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After - Anna Todd

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minutos de silencio.

—No lo sé…, ¿por? —dice volviendo la cabeza para mirarme.

—No lo sé…, no me gustan mucho los bolos.

—No va a estar tan mal. Están todos allí —me asegura. Espero que ese

« todos» no incluya a la guarra de Molly.

—Si tú lo dices… —mascullo, y miro por la ventanilla.

—¿No quieres ir? —Su tono es suave.

—Lo cierto es que no, por eso he dicho que no desde el principio. —Me río sin

ganas.

—¿Por qué no vamos a otro sitio?

—¿Adónde? —Estoy molesta con él, pero no sé bien por qué.

—A mi casa —propone, y sonrío y asiento. Él también sonríe, dejando ver los

hoyuelos que he acabado adorando—. A mi casa, entonces.

Extiende un brazo y me pone la mano sobre el muslo. Se me templa la piel, y

coloco la mano sobre la suya.

Quince minutos después llegamos al edificio de su fraternidad. No he vuelto

aquí desde que Hardin y y o nos peleamos y me volví a la residencia. Mientras

me conduce a la escalera, ningún chico se molesta en dedicarnos más de una

mirada; deben de estar acostumbrados a que Hardin traiga chicas a casa. Se me

encoge el estómago de pensarlo. Tengo que dejar de pensar en eso, porque me

va a volver loca y no puedo hacer nada para cambiarlo.

—Aquí es —dice Hardin, y abre la cerradura de la puerta.

Entro tras él, y enciende la luz antes de quitarse las botas y tirarlas al suelo. Se

acerca a la cama y da una palmadita a su lado.

Cuando camino en su dirección, la curiosidad se apodera de mí.

—¿Molly estaba allí? ¿En la bolera? —inquiero al tiempo que miro por la

ventana.

—Sí, claro que estaba —responde con indiferencia—. ¿Por?

Me siento en la mullida cama, y Hardin me atrae hacia sí por los tobillos. Me

río y me pego a él todavía más, con la espalda apoy ada en la cama, las rodillas

levantadas y los pies al otro lado de sus piernas.

—Simple curiosidad… —le digo, y él sonríe.

—Siempre va a estar; es parte del grupo.

Sé que es estúpido por mi parte sentir celos de ella, pero es que no la aguanto.

Actúa como si le cayera bien, cuando sé que no es así, y sé que le gusta Hardin.

Ahora que somos… lo que sea, no quiero que se acerque a él.

—No estarás preocupada por si me la tiro, ¿no?

Le doy un manotazo en el brazo por hablar así. Me encanta oír expresiones

malsonantes de su boca, pero no cuando él está involucrado.

—No. Bueno…, puede ser. Ya sé que lo has hecho antes, pero no quiero que

vuelvas a hacerlo —digo.

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