Revista Korpus 21 - Volumen 2 Número 6 - Violencia y crimen organizado en México

Volumen 2, núm. 6
PUBLICACIÓN CUATRIMESTRAL DE EL COLEGIO MEXIQUENSE, A.C.
El Colegio Mexiquense, A.C. (CMQ)
César Camacho
Presidente
José Antonio Álvarez Lobato
Secretario General
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Korpus 21
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formación y composición tipográfica
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Corrección de estilo
Editor Responsable
Gustavo Abel Guerrero Rodríguez (CMQ)
Korpus 21, Vol. 2, núm. 6, septiembre-diciembre de 2022, es una publicación cuatrimestral de difusión gratuita editada, publicada y distribuida
por El Colegio Mexiquense, A.C. Exhacienda Santa Cruz de los Patos, s/n, col. Cerro del Murciélago, Zinacantepec, C.P. 51350, México, tel. (722)
279 99 08 ext. 183, korpus21.cmq.edu.mx, korpus21@cmq.edu.mx Editor responsable: Gustavo Abel Guerrero Rodríguez. Reservas de Derechos
al Uso Exclusivo 04-2021-041213014000-102 e ISSN 2683-2674, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Licitud
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Cooperativa de Producción M15, L11-1, Col. México Nuevo C.P. 52966 Atizapán de Zaragoza, Estado de México. Este número se terminó de
imprimir en septiembre de 2022 con un tiraje de 300 ejemplares.

Korpus 21 es una publicación cuatrimestral
orientada a la difusión de resultados de investigación
original sobre temas de historia
y ciencias sociales, editada por El Colegio
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carácter inter y transdisciplinar, pero está
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unidimensional en historia, sociología, economía,
ciencia política, geografía, antropología,
así como áreas afines. Dos condiciones
son necesarias: a) el aval empírico, ya
sea de base factual y aparato crítico, en el
caso de historia, o de datos cuantitativos
o cualitativos que respalden hechos estilizados
que detonen y articulen la reflexión
teórica en las otras disciplinas, y b) que permitan
abonar al mejor entendimiento de la
sociedad contemporánea, de sus funcionamientos,
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La revista publica artículos y ensayos, después
de ser sometidos a dos dictámenes
elaborados por pares ciegos, así como reseñas
inéditos. Todos los artículos y ensayos
son evaluados por expertos nacionales
o internacionales en el tema del documento
postulado y externos a la institución de
origen de los autores. Los trabajos deberán
responder a las intenciones de cada una de
las secciones de la revista: 1) Temática: tema
central del número. En esta sección, los
editores podrán solicitar ex profeso la colaboración
de algunos autores, sin que ello
implique la exención del cabal proceso editorial;
2) General: abierta a cualquier tema
incluido en las distintas áreas que abarca la
revista; 3) Ensayos y crónicas: analizan, interpretan
y discuten un tema mediante el
cual se problematice o demuestre una hipótesis
a través de una secuencia argumentativa
que denote un profundo conocimiento
sobre dicho tema; 4) Lecturas y relecturas:
reseñas de libros de reciente aparición o de
aquellos que se presten a nuevas lecturas o
interpretaciones y 5) Infografías: ordenan y
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y diagramas sistematizados para facilitar la
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La revista está orientada a un público
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and edited by El Colegio Mexiquense, A.C. It
privileges inter and transdisciplinary nature
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El Colegio Mexiquense, A.C.

Tabla de Contenidos
Table of Contents
Sección temática
Mílada Bazant
Maddelyne Uribe Delabra
Presentación
Presentation
Luz María Salazar Cruz y Tania Chávez
Distribución estatal y municipal del feminicidio
en México 2015-2021
State and municipal distribution of Femicide
in Mexico 2015-2021
Carlos Antonio Flores Pérez
Inteligencia financiera contra el lavado de dinero
Financial intelligence against money laundering
Elena Azaola Garrido
Estado de Excepción y pandemia
de violencia en México
State of Exception and Violence Pandemic in Mexico
Fernando Bolaños-Ceballos
y Juan Carlos Ramírez Rodríguez
Motivaciones y política pública sobre la violencia
de hombres contra su pareja mujer
Motivations and public policy on the violence of men
against their female partner
Edgar Guerra
Mediaciones de violencia. Discursos legitimadores
sobre violencia social y criminal:
el caso Los Caballeros Templarios
Violence mediations. Legitimizing discourses on social
and criminal violence: the case of “Caballeros Templarios”
IX
421
437
455
469
491

Fabrizio Lorusso
Desaparecer y buscar en Guanajuato:
respuestas colectivas frente a las violencias
Disappearing and searching in Guanajuato:
Experiences and responses in the face of violence
Olga Nacori López-Hernández
y Oscar Misael Hernández-Hernández
Andares peligrosos: Reexplorando la violencia
criminal en la frontera norte de México
Dangerous walks: Re-exploring criminal violence
on Mexico’s northern border
Sección general
Patricia Massé
Miradas al embarazo en la fotografía.
Aproximación al primer medio siglo XX en México
Looking at pregnancy in photography. An approach
to the first half of twentieth century in Mexico
Rosalia Pérez Valencia, Carlos Escalante Fernández
y María Guadalupe Mendoza
Ausencia y olvido, la Historia en la escuela secundaria
en el contexto de reformas educativas
Absence and oblivion, history in secondary education
in the context of educational reforms
Henio Millán
México: bienestar subjetivo y movilidad social
Mexico: subjective well-being and social mobility
Ensayo
Hugo Aboites
Cien años de violencia de Estado contra estudiantes
y maestros en la educación mexicana
A hundred years of State violence against students
and teachers in Mexican education
507
531
555
573
591
611

