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After - Anna Todd

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dentro de un segundo.

La puerta del despacho en el que hice la entrevista se abre y aparece el señor

Vance.

—¡Tessa! —me saluda.

Lleva un traje tan elegante que me intimida un poco, pero doy gracias por

haber elegido un atuendo formal. Lleva una abultada carpeta bajo el brazo.

—Buenos días, señor Vance. —Sonrío y le estrecho la mano.

—Llámame Christian. Te enseñaré tu despacho.

—¿Mi despacho?

—Sí, vas a necesitar tu propio espacio. No es gran cosa, pero es todo tuyo.

Haremos allí el papeleo —explica sonriendo.

Luego echa a andar tan deprisa que me cuesta seguirlo llevando tacones. Gira

a la izquierda y se adentra en un pasillo lleno de pequeños cubículos.

—Ya hemos llegado —anuncia.

En la puerta hay un letrero negro con mi nombre en letras blancas.

Estoy soñando. El despacho es tan grande como mi habitación de la

residencia. El señor Vance y yo tenemos conceptos distintos de « no es gran

cosa» . Una mesa de tamaño medio de madera de cerezo, dos archivadores, dos

sillas, una librería, un ordenador… ¡Y una ventana! Él toma asiento frente a la

mesa y yo ocupo mi puesto al otro lado. Me va a costar hacerme a la idea de que

éste es mi despacho.

—Bueno, Tessa, hablemos de tus obligaciones —dice—. Tienes que leer al

menos dos manuscritos a la semana. Si son excelentes y encajan con lo que

publicamos en esta casa, me los envías. Si no valen la pena, tíralos a la papelera.

Me quedo boquiabierta. Estas prácticas son un sueño hecho realidad. Me van

a pagar y me van a dar créditos académicos por leer.

—De entrada, recibirás quinientos dólares a la semana y, si todo marcha bien,

a los noventa días se te dará un aumento.

« ¡Quinientos dólares a la semana!» Debería ser suficiente para poder

alquilar un apartamento.

—Muchísimas gracias, es mucho más de lo que esperaba —le digo. Estoy

impaciente por llamar a Hardin para contárselo todo.

—Es un placer. Sé de buena tinta que eres muy trabajadora. Quizá incluso

puedas contarle a Hardin lo mucho que te gusta esto, a ver si así vuelve a trabajar

para mí.

—¿Cómo?

—Hardin trabajaba para nosotros antes de que Bolthouse nos lo robara.

Empezó aquí el año pasado, de becario, hizo un gran trabajo y lo contraté. Pero

le ofrecieron más dinero y le permitían trabajar desde casa. Dijo que no le

gustaba tener que venir a la oficina, así que nos dejó. Figúrate. —Sonríe y se

ajusta el reloj.

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