De sapos a príncipes

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06.02.2023 Views

aquello que dijo que haría. En lugar de eso se pasó todo este tiempo «trabajando» siacaso estaba o no preparada para realizarlo. Su terapeuta me llamó para tratar depersuadirme de que abandonara la demanda. Me dijo: «Bueno, no es que no se hayadedicado a esto. Ha estado trabajando durante meses acerca de si está o no preparadapara hacer este laboratorio».A mí me parece que había una cosa obvia que podía haber hecho: me podía haberllamado meses antes y haberme dicho que no estaba segura. Pero en lugar de hacereso, trató de trabajar una experiencia externa en forma interna y consciente. Como lohe dicho una y otra vez, pienso que eso es una paradoja. Cuando la gente viene aterapia, si tuvieran los recursos conscientes a su disposición, ya hubieran cambiado.El hecho que no los tienen es lo que los trae. Cuando ustedes como terapeutas,conscientemente tratan de cambiarse a sí mismos se están preparando paraconfundirse y lo más probable es que se van a meter en una serie de circuitos muyinteresantes, pero no muy útiles.Tengo un alumno que me vino a consultar como cliente. En esa época estaba enprimer año de universidad. Me dijo: «Tengo un problema terrible. Conozco a unachica y las cosas andan muy bien. Enseguida ella duerme conmigo y todo anda muybien. Entonces a la mañana siguiente apenas despierto, pienso “Bueno, o me caso conella o la saco a patadas de la cama y jamás la vuelvo a ver”».En ese momento me asombré de que alguien me pudiera decir eso. Nunca deja deasombrarme el modo como la gente puede limitar su mundo de experiencia. En sumundo había únicamente esas dos alternativas.En esa oportunidad estaba trabajando con John y éste lo miró asombrado y ledijo: «¿alguna vez se te ha ocurrido decirle sencillamente ‘buenos días’?» a lo que elalumno dijo: «¡Hummm!». Yo pensé que fue una pésima maniobra terapéutica porqueahora qué iba a hacer. Va a decir «buenos días» y luego qué. O darle una patada paraque se salga de la cama o proponerle matrimonio. Desde luego que existen másposibilidades que eso, pero cuando entró en ese estado de confusión y dijo¡Hummm!, me acerqué y le dije: «Cierra los ojos» y John dijo: «Y comienza a soñarun sueño donde aprendes cuantas otras posibilidades hay y tus ojos no se van a poderabrir hasta que hayas descubierto todas las posibilidades». Estuvo ahí sentado seishoras y media. Nos fuimos a la otra sala. Durante seis horas y media estuvo ahígenerando posibilidades. No podía irse porque no se le abrían los ojos. Trató depararse y caminar, pero no podía encontrar la puerta. Todas las posibilidades quepensó en esas seis horas y media habían estado a su disposición todo el tiempo, perojamás había hecho nada para accesar su propia creatividad.El reencuadre es un modo de conseguir que las personas digan: «Oye, ¿de quéotra manera puedo hacer esto mismo?». En cierta forma es la crítica última del serhumano que reza así: «Detente y piensa acerca de conducta y piensa sobre ella de lawww.lectulandia.com - Página 176

