After - Anna Todd

02.05.2023 Views

andar y es un alivio descubrir que no me pisa los talones. Encuentro también unpar de vestidos y unos zapatos que parecen cómodos. La cajera tiene querepetirme el importe tres veces antes de que me decida a pagar. La ropa interiorbonita es mucho más cara de lo que creía. Espero que a Hardin le guste.Cuando vuelvo a mi habitación, Steph no está, y no hay noticias de Hardin.Guardo la ropa nueva y apago la luz para echarme una siesta.Me despierta el tono de un móvil que no conozco. Me doy la vuelta y abro losojos. Cómo no, Hardin está sentado en la silla con los pies encima de la cómodade Steph.—¿Has dormido bien? —pregunta sonriente.—La verdad es que sí. ¿Cómo has entrado? —Me restriego los ojos.—Steph me ha devuelto la llave.—Ah. ¿Cuánto llevas aquí?—Una media hora. ¿Qué tal tu día en Vance? No pensé que fueras a estar devuelta tan temprano: sólo son las seis. Pero aquí estás, durmiendo a pierna sueltay roncando. Debe de haber sido un día agotador —dice, y se echa a reír.Me incorporo y me apoy o en el codo para mirarlo.—Ha sido un gran día. Tengo mi propio despacho con mi nombre en lapuerta. ¡Es increíble! Es maravilloso. Me van a pagar mucho más de lo que creíay voy a leer manuscritos. ¿No es perfecto? Lo único que me da miedo esfastidiarla porque es demasiado perfecto. ¿Sabes lo que quiero decir? —divago.—Vaya, veo que le has caído bien a Vance. —Levanta una ceja—. Lo harásbien, no te preocupes.—Me ha dicho que trabajabas allí. —A ver cómo reacciona.—Le habrá faltado tiempo.—¿Por qué no me lo habías contado? Tampoco me has dicho que siguestrabajando. ¿De dónde sacas el tiempo para trabajar?—Siempre me haces muchas preguntas. —Se pasa la mano por el pelo—.Pero te contestaré —añade—. No te he contado que trabajaba allí porque…,bueno, no sé por qué. Y saco tiempo para trabajar. Cuando no estoy contigo, sacotiempo.Me siento con las piernas cruzadas.—Al señor Vance le caes muy bien, dice que le gustaría que volvieras atrabajar para él.—Me lo imagino, pero no, gracias. Ahora gano más que cuando trabajaba allíy trabajo menos —presume, y pongo los ojos en blanco.—Háblame de tu trabajo; ¿qué haces exactamente?Se encoge de hombros.—Leo manuscritos, los edito. Lo mismo que tú pero con un poco más de

implicación.—¿Y te gusta?—Sí, Tessa, me gusta. —Su tono es un poco borde.—Qué bien. ¿Quieres trabajar para Portland Independent cuando te gradúes?—No sé lo que quiero hacer. —Pone los ojos en blanco.—¿He dicho algo malo? —pregunto.—No, sólo es que siempre haces demasiadas preguntas.—¿Qué? —¿Está siendo sarcástico o lo dice en serio?—No necesitas saber hasta el último detalle de mi vida —salta.—Sólo quería charlar un rato, conversar con normalidad sobre tu trabajo —digo—. Ésas son las cosas normales que hace la gente, perdona por interesarmepor tu vida cotidiana.No dice nada. ¿Qué mosca le habrá picado? He tenido un día fantástico y loúltimo que quiero es pelearme con él. Miro al techo y me callo. Descubro quetiene noventa y cinco paneles que sujetan cuarenta tornillos.—Tengo que ducharme —digo un buen rato después.—Pues dúchate —bufa.Pongo los ojos en blanco y cojo la bolsa de aseo.—¿Sabes qué? Pensaba que eso era cosa del pasado y que habías dejado decomportarte como un gilipollas sin motivo —le espeto, y salgo de la habitación.Me tomo mi tiempo en la ducha. Me afeito las piernas y luego las repaso unasegunda vez para el vestido que voy a ponerme mañana, mi primer día deverdad en Vance. Estoy muy nerviosa pero, sobre todo, entusiasmada. OjaláHardin no fuera tan maleducado. Lo único que he hecho ha sido preguntarle porun trabajo del que no me había dicho nada. Debería poder hablar con él de algoasí sin problemas. Hay muchas cosas que no sé de él, y eso me hace sentirincómoda.Intento encontrar un modo de hacérselo entender pero, para cuando vuelvo ala habitación, Hardin se ha ido.

implicación.

—¿Y te gusta?

—Sí, Tessa, me gusta. —Su tono es un poco borde.

—Qué bien. ¿Quieres trabajar para Portland Independent cuando te gradúes?

—No sé lo que quiero hacer. —Pone los ojos en blanco.

—¿He dicho algo malo? —pregunto.

—No, sólo es que siempre haces demasiadas preguntas.

—¿Qué? —¿Está siendo sarcástico o lo dice en serio?

—No necesitas saber hasta el último detalle de mi vida —salta.

—Sólo quería charlar un rato, conversar con normalidad sobre tu trabajo —

digo—. Ésas son las cosas normales que hace la gente, perdona por interesarme

por tu vida cotidiana.

No dice nada. ¿Qué mosca le habrá picado? He tenido un día fantástico y lo

último que quiero es pelearme con él. Miro al techo y me callo. Descubro que

tiene noventa y cinco paneles que sujetan cuarenta tornillos.

—Tengo que ducharme —digo un buen rato después.

—Pues dúchate —bufa.

Pongo los ojos en blanco y cojo la bolsa de aseo.

—¿Sabes qué? Pensaba que eso era cosa del pasado y que habías dejado de

comportarte como un gilipollas sin motivo —le espeto, y salgo de la habitación.

Me tomo mi tiempo en la ducha. Me afeito las piernas y luego las repaso una

segunda vez para el vestido que voy a ponerme mañana, mi primer día de

verdad en Vance. Estoy muy nerviosa pero, sobre todo, entusiasmada. Ojalá

Hardin no fuera tan maleducado. Lo único que he hecho ha sido preguntarle por

un trabajo del que no me había dicho nada. Debería poder hablar con él de algo

así sin problemas. Hay muchas cosas que no sé de él, y eso me hace sentir

incómoda.

Intento encontrar un modo de hacérselo entender pero, para cuando vuelvo a

la habitación, Hardin se ha ido.

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