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After - Anna Todd

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CAPÍTULO 53

Los dedos de Hardin se aventuran aún más lejos por debajo de mi camiseta y se

me acelera la respiración. Una sonrisa se dibuja en su precioso rostro cuando se

da cuenta.

—Una caricia y y a estás jadeando —susurra con voz ronca.

Aparta mis pies de su regazo y lleva la boca a mi cuello. Traza una sola línea

con la lengua y me estremezco. Enrosco los dedos en sus rizos y tiro de ellos

cuando me da un mordisco. A continuación desliza una mano hacia mi

entrepierna pero lo cojo de la muñeca y lo detengo.

—¿Qué pasa? —pregunta.

—Nada… Sólo es que pensaba que esta vez podía hacer y o algo por ti.

Aparto la vista pero me coge de la barbilla y me obliga a mirarlo a los ojos.

Intenta ocultar una sonrisa de satisfacción.

—Y ¿qué te gustaría hacer por mí?

—Pues… He pensado que podría…, ya sabes…

No sé por qué me cuesta tanto soltarme la lengua con Hardin cuando él dice

lo que se le ocurre cuando se le ocurre, pero es que la palabra mamada no forma

parte de mi vocabulario.

—¿Quieres chuparme la polla? —pregunta sorprendido.

Es oficial: estoy espeluznada. Y, aun así, me excita.

—Pues… sí. Quiero decir, si tú quieres.

Espero que, si nuestra relación progresa, llegaré a poder hablar abiertamente

de esa clase de cosas. Me encantaría llegar al punto de poder decirle todo lo que

quiero hacerle, de estar tan cómoda con él que me sienta valiente en ese sentido.

—Pues claro que quiero —dice—. Quiero sentir tu boca desde la primera vez

que te vi. —Me siento extrañamente halagada pese a lo bestia del cumplido, pero

entonces me pregunta—: ¿Estás segura de querer hacerlo? ¿Alguna vez… has

visto una polla?

Estoy segura de que ya sabe la respuesta. ¿O es que quiere que se lo diga?

—Por supuesto que sí. No una de verdad, pero he visto fotos, y una vez pillé a

un vecino viendo una película guarra —le digo, y reprime la risa—. No te rías de

mí, Hardin —le advierto.

—Perdona, nena, no me estaba riendo de ti. Es que nunca había conocido a

nadie con tan poca experiencia. Aunque eso es bueno, te lo juro. A veces tu

inocencia me desconcierta. Y, dicho esto, me pone muchísimo ser la única

persona en el mundo que ha hecho que te corras.

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