Almacigo
Compilado de poemas inéditos de Gabriela Mistral editado por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile
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42 Almácigo Po e m a s In é d i t o s d e Ga b r i e l a Mi s t ra l América 43
Pad r e Bo l í v a r
Hemos crecido y somos muchedumbre
en la gran tierra calculada para tus gentes
y limpiada de intrusos para nuestro sosiego;
somos tantos y no te hemos visto la cara
debiéndote el sol, la honra y el sueño
y sentimos el ímpetu de venir a verte
de llegar en puntillas por si duermes
o con clamor de hijos si es verdad que estás despierto.
Destapamos tu cara pero no sabemos si es brasa,
es tu fuego guardado nuestra vergüenza o el deseo nuestro
si te vemos ardiendo por las fábulas de las infancias,
porque tiritamos y el ansia nos hace ver fuego.
Cogidos de la mano lo que uno vio todos lo vemos
venidos de tan lejos a hablarte
no queremos volver con el recado que nos enloquece
para alimentarnos de las línea de tu forma,
para oírte la voz de mando o de contentamiento
y recibirte la mirada con el mando,
la espuela y el punzón de la mirada en oros y negros.
Sientes en la noche, calientes el amor
de los tigrillos finos y los tapires lentos,
que rasguñan de celo y huelen la llanada
en punzada o voluta de unos aromas densos,
y dormido sin besos, rumores y aromas
te consuelan el corazón cargado de Eros.
Oyes en los días los galopes avanzar por el llano tuyo,
oyes al Orinoco paternal acento.
Sabes la tierra que sigue perfecta.
Nos ignoras a nosotros, Padre afligido de silencio,
no sabes qué fue de la carne a cuestas,
la gente roja, la gente pálida y la blanca de tu testamento.
Pasadores de vados, chupadores de caucho, pescadores de tortugas,
guerrilleros feos o plantadores de café negro
¿dónde están que está solo el lecho de su padre,
laceadores de pampas, maridados de Ceres,
segadores de caña, por dónde andan perdidos
o encenagados que no vienen al Santo Fuerte,
a pasar velados cantando lo que hacen
en haciendas, en majadas y faldeos
tocando su cara, lamiendo sus pies, oyéndole aliento?
Peregrinas y hermosas gentes cruzadas,
tan varias como solo Dios las cruzó en arabesco,
medio egipcias, medio mongoles, medio Cames (1)
y a veces en la frente o en la avidez
unos querellándose para creerse iberos,
cantando igual copla y rezando el mismo Padre Nuestro,
juntos cuando se acuerdan de ti pero olvidados
de ti para perderse cual dados en el juego
en las manos de los jugadores del Norte
que juegan grande y sin remordimiento.
Extraña procesión de adamitas marcados
por Adán y por ti para reconocerlos,
hablando dulce en címbalo o grave en atambor,
y caminando jactanciosos o macilentos
tan tuyos que andan con lo que falta en tu carne
y tan ajenos que aventaron tus brazos enteros.
Ciento veinte años, Padre, así con la memoria
rota, y ligeros de no haber recuerdo
hasta esta noche del silbido como lanza
de la seña y el signo para convocamiento
y la vieja obediencia que nos alzó, y la sangre
respondiendo a su Padre por los senderos
y este grupo de carne llegando por fin
en carrera de ciervos amorosos y trémulos.
Ahora no te miramos para contar la vergüenza
y no nos mires pero que nos oigan con tu caracola tus huesos.
También por esto te hemos esperado,
por no hablar volviendo la espalda a tu cuerpo.
La noche es larga para el tendido relato
y las estrellas oyen lo que tienen sabido sus fuegos.
La tierra quedó limpia, rica y fácil
y daba todo, con voltearla como en sueños.
Los gamonales eran los mismos, eran los mismos
pero les dejamos porque nos faltaste en el trance del tiempo.
Demasiados ingenios y cafetales
para unos hombres como niños y como ellos
demasiadas costas y cordilleras en abras del cielo
para hombres locos de calentura y deseo;
la esmeralda rezumando de la piedra; la perla
en los dientes del boga (2) y el Gamonal-Shiva (3)
que chupa sangre y que no oye lamento
que aprendió en Jesucristo para reencontrarle
en Fray Bartolomé (4) y hacerle acatamiento.
Esto sucedió, Padre, donde había español y maya
y pasaron setenta años como en el otro Éxodo.
A enseñarnos “Esto es lo vuestro” no alcanzaste,
a repartirnos ríos, llanadas y sustento.
En tus manos estaban las medidas de escuadra y campos
y tus manos benditas no asomaron de nuevo.
Ninguna Sara (5) ni Hécuba (6) los repitió en su vientre
y ningún hombre trajo las tablas del Tabor
y fue así como Jesucristo con Simón
araron el mar, (7) soplaron la piedra y sembraron el viento.
(1) Cam, uno de los hijos de Noé.
(2) Boga, pez osteíctio de la fam. espáridos (Boops boops), recubierto de escamas y de
color azul verdoso plateado. Común en el Atlántico y Mediterráneo. Es comestible.
(3) Shiva, sanguinaria diosa hindú, representada con múltiples brazos de matanza.
(4) Fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indios.
(5) Sara, esposa de Abraham y madre de Isaac.
(6) Hécuba En la leyenda griega, esposa principal del rey troyano Príamo, del que
tuvo 19 hijos (Héctor, Paris, Casandra, Polidoro, etc.). © Salvat Editores, S.A. 1999.
(7) Frase de Bolívar graficando su desaliento.