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Willakuy #Huk

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#Huk - #1

Marzo 2023

Política, Cultura y Arte

País de todas las

las sangres y la

imposibilidad

del mestizaje

PAG. 24

Identidad

y ficción del

mestizaje

Entrevista

Cebaldo de León,

Kuna de Panamá

PAG. 08

Garcilaso, ¿primer peruano?

PAG. 12

Arte

Javier Ninanya,

una mirada huanca

PAG. 54


ÍNDICE

03

05

08

12

Editado por

Director

Comité Directivo

Diseño y diagramación

Ilustración carátula

Willakuy

Hugo Chacón Málaga

Luis Chávez Cabello

Ana María Gálvez

Edith Pérez Orozco

Jorge Ventocilla

Estudio Androide

Tach

16

24

30

35

42

Email

contacto@willakuy.org.pe

Teléfono +51 996 314 899

Redes Sociales

49

52

54

58

2


¿Imataq Willakuy?

¿Qué es Willakuy?

Razones

de Willakuy

El área andina conserva un pensamiento, una manera de mirar y vivir la existencia que ha sido permanentemente ignorada por la

sociedad oficial. La sabiduría andina nunca ha sido considerada referencia que oriente nuestros destinos colectivos. Después de la

invasión hispana todas nuestras sociedades y tradiciones culturales fueron ignoradas y estimadas primitivas, inferiores; la época

republicana mantuvo similar matriz ideológica y se impuso y permaneció el poder de la dominación monocultural y excluyente,

infecunda por sus fundamentos formativos para reunir lo distinto y multicultural, como sí lo fue nuestra civilización ancestral.

Si la cultura dominante hubiera edificado una sociedad integrada, morada para todos, la demanda carecería de sentido; pero

lo que nos ha entregado son colectividades fragmentadas y desarticuladas, haciendas privadas en manos de mezquinos y

particulares intereses étnicos y de clase. Los distintos ensayos políticos y sociales desarrollados en nuestro suelo han significado

otros tantos intentos fallidos por edificar una nación unitaria en la diversidad. Lo que observamos y vivimos después de doscientos

años de disgregado republicanismo es la agudización de las diferenciaciones sociales, pobreza que posee color y estratificación

social distintivos; habitamos geografías en donde la exclusión y el racismo ejercido por una exigua porción de peruanos sobre

los diversos herederos de nuestra antigua cultura sigue siendo el fundamento que articula la precariedad de las relaciones

interpersonales y sociales.

Ante el fracaso del sistema civilizatorio se hace imperativo mostrar la riqueza del antiguo pensamiento marginado, abrir a la

sociedad y a los individuos su articulada concepción de la naturaleza y sus formas societales, su profundo sentido humanista, su

integral consideración de la vida como unificación de lo diverso y heterogéneo que suma humanos y naturaleza en un haz único

y diverso.

Willakuy, nace precisamente con el propósito de recoger el legado ancestral que defendemos, reunir las distintas maneras de

observar la sociedad desde un lugar de enunciación que denominamos Andino, y mostrar y desarrollar la milenaria riqueza de

nuestras concepciones y usarlas para orientar el horizonte de sentido de nuestra sociedad. Participar entonces en el debate

nacional monopolizado por las dos hegemónicas vertientes ideológicas creadas por la civilización occidental para discutir destinos

sociales: capitalismo y comunismo, expresiones poco diferenciadas en su interpretación de los destinos de la humanidad. Las

diversas variables que emergen de estas dos centrales de pensamiento son finalmente indesligables de su origen monocultural y

depredador de la naturaleza. Las diferencias teóricas que dividen la propiedad capitalista y socialista se confunden cuando usan

las fuerzas productivas asociados a la idea de inagotables recursos naturales y humanos, y dividen lo sacro y profano como dos

esferas antagónicas de la existencia. Uno es creador de las clases sociales y, el otro, teórico clasificador e insurrecto dirigente de

formaciones que no debilitaron la estratificación clasista.

Willakuy no emerge como órgano partidario ni pretende ser banderola de ningún proyecto personal; nace vinculado a una

tradición cultural que nos ha enseñado que los cambios y revoluciones se hacen en comunidad, con líderes nunca imprescindibles

y que emergen de la sociedad y responden ante ella, y cuyos actos son la expresión de un poder que se construye desde abajo,

desde las entrañas del pueblo mismo y es duradero, no el producto circunstancial de un afortunado y circunstancial acceso al

poder formal.

Razones de Willakuy

3


¿Imataq Willakuy?

¿Qué es Willakuy?

Willakuy desea contribuir a la edificación de un nuevo orden andino que se inscriba en un nuevo horizonte

civilizatorio, crearlo desde lo profundo de nuestra historia; de las relaciones comunales que nunca pudieron

ser destruidas; desde el pensamiento ancestral que, recreado y reconstituido será de nuevo hegemónico.

Insurgimos junto a los siglos de luchas y conquistas contra un Estado colonial impuesto por las armas y el

genocidio que, transformado es el continuador de aquella barbarie; nos reunimos ante la declinación de un

orden civilizatorio dominante que se propuso marginarnos de toda participación social y política, cuando

no exterminarnos; insurgimos contra un pensamiento único que excluye, somete y domina, que ha edificado

sociedades inhumanas basada en la satisfacción de intereses individuales y de pequeños grupos que no han

logrado crear en nuestro suelo un organismo social que sea hogar para todos; nos asociamos en defensa

de nuestra madre, la Pachamama, la Naturaleza, que ha sido depredada hasta límites que comprometen

la supervivencia de toda la humanidad, desarticulando estructuras comunales que por milenios nos integró

y que nos ha sumido en un eterno subdesarrollo; insurgimos contra una forma de pensamiento que nos ha

hecho creer que el lucro personal y el crecimiento sin límites nos hará humanos. Nos agrupamos para formar

un espacio de enunciación andino.

Willakuy, leal a su nombre: información, narrativa, referencia, acusación en justicia, aviso, queja, se propone

crear un espacio para la discusión ideológica, política y también ámbito para la cultura, las ciencias y las artes.

No propugnamos refundaciones republicanas cuando no hay bases sobre las cuales formular teoría y práctica

estatal que reúna el mérito de conservar tales títulos; formulamos con meridiana claridad la construcción en

el tiempo de una nueva civilización vinculada a nuestras milenarias tradiciones y sea capaz de recrear y crear

un nuevo orden que, consideramos, no será producto de ninguna obra partidaria o sectaria, tampoco surgida

de ninguna asonada circunstancial y pasajera de asalto al poder: creemos que emergerá de la paciente

construcción de un poder que sea, algún día, poder político y social permanente.

Willakuy no evadirá la acción y la reflexión sobre lo circunstancial y contingente, sabemos que de allí surge

el largo plazo, pero nuestro horizonte se enmarca en tareas de largo aliento, gestando la acción del tiempo

cíclico andino que no reconoce la división de pasado, presente y futuro.

Willakuy tiene un compromiso con el país, con los miles y miles de personas que nunca se han sentido

representados por ninguna forma de organización social ni partidaria y que se hallan expectantes para

enrolarse en un esfuerzo comunitario y social. También nos debemos a una naturaleza que posee vida, se

reproduce y crea vida; en este ámbito consideramos a todos sus integrantes como personas. A ellos y ellas

nos debemos. Seguramente seremos criticados y subestimados por quienes, desde nuestra orilla, se dedican a

buscar el poder republicano estatal y parlamentario; pero nosotros los acompañaremos cuando consideremos

que sus proyectos se alimentan de la idea de una nación que emerja de un nuevo orden andino.

Nuestras páginas acogerán diversos puntos de vista sin sectarismos ni pequeñeces mentales. Estamos guiados

por el afán de pensar, organizar colectividad andina, sumar esfuerzos en esta gran tarea que, sabemos, algún

día traerá un horizonte civilizatorio nuestro, propio, y, junto a él, una patria de todas las sangres conducida

por intereses nacionales.

4

Razones de Willakuy


Editorial ¿Imayrayku del Número Kaymanta Qillqaniku?

¿Por qué escribimos sobre esto?

La imposibilidad

del mestizaje en

un país de todas

las sangres

La insurgencia popular vigente es la más elocuente y efectiva demostración de la inexistencia del mestizaje en el Perú. La

violencia que acompaña a la protesta es muestra evidente y objetiva de la ineficacia del Estado criollo de hacer realidad el

proyecto de sociedad mestiza que se teorizó a inicios del siglo XX. La evaluación de este proyecto es el centro de atención

de este número inaugural de Willakuy, que fue pensado y esbozado mucho antes de la insurgencia popular. En el territorio

nacional no ha podido germinar la sociedad mestiza imaginada por los criollos pensadores nacionales. Lo que hemos visto

en estos días de radical rebeldía es una sociedad escindida, fracturada en más de un espacio social. Observamos warakas

y mujeres con vestimentas de clara identidad étnica, actuando con reciedumbre en contra precisamente del imaginario

mestizo nacional y de sus concretas expresiones políticas, sociales y económicas.

Un país mestizo realmente existente converge en acuerdos que se desarrollan sobre bases consensuadas y sancionadas,

un país mestizo discute sobre lo accesorio, sobre proyectos educativos o técnicas para mejorar la agricultura, no insurge

dividido y violento en provincias y distritos gritando contra la discriminación, la marginalidad y desatención, el racismo y

clasismo imperante en nuestra sociedad desde hace siglos. Un país mestizo no acumula la ira y el desprecio por los peruanos

desposeídos que se observa en artículos periodísticos, sueltos y videos en redes sociales; no muestra el grado de alienación

excluyente de algunos líderes de opinión cuando pretenden explicar la conmoción social con argumentos usados desde la

invasión hispánica para explicarse la escisión nacional. Afirmamos que, por la violencia de los hechos, la radicalidad que

han tomado las protestas, se trata de una experiencia social que desmiente con claridad que abrazamos como sociedad

un horizonte mestizo de desarrollo. La inoperancia o inexistencia de un proceso serio y continuo de mestizaje explica las

multitudes tomando los espacios públicos en todo el territorio nacional, es muestra de la fractura social que vivimos desde

hace siglos.

La imposibilidad del mestizaje en un país de todas las sangres 5


¿Imayrayku Kaymanta Qillqaniku?

¿Por qué escribimos sobre esto?

Consideramos que el cambio de época gestado desde los años cincuenta del siglo pasado cuando organizadas poblaciones de

origen ancestral desarrollaron la recuperación de tierras que llevaba implícita la exigencia de un proceso democratizador en

la sociedad, fueron el preámbulo de las decisiones tomadas por el gobierno de Velasco Alvarado que hizo suyas las demandas

y entendió la necesidad de cancelar las obsoletas relaciones de producción que sostenía el dominio de la antigua oligarquía

agraria. La recomposición del poder entonces gestado articuló un nuevo escenario de sujeción liderado por una débil oligarquía

industrial-financiera que no pudo reformular el proyecto nacional mestizo. La potente campaña por desindigenizar al indio

dirigida por la dictadura de entonces, en alianza con la izquierda colonial y colaboracionista y el beneplácito de la burguesía

criolla, melló, sin duda la estructura de organización ancestral hasta entonces vigente, pero no pudo llegar a consolidar un

renovado sistema de dominación que imitara al precedente. Este fue más precario y necesitado del apoyo y auxilio de las fuerzas

armadas para su ejecución sin alcanzar a suscribir un nuevo equilibrio de poderes, un Tinkuy que unifique voluntades. Se consiguió

un precario equilibrio permanentemente objetado. En ese contexto debe entenderse el ejercicio de la violencia y el asesinato

como método politico que una agrupacion marxista-mariateguista desarrolló en los años ochenta, sin conseguir que la población

indígena se uniera a su causa. La derrota de ese movimiento tampoco se orientó a rectificar el proyecto criollo-mestizo que se

hizo más sectario y racista y sirvió para desarrollar un estado neoliberal enemigo radical de toda consideración comunitaria.

Asistimos ahora al más profundo cuestionamiento del precario poder reorganizado a lo largo de las décadas precedentes. Por

primera vez pueblos de clara raíz ancestral cuestiona la dominación y el teórico estado mestizo. Se trata de una insurgencia

inédita en la historia nacional que muestra el poder que conservan los estamentos que sostienen desde su base la permanencia

del Perú como proyecto de nación. De sus resultados dependerá si se configura un nuevo contrato social con preeminencia de la

sociedad antigua nacional o, por lo menos, configure una nueva realidad donde nuestra presencia política sea compatible con la

fuerza social y política mostrada.

El territorio del sur, cabeza de la insurgencia, demarca sus límites

con hitos que señalan la vívida presencia de culturas ancestrales

que nos han mostrado su perennidad por debajo de irreales

uniformidades occidentales. Se trata de poblaciones afectadas

por la globalización, muchas también aculturadas y también

alienadas, pero con una presencia cultural que persiste desde

la rebelión de Tupac Amaru. Es la “mancha india” que hubiera

querido desaparecer el inoperante mestizaje. Desde Willakuy

llamamos a la organización de los larvarios proyectos políticos

que han surgido en medio de las protestas. No podremos

conseguir continuidad en nuestros objetivos si no desarrollamos

organización política, si no orientamos nuestros esfuerzos a crear

o consolidar comunidad. propuestas políticas y desarrollamos

organización. No será seguramente una sola entidad política

sino múltiples, que tendrán que coordinar voluntades y objetivos

concretos en el propósito de coordinar la articulación de un

frente político que agrupe las diversas opiniones y objetivos de

todas nuestras sangres. Serán seguramente colectividades que

harán uso de los principios que provienen de nuestras antiguas

tradiciones: mandar obedeciendo; representar y no suplantar;

bajar y no subir; servir y no servirse; convencer y no vences;

construir y no destruir; proponer y no imponer. compatible con

nuestras tradiciones que formulan los siguientes principios:

Más de cien años después del desarrollo de esta aporía es tiempo

suficiente para plantearnos desarticular el proyecto ideológico

mestizo y diseccionar las responsabilidades en el balance

societal que es impostergable ejecutar.

Es obligación de todo peruano preocupado por nuestra inviable

realidad discutir y mostrar la inoperancia del modelo de país

que quisieron instaurar el grupo de intelectuales criollos de

la Generación del 900, apoyados por distinguidos teóricos del

emergente materialismo dialéctico. Es suficiente más de un

siglo para enviar al desván de la historia un conjunto de ideas y

asunciones teóricas que resultan inútiles para edificar un hogar

para todos los peruanos.

La insurgencia

popular vigente

es la más

elocuente

y efectiva

demostración

de la

inexistencia del

mestizaje en el

Perú.

6

La imposibilidad del mestizaje en un país de todas las sangres


¿Imayrayku Kaymanta Qillqaniku?

¿Por qué escribimos sobre esto?

Cuando se discutía sobre la orientación y los contenidos de este primer número de Willakuy, no avizoramos la insurgencia popular

que ahora envuelve al país. El desarrollo de los acontecimientos se encuentra meridianamente explicado en los artículos e ideas

aquí contenidos, esclarecen en gran medida las razones del conflicto. Son razones que señalan que es impostergable que la

sociedad peruana debata un nuevo horizonte civilizatorio que sirva para diseñar una patria distinta, de todas las sangres y en

donde cualquier peruano o peruana pueda vivir todas las patrias. Estamos proponiendo una nación multicultural y multiétnica

y multinacional, que consideramos posible desarrollar bajo un proyecto de Nación Andina, que actúe como natural cobijo para

toda las variedades societales que viven en nuestro territorio. La orientación de este modelo inclusivo deberá ser conducido por

nuestro pensamiento ancestral. ¿Es un proyecto que no agrada a los detentores del poder o de la supuesta verdad? Seguramente

que así es, porque no es posible arrancar beneplácito cuando se pone en juego privilegios que perduran siglos.

Es un imperativo instalar en la agenda nacional el proyecto de sociedad multicultural y multiétnica que tiene como meta la

organización de un nuevo horizonte civilizatorio; y que, en el corto plazo, demanda la redacción de una nueva constitución y el

reordenamiento de las fuerzas políticas en un nuevo equilibrio, más humano, más acorde con nuestra historia y con el aporte de

cada quien. En ese contexto el contingente que proviene conscientemente de nuestra ancestralidad deberá ocupar el lugar y el

espacio que le corresponde: como interlocutor o dirigente del proyecto social que estas páginas exponen con amplitud.

Se abre en estos días la clara posibilidad de definir la hegemonía política a favor del campo popular, a favor de la Nación

Andina que propugnamos. Las condiciones están dadas y las fuerzas que limitan esta clara posibilidad radican más en nuestras

capacidades y organización y debilidades ideológicas, sujetas aún a mensajes que la historia y la práctica ha desechado. Es tarea

urgente de superar. Willakuy se pone al servicio de esa causa.

En este número reunimos artículos y opiniones, que expresan diversos puntos

de vista acerca de proceso del mestizaje. Recogemos opiniones de Bolivia, con

Rafael Bautista, reconocido filósofo aimara y activo personaje de la política

del país andino. Recogemos parte de una entrevista hecha a Guillermo Bonfill

Batalla, antropólogo mexicano ya fallecido, y autor de un libro ya clásico sobre las

vicisitudes de nuestras sociedades por reencontrar su destino: México Profundo.

Presentamos también resúmenes de dos textos de singular importancia para el

entendimiento del mestizaje y sus implicancias en el ámbito de la segregación

y el racismo. Fidel Tubino, académico, reflexiona sobre la naturaleza inconclusa

de nuestra nacionalidad y Eddy Romero, educador universitario, nos muestra

el pensamiento de personajes nacionales que han sido los teorizadores del

mestizaje. Hugo Chacón Málaga reflexiona sobre lo que denomina “ficción del

mestizaje”. Mostramos las respuestas a los retos del mestizaje expresados por

Cebaldo, indígena de la nacionalidad Kuna quien, no obstante residir en Europa

nos muestra la contextura humana de quienes se resisten a ser devorados por

la uniformización occidental. Tenemos la opinión del colectivo sobre la guerra

en Ucrania y mostramos la producción fotográfica de un fotógrafo huancaíno,

Javier Ninanya, que es un heredero notable de la tradición fotográfica de nuestro

país y que recoge las expresiones de una sociedad andina viva y en recreación

permanente. Mostramos también opiniones sobre textos de invaluable importancia

en la edificación de un pensamiento nacional vertebralmente relacionado con

nuestro pasado.

La imposibilidad del mestizaje en un país de todas las sangres 7


¿Tapuykutichiy?

Entrevista

Entrevista

a Cebaldo

de León ,

Kuna de

Panamá

(Inawinapi),

poeta y narrador kuna,

de Panamá

Autor : Jorge Ventocilla

Somos la suma de

muchos encuentros…

Cebaldo de León pertenece al pueblo indígena kuna

de Panamá, uno de los 7 pueblos originarios del país

hermano. Inawinapi es su nombre original. Es también

antropólogo, historiador, guionista y escritor pero él

se considera por encima de todo poeta, soñador y

potenciador de lo kuna. Es investigador del CETRAD

(Centro de estudios transdisciplinarios para el

desarrollo) de la UTAD (Universidad de Tras os Montes

y Alto Douro), ubicada en el norte de Portugal. Hijo de

padres educadores, nació y creció rodeado de libros

en la comunidad de Ustupu, en la Comarca de Kuna

Yala, pero también de amigos y de familiares. En su

infancia la palabra fue fundamental porque a través

de ella es como se transmiten las tradiciones y el alma

kuna, en especial a través de quienes él llama “Poetas

Mayores”, líderes, dirigentes y conocedores del alma

de su pueblo. Realizó sus estudios en la antigua Unión

de Repúblicas Socialistas Soviéticas URSS, donde

obtuvo una licenciatura y una maestría en Historia y

Ciencias Sociales. Actualmente divide su mundo entre

Portugal y Panamá. En esta entrevista realizada por

Jorge Ventocilla, del colectivo forjador de Willakuy y

muy amigo de Inawinapi (juntos publicaron durante

cuatro años Luna Llena, conversan sobre el mestizaje,

la identidad cultural y de la posibilidad del indigenismo

para dirigir parte de mundo.

8

Entrevista a Cebaldo de León (Inawinapi)


¿Tapuykutichiy?

Entrevista

El pueblo kuna vive en

comunidades ubicadas sobre

unos 60 islotes coralinos,

frente a las costas del lado

Caribe de Panamá. En

menor población habitan

también en tierra firme de

Panamá y Colombia. Vive

de la agricultura y la pesca,

principalmente y hoy en día

habitan además en ciudades

de Panamá. Plumilla de

Ologuagdi.

Cebaldo, ¿Eres mestizo?

Cuando leí tu pregunta me la imaginé “al contrario”, como si

la pregunta hubiera sido “Cebaldito, ¿Eres dule [kuna]? ¿Y,

cómo sabes que eres dule?” Y pensé también que ésta ha

sido una pregunta siempre presente y al mismo tiempo un

camino en mi vida. Y más que entenderla y sentirla: he vivido

esa pregunta. ¡Y de qué manera!

No viene solo de cuestionamientos directos sino de la vida

misma, de sus días así como de sus trampas y alegrías. Siento

que es una pregunta que nos ha ayudado — al menos a mí —

a reflexionar sobre nuestro ser indígena y sobre las formas

con que nos relacionamos con el mundo. A la vez, vivimos en

un mundo de intercambios y de intensa diversidad, donde se

cruzan y se mezclan ideas, palabras, actos...

Nací en una comunidad indígena, con toda su energía, su

diversidad y también sus complejas formas de sentirse

relacionado con otros mundos; tantas veces incluso en

conflicto con mundos diferentes; con sus reglas, normas e

historias… ¿Cómo vivir estas diferencias, estas relaciones?

¿Cómo llegas a las “alianzas”? ¿Cómo vives estos golpes a un

niño; o a alguien que recién empieza a descubrir el mundo?

Está también la cuestión de la lengua, que es una forma de

entender el mundo y sus vuelos.

Culturalmente somos la suma de muchos encuentros, de

reconstrucciones, de crisis, de diversos caminos. Lo dule en

mi caso es raíz además de ser semilla. Sin olvidar las otras

semillas que van llegando a nuestro cuerpo y a nuestros

días. Y además, como lo cantan los Poetas Mayores, está

la imperiosa necesidad de las alas. Es decir: volar es una

necesidad y una escuela: saber volar también es parte de una

“identidad”.

Sé bien que lo mestizo, el mestizaje, ha sido la tarea de

los poderes, de las instituciones del poder, para tratar de

someter a los pueblos indígenas; o a los subalternos, en un

sentido amplio.

— “Si no, los hacemos desaparecer”

— “Que se integren. Desde sus visiones pero siendo siempre secundarios, sometidos…”

Así habrán pensado, y piensan, desde sus poderes y mandos.

Los caminos de las resistencias como las formas de sobrevivencia, han sido diversos, difíciles: tantas veces geniales. Hoy continúan

presentes en los pueblos originarios, en los dulemar; incluyendo en esta tarea a los sonidos, las palabras, los vientos de otros

pueblos. Y han ganado, hemos ganado... Como un ejemplo: la lengua, ¡hablar el español!

Entrevista a Cebaldo de León (Inawinapi) 9


¿Tapuykutichiy?

Entrevista

Recuerdo aquí el poema del hermano maya

Humberto Ak’abal 1 , que dice:

El canto viejo

de la sangre

Yo no mamé la lengua castellana

cuando llegué al mundo.

Mi lengua nació entre árboles

y tiene sabor de tierra;

la lengua de mis abuelos es mi casa.

Y si uso esta lengua que no es mía,

lo hago como quien usa una llave nueva

y abre otra puerta y entra uno a otro mundo,

donde las palabras tienen otra voz

y otro modo de sentir la tierra.

Esta lengua es el recuerdo de un dolor

y la hablo sin temor ni vergüenza,

porque fue comprada

con la sangre de mis ancestros.

En esta nueva lengua

te muestro las flores de mi canto,

te traigo el sabor de las tristezas

y el color de otras alegrías…

Esta lengua es solo una llave más

para cantar el canto viejo de mi sangre.

Nuestro entrevistado, Cebaldo Inawinapi de León y mujeres kunas en la

Comarca Kuna Yala, territorio indígena oficialmente reconocido y logrado por

este pueblo a través de la Revolución de 1925.

En mi caso, ya es parte de mi. Es una lengua ganada a punta de sueños y peleas. Nada fácil pero sabroso.

Bueno. Al final no sé si respondí tu pregunta; pero te digo que cuando me preguntan de mis raíces o identidades — sobre cosas que

a veces a mi mismo me confunden — busco en los primeros sonidos de mi vida, en la infancia, como principio y guía. Y al mismo

tiempo sé que soy de un mundo que busca solidaridades y mejores formas de amar. Y eso me salva (¡a veces!)

1 Humberto Ak´abal. Momostenango, 1952, Ciudad de Guatemala, 2019. Poeta maya y Kíche´ escritor guatemalteco. Escribía en su idioma materno y se auto traducía al español.

10

Entrevista a Cebaldo de León (Inawinapi)


¿Tapuykutichiy?

Entrevista

Cebaldo y Jorge (Coqui) Ventocilla,

quien le hiciera esta entrevista

exclusiva para Willakuy, en la

comunidad de Armila, Kuna Yala

¿Se puede ser indígena sin

haber nacido kuna?

Creo que ser kuna es un estadio del alma. Es decir, me

siento kuna porque por dentro nacen estas ganas, está

forma de sentir y vivir el mundo. Además, es una tarea

cultural que se aprende, se vive; a veces se pierde y

se recupera. En un mundo cada día más complejo,

con muchas culturas y diversidades, nos sentimos

resultado de este proceso y al mismo tiempo parte de

una raíz que no se queda sembrada en una sola “tierra”

sino que vuela a otros territorios, físicos y simbólicos.

Y también hay hermanos que nacen en otras partes,

de sangre “no indígena”, que por sus obras, trabajos y

militancias llevan el ser indígena en sí. Y son parte de

nuestra hermandad, de este clan gigantesco que lucha

y construye un mundo más solidario y justo.

¿Y crees que podría lo indígena

dirigir a Panamá, al mundo?

Creo que la forma y los modos como los pueblos

indígenas han defendido, construido y re-creado sus

mundos —ese titánico trabajo donde la violencia contra

ellos, ese “ocultar” su historia, su lengua, es tarea diaria

de los “tragalunas”, pero a pesar de ello los pueblos

viven y sobreviven… —, eso es una demostración de real

capacidad para construir sociedades más dignas y más

fuertes. Desde las tareas de entender y comprender a

la Naturaleza, hasta las de organizar comunidades, así

como las tan importantes del arte total, que junto a

la espiritualidad y a la ciencia, se viven como un solo

pensamiento, un solo proceso…

El mundo, pensamos, se puede y se debe dirigir, sí. Conjuntamente con otros hermanos que no siendo indígenas sienten

la urgencia de construir sociedades mejores, mundos más felices: es el abrazo universal, al que cantan nuestros Poetas

Mayores.

