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After - Anna Todd

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cerrar el pico—. En realidad no es tu habitación. He dormido aquí tantas veces

como tú. De hecho, alguna más —puntualizo.

—¿No te cabía tu camiseta? —pregunta con la mirada fija en la camiseta

blanca. Ahí está, burlándose de mí.

—Adelante, métete conmigo —digo con las lágrimas agolpándose en mis

párpados.

Me mira pero aparto la vista.

—No me estaba metiendo contigo. —Se levanta del sillón y da un paso hacia

mí. Retrocedo y levanto las manos para impedirle que siga avanzando—. Sólo

escúchame, ¿quieres?

—¿Qué más tienes que decir, Hardin? Siempre hacemos lo mismo. Tenemos

la misma pelea una y otra y otra vez, sólo que cada vez es peor. No lo aguanto

más. No puedo.

—Ya te he pedido disculpas por haberla besado —dice.

—No es eso. Bueno, en parte sí que lo es, pero hay mucho más. El hecho de

que no lo veas me demuestra que estamos perdiendo el tiempo. Nunca serás

quien necesito que seas, y y o no soy lo que quieres que sea.

Me enjugo las lágrimas y él mira por la ventana.

—Sí eres lo que y o quiero —dice.

Ojalá pudiera creerlo. Ojalá Hardin no fuera incapaz de sentir nada.

—Pero tú no —es todo cuanto consigo decir.

No quería llorar delante de él, pero no puedo evitarlo. He llorado tanto desde

que lo conozco y, si me enredo de nuevo en sus redes, así es como será siempre.

—¿No soy qué?

—No eres la persona que y o necesito, sólo sabes hacerme daño.

Paso junto a él, cruzo el pasillo y entro en la habitación de invitados. Me

pongo los pantalones a toda velocidad y recojo mis cosas sin que Hardin me quite

la vista de encima.

—¿No oíste lo que te dije ay er? —Ha tardado en hablar. Esperaba que lo

mencionara—. Contéstame —insiste.

—Sí… Lo oí —le digo evitando mirar en su dirección.

Su tono se vuelve hostil.

—Y ¿no tienes nada que decir al respecto?

—No —miento. Se me pone delante—. Quita —le suplico.

Lo tengo peligrosamente cerca y sé lo que va a hacer en cuanto se agacha

para besarme. Trato de apartarme de él pero sus fuertes manos me sujetan con

fuerza. Sus labios acarician los míos, su lengua intenta abrirse paso hacia mi

boca, pero no lo dejo.

Echa la cabeza ligeramente atrás.

—Bésame, Tess —me ordena.

—No. —Lo empujo en el pecho.

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