SECCIÓN TEMÁTICA

Presentación
VIOLENCIA Y CRIMEN
ORGANIZADO EN MÉXICO
Actualmente, no hay acciones que afecten
más a la población mexicana que la violencia y
el crimen organizado. La extensión de este fenómeno
ha rebasado las mediciones universales y
se ha revelado con múltiples y aterradoras formas.
México es el país más violento del mundo
(entre los que no se encuentran en guerra), hay
11 feminicidios diarios, cada día son asesinados
tres menores de edad y durante 2021 desaparecieron
12 personas diariamente. ¿Cuál es la historia
sumergida atrás de la violencia y el crimen
organizado? Korpus 21 dedica su número 6 a responder
a esta pregunta desde múltiples ángulos
académicos y diversas metodologías científicas.
¿Asesinar a un ser humano sólo por ser mujer?
Esa atrocidad es tal vez la cúspide de la enorme
desigualdad y abusos de género que ha arrastrado
la historia de México pero en estos momentos
ha llegado a límites patológicos. Están presentes
en el fenómeno social, afirman las autoras Luz
María Salazar y Tania Chávez en su artículo “Distribución
estatal y municipal del feminicidio en
México 2015-2021”, las prácticas de sometimiento
del Otro, a través de la violencia en lo familiar,
doméstico y sexual. En su interesante investigación
basada en los datos proporcionados por
el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional
de Seguridad Pública, las autoras examinan los
feminicidios a nivel estatal y municipal, y, bajo
diversas aristas, revelan contextos domésticos,
patrones de conducta, motivaciones misóginas
y construyen tipologías que refieren al feminicidio
como un continuum de violencias, es decir,
que la víctima no sólo es la afectada directamente
sino las otras mujeres que participan en los
diversos contextos que la rodean y se extiende
hasta después de la muerte. El feminicidio produce
un efecto dominó, genera consecuencias
negativas en una interminable cadena de dolor.
Otra faceta de la delincuencia organizada es
el lavado de dinero, práctica que evita identificar
el origen ilegal de los recursos obtenidos y su integración
en la economía legal. Bajo el título “Inteligencia
financiera contra el lavado de dinero”,
Carlos Antonio Flores Pérez analiza la manera
en que se realiza, rastrea sus sinergias con otras
instituciones y exhibe las potencialidades que
revista para el desmantelamiento de redes criminales.
El tema de la inteligencia financiera es
un tema relativamente nuevo que ofrece vetas
importantes para enfrentar la crisis de seguridad
e impunidad que existen en el país. Además
de indagar sobre las modalidades y el comportamiento
del lavado de dinero, que requiere de
cierta estrategia de control, la operación está ligada
a la integridad de los servidores públicos
o empleados de tal suerte que este sistema tan
complejo de transacciones y actores puede interactuar
con frecuencia con actividades legales.
El combate al lavado de dinero no está, pues,
solamente dirigida a desmantelar alguna organización
delictiva, sino en la regulación y desarticulación
de determinadas prácticas bancarias y
financieras.
Ahora bien, de frente a la pandemia de la
violencia como llama Elena Azaola al estado
permanente de violencia en el cual vivimos los
mexicanos hoy en día, y pese al poder creciente
que han ejercido las Fuerzas Armadas y la Guardia
Civil, no se ha logrado contener la escalada
de violencia que impera en nuestro país. Todo
lo contrario: la creciente militarización ha traído
como consecuencia la vulneración del estado de
Derecho o de las normas legales que los gobiernos
han adoptado. Las graves violaciones a los
derechos humanos han consistido en detenciones
arbitrarias, uso arbitrario de la fuerza, privación
de la vida, tratos crueles y degradantes.
IX