Entrevista a Cebaldo de León (Inawinapi) 11


Kurku

Cuerpo

Inca

Garcilaso

de la Vega,

¿primer peruano?

Autor : Hugo Chacón

Hugo Chacón Málaga es autor de textos que analizan la sociedad peruana desde

la perspectiva andina, como Nación Andina (2017) y Filósofos Andinos (2021). En

este artículo cuestiona la designación del Inca Garcilaso de la Vega como primer

peruano. Asegura que se trata de una figura de singular importancia en la historia

nacional, pero que ha sido utilizado por los creadores de la teoría del mestizaje,

despojándolo de su identidad quechua, andina, haciendo que su apellido Chimpu

Ocllo quede oculto bajo el teórico mestizaje de cuño occidental. Se trata de

páginas que el autor ha incluido en su libro “Filósofos andinos” ya publicado.

Controvertido Garcilaso; de autor prohibido por incitar la rebelión

indígena pasó a ser el paradigma de la construcción imaginaria

de una nación de criollos y mestizos en armonía (Garcilaso testigo

de vista, Hugo Neira). En coincidencia con la desestructuración de

importantes residuos coloniales su figura promovió estudios menos

globalizadores y orientados a analizar espacios más específicos

de su obra y biografía. Se observa su imagen de integrador, señero

primer peruano; se inquiere sobre sus errores y discuten sus

conflictos de identidad e investigan su oculta paternidad; analizan

su prosa y residencia española. Algunos autores rozan sus datos

filosóficos; lo señalan influenciado por la filosofía occidental,

neoplatónica. No lo señalan integral filósofo andino.

En este nuevo escenario de fin de siglo e inicios del nuevo, con

actores preocupados en buscar caminos que superen los viejos

paradigmas del inequitativo mestizaje del novecientos, Garcilaso

es desplazado por Guaman Poma, Juan Santa Cruz, José María

Arguedas y César Vallejo, en el interés de los investigadores y

preferencias en el imaginario popular. Se establece distancias

con el discurso garcilasiano que describe cotidiano mundo mítico

y se solaza con la extirpación de idolatrías que ejecutan sables y

crucifijos. Nunca descansa, es llevado y traído por hispanófilos y

andinos; se redactan narrativas novedosas en torno a su obra. Es el

inevitable papel de los clásicos.

Pocos reparan en el drama irresuelto que alberga cuando exalta

el imperio incaico de similar modo que celebra su extinción. Se

trata de una incoherencia aparente que se torna comprensible

en un hombre orgulloso de su estirpe indiana pero distante de sus

contenidos religiosos y del distinto desarrollo de la sociedad que

lo vio nacer. Sabemos que esas clasificaciones son constructos

edificados al amparo ideológico de la dominación y el coloniaje.

12

Inca Garcilaso de la Vega, ¿primer peruano?


Kurku

Cuerpo

Inca Garcilaso de la Vega, ¿primer peruano?

En estas páginas lo leemos como filósofo de la política,

historia, de la ética y la moral. De cuño quechua, andino,

distante de los patrones filosóficos occidentales. Es claro

que no escribió sus crónicas con el propósito de alcanzar

sitial tan particular, pero autores de su talla nunca son

dueños de sus obras como tampoco son hegemónicos los

modelos que encorsetan la manera de hacer filosofía. Aun

cuando es necesario liberarse de los cartabones que impone

Occidente, creemos que tal determinación no nos libera de

exponer condiciones para catalogar un pensamiento con

escalas filosóficas: analizar el ser en el tiempo; situarlo en

condiciones colectivas y materiales; meditar las relaciones

con la naturaleza e indagar en las vinculaciones con la

divinidad. Detrás de estas escalas se instala una exigencia

integradora: se requiere un sistema de análisis, un cierto

patrón orientador posible de ser reproducido como basa

de uso compartido. Consideramos un elemento adicional:

el pensamiento debe proyectar universalidad interpretando

particulares circunscripciones geográficas y mundos sociales

singulares. Garcilaso cumple con holgura estos requisitos, su

obra abarca la totalidad de las consideraciones descritas.

Nuestro pensador aborda la naturaleza del ser andino,

quechua en particular; nos describe los procedimientos

que gobernantes y gobernados acuerdan para construir

armonía y convivencia; narra la relación de los humanos

con entidades divinas; señala fundamentos religiosos, ritos,

y observa su influencia en el ordenamiento social; describe

la interacción del ser con la naturaleza y traza la profunda

asociación entre estas dos realidades complementarias. Su

elaboración es sistemática, rastreable desde su primera obra,

se expresa en peruano, para los peruanos; es el modo en que

se hace universal.

Es impugnable su posición de morar en el vértice de dos

culturas; la dificultad que hemos afrontado para repetir su

hibridaje biológico se explica por la desaparición de los

sujetos sociales que actuaron como progenitores, la realeza

materna y la heráldica del padre se agotaron con ellos

mismos. La élite criolla que teorizó en torno al paradigma de

unir dos humanas estirpes fue estéril para replicar uniones

semejantes con los descendientes plebeyos de la unión que

exaltaron y les sirviera de arquetipo para diseñar la sociedad

de laboratorio que se propusieron edificar. Repetir la

paradigmática unión de sangres reales y sus consecuencias

filiales fue un escollo irrepetible para la realidad del pueblo

llano y para las alturas del poder racial y político que rechazó

en la práctica lo que fue nada más que insustancial verbo

retórico. No fue posible replicar aquel desigual maridaje

real cuando no hubo ya blasones que integrar y lo que

restaba eran dominantes y discutibles méritos de sangre que

nunca tuvieron voluntad de unirse con la plebeya y cobriza

población que supo eludir el exterminio.

Los propios teóricos fundadores y sus descendientes sí

ejecutaron el mestizaje, pero eligiendo etnias extranjeras,

europeas; no asiáticos ni africanos, tampoco orientales.

Ha sido el único mestizaje exitoso en territorio nuestro. En

estratos inferiores, ubicados debajo del diminuto vértice de la

pirámide, se dio un aletargado proceso de ósmosis cultural que

no hizo realidad la teoría; en la práctica siguió ejerciendo su

mandato el criterio de dos sociedades, dos países, dos naciones.

El ordenamiento social se fue ejecutando de acuerdo con el

grado de alienación de sus actores; los ejemplos transgresores

fueron escasos, las uniones se dieron siempre en espacios

étnicos liminares que no provocaran transgresiones visibles

de las normas prácticas de separación. Poco más adelante,

desde radicales predios marxistas y contestatarios, la potente

teoría del inviable mestizaje recibió una colaboración

impensada: fundamentó la existencia de un Problema del

Indio, teoría que caló profundo en predios intelectuales y

políticos al punto que ahora se enseña en medios escolares.

Son páginas que generaron singular influencia en el proceso

social peruano y han llevado a los supuestos conductores del

cambio social a mantener este diagnóstico y tratarlos como

un problema objetivo y desestimar la prédica y los reclamos

que provienen de los sujetos inconvenientes. ¿El resultado?,

plazas públicas y escenarios de lucha política, inclusive bélica,

sin los rostros del problema; por lo tanto, sujetos sociales

destinados a masacres y marginación; señaladas como etnias

incomprensibles, negadas para construir autónomo poder

político y social. Lo cierto es que fueron desarrollos teóricos

que no contribuyeron a descalificar la patriarcal teoría de sus

socios del novecientos. La huella de esta teoría es profunda

por cuanto no es bien visto ejecutar uniones carnales con

un problema, tampoco hacer acuerdos políticos o sociales,

pactos y proyectos compartidos; en suma, ¿cómo se hace

viable un mestizaje productivo, equilibrado, que proscriba la

asimilación cuando el asociado para componer el mestizaje

es un problema.

En estratos inferiores, ubicados debajo

del diminuto vértice de la pirámide, se

dio un aletargado proceso de osmosis

cultural que no hizo realidad la teoría;

en la práctica siguió ejerciendo su

mandato el criterio de dos sociedades,

dos países, dos naciones.

Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, José Carlos Mariátegui)

Inca Garcilaso de la Vega, ¿primer peruano?

13


Kurku

Cuerpo

Si Garcilaso fue, en dimensión biológica, expresión de etnias diferenciadas, ¿qué representa en términos culturales? Para

respondernos se requiere resignificar al sujeto que se define mestizo a boca llena; no obstante, hay que resaltar la condición

de ilegitimidad que rodeaba al mestizo (Sobre la cuestión de raza en los Comentarios Reales, Margarita Zamora) y observar

sus crónicas para acercarnos a una opinión distinta y no delinear un Garcilaso que los interesados dominantes anhelan. En sus

escritos observamos orgullosa aceptación de la mítica, cotidiana y rutinaria actividad andina; exhibe con inocultable satisfacción

hábitos diarios; labores productivas y festividades; legislación ética y moral. Los juicios adversos aparecen con la descripción del

universo religioso, surge entonces su hispanismo clerical. Adopta la posición de los invasores describiendo la presencia extranjera

como obra de la providencia divina. Hace suya la labor evangelizadora sin reparar en la barbarie empleada para alcanzarla y no

percibe que la cotidianeidad andina se originaba en la densa organización que descendía de habitáculos divinos. Fue invidente

para observar que las virtudes éticas y morales que enaltecía eran el resultado de la trama teologal terminada de elaborar por

los Amautas.

¿Qué debe primar entonces para ubicar al cronista en

una orilla u otra del vértice compartido? Si usamos los

principios de contradicción y de síntesis occidental, su

huella andina es tesis que deviene en antítesis hispánica,

para engendrar luego síntesis de predominancia hispana.

El periplo dialéctico exige la destrucción de los sujetos

que iniciaron el proceso; el camino debe lucir purificado

de pasado si se quiere reiniciar la lucha de contrarios

siguiente. Si usamos las categorías del pensamiento

ancestral, de complementariedad y reciprocidad,

haríamos un juicio distinto y ajustado a la realidad que

compartía. Lo entendemos como expresión de un Tinkuy

sumatorio que no destruye nada precedente, lo supera,

lo transforma; quechua Hananque asimila hispanidad

Hurin para generar encuentro germinal, no excluyente,

procreador y equilibrado, justo. Deviene en personaje

que, legítimamente y por partes iguales, conserva alma

y camac. No es esta la visión oficial, obviamente, es un

paradigma que requiere narrativa nueva que instale su

herencia andina como guía orientadora. Recuperar su

estirpe Chimpuocllo y reacomodar su herencia hispana,

hacer dirigente su cultura materna. Es esta perspectiva que

hace posible que Garcilaso contribuya a la edificación de

un nuevo horizonte civilizatorio.

Una manera de evitar

decantarse por una u otra

herencia garcilasiana es evitar

considerarlo primer peruano.

El interés de centrar nuestra fundación nacional en un acto invasivo y bárbaro; ignorar que no podemos ser constituidos por

implantaciones de ciudades donde ya se desarrollaba urbanismo milenario, invalida valorar a un peruano post colonial como

fundamento de nacionalidad. Su racional y cerrada lealtad teórica al alto pensamiento occidental lo dificulta para ocupar el espacio

inaugural que le han asignado. La admiración por costumbres accesorias y transitorias, a los actos, en apariencia, no volitivos de la

sociedad quechua, no lo separan de hispánicas certidumbres espirituales y religiosas, inclusive filosóficas. Ignora Garcilaso que hay

alto pensamiento detrás de la narración que dedica a los actos cotidianos, en la descripción del día a día andino. En este juego de

tensiones es imprescindible declarar la primacía de los actos repetidos y los soportes que lo sostienen, lo que impelen a los seres

a actuar de modo determinado, aquello que apenas se transforma a través de los siglos: el alto pensamiento y sus fundamentos

religiosos. Hay que explicar que la adhesión de Garcilaso a Occidente es pátina que recubre lo sustantivo en él, pensamiento que lo

integró en su infancia y juventud.

Una manera de evitar decantarse por una u otra herencia garcilasiana es evitar considerarlo primer peruano. No es Garcilaso el

fundador de la nacionalidad, no en su forma mestiza teorizada por el lúcido interés criollo del novecientos y tampoco en su vertiente

indígena. Hay sujetos y colectividades anteriores que cumplen ese rol, anónimos y primigenios habitantes de estos territorios. Es

necesario ubicarlo como actor importante y singular en el largo proceso de construcción nacional; es orientador de caminos, figura

humana del teologal asa-gollete de nuestros ceramios, expresión de la capacidad de los andinos de dominar el uso magistral de

una lengua extraña y de absorber cultura forastera y utilizarla en provecho de nuestra matriz civilizatoria; en este ámbito es útil y

necesario. No como inicio y demiurgo de la peruanidad; sí como referente imprescindible de un prolongado proceso que conserva

en su figura un punto de inflexión, instante de reordenamiento, reacomodo a una realidad cuyo desarrollo aún no ha terminado.

14

Inca Garcilaso de la Vega, ¿primer peruano?


Kurku

Cuerpo

Una digresión. Pocos retratos han influido tanto en la edificación de una identidad como los elaborados por Francisco González

Gamarra imaginando a Garcilaso. La aparición de sus rostros “mestizos” coinciden con la cronología que sigue la instauración del

cusqueño como icónica imagen del mestizaje teorizado en el primer tercio del siglo XX. La difundida imagen, todas forman una

sola unidad, se ha tornado en el símbolo del mestizaje sin que haya preocupación en reparar que la herencia andina la hallamos

solamente en el medallón que luce en el pecho o en la iconografía incaica que decora alguna de sus obras. Los esfuerzos de

F. Gonzales por dotarle a Garcilaso de un rostro que recoja equitativas herencias biológicas se hacen estériles cuando tiene

que decidir sobre la primacía de alguna de ellas. Ante esa vital disyuntiva elige el formato criollo que lo domina como fuerza

hegemónica, relega lo andino a algún pómulo sobresaliente y al sol incaico que adorna su plexo hispánico. Aún en su juventud lo

retrata español; no puede ignorar la fuerza de la ideología y el sentido de nación con primacía española. Allí está el retrato, más

eficaz que las páginas y teorizaciones de Riva Agüero.

Su papel como filósofo nuestro es de imprescindible

importancia. Aquí, Garcilaso es actor fundamental,

requerimos su testimonio y reflexión en el espacio ético y

moral que debe ser el centro de preocupaciones políticas e

intelectuales.

Su papel como filósofo nuestro es de imprescindible importancia. Aquí, Garcilaso es actor fundamental, requerimos su testimonio

y reflexión en el espacio ético y moral que debe ser el centro de preocupaciones políticas e intelectuales. ¿Cómo edificar sociedad,

cómo integrar, cómo desarrollar principios de convivencia duraderos en medio de la diversidad? No hay modo posible si no

tenemos filosofía que responda a esa necesidad; en Garcilaso hallamos ideas, contenidos que nos orientan en ese camino.

Observemos la realidad explicada analizando sus escritos, la contienda que entabla entre estos espacios de su identidad. Menciona:

Para atajar esta corrupción me sea lícito, pues soy indio, que en esta historia yo escriba como indio con las mismas letras que

aquellas tales dicciones se deben escribir (*). Es muy claro y específico en este pasaje, no deja dudas sobre su filiación india. Se

muestra comprensivo con los ritos religiosos, normas y penas draconianas y con el gobierno antiguo. Manifiesta sus habilidades

narrativas declarándose indio nacido entre indios. Demás desto, en todo lo que desta república, antes destruida que conocida,

dijere, será contando llanamente lo que en su antigüedad tuvo de su idolatría, ritos, sacrificios y ceremonias, y en su gobierno,

leyes y costumbres, en paz y en guerra. […] Al discreto lector suplico reciba mi ánimo, que es de darle gusto y contento, aunque las

fuerzas ni la habilidad de un indio nacido entre los indios y criado entre armas y caballos no puedan llegar allá (*).

Critica la ignorancia de los cronistas españoles, por ese camino se erige en intérprete de su etnia, de su cultura: Que el español que

piensa que sabe más dél, iñora de diez partes las nueve, por las muchas cosas que un mismo vocablo significa y por las diferentes

pronunciaciones que una misma dicción tiene para muy diferentes significaciones (*). Y, aquí se asoma su otra mitad. Luego de

declararse indio, también se señala mestizo: A los hijos de español y de india o de indio y española, nos llaman mestizos, por

decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en indias, y por ser

nombre impuesto por nuestros padres y por su significación, me lo llamo yo a boca llena, y me honro con él. Aunque en Indias,

si a uno dellos le dicen “sois un mestizo” o “es un mestizo” lo toman con menosprecio (*). Hasta aquí es clara su vinculación con

los derrotados en la invasión. Su identificación con lo hispano aparece cuando está en juego la supervivencia de la contienda

civilizatoria, entonces su opción es claramente hispana. Lo vemos cuando narra pasajes de la rebelión de Manco Inca. Luego de

describir el levantamiento y el fuego que consumió la ciudad del Cusco y señalar su regocijo de no haber permitido Dios que se

quemasen galpones religiosos indica que por estas maravillas y otras semejantes que el Señor hizo para que su Fe Católica entrara

en aquel Imperio lo ganaron los españoles (*).

Del mismo modo, cuando se refiere a las contiendas entre nativos y españoles en Chile, refiriéndose a estos últimos, refiere: y más

de llorar para ellos, me pareció ponerlo aquí, no más de para que se sepa llana y certificadamente la primera y segunda nueva que

del suceso de aquella desdichada batalla vino al Perú luego que sucedió, y para la contar será necesario menester decir el origen y

principio de la causa (*). Lamenta el modo en que se puso en riesgo el dominio español en esas latitudes: en uno de los cercos que

ha tenido esta ciudad quebraron las imágenes de Nuestro Señor y Nuestra Señora y de los santos, con infinita paciencia de Dios

por su invencible clemencia, pues no faltó poder para castigo, sino sobró bondad para tolerarlo y sufrirlo (*).

(*) Comentarios Reales de los Incas, Inca Garcilaso de la Vega

Inca Garcilaso de la Vega, ¿primer peruano? 15


¿Tapuykutichiy?

Entrevista

Entrevista a

Bonfil Batalla

sobre el

Mestizaje

Autor : Bonfil Batalla

Las sociedades plurales.

Entrevista a Bonfil Batalla

Guillermo Bonfil Batalla fue uno de los más

importantes antropólogos mexicanos. Se dedicó

al estudio de la cultura popular mexicana, en

especial a los aportes indígenas que confluyeron

en ella. Su reflexión sobre el mestizaje contribuyó

a la formación de un pensamiento crítico, tanto

frente a las posturas racistas como a las visiones

ingenuas que creían ver relaciones de igualdad

en los procesos de cruzamiento étnico. El

siguiente es un extracto de la entrevista completa

publicada originalmente en la revista Alternativa

Latinoamericana en 1992.

16

Entrevista a Bonil Batalla sobre el Mestizaje


¿Tapuykutichiy?

Entrevista

- [...]¿cómo ve usted a las culturas populares

de América Latina en este momento, frente

al mundo hegemónico?

- [...] El problema que se presenta en primer lugar es que

vista como conjunto, en América Latina -y en particular la

mayor parte de sus países- no se ha logrado históricamente

la creación de sociedades culturalmente uniformes. Pienso

que las culturas mestizas de las que presumen algunos países

latinoamericanos no son tales, que es un mito tal mestizaje. No

me refiero al biológico, claro está, sino a lo que por ejemplo en

México la ideología oficial llama “cultura nacional mestiza” y

que según ella “toma lo mejor de la cultura mesoamericana y

lo mejor de Occidente a través de España para formar una cosa

nueva”. Creo que lo que se presenta como culturas nacionales

en América Latina son variantes finalmente degradadas de

la cultura europea occidental. Y cuando uno pregunta en

qué consiste el mestizaje de la cultura nacional mexicana

salen dos o tres rasgos -”aquí comemos tortillas y chile, aquí

decimos tales palabras”- que no reflejan una integración de

dos culturas diferentes sino que revelan una cultura impuesta

que se vio obligada a ajustarse a una situación diferente y

tomar algunos rasgos de la cultura preexistente (en este caso

la mesoamericana), pero no va más allá de eso. Entonces

los proyectos históricos nacionales de América Latina, y las

sociedades a que aspira, han sido formulados exclusivamente

a partir de una de las realidades culturales latinoamericanas,

que son las culturas dominantes de matriz europea. Eso ha

llevado necesariamente a la negación de las civilizaciones y

las culturas de base, tanto indígenas como afroamericanas,

o a la cultura de muchos sectores populares que ya no

se identifican como indígenas -aunque provienen de la

civilización india- y que conservan una matriz cultural que no

es la dominante. El esfuerzo de crear naciones que se echaron

a cuestas los estados latinoamericanos desde el siglo pasado

consiste precisamente en eso, ¿no?: se pensaba que el Estado

tenía que corresponder a una sociedad homogénea desde el

punto de vista lingüístico, tenía que haber una historia común,

sentimientos comunes. Y como todo ello no existía las capas

dominantes de los estados latinoamericanos se echaron a la

tarea de construir la Nación: en lugar de que el Estado fuera

el resultado de la Nación, aquí se planteó que la Nación

debía ser construida por el Estado. Y en eso llevamos un siglo

por lo menos, sin que se haya efectivamente llevado a cabo

la homogeneización de nuestras sociedades; en cambio sí ha

llevado a una nueva agresión brutal a las culturas indígenas y

a las culturas populares. Todo el liberalismo del siglo pasado

representa una violencia sobre los pueblos indios semejante

a la conquista en el siglo XVI; esto mete en el mismo saco al

General Roca de la Conquista del Desierto y a Benito Juárez

en México, exponente de la defensa frente al Imperio pero al

mismo tiempo impulsor de la desamortización de las tierras

comunales, que les quitó la base territorial y económica a

muchas comunidades indias, porque no era admisible -y sigue

sin serlo- la existencia de formas distintas de realizar la vida,

de concebirla. Me parece por otro lado que la crisis actual en

América Latina no es solamente económica, sino también la

crisis de un modelo político y la crisis de un modelo de Estado

Nacional, que en mi opinión no da más: podrá tardar todavía

algún tiempo en morir, pero está evidentemente en agonía.

Y esa quiebra del proyecto histórico de nuestros países tuvo

muchas formas: industrialización acelerada después de la

Segunda Guerra Mundial, o los diversos nombres que en

cada país tomaron los períodos de los cuarenta para acá, y

que lo que pretendían era actualizar nuestros países en el

sentido occidental del término. Éramos países atrasados

porque no éramos plenamente occidentales, somos países

subdesarrollados porque no alcanzamos los niveles de

desarrollo del proyecto occidental. Entonces pareciera que el

esfuerzo de muchas generaciones de América Latina -algunas

de ellas muy brillantes, de su mejor gente- en mi opinión han

sido estériles, precisamente porque la independencia no

rompió con la continuidad del pensamiento colonial, porque

nuestros países siguen siendo vistos cada día por muchas

de sus élites -o por lo más visible de ellas- como una tierra

extraña que hay que conquistar, y eso se revela en todo, ¿no?

Por ejemplo se revela en las concepciones actuales sobre

cuál es la salida de la crisis: en el caso de México, aparece

en este momento la tesis alternativa al modelo anterior de

desarrollo como la idea de convertir al país en una gran

maquiladora. Si uno piensa el problema se da cuenta de que

no se puede imaginar un proyecto nacional que descanse en

la solución de convertir a México en una maquiladora.

Entrevista a Bonil Batalla sobre el Mestizaje 17


¿Tapuykutichiy?

Entrevista

-¿De los Estados Unidos?

- Y de Japón, y de todos los países de punta. Eso significa concebir al país simplemente como una especie de reserva de mano

de obra, y de algunos recursos naturales que se van a poner en juego dándoles valor no en función de las necesidades de la

población sino en función de las necesidades del mercado internacional, como en el caso del maíz. Si miramos las principales

ciudades latinoamericanas vemos que el proyecto ha fracasado rotundamente, ellas son la muestra de nuestro subdesarrollo,

no el campesino tradicional. Lo que está subdesarrollado es este polo dependiente, periférico -en relación con toda la creación

científica, tecnológica, del mundo occidental. Nosotros no producimos una tecnología en ese nivel, pero se producen otras mucho

más importantes, que están vivas y que se están modificando constantemente en los sectores populares de América Latina; sin

embargo esas no son reconocidas, son negadas, y es a ellas a las que se les atribuye el subdesarrollo. Lo que es periférico y está

en quiebra no son nuestros países, sino el modelo que se ha tratado de imponer en ellos. El campesino latinoamericano en esta

época de crisis difícilmente es más pobre que antes de la crisis, porque ha sido pobre siempre, pero además porque los recursos

que tiene para hacer frente a los problemas son sus recursos, y esos no son expropiables, con esos no se paga la deuda externa.

Quienes están sufriendo más en estos momentos son estas clases medias que aprendieron a generar un modelo de aspiraciones

que no correspondía a la realidad profunda de nuestros países, que ahora sí se ven seriamente frustradas, y como ellas son las

que tienen voz, las que son visibles, las que tienen opinión, las que pueden manifestarse y protestar, creo que muchos se quedan

solamente con esa parte de la realidad y no ven lo que está pasando con lo que son las mayorías efectivas de nuestros países. Por

eso yo planteo retomar el horizonte civilizatorio indígena.

-Usted decía que los intelectuales de América Latina

están acostumbrados a ver a su propia gente como a los

otros, y eso me recuerda que Darcy Ribeiro describía su

vocación antropológica así: “yo quería ver el mundo desde

los ojos de los otros...”, desde los ojos de la gente, cosa

que aún no han aprendido a hacer muchas de nuestras

elites dirigentes. Ahora, volviendo a su planteo, a mí

me parece absolutamente coherente para países como

México, o Perú, donde hay mayoría real de población de

raíz indígena, pero me preocupa como sudamericana

-pensando en un proyecto global de civilización para

toda América Latina- porque existe una gran mayoría

conformada por sectores de raíz indígena en algunos

casos, de origen africano en otros y en los nuestros del

sur por sectores populares expulsados de Europa, que

también tienen que ver con otra clase de valores, de

humanidad y de vida cotidiana que las que nos impuso

el Norte y el capitalismo. Entonces, ¿es posible volver a

la cosmovisión y la forma de civilización indígena para

todos nuestros pueblos, que ya son irremediablemente

pluriétnicos y pluriculturales? ¿No es un volver atrás,

negar la nueva realidad?

