Emilio Jéquier, la construcción de un patrimonio
En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.
En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.
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premiar juntos al final del concurso: Henri Deglane,
Albert Louvet, Albert Thomas y Charles Girault. Le
correspondió a Deglane dibujar el gran techo de vidrio
metálico central y la fachada principal. Esta última,
lejos de esconder el domo metálico de sesenta metros
de alto –salvo si uno observa desde el pie del edificio– y
construido por la empresa de Armand Moisant, le sirvió
como primer plano, al igual que en el alzado del proyecto
de Georges Roussi para el Grand Prix de Rome. Visto
desde la escalinata del Petit Palais, que está al frente,
su cuerpo central genera incluso una relación visual
directa del frontón metálico y la galería monumental
de la entrada. Esta interacción entre la parte de piedra
y la metálica se retoma a nivel de las torres de las dos
esquinas, con la elección del cobre para las cuadrigas
esculpidas que las coronan.
En este juego de oposiciones, el arquitecto escogió
también el contraste en los detalles, abandonando el
(except if one observes from the foot of the building),
built by Armand Moisant’s company, the façade
served as a foreground as in the elevation of Roussi’s
project for the Grand Prix de Rome. Seen from the
steps of the Petit Palais in front of it, its central body
even generates a direct visual relationship between
the metallic gable and the monumental gallery of the
entrance. This interaction of stone with the metallic
parts is again seen at the two corner towers, with the
choice of copper for the sculptures that crown them.
In this game of oppositions the architect also
chose the contrast in the details, abandoning the
classical forms and its eclectic derivatives in the great
room. He approached the metallic elements with a
mixture of technical vocabulary and Art Nouveau
style that multiplies the bonds of flexible forms; a
stylistic expression for the stone of the exterior and
another for the iron. Deglane thus strongly illustrates
DE PIEDRA Y HIERRO ∙ OF STONE AND IRON
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