PRESENTACIÓN SECCIÓN TEMÁTICA
Elena Azaola incorpora a su análisis el concepto
de Estado de excepción que constituye
“una tierra de nadie entre el derecho público y
el hecho político, y entre el orden jurídico y la
vida”; es un espacio en que está en juego una
fuerza de ley sin ley y, así, en México estamos
cada vez más distantes de la ley y más cercanos
a las excepciones jurídicas que se han convertido
en norma. Vivimos en un permanente estado
de excepción que ignora la ley y los más elementales
principios de la condición humana. La autora
sugiere cambiar el modelo de seguridad basado
en instituciones de carácter civil y fortalecer
las instituciones de justicia, una quimera que no
se vislumbra en el futuro cercano.
A su vez, Fernando Bolaños-Ceballos y Juan
Carlos Ramírez Rodríguez, en su texto “Motivaciones
y política pública sobre la violencia de
hombres contra su pareja mujer”, analizan las
causas sociales y culturales de esta violencia
para apoyar el diseño de acciones públicas que
prevengan el maltrato y abuso. A partir de la
producción investigativa, la revisión de estudios
y conceptos clave, se describen y analizan las
causas y elementos asociados al abuso y maltrato,
así como su relación con las acciones públicas
requeridas para su prevención.
Bajo las premisas de la línea de investigación
pedagogías de la violencia, Edgar Guerra aporta
una interesante y novedosa radiografía de cómo
operan Los Caballeros Templarios (anteriormente
la Familia Michoacana) de la región de Tierra
Caliente. Lo que desarrolla el autor en este trabajo
es el nivel micro de la experiencia subjetiva
de los perpetradores de la violencia y los procesos
o mecanismos que operan para condicionar
la reproducción de las violencias. A través
de una investigación social cualitativa explora el
concepto de mediaciones, mecanismo que articula
la pedagogía de la violencia y explica sus
procesos de socialización. Los Caballeros Templarios
construyeron una narrativa de carácter
social, regional y mística que les permitía conectarse
con los habitantes de la región misma que
publicaban en los medios de comunicación. Justificaban
la violencia para expulsar a Los Zetas y
utilizaban desplegados escalofriantes como “La
Familia no mata por paga, no mata mujeres, no
mata inocentes. Sólo muere quien debe morir.
Sépanlo toda la gente, esto es justicia divina”.
Además de vigilar las entradas a los pueblos
muchos integrantes de las comunidades participaron
en las actividades delictivas y también
lograron construir pactos con funcionarios afines
a los cuadros de la organización. A través de
la religión Templaria resaltaban la idea de la familia
tradicional, la identidad regional, la seguridad
frente a enemigos externos. Niños y jóvenes
aprendían y desarrollaban actitudes y prácticas
de masculinidad; se hacían hombres mediante la
violencia que les daba un sentido de pertenencia
y comunidad. El artículo contribuye a profundizar
en el tema de la violencia extrema desde el
espacio de las subjetividades, lo simbólico y lo
cultural.
Por su parte, Fabrizio Lorusso examina vivencias,
respuestas y repertorios de acción colectiva
de las víctimas indirectas de la desaparición
de personas, organizadas en colectivos
en Guanajuato a partir de noviembre de 2019,
enfocándose en las integrantes del colectivo
Buscadoras Guanajuato. Utiliza las categorías de
gobernanza desde arriba y desde abajo, agencia
cívica y ciencia ciudadana para la comprensión
de procesos que han experimentado las familias
ante las desapariciones y múltiples formas de
violencia, mostrando ejemplos de construcción
colaborativa del conocimiento, de la memoria
y de la visibilización de la problemática entre la
academia, la sociedad civil y los colectivos en su
artículo “Desaparecer y buscar en Guanajuato:
respuestas colectivas frente a las violencias”.
Finalmente, en su artículo “Andares peligosos:
reexplorando la violencia criminal en la frontera
norte de México”, Olga Nacori López-Hernández
y Oscar Misael Hernández-Hernández
estudian la violencia criminal en dos ciudades
de la frontera norte de México, específicamente
en Ciudad Juárez, Chihuahua, y Matamoros,
Tamaulipas. Parten de un enfoque relacional y
una dimensión fenomenológica de la violencia
criminal, definiéndola como un campo de poder
procesual, multicausal y multidireccional, pero
también como un campo de poder vivido y significado
por quienes la ejercen y quienes la padecen
en la vida cotidiana. Metodológicamente
utilizan la autoetnografía como una herramienta
útil para comprender el contexto social y subjetivo
de la violencia criminal que viven los autores
en ciudades de esta región fronteriza.
Cierra el eje temático el ensayo de Hugo
Aboites “Cien años de violencia de Estado contra
estudiantes y maestros en la educación mexicana”.
El autor pone el dedo en la llaga respecto
X

