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After - Anna Todd

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—Estás preciosa —afirma con una sonrisa en la cara, y me pasa el brazo por

encima del hombro mientras abro la puerta.

—Sólo tengo que peinarme y maquillarme un poco —le digo, y cojo el

estuche de maquillaje de Steph, contenta de que no se lo llevara.

Voy a tener que comprarme uno propio ahora que sé que me gusta cómo me

queda.

Noah espera pacientemente sentado en mi cama mientras me seco el pelo y

me rizo las puntas. Me vuelvo para darle un beso en la mejilla antes de aplicarme

el maquillaje.

—¿Qué te apetece hacer hoy ?

Termino de ponerme el rímel y me atuso el pelo.

—La facultad te sienta muy bien, Tessa. Estás más guapa que nunca —dice

Noah—. No lo sé, podríamos ir a un parque o algo, y después a cenar.

Miro el reloj. ¿Ya es la una de la tarde? Le mando un mensaje a Steph y le

digo que estaré fuera casi todo el día. Ella contesta y me dice que no volverá

hasta mañana. Básicamente vive en la casa de la fraternidad de Hardin los fines

de semana.

Noah abre la puerta del acompañante de su Toyota. Sus padres se aseguraron

de que tuviera el coche más seguro, de último modelo. El interior está impecable,

sin pilas de libros ni ropa sucia. Damos una vuelta buscando un parque, y no

tardamos en hallarlo. Es pequeño, un espacio tranquilo con césped verde y

amarillo y unos pocos árboles.

Cuando nos detenemos en un aparcamiento, Noah pregunta:

—Oy e, ¿cuándo vas a empezar a mirarte un coche?

—Pues creo que esta semana. Y también voy a empezar a buscar trabajo.

No menciono lo de las prácticas en la editorial Vance que me comentó

Hardin. Ni siquiera sé si todavía puedo contar con esa opción, ni cómo se lo

explicaría a Noah si así fuera.

—Eso es estupendo. Si necesitas ay uda con lo que sea, dímelo —dice.

Damos una vuelta por el parque y nos sentamos a una mesa de picnic. Noah

habla la may or parte del tiempo y yo me limito a asentir. Me sorprendo a mí

misma conectando y desconectando de la conversación sin parar, pero él no

parece percatarse. Acabamos paseando un poco más y llegamos a un pequeño

arroyo. Suelto una carcajada ante la ironía de la situación, y Noah me mira sin

entender nada.

—¿Te apetece nadar? —le pregunto sin saber muy bien por qué fuerzo aún

más la situación.

—¿Aquí? Ni hablar —dice riéndose, y y o me desinflo un poco.

Me abofeteo mentalmente. Tengo que dejar de comparar a Noah con Hardin.

—Sólo era una broma —miento, y tiro de él por el sendero.

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