siguiente forma: ¡haz algo nuevo, lo que estás haciendo ahora no funciona! Cuéntateuna historia y enseguida surge con otras tres formas de contarte la historia ysúbitamente descubrirás que tu conducta ha cambiado».Una cosa increíble de las personas es que cuando descubren algo que no funciona,entonces lo hacen más intensamente. Por ejemplo, vayan a un patio de una escuela yobserven jugar a los muchachos. Uno se adelanta y empuja al otro y éste hincha elpecho. La vez siguiente el muchacho que lo empuja incluso puede hacerlo mejorporque tiene una mejor base para apoyar su mano.Otra cosa que no ha sido comprendida plenamente es lo que se hace posible siuno, en lugar de encarar un problema directamente, lo encara indirectamente. Creoque fue Milton Erickson quien realizó una de las curas más cortas que jamás heescuchado. Lo que yo he escuchado es que estaba en el hospital para veteranos enPalo Alto en 1957 y los siquiatras hacían cola con pacientes esperando afuera en elcorredor. Entraban uno a la vez y Milton hacía un poco de su magia y enseguidasalían al corredor y comentaban acerca de cómo Milton en realidad no hacía talescosas sino que en realidad era un charlatán.Había un joven sicólogo tan cuadrado como no había otro que trajo a esteadolescente de 17 años que había estado acuchillando gente y haciendo todo tipo decosas dañinas. El muchacho había estado esperando durante horas y a medida que lagente salía de la sala donde estaba Milton en sus trances sonambulísticos decía:«Ahhh… ¿qué me van a hacer a mí?». No sabía si iba a recibir un shock eléctrico oqué. Lo hicieron pasar y ahí estaba este hombre apoyado en dos bastones, paradodetrás de la mesa y otros observadores en la sala. Llegaron hasta frente de la mesa yMilton dijo: «¿Por qué trajo a este niño para acá?» y el sicólogo explicó la situación.Relató el caso clínico de la mejor forma posible. Milton miró al sicólogo y le dijo:«Siéntate» y enseguida miró al muchacho y le dijo: «¿Cuán sorprendido vas a estarcuando la próxima semana toda tu conducta cambie completamente?». El muchacholo miró y dijo: «Estaré muy sorprendido», a lo cual Milton dijo: «Andate y llévate aesta gente».El sicólogo asumió que Milton había decidido no trabajar cor el muchacho. Comola mayoría de los sicólogos, no entendió nada. A la semana siguiente la conducta delmuchacho cambió radicalmente en todo sentido. El sicólogo decía que jamás iba apoder entender qué es lo que había hecho Milton. A mi modo de entender, Miltonhizo sólo una cosa. Le dio al muchacho la oportunidad de accesar sus propiosrecursos internos. Le dijo; «Vas a cambiar y tu mente consciente no va a tener nadaque ver con ello». Jamás subestimen la utilidad de decirle sólo eso a las personas:«Yo sé que tienen gran cantidad de recursos a disposición que su mente consciente nisiquiera sospecha. Tienen la capacidad de sorprenderse, cada uno de ustedes». Siactúan realmente congruentes como si las personas tuvieran los recursos y van awww.lectulandia.com - Página 177

aquello que dijo que haría. En lugar de eso se pasó todo este tiempo «trabajando» si

acaso estaba o no preparada para realizarlo. Su terapeuta me llamó para tratar de

persuadirme de que abandonara la demanda. Me dijo: «Bueno, no es que no se haya

dedicado a esto. Ha estado trabajando durante meses acerca de si está o no preparada

para hacer este laboratorio».

A mí me parece que había una cosa obvia que podía haber hecho: me podía haber

llamado meses antes y haberme dicho que no estaba segura. Pero en lugar de hacer

eso, trató de trabajar una experiencia externa en forma interna y consciente. Como lo

he dicho una y otra vez, pienso que eso es una paradoja. Cuando la gente viene a

terapia, si tuvieran los recursos conscientes a su disposición, ya hubieran cambiado.

El hecho que no los tienen es lo que los trae. Cuando ustedes como terapeutas,

conscientemente tratan de cambiarse a sí mismos se están preparando para

confundirse y lo más probable es que se van a meter en una serie de circuitos muy

interesantes, pero no muy útiles.

Tengo un alumno que me vino a consultar como cliente. En esa época estaba en

primer año de universidad. Me dijo: «Tengo un problema terrible. Conozco a una

chica y las cosas andan muy bien. Enseguida ella duerme conmigo y todo anda muy

bien. Entonces a la mañana siguiente apenas despierto, pienso “Bueno, o me caso con

ella o la saco a patadas de la cama y jamás la vuelvo a ver”».

En ese momento me asombré de que alguien me pudiera decir eso. Nunca deja de

asombrarme el modo como la gente puede limitar su mundo de experiencia. En su

mundo había únicamente esas dos alternativas.

En esa oportunidad estaba trabajando con John y éste lo miró asombrado y le

dijo: «¿alguna vez se te ha ocurrido decirle sencillamente ‘buenos días’?» a lo que el

alumno dijo: «¡Hummm!». Yo pensé que fue una pésima maniobra terapéutica porque

ahora qué iba a hacer. Va a decir «buenos días» y luego qué. O darle una patada para

que se salga de la cama o proponerle matrimonio. Desde luego que existen más

posibilidades que eso, pero cuando entró en ese estado de confusión y dijo

¡Hummm!, me acerqué y le dije: «Cierra los ojos» y John dijo: «Y comienza a soñar

un sueño donde aprendes cuantas otras posibilidades hay y tus ojos no se van a poder

abrir hasta que hayas descubierto todas las posibilidades». Estuvo ahí sentado seis

horas y media. Nos fuimos a la otra sala. Durante seis horas y media estuvo ahí

generando posibilidades. No podía irse porque no se le abrían los ojos. Trató de

pararse y caminar, pero no podía encontrar la puerta. Todas las posibilidades que

pensó en esas seis horas y media habían estado a su disposición todo el tiempo, pero

jamás había hecho nada para accesar su propia creatividad.

El reencuadre es un modo de conseguir que las personas digan: «Oye, ¿de qué

otra manera puedo hacer esto mismo?». En cierta forma es la crítica última del ser

humano que reza así: «Detente y piensa acerca de conducta y piensa sobre ella de la

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