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After - Anna Todd

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—. ¿Y si hay tráfico? ¿O un accidente? ¿Y si se me pincha una rueda o tengo que

parar a echar gasolina? Podría perderme o no encontrar aparcamiento. ¿Y si

tengo que aparcar muy lejos y luego me toca andar un buen trecho y llego

sudando y sin aliento y necesito unos minutos para…?

—Lo que necesitas es tranquilizarte, nena. Estás hecha un manojo de nervios

—me sopla al oído. Miro su imagen en el espejo. Está perfecto recién levantado,

y somnoliento no parece tan terrible.

—No puedo evitarlo, estas prácticas significan mucho para mí. No puedo

arriesgarme a fastidiarla.

La cabeza me va a cien por hora. Estaré más calmada luego, cuando sepa a

qué atenerme y pueda organizarme la semana en consecuencia.

—No deberías llegar tan nerviosa, te van a comer viva —dice sembrando un

reguero de besos en mi cuello.

—Estaré bien.

« O eso espero.»

Su aliento en mi cuello me pone la carne de gallina.

—Deja que te relaje antes de irte. —Su voz es grave, seductora y un poco

soñolienta.

—Yo…

Con los dedos recorre mi clavícula y desciende hasta mi pecho. Sus ojos

encuentran los míos en el espejo y suspiro mi capitulación.

—¿Cinco minutos? —pregunto y suplico al mismo tiempo.

—Es todo lo que necesito.

Intento darme la vuelta pero no me deja.

—No, quiero que lo veas —me ronronea al oído.

Siento ese cosquilleo entre los muslos al oír eso. Trago saliva y me coloca el

pelo sobre el hombro izquierdo. Pega el cuerpo al mío y su mano se desliza al

bajo de mi falda.

—Al menos hoy no llevas leotardos. Debo decir que soy fan de esta falda. —

Me la sube hasta la cintura—. Sobre todo cuando la llevas así.

No puedo dejar de mirar sus manos en el espejo y se me acelera el pulso.

Mete los dedos en mis bragas; están un poco fríos, y me sobresalto al sentirlos. Se

ríe contra mi cuello. Con la otra mano me rodea el pecho para que no me

mueva. Me siento muy desnuda pero también muy excitada. Ver cómo me toca

me hace pensar en cosas que ni siquiera sabía que existían. Sus dedos se deslizan

lentamente dentro de mí y me besa el cuello con suavidad.

—Mira lo bonita que eres —susurra contra mi piel.

Me miro al espejo y apenas si me reconozco. Tengo las mejillas coloradas,

las pupilas dilatadas, la mirada salvaje… Con la falda enrollada en la cintura y

los dedos de Hardin haciendo maravillas dentro de mí, me siento diferente…

Incluso sexi.

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