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La Concordia Global

Pero trata primero de llenar el mundo de cristianos verdaderos antes de gobernarlo cristiana y evangélicamente. No lo conseguirás nunca, porque el mundo y la multitud no son ni serán cristianos, aunque todos estén bautizados y se llamen cristianos. Pero los cristianos viven (como se dice) lejos los unos de los otros. Por eso es imposible que haya un régimen cristiano común para todo el mundo, ni siquiera para un país o una multitud numerosa, ya que siempre hay más malos que buenos. Quien se atreva a gobernar todo un país o el mundo por medio del evangelio, procederá como un pastor que encierra en un establo lobos, leones, águilas y ovejas, dejándolos que se mezclen libremente, mientras dice: "Paced, y sed buenos y pacíficos unos con otros; el establo está abierto. Tenéis suficiente pasto, y no precisáis temer perros ni bastonazos". Las ovejas se mantendrían en paz, y se dejarían pastorear y gobernar tranquilamente; pero no vivirían por mucho tiempo, ni sobreviviría ningún animal.

Pero trata primero de llenar el mundo de cristianos verdaderos antes de gobernarlo cristiana y evangélicamente. No lo conseguirás nunca, porque el mundo y la multitud no son ni serán cristianos, aunque todos estén bautizados y se llamen cristianos. Pero los cristianos viven (como se dice) lejos los unos de los otros. Por eso es imposible que haya un régimen cristiano común para todo el mundo, ni siquiera para un país o una multitud numerosa, ya que siempre hay más malos que buenos. Quien se atreva a gobernar todo un país o el mundo por medio del evangelio, procederá como un pastor que encierra en un establo lobos, leones, águilas y ovejas, dejándolos que se mezclen libremente, mientras dice: "Paced, y sed buenos y pacíficos unos con otros; el establo está abierto. Tenéis suficiente pasto, y no precisáis temer perros ni bastonazos". Las ovejas se mantendrían en paz, y se dejarían pastorear y gobernar tranquilamente; pero no vivirían por mucho tiempo, ni sobreviviría ningún animal.

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<strong>La</strong> <strong>Concordia</strong> <strong>Global</strong><br />

Y en otra semana confirmará el pacto a muchos. <strong>La</strong> semana de la cual se habla aquí es la<br />

última de las setenta. Son los siete últimos años del período concedido especialmente a los<br />

judíos. Durante ese plazo, que se extendió del año 27 al año 34 de J. C., Cristo, primero en<br />

persona y luego por intermedio de sus discípulos, presentó la invitación del Evangelio<br />

especialmente a los judíos. Cuando los apóstoles salieron para proclamar las buenas nuevas<br />

del reino, las instrucciones del Salvador fueron: "Por el camino de los Gentiles no iréis, y en<br />

ciudad de Samaritanos no entréis." (S. Mateo 10: 5, 6.) "A la mitad de la semana hará cesar<br />

el sacrificio y la ofrenda." En el año 31 de J. C., tres años y medio después de su bautismo,<br />

nuestro Señor fue crucificado. Con el gran sacrificio ofrecido en el Calvario, terminó aquel<br />

sistema de ofrendas que durante cuatro mil años había prefigurado al Cordero de Dios.<br />

El tipo se encontró con el antitipo, y todos los sacrificios y oblaciones del sistema<br />

ceremonial debían cesar. <strong>La</strong>s setenta semanas, o 490 años concedidos a los judíos,<br />

terminaron, como lo vimos, en el año 34 de J. C. En dicha fecha, por auto del Sanedrín<br />

judaico, la nación selló su rechazamiento del Evangelio con el martirio de Esteban y la<br />

persecución de los discípulos de Cristo. Entonces el mensaje de salvación, no estando más<br />

reservado exclusivamente para el pueblo elegido, fue dado al mundo. Los discípulos,<br />

obligados por la persecución a huir de Jerusalén, "andaban por todas partes, predicando la<br />

Palabra." "Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les proclamó el Cristo." Pedro,<br />

guiado por Dios, dio a conocer el Evangelio al centurión de Cesarea, el piadoso Cornelio; el<br />

ardiente Pablo, ganado a la fe de Cristo fue comisionado para llevar las alegres nuevas lejos<br />

. . . a los gentiles. (Hechos 8: 4, 5; 22: 21, V.M.)<br />

Hasta aquí cada uno de los detalles de las profecías se ha cumplido de una manera<br />

sorprendente, y el principio de las setenta semanas queda establecido irrefutablemente en el<br />

año 457 ant. de J.C. y su fin en el año 34 de J.C. Partiendo de esta fecha no es difícil<br />

encontrar el término de los 2,300días. <strong>La</strong>s setenta semanas —490 días— descontadas de los<br />

2,300días, quedaban 1810 días. Concluidos las 490 días, quedaban aún por cumplirse los<br />

1810 días. Contando desde 34 de J.C., los 1810 años alcanzan al año 1844. Por consiguiente<br />

los 2,300días de Daniel 8:14 terminaron en 1844. Al fin de este gran período profético,<br />

según el testimonio del ángel de Dios, "el santuario" debía ser "purificado." De este modo la<br />

fecha de la purificación del santuario —la cual se creía casi universalmente que se<br />

verificaría en el segundo advenimiento de Cristo— quedó definitivamente establecida.<br />

Miller y sus colaboradores creyeron primero que los 2,300días terminarían en la primavera<br />

de 1844, mientras que la profecía señala el otoño de ese mismo año. (Véase el diagrama y el<br />

Apéndice.)<br />

<strong>La</strong> mala inteligencia de este punto fue causa de desengaño y perplejidad para los que<br />

habían fijado para la primavera de dicho año el tiempo de la venida del Señor. Pero esto no<br />

afectó en lo más mínimo la fuerza de la argumentación que demuestra que los 2,300días<br />

terminaron en el año 1844 y que el gran acontecimiento representado por la purificación del<br />

santuario debía verificarse entonces. Al empezar a estudiar las Sagradas Escrituras como lo<br />

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