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After - Anna Todd

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Toda la suciedad y el polvo del coche se levantan cuando Hardin gira el

volante de golpe y se detiene en la cuneta de la transitada carretera.

Sé que he ido demasiado lejos, pero a estas alturas estoy igual de cabreada

que él, y le grito:

—¡¿Se puede saber qué demonios te pasa? ¿Cómo te sales así de la

carretera?!

—¡La cuestión es qué demonios te pasa a ti! ¿Le dices a mi padre que voy a

ir a su casa a cenar y luego tienes el morro de insinuar que vas a ir con Zed?

—Ah, claro, perdona; ¿tus queridos amigos no saben que Landon es tu

hermanastro y te da miedo que se enteren? —digo, y me río de lo ridículo que

me parece.

—Uno, no es mi hermanastro, y dos, y a sabes que no es por eso por lo que no

quiero que vaya Zed. —Ha bajado mucho el tono de voz, pero sigue enfurecido.

Sin embargo, a pesar del caos que reina en el coche, vuelvo a sentir un poco

de esperanza ante los celos de Hardin. Sé que su actitud tiene más que ver con la

rivalidad que con una preocupación real por que salga con Zed, pero hace que

sienta mariposas en el estómago igualmente.

—Pues si no vienes conmigo, tendré que invitarlo. —En realidad, nunca lo

haría, pero eso él no lo sabe.

Hardin se queda mirando al frente durante unos segundos y entonces suspira,

con lo que expulsa parte de la tensión.

—Tessa, de verdad que no quiero ir. No quiero estar con la familia perfecta

de mi padre. Los evito por algo.

Yo también relajo el tono.

—Bueno, no quiero obligarte a ir si vas a sentirte mal, pero me encantaría que

vinieras conmigo. Yo voy a ir de todas formas.

Hemos pasado de tomar un y ogur a gritarnos mutuamente, y ahora volvemos

a estar en paz. La cabeza me da vueltas, y tengo el corazón acelerado.

—¿Sentirme mal? —Suena incrédulo.

—Sí, si te va a molestar tanto estar allí, no voy a intentar convencerte de que

vay as —respondo.

Sé que jamás podría conseguir que Hardin hiciera algo que no quiere; no hay

antecedentes de que hay a cooperado nunca.

—Y ¿a ti qué más te da que me sienta mal? —Su mirada se encuentra con la

mía, e intento desviarla, pero vuelve a tenerme embrujada.

—Pues claro que me da; ¿por qué no iba a importarme?

—La pregunta es por qué sí te importa.

Me mira suplicante, como si quisiera que pronunciara las palabras, pero no

puedo. Las utilizaría en mi contra, y lo más seguro es que no querría volver a

quedar conmigo nunca más. Me convertiría en la chica pesada que va detrás de

él, la clase de chica de la que me habló Steph.

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