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, IX-XII
a uno de los problemas más graves que ha arrastrado
la historia de la educación. Traza el horizonte
histórico de cien años, de 1921 a 2021, de
la violencia que el Estado ha ejercido contra estudiantes
y maestros, sin que necesariamente se
trate de conflictos específicos, causas puntuales
y/o incluso sucedan en periodos de inestabilidad
civil. “Es un sustrato vivo que está presente
e influye de manera importante en la persistencia”.
Ahora bien, ¿cuál es el origen? ¿Y por qué
ha persistido? El autor encuentra la causa: la
violencia del Estado es expresión de la manera
cómo se estructuró en su origen la relación entre
el Estado y sus actores. En el nivel de la educación
básica el Estado rompió a partir de los años
de 1950 la alianza político-laboral que tenía con
el magisterio desde los años veinte. En aquella
alianza Estado y maestros estaban comprometidos
en la construcción de una sociedad en que
campesinos, obreros y clases populares tuvieran
un papel central en aquella conducción para mejorar
sus condiciones de vida colectiva, familiar
e individual. Aquella alianza encontró su apoyo
más contundente en la época cardenista cuando
se incluyó en la Constitución el adjetivo de socialista:
“la educación que imparta el Estado será
socialista”. El Estado mostraba su respaldo a las
políticas agrarias, laborales, educativas y de beneficio
social. En estos años no hubo violencia.
La ruptura del pacto original ha traído consigo
una violencia ilimitada. La opresión cotidiana
de los bajos salarios y la “losa burocrática” de
la SEP y el SNTE de los maestros ha provocado
que desde 1950 comenzaran las rebeliones
abiertas y que cuestionaran las estructuras de
control. Aboites explora las causas de la rebelión
y las respuestas represoras del gobierno. Desde
el Porfiriato el maestro ha sido considerado el
culpable de los logros y fracasos de los alumnos
y pese a las múltiples reformas, el gobierno no
ha atinado a ejercer una política educativa incluyente,
teniendo en cuenta las distintas regiones
culturales del país. Esta ausencia, concluye el autor,
“es deliberada y convenientemente blindada
por la legislación”.
Punto y aparte es la educación superior. Desde
que se creó la Universidad Nacional en las
postrimerías del Porfiriato, se habló de su necesaria
autonomía: “el gobierno de la ciencia en acción
debe pertenecer a la ciencia misma”, dijo el
célebre Ministro de Instrucción Pública y Bellas
Artes, Justo Sierra. Aquella postura habría de
cobrar vida propia en 1929 cuando, después de
una huelga estudiantil reprimida violentamente
por el Estado, finalmente éste reconoció su autonomía,
digamos, “entre comillas”.
De manera paradójica, la educación socialista
no entró al paradigma de socialista; Aboites
explica que el mismo Secretario de Educación,
Narciso Bassols “extiende el divorcio a todas las
instituciones por su falta de colaboración en esta
empresa de Estado”. Y, aunque finalmente, en
1945, se resuelve mediante un Acuerdo, la distancia
y tirantez entre Universidad y Estado, los
académicos y estudiantes serán excluidos. Éste
es el yerro original. El autor escudriña porque el
gobierno podrá, en las décadas por venir y sin
formalidades, incidir en la vida institucional universitaria
y ejercer violencia descomunal contra
los estudiantes. De modo que, el análisis elaborado
por Aboites nos muestra claramente como
la historia y todas estas experiencias del pasado
en la historia de la educación, pueden arrojar luz
para entender el presente y construir un futuro
sin violencia. La esperanza: ayudar al Estado
para cambiar la forma, el contenido y el manejo
hacia el muy castigado magisterio nacional.
Mílada Bazant
Maddelyne Uribe Delabra
El Colegio Mexiquense, A.C.
XI

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 421-436
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus21202295
DISTRIBUCIÓN ESTATAL Y MUNICIPAL
DEL FEMINICIDIO EN MÉXICO 2015-2021
STATE AND MUNICIPAL DISTRIBUTION
OF FEMICIDE IN MEXICO 2015-2021
Luz María Salazar Cruz
orcid.org/0000-0002-9020-5370
El Colegio Mexiquense, A.C.
México
lsalazar@cmq.edu.mx
Tania Chávez
orcid.org/0000-0002-6884-0415
El Colegio Mexiquense, A.C.
México
tchavez@cmq.edu.mx
Abstract
This article analyzes femicide in Mexico: definition, typology and incidence (2015-2021)
through the data provided by the Executive Secretariat of the National Public Security
System (SESNSP) referred to in the criminal incidence of the common jurisdiction;
An analysis is carried out at the state and municipal level, identifying the states
and municipalities with the greatest number of reports in the period analyzed. The
assumption of the incidence of intentional femicide links the motivation and malice on
the part of the perpetrators from sexist and misogynistic assumptions, as announced
by the typologies related to femicide in Mexico.
Keywords: Femicide, Executive Secretariat of the National Public Security System,
Criminal incidence.
Resumen
Este artículo analiza el feminicidio en México: definición, tipología e incidencia (2015-
2021) a través de los datos proporcionados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema
Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) referidos en la incidencia delictiva del fuero
común; se realiza un análisis a nivel estatal y municipal de los registros para identificar
las entidades y municipios con mayor cantidad de reportes en el periodo analizado.
El supuesto de la incidencia del feminicidio intencional vincula la motivación y dolo
por parte de los perpetradores desde presupuestos sexistas y misóginos, tal como lo
anuncian las tipologías relativas al feminicidio en México.
Palabras clave: feminicidio, Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad
Pública, incidencia delictiva.
421

