After - Anna Todd
Esta vez no se ríe, y me siento mejor.—Vale… Vamos allá.Sonríe y me acaricia la mejilla con el pulgar.—Tienes chispa, eso me gusta —dice, y se levanta.—¿Adónde vas? —le pregunto.—A ninguna parte —sonríe él—. Sólo voy a quitarme los pantalones.—Pero eso quería hacerlo y o —digo con un mohín, y se ríe y vuelve asubírselos.—Todo tuy o, nena. —Se lleva las manos a las caderas.Sonrío, me acerco y le bajo los pantalones. ¿Debería bajarle también elbóxer? Hardin da un paso atrás y apoy a los talones contra la cama antes desentarse. Me arrodillo delante de él y respira hondo.—Acércate más, nena.Me agacho un poco más y me apoyo en sus rodillas.—¿Estás bien? —me pregunta con cuidado.Asiento y me levanta por los codos.—Vamos a besarnos un rato, ¿vale? —sugiere, y me sienta encima de él.Tengo que admitir que es un gran alivio. Aún quiero hacerlo, pero necesito unmomento para procesarlo, y seguro que besándolo me siento más cómoda. Mebesa, primero despacio, pero en unos segundos saltan chispas y es como siestuviera ardiendo por dentro. Me agarro a sus brazos y muevo las caderas. Elbóxer forma una tienda de campaña y le tiro del pelo.« Ojalá me hubiera puesto falda, así podría levantármela y sentirlo contra mipiel…» , me digo. Me asombra lo que se me pasa por la cabeza mientras loacaricio por encima del bóxer con la palma de la mano.—Joder, Tessa. Si sigues haciendo eso, voy a correrme otra vez en loscalzoncillos —gime y paro.Me bajo de su regazo y me arrodillo otra vez.—Quítate los vaqueros —me ordena, y asiento antes de desabrochármelos ybajármelos.Como me siento valiente, me quito también la camiseta. Hardin se muerde ellabio y me coloco de nuevo delante de él. Meto los dedos por el elástico del bóxery tiro. Él se levanta de la cama lo justo para que se lo baje.Abro unos ojos como platos y oigo mi exclamación de sorpresa cuando lamasculinidad de Hardin queda al descubierto. Madre mía, qué grande es. Esmucho may or de lo que creía.« Pero ¿cómo voy a metérmela en la boca?»Me quedo mirándola unos segundos. La toco con el índice. Hardin se ríecuando se mueve un poco y al instante vuelve a su sitio.—¿Cómo…? Quiero decir… ¿Por dónde empiezo? —balbuceo. Me intimida eltamaño, pero quiero hacerlo.
—Te lo enseñaré. A ver… Cógela como la última vez…La rodeo con los dedos y los ajusto lo mejor que puedo. La piel que larecubre es muy suave. Sé que la estoy tocando y examinando como si fuera unexperimento de la clase de ciencias, pero es que es algo tan nuevo que bienpodría serlo.La cojo con suavidad y muevo la mano arriba y abajo, despacio.—¿Así? —pregunto, y él asiente. Su pecho sube y baja.—Ahora… métetela en la boca. No toda, bueno, si te cabe… Sólo métetelatodo lo que puedas.Respiro hondo y me lanzo. Abro la boca y me la meto, aunque sólo hasta lamitad. Suspira y me pone las manos en los hombros. Me aparto un poco y notoun sabor salado. ¿Ya ha terminado? El sabor desaparece y empiezo a subir y abajar la cabeza. Un instinto que no sabía que tenía me dice que deslice la lenguapor su pene mientras me muevo.—Joder, así, así. Sí… —ruge Hardin, y repito lo que acabo de hacer.Me agarra con más fuerza y sus caderas empujan hacia adelante, hacia miboca. Me esfuerzo un poco más y me la meto casi toda. Alzo la vista. Tiene losojos en blanco y está para comérselo. Los músculos fibrosos y tatuados se tensanbajo la piel tersa, y la inscripción en sus caderas se mueve lentamente. Meconcentro en seguir chupando y cojo velocidad.