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Almacigo

Compilado de poemas inéditos de Gabriela Mistral editado por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile

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70 Almácigo d Po e m a s In é d i t o s d e Ga b r i e l a Mi s t ra l d Criaturas 71

Esp i g a

Esp i g a s

Nos gusta que el mundo pesado

suba en luz, acabe en trigo,

que descalce el polvo, y se niegue

y quede en fuego convertido.

Las espigas no se huellan,

no se rompen, no se humillan.

Se van cogiendo, se sacuden,

se las limpia como a las hijas.

El carro que pasa partiéndolas,

de su propio duelo rechina

y la yeguada que las maja

corre con fiebre asesina.

Talvez la Níobe, talvez la Agar

rompieron la espiga caída.

Talvez yo, talvez mi madre

también rompimos las espigas.

Por el pecado de las otras

así besemos a las benditas,

columpiando su resplandor

en la pampa de la Argentina.

Tenemos las segadoras

toda la carne con espigas

de haber segado y segado

hasta la hora de las vísperas.

Del agavillar dos mil veces,

del ardor que da a las palmas

su lamedura de cuchillas,

y haber bailado hasta la noche

como en las bodas las madrinas.

Soñaremos con el chis-chás

la pampa que no termina.

Soñaremos a las barbadas

que en la oreja se arremolinan.

Las veremos en el aire,

altas, locas y tendidas.

Espantaremos con las manos

toda la noche las espigas

y reiremos entre el sueño

por esta fiebre de la trilla.

Por los dedos de Dios pasa

pasa el trigo de las gavillas,

pasa y pasa y de contarlo

nos quedamos al fin dormidas.

Lo dulce se pone áspero

igual que el vino, igual que el vino.

Lo dulce del sol, lo dulce del aire

se vuelve tan bravo y ardido.

El viento y la luz traviesos

juegan, juegan a hacer trigo.

Sube mientras disputamos,

mientras lloramos o dormimos.

Se cansan, gozando,

se cansan los cinco sentidos.

Recibimos al sol fuerte,

lo moreno, lo amarillo.

De la gracia de Dios bailamos

y lloramos y reímos.

Sin trigo la tierra era poca

y crece batida del trigo

y esta tierra que nos crece,

la seguimos, la seguimos.

Y un día ya no hay más tierra

cuando como antes venimos.

En la Pampa de repente

¡Dios solo se llama trigo!

Vamos cruzando el mucho trigo

y nos empuja la marejada.

Aunque te cargo, yo te recojo

en diez espigas toda la gracia.

Hijo, las ves, hijo, las tocas

y cosquillean en tu palma,

y en fuegos fatuos de tus ojos

las espigas, hijo, entran en tu alma.

Son las espigas que el aire vuelan

y las tiernas, en llamarada.

En su manojo llevan el aire,

el jadeo de la yeguada

y el arreo de trilladores.

Y tanta harina, niño mío,

no pesa más que bocanada.

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