LUZ MARÍA SALAZAR CRUZ Y TANIA CHÁVEZ, DISTRIBUCIÓN ESTATAL Y MUNICIPAL
DEL FEMINICIDIO EN MÉXICO 2015-2021
Introducción
Abordar el feminicidio es preguntarnos por la
forma en que construimos las relaciones de género
y por los múltiples canales a través de los
cuales aceptamos la violencia. En cuanto a la
construcción del género, es un diseño complejo 1
que vincula representaciones, relaciones e imaginarios
sociales al borde de la entropía con la
apariencia de orden, cuyos mecanismos operan
la manera en que las instituciones estructuran y
reestructuran las identidades de género. Al respecto,
Huacuz Elías señala:
Las representaciones sociales son un saber común
o guías para la acción y desempeñan un papel frecuentemente
más importante que las características
objetivas en los comportamientos adoptados
por los sujetos o los grupos. En este sentido el análisis
de las prácticas y las representaciones sociales
revela el papel que juegan las performatividades
de las y los sujetos en los sistemas complejos […]
(2009: 17).
Lo anterior sugiere que imaginarios cimentados
en meta relatos que crearon históricamente
prácticas de cultura y de vida densificaron la
legitimidad de la identidad de las mujeres en el
entramado esencialista de la naturaleza femenina
y, desde ahí, la intencionalidad reduccionista
a seres destinados incuestionablemente a
un segundo plano de la vida, con todo lo que
ello abarca. ¿Cómo se logra y mantiene esto?
Interviene necesariamente el imaginario y las
prácticas del sometimiento del Otro, a través de
las más variadas metodologías de la violencia
permisibles en lo familiar, conyugal, doméstico
y sexual, recurriendo a “mecanismos de género
que operan antes, durante y después de los
eventos de violencia falocéntrica […]” (Huacuz
Elías, 2009: 17).
La violencia de género en sociedades complejas
es observada como una forma histórica
de relaciones sociales, de caos entre las personas
al interior de las instituciones (familia, pareja,
personas…), y que tienen consecuencias
1 Huacuz Elías (2009: 23) plantea que lo complejo es un estado
de dificultad para analizar de manera integral los diversos
componentes de un problema multicausal; diversos elementos
y relaciones que actúan en diferentes combinaciones
creando realidades alternas y produciendo una amplia gama
de posibilidades sistémicas de su desarrollo o evolución.
trascendentes en la salud psicosomática de las
implicadas (físicas, biológicas, psicológicas, sexuales).
Estas consecuencias activan una tensión
permanente cuyo mantenimiento y/o incremento
presionan y/o desestabilizan más la
relación intergénero atravesada por la violencia.
De esta manera, las violencias de género ejercidas
contra las mujeres se desarrollan en un
amplio rango de manifestaciones, cuya última
expresión es la violencia extrema que tipifica
el feminicidio. Posterior al hecho, el crimen de
feminicidio compromete los criterios sociales y
jurídicos punibles que pueden o no coincidir en
función de los permisivos motivos que cada uno
de estos criterios otorga casuísticamente a esta
violencia extrema.
Nuestra pregunta de investigación se centra
en cómo la variación o el incremento y distribución
del feminicidio a nivel estatal y municipal
sólo muestra una evidencia de la extensión del
fenómeno que se mantiene velado y que emerge
a partir de registros públicos, posibles sólo
cuando el asesinato de mujeres no puede ser
ocultado. Ésta sería la razón por la que municipios
y localidades que no tienen antecedentes
registrados de feminicidios aparecen en un período
reciente con un incremento inexplicable, a
la cabeza de estadísticas atípicas en la concentración
espacial antecedente del fenómeno. Por
supuesto subyace a la manifestación del feminicidio,
una sociedad que lo ejecuta, lo presencia,
lo presiente y lo siente, y también lo oculta.
Este trabajo analiza la distribución estatal y
municipal del incremento del feminicidio en México
entre 2015 y 2021 a partir de los datos más
actualizados que ofrece una de las fuentes que
lo reportan, el Secretariado Ejecutivo del Sistema
Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en
razón de que estadísticamente actualiza periódicamente
los registros. 2
Es importante anotar que la gran mayoría de
los feminicidios son cometidos por la pareja o
ex pareja sexo-afectiva, generalmente un hombre
y sus cómplices, y en los ámbitos familiar,
conyugal y doméstico. Así, la Organización de
las Naciones Unidas (ONU) señala que en 2020
alrededor de 47,000 mujeres y niñas en todo
2 Cada mes se publica el número total de delitos, desagregados
en siete grandes tipos y en distintas modalidades, de
acuerdo con el formato CIEISP, establecido por el Comité
Interinstitucional de Estadística e Informática de Seguridad
Pública.
422