- Bueno, vamos a ponernos de acuerdo en algunas cosas: yo no planteo una vuelta atrás para congelarnos en el pasado,

sino que para avanzar tenemos que volver a tocar tierra, tenemos necesidad de afirmar los pies en la realidad y no en la

falsedad de los proyectos que se han hecho. Pienso que sí, que eso implica dar algunos pasos atrás y que en estos momentos

avanzamos mucho si lo hacemos. Eso por una parte. La otra parte de la pregunta la contesto con otra pregunta, porque he

estado pensando mucho estos días en la situación de Argentina, viendo otros puntos de vista, otras experiencias vitales, otra

manera de existir. El asunto es este: ante sociedades que Darcy Ribeiro llama trasplantadas, como Argentina, Uruguay, en

cierta forma Chile, yo les pregunto: ¿qué son?, ¿se mantienen, o se proponen mantener, como europeos que viven en América,

aunque hayan nacido aquí? ¿Eso significaría que hay que construir en estos territorios el espacio para la continuidad de una

cultura europea, en vistas de que no la hay? Y si no es eso, ¿qué es?, ¿dónde va a estar la diferencia?

18

Entrevista a Bonil Batalla sobre el Mestizaje


¿Tapuykutichiy?

Entrevista

- Ese es nuestro problema, y por lo que -aunque a usted sé que no le conforma el término- decimos que

ya somos irremediablemente mestizos, en todos los sentidos.

- Pero una cosa es el mestizaje biológico y otra cosa es el problema cultural. En cualquier comunidad indígena uno ve incluso

niños rubios que son indios, y gente que tiene rasgos indígenas pero con una manera de pensar, una formación, una educación,

una cultura que es occidental, ¿no? Pienso otra vez en el caso de Benito Juárez: él era indio de origen, pero su actuación

nunca reveló eso. ¿Qué quiere decir este asunto del mestizaje? Yo creo que es un punto que hay que desmontar ya. Quizás

la salida está -o podría estar- en ampliar nuestra mirada, en no ver exclusivamente los límites de un territorio nacional como

lo estamos viendo ahora, sino ver una región que tiene en los últimos 500 años muchos elementos de historia en común, y

en los milenios atrás de esos 500 años también mucho en común: son más semejantes la cultura andina y la mesoamericana

que cualquiera de ellas con el desarrollo de la cultura occidental, ¿no? Entonces hay una continuidad geográfica que

seguramente permitió muchas relaciones culturales en su época, y si miramos esta enorme región en su conjunto y queremos

para ella un destino diferente, mejor, que no sea la negación de lo que existe sino

el desarrollo, el florecimiento de lo que realmente existe, yo no encuentro otra

posibilidad, otra tierra firme de la cual partir para iniciar un nuevo camino, que no

sea esas civilizaciones. Ahora, ¿qué quiero decir con esto?, ¿qué hay que pedirle a un

argentino hijo de italiano y polaca que ande con plumas y que hable quechua? No, de

ninguna manera me refiero a esa imagen caricaturesca, sino a otra alternativa: la de

construir sociedades plurales, donde puedan coexistir sectores sociales con culturas

diferentes sin que se establezcan entre ellos relaciones de desigualdad. Es decir,

reconocer y aceptar la diferencia, y organizar la sociedad a partir de esa diferencia,

y no en contra de esa diferencia, que es como la hemos organizado hasta ahora.

Suena probablemente muy utópico, pero por empezar yo no le tengo ningún miedo

a un pensamiento utópico, porque si no aceptamos utopías no sé adónde vamos. Y

sobre todo también porque cualquier reto, cualquier alternativa, aunque parezca

utópica, es mucho más real que el empeño de seguir por donde vamos; este es el

camino en el que ya no es posible creer. Allá hay un cierto margen de posibilidades

de realización; aquí por lo que se ve, en mi opinión no hay ninguna, entonces puedo

cambiar fácilmente esta falta de proyectos por otro cualquiera, por más utópico que

parezca, ¿no? Por eso hablo de sociedades plurales como alternativa, pero aun así

yo siento que tiene que haber un mínimo acuerdo, partir de un mínimo de valores

básicos, de aspiraciones comunes, porque de otra manera me resulta muy difícil

imaginar la coexistencia de lo plural, de lo diferente, para que no se transforme

nuevamente en la imposición de un modelo sobre otro.

- O en un mosaico desarmado...

- Exactamente, en una atomización que hace más invisible aún el futuro de cualquiera de esos sectores. No es tan utópico

tampoco pensar en que algún día se vaya conformando una nueva sociedad que integre características de los distintos

grupos, y pienso que es un proceso que seguramente se va a dar, pero que tiene tiempos históricos muy lejanos; no se

construye una nueva cultura por decreto ni por simple vecindad o coexistencia... El eje estructural, para mí, que puede darle

una consistencia y una especificidad al pluralismo de América Latina, es hacerla girar en torno a la cultura indígena. Eso no

quiere decir indigenizar, indianizar al resto de formas culturales que existen, sino tomar como eje fundamental la existencia

de esas civilizaciones, porque lo que tenemos -y usted lo dijo hace un momento- son gruesamente tres vertientes: la de

origen indígena americano, la de origen africano y la de origen europeo.

Esta última nos llevaría, si la tomamos como eje, adonde estamos, porque los sectores dominantes han adaptado ese modelo,

y también las clases medias, sobre todo las urbanas, que como decíamos antes tienen una fuerza y visibilidad cada vez

mayor. Y con respecto a la población de origen africano, han contribuido de manera fundamental, pero el sistema esclavista

colonial impidió la continuidad real de las culturas étnicas originales; en estos momentos lo que hay es una población y una

cultura que empieza a identificarse genéricamente como negra, como afroamericana; no se conservan las lenguas, no se

conservan muchas formas de organización, no se conservan incluso algunos conocimientos, hay cosas parciales, porque no

fue -como en el caso de los europeos- el trasplante de un pueblo aquí, sino que hubo un trasplante intencional de individuos

de diferentes pueblos para servir en las fincas, en las plantaciones, en las ciudades. Entonces, lo que realmen te tenemos

como civilización en torno a la cual construir el pluralismo, en mi opinión, es la civilización india. Insisto: no con el proyecto

de sumar a todos los sectores diferentes de la población latinoamericana a la civilización india, sino con el fin de convertir

esa civilización india en la referencia común, en lo que se toma de distintivo de toda esta fantástica región y este fantástico

universo humano y natural que es América Latina.

Entrevista a Bonil Batalla sobre el Mestizaje 19


¿Tapuykutichiy?

Entrevista

- ¿Qué elementos de esa civilización india serían los esenciales para construir una nueva sociedad plural?

- Yo le diría varios: por un lado construir el proyecto histórico de nuestras naciones, bien sean los estados nacionales actuales

u otros estados que puedan desarrollarse en el futuro. Digo esto porque yo creo que algunos de estos estados también están

agonizando, como estados y como territorios: cuando Bolivia tiene que plantear el pago de la deuda entregando territorio, o

cuando México ve que ese pago la va a convertir en una maquiladora gigantesca, quiere decir que los estados no tienen ya muchas

posibilidades de decidir, que ya no son las instancias que fueron en el siglo pasado, ¿no? Entonces un primer punto fundamental

en esto es, por ejemplo, una relación diferente de la sociedad con la naturaleza, que es un punto clave: Occidente probablemente

en la Edad Media perdió el rumbo y convirtió a la naturaleza en el enemigo a vencer; el hombre era más humano cuanto más

dominara a la naturaleza...

- Las definiciones de cultura más usuales suelen decir que es lo que el hombre hace, lo opuesto a la naturaleza...

- Exactamente, esas son las definiciones que aprendemos en la

escuela, y ha llevado el problema a una dimensión que ya no

se puede negar, a la destrucción de la naturaleza, el desastre

ecológico. Sin llegar a los extremos románticos de algunos

ecologistas, creo que nadie puede negar que el problema es

brutal: la posibilidad, en el caso de la ciudad de México, de

que en cualquiera de los próximos inviernos aparezca medio

millón de personas muertas ya no es un problema de ciencia

ficción ni de fantasía, ni de terrorismo intelectual; si se han

muerto hace dos años los pájaros de la ciudad en un día, no

hay ninguna razón para dudar de que en algún momento

pueda morir gente, es cuestión de que la inversión térmica

que en esos momentos duró 24 horas dure 72... y eso puede

suceder en cualquier momento. La contaminación de los

ríos, la deforestación, el problema del Amazonas, la erosión

de muchas tierras que antes fueron fértiles, son problemas

reales. Hay que cambiar la concepción de la relación con

la naturaleza, y ahí creo yo que la civilización india aporta

principios fundamentales. También nos aporta otra cosa: la

idea de sociedades que en todo lo esencial son autosuficientes,

y se organizan en función de esa autosuficiencia. Yo creo que

si América Latina fuera una región capaz de alimentar a su

población, de vestirla, de darle los servicios públicos básicos

que esa población necesita, pues todas sus capacidades

y potencialidades podrían expresarse con mucha mayor

riqueza. Y no consideraría eso como un nivel de subdesarrollo,

sino las bases de un desarrollo auténtico. Pero eso implica

cambios en la orientación política, en la orientación de la

economía, ver nuestra inserción en el mercado mundial en

otros términos que los de la competencia con los países de

punta. Si en el caso del maíz su cultivo se desplaza de las

mejores tierras para sembrar allí girasol o soja estamos

ante el mismo problema: se está agrediendo la base de la

alimentación del pueblo mexicano para dar ese espacio, esa

fuerza de trabajo, ese territorio, a atender necesidades de

un mercado internacional en cuya relación además siempre

salimos perdiendo, ¿no? Yo pienso que el problema va por ahí.

Vamos a poner otro ejemplo: el caso de las universidades, de

la formación de las élites profesionales en América Latina. ¿En

qué escuela de medicina se toman en cuenta y se incorporan

dentro de la enseñanza las medicinas tradicionales,

indígenas y populares? Resulta que con esas concepciones,

con esa experiencia acumulada, con esas terapias, es con lo

que enfrenta sus problemas de salud la mayor parte de la

población latinoamericana, pero las escuelas de medicina no

se plantean que hay que conocer y reconocer esa medicina

y tratar de establecer un vínculo entre la llamada medicina

científica y esta, entonces los médicos salen con la idea de

que hay que sustituir esa medicina existente -las prácticas

reales de la gente- por otra que se plantea como la única

y verdadera medicina. Es una política, una concepción, que

intenta sustituir la realidad por una realidad impuesta.

Vamos a la agricultura, es exactamente lo mismo: en un

país como México, en donde se inventó la agricultura hace

7000 años, y donde hay un conocimiento acumulado en los

campesinos a su manera, no expresado en forma académica,

llegan los jóvenes salidos de las escuelas de agronomía a

tratar de enseñarle al campesino cómo se cultiva el maíz.

Y generalmente son proyectos que fracasan, porque no

se toman en cuenta situaciones locales que son la base de

ese conocimiento tradicional: no es un conocimiento que

se pueda generalizar pero es válido localmente. ¿Cuántos

arquitectos en América Latina tienen una idea de cuál

es el sentido del espacio doméstico en el campo y en las

zonas marginales, en las zonas indígenas, de cuáles son

los procedimientos constructivos, de cómo se organiza

el trabajo para construir una casa, de cómo reconocen las

propiedades de los materiales que emplean y por qué los

emplean? Definitivamente ninguno; salen con la concepción

de un arquitecto profesional al servicio de la clase media

consumista y. urbana, y de repente vemos en todos nuestros

países las aberraciones de encontrar en pleno campo, donde

sobra el espacio, edificios de departamentos, donde el baño

tiene que ser convertido en gallinero, porque se trata de

campesinos que tienen mucho más interés en tener gallinas

que en tener excusados y todo eso. ¿Cuántos abogados tienen

la más remota idea de cuál es el Derecho consuetudinario

con que la gente dirime sus problemas en la realidad?

Entonces todo esto para mí da esa imagen de unas elites que

no han roto con el pensamiento básicamente colonial, que

desconocen y niegan la otra realidad de nuestros países, y

pretenden sustituirla por un modelo occidental. De allí parte

evidentemente la concepción del subdesarrollo: ¿por qué un

continente donde la gente trabaja todos los días -hablo de

las mayorías-, donde está resolviendo problemas, donde está

ejerciendo la imaginación, su capacidad creativa, decimos

que es un continente subdesarrollado? Porque hemos

decidido que el desarrollo es el de los países de punta, y que

lo tenemos que medir en esa escala, tenemos que aspirar a

ese tipo de sociedad, y a ese tipo de organización económica;

entonces la brecha se va ampliando entre ellos y nosotros,

¿no? Y todos los esfuerzos por dejar de ser subdesarrollados

han conducido simplemente a serlo cada vez más. En donde

somos subdesarrollados, reitero, es justamente en esta

mentalidad colonial, en los polos de modernización de

nuestros países: son las grandes ciudades como México, San

20

Entrevista a Bonil Batalla sobre el Mestizaje


¿Tapuykutichiy?

Entrevista

Pablo o Caracas las subdesarrolladas, porque allí sí el proyecto de crear ciudades actuales, modernas, al estilo norteamericano o

europeo ha fracasado rotundamente. Por eso hablo de cambiar toda la orientación de nuestras sociedades, y seleccionar ciertos

espacios donde podamos competir con ventaja, pero sin entrar en el mismo juego que hasta ahora. Es lo que yo estaría buscando

al plantear que necesitamos un nuevo eje referencial...

- En la civilización india hay también otro uso del excedente social, ¿no es cierto?

- Claro, el excedente no está concebido en términos capitalistas o desarrollistas occidentales: se trata de gastarlo socialmente.

Eso tiene dos fines aparentes: uno, que no genere desigualdad, o que no la amplíe, si hay gente que tiene dinero es la que debe

ser el mayordomo de la fiesta y gastar su dinero allí, porque la fiesta es un evento público que le da la legitimidad de ser miembro

del grupo, y si no lo hace el señor ya no pertenece más al grupo. En otros casos existe también una redistribución ceremonial del

excedente, un gasto que algunos llaman suntuario, pero que beneficia al resto de la comunidad. Lo que yo pienso, para resumir

todas estas reflexiones, es que la idea de tener como referencia, como eje, a la civilización india, busca la posibilidad de que

seamos capaces de ver a Occidente desde nuestra propia realidad, y no como ha sido hasta ahora, ver nuestra realidad desde

Occidente. ¿Qué quiere decir esto? No se trata de negar por ejemplo las posibilidades de usar y aprovechar avances tecnológicos,

industrialización, etc., sino que si descansamos en un esquema de civilización diferente podemos usar máquinas sin caer en la

maquinización, podemos aumentar ciertos consumos sin caer en el consumismo, podemos ver a Occidente como un abanico

de posibilidades que vamos a elegir de acuerdo con nuestro propio propósito y nuestro propio proyecto histórico, en lugar de

comprar el paquete completo que significa el proyecto de civilización occidental. Pero para poder hacer eso necesitamos tener un

proyecto de civilización diferente, y ese para mí no está en ningún otro lugar que en la civilización india, no veo otra posibilidad.

Quizás en un futuro muy lejano se haya dado efectivamente algo nuevo, pero eso no está todavía.

- Lo que me pregunto es si en última instancia esos

valores que nos importan como alternativa -la

solidaridad, la alegría de vivir, la creatividad, la justicia,

la tendencia a priorizar las necesidades esenciales por

sobre las especulativas- y que también se ven en los

barrios suburbanos, en las fiestas populares, en el trabajo

compartido, no son valores que están en la base de todos

los sectores subalternos a los proyectos capitalistas

dominantes en América Latina, sean o no indígenas, y no

pueden ir conformando un proyecto común diferente..

-Bueno, yo creo que la diferencia está, por ejemplo en esos

sectores populares de origen europeo que constituyen la

realidad de ustedes, en que son evidentemente fuerzas que van

a contribuir al cambio, a la transformación de las sociedades. El

punto es si tienen un proyecto de civilización distinto o no. En mi

opinión no lo tienen; creo que su proyecto básico es transformar

esta sociedad para hacerla más equitativa, más justa, para tener

una redistribución mejor de la riqueza social.

- ¿Algo más ligado a la idea de socialismo?

- Exactamente. Pero el socialismo no niega la civilización occidental, por lo menos en los países occidentales. El socialismo soviético

y el de Europa oriental es un atajo diferente y en mi opinión mucho mejor -más corto, más justo- pero para realizar los mismos

ideales de civilización. Yo digo, un poco en broma, ¿cuántas dachas (casas de campo soviéticas) necesita cada familia para que

se consume el socialismo? En este momento allí la aspiración es tener una dacha, y un automóvil, o dos, y el socialismo debe

permitirles a todos cambiar la nevera cada año, pero el esquema, el proyecto de civilización sigue siendo el mismo, sólo que se

realiza más justamente en un caso que en otro (aunque si uno piensa en países aparentemente capitalistas como Suecia también

hay fenómenos nuevos). Entonces el problema es: ¿estas culturas populares de origen europeo, que son las dominantes en el Cono

Sur, van a poder generar un proyecto de civilización diferente, o no?

Entrevista a Bonil Batalla sobre el Mestizaje 21


¿Tapuykutichiy?

Entrevista

- Solas posiblemente no, pero allí está la importancia del diálogo cultural y las vecindades latinoamericanas, ¿no

cree? Otro tema: ¿cómo se resolvían los problemas del poder en las civilizaciones indias?

- Sí, esto también hay que hablarlo, no hay que romantizar el pasado, pero yo vuelvo al mismo punto porque siento que es el

central: eran situaciones de dominación, de explotación, de transferencia de recursos de manera muy directa, pero dentro del

mismo horizonte civilizatorio. Allí se daban las mismas luchas internas que se dan en Occidente y en cualquier sociedad, pero

con una diferencia: el dominio de los aztecas sobre otros pueblos del centro de México nunca implicó distorsionar la economía

de esos pueblos, porque lo que ellos producían era lo mismo que consumían los aztecas; entonces había allí una expoliación en

el sentido de obligados a trabajar más, pero en su mismo sentido. El cambio frente a la dominación colonial europea es que los

esquemas son distintos, entonces había que acabar con aquello, hacerlos producir otra cosa y de otra manera; y eso es lo mismo

que se hace ahora, entonces hay una incompatibilidad manifiesta. O en la actitud religiosa: en el caso de México prehispánico

-conozco mucho menos la zona andina- nunca los aztecas trataron de imponer su religión, porque eran politeístas, y les era

mucho más conveniente incorporar al panteón a los dioses locales, no había necesidad de imponer una religión porque todas eran

semejantes. Y lingüísticamente tampoco hubo un proceso de nahuatlización, aunque en este caso sí creo que hubo imposición en

la zona andina con el quechua... Pero en general, se respetaban las identidades locales y regionales porque todos integraban ese

mismo proyecto de civilización.

- Usted habla a menudo de patrimonio cultural. ¿Qué sentido le da al término y cuál es su importancia

en la preservación de la identidad y la organización social

- En forma sintética, el planteo sería el siguiente; toda sociedad

históricamente formada y delimitada se asume a sí misma como

heredera de un patrimonio cultural enriquecido y transformado

por sus generaciones precedentes. Este patrimonio está

integrado por elementos culturales diversos: bienes materiales

-entre los que se destaca de manera particular un territorio

preciso-, conocimientos, formas de organización social, códigos

de comunicación y expresión, una subjetividad a partir de la

cual es posible la convivencia, y las lealtades indispensables

para mantener y reproducir la vida social. Todo este repertorio

de rasgos culturales que se consideran propios está articulado

y tiene sentido para el grupo social porque se organiza en base

a lo que podríamos llamar matriz cultural, es decir: un esquema

básico que ordena la percepción y la relación con el mundo.

Con ese patrimonio cultural el grupo hace frente a sus problemas,

los comprende e intenta resolverlos, define sus aspiraciones,

formula sus proyectos y procura realizados. A ese patrimonio

cultural tienen acceso exclusivamente los individuos que se

reconocen a sí mismos y son reconocidos por los demás como

integrantes o miembros del grupo; la identidad sería entonces la

expresión social e ideológica de pertenencia al grupo. Una de las

características definitorias es la pretensión de exclusividad que

cada grupo reclama sobre el control de su patrimonio cultural,

y en la relación con otros pueblos se dan relaciones que alteran

esa exclusividad. Un pueblo puede perder parte de su patrimonio

cultural original, que le es apropiado por otro -con lo cual se

achica su repertorio de recursos naturales-, o bien puede perder

el control sobre parcelas de patrimonio, con lo que su capacidad

de decisión es transferida fuera del grupo. Así se reduce el

ámbito de la cultura propia, y las decisiones son tomadas por

otros, con frecuencia con elementos culturales también ajenos.

Aun así, el núcleo persistente de cultura propia permite que se

sigan construyendo y reprod ciendo la identidad colectiva, hasta

un momento indeterminado en que ese ámbito de cultura propia

es insuficiente para sustentar la identidad del grupo, entonces

deja de existir como forma de organización social culturalmente

diferenciada: sería la culminación del proceso de etnocidio.

22

Entrevista a Bonil Batalla sobre el Mestizaje


¿Tapuykutichiy?

Entrevista

-¿Cuál es la situación actual de los pueblos indios frente a este proceso de apropiación en América Latina?

-El conflicto entre la identidad nacional y las identidades étnicas en sociedades como la mexicana está relacionado directamente

con el patrimonio cultural, principalmente en dos niveles. Por un lado se enfrentan dos pretensiones opuestas respecto a

segmentos concretos: las comunidades étnicas reclaman un determinado repertorio cultural como su patrimonio legítimo y

exclusivo, en tanto que las capas dirigentes del Estado y la sociedad nacional rechazan esa exclusividad y pretenden subsumir

ese patrimonio en uno más amplio e indiferenciado que sería el patrimonio nacional. El otro aspecto del conflicto se refiere a

quién tiene legitimidad para tomar decisiones sobre ese patrimonio cultural y en función de cuál proyecto histórico: para los

pueblos indios las decisiones de nivel nacional resultan impuestas, ajenas; para la sociedad nacional dominante las pretensiones

de decisión autónoma de las comunidades étnicas resultan ilegítimas. En los años recientes, el contenido profundo del conflicto

de identidades se ha manifestado de manera más explícita que en el pasado: las nuevas organizaciones políticas indias plantean

cada vez con mayor claridad sus demandas, que tienen un denso componente de autonomía. Luchan por preservar y enriquecer

su patrimonio cultural y por consolidar y ampliar sus facultades de decisión interna, tanto en sus reclamos territoriales como

en su demanda de un sistema educativo cuyos contenidos y modalidades incorporen las características de su propia cultura, la

revaloración de los conocimientos tradicionales, la defensa de sus formas propias de gobierno, sus normas de derecho, la práctica

de su religiosidad. Detrás de cada reivindicación está la aspiración a un control mayor sobre su propia cultura.

-¿Hay signos de otras identidades particulares surgentes?

-El panorama se vuelve más complejo si tomamos en cuenta el nacimiento de nuevas identidades, efectivamente. Decíamos

antes que en algunos países la población de origen africano afirma hoy una identidad genérica nueva, que se expresa, entre otras

vías, a través de la ideología de la negritud. Ciertos movimientos religiosos apuntan a la emergencia de nuevas identidades, como

en Jamaica. En los Estados Unidos, los chicanos y los latinos se organizan y se expresan apelando a una cultura histórica diferente

a la angloamericana dominante, y en base a esa especificidad y diferencia cultural plantean sus reclamos y aspiraciones. En

varios de nuestros países se consolidan identidades regionales que no necesariamente descansan en la particular composición

étnica de la población pero que sí afirman la existencia de una cultura regional distintiva que les da pie para articular demandas

de mayor autonomía frente al gobierno central. Es decir que se están planteando la existencia de un patrimonio cultural regional

diferenciado al cual deben tener acceso prioritario los habitantes de la región.

-Regresemos a su sueño: ¿podemos pensar un futuro para América Latina que integre todas estas

diversidades en sociedades realmente plurales?

-Creo que no es tan utópico. Los estados nacionales en países como los nuestros pasan por malos tiempos, y nada permite

augurarles un futuro mejor a corto y mediano plazo. Son estados que pierden terreno como instancias de decisión

autónoma, porque de un lado los intereses y las alianzas transnacionales tienen cada vez mayor capacidad de imponerles

sus decisiones en materias centrales como las políticas económicas y las estrategias de alineamiento y defensa militar.

Por el otro lado, el adelgazamiento impuesto a los gobiernos y las limitaciones a que los obliga la crisis estimulan el

surgimiento de las demandas de autonomía en el interior de las sociedades comprendidas por los estados nacionales: las

regiones, las etnias, reclaman el derecho a manejarse por sí mismas sin que necesariamente se reclame la independencia

política frente al Estado. Ante este panorama, la posibilidad de que las identidades sigan imaginándose como resultado

necesario de la participación en una cultura común no parece tener sólidos fundamentos para el futuro. Las tendencias van

más en el sentido de que se afirmen las identidades plurales contenidas en las sociedades nacionales, con una exigencia

mayor de control sobre su propio patrimonio cultural. Cabría entonces plantear una noción diferente de cultura nacional,

que descanse precisamente en el reconocimiento y la aceptación de la pluralidad, una cultura de convivencia con el otro,

que respete las diferencias y luche contra las desigualdades. Esto toca directamente al otro gran problema que está a la

orden del día; la consolidación de la democracia. Cómo debe ser la democracia en países cultural y étnicamente plurales.

Cómo asegurar la democracia en la diversidad, y la diversidad en la democracia.

Entrevista a Bonil Batalla sobre el Mestizaje 23


Kurku

Cuerpo

Identidad

y ficción

del mestizaje

Autor : Hugo Chacón

Hugo Chacón Málaga es autor de varios textos donde analiza la realidad nacional

desde el punto de vista andino, como como Nación Andina (2017) y Filósofos

Andinos (2021). En este artículo incluido en el último de sus libros, el autor discute

la validez del proyecto del mestizaje nacional por su manifiesta incapacidad

de articular a la diversidad cultural de nuestro territorio. Elabora un conjunto

de reflexiones que se expresan bien en las líneas siguientes. “A la complicada y

dual estructura personal que anida en cada peruano con variados contenidos e

intensidades se le ha denominado mestizaje. Su administración es patrimonio de

una sociedad criolla que se ha erigido en garante y encarnación de esta realidad,

sin percibir que mientras lo criollo se desarrolla sin articular lo disímil, lo andino se

multiplica coherente en la base de la estructura nacional, la sostiene y la vertebra,

crea y propaga realidad pese a su marginalidad.

