportándote comoun gilipollas.—Mmm —musita.Está claro que no ha oído lo que acabo de decir. Apoya la rodilla en la camay me mira de arriba abajo antes de colocarse encima de mí.Sabe a whisky y a menta, una combinación celestial. Nuestros besos sontiernos e incitantes, nuestros labios se acercan y se separan, su lengua bailajuguetona con la mía. Me coge del pelo y siento su erección contra mi vientre.Me suelta el pelo para apoyarse en un codo y acariciarme con la otra mano. Suslargos dedos recorren las costuras de mi sujetador de encaje, se meten dentro yvuelven a salir. Se relame los labios cuando lleva la mano entre mis muslos yempieza a moverla arriba y abajo.—No consigo decidir si quiero que te dejes esto puesto… —dice.Me da igual: sus dedos maravillosos sobre mi piel me tienen totalmentefascinada.—Va, fuera —dice finalmente desabrochándome el sujetador.Arqueo la espalda para que me lo pueda quitar y gruñe cuando su entrepiernase aprieta contra la mía.—¿Qué quieres hacer, Tess? —pregunta con voz temblorosa y sin control.—Ya te lo dije —contesto mientras aparta mis bragas.Ojalá no hubiera bebido esta noche, aunque a lo mejor su embriaguez mehace parecer menos rara e incómoda.Grito cuando me penetra con los dedos y lo rodeo con un brazo, intentandoagarrarme a lo que sea. Pongo la otra mano entre nosotros y se la acaricio con lapalma. Gime, aprieto y subo y bajo la mano con suavidad.—¿Estás segura? —jadea, y veo la incertidumbre en sus cristalinos ojosverdes.—Sí, estoy segura. ¡No le des más vueltas!Cómo se han vuelto las tornas. Ahora soy yo la que le dice eso.—Te quiero, lo sabes, ¿verdad?—Sí. —Aprieto los labios contra los suy os—. Te quiero, Hardin —le digo sinsepararme de su boca.Sus dedos continúan, dentro y fuera, muy despacio, y su boca se cierra sobremi cuello. Chupa con fuerza y luego me lame para aliviar el dolor. Lo repite unay otra vez, y es como si todo mi cuerpo estuviera en llamas.—Hardin…, voy a… —comienzo a decir, y me saca los dedos al instante.
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—Eso ya lo has dicho. —Me río nerviosa.
La luz de los ojos de Hardin me ciega y me produce un cosquilleo en la piel.
—Estás increíble. —Traga saliva—. Siempre estás increíble, pero esto es…
Con la boca seca miro el bulto que crece en su bóxer. Es la quinta vez que la
energía entre nosotros cambia esta noche.
—Iba a enseñártela antes, pero estabas muy ocupado comportándote como
un gilipollas.
—Mmm —musita.
Está claro que no ha oído lo que acabo de decir. Apoya la rodilla en la cama
y me mira de arriba abajo antes de colocarse encima de mí.
Sabe a whisky y a menta, una combinación celestial. Nuestros besos son
tiernos e incitantes, nuestros labios se acercan y se separan, su lengua baila
juguetona con la mía. Me coge del pelo y siento su erección contra mi vientre.
Me suelta el pelo para apoyarse en un codo y acariciarme con la otra mano. Sus
largos dedos recorren las costuras de mi sujetador de encaje, se meten dentro y
vuelven a salir. Se relame los labios cuando lleva la mano entre mis muslos y
empieza a moverla arriba y abajo.
—No consigo decidir si quiero que te dejes esto puesto… —dice.
Me da igual: sus dedos maravillosos sobre mi piel me tienen totalmente
fascinada.
—Va, fuera —dice finalmente desabrochándome el sujetador.
Arqueo la espalda para que me lo pueda quitar y gruñe cuando su entrepierna
se aprieta contra la mía.
—¿Qué quieres hacer, Tess? —pregunta con voz temblorosa y sin control.
—Ya te lo dije —contesto mientras aparta mis bragas.
Ojalá no hubiera bebido esta noche, aunque a lo mejor su embriaguez me
hace parecer menos rara e incómoda.
Grito cuando me penetra con los dedos y lo rodeo con un brazo, intentando
agarrarme a lo que sea. Pongo la otra mano entre nosotros y se la acaricio con la
palma. Gime, aprieto y subo y bajo la mano con suavidad.
—¿Estás segura? —jadea, y veo la incertidumbre en sus cristalinos ojos
verdes.
—Sí, estoy segura. ¡No le des más vueltas!
Cómo se han vuelto las tornas. Ahora soy yo la que le dice eso.
—Te quiero, lo sabes, ¿verdad?
—Sí. —Aprieto los labios contra los suy os—. Te quiero, Hardin —le digo sin
separarme de su boca.
Sus dedos continúan, dentro y fuera, muy despacio, y su boca se cierra sobre
mi cuello. Chupa con fuerza y luego me lame para aliviar el dolor. Lo repite una
y otra vez, y es como si todo mi cuerpo estuviera en llamas.
—Hardin…, voy a… —comienzo a decir, y me saca los dedos al instante.