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 421-436
el mundo fueron asesinadas por sus parejas íntimas
u otros miembros de la familia (UNODC,
2021: 3). Por esta razón, podríamos afirmar que
nuestros referentes de amparo –familia y Estado–
se desdibujan como garantes de seguridad
y sobrevivencia, y se tornan en cómplices directos
del incremento del feminicidio.
Feminicidio, definición
El feminicidio ha sido incluido en los análisis de
violencia de género en razón de una y la última
de sus derivaciones (Vasil’eva et al., 2015: 22-26;
Butler, 2014: 17; Huacuz Elías, 2011: 8-22; Russell,
2005: 136, 138; Russell y Radford, 2006; Monárrez
Fragoso, 2004: 4; Lagarde, 2008: 225, 232-
234; 2005: 258-259). En México ha sido analizado
en la investigación sociológica (Quintana
Osuna, 2018; Robles, 2015; Saucedo y Huacuz
Elías, 2013; Arteaga Botello y Valdés Figueroa,
2010; Monárrez Fragoso, 2000 y 2009; Nantera
Rey, 2009; Lagarde, 2008; Russell, 2005); en la
investigación histórica (Núñez, 2015 y 2016; Segato,
2010), y en la investigación jurídica (Araiza
Díaz et al., 2020; Guevara Bermúdez, 2013; Saavedra
Alessandrini, 2013). Aceptamos la definición
integral de Russel y Radford, que señalan:
El feminicidio representa el extremo de un continuum
de terror anti-femenino que incluye una amplia
variedad de abusos verbales y físicos, tales como:
violación, tortura, esclavitud sexual (particularmente
por prostitución), abuso sexual infantil incestuoso
o extra familiar, golpizas físicas y emocionales, acoso
sexual (por teléfono, en las calles, en la oficina
y en el aula), mutilación genital (clitoridectomías,
escisión, infibulaciones), operaciones ginecológicas
innecesarias (histerectomías), heterosexualidad forzada,
maternidad forzada (por criminalización de
la concepción y del aborto), psicocirugía, negación
de comida para mujeres en algunas culturas, cirugía
plástica y otras mutilaciones en nombre del embellecimiento.
Siempre que estas formas de terrorismo
resulten en muerte, se convierten en feminicidios
(Russell y Radford, 2006: 57-58).
En esta definición subyacen los supuestos de
sometimiento que los diseños de pareja, familia,
cultura, norma social, justicia y economía han
construido y naturalizado sobre los derechos y
sobrevivencia de las mujeres.
Después de una larga demanda social y las
irregularidades en el sistema de administración
y procuración de justicia por el asesinato de mujeres
en la vida privada, doméstica, familiar y pública
(Monárrez Fragoso, 2018), el Estado mexicano
legisló en 2012 sobre el feminicidio íntimo
consignado en el Título Décimo noveno. Delitos
contra la vida y la integridad corporal, Capítulo
V. En la última reforma al Código Penal Federal
(DOF, 2021), se define al feminicidio como la
privación de la vida a una mujer por razones de
género, lo cual significa que la víctima presente
cualquiera de las siguientes circunstancias:
i) violencia sexual de cualquier tipo; ii) lesiones o
mutilaciones infamantes o degradantes previas o
posteriores a la privación de la vida, o actos de
necrofilia; iii) información de cualquier tipo de violencia
en el ámbito familiar, laboral o escolar del
perpetrador contra la víctima; iv) que el perpetrador
haya tenido relaciones sentimentales, afectivas
o de confianza con la víctima; v) antecedentes de
amenazas, acoso o lesiones contra la víctima; vi)
incomunicación, cualquiera que sea el tiempo previo
de privación de la vida; vii) que el cuerpo de la
víctima sea expuesto o exhibido en un lugar público
[…] (DOF, 2021, Cap. V., Art. 325). 3
Estas circunstancias de feminicidio confirman
el carácter sexista, misógino, e incluye varias características
de la definición de Russell y Radford
(2006). Asimismo, señalamos que el apartado
vi) indica incomunicación, lo que sugiere privación
de la libertad, o secuestro de una mujer. Sin
embargo, el CPF (Código Penal Federal) no considera
esta implicación delictiva, omitiendo esta
circunstancia previa, que en sí misma representa
un delito diferente que puede trascender a la categoría
de lesa humanidad complejizando más
el crimen de feminicidio.
Tipología de feminicidio
Las tipologías sobre feminicidio representan
un recurso heurístico que permite caracterizar
los contextos típicos en que puede ocurrir, o
las circunstancias que contribuyen a establecer
algunos patrones que revelan las violencias
3 Tal legislación sobre feminicidio tiene su correlato punible
entre 40 a 60 años de prisión y de 500 a mil días de multa
(CPF, 2021, Art. 325).
423

LUZ MARÍA SALAZAR CRUZ Y TANIA CHÁVEZ, DISTRIBUCIÓN ESTATAL Y MUNICIPAL
DEL FEMINICIDIO EN MÉXICO 2015-2021
que moviliza el feminicidio. La casuística revela
la ocurrencia y frecuencia de las motivaciones
misóginas y permite construir categorías como
feminicidio racista, íntimo, infantil, sexual, serial,
etcétera. En este caso, nos interesa destacar las
tipologías que refieren al feminicidio como un
continuum de violencias.
Monárrez Fragoso (2010 y 2018) y también
Bejarano Celaya (2014: 24) se basan en el ámbito
contextual del origen del continuum, en el que
pueden ser agredidas una o varias mujeres; es
decir, que si se trata de violencia de género, no
sólo la víctima directa en calidad de cónyuge o
madre, niña, adolescente, o cualquier mujer, son
las susceptibles de recibir las agresiones continuadas,
sino las otras mujeres que participan
en los contextos familiar, laboral, comunitario, y
ámbitos sociales más amplios; también incluyen
características que representan una condición
social femenina de género –sexualidad, placer,
pubertad, adolescencia, embarazo, etcétera–. Al
respecto, retomamos tres tipos de feminicidio:
• Feminicidio familiar, cuando se trate de feminicidio
ejecutado, o con la participación, de
uno o varios integrantes de la familia; la motivación
puede provenir de un hombre con quien
se tiene parentesco, o de los familiares. El feminicidio
familiar puede ser íntimo bajo un esquema
de convivencia y parentesco consanguíneo
o afín; e, infantil bajo un esquema de confianza
o responsabilidad tutelar (Monárrez Fragoso,
2018: 3).
• Feminicidio a causa de ocupaciones estigmatizadas
–trabajadoras sexuales, bailarinas,
meseras, trabajadoras en bares o sitios de recreación,
etcétera– y puede o no tener antecedentes
de relaciones de confianza con los perpetradores.
• Feminicidio sexual sistémico: es el asesinato
de una niña/mujer cometido por un hombre,
donde se encuentran todos los elementos de la
relación inequitativa entre los sexos: la superioridad
genérica del hombre frente a la subordinación
genérica de la mujer, la misoginia, el control
y el sexismo. No sólo se asesina el cuerpo biológico
de la mujer, se asesina también lo que ha
significado la construcción cultural de su cuerpo,
con la pasividad y la tolerancia de un Estado
masculinizado. El feminicidio sexual sistémico
tiene la lógica irrefutable del cuerpo de las niñas
y mujeres pobres que han sido secuestradas,
torturadas, violadas, asesinadas y arrojadas en
escenarios sexualmente transgresores. Los asesinos,
por medio de los actos crueles, fortalecen
las relaciones sociales inequitativas de género
que distinguen los sexos: otredad, diferencia y
desigualdad.
Al mismo tiempo, el Estado, secundado por
los grupos hegemónicos, refuerza el dominio
patriarcal y sujeta a familiares de víctimas y a
todas las mujeres a una inseguridad permanente
e intensa, a través de un periodo continuo e
ilimitado de impunidad y complicidades al no
sancionar a los culpables y otorgar justicia a las
víctimas.
El Estado lo acepta y al mismo tiempo lo presenta
y lo formula como un cuerpo coherente de
violencia sistémica contra las mujeres, con ideas
y principios que permiten que se lleve a cabo
regularmente. Se supone que no afecta a todo
el cuerpo social, que no es de peligro, ni es dañino
en términos generales, porque afecta sólo
a algunas mujeres, a algunas partes del cuerpo
social que son fácilmente reemplazables. Pero
una vez que se regulariza, hace al cuerpo social
profundamente endémico, profundamente permisible
al feminicidio sexual sistémico, le autoriza
una naturalización y una continuidad sin límite
debido a la impunidad tolerada y permitida,
porque no se busca a los culpables.
De una manera maligna, quienes tienen la facultad
de otorgar la justicia y quienes están en
posición de exigirla emiten y ponen en circulación
falsos reportes, falsas apariencias sobre las
víctimas: las calumnian, las vilipendian, las difaman
y las deshonran. Estas falsas representaciones
resultan en la ignominia, el dolor y la pena
de quienes sobreviven a las víctimas.
Estos ataques continuos, directos o indirectos,
señalados o insinuados, sobre la reputación
de víctimas y familiares, se convierten en un
abuso abierto y directo de difamación, descrédito
y desprestigio que subrayan la pérdida o la
injuria de la dignidad ciudadana de las víctimas
y recalcan la culpa y el sufrimiento de quienes
piden justicia por ellas: sus familiares, sujetos de
múltiples victimizaciones (Monárrez Fragoso,
2018: 90-91).
El feminicidio sexual sistémico ocurre en
condiciones de secuestro, desaparición, tortura,
violación y exposición pública de los restos,
424