24

Identidad y ficción del mestizaje


Kurku

Cuerpo

El ser nacional oficial es débil, invertebrado, para su

articulación requiere adquirir elementos de la cultura

dominada que le sean funcionales y necesarios: historia,

tradiciones, música, vestidos. Son componentes utilitarios

que le otorgan autenticidad que la identidad espuria no le

provee. Se recogen expresiones del idioma de los vencidos,

vocablos y configuraciones gramaticales; muchas se

imponen por la reciedumbre cultural que ostenta el lenguaje

dominado, al punto que en vastas regiones del país se

hablan variados dialectos castellanos. Se recuperan algunas

gestas rebeldes, atenuando el mensaje disociador y se las

adecuan a la historia de los vencedores; también se acude

a estructuras arqueológicas, las comprensibles y visibles,

de perfil magnificente que se muestran e interpretan como

elaboraciones de seres inmateriales e irrepetibles, creaciones

de culturas extintas y distantes al ser nacional; otros restos,

ininteligibles o de menor cuantía, son arrasadas a diario con

maquinaria pesada para extender el cemento y la barbarie.

Dos siglos después de instaurada la república, nos

encontramos aún en la encrucijada de precisar el carácter de

nuestra identidad. La gran mayoría de peruanos permanecen

ajenos a este debate, condicionados por la influencia

alienante de la cultura dominante que medra y se beneficia

de una realidad asentada en una falsa e imaginaria filiación

sustentada en la imitación como norma identitaria. No es un

tema que se debata en la sociedad; estudiosos, académicos,

políticos, no expresan, en la mayoría de los casos, posiciones

distintas; se argumenta que cualquier forma de identidad

es falaz, inútil, arbitraria. Sin embargo, sabemos que la

negación de su importancia es solo aparente, aceptarla

desnudaría los fundamentos de una dominación basada en la

alienación y coerción. Víctimas del nudo colonial, limitados

en su capacidad de discernimiento cultural, se esquiva o no

se acepta la realidad de una identidad espuria, impuesta

por la violencia y la visión de los dominadores, y que luce

como principal característica despreciar, ignorar la cultura

nacional originaria.

El uso de un perfil identitario incongruente con nuestro ser

esencial es un error primigenio, nuestro pecado original; ha

actuado como ariete ciego y depredador contra aspectos

culturales de una civilización que conjugaba autonomía

filosófica con extensas formas de entender la naturaleza

humana y los procesos productivos. La identidad no es

una entelequia, va acompañada de una estructura de

pensamiento que agrupa formas de asociaciones productivas,

relación con la naturaleza, normas éticas y morales e

inclusive pensamiento religioso; en suma, visión de país, idea

de nación. La elitista sociedad de paradigmas occidentales

impone de hecho una identidad nociva y extraña para un

extenso ser social tributario de concepciones alternas de

vida y desarrollo. La visión del mundo resultante colisiona

con la tradición cultural que subyace activa por debajo de

las apariencias y en permanente contradicción con la cultura

impuesta.

Son funcionales al proyecto los rezagos de exotismo cultural

que les hace aparecer genuinamente nacionales ante miradas

extranjeras; son útiles los disfraces nativos que los hay para

todo uso y ocasión: de campañas políticas y eleccionarias, de

eventos internacionales que comprometen la personalidad

del Estado; son distintivos que recuerdan el pasado distante

y aceptable, nunca del presente. También son utilizados

para definir identidad peruana en concursos de belleza; con

fines educativos, claro que folclóricas y de preferencia en los

primeros años de formación. Lo que observamos por debajo

de la visible realidad criolla es una densa viva y palpitante

trama civilizatoria andina que carece de reconocimiento, de

juridicidad y sobre todo de representación política.

El ser nacional oficial es

débil, invertebrado, para

su articulación requiere

adquirir elementos de

la cultura dominada

que le sean funcionales

y necesarios: historia,

tradiciones, música,

vestidos.

Identidad y ficción del mestizaje

25


Kurku

Cuerpo

Pertenecemos a colectividades que despliegan prácticas

sociales con valores implantados por la sociedad dominante,

pero, al mismo tiempo y de manera contradictoria, se

vertebran con hábitos y valores ancestrales. Con un aspecto

de la personalidad se expresa existencia oficial y, con otro,

experiencias vinculadas a la cultura ancestral; se trata de un

desarrollo psíquico contradictorio y desnaturalizante de la

condición humana: un Superyó regido por las imposiciones

de Occidente y un Ello andino reprimido en los sótanos

de la personalidad; al medio, el principio de la realidad

los hace desarrollar un Yo anómalo que los acomoda a

vivir una realidad contradictoria y ficticia. Es una situación

perfectamente asociable a formas de esquizofrenia: uso de

dos rostros y dos personalidades, la oficial y visible, criolla

occidental, articulando al Perú irreal con premisas básicas

e innegociables como señalar a la “raza” blanca como el

rostro representativo nacional, seguida de una gradación

muy controlada y aceptable que continúa en el mestizo,

oriental, negro, indio e indígena amazónico. Es la identidad

de los actos oficiales, ceremonias, formalidades. La identidad

real, velada, soterrada, es usada cuando el escenario permite

informalidad para hacer visible el Ello profundo. Es el

disfraz para festividades pasajeras, la actividad comunal, de

efemérides, de expansión y de reencuentro con tradiciones

que sabemos solo pueden aparecer como catarsis, como

limpieza de culpas soterradas, como expresión momentánea

de lo que quisiéramos ser siempre y nos prohibimos. Es

también utilizada para ser identificados ante lo extranjero;

sin reparar en los incomunicados compartimientos en que

está dividida su personalidad; con orgullo, muchas veces

genuino, nos señalamos originarios del país de los incas;

si esta descripción no es suficiente apelamos entonces al

nombre de algún famoso resto arqueológico que termina por

flanquearnos el acceso a una identidad invertebrada, postiza.

Confunde observar un

mestizaje material,

biológico, que la miramos

como síntesis de dos

culturas; sin embargo, en

la combinación cada parte

unida posee voz propia y

es audible el dominio del

sector que ejerce el poder

político y cultural.

La falsa identidad se hace también evidente cuando viajeros

nacionales, en la soledad y aislamiento extranjero, reparan

en sus incompatibilidades culturales con la sociedad que los

acoge y de la que creyeron formar parte por derecho genético

y cultural. De esta comprobación emergen testimonios de

numerosos peruanos que señalan su entendimiento de lo

nacional y de su identidad en solitarios escenarios extranjeros.

Es una definición del ser que pocas veces es posible encontrarla

en suelo nacional; aquí se ubica el territorio de las veladuras,

los postizos escenarios de los desencuentros. Pero, claro, son

hallazgos que no alcanzan a cuestionar el sentido raigal de

la identidad ni a plantearse una redefinición sustantiva de

lo nacional; acaba siendo útil para reordenar las piezas del

dominio occidental y ensamblarlo de manera menos ofensiva

para una realidad que nos han enseñado no percibir.

A la complicada y dual estructura personal que anida en

cada peruano con variados contenidos e intensidades se le

ha denominado mestizaje. Su administración es patrimonio

de una sociedad criolla que se ha erigido en garante y

encarnación de esta realidad, sin percibir que mientras lo

criollo se desarrolla sin articular lo disímil, lo andino se

multiplica coherente en la base de la estructura nacional,

la sostiene y la vertebra, crea y propaga realidad pese a su

marginalidad. La sociedad oficial es un epitelio inerte, plano

y monocorde insuflado de vida por nuestra antigua cultura.

Sin embargo, se trata de un ser andino que el poder de la

alienación ha vaciado de discernimiento crítico, impedida

de ser el tono dominante mientras no adquiera conciencia

de sí mismo. Lo que observamos en las interioridades de este

escenario es una patria de exclusiones y marginación para

una mayoritaria población de raíz andina que no posee lugar

dentro de un coto cerrado que organiza la producción, difunde

educación, imparte justicia y organiza entretenimiento y

fuerzas armadas con criterios blancos y excluyentes, todo ello

bajo los postulados de una alienada dominación que controla

el Estado y estructura el sentido común. El mestizaje deviene

entonces en paradoja, en dificultad lógica insuperable, una

aporía.

El Estado y la sociedad criolla administran y explotan

nuestras capacidades para su propia reproducción como

clase dominante instalando el convenido y falso marbete

del mestizaje. Si requisáramos de las quimeras criollas todo

el sustrato andino se harían evidentes sus depauperadas

expresiones y lo más hondo de la cierta sociedad nacional.

Un ejemplo es la gastronomía nuestra que es mostrada con

singular orgullo sin señalar que expoliada de los desarrollos

biológicos y culturales andinos y exenta de sus productos

observaríamos una culinaria semidesnuda, con algunos

desconcertados vestigios de arroz, kion y fideos. El cocinero

criollo de hoy rescata el menú nacional, no la tradición ni la

cultura. Si elimináramos de las fuerzas armadas a los jefes y

oficiales generales, restaría la misma institución sin mandos

criollos, en cambio, si eligiéramos sustraer a soldados, cabos,

sargentos y personal subalterno veríamos evanescerse a

la institución con la penosa imagen de jefaturas criollas

deambulando en busca de una institución inexistente.

Ejercicio semejante en variadas y extensas esferas de la vida

nacional nos muestra la misma realidad.

26

Identidad y ficción del mestizaje


Kurku

Cuerpo

La ficción del mestizaje es reconocida inclusive por académicos alejados de posiciones radicales, como Fidel Tubino, que señala

que el mestizaje es apenas una declaración ideológica y que la brecha de la república de indios y la república de españoles no

se ha cerrado desde su creación. Argumenta que la ruptura se mantiene, pero con otros actores. La república de españoles fue

sustituida por la república de los criollos y la república de indios por la de los excluidos de la ciudadanía; es un discurso fracasado

porque no abarca el relato indígena e impide que nos reconozcamos los diferentes. Es una exclusión…soslayada mediante la

teoría del mestizaje cultural. Gonzalo Portocarrero, en la misma línea de pensamiento, señala que el nacionalismo criollo ha sido

insuficiente para crear el sentimiento de comunidad y fraternidad, único subsuelo emocional sobre el que es posible lograr la

vigencia de la ley, hoy, en la sociedad peruana. El desplazado, el migrante, no deviene en mestizo al despojarse de su vestimenta

nativa; se asume no indígena en acto promovido por la colonización mental y la alienación que no equivale a una afirmación

mestiza positiva, sino que constituye el inicio del desdoblamiento de su espíritu en dos espacios en los que no volverá a reinar la

armonía y nunca se hará realidad una síntesis cultural. Esta especie de acriollada programación social no ha podido ser exitosa,

la realidad ha sido siempre más fuerte que los deseos. La resistencia cultural y las limitaciones del dominador han producido un

seudo mestizaje, combinación cicatera, desigual y discriminatoria para la cultura originaria, que se expresa en la constitución de

un ser invertebrado que alberga dos hemisferios culturales y posee dos rostros y dos espíritus que se usan según la ocasión y la

oportunidad.

Al requerir el mestizo biológico de elementos andinos para definir su ser integral y asumirse como

peruano, nos muestra el poderío de una cultura que aun vencida impregna con sus contenidos toda

expresión forastera; el mestizaje no es .primordialmente sumatoria de genes, es sobre todo asunción

cultural, compromiso de conciencia, licuación de identidades.

La existencia de un equilibrado mestizaje significaría cultivar una armonizada visión del mundo, dominar un idioma integrador,

poseer unitaria opción religiosa. No poseemos tecnología, ni medicina, arte, literatura y tampoco fuerzas armadas mestizas.

Confunde observar un mestizaje material, biológico, que la miramos como síntesis de dos culturas; sin embargo, en la combinación

cada parte unida posee voz propia y es audible el dominio del sector que ejerce el poder político y cultural. Aquí se impuso el

dominio brutal del vencedor que gravó a los mestizos realmente existentes todo el contenido cultural hispano, con sus correlatos

de racismo e intolerancia por la cultura vencida. Nuestros criollos mestizos realmente existentes son sujetos sociales fabricados

por la alienación para servir a los intereses del colonialismo que ha transitado por estos territorios con diversos grados de

intensidad y características. Por encima de ellos, como celosos guardianes de la sociedad estamental, se encuentran la elite

blanca, incontaminada de amalgama interior y promotora de un mestizaje con migrantes extranjeros de origen blanco occidental.

El esquema colonial se refuerza en sus objetivos al paso del tiempo. El modelo cerrado y excluyente, es consolidado en su cerrazón

por las acechanzas de los vencidos, siempre vigentes, nunca rendidos en el propósito de revertir la situación de opresión y dominio

colonial. El modelo entonces se acrecentó en su aspiración primordial de no integrar a la mayoría excluida del proyecto nacional.

El diseño se hizo aún más privado y elitista, perfilado a optimizar los beneficios privados y excluyentes; se desarrolló represivo,

racista, patrimonialista; sin organizaciones políticas representativas; sin alianzas con clases o etnias nacionales; sin liderazgos

personales ni colectivos, con paradigmas extraídos de una profunda colonialidad mental. Las alianzas que construye son naturales

y consustanciales al proyecto; las etnias y clases dirigentes de los países centrales de Occidente devienen en custodios y garantes

de sus pares criollos. Refuerzan de modo permanente los paradigmas civilizatorios; colaboran en el diseño del Estado; elaboran

manuales educativos; perfeccionan los mensajes de los medios de comunicación que refuerzan el imaginario popular; adoctrinan

y entrenan a sus fuerzas armadas; mantienen y acrecientan la colonialidad y hacen natural e insustituible el modelo social a

través de un complejo proceso de ideologización que hace imperceptible el control social y que desvirtúa día a día cualquier

cualidad o valor que pueda permanecer viva de la cultura sometida. Este es quizá el logro más acabado y mejor conseguido del

sistema de dominación cultural: que cada ser humano que habita este territorio considere que las estructuras económicas puedan

ser alteradas, que se acepte inclusive reelaborar el sistema de propiedad y las relaciones sociales de producción, pero no los

paradigmas ideológicos culturales y civilizatorios que mantienen vigente un modelo derrotado, decrépito y obsoleto desde su

nacimiento.

El mestizaje es un teorema de imposible demostración, de hacerse no hallaría humanidad nacional que lo porte. Es objetivo

que cinco siglos de dominación no han podido lograr y resulta de imposible obtención en el futuro por las mismas razones que

explican al maíz y al trigo incompatibles para el injerto. Las características de lo criollo y andino son disímiles, provienen de dos

fuentes filosóficas contrapuestas: una tiene la certeza de que los mitos se harán realidad en algún momento de nuestra historia,

la otra estima todos los mitos irracionales. Descalificada su religión, incomprendida su visión del mundo y filosofía, discutida

su calidad de seres humanos y por tanto la posesión de alma, su marginación de la pretendida nación criolla en ciernes fue el

decisivo sello que definió las características de la nación emergente. Son hechos que explican las razones, pese a las centurias

transcurridas, por las que el país real nunca se ha sometido a las formas y contenidos extranjeros. El diseño social y político

impuesto, eurocéntrico y monocultural, nunca tuvo la capacidad ni la decisión de incorporar a su configuración a los millones

de peruanos que procedemos de una cultura distinta, inconexa con la cultura dominante. Se constituyó un país disfrazado, falso,

irreal. Con variantes y correcciones superficiales es el modelo que nos dirige.

Identidad y ficción del mestizaje

27


Kurku

Cuerpo

Dondequiera que posemos la mirada no hallaremos

ninguna expresión social o económica y política mestiza.

Toda la sociedad está impregnada de una burda imitación

de los desechos de Occidente. La originalidad que se

puede observar en el arte, la música, culinaria, literatura,

arquitectura, ingeniería, formas locales de administración

de justicia, etc. provienen de las vetas inagotables de

nuestra cultura originaria. Es en el terreno de la ciencia y la

tecnología donde el subdesarrollo es más visible, la imitación

en este campo es inefectiva y difícil de ejecutar. Donde se

observa mejor la influencia andina es en el espacio del arte,

la música en especial. La sonoridad de antiguos qachwas,

arawis, jaillis, se han ido transformando hasta llegar a

expresiones contemporáneas que conservan toda la tesitura

de sus orígenes. A pesar de esta pesada y atroz aculturación

asistimos hoy, a contracorriente de la cultura oficial, a un

poderoso y creciente desarrollo de lo andino y amazónico

que recrea los elementos civilizatorios indígenas desde

una particular perspectiva de mestizaje de pie andino que

remodela el criollismo, lo transforma, lo somete y también

lo anula. Este proceso de penetración cultural a la inversa

se da en todos los ámbitos de la vida nacional y se ejecuta

sin orientación política concreta; emana sólo de la vital

supervivencia y fuerza de las raíces antiguas y reconstruye un

pie y predominio nativo que supera lo indígena y engendra

y recrea lo andino. Al requerir el mestizo biológico de

elementos andinos para definir su ser integral y asumirse

como peruano, nos muestra el poderío de una cultura que

aun vencida impregna con sus contenidos toda expresión

forastera; el mestizaje no es primordialmente sumatoria

de genes, es sobre todo asunción cultural, compromiso de

conciencia, licuación de identidades. El sincretismo o la

interpenetración cultural que se observa en algunos aspectos

de la realidad social es la victoria del sustrato andino,

expresión de su entraña milenaria, de la fortaleza quechua

y aymara, y de otras culturas nunca extinguidas a lo largo y

ancho del territorio nacional. No obstante toda esta realidad,

desde la orilla criolla siguen luchando contra el indio bruto,

ocioso, degradado intelectualmente; en este enfrentamiento,

el proceso de aculturación sigue en curso.

El seudo mestizaje fue el modo más eficaz de ocultar la

violación, el estupro y el uso sexual de las mujeres andinas.

El mestizaje biológico le generó a los hispanos el aliado más

eficaz en el manejo concreto de los paradigmas criollos.

Los mestizos, asimilados e instruidos con las mejores

herramientas generadas por el imaginario invasor, fueron

siempre funcionales a sus intereses. Jaqueados por la

desprestigiada cultura vencida y por los nuevos referentes

peninsulares, decidieron su identidad en el campo ideológico

de los vencedores. Desde entonces su función y proceder no

ha variado en lo sustantivo y se halla claramente delineado

por la temprana opción asumida. No fueron vehículo de

integración cultural, sí de segregación y opresión de la rama

materna de su contextura cultural. El construido descrédito

en el que fue sumida la cultura vencida hizo irrealizable

la fusión cultural. El sello ideológico inicial ha perdurado

intacto a lo largo de todos los siglos siguientes. Temprano,

Guaman Poma señalaba: Las dichas justicias y corregidores

y padres de las doctrinas, y tenientes de las ciudades y villas

y provincias de este reino, con poco temor de Dios y de la

justicia y de la ley de cristiano, andan rondando y mirando

la vergüenza de las mujeres casadas, y doncellas, y hombres

principales y andan robando sus haciendas, y fornican a las

casadas y a las doncellas las desvirgan, y así andan pérdidas

y se hacen putas, y paren muchos mesticillos, y no multiplican

los indios; y como no tienen salario, los dichos tenientes

roban.

Desconocer las fronterizas y visibles demarcaciones

culturales es desconocer la realidad, sustituirla por el

reconocimiento de un mestizaje ideológico que se asienta

en la necesidad de humanizar la violencia de la dominación

y su incapacidad de proporcionar, a través del mestizo, una

síntesis benévola y superior de su dominio. La ideología

criolla se encargó de ocultar con premura el componente

andino en nuestra biológica constitución y autenticar el

imposible estatus de insular neoeuropeísmo que nos han

endilgado desde siempre sus pensadores. El espacio indígena

en constante acecho ha sido siempre un mentís permanente

de cualquier supuesto europeísmo. El irreal mestizaje es un

constructo que somete y oculta el linaje indio y se desarrolla

ahíto de abolengo hispano; no resume su bifronte contenido

la total europea hispanidad y tampoco la heredad andina,

por eso su incapacidad para penetrar y ser entendido y

aceptado en los reductos indígenas, por eso su aceptación en

los territorios de dominio blanco, por eso es rostro de estéril

síntesis, vacía de racionalidad andina, incapaz de construir

sociedad integrada.

Ubicar la herencia europea en su legítimo espacio reconcilia

nuestro ser primigenio, distanciarnos del gen indiano

deforma nuestra humanidad, descompone la unidad de

ser y conciencia, primordial cuando el humano se vincula

a la naturaleza para crear particulares formas de trabajo

y articular asociaciones productivas. En su contacto con

la naturaleza y la producción el humano se humaniza y

confronta su ser individual y social, por eso la necesidad de

definir el lenguaje y el credo con los cuales nos asociamos en

comunidad y nos mancomunados con la naturaleza.

La incapacidad de la clase y etnia

dominante criolla para integrar a las

diversas colectividades sociales, étnicas,

que pueblan el vasto territorio nacional

se origina también en las limitaciones y

taras de cierta burguesía incapacitada

para dirigir y trabajar.

28

Identidad y ficción del mestizaje


Kurku

Cuerpo

Desde el campo nuestro, explicar la imposibilidad de construir la nación discurre

por el sencillo y complejo cauce cultural, sin obviar el papel de las clases sociales.

Sin duda que hay realidades que las hacen confluir en el análisis: la clase dominante

es sustantivamente blanca con algunos elementos de mestizaje biológico que

no los exime de ser culturalmente blancos occidentales. Encontramos también

una verdad inalienable: dos proyectos civilizatorios no son siempre compatibles

para el mestizaje, menos, si se utilizan los métodos empleados por las hordas

invasoras en su momento de conquista y por sus herederos contemporáneos

que legitimaron y continuaron con el proceso. La incapacidad de la clase y etnia

dominante criolla para integrar a las diversas colectividades sociales, étnicas, que

pueblan el vasto territorio nacional se origina también en las limitaciones y taras

de cierta burguesía incapacitada para dirigir y trabajar.

El proceso de hibridación no es sólo biológico. El genotipo es insuficiente

para columbrar el mestizaje, es necesario añadirle la opción cultural

elegida. Como cualquier elección humana, la asunción de la

identidad es también el resultado de un proceso de decisiones; la

introspección de la vertiente dominante en el mestizaje es una opción

a tomar aun cuando permanezca oculto a los ojos por la dominación

ideológica. Cuando es el resultado de una elección independiente y

personal el camino elegido estará poblado de acechanzas y derrotas, plagado de

claudicaciones y dudas; quien transpone los obstáculos arriba al espacio de la

conciliación del ser y la realidad, equivale a una epifanía laica que nos provee de

una simetría emocional antes desconocida.

El vocablo asimilación ha sido objeto de numerosas mutaciones, se inicia con los

sobrevivientes de las primeras acciones de exterminio, continúa con la segregación

y prosigue con la marginación, matizada con periodos de renovados genocidios.

Con el tiempo la sociedad criolla ha encontrado una denominación menos

ofensiva: inclusión social. La frase síntesis contemporánea ha construido en

su entorno una extendida aceptación y ha ganado el “sentido común” que

acepta como natural un modelo construido artificialmente. Su eficacia

proviene de su sencillez argumentativa: confrontadas dos culturas se

extermina a la vencida, y si es inviable proseguir con la erradicación

por razones económicas y de resistencia se margina a la sociedad

vencida y se inicia entonces un largo proceso de asimilación

que empieza con el despojo del bagaje cultural, proceso que se

complementa con la inclusión en el ámbito de la definida cultura

universal. El logro más importante de este procedimiento, como

lo menciona Fidel Tubino, es haber logrado que los subyugados

interiorizaran como autoimagen la imagen que los colonizadores

tenían de ellos y, al mismo tiempo, que interiorizaran como imagen

de los colonizadores la que estos tenían de sí mismos. La destrucción

de la estructura íntima del ser andino marca el dominio cultural de

Occidente.

En el proceso de asimilación, la cultura dominante otorga algunas

concesiones a la dominada, sin que ninguna de ellas le otorgue derecho

suficiente para poner en cuestión la primacía y valores de la cultura superior.

¿El resultado? La alienación permanente de aquellos que en aras de civilizarse

ven destruidos los aspectos más esenciales de su ser social y personal: lenguaje,

religión, vestimenta, música, costumbres, formas de asociación y de trabajo

además de un aspecto fundamental: la relación con la naturaleza.

Identidad y ficción del mestizaje

29


Kurku

Cuerpo

El mito del

mestizaje

Autor : Rafael Bautista

Rafael Bautista Segales es poeta, escritor, músico y filósofo boliviano. Hasta el año pasado fue director

nacional de Geopolítica del Vivir Bien y Política Exterior de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional

de Bolivia. Ha publicado dieciocho libros que contienen reflexiones acerca de la realidad y destino

de nuestros pueblos ancestrales. En este artículo publicado originalmente en reVISTA de Bolivia en

febrero del 2002, elabora una crítica profunda al mestizaje como un mítico encuentro de dos mundos

que edifica una subjetividad en el sujeto dominado que vive una contradicción sin resolución posible,

porque la única que ve genera la anulación de lo más propio, lo indio. Observa el mestizaje como un

proceso de asimilación cultural que impone la renuncia de la identidad original como precio de esa

asimilación, proceso que define la superioridad moderna y sanciona la inferioridad india.

Una crítica 1 des-colonial 2 al mestizaje, supone exponerlo desde una perspectiva no siempre abordada

en su tematización. Y ello se explica, en parte, porque lo que debiera desplegarse, en cuanto abordaje

crítico, es la consideración ontológica de los supuestos que envuelven al mestizaje, en cuanto proceso

de constitución que atraviesa una subjetividad; constitución que supone una des-constitución, y que

determina el tipo de subjetividad producida. Esto supone poner a consideración crítica los contenidos

de ese tipo de determinación.

Siendo lo moderno el horizonte de expectativas del proceso de mestizaje, una descripción analítica de

este proceso no puede dejar de lado la tematización del horizonte que presupone. De lo contrario, toda

descripción acaba, reductivamente, en una óptica claramente culturalista, y toda conceptualización se

diluye en la mera representación de un proceso transitivo de asimilación unívoca; sin nunca tematizar

los supuestos mismos que implica ese proceso y lo que significan en la también constante persecución

de contenidos identitarios. Esto, por lo demás, es usual en el campo de las ciencias sociales reducidas

a procedimientos deductivos de principios ya establecidos; los cuales, siendo punto de partida de toda

investigación, nunca son puestos en suspenso y menos a revisión crítica.

30

El mito del mestizaje


Kurku

Cuerpo

... por más que se quiera reivindicar la presencia de dos culturas en una nueva identidad,

ésta siempre se comprende, a sí misma, como objeto de un proceso de asimilación cultural

que se dispone a la renuncia de uno de sus componentes como precio de esa asimilación.

Ya Heidegger señalaba que los cientistas no saben lo que

hacen aunque lo hagan muy bien. Esto por la merma de

auto-reflexión epistémica de la metodología propia de las

ciencias particulares. Esto quiere decir que, llevar al ámbito

de la reflexión categorial, el carácter ontológico del proceso

de asimilación sistemática que manifiesta el mestizaje,

sólo podría ser abordado críticamente desde una reflexión

metodológica que despliegue, en todas sus determinaciones,

una “crítica al sistema de categorías de la racionalidad

moderna” 3 . Porque el mestizaje, en su propia especificidad

histórica, no es una transitividad abstracta sino el modo de

asimilación por subsunción que produce, en sí misma, una

subjetividad (en proceso de determinación) para constituirse

en subjetividad moderna.

