After - Anna Todd
siguiente son las medias, y por poco me caigo de bruces cuando empiezo aponérmelas.—Deja de mirarme; me estás poniendo nerviosa —le espeto, y él sonríe. Sele marcan los hoyuelos como nunca.Mete las manos en los bolsillos de los pantalones y alza la vista al techo. Yosuelto una risita mientras termino de subirme las medias.—¿Puedes abrocharme el vestido cuando me lo ponga? —le pregunto.Él me estudia de arriba abajo, y a un metro de distancia me doy cuenta deque se le dilatan las pupilas. Bajo la vista y entiendo por qué. El sujetador merealza mucho el pecho, y las medias de encaje me quedan por encima de lascaderas; de repente me siento como una pin-up.—Sí…, claro —balbucea.Es alucinante que a un hombre tan guapo y sexi como Hardin le altere tantoalguien como y o. Sé que la gente me considera atractiva, pero no soy nadacomparada con las chicas con las que él suele tontear. No llevo tatuajes, nipiercings, y tengo un estilo de vestir muy conservador.Me pongo el vestido y me doy la vuelta, con la espalda al descubierto frente aél y a la espera de que me suba la cremallera. Me recojo el pelo y me lo sujetosobre la cabeza. Él me acaricia el hueco de la columna con un dedo, esquivandoel sujetador, antes de cerrar el vestido. Me estremezco y apoy o la espalda contraél. Pongo el culo en pompa y oigo que ahoga un suspiro. Sus manos desciendenhasta mis caderas, que aprieta con suavidad. Noto que se va endureciendo, lo queme provoca el enésimo escalofrío del día.—¿Hardin? —Se oye la voz de Karen en el pasillo, seguida de unos delicadosgolpecitos en la puerta, y doy miles de gracias por que ambos estemos vestidos.Él pone los ojos en blanco.—Luego —me promete susurrándome al oído, y se aproxima a la puerta.Enciende la luz antes de abrirla y revelar la presencia de Karen.—Siento mucho molestar, pero he hecho unos postres y he pensado que quizáquerríais probarlos —ofrece con dulzura.Hardin no responde, pero se vuelve para mirarme a la espera de mirespuesta.—Sí, sería genial —digo con una sonrisa, que ella me devuelve.—¡Estupendo! Nos vemos abajo —nos dice, y se aleja.—Yo y a me he comido el postre —dice Hardin con malicia, y le doy unpuñetazo en el brazo.
CAPÍTULO 49Karen ha preparado un montón de dulces. Me como unos cuantos mientrascharlamos de su pasión por la repostería. Landon no se une a nosotros en elcomedor, pero eso no parece levantar sospechas. Miro en dirección al sofá en elque está sentado con el libro en el regazo y me recuerdo que tengo que hablarcon él cuanto antes. No quiero perder su amistad.—A mí también me gusta mucho la repostería, pero no se me da tan biencomo a usted —le digo a Karen, y ella se ríe.—Me encantaría enseñarte —repone.La esperanza es evidente en sus ojos castaños, y asiento.—Eso sería genial —digo.No tengo el valor de decirle que no. Siento lástima por ella; se está esforzandomucho en conocerme. Cree que soy la novia de Hardin, y no puedo decirle locontrario. Hardin no ha dado el paso de contárselo, ni a su padre tampoco, lo cualme da un poco de esperanza. Ojalá esta noche fuera un ejemplo de cómo podríaser siempre mi vida. Disfrutar del tiempo compartido con Hardin, de su miradaencontrándose todo el rato con la mía mientras charlo con su padre y su futuramadrastra. Está siendo simpático, al menos durante la última hora, y me acaricialos nudillos con el pulgar en un gesto tierno que me hace sentir el constante aleteode mariposas en el estómago. Fuera sigue lloviendo, y el viento ruge.Cuando acabamos los postres, Hardin se levanta de la mesa. Lo mirodubitativa, y él se inclina hacia mi oído:—Ahora vuelvo, voy al baño —me susurra, y veo cómo desaparece por elpasillo.—No podemos agradecértelo lo suficiente. Es tan maravilloso tener a Hardinaquí, aunque sólo sea para cenar —dice Karen, y Ken le coge la mano porencima de la mesa.—Tiene razón, para un padre es maravilloso que su único hijo estéenamorado. Siempre me ha preocupado que no fuera capaz… Era un… niñoproblemático —murmura Ken, y me mira. Supongo que se percata de que merevuelvo en el asiento, porque continúa diciendo—: Lo siento, no era mi intenciónhacerte sentir incómoda, es que nos encanta verlo feliz.« ¿Enamorado? ¿Feliz?» Me atraganto con mi propia saliva y comienzo atoser repetidas veces; el agua fría del vaso desciende por mi garganta y mealivia, y vuelvo a mirarlos. ¿Creen que Hardin está enamorado de mí? Seríademasiado grosero reírme de ellos, pero es obvio que Ken no conoce a su hijo.
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CAPÍTULO 49
Karen ha preparado un montón de dulces. Me como unos cuantos mientras
charlamos de su pasión por la repostería. Landon no se une a nosotros en el
comedor, pero eso no parece levantar sospechas. Miro en dirección al sofá en el
que está sentado con el libro en el regazo y me recuerdo que tengo que hablar
con él cuanto antes. No quiero perder su amistad.
—A mí también me gusta mucho la repostería, pero no se me da tan bien
como a usted —le digo a Karen, y ella se ríe.
—Me encantaría enseñarte —repone.
La esperanza es evidente en sus ojos castaños, y asiento.
—Eso sería genial —digo.
No tengo el valor de decirle que no. Siento lástima por ella; se está esforzando
mucho en conocerme. Cree que soy la novia de Hardin, y no puedo decirle lo
contrario. Hardin no ha dado el paso de contárselo, ni a su padre tampoco, lo cual
me da un poco de esperanza. Ojalá esta noche fuera un ejemplo de cómo podría
ser siempre mi vida. Disfrutar del tiempo compartido con Hardin, de su mirada
encontrándose todo el rato con la mía mientras charlo con su padre y su futura
madrastra. Está siendo simpático, al menos durante la última hora, y me acaricia
los nudillos con el pulgar en un gesto tierno que me hace sentir el constante aleteo
de mariposas en el estómago. Fuera sigue lloviendo, y el viento ruge.
Cuando acabamos los postres, Hardin se levanta de la mesa. Lo miro
dubitativa, y él se inclina hacia mi oído:
—Ahora vuelvo, voy al baño —me susurra, y veo cómo desaparece por el
pasillo.
—No podemos agradecértelo lo suficiente. Es tan maravilloso tener a Hardin
aquí, aunque sólo sea para cenar —dice Karen, y Ken le coge la mano por
encima de la mesa.
—Tiene razón, para un padre es maravilloso que su único hijo esté
enamorado. Siempre me ha preocupado que no fuera capaz… Era un… niño
problemático —murmura Ken, y me mira. Supongo que se percata de que me
revuelvo en el asiento, porque continúa diciendo—: Lo siento, no era mi intención
hacerte sentir incómoda, es que nos encanta verlo feliz.
« ¿Enamorado? ¿Feliz?» Me atraganto con mi propia saliva y comienzo a
toser repetidas veces; el agua fría del vaso desciende por mi garganta y me
alivia, y vuelvo a mirarlos. ¿Creen que Hardin está enamorado de mí? Sería
demasiado grosero reírme de ellos, pero es obvio que Ken no conoce a su hijo.