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Emilio Jéquier, la construcción de un patrimonio

En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.

En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.

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la vigencia de estas premisas en cuanto al rol que debe

tener la autoridad en la construcción de lo público desde

un nivel de calidad superior y a la comprensión de la

ciudad como un proyecto que traspasa generaciones y

dignifica a sus ciudadanos.

Desde luego, el reconocimiento de los méritos de este

esfuerzo público, muchos de los cuales llegan hasta la

actualidad, no debe inhibir la realización de ejercicios

críticos sobre el mismo periodo y sus protagonistas,

relacionados ya sea a las omisiones de ese mismo

proyecto modernizador, a la carga ideológica de sus

premisas civilizatorias o a la estructura de sociedad

que comenzaba a fraguarse y de la cual la ciudad del

Centenario aparece como testigo directo. El libro aborda

de hecho algunos de estos tópicos y profundiza sobre

el contexto de contrastes del Santiago sobre el cual le

corresponde operar a Jéquier y a sus contemporáneos.

Muchas de las construcciones que definen esta

ciudad del Centenario han resistido con aplomo el paso

del tiempo, mostrándose muchas de ellas, gracias a sus

méritos intrínsecos por sobre su valoración coyuntural,

disponibles para aquello que la ciudad de hoy pueda

requerir. Es esa calidad, así como las referencias

culturales sedimentadas, las que permiten su adaptación,

su transformación material y simbólica.

Es lo que ha ocurrido, entre muchos otros casos, con

inmuebles como la ya mencionada Estación Mapocho

del mismo Jéquier, cuyos atributos han permitido

readecuarla como centro cultural y superar un complejo

cambio de uso de origen ferroviario; o el Palacio Pereira,

de Lucien Hénault, que de casa de la aristocracia de fines

del siglo XIX ha pasado a ser sede de la institucionalidad

cultural y patrimonial de comienzos del siglo XXI.

Esta valoración dinámica nos devuelve una pregunta

que permite ir más allá del puro diagnóstico o de la

imposición de categorías de análisis contemporáneas

a realidades del pasado: ¿qué hacemos nosotros hoy

con esa herencia? ¿es la forma edificada un espejo

directo de la realidad política, social y cultural que le dio

origen, y por lo tanto la reafirma de manera permanente

e irremediable, o ésta más bien constituye un punto

de origen sobre el cual entran en juego otras lógicas,

the public sphere from a higher quality level and the

understanding of the city as a project that crosses

generations and dignifies its citizens.

Certainly, the recognition of the merits of this public

effort, many of which continue to this day, should not

inhibit critical exercises on the same period and its

protagonists, related either to the omissions of that

same modernizing project, to the ideological bias of

its civilizing premisses or to the structure of society

that was being forged and of which the city of the

centenary was a direct witness. The book actually

addresses some of these topics and delves into the

context of contrasts of Santiago, on which Jéquier and

his contemporaries worked.

Most of the constructions that define the city

of the centenary have resisted the passage of time

with poise, thanks to their intrinsic merits over their

circumstantial value many of them are still available

for what the city may require nowadays. It is that

quality as well as the settled cultural references

which allow their adaptation, their material and

symbolic transformation.

This is what has happened, among many other cases,

with buildings such as Jéquier’s Mapocho Station,

whose attributes enabled it to overcome a complex

change of use from railway station to cultural centre;

or the Pereira Palace by Lucien Hénault, which at the

end of the 19th century was an aristocratic mansion

and now has become the seat of the cultural and

heritage institutions of the early 21st century.

This dynamic assessment allows us to go beyond

the mere diagnosis or the imposition of contemporary

categories of analysis on past realities: what do we

do today with that heritage? Is the built form a direct

image of the political, social and cultural reality

that engendered it, and therefore reaffirms it in a

permanent and unavoidable way, or is it rather a

starting point on which other relations come into play?

to a certain extent earlier, singular in scope and with

their own degrees of autonomy?

These questions are still relevant because they

allow us to ponder the present assessment of our

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