Almacigo
Compilado de poemas inéditos de Gabriela Mistral editado por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile
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206 Almácigo Po e m a s In é d i t o s d e Ga b r i e l a Mi s t ra l Religiosas 207
A u n ni ñ o
Arc á n g e l Ra f a e l
Tú serás bueno y no por el Gautama
que cerraba los ojos dos mil horas
y entraba en Dios rebanándose el mundo.
Sino por Nuestro Señor Jesucristo
que antes de venir nos miraba recto.
Tú serás bueno y no por el Pitágoras
que columpiarse oía las esferas
y se meció sobre el aro de seda
de unas noches sin peso y sin horas.
Sin saber que Job con una tejita
raspábase el vientre que en miga caía,
y que una madre se abría en un hijo
y que el Macabeo hervía en aceite.
Sino por Nuestro Señor Jesucristo
que tuvo vaho de vaca en su piel,
busca de Herodes estando en el seno
y al Judas rojo tendido a sus pies.
Tú serás bueno y no por el Mahoma
que fue al desierto donde tuvo Arcángeles
y que de vuelta de la penitencia
comió grosura en becerro y manceba,
y puso el mundo debajo de un árbol
hecho de espadas, se sentó en su tronco,
y lo sacudió en Juicio Final.
Sino por Nuestro Señor Jesucristo
que olió la podre en su Lázaro amigo,
dio de comer a la plebe que olvida,
echó demonios y anduvo con Judas
y acabó abierto y goteándose en res,
mirándome a mí, mirándote a ti...
1930
S.M.
Arcángel Rafael, disfrazado de hombre,
muy roja la cara, al lado de Tobías que nunca llega,
siguiendo siempre su ritmo que no puede dejarse
al son de las esferas y caído del cielo.
Andando va Rafael, hecho carne,
hombros lucientes, espalda en fuego y pies llameantes
pero sin llama al mirar a Tobías;
solo muy rojo y con los ojos centelleantes
para que Tobías no grite de asombro.
Las ropas llamean pero son de hombre,
verdaderos morral y calzado.
Y la torpeza de los pies nuevos y la carne ajena,
el saltar el charco y el tropezar y el caer como un niño.
Gracias te decimos por la melodía que aquí nos dejaste.
Talvez piso yo un cintajo roto de esa melodía
y los otros que cantan e ignoran, también la pisaron.
Muy rojo caminas pero tu Tobías no sabe quién eres,
criatura de fuego, y del fuego más fuerte del mundo,
conversando caminas y Tobías no sabe que te cuesta hablar,
de ser criatura de absoluta música.
Pero es mejor que no sepa el pobre Tobías.
Porque si lo sabe se cae en tierra muerto de vergüenza.
Hablando al palurdo lengua de las rutas
comenta espinales, estación y viento,
y percances de arrieros con bestias.
Sobre el río vuelas y atraviesas en puente.
Subes el repecho y bajas el otro repecho,
tienes después hambre y ves comer allá en la posada,
aprendiendo nuestro sueño y nuestro lecho.
Tobías no sabe y es mejor que no sepa,
lo echaría al polvo en adoración, y debe llegar
a su casa y su pueblo, porque tiene una casa y un pueblo.
Te cubriera llenando de besos locos las rodillas,
lamería llorando tus pies y tú aprenderías
que tales somos que de desventura y dicha lloramos.
Cuando lo hayas puesto en su puerta y regreses al cielo,
de donde saliste como una puntada de oro,
y estés cerca del Trono del que caíste como astilla de oro,
cuéntale a los cielos su hija, la Tierra, cuéntasela toda.