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Emilio Jéquier, la construcción de un patrimonio

En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.

En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.

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La planta en que se estructuró el proyecto, y que se usó

para dar continuidad a las obras ya iniciadas, no deja

lugar a dudas sobre la tradición en que se fundó su

diseño. Crujías y patios, constituyendo un entramado

claro y eficiente sobre el cual disponer el programa, es

decir, las diversas unidades universitarias que en aquella

época ya habían aumentado de manera importante, como

se puede ver en el dibujo de referencia. Se trataba del

repertorio de soluciones que se pueden encontrar en el

compendio de lecciones ideadas por Jean-Nicolas-Louis

Durand para los estudiantes del Politécnico. Pero más

allá de la escala del edificio, inédita para el Santiago de

entonces, ya que según consigna el Libro Internacional

Sud-Americano, tendría 140 m de frente por 230 m de

fondo, lo que nos interesa destacar es aquella parte que,

por no haber sido del todo concluida, quedó a la vista: la

elaborada fábrica de albañilería, aun hoy en ciertas partes

visible. Ciertamente, la ausencia de estuco dejó a la vista

la verdadera musculatura del edificio, articulada con la

sabiduría de los antiguos albañiles y base fundamental

para recibir los estucos y enlucidos decorativos.

Dos cosas antes de concluir este breve recorrido por

algunas de las obras más significativas de Emilio Jéquier.

La primera, en relación con su colaboración con Emilio

Doyère en el proyecto para los Tribunales de Justicia. De

esta llama la atención una suerte de retour à l’ordre, tal vez

motivado por la solemnidad de la institución que debía

albergar el edificio o, tal vez, por la hegemonía de Doyère

en el proyecto. El punto está en la revaloración de ciertos

principios compositivos más estrictos del clasicismo

francés, como la sobriedad de las formas, la división

tripartita del volumen general, con el cuerpo central

coronado por un simple tímpano y las alas rematadas por

sendos pabellones de esquina. Pero lo más importante de

todo, el reposicionamiento y protagonismo de columnas

y semicolumnas. Es decir, todo un legado, destinado a

configurar uno de los espacios públicos más cargados de

sentido y significado en el centro de Santiago.

La segunda es que todos sus edificios, o casi todos,

para no exagerar, nos remiten, de un modo u otro, a

la imagen de una casa grande, es decir, a un palacio.

Una buena metáfora que en el ámbito de la literatura

fue utilizada en aquella época para representar,

precisamente, las vicisitudes sociales y políticas

de aquel periodo tan convulso y simbólico para la

República, pero que parece pertinente revivir para

expresar aquello que Emilio Jéquier tenía para ofrecerle

a Chile y a los chilenos.

which was designed to give continuity to the already

constructed portion, leaves no doubt of the tradition

in which its design was grounded. Corridors and

courtyards generated a clear and efficient framework

on which to arrange the program, in other words, the

various university units that at the time had already

increased substantially, as it can be appreciated in the

reference drawing. It was the repertoire of solutions

that appear in the compendium of lessons designed

by Jean-Nicolas-Louis Durand for the Polytechnic’s

students. But, beyond the building’s scale, unheard of

in Santiago at the time, since according to the Libro

Internacional Sud-americano (International South

American Book), it was 140 metres long and 230

wide, the part we want to highlight is that which, by

not being completely finished, remained in sight: the

elaborate brickwork, visible even today in certain

parts. The absence of stucco left the building’s

“muscles” exposed, articulated with the ancient

bricklayers’ skill and fundamental base to receive the

stuccoes and decorative renderings.

Two things before concluding this brief tour through

some of Emilio Jéquier’s most significant works.

The first point is about his collaboration with

Emilio Doyère in the Courts of Justice project. Here

a sort of retour à l’ordre draws our attention, perhaps

motivated by the solemnity of the institution that

the building had to accommodate, or perhaps, to

Doyère’s predominance in the project. Outstanding

is the revaluation of certain stricter compositive

principles of French Neoclassicism, as the austerity

of the forms, the tripartite division of the general

volume with the central body crowned by a simple

gable and the wings finished by large corner pavilions.

But the most important thing of all is the reposition

and leading role of columns and semi columns. That is

to say, a legacy destined to compose one of the most

meaningful public spaces in the centre of Santiago.

The second point is that all his buildings, or almost

all to be fair, evoke in one way or another the image

of a big house, that is to say, a palace. This seems to be

a good metaphor – that in literature was used at the

time to represent the social and political vicissitudes

of that convulsed and symbolic period of the republic

– to vividly express what Emile Jéquier offered to

Chile and the Chileans.

LOS JÉQUIER DE JÉQUIER ∙ THE JÉQUIERS OF JÉQUIER

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