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After - Anna Todd

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un poco sobre la mesa para tocarle la mano, pero él la aparta.

—¿Ay udarme? —Se echa a reír.

Deseo preguntarle por qué estaba gritando mi nombre si va a seguir

comportándose de este modo tan despreciable, pero no quiero volver a delatar a

Landon.

—Si de verdad quieres ay udarme, lárgate.

—¿Por qué no me cuentas qué te pasa? —Me miro las manos y empiezo a

limpiarme las uñas.

Suspira, se quita el gorro de lana y se pasa la mano por el pelo antes de volver

a colocárselo.

—Mi padre ha decidido contarme, precisamente ahora, que va a casarse con

Karen, y que la boda es el mes que viene. Debería habérmelo dicho hace

tiempo, y desde luego no por teléfono. Estoy convencido de que Landon el

perfecto lo sabe desde hace tiempo.

« ¡Vay a!» La verdad es que no esperaba que me lo contara, así que ahora no

sé muy bien qué decir.

—Seguro que tenía sus motivos para no decírtelo.

—Tú no lo conoces. No le importo una mierda. ¿Sabes cuántas veces hemos

hablado el último año? ¡Unas diez! Lo único que le importa es su enorme casa, su

ahora futura esposa y su nuevo hijito perfecto —balbucea, y da otro trago. Yo

aguardo en silencio mientras prosigue—: Deberías ver el cuchitril en el que vive

mi madre en Inglaterra. Ella dice que le gusta, pero sé que no es verdad. ¡Toda la

casa es más pequeña que el dormitorio que tiene mi padre aquí! Mi madre

prácticamente me obligó a venir a estudiar a Estados Unidos, para que estuviera

más cerca de él, ¡y mira cómo ha salido todo!

Tras la información que me ha proporcionado, creo que empiezo a

entenderlo mucho mejor. Hardin está dolido; por eso es como es.

—¿Cuántos años tenías cuando se marchó? —le pregunto.

Me mira con recelo, pero contesta:

—Diez. Pero incluso antes de que se marchara, nunca estaba en casa. Se

pasaba cada noche en un bar diferente. Y ahora es don Perfecto y posee toda

esta mierda —dice señalando con la mano hacia la casa.

Su padre los abandonó cuando tenía diez años, como el mío, y ambos eran

alcohólicos. Tenemos más en común de lo que pensaba. Este Hardin herido y

borracho parece mucho más pequeño, mucho más frágil que la persona enérgica

y socarrona que había conocido hasta ahora.

—Siento que os abandonara, pero…

—No, no necesito tu compasión —me interrumpe.

—No es compasión. Sólo intento…

—¿Qué intentas?

—Ayudarte. Estar aquí para ti —digo con ternura.

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