02.05.2023 Views

After - Anna Todd

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

CAPÍTULO 42

Un débil zumbido se entromete en mi sueño a intervalos fijos. ¿Por qué no para?

Me doy la vuelta, sin querer despertarme, pero el odioso sonido insiste en que lo

haga. Estoy desorientada, y he olvidado dónde me encuentro. Cuando al fin me

percato de que estoy en la cama de Steph, tardo un poco en darme cuenta de que

Hardin está conmigo en la habitación.

¿Cómo es que siempre acabamos juntos? Y, lo que es más importante, ¿de

dónde proviene ese molesto zumbido? Bajo la tenue luz de la calle que se filtra

por la ventana, sigo el ruido y éste me conduce al bolsillo de Hardin. Me siento

como si ese sonido me estuviera llamando en sueños. Me debato entre meter la

mano o no, con los ojos clavados en el bulto que forma el móvil en el bolsillo

delantero de sus apretados vaqueros. Deja de sonar cuando me acerco a mi

cama, así que aprovecho la oportunidad para observar lo tranquilo que está

Hardin mientras duerme. La suave arruga que le sale en la frente de tanto fruncir

el ceño ha desaparecido, así como la mueca de sus labios rosados. Suspiro y doy

media vuelta, pero el zumbido vuelve a empezar. Voy a cogerlo, no se va a

despertar. Bajo la mano e intento llegar al bolsillo. Si no llevara unos pantalones

tan ajustados podría sacar el teléfono…, pero no tengo esa suerte.

—¿Qué estás haciendo? —gruñe.

De la impresión, retrocedo unos pasos.

—Tu móvil no para de vibrar y me ha despertado —susurro, a pesar de que

estamos solos en la habitación.

Lo observo en silencio mientras él mete la mano en el bolsillo y saca el

teléfono, no sin dificultad.

—¿Qué? —responde de forma abrupta cuando consigue sacarlo. Se frota la

frente con la mano al oír la respuesta—. No voy a volver esta noche, estoy en

casa de una amiga —dice.

« ¿Somos amigos?» Claro que no, no soy más que una oportuna excusa por la

que no va a volver a la fiesta. Empiezo a sentirme incómoda, y cambio el peso

de una pierna a la otra.

—No, no puedes ir a mi habitación. Mira, voy a seguir durmiendo, así que no

vuelvas a despertarme. Y mi puerta está cerrada con llave: no hace falta que

pierdas el tiempo intentando entrar.

Cuelga, y yo retrocedo de forma instintiva. Es evidente que está de mal

humor, y no quiero ser el blanco de su ira. Me subo con sigilo a la cama de Steph

y me tapo con la manta.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!