After - Anna Todd

02.05.2023 Views

sus labios y lo agarro con más fuerza; quiero oír ese sonido de nuevo. No sé sidebería mover la mano más rápido o no, de modo que mantengo mismovimientos lentos pero firmes, y a él parece gustarle. Me inclino y pego loslabios contra la húmeda piel de su cuello, lo que provoca otro gemido por suparte.—Joder, Tess, me encanta sentir tu mano alrededor de mí. —Aprieto con algomás de fuerza y hace una mueca de dolor—. No tan fuerte, nena —dice con unavoz suave que suena como si nunca pudiera volver a ser la misma que se burlabade mí.—Perdona —repongo, y le beso el cuello de nuevo.Lamo la piel que tiene debajo de la oreja y su cuerpo salta como un resorte.Apoya las manos sobre mis pechos.—¿Puedo… quitarte… el… sujetador? —dice con voz áspera ydescontrolada.Me fascina el efecto que ejerzo sobre él. Asiento, y sus ojos se iluminan deemoción. Cuela sus manos temblorosas por debajo de la camiseta, asciende pormi espalda y me desabrocha el sujetador en cuanto sus dedos tocan los corchetescon tanta destreza que por un momento pienso en cuántas veces lo habrá hechoantes. Me obligo a no pensar en eso, y Hardin desliza los tirantes por mis brazos,obligándome a soltarlo. Tira mi sujetador al suelo, vuelve a meter las manos pordebajo de la camiseta y me coge los pechos de nuevo. Me pellizca ligeramentelos pezones al tiempo que se inclina para besarme. Gimo en su boca y alargo lamano para volver a agarrar su miembro.—Joder, Tessa, voy a correrme —dice, y siento cómo la humedad de misbragas aumenta a pesar de que únicamente me está tocando el pecho.Creo que podría correrme también con sólo oír sus gemidos y sentir susmanos masajeándome los senos. Sus piernas se tensan por debajo de mí y subeso se vuelve descuidado. Deja caer las manos a los costados. Entonces sientocómo la humedad se extiende a través de su bóxer y aparto la mano. Nuncahabía hecho que nadie se corriera. Me arde el pecho, henchido con la nueva yextraña sensación de que estoy un paso más cerca de ser una mujer. Observo lamancha de humedad en los calzoncillos de Hardin y me encanta el control quesiento que tengo sobre él. Me encanta ser capaz de proporcionarle a su cuerpotanto placer como él se lo proporciona al mío.Él deja caer la cabeza hacia atrás y respira hondo unas cuantas vecesmientras y o permanezco sentada sobre sus muslos sin saber qué hacer. Al cabode un momento, abre los ojos, levanta la cabeza y me mira. Una leve sonrisa sedibuja en su rostro, y se inclina hacia adelante para besarme en la frente.—Nunca me había corrido así —dice, y vuelvo a sentir vergüenza.—¿No lo he hecho bien? —pregunto, e intento levantarme de sus piernas. Melo impide.

—¿Qué? No, lo has hecho de maravilla. Normalmente necesito algo másaparte de que alguien me toque por encima de los calzoncillos.Me muero de celos. No quiero pensar en todas las otras chicas que habránhecho que Hardin se sienta así. Al percatarse de mi silencio, me coge de lasmejillas y me acaricia la sien con el pulgar. Me consuela el hecho de que lasdemás hayan tenido que esforzarse más que yo, pero aun así desearía que nohubiese otras. No sé por qué me siento de este modo. Hardin y y o noestamos juntos. Nunca vamos a salir ni a hacer nada más que esto pero,ahora mismo, sólo quiero disfrutar del momento, solos él y yo. Me río al pensareso. No soy de esa clase de personas que « viven el momento» .—¿En qué estás pensando? —me pregunta, pero yo niego con la cabeza.No quiero hablarle de mis celos. No es justo, y no quiero tener esaconversación.—Vamos, Tessa, dímelo —dice, y y o niego con la cabeza otra vez.Entonces hace algo nada propio de él: me agarra de las caderas y empieza ahacerme cosquillas. Grito muerta de la risa y me dejo caer sobre la blancacama. Sigue haciéndome cosquillas hasta que ya no puedo respirar. Su risaretumba por toda la habitación, y es el sonido más bonito que he oído jamás.Nunca lo había oído reír de esta manera, y algo me dice que casi nadie lo habráhecho. A pesar de sus muchos defectos, me siento afortunada de poder verlo así.—¡Vale, vale! ¡Te lo diré! —chillo, y se detiene.—Buena decisión —asiente. Pero entonces baja la mirada y añade—: Peroespera un momento. Tengo que cambiarme los calzoncillos.Me ruborizo.

sus labios y lo agarro con más fuerza; quiero oír ese sonido de nuevo. No sé si

debería mover la mano más rápido o no, de modo que mantengo mis

movimientos lentos pero firmes, y a él parece gustarle. Me inclino y pego los

labios contra la húmeda piel de su cuello, lo que provoca otro gemido por su

parte.

—Joder, Tess, me encanta sentir tu mano alrededor de mí. —Aprieto con algo

más de fuerza y hace una mueca de dolor—. No tan fuerte, nena —dice con una

voz suave que suena como si nunca pudiera volver a ser la misma que se burlaba

de mí.

—Perdona —repongo, y le beso el cuello de nuevo.

Lamo la piel que tiene debajo de la oreja y su cuerpo salta como un resorte.

Apoya las manos sobre mis pechos.

—¿Puedo… quitarte… el… sujetador? —dice con voz áspera y

descontrolada.

Me fascina el efecto que ejerzo sobre él. Asiento, y sus ojos se iluminan de

emoción. Cuela sus manos temblorosas por debajo de la camiseta, asciende por

mi espalda y me desabrocha el sujetador en cuanto sus dedos tocan los corchetes

con tanta destreza que por un momento pienso en cuántas veces lo habrá hecho

antes. Me obligo a no pensar en eso, y Hardin desliza los tirantes por mis brazos,

obligándome a soltarlo. Tira mi sujetador al suelo, vuelve a meter las manos por

debajo de la camiseta y me coge los pechos de nuevo. Me pellizca ligeramente

los pezones al tiempo que se inclina para besarme. Gimo en su boca y alargo la

mano para volver a agarrar su miembro.

—Joder, Tessa, voy a correrme —dice, y siento cómo la humedad de mis

bragas aumenta a pesar de que únicamente me está tocando el pecho.

Creo que podría correrme también con sólo oír sus gemidos y sentir sus

manos masajeándome los senos. Sus piernas se tensan por debajo de mí y su

beso se vuelve descuidado. Deja caer las manos a los costados. Entonces siento

cómo la humedad se extiende a través de su bóxer y aparto la mano. Nunca

había hecho que nadie se corriera. Me arde el pecho, henchido con la nueva y

extraña sensación de que estoy un paso más cerca de ser una mujer. Observo la

mancha de humedad en los calzoncillos de Hardin y me encanta el control que

siento que tengo sobre él. Me encanta ser capaz de proporcionarle a su cuerpo

tanto placer como él se lo proporciona al mío.

Él deja caer la cabeza hacia atrás y respira hondo unas cuantas veces

mientras y o permanezco sentada sobre sus muslos sin saber qué hacer. Al cabo

de un momento, abre los ojos, levanta la cabeza y me mira. Una leve sonrisa se

dibuja en su rostro, y se inclina hacia adelante para besarme en la frente.

—Nunca me había corrido así —dice, y vuelvo a sentir vergüenza.

—¿No lo he hecho bien? —pregunto, e intento levantarme de sus piernas. Me

lo impide.

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