Abordar el mestizaje dentro de esquemas culturalistas ha

devenido siempre en su naturalización, como un fenómeno

ineludible y hasta fatídico (cuya aceptación no sería más que

un supuesto realismo inequívoco). Esto ha significado que,

en este proceso de asimilación por subsunción, así como las

materias primas y los recursos energéticos de toda periferia

tienen como destino el usufructo exclusivo y unilateral del

centro 4 , así también se produce una suerte de transferencia

de valor, ya no sólo económico sino hasta vital que hace

la periferia al centro; porque si, en definitiva, es la propia

humanidad periférica la que transfiere plusvalor al centro, lo

hace siempre y, en definitiva, como plus-vida, que supone la

auto-negación de la periferia, para la afirmación constante,

acumulativa y concéntrica del centro, como reafirmación

ya no sólo de su centralidad sino de su “superioridad” en

términos absolutos.

Cuanto más humano aparece el centro menos humana se

considera la periferia (la des-constitución de la periferia es

la otra cara de la constitución y re-constitución del centro),

y esto porque esa transferencia de riqueza que hace la

periferia contiene, de modo sistemático, la capitulación

y auto-anulación que la propia periferia hace de sí misma,

dando lugar a una dialéctica de transferencia de humanidad

que es, en última instancia, lo que transfiere la periferia. La

acumulación exponencial de capital no significa sólo riqueza

física sino energía vital que despoja como composición

orgánica de su crecimiento. Por eso la dicotomía centroperiferia

le es consustancial a la acumulación concéntrica de

un sistema económico pensado como “ciencia de los negocios”.

Clasificar el trabajo y los recursos mundiales supone, de

ese modo, el lucro unilateral de una disposición desigual e

injusta de un mundo clasificado antropológicamente. No

hay centro sin periferia. Esto quiere decir que es la periferia

el soporte real y humano de la centralidad del centro. Para

afirmarse el centro necesita negar a la periferia pero, con el

fenómeno novedoso de la colonialidad (que no es el clásico

colonialismo 5 ), es la propia periferia la que se encarga de su

propia auto-anulación. La transferencia de valor es entonces

transferencia de humanidad: el plusvalor transferido resulta

explícitamente en trasferencia de plus-vida, y de ello es que

se alimenta, en definitiva, el desarrollo del centro.

Esto es posible por algo que es consustancial a la propia

modernidad: la naturalización de las relaciones de poder

y dominación global. En ese sentido, la clasificación

antropológica que produce la racionalidad moderna (en

cuanto eurocentrismo) es el horizonte mítico que despliega

el racismo en todas sus determinaciones 6 . En el ámbito

de la ciencia, que es el que nos interesa, funda no sólo los

horizontes de inteligibilidad de la ciencia moderna sino, a su

vez, las propias condiciones trascendentales de objetividad

que supone todo análisis; esto quiere decir que, es el propio

horizonte mítico-simbólico, el que preña a la racionalidad

moderna de los prejuicios que anidan en ese horizonte.

El racismo, en cuanto clasificación antropológica de la

humanidad, naturalizando las diferencias culturales (y

no como mera discriminación fenotípica del diferente,

siendo ésta una mera consecuencia), constituye y funda la

Weltanschauung propia de la subjetividad moderna. O sea,

constituye todo un marco categorial 7 que hace posible que

la subjetividad moderna se auto-comprenda como “superior”

y establezca, en sí misma, las fronteras de lo humano.

Por eso la subjetividad moderna comprende que todo lo

pre de lo pre-moderno establece no sólo una relación de

anterioridad sino, sobre todo, de inferioridad. La modernidad

necesita inferiorizar todo otro mundo cultural para aparecer,

en el supuesto curso evolutivo que funda su clasificación

antropológica, como lo superior, definitivo y culminación de

lo humano.

1. Una consideración crítica no busca devaluar lo puesto a crítica sino, más bien, de evaluar sus presupuestos y contenidos, para ver el tipo de consecuencias que se derivan en el ámbito práctico. Cfr. nuestro libro: Hacia una

fundamentación del pensamiento crítico. Un diálogo con Dussel, Hinkelammert y Zemelman, rincón ediciones, 2011.

2. Usamos el prefijo, no como una mera diferenciación retórica (des-colonial a diferencia de decolonial, propuesto por el colectivo modernidad/colonialidad) sino para especificar el tipo de reflexión metodológica que supone,

para nosotros, un proceso de descolonización (epistémica en este caso). Una crítica al sistema de categorías es una referencia al modo cómo Marx invierte y supera a la dialéctica hegeliana y que especifica en aquello en que

consiste la teoría del fetichismo. Lo que muestra una crítica des-colonial es el carácter fetichista que envuelve y atraviesa a la ciencia y filosofía modernas, es decir, al pensamiento y conocimiento modernos. Cfr. nuestro libro:

Reflexiones Descoloniales, ed. cit.; La primera teoría de la descolonización, en preparación.

3. Para adentrarse en lo que Marx produce como una crítica al sistema de categorías de la economía política burguesa, ver los 3 libros dedicados de Enrique Dussel a las 4 redacciones de El Capital: La producción teórica

de Max. Un comentario a los Grundrisse, 1985, Siglo XXI, México; Hacia un Marx desconocido. Un comentario a los manuscritos del 61-63, 1988, Siglo XXI, México; El último Marx (1863-1882) y la liberación latinoamericana,

1990, Siglo XXI, México; además: Marx y la modernidad, rincón ediciones, 2008, La Paz, Bolivia. El método que despliega Marx es actualizado, en clave des-colonial, como una crítica mucho más radical; pues ya no se trata

sólo de la economía política burguesa sino de toda la racionalidad moderna, pues el fetichismo de la mercancía se amplía al fetichismo de la misma ciencia y la filosofía y de la racionalidad en general que produce

la Para adentrarse en lo que Marx produce como una crítica al sistema de categorías de la economía política burguesa, ver los 3 libros dedicados de Enrique Dussel a las 4 redacciones de El Capital: La producción teórica de Max.

Un comentario a los Grundrisse, 1985, Siglo XXI, México; Hacia un Marx desconocido. Un comentario a los manuscritos del 61-63, 1988, Siglo XXI, México; El último Marx (1863-1882) y la liberación latinoamericana, 1990,

Siglo XXI, México; además: Marx y la modernidad, rincón ediciones, 2008, La Paz, Bolivia. El método que despliega Marx es actualizado, en clave des-colonial, como una crítica mucho más radical; pues ya no se trata sólo de

la economía política burguesa sino de toda la racionalidad moderna, pues el fetichismo de la mercancía se amplía al fetichismo de la misma ciencia y la filosofía y de la racionalidad en general que produce la modernidad. Si

pudiésemos definir a la modernidad de un modo sucinto podríamos decir que se trata de la producción, despliegue y desarrollo de relaciones fetichistas en todos los ámbitos humanos.

El mito del mestizaje

31


Kurku

Cuerpo

En ese sentido, el mestizaje se determina como el proceso de asimilación unívoca que

atraviesa una subjetividad todavía no determinada –como “humana”– para aparecer

transitivamente, en un proceso de modernización, como “humana”. Lo cual se traduce en

una mala infinitud (para usar terminología hegeliana), porque los criterios de clasificación

que adopta señalarán siempre su inferioridad, es decir, su humanidad puesta en duda y, por

ello mismo, en un proceso de nunca acabar, tratará siempre de demostrar dramáticamente

algo que, en definitiva, no es. Por eso no se trata de una asimilación inocente. La asimilación

es coactiva, pues si la propia humanidad está puesta en duda, entonces asimilarse a lo

constituido como lo humano significa despojarse de lo-suyo-de-sí, de su humanidad negada,

para encajar en los moldes prescritos por una antropología jerárquicamente establecida,

donde su inclusión será siempre subalternizada.

Una crítica des-colonial descompone el carácter fetichista de la racionalidad moderna y

relativiza el carácter absoluto de su pretendida “superioridad”. Históricamente procede al

desmontaje sistemático de su horizonte mítico 8 que, como contenido fundacional de sus

presupuestos lógicos, manifiesta, por procedimientos hermenéuticos, la profunda carga

ideológica de sus más arraigadas certezas y certidumbres.

Una vez que el horizonte mítico de clasificación antropológica de la modernidad es

asumido filosófica y científicamente, entonces puede prescindirse de aquél, mediante su

secularización lógico-racional; de ese modo aparece universal, siendo la formalización de

sus contenidos, la abstracción necesaria para auto concebirse más allá de todo tiempo y

espacio. En ese sentido, la expansión global de la modernidad (una vez constituida en “centro

desarrollado” y constituyendo a su periferia como “periferia subdesarrollada”) se produce,

en cuanto economía, como capitalismo, y como política y como derecho, como liberalismo;

pero la expansión no se consuma si no es acompañada por la radicalización de la conquista.

Esto quiere decir la re-significación del colonialismo en cuanto colonialidad. De este modo,

la naturalización de las relaciones de poder y dominación estructural-mundial adquieren

estabilidad y permanencia histórica.

Es en ese sentido que, el discurso del mestizaje, forma parte constitutiva de la cosmogonía 9

de la modernidad que, en la imagología de las elites subalternizadas, nace como la imagen

idílica del “encuentro de dos mundos”. Por reiteración cultural y pedagógica, forma parte

del conjunto de mitologías legitimadoras del mundo moderno, y está destinado a la

constitución de la subjetividad de los dominados en cuanto consciencia periférica. Esto se

produce mediante un proceso de asimilación por subsunción, que destaca una suerte de

capitulación emancipatoria y que se podría describir como el movimiento satelital de una

consciencia cuya referencia ya no descansa en sí misma sino en un centro que ya no es sólo

referencia sino hasta razón de ser de esta consciencia periférica.

4. Centro y periferia no son sólo categorías geopolíticas sino antropológicas y es, en ese sentido, que adquieren plena relevancia para mostrar una clasificación antropológica y ontológica que presupone toda geopolítica

imperial. Cfr. nuestro libro: Del mito del desarrollo al horizonte del vivir bien, de próxima aparición.

5. “Colonialidad es un concepto diferente de, aunque vinculado a, Colonialismo. Este último se refiere estrictamente a una estructura de dominación/explotación donde el control de la autoridad política, de los recursos de

producción y del trabajo de una población determinada lo detenta otra de diferente identidad y cuyas sedes centrales están además en otra jurisdicción territorial. Pero no siempre, ni necesariamente, implica

relaciones racistas de poder. El Colonialismo es obviamente más antiguo, en tanto que la Colonialidad ha probado ser, en los últimos 500 años, más profunda y duradera que el Colonialismo. Pero sin duda fue engendrada

dentro de éste y, más aún, sin él no habría podido ser impuesta en la intersubjetividad del mundo de modo tan enraizado y prolongado”. Quijano, Aníbal; Colonialidad del Poder y Clasificación Social, en Journal of World-

System Research, Volume XI, Number 2, Summer/Fall 2000 p. 381.

6. Cfr. Bautista S., Rafael: Reflexiones Descoloniales, ed. cit.La especificidad de las categorías, en relación a los conceptos, es que aquellas constituyen relaciones de sentido con la realidad, es decir, no establecen sólo una visión

de la realidad sino, sobre todo, una praxis. Los marcos 7.categoriales hacen posible una relación de factibilidad respecto del proyecto que se abrace; esto significa que, un marco categorial, establece epistémicamente qué

es posible y, en consecuencia, políticamente, qué es posible de ser impulsado. Los marcos categoriales delimitan el tipo de praxis posible o imposible en la realidad, en cambio, un marco teórico tiene como especificidad

delimitar o producir un recorte cognitivo respecto de la realidad. Cfr. Hinkelammert Franz: La armas ideológicas de la muerte, 1981, DEI, Costa Rica.

8. La modernidad se presenta a sí misma como el paso del mito al logos, de ese modo, la ciencia moderna se auto-comprende como superación del mito. Pero la idolatría racionalista de la ciencia demuestra que esa pretensión

no es más que un nuevo mito. El mundo moderno, como cualquier otro estadio civilizatorio, está lleno de mitos, con este añadido: los mitos que le constituyen son mitos de dominación. Cfr. Bautista S., Rafael: Del mito del

desarrollo al horizonte del vivir bien, de próxima aparición.

9. Cfr. nuestro próximo libro: Historia universal del dios de la modernidad.

32

El mito del mestizaje


Kurku

Cuerpo

Pues una consciencia periférica

es precisamente la constatación

de que ésta no puede producir

movimiento existencial por sí

misma (y, por lo tanto, tampoco

puede darse direccionalidad

histórica y utópica propia)

sino aquel siempre y uniforme

desplazamiento como la simple

referencia a un centroajeno.

Por eso la consciencia periférica se debate en las fronteras

del ser, actuando como celoso centinela de aquella

demarcación ontológica, porque se trata también de una

demarcación antropológica, ya que establece, a su vez,

las fronteras de lo humano. El mestizo se constituye en

consciencia periférica porque asume esa demarcación en

su propia subjetividad, encarnando la “misión civilizadora”

que se propone la modernidad, a la hora de expandir su

proyecto exponencialmente global. Por eso retrata la

condición del “sujeto barrado”, pues esto quiere decir que

vive una contradicción sin resolución posible, porque la

única resolución que ve consiste en la anulación de lo

más propio. La única resolución consistiría en advertir que

aquella contradicción no lo es (porque no se trata de negarse

sino de asumirse desde la exterioridad10 que no tolera

la totalidad cerrada del sistema-mundo moderno); pero

desde su constitutividad en cuanto consciencia periférica es

precisamente lo que no puede realizar.

Esto señala metodológicamente un distanciamiento de todos

los tratamientos usuales que se hace a la problemática

del mestizaje. En la actualidad se ha vuelto un discurso de

reafirmación de la contradicción; porque por más que se

quiera reivindicar la presencia de dos culturas en una nueva

identidad, ésta siempre se comprende, a sí misma, como

objeto de un proceso de asimilación cultural que se dispone

a la renuncia de uno de sus componentes como precio de

esa asimilación. Por eso se trata de una asimilación por

subsunción, pues renunciar a una parte de sí es admitir una

identidad bifurcada, sin posibilidad de proyecto propio, pues

a lo que renuncia es precisamente a aquello que podría

actuar como lo más novedoso de su propia constitución

identitaria. Pues una consciencia periférica es precisamente

la constatación de que ésta no puede producir movimiento

existencial por sí misma (y, por lo tanto, tampoco puede darse

direccionalidad histórica y utópica propia) sino aquel siempre

y uniforme desplazamiento como la simple referencia a un

centro ajeno.

El mestizaje no es entonces un “encuentro” y tampoco

resuelve nada sino que encubre y acrecienta la contradicción

mediante una sofisticada mitología que produce una

racionalidad fetichista parida desde una clasificación

antropológico-racial que encarna el mestizo y que carga como

fatalidad ontológica (el ser es, por eso es y se sabe centro,

el no ser no es, por eso es constituido como periferia). Esa

clasificación produce una naturalización de la dominación,

de modo que es, en su propia subjetividad, donde aquella

naturalización se debate dramáticamente entre afirmar la

“superioridad” moderna y negar la “inferioridad” india. Esa

dicotomía original ahora –el mestizo– la entiende en los

términos siempre dicotómicos de desarrollo-subdesarrollo.

Y es lo que manifiesta que el proceso de asimilación del

subdesarrollado en el mundo del desarrollo es posible sólo

por subsunción. Para ser admitido por el centro sólo puede

hacerlo desde un disciplinado movimiento satelital que le

transfiere al centro una plus-valorización de éste mediante

el sistemático despojo de vida de la periferia.

Esta transferencia de plus-vida que se produce en la autonegación

de humanidad del ámbito periférico es lo que en

definitiva se transfiere como plus-valorización del centro. De

ese modo la modernidad se constituye como la administración

antropológica y ontológica de esa centralidad ejercida como

dominación sobre el resto del mundo; el sistema-mundo

moderno es impensable sin la disposición geopolítica centroperiferia

que, lejos de ser una mera disposición espacial,

se constituye en una acabada clasificación antropológica y

ontológica de la humanidad.

El ámbito periférico, desconstituido de toda referencia

propia, gira existencialmente en torno a un centro que se

constituye ahora en el paradigma de vida que persigue

la propia periferia; de ese modo la propia existencia de la

periferia se diluye en la dramática opción de incluirse a toda

costa y llegar a ser como el centro; pretensión que anula

su posibilidad de superar su condición periférica, pues no

hay centro sin periferia y toda inclusión es sólo posible por

subsunción. Esta situación es la que describe a la propia

consciencia periférica de una subjetividad que ya no parte

de sí (como autoconsciencia de su condición periférica) y, en

consecuencia, no puede superar su condición subalternizada,

es más, en el empeño de “querer ser lo que no es y despreciar

lo que sí es”, anula la fuente de la posible superación de su

condición periférica.

Las trampas que se propina la consciencia periférica en la

renovación del discurso culturalista del mestizaje, busca

remediar su situación “fronteriza” en la ilusa afirmación

limítrofe del no man’s land. Ahora se concibe como un ángel

caído, sin historia ni memoria; se afirma como una novedad

pura, sin contaminación histórica y, como tal, no hace sino

reafirmar su siempre continua modernización; su egoidad

auto-centrada en cuanto ego-centrismo, retrata su pretensión

de ser como el centro que le niega; pero, para comportarse

como centro debe buscarse una periferia y, de ese modo,

reproducir (ahora sobre otros, que son los suyos) la dialéctica

de la dominación.

El mito del mestizaje 33


Kurku

Cuerpo

De ese modo el mestizo se apunta como el agente fronterizo que, en el ámbito periférico, se encarga

de vigilar las fronteras de lo humano. Se autodefine no como indio ni como k’ara, pero su programa

de vida consiste en una modernización siempre actualizada. Ya no necesita referirse a la dicotomía

civilizado-bárbaro, pero ahora, el desarrollo y el progreso modernos, constituyen el horizonte

emancipatorio que anhela.

Una nueva “extirpación de idolatrías” persiste en su horizonte de expectativas, como la nueva religión

secularizada que abraza como proyecto de vida: el catecismo de la ciencia le impulsa ahora a limpiar,

en sí mismo y en su entorno, todo obstáculo que pueda frenar el tren del progreso infinito.

Si la dicotomía centro-periferia es la secularización de la dicotomía originaria del mundo moderno,

como civilizado-bárbaro o, más acabadamente, como superior-inferior; su pretendida opción neutra de

presentarse como algo nuevo queda desdecida por esta reafirmación decidida de los más profundos

prejuicios modernos. Por ello su apuesta delata la trágica dialéctica de asimilación por subsunción; el

mestizaje consiste en eso: el proceso de su propia modernización no es gratuita, le cuesta el negar la

parte sustancial de su propia identidad.

Pero el mestizo, atrapado por el sistema de categorías que constituyen a una consciencia en

consciencia periférica, concibe la identidad como un añadido que se puede ir produciendo en la

facticidad misma; pero la facticidad no se da al margen de la historia y, quien pretenda partir de

su propia auto-referencialidad, en realidad, parte de la nada. Se parte siempre de la historia y todo

individuo presupone un mundo de la vida y éste presupone la historia. En tal sentido, la identidad

ya le constituye de modo ante-predicativo y pre-lógico desde la gestación misma; nace dentro de

una temporalidad singular y dentro de una espacialidad que no constituyen paisaje sino, sobre todo,

memoria histórica. No es un arrojado en la existencia sino un enfamiliado en un entorno vital que le

recibe como parte suya.

La identidad es el cuenco desde donde puede abrirse al contexto universal, porque toda nueva

experiencia sólo puede ser apropiada si tiene algo ya constituido como ámbito de recepción de toda

experiencia. Por eso la identidad no es algo que le confina al encierro cultural sino el locus desdedonde

es posible toda apertura existencial.

Partir de la historia, desde la asunción sin prejuicios de una identidad ya no barrada, consistiría en des-centrar la centralidad del

sistema-mundo moderno y, consecuentemente, superar la fatalidad satelital de la consciencia periférica. Pero aspirar a algo que

significa la propia auto-negación es aquello que describe el proceso de modernización por el que apuesta, en última instancia,

el mestizo. Ha subjetivado tan bien los prejuicios modernos que, lo que podría constituirse como fuente de un nuevo impulso

vital, novedoso y alternativo a la decadencia civilizatoria del centro –o sea, del sistema-mundo moderno–, queda arrinconado

a un pasado sin trascendencia alguna. Lo indio ya no constituye algo deseable, porque no sólo ha sido negado y excluido, sino

inferiorizado; en consecuencia, por más que el mestizo se atavíe folclóricamente de algo indígena, jamás impulsaría la forma de

vida que presupone aquello. No se asume indio ni k’ara, pero lo único que podría impulsar, porque es lo único que le aparece

como posible y deseable, es la radical modernización de su proyecto de vida.

Podrá enarbolar el “vivir bien”, los derechos de la Pachamama, la descolonización, el Estado plurinacional, pero todo ello acaba

en la retórica demagógica de un pluralismo relativista porque, en el fondo, asumiéndose como mestizo, reafirma la contradicción

y ésta la pretende resolver, muy a su pesar (incluso lleno de buenas intenciones), en impulsar aquello en lo que, en verdad, cree:

el desarrollo y el progreso moderno, como lo único posible y deseable, aun a pesar incluso de las evidencias empíricas de su

insostenibilidad actual y que se manifiesta como crisis climática y calentamientoglobal.

Por más evidencias que haya, por más irrefutable que sea un probable colapso ecológico, la consciencia periférica, en su continuo y

permanente proceso de modernización, sólo opta por lo que considera referencia única de sus opciones vitales. Por ello hablamos

del sistema de categorías que constituye las estructuras intencionales de la consciencia periférica; ella organiza e instituye su

relación con su realidad. Por eso la problemática que supone el mestizaje sólo podría ser abordado en su carácter ontológico

como crítica al sistema de categorías que presupone una subjetividad en cuanto consciencia periférica. Esta apenas introducción

a la consideración ontológica del fenómeno del mestizaje es lo que hemos pretendido en este corto trabajo.

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El mito del mestizaje


Kurku

Cuerpo

La impostergable alteridad

La

impostergable

alteridad

Autor : Fidel Tubino

Fidel Tubino es Doctor en Filosofía por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, profesor principal del

Departamento de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica del Perú y Coordinador de la Red

Internacional de Estudios Interculturales. Tiene numerosos libros publicados donde aborda los temas de

su especialidad. Aquí mostramos un resumen del artículo “La Impostergable alteridad: del conflicto a la

convivencia intercultural”, publicado en el 2004.

Tubino señala que el proyecto modernizador contiene un potencial etnocida de intolerancia cultural que es

preciso visibilizar al mismo tiempo que critica la modernidad porque no logra aproximarnos a sus promesas de

equidad social, tolerancia cultural, libertad política y solidaridad social. Uniformiza la diversidad en nombre

de una unificación lingüística y cultural que consolida la hegemonía social de la nacionalidad dominante.

Percibe que el discurso sobre la interculturalidad como proyecto ético político, aparece directamente ligado

a las luchas de los excluidos. Señala que el gran problema de la Modernidad es que no reconoce el valor de

la alteridad, con un Otro que está allí́ para ser incluido o eliminado. Precisa que se trata de un proyecto

colonizador: el Otro debe dejar de ser lo que es y convertirse en lo que nosotros somos. Es decir, su opción

es aculturarse. Y si se resiste en nombre de sus pertenencias culturales se coloca fuera de la ley, declarado

rebelde y debe atenerse a las consecuencias.

La Modernidad fracasada

Las tensiones y conflictos interculturales globales cada vez más crecientes se han generado, en gran parte,

por el fracaso de los procesos de modernización. La modernización alude a los cambios políticos, sociales

y culturales que aparecen ligados a los procesos de industrialización tales como “el crecimiento urbano,

rápido y a menudo caótico; los sistemas de comunicación de masas, de desarrollo dinámico, que envuelven y

unen a las sociedades y pueblos más diversos; los Estados cada vez más poderosos, estructurados y dirigidos

burocráticamente, que se esfuerzan constantemente por ampliar sus poderes; los movimientos sociales

masivos de personas y pueblos que desafían a sus dirigentes políticos y económicos y se esfuerzan por

conseguir cierto control sobre sus vidas; y finalmente, conduciendo y manteniendo a todas estas personas

e instituciones, un mercado capitalista mundial siempre en expansión y drásticamente fluctuante.” (Berman

Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la Modernidad. Madrid, Ed. Siglo XXI,

1982. P.2.)

La impostergable alteridad 35


Kurku

Cuerpo

Recientemente está emergiendo un discurso sobre el

desarrollo, abierto a las culturas no–occidentales. El poco

impacto social significativo de estos programas en términos

globales es expresión y parte de la occidentalización

soterrada, cuando no explícita, del proyecto modernizador. Es

así como las culturas originarias fueron y son exiliadas de sus

lugares ancestrales en nombre del Progreso. Desvalorizadas

como obstáculos para el desarrollo son superstición,

primitivismo, barbarie, o a lo más, folklore.

Las señales son múltiples: la pauperización creciente de

las grandes mayorías, la incapacidad de las democracias

liberales para incluir social y políticamente a las culturas

subalternas, la impotencia de los Estados monoculturales

para responder adecuadamente a las reinvindicaciones

étnicas, la proliferación de fundamentalismos étnicos y

religiosos anti–Occidentales, el crecimiento de las distancias

económicas y las brechas sociales, el irracional aumento de

los flujos migratorios desde el Sur.

La modernización fracasa entre nosotros porque en lugar

de enraizarse en las tradiciones culturales de los pueblos

y recrearse desde ellas, les niega validez y las coloca

como resistencias u obstáculos para el progreso social. Y

las culturas no son ni resistencias ni obstáculos, son por el

contrario los suelos en los que deben enraizarse los modelos

de desarrollo. Las sociedades no tienen una sino muchas

maneras de desarrollarse y son las culturas las que le

imprimen su sello, su particularidad. No hay un sólo modelo

de desarrollo, así como no hay un sólo modelo válido de

entender la vida buena, de encontrarle sentido al trabajo y

al ocio, a la vida y a la muerte. Las culturas proporcionan a

sus miembros “formas de vida significativas a través de todo

el abanico de actividades humanas, incluyendo la vida social,

educativa, religiosa, recreativa y económica, abarcando las

esferas pública y privada.”

