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After - Anna Todd

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—Siento que el teléfono te hay a despertado —dice con suavidad—. Era

Molly.

—Ah.

Suspiro y me tumbo de lado, de cara a mi cama. Hardin me dedica una

ligera sonrisa, como si supiera lo que pienso sobre Molly. No soy capaz de

ignorar ese pequeño subidón de adrenalina por el hecho de que él esté aquí en

lugar de estar con Molly, aunque sus acciones no tengan ningún sentido para mí.

—No te cae bien, ¿verdad? —dice. Se pone de costado, y su pelo alborotado

se desparrama encima de mi almohada.

Niego con la cabeza.

—No mucho, pero no se lo digas, por favor. No quiero dramas —le ruego. Sé

que no puedo confiar en él, pero con suerte se le olvidará utilizar esa información

para meter cizaña.

—No lo haré; no es que ella me importe mucho —murmura.

—Claro, se nota que no te gusta nada —digo con tanta ironía como soy capaz.

—En serio. A ver, es divertida y tal, pero es bastante coñazo —admite, con lo

que ese subidón se intensifica un poco más.

—Bueno, entonces, a lo mejor deberías dejar de tontear con ella —insinúo, y

le doy la espalda para que no pueda verme la cara.

—¿Hay algún motivo por el que no deba tontear con ella?

—No. Es que…, si piensas que es un coñazo, ¿por qué sigues con ella? —Sé

que no quiero saber la respuesta, pero no puedo evitarlo.

—Para mantenerme ocupado, supongo.

Cierro los ojos y respiro hondo. Hablar de los escarceos de Hardin

con Molly me hace más daño del que debería.

Su suave voz interrumpe mis pensamientos cargados de celos.

—Ven a tumbarte conmigo —dice.

—No.

—Venga, nada más que tumbarnos juntos. Duermo mejor cuando estás cerca

—añade como si fuera una confesión.

Me incorporo y lo miro.

—¿Qué?… —No puedo ocultar la sorpresa que me provocan sus palabras. Ya

sea en serio o no, hace que me derrita por dentro.

—Duermo mejor cuando estás conmigo. —Aparta la mirada y luego la baja

—. El fin de semana pasado dormí mejor que hace mucho tiempo.

—Sería el whisky, no y o.

Intento no darle importancia a su confesión. No sé qué más hacer o decir.

—No, fuiste tú —me asegura.

—Buenas noches, Hardin. —Me doy la vuelta. Si sigue diciendo ese tipo de

cosas y continúo escuchándolo, podrá volver a hacer conmigo lo que quiera.

—¿Por qué no me crees? —dice casi en un susurro.

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