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 421-436
es decir, cargado de acciones y símbolos. Este
tipo puede ser Sistémico desorganizado, cuando
ocurre una sola vez o escasas veces y no se
clasifica como conectados, o Sistémico Organizado,
cuando se trata de una red, que opera
sistemática y continuamente por un período de
tiempo. Para la autora, el feminicidio sexual sistémico
cuenta con la complicidad del Estado a
través de la dilación e impunidad de la justicia.
En la obra de Monárrez Fragoso (2000, 2004,
2009, 2010 y 2018), el asesinato sexual sistémico
sugiere un continuum de violencias que se extiende
hasta después la muerte de una mujer, la
cual queda lesionada inmensamente en la memoria
familiar, comunitaria y social.
La clasificación de Bejarano Celaya (2014)
sugiere el feminicidio en un continuum de violencias
en las relaciones sociales cercanas –familiar–,
y relaciones sociales casuísticas. En estas
últimas, el feminicidio ocurre en contextos de
riesgo, de descontrol y comportamientos socialmente
desautorizados para las mujeres –bares,
cabarets, centros nocturnos, burdeles–, entornos
que prefiguran desde sus inicios: abusos,
maltratos, discriminación, desvalorización y en
consecuencia aseguran un continuum de violencias
que devienen del riesgo, o peligro e inseguridad
de estos contextos laborales; es decir,
estas actividades laborales incluirían la violencia
como correlato de las prácticas que lindan con
la prostitución. Queda sugerido un campo de
investigación más amplio, es decir, que la violencia
feminicida pertenece a diversos universos
sociales y no proviene exclusivamente de relaciones
cercanas e íntimas.
Russell (2005) reconoce y usa analíticamente
la categoría de feminicidio, y aunque no construye
exactamente una tipología de feminicidio,
hace una diferenciación importante entre asesinato
sexista y asesinato misógino:
Los asesinatos misóginos se limitan a aquellos motivados
por el odio hacia las mujeres, en tanto que
los asesinatos sexistas incluyen los asesinatos realizados
por varones motivados por un sentido de
tener derecho a ellas, y/o superioridad sobre las
mujeres, por el placer o deseos sádicos hacia ellas,
y/o por la suposición de propiedad sobre las mujeres
(Russell, 2005: 138).
En este sentido, la diferencia estribaría en
que el asesinato misógino involucraría a todas
las mujeres independiente de su ciclo de vida,
salud psicosomática, parentesco, relación con
el perpetrador, representación social y otras características;
mientras que el feminicidio sexista
está guiado por el sentimiento exacerbado del
feminicida dirigido hacia un sujeto sexual o sexo-afectivo
específico, e indicaría que un hombre
no mata a cualquier mujer, sino que mata a
la que le produce la herida narcisista más grande.
En ambos casos estamos asomándonos a un
borde psíquico que no podemos desarrollar en
este texto porque no es el objetivo, pero que
advertimos en función de que ambos se fundan
de alguna manera en un perfil de aversión como
rasgo caracterológico de la personalidad del o
los perpetradores, y que se resuelve cotidianamente
en prácticas de violencias como continuum
y en violencia extrema como epílogo final.
Específicamente para el Estado de México
y en función de la revisión de 121 Carpetas de
Investigación de la entonces Procuraduría de
Justicia del Estado de México, Arteaga Botello
y Valdés Figueroa proponen una tipificación basada
en los casos de homicidio doloso (2010:
9-10). No habiendo sido incorporada la figura
jurídica de feminicidio en el Código Penal Federal
ni en el Código Penal de la entidad en 2010,
los autores se adelantan y proponen la siguiente
tipología de feminicidio con base en formas de
violencia infligida:
• Feminicidio por violencia posesiva, que
“tiene como fin manipular e infligir dolor al cuerpo
femenino, antes de provocar la muerte. Aquí
el objetivo no es necesariamente la violación
sexual; aunque sí la desarticulación de las posibilidades
de resistencia de la víctima y la inscripción
de significaciones de poder sobre el
cuerpo” (2010:19).
• Feminicidio por violencia pasional, que
“se ejerce para anular la subjetividad sentimental
que el victimario reconoce en la víctima. En
muchos casos se destruye la independencia y la
capacidad de decisión de las mujeres sobre el
destino de un vínculo amoroso” (2010: 20).
• Feminicidio por violencia intrafamiliar, en
que “la víctima es asesinada después de un largo
proceso de abusos por parte de su pareja sentimental”
(2010: 20).
425