La modernización sólo concibe como válido el modelo que

propone. Modelo que mide la calidad de vida en función de

indicadores exclusivamente económicos y coloca la tenencia

de recursos y el aumento del consumo como fines últimos

del desarrollo. Por ello y con justa razón, la modernización

es muchas veces percibida desde los márgenes como una

agresión simbólica o como un proceso desestructurador.

Podemos decir en síntesis que, desde la óptica de la

modernidad ilustrada, progreso equivale a modernización,

modernización a occidentalización y occidentalización a

desarraigo cultural.

La Modernidad fracasa en el Hemisferio Sur porque no logra

aproximarnos a sus promesas de equidad social, tolerancia

cultural, libertad política y solidaridad social. Uniformiza la

diversidad en nombre de una unificación lingüística y cultural

que consolida la hegemonía social de la nacionalidad

dominante. Contradice sus ofertas de equidad al imponer un

modelo económico basado en la lógica de la acumulación

del capital. Esta lógica produce necesariamente la

concentración de la riqueza y por ende enormes asimetrías

socio–económicas, acelera el proceso de despojo y el

empobrecimiento creciente de nuestras culturas originarias.

Al Sur los procesos de modernización han generado

sociedades con grandes mayorías condenadas a la exclusión

absoluta del ejercicio de la ciudadanía. A través de “políticas

de construcción nacional” el Estado moderno construyó

la identidad nacional a costa de la invisibilización de las

identidades étnicas originarias. No es exagerado afirmar que

el proyecto modernizador contiene un potencial etnocida

de intolerancia cultural que es preciso visibilizar. En nuestro

caso esto es aún más urgente porque no sólo los Estados

nacionales modernos invisibilizan a las culturas subalternas

y promocionan la homogeneización cultural: hay una extraña

complicidad de las instituciones de la sociedad civil – escuelas

privadas, universidades, iglesias, etc. – y los partidos políticos.

Emergen cada día nuevas e insospechadas formas y

estrategias de sobrevivencia cultural y de auto–ocultamiento,

que permiten a las personas de las culturas subalternas

subsistir en contextos francamente adversos. También se han

multiplicado las estrategias de resistencia cultural donde

los colectivos sociales reaccionan a la agresión cultural

encerrándose peligrosamente en sí mismos, muchas veces

en torno a un pasado idealizado que nunca existió de hecho,

pero que existe con mucha fuerza en su imaginario colectivo.

Emergen así con fuerza los fundamentalismos étnicos y

religiosos anti–occidentales que no están dispuestos a pactar

con una Modernidad que avasalló a los pueblos originarios

desde el inicio. No es entonces casual que el discurso sobre

la interculturalidad como proyecto ético político, haya

aparecido directamente ligado a las luchas de los excluidos.

En América Latina esto se muestra en el reclamo por una

educación bilingüe intercultural para los pueblos indígenas;

mientras en Europa en el tratamiento al problema del

racismo, la xenofobia y la discriminación de los migrantes del

Magreb y de América Latina.

36

La impostergable alteridad


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La Modernidad: proyecto sin alteridad.

Frente a los pueblos originarios el gran problema de la

Modernidad es que no reconoce el valor de la alteridad. El

Otro está allí para ser incluído o eliminado. La Modernidad

es un proyecto colonizador: el Otro debe dejar de ser lo que

es y convertirse en lo que nosotros somos. Es decir, su opción

es aculturarse. Y si se resiste en nombre de sus pertenencias

culturales se coloca fuera de la ley, declarado rebelde y debe

atenerse a las consecuencias.

Paradójicamente la modernización enarboló los ideales

ilustrados de la igualdad, la libertad y la solidaridad universal.

Sin embargo, en nombre de la tolerancia y el respeto a las

diferencias se justificó y se justifica una intolerancia cultural sin

precedentes y en nombre de la dignidad humana se atropelló y

se atropellan los derechos humanos de los otros, los bárbaros,

los extraños. Ya en el siglo XVIII Goya pintó genialmente la auto–

justificación de la barbarie en nombre de la Razón cuando los

ejércitos napoleónicos invadieron España para llevar los ideales

de la Ilustración. Goya fue testigo excepcional de la barbarie que

sembraron los ejércitos napoleónicos en tierras españolas.

“Yo lo ví: los sueños de la Razón engendran monstruos”, dijo.

El discurso ilustrado ha generado y generará contradicciones insalvables toda vez que permanezca encerrado en sí mismo. Es un

discurso autoindulgente que justifica aquello que niega y que parte de la desvalorización a priori de las otras racionalidades y de

toda otra posible cosmovisión alternativa. Así, por ejemplo, desde el proyecto modernizador la naturaleza es valorada como una

fuente inagotable de riqueza. De allí que se considere que todas aquellas otras concepciones de la naturaleza que hacen de ella

una madre sagrada con la que hay que relacionarse respetuosamente, sean consideradas supersticiones que es preciso erradicar

para poder modernizar las sociedades arcaicas. No hay alteridad, no hay tolerancia.

No creo por ello que el proyecto modernizador sea un proyecto que haya que desechar de plano. Lo que hay que hacer es

retomar sus ideales, no para justificar lo injustificable, sino para realizarlos de verdad. Entre tradición y Modernidad no hay una

contradicción necesaria. La modernización ha logrado generar mejores niveles de igualdad social y de libertad política en aquellas

sociedades donde se gestó a partir de tradiciones propias. El problema es cuando se trata de implantar arrasando las tradiciones

locales. Así, en América Latina la modernización social debe inculturarse en nuestras culturas originarias, arraigándose en las

éticas locales y en las formas ancestrales de convivencia solidaria.

El agotamiento de la cultura ilustrada y el desenmascaramiento del proyecto moderno conducen fácilmente al nihilismo

deconstructor y al post–modernismo paralizante. La post–modernidad nos enseña lo que es la Modernidad como proyecto cultural

y societal. Es la Modernidad reflexionándose a sí misma, el momento auto–reflexivo del proyecto moderno. Y allí está su riqueza

pero también su limitación. Su riqueza porque nos permite hacer un balance de logros y problemas generados. Pero también

su limitación porque no propone nada. Esto nos hace volver la mirada con nostalgia al pasado, para encontrar en él formas de

convivencia alternativas a las modernas. Y así, de post–modernos nos convertimos en tradicionalistas. El tradicionalismo es la

idolatrización de las tradiciones. El problema es que al sacralizarlas las petrifica y de esta manera las priva de su capacidad

innovadora. El proyecto moderno para adquirir vigencia y legitimidad debe ser enraizado y radicalizado, no abandonado. Para

ello hay que empezar por sacarlo del discurso cerrado y narcisista en que se formuló; y traducirlo, en clave hermenéutica, en el

horizonte de los discursos abiertos y el diálogo entre las culturas.

La impostergable alteridad 37


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¿Qué se puede esperar de la Modernidad?

La Modernidad, señala acertadamente Habermas, posee un potencial autocrítico que le permite identificar sus propias

incoherencias y avanzar en el camino de su superación. En lugar de renunciar a los ideales de la Ilustración hay que aprender

a realizarlos, en lugar de renunciar a la democracia como forma de organización de la convivencia y de distribución del poder

político, hay que radicalizarla. Habermas sostiene que “en vez de renunciar a la modernidad y a su proyecto como una causa

perdida, deberíamos aprender de los errores de aquellos programas extravagantes que han intentado negar la modernidad. Pero

el tradicionalismo petrifica las tradiciones, las convierte en ídolos, y en este sentido las desnaturaliza. El tradicionalismo mata el

poder vivificante de las tradiciones, las torna cosas, objetos de culto. Las tradiciones por lo contrario contienen los gérmenes de

la innovación, son la condición del cambio, el alma del desarrollo y del florecimiento de las culturas.

En lugar de dejar de lado el proyecto de la Modernidad lo que debemos hacer es revitalizarlo, conectarlo con la sabiduría de

la praxis cotidiana, generar vasos comunicantes entre los éthos de los pueblos y el saber de los expertos. Pero para ello, añade

Habermas , “el mundo de la vida tiene que hacerse capaz de desarrollar, a partir de sí mismo, instituciones que pongan límites a la

dinámica interna y los imperativos de un sistema económico casi autónomo y sus complementos administrativos”. ¿Desde dónde

colocarle un límite a la lógica de la acumulación del capital que es la que distorsiona la Modernidad y la torna contradictoria con

sus pretensiones? En el plano de los hechos, los límites a esta lógica perversa están siendo colocados por la conciencia ambiental

y la tolerancia intercultural. En primer lugar resalta el accionar de los movimientos ecologistas y la legislación internacional

de protección al medio ambiente, que colocan límites al afán desmedido de lucro. En segundo lugar, resalta el accionar de los

movimientos indígenas en defensa de sus territorios ancestrales y la legislación a nivel internacional sobre sus derechos. Ambos

movimientos sociales introducen limitaciones importantes, por ejemplo, a la explotación irracional de los recursos naturales y

tornan sustentable el desarrollo social.

Pero las barreras jurídicas a la acumulación del capital no son suficientes, porque el problema no es solamente legal, es sobre

todo un problema de mentalidad. El individualismo posesivo es una mentalidad altamente funcional a la economía global basada

en la competencia irrestricta y la acumulación de riqueza. Mientras esta mentalidad siga vigente, las barreras legales no tendrán

legitimidad social. Es por ello urgente y necesario generar una cultura de la solidaridad y de la tolerancia intercultural. Esta

“nueva cultura” tiene que abrirse a nuevas formas de organización de la vida diaria. Me refiero a la revalorización de prácticas

ancestrales comunitarias y andinas, como el ayni o la minka, o a prácticas de administración de justicia a nivel comunal.

Los límites del pluralismo jurídico

El reconocimiento del pluralismo jurídico no es una manera de sustituir el “Perú oficial”

por el “Perú profundo”. Lo que se busca es complementar la administración estatal con la

administración tradicional de la justicia. El asunto no es fácil pues se parte de concepciones de

justicia culturalmente situadas muy distintas. Así, en las cosmovisiones tradicionales la justicia

es concebida fundamentalmente como “reparación” de la armonía natural. Y la reparación

se produce cuando se erradica la causa de la ruptura del orden natural de las cosas. En esto

consiste el origen del “daño”, que de no ser interrumpido mediante una acción visualizada

en el trance chamánico, se reproduce en una cadena interminable. Sólo la aplicación de la

justicia restablece la armonía natural. Por otro lado, el concepto de “justicia distributiva“ como

“igualdad de oportunidades“ para todos, sin distinción de género y linaje es prácticamente

inexistente. Y esto porque las sociedades tradicionales son colectivos en los que el ejercicio de

los derechos no es igual para todos. Son sociedades jerárquicas que no admiten, por ejemplo, la

igualdad de derechos entre el hombre y la mujer.

En lo que concierne al régimen de sanciones, las colisiones son aún mayores entre el derecho

oficial y el derecho de costumbres. Se trata de empezar por cuestionar la racionalización

de la vida cotidiana que el proyecto de la Modernidad ha generado y darles su lugar a las

formas comunitarias de convivencia social. Se trata de “aprender a recrear” los ideales y la

institucionalidad de la Modernidad ilustrada desde las tradiciones vivas de nuestros pueblos.

Este es el punto de partida obligado.

38

La impostergable alteridad


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El fracaso de los programas pre–modernistas que buscaban la negación de la cultura moderna ha generado un clima de frustración

que alimenta el resurgimiento de nuevas formas de antimodernismo neoconservador. Este es el caso por ejemplo del relativismo

post–moderno de, por ejemplo, Fernando de Trazignies en el Perú, que busca liberar la política de toda suerte de demanda

de justificación moral–práctica. Ni pre–modernidad ni post–modernidad, ambas son opciones neo–conservadoras que no han

aprendido nada de la experiencia de la Modernidad. Antes bien, creo que debemos radicalizar la democracia moderna, enraizarla

y recrearla desde nuestras culturas y desde nuestras propias cosmovisiones.

La Interculturalidad como proyecto y respuesta

En su magna obra “La era de la información – Economía, sociedad y cultura“, Manuel Castells hace una sugerente distinción

entre las identidades legitimadoras, las identidades de resistencia y las identidades proyecto. No se trata de tipos ideales, fijos

e inamovibles. En el lenguaje de Castells las identidades legitimadoras son aquellas que son introducidas por las instituciones

dominantes de la sociedad – por ejemplo, la escuela pública, las iglesias o los medios de comunicación de masas – para extender y

racionalizar su dominación. Cumplen por lo tanto una función francamente ideológica, pues son funcionales para la reproducción

de las relaciones de poder entre la cultura hegemónica y las culturas subalternas.

En segundo lugar están las identidades de resistencia que son “generadas por aquellos actores que se encuentran en posiciones

y condiciones devaluadas o estigmatizadas por la lógica de la dominación, por lo que construyen trincheras de resistencia y

supervivencia, basadas en principios diferentes u opuestos a los que impregnan las instituciones de la sociedad”. Es el caso por

ejemplo de muchos movimientos sociales indígenas que en su fase inicial se constituyeron como respuesta colectiva frente al

fracaso de las ofertas de la modernización, del liberalismo económico y de las democracias representativas.

Las identidades proyecto surgen “cuando los actores sociales, basándose en los materiales culturales de que disponen, construyen

una nueva identidad que redefine su posición en la sociedad, y al hacerlo buscan la transformación de toda la estructura social”.

La Interculturalidad como proyecto ético–político alternativo a los fundamentalismos étnicos

y a los fracasos de la Modernidad en el Tercer Mundo, se está constituyendo como una identidad

proyecto. La Interculturalidad como oferta ético–política es resistencia a la modernización

occidentalizadora y al mismo tiempo proyecto de radicalización de la democracia. Pero como

identidad proyecto busca introducir cambios sustanciales a través de la utilización adecuada

de los espacios públicos de deliberación social de las democracias liberales, para visibilizar

la violencia simbólica que persiste en nuestras sociedades asimétricas. Hay que visibilizar las

violencias latentes para evitar que se tornen manifiestas y – mediante el ejercicio de la política

como arte de concertar voluntades colectivas frente a los impasses compartidos – buscar

soluciones oportunas que impidan el desencadenamiento de previsibles enfrentamientos

violentos, y generar en su lugar situaciones justas y simetría social. No hay que esperar que la

violencia latente se haga manifiesta para empezar a reaccionar a ella. Es posible y más aún,

necesario, visibilizar los conflictos latentes para atenderlos.

La Interculturalidad como proyecto ético–político es justamente eso: una manera de iniciar el

tratamiento razonable de la violencia latente ya existente en nuestras sociedades. Utilizando

el lenguaje de Galtung podemos decir que la Interculturalidad definida en términos éticos y

políticos es una opción por la “paz positiva” [aquella en la que se da la ausencia de la violencia

estructural; no es un “estado social deseable”, es por definición un proceso social].

La impostergable alteridad 39


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Las tareas de las democracias interculturales

Las democracias interculturales tienen como primera tarea descolonizar culturalmente los espacios públicos del debate político.

El debate público debe centrarse en torno a los problemas de justicia cultural y de justicia distributiva, porque la injusticia cultural

es la otra cara de la injusticia distributiva y la asimetría cultural es la otra cara de la asimetría socio–económica. El aparato

burocrático del Estado debe ser un instrumento eficaz y eficiente para ejecutar los acuerdos sociales. El Estado nacional moderno

nunca practicó la democracia inclusiva. En las sociedades latinoamericanas han sido las culturas urbanas castellano–hablantes

en sus diversas modalidades las que – elevadas al rango de culturas nacionales – se extendieron a las culturas subalternas y

construyeron las bases de las identidades nacionales. La exclusión de las culturas originarias de los proyectos nacionales fue

soslayada mediante la teoría del mestizaje cultural: la identidad nacional fue presentada como resultado de una síntesis entre

lo indígena y lo hispano. Síntesis que nunca se produjo y que más bien sirvió para invisibilizar la injusticia cultural y la asimetría

social.

Un proyecto societal intercultural empieza por incluir a los excluidos de la identidad nacional, por refundar las democracias

modernas, fuertemente etnocéntricas y elitizadas. Por hacer de los espacios públicos de la sociedad civil, espacios donde converjan

la diversidad cultural y la pluralidad de racionalidades. Esta es la utopía realizable de las políticas interculturales.

Hacia una agenda intercultural

En sociedades asimétricas como la nuestra, el diálogo entre las culturas es más una utopía deseable que una

realidad tangible. Y es porque el diálogo es un modo de relación que presupone tres condiciones que son

indesligables, a saber: simetría entre las partes, reciprocidad en el vínculo y ausencia de coacción. En condiciones

de asimetría económica, social y política las posibilidades de encuentros culturales positivos son mínimas. No es

que sea imposible su esporádica aparición; intentarlo es simplemente, andar contra la corriente. Por ello creemos

que lo sensato es, antes de dialogar, intentar crear las condiciones del diálogo. En otras palabras, diría que “...

no hay que empezar por el diálogo, sino con la pregunta por las condiciones del diálogo. O, dicho todavía con

mayor exactitud, hay que exigir que el diálogo de las culturas sea de entrada diálogo sobre factores económicos,

políticos, militares, etc, que condicionan actualmente el intercambio franco entre culturas. Esta exigencia es hoy

imprescindible para no caer en la ideología de un diálogo descontextualizado, que favorecería sólo los intereses

creados de la civilización dominante al no tener en cuenta la asimetría de poder que reina hoy en el mundo”.

Las condiciones necesarias para que pueda producirse el diálogo entre culturas a nivel macro y micro–social, en

sociedades asimétricas como la nuestra, son :

a. La creación de esferas públicas inclusivas de la diversidad.

– La primera tarea consiste en hacer que las “culturas nocturnas“ pasen del alba y se transformen, en los espacio

urbanos, en “culturas diurnas”.

– Tenemos que des–farandulizar las culturas originarias y hacer que el quechua y el aymara recuperen funciones

públicas.

– Hay que avanzar hacia una racionalidad pública intercultural: no hay una sino muchas formas de discernimiento

político y de diferenciación cultural.

b. Partidos políticos inclusivos

c. Estados multiculturales. Más allá del modelo decimonónico de Estado–nación homogeneizante, se trata de

replantear: a. la estructura básica y b. el sentido del Estado frente a la sociedad civil. No hay una fórmula única de

Estado multicultural para todos los contextos. Y el federalismo por sí sólo no resuelve los problemas heredados de

las sociedades coloniales. En nuestro caso creo que hay que replantear la descentralización no sólo en términos

administrativos o políticos, sino también en términos culturales, desconcentrando funciones sociales desde la

cultura hegemónica hacia las culturas subalternas.

d. Construir cultura política pública intercultural – basada en el diálogo intercultural – desde las culturas de base

de la sociedad civil.

40

La impostergable alteridad


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Creo que la concepción ilustrada de ciudadanía es la que se encuentra en la base de los programas de educación en derechos que

se realizan desde los Estados nacionales o desde las ONG. Este concepto cumplió una función de crítica social muy relevante en el

seno de las sociedades jerárquicas del siglo XVIII; sin embargo en la actualidad juega roles ambivalentes y ambiguos. Se usa tanto

para criticar los atropellos de las dictaduras como para legitimar el uso de la violencia y los atropellos del Imperio.

El concepto ilustrado de ciudadanía es un concepto marcadamente eurocéntrico y desprovisto de conciencia histórica que

necesita ser reformulado para recuperar su potencial crítico. Fue un aporte teórico y práctico muy relevante en su contexto de

origen. En la actualidad se revela como una teoría desfasada que alberga serios problemas teóricos y prácticos que nos obligan a

revisarla, no para rechazarla sino para “ponerla al día“: “historializarla”, contextualizarla, pluralizarla y diversificarla.

Los sesgos evitables del discurso intercultural

Seguido se anotan algunos de los principales desafíos ético–políticos a los que se enfrentan nuestras sociedades, en el mundo de

la globalización asimétrica:

a. Entre el indigenismo pre–moderno y la interculturalidad. La reinvindicación de las identidades étnicas amerindias conduce con

frecuencia a un indigenismo reactivo – nueva forma de fundamentalismo étnico muy común en la región andina – que propone el

retorno a un pasado pre–colonial idealizado que está lejos de ser una alternativa válida viable. El indigenismo fundamentalista

es francamente intolerante y conduce con frecuencia a un encerramiento cultural que impide la apropiación selectiva y crítica

de las ofertas de las culturas externas. Encierra a las poblaciones indígenas en sus propias cosmovisiones. Las incapacita para el

desarrollo humano y el “diálogo intercultural“. No es mediante un repliegue nostálgico al pasado idealizado como se promueve la

calidad de vida de las poblaciones indígenas sino mediante el impulso a las potencialidades presentes de la gente. El indigenismo

fundamentalista parte de una satanización de la modernidad y la idea ilustrada de “progreso”. Desde esta perspectiva Modernidad

y Tradición son irreconciliables: hay que optar.

La sacralización de las cosmovisiones indígenas propias del indigenismo fundamentalista las coloca como si fueran esencias

inmutables que no deben ser tocadas por influencias externas. El derecho a la identidad es paradójicamente interpretado como

el derecho a la permanencia y el derecho a la autonomía como el derecho al aislamiento. El indigenismo fundamentalista es un

movimiento anti–Occidental que conlleva a nuevas formas de etnocentrismo jerárquico. Así, mientras que las racionalidades y

las cosmovisiones indígenas son miradas con admiración y nostalgia, la cosmovisión y la racionalidad ilustrada es percibida con

desdén y desprecio. Es el racismo al revés.

El discurso intercultural no parte ni de la satanización de los procesos de

modernización ni de la sacralización de las cosmovisiones indígenas. No desconoce

los evidentes efectos nocivos y el empobrecimiento crónico que los procesos de

modernización han producido en las culturas y en las poblaciones indígenas. Pero

antes de partir de un rechazo en bloque a la Modernidad parte de un diagnóstico y

un balance de ella. Un “balance “de la modernidad que evidencie el imperialismo

de la racionalidad instrumental y la universalización del individualismo posesivo,

sin el cual no funciona la cultura y la economía de consumo.

c. Tribalismo étnico versus Estado nacional. Con frecuencia se asocia el discurso

intercultural a propuestas anti–nacionalistas, como si el poner en evidencia las

fracturas identitarias, sociales y culturales existentes en el país fuera una manera

de promover la desaparición del Estado nacional. Este es un sesgo que es preciso

evitar. Basadre nos recuerda con sabiduría el rol defensivo ante la indiscriminada

influencia extranjera, que pueden cumplir los Estados nacionales en sociedades

post–coloniales como la nuestra. Una sociedad intercultural no es una sociedad

sin Estado. De lo que se trata es de pluralizar el Estado nacional, lograr que deje

de ser un instrumento de la indiscriminada homogeneización cultural. Generar

espacios públicos inclusivos de la diversidad, pluralizar los partidos políticos,

interculturalizar la sociedad civil, colocar al Estado al servicio de la sociedad y no

la sociedad al servicio del Estado.

La impostergable alteridad 41


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Trayectoria de la

ideología del mestizaje

en el Perú del siglo XX

Autor : Eddy Romero Meza

Eddy Romero Meza es Magíster en Historia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), y licenciado en

Educación por la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH). Profesor en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

(UARM). Investigador en temas de nación e identidad, historia intelectual, pedagogía crítica y didáctica de la historia.

La ideología del mestizaje se convirtió entre los siglos XIX-XX, en la base del discurso de la nación peruana. Intelectuales

criollos buscaron homogeneizar a la población, invisibilizar lo indígena/afrodescendiente y blanquear a la nación. El siguiente

es un resumen del artículo “Trayectoria de la ideología del mestizaje en el Perú del siglo XX” , publicado en ISHRA, Revista del

Instituto Seminario de Historia Rural Andina (2022), en donde el autor desarrollar la relación entre historiografía e ideología

del mestizaje, tema poco explorado o explicado insuficientemente efectuando un análisis de la obra de cuatro influyentes

intelectuales e historiadores: Víctor Andrés Belaúnde, José́ de la Riva Agüero, Raúl Porras Barrenechea y José́ Antonio

del Busto, quienes formaron a generaciones de historiadores y estudiosos del país en el siglo XX, siendo los dos primeros

los primeros ideólogos de esta propuesta de nación. El discurso conservador e hispanófilo de estos ideólogos es presentado

como una ideología peruanista. El autor contrasta estos discursos con la visión de José́ María Arguedas, quien propone un

mestizaje sin aculturación.

42

Trayectoria de la ideología del mestizaje en el Perú del siglo XX


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La ideología del mestizaje

En el Perú existe la expresión común: “todos somos cholos”, que alude al deseo de reconocernos como iguales y la ideología del

mestizaje ha logrado generar una aparente conciencia de igualdad y homogeneidad. Sin embargo el racismo o clasismo racializado

contradicen cada día este discurso. Las expresiones: “todos somos cholos” y “el que no tiene de inga, tiene de mandinga”, son

ficciones o aspiraciones reconfortantes que encubren realidades de exclusión y discriminación, aunque no dejan de representar

el honesto ideal de muchos peruanos.

El antropólogo Peter Wade (2003), ha explicado que el mestizaje ha sido concebido como base o fundamento de identidad de las

naciones en Latinoamérica. Las élites sociales e intelectuales son sus principales promotores. Las élites postcoloniales buscaron

celebrar el mestizaje y presentarlo como la materialización de una “democracia racial latinoamericana”, aunque paralelamente

concebían el mestizaje como una mancha que podía superarse eugenésicamente mediante políticas de fomento de inmigración

europea.

La formación de la nación exigía homogeneización racial y cultural pero no bajo el patrón del mestizo-indígena o mestizo-afro,

sino bajo el modelo de mestizo-blanco (Navarrete, 2014). La idea de progreso en tiempos decimonónicos e inicios del siglo XX

estuvo impregnada de las ideas racialistas europeas, que proclamaban la inferioridad de indios, negros y asiáticos. El mestizaje

en tanto proceso inevitable debía orientarse a “mejorar la raza” mediante la mezcla con migrantes europeos, mas no en la

“empobrecedora” fusión de indios, negros y chinos.

Federico Navarrete ha descrito claramente las principales características de la ideología del mestizaje:

• El mestizaje se ha convertido en América Latina en una categoría racial única, destinada a absorber

a las demás y lograr la unificación racial.

• La definición moderna de mestizo no es racial-biológica sino socio-cultural. La occidentalización

mediante idioma, vestimenta o costumbres, convierte al indígena en mestizo.

• La ideología del mestizaje funciona como una “solución incluyente”, que permite integrar a grupos

tradicionalmente explotados-marginados-excluidos.

• El mestizaje moderno es excluyente respecto a ciertas herencias culturales, pues privilegia una

visión dual, donde se resalta la mezcla de dos elementos (blanco/indígena – blanco/ negro), y se

excluye a los grupos incompatibles con estas mezclas (minorías étnicas).

