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DESDE MI VITRINA DE CRISTAL, de Jaime Cannobbio, TOMO 6

Libro editado con por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile con el apoyo de GTD y la Ley de Donaciones Culturales. Son seis tomos que narran la historia de la Primera Compañía de Bomberos de Santiago, la cual se basa en relatos desde los Libros Diario de Oficiales, las Actas de Sesiones de Compañía, las Memorias y algunos libros del Cuerpo y principalmente de aquellos escritos por destacados Primerinos.

Libro editado con por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile con el apoyo de GTD y la Ley de Donaciones Culturales. Son seis tomos que narran la historia de la Primera Compañía de Bomberos de Santiago, la cual se basa en relatos desde los Libros Diario de Oficiales, las Actas de Sesiones de Compañía, las Memorias y algunos libros del Cuerpo y principalmente de aquellos escritos por destacados Primerinos.

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HISTORIA DE LA PRIMERA COMPAÑÍA DEL CUERPO DE BOMBEROS DE SANTIAGO

tristemente a Oración.

¡Fuese y no hubo más!

Imaginemos la silueta borrosa del viejo Santiago de 1876: empedradas calles recorridas por el movimiento

soñoliento de sus costumbres todavía provincianas, la vieja Plaza de Armas centrando la vida y las

inquietudes de un comercio incipiente; límites urbanos encuadrados por la melancólica Alameda de las

Delicias y las borrascosas barriadas que rodean el Mapocho, con recuerdos todavía de la colonial Chimba.

Santiago era, y seguirá siendo quizás por cuanto tiempo, una ciudad fría y apática a la cual muy escasos

acontecimientos tienen la fuerza y el poder de sacudirla.

Sin embargo, en esa masa indiferente que en 1876 vivía a los pies del Cerro Santa Lucía o cercano a la Plaza

de Armas, había prendido un pequeño fuego en torno al cual se agrupaban, silenciosa y estoicamente, un

grupo de poco más de 500 hombres de todas las edades y condición social.

Ese grupo era el Cuerpo de Bomberos de Santiago y, entre ellos, 79 se agrupaban en la Primera Compañía de

Aguas. A ella se acercó un día un muchacho, casi un niño, dejando a un lado los halagos de la fortuna y de la

posición que ocupaba en la sociedad santiaguina, renunciando a las fáciles comodidades que su hogar le

ofrecía. Era Adolfo Ossa, y no sabía esa tarde de Abril de 1875, como no lo supo en las sucesivas tardes y

noches en que salió en pos del cumplimiento de su voluntario deber, que cada paso que daba, lo daba por el

sendero que lo conducía a su trágica muerte.

Lleno de la confianza que nos da la vida a los 20 años, salió presuroso al llamado de la Paila que, desde su

nueva torre, (la de Vivaceta), en el Cuartel General llenaba con su tañido el Santiago entero de esos años,

resonando fuerte en el Cuartel de la calle Puente a sacar la Poncas que ya extendía su cabellera de humo y

chispas, impaciente por salir a vencer a su enemigo.

Y así transcurrieron lentamente, inexorablemente, los días que el destino había dispensado a Adolfo Ossa

para que los compartiera con sus hermanos Primerinos, días que los ocupó dándose por entero a la noble

causa que su generosidad juvenil lo había hecho abrazar.

La noche del Domingo 3 de Septiembre la Paila hace oír una vez más su lúgubre tañer; Ossa está en el alegre

regocijo de una fiesta, pero el imperioso llamado del deber apaga en él toda otra visión que no sea la del

cumplimiento de su obligación libremente contraída, dejando atrás el ceño fruncido de la mujer amada.

¡Siempre se está amando a los 20 años!

Llegó al Cuartel con otros compañeros de la Primera y sacan la Poncas con el Teniente 4º y algunos

auxiliares, - algunos minutos antes ya habían sacado y arrastrado los auxiliares la Bomba a palanca, la

Mapocho y los dos Gallos - con ellos arrastra la Bomba por la calle del Puente, la de la Catedral hasta la de la

Bandera y luego por la calle vieja de San Diego hasta la esquina de Carrascal.

Gritos… órdenes. Tímidos primero, luego potentes pitazos de la Poncas, que comienza a expulsar sus fuertes

chorros de agua, deteniéndose a intervalos el duro trabajo de la bomba a palanca, dando merecido descanso a

los auxiliares.

Voces de aliento… fácil risa juvenil… y como música de fondo el trote acompasado de los bomberos en el

empedrado de las calles santiaguinas.

Se llegó, se armó y dio agua. En las siguientes dos horas de trabajo intenso todo el estrepito y el espectáculo

del fuego desencadenado cede lugar al silencioso trabajo de remover escombros. ¡El adversario ha sido

vencido una vez más!

100 TOMO 6 - 1987 A 2000

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