After - Anna Todd

02.05.2023 Views

admiro cómo el agua salpica nuestros cuerpos y me ay uda a deslizar la manocon facilidad por toda su extensión.—No sabes el gusto que me das.Su mirada me pone un poco nerviosa, pero el modo en que aprieta los dientesy entorna los ojos es como si estuviera intentando mantenerlos abiertos parapedirme que le dé más placer. Mi pulgar acaricia la punta de su pene y Hardinmaldice en voz baja.—Voy a correrme ya. Joder…Cierra los ojos y siento su orgasmo tibio que se mezcla en mi mano con elagua caliente. No puedo evitar mirarlo fijamente hasta que sólo queda el agua. Acontinuación se acerca a mí, sin aliento, y me besa en la boca.—Alucinante —susurra, y me besa otra vez.Una vez limpia y más tranquila, aunque incandescente por las caricias deHardin, me seco a toda velocidad y me pongo las mallas de hacer yoga y lacamiseta que saco de la bolsa. Me cepillo el pelo y me hago un moño en lacoronilla. Hardin se envuelve una toalla alrededor de la cintura y se queda de piedetrás de mí, mirándome a través del espejo. Está divino, y es todo mío.—Esas mallas van a ser una distracción —dice.—¿Siempre has tenido una mente tan sucia? —me burlo, y él asiente.Hasta que entramos en la cocina no me doy cuenta de las pintas que llevamos.Los dos llevamos el pelo mojado. Salta a la vista que acabamos de ducharnosjuntos. A Hardin no parece importarle, pero eso es porque no tiene modales.—Hay sándwiches en la encimera —anuncia Karen alegremente señalandohacia el lugar donde Ken está sentado con una pila de carpetas delante.No parece que le sorprenda ni que le moleste nuestro aspecto; a mi madre lehabría dado un ataque si supiera lo que acabo de hacer. Sobre todo con alguiencomo Hardin.—Muchísimas gracias —digo.—Lo he pasado muy bien hoy, Tessa —comenta Karen, y empezamos ahablar otra vez del invernadero mientras cogemos un sándwich cada uno y nossentamos a comer.Hardin come en silencio y me mira de vez en cuando.—Podríamos seguir con el invernadero el fin de semana que viene —sugiero,pero enseguida me corrijo—: Quiero decir, dentro de dos semanas —digo entrerisas.—Sí, por supuesto.—¿La boda tiene algún tema? —interrumpe Hardin.Ken levanta la vista del trabajo.—Bueno, en realidad no tiene ningún tema, pero hemos elegido la decoración

en blanco y negro —dice Karen nerviosa.Estoy segura de que es la primera vez que hablan con Hardin de la bodadesde el día que Ken le dijo que iba a casarse y él la lió parda.—Ah. Entonces ¿qué debería ponerme? —pregunta sin darle muchaimportancia.Después de ver la reacción de su padre, me muero por comerme a Hardin abesos.—¿Vas a venir? —pregunta Ken, sorprendido y muy feliz.—Sí…, supongo. —Hardin se encoge de hombros y le da otro mordisco a susándwich.Karen y Ken se miran y sonríen. Él se levanta y se acerca a Hardin.—Gracias, hijo, significa mucho para mí —dice al tiempo que le da a Hardinuna palmada en el hombro.Él se pone tenso pero premia a su padre con una pequeña sonrisa.—¡Qué gran noticia! —exclama Karen dando palmas.—No es nada —gruñe Hardin.Me siento a su lado y le cojo la mano por debajo de la mesa. Nunca penséque podría convencerlo de que fuera a la boda, mucho menos hablar sobre elladelante de Ken y Karen.—Te quiero —le susurro al oído cuando ellos están a otra cosa.Sonríe y me aprieta la mano.—Te quiero —me susurra.—Hardin, ¿cómo van las clases? —pregunta Ken.—Bien.—He visto que has vuelto a cambiar de asignaturas.—Sí. ¿Y?—Vas a graduarte en Inglés, ¿no? —continúa Ken, que, sin saberlo, estátentando su suerte. Noto que Hardin empieza a mosquearse.—Sí —responde.—¡Eso está muy bien! Recuerdo cuando tenías diez años y recitabaspasajes de El gran Gatsby todos los días, a todas horas. Ya entonces senotaba que se te iba a dar muy bien la literatura —dice su padre.—¿De verdad? ¿Eso recuerdas? —El tono de Hardin es muy áspero.Le estrecho la mano intentando decirle que se calme.—Sí, claro que me acuerdo —contesta Ken muy tranquilo.Las aletas nasales de Hardin se agitan y pone los ojos en blanco.—Me cuesta de creer —replica—, porque estabas siempre borracho y, lo quey o recuerdo, y lo recuerdo como si fuera ayer, es que hiciste pedazos ese libroporque tropecé con tu whisky y lo derramé. Así que no intentes impresionarmecon el baúl de los recuerdos a menos que sepas de qué coño estás hablando.Se levanta y Karen y yo tragamos saliva.

en blanco y negro —dice Karen nerviosa.

Estoy segura de que es la primera vez que hablan con Hardin de la boda

desde el día que Ken le dijo que iba a casarse y él la lió parda.

—Ah. Entonces ¿qué debería ponerme? —pregunta sin darle mucha

importancia.

Después de ver la reacción de su padre, me muero por comerme a Hardin a

besos.

—¿Vas a venir? —pregunta Ken, sorprendido y muy feliz.

—Sí…, supongo. —Hardin se encoge de hombros y le da otro mordisco a su

sándwich.

Karen y Ken se miran y sonríen. Él se levanta y se acerca a Hardin.

—Gracias, hijo, significa mucho para mí —dice al tiempo que le da a Hardin

una palmada en el hombro.

Él se pone tenso pero premia a su padre con una pequeña sonrisa.

—¡Qué gran noticia! —exclama Karen dando palmas.

—No es nada —gruñe Hardin.

Me siento a su lado y le cojo la mano por debajo de la mesa. Nunca pensé

que podría convencerlo de que fuera a la boda, mucho menos hablar sobre ella

delante de Ken y Karen.

—Te quiero —le susurro al oído cuando ellos están a otra cosa.

Sonríe y me aprieta la mano.

—Te quiero —me susurra.

—Hardin, ¿cómo van las clases? —pregunta Ken.

—Bien.

—He visto que has vuelto a cambiar de asignaturas.

—Sí. ¿Y?

—Vas a graduarte en Inglés, ¿no? —continúa Ken, que, sin saberlo, está

tentando su suerte. Noto que Hardin empieza a mosquearse.

—Sí —responde.

—¡Eso está muy bien! Recuerdo cuando tenías diez años y recitabas

pasajes de El gran Gatsby todos los días, a todas horas. Ya entonces se

notaba que se te iba a dar muy bien la literatura —dice su padre.

—¿De verdad? ¿Eso recuerdas? —El tono de Hardin es muy áspero.

Le estrecho la mano intentando decirle que se calme.

—Sí, claro que me acuerdo —contesta Ken muy tranquilo.

Las aletas nasales de Hardin se agitan y pone los ojos en blanco.

—Me cuesta de creer —replica—, porque estabas siempre borracho y, lo que

y o recuerdo, y lo recuerdo como si fuera ayer, es que hiciste pedazos ese libro

porque tropecé con tu whisky y lo derramé. Así que no intentes impresionarme

con el baúl de los recuerdos a menos que sepas de qué coño estás hablando.

Se levanta y Karen y yo tragamos saliva.

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