• La ideología del mestizaje, también excluye a los grupos que se niegan a integrarse a los patrones

culturales del grupo mayoritario o cultura mestiza/cultura nacional. Grupos que no se integren a la

cultura hegemónica, son percibidos como amenazas a la unidad de la patria.

• El objetivo no es ennegrecer o aindiar, sino blanquear a indígenas y afrodescendientes.

• La “unificación racial” podía llevar a prácticas como el exterminio de grupos o minorías. Pero el

camino más común fueron los mecanismos legales (despojo de tierras comunales y educación pública)

(Navarrete, 2014, pp. 66-69)

Como ha explicado la historiadora Cecilia Méndez, durante la Independencia e inicios de la república, la glorificación del pasado

incaico convivía con una actitud despectiva hacia los indígenas. Es, además, en el siglo XIX cuando se elabora una fuerte asociación

entre población india y un espacio geográfico. El indio peruano pasa a ser serrano (habitante de la sierra), invisibilizando al indio

costeño, o negando el componente español en las alturas de la sierra. Los intelectuales reforzarán este discurso de una geografía

racializada, donde se instala la imagen dual de una costa-blanco-criolla y una sierra-indígena.

El historiador Francisco Quiroz, ha señalado con claridad que “a la República en tiempos del guano le convino presentarse como

un país moderno y civilizado en los términos occidentales. En este proyecto, los indígenas, selváticos, afroperuanos y castas no

tenían cabida”. El sociólogo Gonzalo Portocarrero en sus ensayos sobre racismo y mestizaje, ha sostenido que “el racismo científico

vitaliza el colonialismo” en el Perú; y que esta ideología decimonónica, “fue la ideología implícita del moderno Estado oligárquico

(1895-1968)”

Trayectoria de la ideología del mestizaje en el Perú del siglo XX 43


Kurku

Cuerpo

La generación posterior a la guerra del pacífico (1879-1883), buscó la integración nacional a través del mestizaje. Los arielistas

o generación del novecientos: Riva Agüero, Víctor Andrés Belaúnde, y los hermanos García Calderón, intentaron esta vía, pero

no llegaron a romper completamente con el colonialismo. De hecho, “se trata de una época donde se supone que todos somos

iguales, pero donde se sabe, desde luego, que unos valen más que otros. El discurso racista más radical circula en voz baja y en

pocas ocasiones llega a la imprenta”. (Portocarrero, 2007)

Bajo ese horizonte se afirma un discurso pro-hispanista, al cual la historiografía fundamentará de diversos modos. El discurso del

mestizaje, ya presente en historiadores como Sebastián Lorente y Carlos Wiesse, tendrá continuidad en la generación de Riva

Agüero y Víctor Andrés Belaúnde; en representantes de la generación del centenario, como Raúl Porras Barrenechea, e incluso

en generaciones más recientes, donde se hallan historiadores como José Antonio del Busto, Guillermo Lohmann Villena y José

Agustín de la Puente Candamo. Esta ideología es flexible, y se adaptará al racismo explícito de autores decimonónicos o posturas

conservadoras del siglo XX. En tanto ideología oficial del Estado alcanza a diversos sectores, conservadores y progresistas.

Presentarnos como nación mestiza se convirtió en un lugar común a lo largo del siglo pasado.

El presente artículo se aproximará a la ideología del mestizaje a través de la obra de algunos autores cuya influencia fue notable

durante el siglo XX, ubicados dentro de una tradición historiográfica conservadora y prohispanista. El objetivo final es describir

y explicar la relación entre el discurso conservador-hispanofílico y la ideología del mestizaje, la cual se convierte a su vez en la

base del nacionalismo criollo. La relación entre ideología del mestizaje e indigenismo, constituye un tema de contraste necesario

pero que solo será abordado parcialmente, por cuestión de espacio, utilizando algunas ideas del escritor y antropólogo José María

Arguedas.

Democrático (1915), la fundación de la revista

Mercurio Peruano (1918) y la presidencia de la

Asamblea General de la ONU (1959).

Víctor Andrés Belaúnde y la

tesis de la “Síntesis viviente”

Víctor Andrés Belaúnde (1883-1966), fue un destacado

intelectual y diplomático peruano, cuya obra ha

influido notablemente tanto en el campo académico

como político. Puede afirmarse que junto con José

Carlos Mariátegui (socialista), y Víctor Haya de la

Torre (fundador del APRA), conforman el grupo de

intelectuales más influyentes de la primera mitad del

siglo XX. De hecho, el pensamiento de Víctor Andrés

Belaúnde (liberal-católico), influirá sobre agrupaciones

políticas como Acción Popular, la Democracia Cristiana

y el Partido Popular Cristiano.

Nacido en la ciudad de Arequipa, Belaunde formó

parte de una influyente familia y recibió una educación

católica-humanista. Estudió en la Universidad

San Agustín de Arequipa y posteriormente en la

Universidad San Marcos, donde ejercerá la docencia.

Formó parte de los arielistas junto con José de la Riva

Agüero y los hermanos Ventura y Francisco García

Calderón. Labores importantes que realizó fueron la

jefatura de la división de límites en el Ministerio de

Relaciones Exteriores, la creación del Partido Nacional

Su pensamiento se enmarca en la tradición

católica peruana, pero dentro de una visión

humanística-liberal (demócrata-cristiano) que

aparece de avanzada entre las élites criollas,

temerosas al avance de las ideas marxistas o

socialistas así como del aprismo revolucionario.

No pudo evitar expresar su simpatía con el

fascismo de Mussolini en los años treinta, el

que consideraba ético y católico, a diferencia

del fascismo de Hitler (racista, anticatólico).

Esta fue una postura común entre algunos

intelectuales católicos, como José de la Riva

Agüero, quienes aparentemente, no podían

prever las posteriores atrocidades del fascismo

europeo.

La ideología del mestizaje, se presenta

claramente en su obra Peruanidad (1943). La

idea transversal es la concepción del Perú como

una síntesis comenzada, pero no terminada.

El destino del Perú es continuar realizando

esa síntesis: el país es una síntesis viviente

de los elementos indígenas e hispánicos,

fundamentalmente. Esta síntesis se inicia

con la Conquista española que supuso una

quíntuple transformación en el Perú incaico:

transformación biológica, económica, políticosocial,

cultural y transformación religiosa. Esta

última, es la que coloca al cristianismo como

base de la formación de nuestra alma nacional.

Según Belaúnde, los incas lograron conformar

un Imperio (unidad política), pero no alcanzaron

la verdadera unidad religiosa o espiritual

(dispersión de cultos, ídolos, huacas), que

lleva a una unidad de conciencia (conciencia

nacional). La génesis del Perú o la peruanidad

44

Trayectoria de la ideología del mestizaje en el Perú del siglo XX


Kurku

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no está en los Incas, sino en la Conquista. Sin embargo, el legado magnífico de los Incas perdura, por ejemplo, en la continuidad

sanguínea, la unidad territorial y la misión civilizadora. Como describe García-Gonzáles, para Belaúnde el indio: “Deberá

disciplinarse moralmente para aceptar por medio de la liturgia la redención de su alma. El culto de la Eucaristía reemplazó al

culto solar. Las iglesias han sustituido a las huacas. La liturgia católica se ha apoderado del alma indígena. La religión cristiana

parecía consolidada definitivamente. Esta es la verdadera transformación cultural y religiosa del Perú.”

Según Belaúnde, si el Perú es una síntesis viviente (comenzada pero no terminada), nuestro destino es continuar realizando esa

síntesis que brinda un sentido primaveral a nuestra historia. Advierte la simplificación de los elementos de la peruanidad, como el

intento de ver en los Incas una nación, cuando en realidad solo fue un Imperio formado por una “tribu excepcionalmente dotada”.

No podría concebirse la Conquista como un simple proceso de superposición o yuxtaposición cultural (imposición cultural o

etnocidio) como pretendieron los intelectuales indigenistas, sino que sería un proceso de fusión armónica de dos civilizaciones.

Por ello, Belaúnde concluye que la peruanidad supera el hispanismo puro y el indigenismo puro. Peruanidad, es entonces el

conjunto de elementos que hacen del Perú una patria, nación y Estado. Su concepción de nación y patria es profundamente

espiritual pero al mismo tiempo basada en realidades objetivas. No es de extrañar la temprana preocupación de Belaúnde por

los asuntos territoriales y los límites.

José de la Riva Agüero y la

nación hispano-peruana

José de la Riva Agüero y Osma, VI marqués de

Montealegre de Aulestia y V marqués de Casa

Dávila (1885-1944), fue un escritor e historiador

nacido en Lima y perteneciente a la aristocracia

criolla. De posturas liberales en su juventud,

derivó hacia un ultra-conservadurismo católico

en su etapa de madurez. Fue representante

destacado de la generación del 900, y su obra

influyó sobre autores como Víctor Andrés

Belaúnde. Estudió filosofía, letras y derecho

en la Universidad San Marcos. Entre sus obras

destacan su tesis de bachiller Carácter de la

literatura del Perú independiente (1905), su

tesis doctoral La Historia en el Perú (1910),

Elogio del Inca Garcilaso de la Vega (1916),

Paisajes Peruanos (1912), entre otros. En las

décadas de 1930 y 1940, Riva Agüero devino en

admirador del fascismo italiano y de Francisco

Franco en España.

De joven fue un duro crítico de la élite criolla

y del fracaso republicano. Al igual que Víctor

Andrés Belaúnde, criticó al gamonalismo

por perpetuar la servidumbre y explotación

indígena. Aunque perteneciente a la clase

dirigente limeña no dudó en rechazar los lastres

de la política y sociedad criolla. El sociólogo

Gonzalo Portocarrero, señala que Riva Agüero

recoge de Ricardo Palma la centralidad del

mundo criollo, y de González Prada el rechazo

del sistema gamonalista. No apela al llamado

a la subversión del orden colonial que realiza

González Prada, pero tampoco desea caer en

el inmovilismo de la política criolla.

Es famosa la frase incluida en Paisajes peruanos

(1912), en donde critica el accionar de la élite

a inicios de la república: “¡Pobre aristocracia

colonial, pobre boba nobleza limeña, incapaz

de toda idea y de todo esfuerzo! En el vacío

que su ineptitud dejó, se levantaron los

caudillos militares” Ese desencanto frente a su propia

clase social, lo lleva a crear, junto con Víctor Andrés

Belaúnde, el Partido Nacional Democrático (1915).

Reconoce que no habrá desarrollo y progreso, si no

se resuelve el principal problema social, la exclusión

del indio. Por ello, junto con la generación del 900,

promueve una solución basada en la conexión de las

comunidades campesinas a través de carreteras, la

difusión de escuelas, la defensa frente al abuso de los

gamonales y la transformación del indio (siervo), en

trabajador con derechos.

Para él la Independencia no trajo la creación de la

nacionalidad, pues no se ha logrado la armonía de dos

herencias raciales y culturales: la española y la incaica.

Aunque no existía la nación peruana, sí estaban

sentadas sus bases, como el mundo andino. El alma

nacional existía, y su identidad era mestiza, pero aún

estaba aletargada y adormecida. En Paisajes peruanos,

Riva Agüero, reconoce el valor de la tradición histórica

incaica y su peso para la conformación del Perú actual:

“A medida que he ahondado en la historia y el alma

de mi patria, he apreciado la magnitud de mi yerro.

El Perú es obra de los Incas, tanto o más que los

Conquistadores; y así lo inculcan, de manera tacita,

pero irrefutable, sus tradiciones y sus gentes, sus ruinas

y su territorio.”

El Riva Agüero de Paisajes peruanos (1912), contrastará

con el Riva Agüero maduro, militante hispanista,

defensor de la tradición católica, autor de Por la

verdad, la tradición y la patria (1937), y enemigo del

Trayectoria de la ideología del mestizaje en el Perú del siglo XX 45


Kurku

Cuerpo

indigenismo, con el cual tuvo proximidad en su juventud. Aunque realiza numerosos aportes desde la investigación de la historia

incaica, su discurso enfatizará el legado hispano, el cual asimila lo aborigen y lo convierte en la nación hispano-peruana. La

Conquista, aunque cruel y despojadora, tiene particular valor en tanto que da origen al Perú moderno. La historia incaica es

valiosa, como origen remoto de la nacionalidad, pero solo con el elemento hispano es que nace el verdadero Perú. El mestizaje

racial y cultural, se expresa en la insigne figura del Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), hijo de una princesa cusqueña y un

capitán español. Garcilaso simboliza el nacimiento de la nación peruana, pero de religión católica y lengua castellana, no de

cultura quechua o andina.

Tanto para Riva Agüero como para Raúl Porras Barrenechea, el conquistador Francisco Pizarro es el iniciador del mestizaje en

el Perú. Su obra no solo fue conquistadora sino civilizadora. Para Riva Agüero, Pizarro representa “el auténtico creador del Perú

actual, hispano y católico, que es nuestra nacionalidad real y duradera”. Pizarro, antes que capitán de soldados, es un héroe

civilizador, fundador de la ciudad capital, iniciador del Perú moderno. Riva Agüero, considera la conquista castellana como un

“avance enorme, que elevó a nuestro país desde la tenue y borrosa penumbra prehistórica, la incipiente edad del bronce, el

aislamiento bárbaro...”; y los adelantos tecnológicos-culturales, no fueron posibles, “sin la forzada incorporación del Perú dentro

de la gloriosa monarquía hispana, que emprendió y encabezó la tarea de civilizar la América indígena”. A pesar de los “primeros

años de desconcierto, inevitables en toda unión forzada de dos pueblos, la fecundidad del mestizaje, no sólo material sino moral,

quedó patente”.

La Colonia es también nuestra historia y nuestro patrimonio moral. Su recuerdo reclama simpatía y reconciliación, y no anatema.

si queremos de veras que el peruanismo sea una fuerza eficiente y poderosa, no rompamos la tradicional continuidad de afectos

que lo integran; no reneguemos, con ceguera impía, de los progenitores.

Raúl Porras Barrenechea

y el mestizaje peruano

Raúl Porras Barrenechea (1887-1960), fue un destacado historiador, escritor, maestro y

diplomático. Formado en las aulas de la universidad San Marcos, se doctoró en filosofía,

historia y letras. Reconocido como uno de los grandes maestros en el Perú, fue formador de

reconocidos historiadores e intelectuales del siglo XX. Porras perteneció a la generación

posterior de Riva Agüero y Víctor Andrés Belaúnde, la llamada generación del centenario o

de la reforma universitaria. Entre sus libros destacan, Pequeña antología de Lima (Madrid,

1935), El testamento de Pizarro (París, 1936), Las relaciones primitivas de la conquista del

Perú (Paris, 1937), El inca Garcilaso de la Vega (1946), Mito, Tradición e Historia del Perú

(1951), Los cronistas del Perú (1962) y Pizarro (1978).

Se caracterizó por su clara postura pro-hispanista la cual matizará en su etapa más madura,

abrazando un peruanismo que buscó profundizar en la tradición histórica quechua o andina.

Al igual que Sebastián Lorente y Riva Agüero, vio en la Conquista, la etapa de formación

de la nacionalidad. El conquistador Francisco Pizarro, de quien realizó una muy importante

biografía, representará al padre creador del Perú actual, iniciador del mestizaje en el Perú,

héroe civilizador por antonomasia.

El hispanismo de Porras debe ser leído también, no solo como un anti-indigenismo, sino como una postura de defensa ante

las interpretaciones anglosajonas sobre la Conquista (la Leyenda Negra), que presentan a España como una potencia imperial

destructora, saqueadora y fanática. Porras rechazó tales representaciones de la gesta hispana. Idealiza a la figura de Pizarro y

relativiza (o disminuye) el carácter violento de la Conquista.

Aunque Porras y Riva Agüero, buscaron presentar a Garcilaso como el paradigma del mestizaje o símbolo de la fusión racialcultural,

la otra lectura es ver a Garcilaso como un personaje excluido en la sociedad hispana y marcado por la frustración de no

ser reconocido, como reflexiona el historiador Pablo Macera.

46

Trayectoria de la ideología del mestizaje en el Perú del siglo XX


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El mestizo en la Colonia distaba de ser un ideal de la nacionalidad. De hecho, el mestizaje inaugurado en la Conquista, fue

probablemente más el resultado de la violencia sexual y el secuestro de mujeres. En la Colonia, el mestizo, comúnmente hijo

bastardo o no reconocido de un español, se unía a la familia materna y adquiría una plena identidad indígena. Los mestizos

reconocidos por el padre español, eran considerados como blancos, a pesar de su sangre india por lado materno.

Francisco Pizarro adquiere centralidad en la visión de la nación mestiza que propone Porras: el conquistador no solo funda

ciudades sino la nación peruana, la cual será esencialmente mestiza. Porras sostiene que con el tiempo ha cambiado el tipo de

admiración hacia Pizarro, pues “No nos deslumbra ya el conquistador de yelmo y cimera. Es el colonizador infatigable, el creador

de pueblos al que admiramos... El que sobrevive a acusaciones y a anatemas, a odios póstumos y a sensiblerías baratas, la figura

que cortejan cuatro siglos suspensos, es el iniciador de pueblos, fundador de ciudades”.

José Antonio del Busto.

“Ni hispanista, ni indigenista, sino peruanista”

José Antonio del Busto (1932-2006) fue un importante historiador limeño. Formado en la Pontificia

Universidad Católica del Perú, se desempeñó luego como profesor en esa misma casa de estudio,

así como en la Universidad de Piura. Especializado en la etapa de la Conquista y la Colonia, es

autor de diversos libros como: Francisco Pizarro, el Marqués Gobernador (1966), Historia general

del Perú: Descubrimiento y conquista (1978), José Gabriel Túpac Amaru antes de su rebelión

(1981), Diccionario histórico biográfico de los conquistadores del Perú (1987), Santa Rosa de Lima

(1992), Breve historia de los negros del Perú (2001), Pizarro (2001), Túpac Yupanqui. Descubridor

de Oceanía (2006).

Historiador erudito y riguroso, estuvo alejado de las nuevas corrientes historiográficas, trabajando

así bajo una metodología tradicional o clásica. Reclama una historia que no sea ni indigenista, ni

hispanista, sino peruanista. El conquistador Pizarro por ello debe ser situado y estudiado más allá

de los apasionamientos prohispanistas o proindigenistas. Hacerlo, permite reconocer que “Desde

el ángulo científico el Perú le debe (a Pizarro) su inserción en la Historia Universal, su correcta

ubicación en la Geografía y su fijación definitiva en la Cronología”. Como se aprecia, una visión

marcadamente eurocéntrica en su aproximación al fenómeno de la colonización europea.

El autor rechaza la visión de los vencidos y de los vencedores. Los peruanos ya no somos súbditos

de Atahualpa ni vasallos de Carlos V, afirma. El Perú es Uninacional, aunque también pluricultural

y multilingüe, y ha atravesado un mestizaje racial o biológico así como un mestizaje mental o

cultural. El Perú es cholo, mestizo, y su mestizaje, es doble: racial y cultural”. Interpreta que la

cultura nacional o peruana es tanto resultado de la Cultura Andina, “nuestra diferencia específica”,

como de la Cultura Occidental, el “género próximo”.

Además, “el mestizaje no es un mito, es un axioma”. Argumenta de forma repetida que la Cultura

Occidental es el género próximo de nuestra identidad peruana y la Cultura Andina la diferencia

específica. Una nos iguala, la otra nos hace únicos en el mundo. El mestizaje peruano se expresa

en la comida, vestido, arquitectura, música, danza, pintura, literatura, artesanía y la religiosidad,

aunque reconoce que en esta última básicamente hubo trasplantación de una creencia por

otra. Del Busto elabora un relato histórico casi armónico de fusión cultural, e iguala el poder o

influencia de la cultura del dominador y el dominado en la constitución de la cultura peruana. La

mestizofília es la base de su discurso peruanista.

Trayectoria de la ideología del mestizaje en el Perú del siglo XX 47


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Cuerpo

José María Arguedas y el mestizaje

afirmador de la identidad indígena

José María Arguedas (1911-1969), fue un destacado escritor y antropólogo, nacido en

Andahuaylas, Apurímac. Representante de la corriente indigenista, su obra, según la

investigadora Mabel Moraña, “testimonia los crímenes del colonialismo y la república

criolla”; así como la identificación con el subalterno y la experiencia del translingüismo o la

biculturalidad”. Frente a la ideología del mestizaje, difundida principalmente por las élites

criollas y conservadoras, Arguedas presenta una visión alternativa del mestizaje peruano.

Describe el mestizaje-andino y la vigencia de la identidad indígena y su obra cuestiona “el

mito de la nación como espacio unificado, homogéneo y armónico” y nos aproxima a las

diversas hibridaciones interculturales al interior del país.

Como aclara la socióloga Carmen María Pinilla: “los ideales de Arguedas no son regresar

al pasado sino más bien utilizar valores del pasado, que existen todavía en las poblaciones

actuales, herederas del pasado incaico, y que esos valores tengan una utilidad en el futuro”.

Para Arguedas, la supervivencia de la cultura andina se explica en su fortaleza como cultura

milenaria y su capacidad de asimilar elementos de la cultura occidental. La capacidad de

cambio y asimilación, permiten a la cultura andina mantenerse. Según el filósofo Augusto

Castro, el mestizo de Arguedas es diferente al mestizo de Víctor Andrés Belaúnde o al de José

de la Riva Agüero. Efectivamente, Arguedas piensa en el mestizo andino, migrante y capaz

de asimilar la cultura criolla-occidental sin perder la propia. Como resultado de la incesante

reacción mutua ha aparecido un personaje, un producto humano que está desplegando una

actividad poderosísima cada vez más importante: el mestizo.

Arguedas explica que hay infinidad de grados de mestizaje. Distintos son los mestizos de los pueblos pequeños de la sierra

o Ande, y los que hay en ciudades como Huaraz o Ayacucho. A pesar del tiempo, la cultura indígena se mantiene íntegra,

aunque despreciada por las élites criollas. El hispanismo ignora deliberadamente esta realidad y aspira a una nación mestizablanca.

Arguedas sintetiza así su visión del hispanismo: El hispanismo se caracteriza por la afirmación de la superioridad de

la cultura hispánica, de cómo ella predomina en el Perú contemporáneo. Proclama la grandeza del Imperio incaico, pero

ignora, consciente o tendenciosamente o por falta de información, los vínculos de la población nativa actual con el tal

Imperio, las pervivencias dominantes en las comunidades indígenas, que forman en la actualidad, no menos del 50% de la

población del Perú de la antigua cultura precolombina del país. En la política militante, los hispanistas son conservadores

de extrema derecha.

Por otro lado, la vitalidad de la cultura indígena, radica en su capacidad de utilizar los elementos culturales asimilados de

Occidente, por siglos, para potenciar su propia identidad, que dista de ser estática. La geografía ha sido el gran aliado de

los pueblos andinos: Las ciudades españolas fueron islas en un océano de cultura andina milenaria. La cultura andina no

pudo ser aniquilada o reducida, debido a su gran fuerza y tradición (incluida la tradición colonial). La intensificación de las

migraciones internas, del campo a la ciudad, generan un fenómeno interesante de andinización de las ciudades costeras.

Sin embargo, como señala Nelson Manrique, el discurso del mestizaje en Arguedas no es lineal y unívoco, e incluso puede

ser contradictorio. En su estudio sobre la sociedad y economía en el Valle del Mantaro (1957), Arguedas resalta la figura del

mestizo y expresa su convicción de que la solución al problema indígena pasa por su asimilación a la racionalidad moderna

(capitalista), para servirse de ella.

Arguedas afirma que el conservadurismo colonial es negativo y generador de atraso, tanto la tradición colonial hispánica

como la indígena (tradición hispanocolonial y quechuacolonial). Manrique indica que, en la década de 1950, las ideas del

desarrollismo estaban en boga y había una hegemonía del funcionalismo norteamericano, Arguedas estuvo influido por

estas ideas en su formación como antropólogo. Las posturas antimestizas del indigenismo de los años veinte, en libros como

Tempestad en los Andes (1927), habían sido superadas. Una visión positiva del mestizaje se impone en autores indigenistas

como Arguedas. Pero esta percepción tendrá su contraparte en 1960 cuando Arguedas deja el tema de la integración

nacional vía el mestizaje, y focaliza el problema de la colonización cultural que realizan las grandes potencias, en alianza

con las élites locales.

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Trayectoria de la ideología del mestizaje en el Perú del siglo XX


Kurku

Cuerpo

El frustrado

proyecto

mestizo

Autor : Diego Aréstegui

Diego Aréstegui es un autor atento a los sucesos de la realidad nacional; de origen andino, es

un permanente promotor de la cultura andina. En estas páginas evalúa aspectos no discutidos

cuando se analiza el proyecto nacional mestizo, refiriendo que éste no puede asentarse en

uniones biológicas o sostenerse en la figura del Inca Garcilaso de la Vega. Aboga por retomar

los principios que usaron nuestros antepasados, quienes fundaron una Confederación Andina

sustentada en la diversidad.

Para la opinión dominante, heredera de las ventajas de la desigual aproximación de 1532, conjugar reclamos y articular tribuna

e ideas cuestionadoras son afirmaciones afiebradas de mentes acomplejadas y resentidas. Admitamos que la subestimación

del resentimiento es la manera como se han expresado siempre las élites beneficiarias de las desigualdades; desconocen la

deshumanizante marginación y los rezagos inhabilitadores que genera.

La gravitación que ejerce el proceso colonial sobre las mentalidades imposibilita descubrir el sustrato desintegrador que aporta

la dominación en la vertebración humana del opresor; impide percibir la degradación que corroe un cuerpo colectivo al organizar

sociedades asentadas en la desigualdad y marginación de las mayorías. La ceguera que produce impide observar que el prolongado

desencuentro social nunca conseguirá una natural integración de mantenerse las condiciones inequitativas que fundamenta la

convivencia y la imposibilidad de que los marginados rindan propósitos reivindicativos. Sin embargo, fue una imagen que sí

fue percibida por un grupo de intelectuales vástagos del pensamiento colonial que, advirtiendo la inviabilidad de la sociedad

escindida, se plantearon un proyecto de integración, denominado mestizaje, que articulara las dos repúblicas existentes. Usaron

un estamento ya débilmente integrado previamente, amorfo y sin ubicación totalizadora y que había ido tratando de encontrar

su lugar desde los inicios de la estamental sociedad colonial. Le otorgaron estatus social y fines y objetivos integradores. Se crea

así un estamento aliado de la blanquitud que resultara útil para contrarrestar la superioridad cuantitativa de la población india y

oficiara de espacio para el desahogo de las tensiones sociales acumuladas en la contienda civilizatoria. El planteamiento teórico,

vigoroso en sus componentes básicos, tanto que no requirió de un texto explícito ni sustentación de fundamentos, no esclarece las

razones que promueven la idea del mestizaje ni hace un balance de los orígenes y consecuencias de la separación de sociedades;

lo que se lee es la elección del Inca Garcilaso de la Vega como abanderado de un sentimiento, de una actitud benéfica de las elites

blancas de extender un espacio de integración a la población marginada patrocinado por la excepcional personalidad de un hijo

de la unión de dos realezas enfrentadas en la invasión.

