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After - Anna Todd

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siguiente son las medias, y por poco me caigo de bruces cuando empiezo a

ponérmelas.

—Deja de mirarme; me estás poniendo nerviosa —le espeto, y él sonríe. Se

le marcan los hoyuelos como nunca.

Mete las manos en los bolsillos de los pantalones y alza la vista al techo. Yo

suelto una risita mientras termino de subirme las medias.

—¿Puedes abrocharme el vestido cuando me lo ponga? —le pregunto.

Él me estudia de arriba abajo, y a un metro de distancia me doy cuenta de

que se le dilatan las pupilas. Bajo la vista y entiendo por qué. El sujetador me

realza mucho el pecho, y las medias de encaje me quedan por encima de las

caderas; de repente me siento como una pin-up.

—Sí…, claro —balbucea.

Es alucinante que a un hombre tan guapo y sexi como Hardin le altere tanto

alguien como y o. Sé que la gente me considera atractiva, pero no soy nada

comparada con las chicas con las que él suele tontear. No llevo tatuajes, ni

piercings, y tengo un estilo de vestir muy conservador.

Me pongo el vestido y me doy la vuelta, con la espalda al descubierto frente a

él y a la espera de que me suba la cremallera. Me recojo el pelo y me lo sujeto

sobre la cabeza. Él me acaricia el hueco de la columna con un dedo, esquivando

el sujetador, antes de cerrar el vestido. Me estremezco y apoy o la espalda contra

él. Pongo el culo en pompa y oigo que ahoga un suspiro. Sus manos descienden

hasta mis caderas, que aprieta con suavidad. Noto que se va endureciendo, lo que

me provoca el enésimo escalofrío del día.

—¿Hardin? —Se oye la voz de Karen en el pasillo, seguida de unos delicados

golpecitos en la puerta, y doy miles de gracias por que ambos estemos vestidos.

Él pone los ojos en blanco.

—Luego —me promete susurrándome al oído, y se aproxima a la puerta.

Enciende la luz antes de abrirla y revelar la presencia de Karen.

—Siento mucho molestar, pero he hecho unos postres y he pensado que quizá

querríais probarlos —ofrece con dulzura.

Hardin no responde, pero se vuelve para mirarme a la espera de mi

respuesta.

—Sí, sería genial —digo con una sonrisa, que ella me devuelve.

—¡Estupendo! Nos vemos abajo —nos dice, y se aleja.

—Yo y a me he comido el postre —dice Hardin con malicia, y le doy un

puñetazo en el brazo.

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