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La Concordia Global

Pero trata primero de llenar el mundo de cristianos verdaderos antes de gobernarlo cristiana y evangélicamente. No lo conseguirás nunca, porque el mundo y la multitud no son ni serán cristianos, aunque todos estén bautizados y se llamen cristianos. Pero los cristianos viven (como se dice) lejos los unos de los otros. Por eso es imposible que haya un régimen cristiano común para todo el mundo, ni siquiera para un país o una multitud numerosa, ya que siempre hay más malos que buenos. Quien se atreva a gobernar todo un país o el mundo por medio del evangelio, procederá como un pastor que encierra en un establo lobos, leones, águilas y ovejas, dejándolos que se mezclen libremente, mientras dice: "Paced, y sed buenos y pacíficos unos con otros; el establo está abierto. Tenéis suficiente pasto, y no precisáis temer perros ni bastonazos". Las ovejas se mantendrían en paz, y se dejarían pastorear y gobernar tranquilamente; pero no vivirían por mucho tiempo, ni sobreviviría ningún animal.

Pero trata primero de llenar el mundo de cristianos verdaderos antes de gobernarlo cristiana y evangélicamente. No lo conseguirás nunca, porque el mundo y la multitud no son ni serán cristianos, aunque todos estén bautizados y se llamen cristianos. Pero los cristianos viven (como se dice) lejos los unos de los otros. Por eso es imposible que haya un régimen cristiano común para todo el mundo, ni siquiera para un país o una multitud numerosa, ya que siempre hay más malos que buenos. Quien se atreva a gobernar todo un país o el mundo por medio del evangelio, procederá como un pastor que encierra en un establo lobos, leones, águilas y ovejas, dejándolos que se mezclen libremente, mientras dice: "Paced, y sed buenos y pacíficos unos con otros; el establo está abierto. Tenéis suficiente pasto, y no precisáis temer perros ni bastonazos". Las ovejas se mantendrían en paz, y se dejarían pastorear y gobernar tranquilamente; pero no vivirían por mucho tiempo, ni sobreviviría ningún animal.

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<strong>La</strong> <strong>Concordia</strong> <strong>Global</strong><br />

cielo se hubiesen reunido en un punto cerca del cénit, y que fuesen lanzadas de allí, con la<br />

velocidad del rayo, en todas las direcciones del horizonte; y sin embargo no se agotaban:<br />

con toda rapidez seguíanse por miles unas tras otras, como si hubiesen sido creadas para el<br />

caso." —F. Reed, en el Christian Advocate and Journal, 13 de dic. de 1833. "Es imposible<br />

contemplar una imagen más exacta de la higuera que deja caer sus higos cuando es sacudida<br />

por un gran viento." —"The Old Countryman," en el Evening Advertiser de Portland, 26 de<br />

nov. de 1833. En el Journal of Commerce de Nueva York del 14 de noviembre se publicó un<br />

largo artículo referente a este maravilloso fenómeno y en él se leía la siguiente declaración:<br />

"Supongo que ningún filósofo ni erudito ha referido o registrado jamás un suceso como el<br />

de ayer por la mañana. Hace mil ochocientos años un profeta lo predijo con toda exactitud,<br />

si entendemos que las estrellas que cayeron eran estrellas errantes o fugaces, . . . que es el<br />

único sentido verdadero y literal."<br />

Así se realizó la última de las señales de su venida acerca de las cuales Jesús había dicho<br />

a sus discípulos: "Cuando viereis todas estas cosas, sabed que está cercano, a las puertas."<br />

(S. Mateo 24: 33.) Después de estas señales, Juan vio que el gran acontecimiento que debía<br />

seguir consistía en que el cielo desaparecía como un libro cuando es arrollado, mientras que<br />

la tierra era sacudida, las montañas y las islas eran movidas de sus lugares, y los impíos,<br />

aterrorizados, trataban de esconderse de la presencia del Hijo del hombre. (Apocalipsis 6: 12<br />

- 17.) Muchos de los que presenciaron la caída de las estrellas la consideraron como un<br />

anuncio del juicio venidero —"como un signo precursor espantoso, un presagio<br />

misericordioso, de aquel grande y terrible día."— "The Old Countryman," en el Evening<br />

Advertiser de Portland, 26 de Nov. de 1833. Así fue dirigida la atención del pueblo hacia el<br />

cumplimiento de la profecía, y muchos fueron inducidos a hacer caso del aviso del segundo<br />

advenimiento.<br />

En 1840 otro notable cumplimiento de la profecía despertó interés general. Dos años<br />

antes, Josías Litch, uno de los principales ministros que predicaban el segundo<br />

advenimiento, publicó una explicación del capítulo noveno del Apocalipsis, que predecía la<br />

caída del imperio otomano. Según sus cálculos esa potencia sería derribada "en el año 1840<br />

de J. C., durante el mes de agosto"; y pocos días antes de su cumplimiento escribió:<br />

Admitiendo que el primer período de 150 años se haya cumplido exactamente antes de que<br />

Deacozes subiera al trono con permiso de los turcos, y que los 391 años y quince días<br />

comenzaran al terminar el primer período, terminarán el 11 de agosto de I 840, día en que<br />

puede anticiparse que el poder otomano en Constantinopla será quebrantado. Y esto es lo<br />

que creo que va a confirmarse.' —Josías Litch, en Signs of the Times, and Expositor of<br />

Prophecy, 1° de agosto de 1840. En la fecha misma que había sido especificada, Turquía<br />

aceptó, por medio de sus embajadores, la protección de las potencias aliadas de Europa, y se<br />

puso así bajo la tutela de las naciones cristianas. El acontecimiento cumplió exactamente la<br />

predicción.<br />

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