El frustrado proyecto mestizo 49


Kurku

Cuerpo

Para estos ideólogos, amparados en la figura epónima,

resulta innecesario precisar otros argumentos. Se desatiende

la imposibilidad de repetir el ayuntamiento que procreó

al primer mestizo estando ya extinguidas las simientes

principescas. No se observa una reflexión que rectifique

el accionar de las élites que nunca vieron en la población

marginada colectividad elegible cuando decidían formar

núcleos familiares. El componente cristiano entre los

teóricos del mestizaje no se propuso corregir una decisión

deshumanizada y eligió discursos protectores de la raza

indígena, muy alejado de una doctrina social que tardará en

arribar. El esquema teórico no recupera el sustrato principal

del mestizaje: mezcla igualitaria de sus componentes,

negando o mediatizando la vertiente indígena en la mezcla,

haciendo implícita que la miscelánea debía culminar con la

extinción del tono cobrizo y su cultura, diluyéndolo en un

sustrato étnico y culturalmente blanco. El mestizaje no es

reconocido como estación racial, ocultando que se trata de

un estamento que es el culmen de las razas que la componen.

De pronto, sin mediar esclarecimiento, se activa un territorio

liberado de toda consideración racial no obstante que la propia

decisión tiene el objetivo de formar un estamento encargado

de diluir todas las razas. Es una decisión inteligente puesto

que invisibiliza a los receptores blancos en el territorio del

mestizaje inventándose una suerte de mestizos previos que

se encargan de acoger a una población que no encuentra con

quien establecer asociación biológica y deviene en mestiza

tan solo despojándose de su vestido ancestral y perdiendo

su lengua nativa y su denominada cosmovisión. Se ha creado

un teórico territorio de integración-aculturación, crisol que

promueve la superación de las taras y límites que la biología

ha depositado en los predios cobrizos y marginales. Acoge lo

indio liberando al blanco de oficiar de receptor del proceso

de inclusión social, mecanismo que se inicia al mismo tiempo

que se inaugura el denominado mestizaje.

Los intelectuales de la dominación desarrollaron un

esquema que pretendía modificar las relaciones interétnicas

moldeadas desde la invasión que escindió la sociedad y

que, en gran medida, explicaba la derrota y mutilación del

territorio nacional en la Guerra con Chile. El grupo pensante

consideró inviable la continuación de la fragmentación

social que se tornó en amenaza a sus intereses y los de

su país, consustanciales con los suyos. Se dotaron de un

poderoso y renovado instrumento de control social que, en

las décadas siguientes a su formulación ha alcanzado algo

sin duda importante: consolidar en el imaginario nacional

la valoración de una nación monocultural, homogénea y

uniforme, como única Idea de nación posible. Ha logrado

establecer el criterio de hallarnos todos edificando una

sociedad que logrará superar el invertebrado tejido social

mediante un ordenamiento étnico que desaparezca la terca

permanencia étnica y cultural de la población ancestral.

El mestizaje ha logrado mantener vigente la idea de hacer

accesible el cerrado espacio que habitan y administran las

élites dominantes si llegan a cumplir con los requisitos que el

mestizaje facilita. Resulta sorprendente verificar los cambios

epidérmicos conseguidos en el sistema de dominación, que

privilegiando la separación racial, ha logrado articular una

propuesta de nación carente de todo objetivo distinto que

no sea una mezcla biológica y conseguido la suscripción del

proyecto por todas las fuerzas sociales y políticas del país,

incluido amplios sectores de raíz ancestral y de aquellos

que profesan ideas de teórica radical oposición al esquema

societal imperante. La determinación invasora de separar

los dos mundos cuando verificaron la imposibilidad práctica

del exterminio o la integración, se prolongó por varios siglos

hasta la perspicaz determinación de la inteligencia heredera

del dominio hispano de articular un proyecto de mestizaje

de gran poder convocante e impactante efecto, pero que

no representaba sino la modificación de algunos aspectos

formales de la separadora práctica impuesta. Sus postulados

básicos tienen tal aparente solidez que la visión fue asumida

por todo el espectro social e integrado a la práctica política

aún por teóricos y organizaciones marxistas que se sumaron

con entusiasmo a la convocatoria del mestizaje.

No es posible manejar productivamente la

particular naturaleza andina desde una visión

homogénea, mestiza. Es el camino recorrido

en los últimos siglos con las consecuencias

que no es difícil observar. El reconocimiento

del pasado multicultural se opone a la visión

imperial que nos han impuesto...

La evidente aceptación y apoyo activó al pacífico proceso de

fusión que impide percibir que hay integraciones imposibles

cuando los componentes son disímiles y se estipula el

sometimiento de los dominados tanto como la exclusión

de todos los aspectos culturales que no concilian con los

moldes dominantes y monoculturales. El mestizaje teórico

no ha logrado armonizar a las partes antagónicas que se

expresan donde quiera que dos peruanos se encuentran o

dos colectividades antagónicas confluyen y se enfrentan,

los espacios de negociación no son lugares de diálogo

y entendimiento sino de violencia latente, de ceguera y

sordera compartida. El incidente de Cajamarca continúa

vigente de diversas maneras, una mirada general a la vida

cotidiana nos muestra separaciones culturales y étnicas,

una profunda escisión humana que procesamos por siglos.

Es posible ver, sin esfuerzo, que los herederos dominantes

ocupan posiciones de poder y decisión y los herederos

dominados habitan extensiones subalternas, de marginación,

desmitificando por entero las bondades y eficacia del

proyecto mestizo. Es una realidad que atraviesa, inclusive,

los asentamientos territoriales. Continúa imperando, con

absoluta impunidad, un nosotros y un ellos, con intolerables

exclusiones y estratificaciones étnicas y de clase.

50

El frustrado proyecto mestizo


Kurku

Cuerpo

El valor más importante que el proceso no ha podido desaparecer es la voluntad

de preservar la multiculturalidad que tiene raíces ancestrales. Es un curso que se

viene fortaleciendo sin el aprecio de una opinión mayoritaria que no percibe el

daño que genera uniformizar la sociedad implantando un criterio biológico de

control social que ha pasado a considerarse de integración social.

La oposición al propósito de mestizar la sociedad brota de nuestra tradición

milenaria. La civilización andina fue un proyecto multicultural; ha sido un mandato

de la naturaleza que el ser andino no pudo ignorar. La geografía nuestra exige un

entendimiento diferenciado de sus características, sus lenguajes son variados y

requieren intérpretes de distintas variedades culturales. No es posible manejar

productivamente la particular naturaleza andina desde una visión homogénea,

mestiza. Es el camino recorrido en los últimos siglos con las consecuencias que

no es difícil observar. El reconocimiento del pasado multicultural se opone a la

visión imperial que nos han impuesto sin contar con ninguna otra evidencia que

las opiniones del Inca Garcilaso de la Vega, interesado en elevar las calidades

societales de nuestros antepasados y equiparar a la sociedad andina con las

virtudes de los imperios europeos. No solamente no se hizo una adecuada

descripción, sino que también maniató instrumentos teóricos factibles de ser

usados en vinculación con la multiculturalidad pero inútiles frente a un esquema

imperial.

Reedificar una sociedad multicultural no es cercana , como no lo es la imperial.

Carecemos de motivaciones y medios para realizarla. Por otro lado, la categoría

imperial no permite comprender en su dimensión más certera la respuesta al

proceso invasivo occidental. Un imperio no reacciona como actuaron los andinos

de entonces, en apariencia pusilánime, sin capacidad de respuesta militar. Una

Confederación no es timorata, pero sí cauta, no utiliza fortalezas ni tiene en el cauce

militar su principal herramienta de defensa porque usa su experiencia milenaria

de entendimiento entre distintos y porque el uso de la fuerza contra un enemigo

desconocido y externo exige diálogo y consenso entre los confederados para llevar

al enfrentamientos a sus fuerzas militares. Obtenemos entonces la reconversión

de juicios equivocados: el apocado deviene en cauto, el militar impotente pasa

a ser como transparente negociador y buscador de la complementariedad.

El imperio desaparece bajo un solado de centenares de culturas buscando la

paridad, correspondencia, complementariedad, haciendo extendido uso de la

afectividad y espiritualidad, la inclusividad. Por este razonamiento la supuesta

traición de determinadas etnias y culturas debe ser r entendido como el uso de

prácticas ancestrales de negociación y obtención de ventajas y no un acto de

liberación frente a un imperio avasallante que es considerado también otra etnia

equivalente.

Otra consideración crítica a la pretendida mestización de la sociedad es la

genética. La defensa más eficaz contra cualquier desequilibrio de la naturaleza,

tan cerca por el manejo irracional que se hace de ella, es la preservación de la

diversidad. Columnas de humanos repetidos en sus características biológicas es

la mejor garantía de desaparición de la especie humana. La extinción de lenguas,

vestidos, música, tratamientos médicos, manejo del medio ambiente, tradiciones

culturales en general, significa el empobrecimiento de la sociedad y la aniquilación

de variados acervos culturales que son patrimonio indiscutible de la humanidad.

No es viable un mundo estabulado, carece de futuro si se cercena las variedades

culturales, la diversidad social y productiva. La occidentalización ha hecho de la

uniformización un objetivo, de la monoculturalidad una meta, de la castrense

uniformización una virtud; debemos detenerla.

El frustrado proyecto mestizo 51


Wakin Suyukunapiqa...

Y en otros Países...

Un punto de vista

sobre la guerra de

Ucrania

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Un punto de vista sobre la guerra de Ucrania


Wakin Suyukunapiqa...

Y en otros Países...

En Willakuy consideramos que la guerra de Ucrania debe observarse bajo los criterios siguientes:

1. Esta no es una guerra de pueblos. Es el resultado de la confluencia de variados intereses que agrupa a conglomerados

económicos ligados a la fabricación de armas, a la expansión de mercados y al control de fuentes de materias primas.

Es también expresión de soterrados intereses de expansión étnica y de ampliar el área de influencia de culturas que se

consideran predestinadas para organizar territorios, economías y sociedades. En este conflicto ambos contendientes

tienen la responsabilidad de haber generado en el pasado guerras de coloniaje y dominación. No es posible adherirse a

ninguno de ellos y defender sus dominios. A este conjunto de intereses que han sembrado de muerte y desolación el mundo

entero, se suman líderes que se consideran elegidos por la historia para restablecer pasadas hegemonías basadas en criterios

de dominación étnico culturales.

2. Esta no es una guerra que puedan hacer suya pueblos y naciones ancestrales que verán perjudicadas sus ya difíciles

economías y precarias inserciones en los mercados capitalistas. Las únicas guerras que los pueblos podrían llegar a asumir

inevitablemente como tarea ineludible, son procesos de liberación motivados por quienes no respetan derechos milenarios

ni permiten la convivencia en la diversidad.

3. Esta es una guerra que enfrenta horizontes civilizatorios en crisis prolongadas y en franco proceso de deterioro y declive.

Estos son los responsables de usar a la naturaleza y al ser humano como recurso productivo. No defendemos a ninguna

de estas expresiones civilizatorias de lenguas únicas, de monocorde composición social, de explotación del hombre por

el hombre, depredadoras de la naturaleza, de divinidades impuestas por la violencia y circunscritas a recintos aislados: ¡no

representan el futuro de la humanidad! El ejercicio de la violencia que ejecutan solo hace más lenta su desaparición.

4. Los pueblos y naciones que provenimos de la historia antigua no podemos apoyar a ninguno de los actores de este atentado

contra los reducidos espacios de humanidad que existen. Nos condena a sufrir las consecuencias de decisiones que se toman

entre cuatro paredes, manipulando a los pueblos y a la opinión pública mundial. Los dos bandos en conflicto no representan

nuestros intereses ni culturales, ni sociales, ni económicos.

5. Lo que la realidad obliga a ejecutar en esta hora es:

• Apoyar la libre determinación de los pueblos. Somos nosotros quienes decidimos nuestros destinos. Defendemos

territorios, pero también nos movilizamos por milenios en busca de espacios de bienestar y buen vivir. La libre

determinación es una decisión que nadie puede acallar ni manipular; se expresa de manera visible y exige ser

correctamente interpretada y respetada.

• Solidarizarnos con las poblaciones civiles que sufren el terror impuesto por las armas y que resisten por encima

de imposiciones y manipulaciones. Ellos, nuestros hermanos, se impondrán finalmente, como ha sido siempre en la

historia de la humanidad. Los pueblos vencen, sobreviven y hallan sus caminos.

• Unirnos en torno a la defensa de nuestras creaciones sociales, cultura, tradiciones y en función de estrechar lazos

de hermandad y de trabajo conjunto.

• Denunciar la barbarie y el genocidio de los mercaderes de armas y del terror. Denunciar los intereses económicos

que están detrás de esta y de todas las guerras.

• Luchar para que el conflicto no extienda su influencia a otros pueblos del mundo.

• Crear redes y espacios de trabajo conjunto con todas las colectividades que están en favor de un mundo distinto,

de un mundo para el Buen Vivir.

6. En el propósito de contribuir a hallar una salida al enfrentamiento bélico, y utilizando e interpretando los acuerdos y

postulados de las grandes potencias que negocian territorios como si se trataran de objetos descartables, creemos que

en resguardo de la paz y del equilibrio en este mundo preñado de desigualdades inaceptables, debemos exigir que los

señores de la guerra, los dueños del capital y de la opinión pública, respeten las áreas de influencia que han sancionado ellos

mismos en cumbres políticas. Que no ingresen a los espacios territoriales que denominan de “seguridad” y expresan

zonas de “protección” y de acceso a sus espacios centrales de dominación. Aun cuando este criterio contraviene toda opinión

razonable a favor de la libre determinación de los pueblos, tendrá que seguir usándose mientras no acabe el imperio de

dominación de las denominadas superpotencias.

¡Un nuevo proyecto civilizatorio está en marcha y en él caben todas las voces y todas las sangres¡

Un punto de vista sobre la guerra de Ucrania 53


Imasumaq!

Qué bello!

Javier Ninanya,

una mirada

huanca

Autor : Javier Ninanya

54

Javier Ninaya, una mirada huanca


Imasumaq!

Qué bello!

Javier Ninanya Campos es de Huancayo, nació en Santa Rosa de Ocopa,

Junín; y es Comunicador por la Universidad Nacional del Centro del Perú.

Su padre lo formó en el hábito de la lectura y su madre le obsequió su

primera cámara fotográfica; el taller de fotografía de la universidad hizo el

resto. La cercanía con el convento franciscano lo acercó al arte nuestro, a

las tradiciones conservadas en esos claustros. La cercanía a J. M. Arguedas

y Scorza se deben a la biblioteca de su padre. Fueron autores que le

otorgaron una visión del país que hasta ahora lo acompaña.

Considera que ha recibido influencias de fotógrafos de la talla de Sebastián

Salgado, Martin Chambi, Teófilo Hinostroza, Henri Cartier Bresson, Steve

McCurry, Graciela Iturbide, Jimmy Nelson, Rodrigo ABD y Miguel Mejía

y reconoce la existencia de un gran movimiento fotográfico que se está

estructurando a nivel nacional. Cita a Uriel Montúfar en Puno; Jero Gonzales

en Cusco; a la agrupación Hatunmayu en el Centro del país; en Trujillo,

Runa Foto y a una serie de colectivos independientes en la periferia de

Lima que van revirtiendo el centralismo fotográfico nacional.

Javier Ninaya, una mirada huanca 55


Arte

Imasumaq!

Qué bello!

No es difícil encontrar en la obra de J. Ninanya las influencias que

señala. Se encuentran rastros de esos nombres en sus creaciones. Cómo

no hallarlos si juntos fotografiaron las raíces del país, el Perú que nos

forma y constituye. Claro que Ninanya ha adquirido un lenguaje propio

y sus imágenes tienen contornos inconfundibles. Sus rostros y figuras

no mantienen quietud, se desplazan dentro de sus marcos y parecen en

disposición de continuar sus actividades fuera del límite de sus bordes.

Están vivos, actuando. Su mundo es dinámico, difuso en ocasiones,

pero siempre en movimiento. Es quizá una de sus características más

notorias.

Es una realidad que, sin embargo, no nos impide observar mundos

interiores. Es otra virtud de los personajes y paisajes de Ninanya:

exponen su dinámica interna y su composición escondida, la fuerza

que los integra y que explican su permanencia en el tiempo; nos acerca

a la seguridad de quienes confían en la comunidad, en las alianzas

vecinales que han hecho posible que podamos acercarnos ahora a

un mundo que proviene de los dioses y hombres de Huarochirí, de los

tiempos eternos, distintos y distinguibles de los antiguos por algún

detalle “moderno” que nos revela también la asimilación de costumbres

y hábitos foráneos, aclimatados en medio de la reciedumbre de una

cultura que nunca se ha rendido.

56

Javier Ninaya, una mirada huanca


Arte

Imasumaq!

Qué bello!

¿Qué crea a un fotógrafo? Para Lévi-Strauss, antropólogo siempre consultado,

los músicos y matemáticos nacen, no se educan ni se forman. Creo que a estos

colectivos se debe añadir a los fotógrafos. Creo que sus biografías los hacen asumir

oficios múltiples que tarde o temprano los conducen a la captura de imágenes

imperecederas.

Todo espacio que los aleja transitoriamente del obturador es solo una coartada

que los vincula inexorablemente al descubrimiento de ese don especial que

se esconde en el centro de sus miradas. No se detienen en solo ver, observan,

auscultan, acotan distancias, se percatan de gestos, vestidos, paisaje, sonidos

también; estudian la escena y sus actores en fracciones de segundo antes de

consustanciarse con sus máquinas y congelar la imagen. La figura final apenas

revela todo aquello mesurado y muestra lo que nunca puede medirse: el talento,

la retina poblada de arte y creación.

Ninanya reúne estas realidades, pero añade un elemento adicional y visible a

sus fotografías: universo mítico, acto mágico, ritual, sacro. Sus figuras interpretan

el mito que cubría, y cubre, nuestra civilización ancestral. Ese cosmos onírico,

de ensueños, de señales cuánticas, inaprensible pero observable, tocable, está

presente en sus creaciones. Debemos alegrarnos por ello, pues tanto necesitamos

de intérpretes de sueños que nos hagan entender cómo se ve un universo mítico.

La obra de J.Ninanya tiene aún un vasto camino por recorrer, sí queda claro que

sus fotografías serán con el tiempo el testimonio de una continuidad en el tiempo

de una sociedad que nunca dejo de construir diversidad, que nunca se arredro

ante el reto de edificarla aún bajo el oprobio y la marginación. Aquí lucimos los

rostros de un país que, terco, nunca dejó de gozar la vida y crear comunidad. Es el

país del futuro que esperamos todos juntos construir.

Javier Ninaya, una mirada huanca

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Allin Maytukuna Likanapaq

Libros recomendados

Chuqui Chinchay, deidad del

agua. Animal de Poder en la

Cosmovisión Andina

Sociedad Pro Cultura

Clorinda Matto de Turner, 2020.

Ana María Gálvez. Chincha Alta

La autora es una muestra del significado cabal del término cultura andina;

originaria de un espacio asociado a la cultura afroperuana o criolla, Ana María

está dedicada al estudio de nuestro pasado ancestral. Esta fervorosa entrega le ha

permitido ofrecernos un texto que, considero, es un hito en el redescubrimiento

y la reinterpretación de nuestra cultura. Sus aportes son variados y se hallan a la

espera del reconocimiento pleno de la academia y la ciudadanía.

Como menciona en las primeras páginas de su libro: “Somos conscientes de que

el replanteo de algo que ha sido consentido desde hace casi medio milenio,

constituye todo un reto, y de seguro, esta nueva propuesta quedará dentro

del mullo (spondyllus) ‘encapsulado’, tomando su tiempo por lo novedoso y

controversial, pues finalmente, es el orgullo de quienes consideran al hombre

andino fuerte como el león o el jaguar americano”

Conoce, sin duda, Ana María Gálvez nuestra idiosincrasia, sabe de los retaceos y cicatería de nuestros académicos y prensa y

observadores para admitir que nos alumbra algo nuevo y sustancioso. Más, si se trata de conocimientos ligados a nuestras antiguas

culturas que, en general consideran los sabios, ya está convenientemente estudiada y bien ubicada en las vitrinas de los museos.

Porque en verdad lo que muestra la autora son dogmas derribados con sapiencia y precisión.

Por esto se cuida de señalar con insistencia y en distintos tonos: “Seguimos aletargados, pues el daño moral y económico

causado por los primeros invasores sigue teniendo frutos en un campo fértil para su continuidad, pues se sigue bajo la dominante

ideología occidental, modernamente llamada “globalización”, la misma que atenta al tejido social en lo económico y mental.

Es imprescindible recurrir a la percepción y observación para interpretar la cosmovisión andina desde nuestros valores, en

contraposición a la concepción técnica científica y racionalista del pensamiento occidental moderno, donde solo se acepta lo

´científicamente demostrado. ´ Más claro, solo el agua.

Veamos, en apretada síntesis, las “verdades” que cuestiona la obra:

1. El “personaje” animal más importante en la edificación del imaginario sacro andino fue el gato montés,

Linchay lurus pajeros.

2. El puma y el jaguar no tuvieron en la sociedad andina la importancia que se les atribuye. La iconografía y

mitos y crónicas, mejor leídas, lo confirman.

3. El plano de planta sobre el que se asienta el Cusco ancestral es el gato mítico, no el puma.

4. El nombre de la ciudad del Cusco está vinculado a este felino, denominado también Osco...

5. El templo de Sacsayhuamán está edificado en reconocimiento de esta especie animal.

6. La rebelión del Taky Onkoy no se relaciona con ninguna enfermedad del canto o cosa parecida sino que es la lucha

musical y lúdica de nuestros antepasados por volver a reconectarse con el “cuarto cielo” o Wá Pacha, donde moraba

Titi Wiracocha que es una manera de nombrar a este felino mítico de profundas implicancias en el espacio sacro y

espiritual del mundo andino.

Quedan en el tintero una serie de aportes adicionales, no los incluyo por la importancia de las ya citadas y porque redacto este

resumen con el ánimo de provocar en los lectores una lectura pronta del libro, para que se solacen en su lectura como pude

hacerlo yo, en horas sucesivas de irrenunciable contacto con sus páginas.

Anhelo que un texto de esta importancia no quede encapsulado en el mullu y que los especialistas lo lean y lo discutan y pueda

el libro cumplir el cometido que se ha propuesto con elegancia y puntillosos fundamentos.

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Allin Maytukuna Likanapaq

Libros recomendados

Cuadernos

urgentes

Distopia Editores

Textos editados entre el 2015 y el año 2022

Edith E. Pérez Orozco, La Oroya.

Edith Pérez Orozco es nacida en La Oroya, expresión de una variante cultural

andina vinculada al espacio huanca pero también a numerosas variedades étnicas,

quienes ocuparon la zona central del país desde hace milenios y que, de diversas

formas, quedaron expresadas en los Manuscritos de Huarochirí. Lo señalo porque

es el modo más sencillo de entender la urgencia que tiene la autora de indagar

en las profundidades de la narrativa andina y de rebuscar en el parecer de otras

opiniones que luego ella conjuga, interpreta y publica.

Su excelente formación académica parece haber estado orientada desde sus

inicios, a entender mejor los universos narrativos nacionales. Su lugar de reflexión

está ocupado por escritores que provienen de distintas vertientes culturales,

andinas todas. Augusto Higa no es la excepción, es parte de este conglomerado

de colectividades que van articulando una realidad cada vez más nuestra. Pérez

Huarancca, Feliciano Padilla, Rosas Paravicino, Marcos Yauri y Cronwell Jara,

comparten con Higa una realidad que es observada desde el desarraigo; son todos

habitantes de un territorio recuperado en base a la terquedad y que poco a poco

va ganando el título de morada.

Los textos de los autores que Edith Pérez ha reunido en sus Cuadernos Urgentes

describen, critican y descubren para nosotros una narrativa que, sin esfuerzos

ni disfuerzos, comparten una forma particular de interpretar nuestra densa y

luminosa realidad. Las ediciones que comentamos poseen innumerables méritos,

nos acercan a creadores que no poseen espacios destacados en las librerías

limeñas; incluso muchas veces no ocupan lugar alguno. Son textos en su mayoría

llevados a todo lugar por portadores amistosos que reconocen que la literatura

no puede ser catalogada de regional o nacional o femenina o juvenil; que no

puede ser clasificada de costumbrista, telúrica, local, menor ni mayor, sin afectar

la naturaleza misma de creaciones literarias que no son nada más que creaciones

humanas, genuinas todas ellas.

Edith no descansa, no obstante sus ocupaciones profesionales. Sigue en sus labores

más humanas, preparando estudios y ediciones nuevas de autores que serán

observados y analizados por más lectores, propiciando un acercamiento más

pronto a sus obras. Conversar con ella es sumergirse en un torrente de palabras

que contienen conocimientos, sentencias, análisis novedosos, datos desconocidos

y, sobre todo, calidez visible y una pasión por la literatura y los libros y la difusión

de creaciones que ella se exhibe en sus gestos y palabras. Sabe que su labor no

puede detenerse, que se halla organizando, juntando, uniendo creaciones que nos

permitan reconocer que detrás de la aparente invertebración, se está edificando

una literatura nacional que realmente interprete a todas las sangres.

Señalo, al paso, que Edith Pérez es Bachiller y Licenciada en Literatura por la

Universidad Nacional Federico Villarreal, Magíster en Literatura Peruana y

Latinoamericana por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y cuenta con el

Título en Segunda Especialidad en Docencia Universitaria y Superior por la UNFV.

Tiene estudios concluidos de doctorado en Literatura Peruana y Latinoamericana

en la UNMSM. Ha publicado también Racionalidades en conflicto: cosmovisión

andina (y violencia política) en Rosa cuchillo de Óscar Colchado Lucio (2011). Tiene

artículos publicados sobre narrativa andina contemporánea y de investigación

científica en diversas revistas científicas

59


En el siguiente número

Capitalismo y marxismo:

¿Las dos únicas formas de interpretar nuestra realidad?

¿Es útil el pensamiento ancestral para analizar

y señalar un destino a la sociedad de hoy?

¿Es posible entender la coyuntura actual de insurgencia

nacional, desde el pensamiento ancestral?

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