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After - Anna Todd

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—Joder, no te vay as —dice con la voz cargada de emoción.

La cuestión es de qué emoción.

—¿Me quieres? —susurra, y con la mano magullada me alza la barbilla.

Aparto los ojos de los suy os y asiento muy despacio, esperando que se eche a

reír en mi cara.

—¿Por qué? —Su aliento es como una llamarada en mi piel.

Por fin consigo mirarlo a los ojos y veo que parece… ¿asustado?

—¿Qué? —pregunto en voz baja.

—¿Por qué me quieres?… ¿Cómo es posible que me quieras? —Se le quiebra

la voz y me mira fijamente.

Siento que las palabras que pronuncie a continuación sellarán mi destino.

—¿Cómo es posible que no sepas que te quiero? —pregunto en vez de

responderle.

« ¿No cree que lo quiera?» No tengo otra explicación, salvo que lo quiero. Me

vuelve loca y me pone furiosa como nadie pero, de alguna manera, me he

enamorado de él hasta la médula.

—Me dijiste que no me querías y saliste con Zed. Siempre me abandonas;

antes me has dejado tirado en el porche a pesar de que te he suplicado que me

dieras otra oportunidad. Te dije que te quería y me rechazaste. ¿Sabes lo duro que

fue para mí? —replica.

Debo de estar imaginándome las lágrimas que se le acumulan en los ojos,

aunque noto perfectamente sus dedos callosos en mi barbilla.

—Lo retiraste antes de que pudiera procesar lo que habías dicho. Has hecho

tantas cosas para hacerme daño, Hardin… —le digo, y asiente con la cabeza.

—Lo sé… Perdóname. Te lo compensaré. Sé que no te merezco, no tengo

derecho a pedirte nada, pero…, por favor, dame una oportunidad. No voy a

prometerte que no vaya a discutir contigo o que no me enfadaré, pero te prometo

que me entregaré a ti por completo. Por favor, déjame intentar ser la persona

que necesitas.

Parece tan inseguro que me derrito.

—Quiero pensar que puede funcionar, pero no sé cómo —respondo—. Ya nos

hemos hecho mucho daño.

Sin embargo, mis ojos me traicionan cuando empiezan a derramar lágrimas.

Hardin desliza los dedos por mi cara para interceptarlas. Una lágrima solitaria

resbala por su mejilla.

—¿Te acuerdas cuando me preguntaste a quién quería más en el mundo? —

me dice; su boca está tan sólo a unos centímetros de la mía.

Asiento, aunque parece que fue hace siglos y yo creía que no me estaba

escuchando.

—A ti. Tú eres la persona a la que más quiero en el mundo.

Me pilla por sorpresa y pone fin al dolor y a la ira que no me cabían en el

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