—Usa la mano… en… el resto… —jadea.Muevo la mano desde la base hasta mi boca, que está encargándose de lapunta. Succiono y vuelve a gemir.—Joder…, joder, Tessa. Estoy … estoy a punto —consigue decir—. Si noquieres que me corra… en tu boca… deberías… deberías parar.Lo miro, pero no me la saco. Me encanta que pierda el control por mí.—Mierda… Mírame.Su cuerpo se tensa mientras me observa. Parpadeo con coquetería. Hardinmaldice y pronuncia mi nombre una y otra vez y siento que se sacude en miboca y un líquido salado y tibio me llena la garganta en pequeñas descargas. Medan arcadas y me aparto. No sabe tan mal como esperaba, pero tampoco es queesté rico. Sus manos abandonan mis hombros y me acarician las mejillas.Está sin aliento, aturdido.—¿Qué… qué tal?Me siento a su lado en la cama. Él me rodea con un brazo y apoya la cabezaen mi hombro.—Yo creo que ha sido agradable —digo, y se desternilla.—¿Agradable?—Ha sido divertido, por decirlo de alguna manera. Poder verte así… Y nosabe tan mal como pensaba —confieso. Debería sentirme avergonzada poradmitir que me ha gustado, pero no es así—. ¿A ti te ha gustado? —pregunto
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—Te lo enseñaré. A ver… Cógela como la última vez…
La rodeo con los dedos y los ajusto lo mejor que puedo. La piel que la
recubre es muy suave. Sé que la estoy tocando y examinando como si fuera un
experimento de la clase de ciencias, pero es que es algo tan nuevo que bien
podría serlo.
La cojo con suavidad y muevo la mano arriba y abajo, despacio.
—¿Así? —pregunto, y él asiente. Su pecho sube y baja.
—Ahora… métetela en la boca. No toda, bueno, si te cabe… Sólo métetela
todo lo que puedas.
Respiro hondo y me lanzo. Abro la boca y me la meto, aunque sólo hasta la
mitad. Suspira y me pone las manos en los hombros. Me aparto un poco y noto
un sabor salado. ¿Ya ha terminado? El sabor desaparece y empiezo a subir y a
bajar la cabeza. Un instinto que no sabía que tenía me dice que deslice la lengua
por su pene mientras me muevo.
—Joder, así, así. Sí… —ruge Hardin, y repito lo que acabo de hacer.
Me agarra con más fuerza y sus caderas empujan hacia adelante, hacia mi
boca. Me esfuerzo un poco más y me la meto casi toda. Alzo la vista. Tiene los
ojos en blanco y está para comérselo. Los músculos fibrosos y tatuados se tensan
bajo la piel tersa, y la inscripción en sus caderas se mueve lentamente. Me
concentro en seguir chupando y cojo velocidad.
—Usa la mano… en… el resto… —jadea.
Muevo la mano desde la base hasta mi boca, que está encargándose de la
punta. Succiono y vuelve a gemir.
—Joder…, joder, Tessa. Estoy … estoy a punto —consigue decir—. Si no
quieres que me corra… en tu boca… deberías… deberías parar.
Lo miro, pero no me la saco. Me encanta que pierda el control por mí.
—Mierda… Mírame.
Su cuerpo se tensa mientras me observa. Parpadeo con coquetería. Hardin
maldice y pronuncia mi nombre una y otra vez y siento que se sacude en mi
boca y un líquido salado y tibio me llena la garganta en pequeñas descargas. Me
dan arcadas y me aparto. No sabe tan mal como esperaba, pero tampoco es que
esté rico. Sus manos abandonan mis hombros y me acarician las mejillas.
Está sin aliento, aturdido.
—¿Qué… qué tal?
Me siento a su lado en la cama. Él me rodea con un brazo y apoya la cabeza
en mi hombro.
—Yo creo que ha sido agradable —digo, y se desternilla.
—¿Agradable?
—Ha sido divertido, por decirlo de alguna manera. Poder verte así… Y no
sabe tan mal como pensaba —confieso. Debería sentirme avergonzada por
admitir que me ha gustado, pero no es así—. ¿A ti te ha gustado? —pregunto