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After - Anna Todd

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distancia entre nuestros cuerpos y levanto la mano hacia su torso desnudo. Lo

miro para pedirle permiso y él asiente. Pego las dos manos contra su pecho con

suavidad y veo cómo cierra los ojos. Mis dedos trazan el contorno de las aves que

tiene tatuadas y descienden hasta el árbol muerto de su estómago. Parpadea

mientras recorro la frase que tiene escrita en las costillas. Su expresión es

relajada, pero su pecho asciende y desciende más agitado que hace unos

instantes. Incapaz de controlarme, bajo la mano y cuelo el dedo índice por

debajo del elástico de su bóxer. Abre los ojos al instante y parece nervioso.

« ¿Hardin, nervioso?»

—¿Puedo… eh… tocarte? —pregunto con la esperanza de que capte a qué

me refiero sin necesidad de tener que decirlo.

No me reconozco. « ¿Quién es esta chica que está montando a este macarra

y pidiéndole permiso para tocarlo… ahí abajo?» Vuelvo a pensar en lo que me

ha dicho antes acerca de que soy yo misma cuando estoy con él. Puede que

tenga razón. Me encanta cómo me siento ahora mismo. Me gusta la electricidad

que recorre mi cuerpo cuando estamos así.

Asiente.

—Por favor.

De modo que bajo la mano, por debajo de la prenda interior, y alcanzo

lentamente el ligero bulto que se esconde bajo la tela. Contiene el aliento

mientras lo rozo con la mano. No sé qué hacer, así que simplemente sigo

tocándolo, pasando los dedos arriba y abajo. Me da demasiada vergüenza

mirarlo, por lo que mantengo la vista fija en su creciente entrepierna.

—¿Quieres que te enseñe lo que tienes que hacer? —pregunta en voz baja y

temblorosa.

Su actitud presuntuosa se ha transformado en algo misterioso.

Asiento y Hardin coloca la mano sobre la mía y me la baja para que lo toque

de nuevo. Me abre la mano y coloca mis dedos unidos alrededor de su miembro.

Cuando lo oigo coger aire súbitamente, lo miro con los ojos entornados. Aparta la

mano de la mía y me proporciona control absoluto.

—Joder, Tessa, no hagas eso —gruñe.

Confundida, detengo la mano y estoy a punto de retirarla cuando dice:

—No, no, eso no. Sigue haciendo eso. Me refería a que no me miraras de esa

manera.

—¿De qué manera?

—De esa manera tan inocente, porque me dan ganas de hacerte un montón

de perversiones.

Quiero tumbarme sobre la cama y dejar que me haga lo que quiera. Quiero

ser suy a, liberarme por un momento de lo que sea que hace que tenga tanto

temor algunas veces. Le sonrío débilmente y empiezo a mover la mano de

nuevo. Quiero quitarle los calzoncillos, pero me da miedo. Un gemido escapa de

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