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Emilio Jéquier, la construcción de un patrimonio

En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.

En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.

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izquierda · Carta de Henri

Jéquier al director de la

ENSBA informando que su

hijo Émile viajó a Santiago

en 1889, contratado como

arquitecto, junto con otros

antiguos alumnos de la ENSBA.

(INHA, 2016)

derecha · Grand Prix de

Rome d’Architecture, 1885.

Un Académie de Médecine.

Bibliothèque de l’Institut

National d’Histoire de l’Art.

leFt · Letter from Henri Jéquier

to the Director of École des

Beaux-Arts informing that

his son Émile was hired as

an architect and travelled to

Santiago in 1889 along with

other ENSBA former students.

(INHA, 2016)

right · Albert Louvet, Grand

Prix de Rome d’Architecture

1881. Project “Un Académie de

Médecine”. Bibliothèque de

l’Institut National d’Histoire

de l’Art.

A mediados del siglo XIX, surgieron voces cada

vez más críticas hacia la supremacía de la École des

Beaux-Arts y el codiciado concurso Grand Prix de Rome.18

Hasta 1867, este premio era el único rito de finalización

de los estudios de arquitectura en la tradicional École, ya

que no existía la figura del diploma de arquitecto.19 En

ese momento, dichos concursos eran la principal manera

de transmitir conocimiento entre maestros y alumnos

(Martinon, 2003).

Una de las principales críticas a este sistema

de concursos apuntaba a que la formación de los

estudiantes no conseguía dotar a los futuros arquitectos

de la mejor preparación posible, sino que se enfocaba en

conseguir la aprobación de los maestros y el éxito en los

concursos (Seitz, 1995). Además, se les reprochaba que

los diseños premiados no estaban realmente pensados

para ser construidos. Eran, más que nada, ejercicios

teóricos que no tomaban en cuenta consideraciones

indispensables en proyectos reales, como las variables

económicas o estructurales, sino que, más bien,

reflejaban los ideales académicos de la forma más pura

posible (Egbert, 1980). Esta condición de aparente

alejamiento de la realidad fue uno de los detonantes de

la crisis del academicismo a mediados del siglo XIX. En

las escuelas de arquitectura esta discusión se expandió

en corrientes que se agruparon siguiendo las tradiciones

de los distintos maestros jefes de Atelier. Uno de ellos fue

Henri Labrouste, quien tenía una actitud decididamente

moderna con respecto a los materiales y una gran

desenvoltura al utilizar los elementos de ornamentación,

In the mid-nineteenth century, voices were

increasingly critical of the supremacy of the École

des Beaux-Arts and the coveted Grand Prix de Rome18

competition. Until 1867, this prize was the only

rite of completion of architectural studies at the

traditional École, as there was no such thing as an

architect’s diploma.19 At the time, the above-mentioned

competitions were the main channel for the

transmission of knowledge between teachers and

students (Martinon, 2003).

One of the main criticisms of this system of

competitions was that the training of students did

not provide future architects with the best possible

preparation, but focused instead on gaining the

approval of teachers and success in competitions

(Seitz, 1995). Moreover, they were also criticised for

the fact that the prize-winning designs were not really

intended to be built. They were, more than anything

else, theoretical exercises that did not take into

account indispensable considerations in real projects,

such as economic or structural variables, and rather

reflected academic ideals in the purest possible way

(Egbert, 1980). This condition of apparent detachment

from reality was one of the triggers of the crisis of

academicism in the mid-nineteenth century. In the

schools of architecture this discussion spread among

the currents that were grouped according to the

traditions of the various chief masters of Atelier. One

of them was Henri Labrouste, who had a decidedly

modern attitude to materials and a great ease in the use

18 El ganador de este concurso era ungido como el arquitecto más

prometedor del año y enviado a la Academia Francesa en Roma

con todos los gastos financiados por el Estado, para que pudiera

estudiar in situ la arquitectura de la antigüedad clásica.

19 En noviembre de 1867 se instituyó el diploma, pero su importancia

siguió siendo marginal. (Chafee, 1977)

18 The winner of this competition was anointed as the most

promising architect of the year and sent to the French Academy

in Rome, all expenses paid by the state, so that he could study the

architecture of classical antiquity in situ.

19 In November 1867, the diploma was instituted, but its importance

remained marginal. (Chafee, 1977)

IDAS Y VUELTAS ∙ COMINGS AND GOINGS

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