05.04.2023 Views

Almacigo

Compilado de poemas inéditos de Gabriela Mistral editado por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile

Compilado de poemas inéditos de Gabriela Mistral editado por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

44 Almácigo Po e m a s In é d i t o s d e Ga b r i e l a Mi s t ra l América 45

Los lujuriosos, los glotones y los danzadores

han bailado las danzas de su contentamiento,

las asirias, las tártaras como las galas

y se les fue acabando brasa de pebeteros,

tapiz profundo y el falerno en el aliento.

Como somos en carne cristiana polvo de Mahoma,

les dejamos bailar sus minués y sus saltos de viejos flamencos

con nuestros ojos que tienen a veces polvo de Pirámides

y con nuestra lengua que deja caer refranes acedos

y nuestro desdén que los rezuma inútiles.

Así no era el Padre armado en el viejo hueso de Vasconia,

que era como el Padre y no como el hijo de los Elementos.

Así somos los que hemos rezado a dioses enfermos

y a unos arcángeles de alas de murciélago que no eran Miguel,

y que en la guerra soplamos con carrillos de viejos

la Antífona larga con la que morimos antes de haber nacido.

En la oscuridad súbita y el crujir de dientes

grasos para el arado, flacos para el majar en el hierro,

los de la danza se han sentado un poco pálidos,

confusos de no poder seguir y queriendo

seguir la danza, como el fuego los condenados,

incapaces de otra dicha que su regodeo.

Oyen hacia el Norte la bocina de los compradores.

Todo compran aquellos hombres rubios y esbeltos:

quieren cafetales, cañaverales y selva,

el cobre como el oro y las esmeraldas como el hierro.

Y su suerte les ha puesto terriblemente próximos

los vendedores dementes y contentos,

a la América nuestra, loca de su maravilla,

ganosa de vender su tierra y su cielo.

Con una seña ofrecen los del Sur, y los del Norte bajan,

y hay un descenso de torrente de Nueva York a Patagonia.

Padre Bolívar, el de los ojos de milano,

tú sabes qué venden los hombres vendiendo su suelo:

la carne de hoy y la carne de mañana;

venden el cuadro donde se sientan los templos,

los pastales de nuestra leche y el viñedo de nuestro vino,

la tierra de nuestros pies y el aire de nuestro aliento.

Un sargento ha cedido el desierto de sal,

un viejo enfermo el caucho de nuestro reino

y todos han dado los petróleos y las maderas

y los metales de nuestros hornos y nuestros fuegos.

A los que vienen ¿qué les daremos, padres dementes?

Les daremos la esclavitud egipcia o la babilónica,

el yugo vuelto a soldar para sus lomos,

la deuda de los eslabones sin cuento

y el odio impotente que brama sin pica ni puñal

y los ojos bizcos de los que saben la libertad y tienen dueño.

Mujeres nuestras, conciben porque no han visto el futuro,

que si lo vieran negarían su vientre al dar su beso;

echan la flor de carne porque miran la tierra y la hallan vasta,

amamantan y acunan porque no están en el secreto.

Creíste, Padre, que dejabas la tierra segura como la luz,

para cada mujer un huerto y para los hombres un reino.

Esta es la confesión que te traíamos, Pobre Padre,

y que nos hacía castañetear los dientes de abominación

La hemos echado como la serpiente vomita el ratón,

con la cara vuelta para no salpicarte de su veneno.

Hierves en tu sepultura porque ya lo sabes,

se oye tu fermento como el de cerveza y suero

y te oímos el revolverse de tu levadura,

con dicha y con miedo de saberte vivo creyéndote muerto

y se aplacó tu corazón de contar a tus hijos y medirles los trigos

sin saber que el mestizo es capaz de vender el lecho de su contento

y de pagar la hora con los siglos de sus mayores

y de trocar su paraíso por su infierno.

Suena como las tinajas del mosto la cólera en tus lares

y como dijeron David y Ezequiel: se rejuntan y se revuelven furiosas.

Hierve bien, hierve sepultura nuestra como marmita,

hierve salpicándonos la brea, el aceite y la pez,

que oír hervir en estas horas es bueno

y que de ser tu sangre y vivir tu ansia

uno por uno todos a la hora duodécima herviremos.

Las mujeres dicen que no sienten la bullidera

pero que sienten algo más fuerte y cercano;

sienten que tu cuerpo se ha ido recostando en sus rodillas,

poco a poco, desde la primera que es moza hasta la vieja que aun ama,

que en una descansa tu cabeza y en otra tu espalda,

que la carga es dulce pero que tiene peso.

Sus caras están extasiadas como las de las vírgenes del Sol.

Se callan como María sin entender y aceptando el misterio

y sin bulto visible están como cuando mecen y mecen;

todas saben que cualquiera es la elegida

pero ninguna sabe dónde caerá la simiente.

Hermosas son aun, Padre que las amaste,

caminan con ritmo, hablan dulce, crían con su pecho

y si las ves tiemblas otra vez del viejo Eros

y si no las ves te acuerdas del friso de sus cuerpos.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!