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After - Anna Todd

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decir todo lo que me venga a la mente sin tener que preocuparme por herir sus

sentimientos, ya que por lo visto no los tiene.

—Ése es justamente el problema, ¿sabes? Que no puedo dejar de mirarte. —

Cuando las palabras salen de su boca, considero abrir la puerta del coche y

lanzarme a la autovía.

—Venga, ¡por favor! —Me río.

Sé que va a decirme cosas lo bastante bonitas, aunque ambiguas, para que

luego sea aún más doloroso que las retire y me insulte.

—¿Qué? Es la verdad. Me gusta tu ropa nueva, pero no necesitas tanto

maquillaje. Las chicas normales llevan toneladas de maquillaje para estar tan

guapas como tú sin él.

« ¿Qué?» Debe de haber olvidado que no nos hablamos, que intentó arruinar

mi vida hace menos de una semana y que nos despreciamos el uno al otro.

—No querrás que te dé las gracias, ¿no? —digo medio riéndome.

Es tan complicado…; tan pronto está en plan enigmático y enfadado como al

momento no puede dejar de mirarme.

—¿Por qué no les has contado la verdad sobre Landon y y o? —pregunta

cambiando de tema.

—Porque, evidentemente, no querías que lo supieran.

—Aun así, ¿por qué me guardas el secreto?

—Porque no me corresponde a mí contarlo.

Me mira con suspicacia y una ligera sonrisa en los labios.

—No te habría culpado si lo hubieras hecho, teniendo en cuenta que y o sí le

conté el tuy o a Noah.

—Sí, bueno, y o no soy tú.

—No, no lo eres —dice con voz mucho más suave.

Y después permanece en silencio durante el resto del viaje, igual que y o. No

tengo nada que decirle.

Cuando llegamos al campus, deja el coche en el aparcamiento más alejado

de mi habitación. Cómo no.

Alcanzo el pomo de la puerta, y Hardin vuelve a tocarme el muslo.

—¿No vas a darme las gracias? —Sonríe.

Yo niego con la cabeza.

—Gracias por traerme —digo con ironía—. Date prisa, Molly te está

esperando —añado mientras me bajo. Espero que no me hay a oído. No sé por

qué le he dicho eso.

—Sí… Debería, me divierto mucho con ella cuando está borracha —replica

con una sonrisa burlona.

Intentando ocultar el hecho de que me siento como si acabara de darme un

puñetazo en el estómago, me inclino para mirarlo por la ventanilla del

acompañante, y entonces él baja el cristal.

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