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Almacigo

Compilado de poemas inéditos de Gabriela Mistral editado por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile

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208 Almácigo Po e m a s In é d i t o s d e Ga b r i e l a Mi s t ra l Religiosas 209

Cuenta nuestra noche: el mundo se borra

y los ruidos nocturnos enseñan los miedos.

Las estrellas las vemos de soslayo y trocadas,

y como el cielo es ajeno y distante, morimos.

Cuenta la Tierra de lomas y cerros,

a veces tan recia y a veces tan dulce.

Cuéntale el mar, padre y castigador

y los ríos suyos que corren huyéndola.

Cuenta los olores cruzados

de la Tierra, que a bandas huele a bestias y a hierbas,

pone el corazón tierno y feroz, y nos lleva

como al pez la corriente dulce y la de salmuera,

contradictorios y desesperados.

Cuenta las piedras filudas y el barro,

el calor malo y la mala ventisca,

el caminante que siempre parece bandido,

los campesinos que le hacen la cruz

y el centurión que lo ataja, y lo suelta golpeado.

Gabriel vino en despeño de flecha,

hirió a María y salió como un lampo.

Cuando María quiso responderle, ya estaba en el cielo

y de vuelta contó esa casa y ese su éxtasis

pero a nosotros no pudo contarnos

porque no se quedó con nosotros.

Los coros de Ángeles no saben nada.

Los Ángeles Custodios cuando suben se callan.

Las Potencias lo saben pero es como si ignoraran.

Vuelves a estar en el cielo de antes pero no como antes,

Arcángel Rafael de la loca aventura.

Eres ahora el Arcágel que como las costas antiguas

tienen conchas y huesos de peces y ya no su mar

y como país de espejismo te cruzan el pecho

rotos en triángulos: aldeas, pinares, puentes y tropas.

El ribete negro de la noche aprendida bordea tus alas.

Tus pies rojean de sendas como los del vendimiador.

Entre ellos te siguen corriendo los torrentes cruzados.

Te miran los ángeles detrás de los hombros o te ven en la frente

unas cornamentas que son las montañas o nuestros cipreses

En el canto hincas a veces un silbo de arriero

e imprimes al coro que te sigue, sin comprenderte,

una cantilena monótona y dulce de lluvias

o el frenesí de los vientos sueltos sobre el Líbano

y cuando te vuelves echas unas luces que no son de arriba,

y Dominaciones y Tronos se vuelven a verte azorados.

Y eres un Arcángel como son las Sirenas:

dos tercios divino y un poco Tobías entre lo divino

con un corazón de carne que te consiente el cielo

como consintió el de Jesucristo después de tu viaje.

En la marejada celeste al cantarse las antífonas

en donde se nombran sobre las letanías las cosas creadas,

al decir la Tierra tu voz sube y deja detrás a las otras

y como una pica con sangre tú dejas el nombre clavado

en la gloria para que la gloria nos ame y nos sepa.

... Jesucristo nos sabe y nos lleva;

nos ha contado al cielo y los cielos también olvidaron.

Son los gloriosos que ahora pueden arriba

los únicos que en su nicho de gloria recuerdan...

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