LUZ MARÍA SALAZAR CRUZ Y TANIA CHÁVEZ, DISTRIBUCIÓN ESTATAL Y MUNICIPAL
DEL FEMINICIDIO EN MÉXICO 2015-2021
• Feminicidio a partir de explotación sexual,
que “deriva de las condiciones de opresión y comercio
de las trabajadoras sexuales” (2010: 20).
• Feminicidio con violencia homicida, que
“deriva de actividades como el robo o el secuestro”
(2010: 20).
En el primer caso quedan establecidas la
coacción violenta y la intención de posesión con
daño extremo por parte de hombres contra mujeres
(Arteaga Botello y Valdés Figueroa, 2010:
20-22); en el segundo caso queda sugerida una
relación entre la víctima y el victimario que presume
de carácter afectivo, o al menos un conocimiento
e interés sentimental o erótico/sexual,
por lo que ideológicamente habría un supuesto
vínculo de posesión (Arteaga Botello y Valdés
Figueroa, 2010: 20-25); en el tercer caso, de la
violencia intrafamiliar queda manifiesto el sentido
del continuum de violencias al interior del hogar,
que solía encubrir la violencia de pareja antes
de 2015 cuando se estableció el feminicidio
en el CPF (Arteaga Botello y Valdés Figueroa,
2010: 25-27); en todos los casos queda establecida
la intención de dolo violento contra la mujer
que concluye en el feminicidio.
Monárrez Fragoso (2010 y 2018), Bejarano
Celaya (2014), Russell (2005) y Arteaga Botello
y Valdés Figueroa (2010) coinciden en una tipicidad
de continuum de violencia contra la mujer.
Feminicidios en México
El Secretariado Ejecutivo del Sistema Estatal de
Seguridad Pública pone a disposición pública los
datos de la incidencia delictiva a nivel estatal y
municipal de la república mexicana, 4 a partir de
los cuales se eligieron todos aquellos delitos del
fuero común clasificados en el apartado ‘Bien
Jurídico Afectado’ como “La vida y la Integridad
corporal”, seleccionando el tipo de delito al “Feminicidio”,
entre 2015 y septiembre de 2021, ya
que son los datos específicos disponibles relativos
a este delito en el portal del SESNSP.
Entre 2015 y septiembre de 2021, 2019 y 2020
fueron los años con mayor registro –17.9% del
total de feminicidios (947 y 946 respectivamente)
en el período–, y 2015 fue el año con la menor
cantidad de delitos de feminicidio (412 feminicidios,
equivalente a 7.8%). A nivel nacional, cinco
de las 32 entidades concentran aproximadamente
42.6% de los feminicidios en el periodo
analizado: Estado de México (684 casos, que
representan 12.9%), Veracruz (534, equivalentes
al 10.1%), Ciudad de México (376, 7.1%), Jalisco
(357, 6.8%) y Nuevo León (302, 5.7%) (SESNSP,
2021a y 2021b) (tabla 1 y gráfica 1).
4 Las cifras se obtienen de las Procuradurías Generales de
Justicia y Fiscalías Generales de las entidades federativas,
para los delitos del fuero común, y de la Procuraduría General
de la República, para los delitos del fuero federal. Estas
instancias son las responsables de la veracidad y actualización
de los datos.
Gráfica 1
Total de feminicidios anuales por entidad (2015-septiembre de 2021)
Fuente: elaboración propia con base en “Incidencia delictiva estatal del fuero común” del Secretariado Ejecutivo
del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP, 2021a).
426

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 421-436
Por otro lado, las entidades con mayor tasa de feminicidios por cada 100,000 habitantes registradas
en 2015 son Sonora (8.42) y Jalisco (7.9), mientras que para 2020 la entidad que encabeza la
lista es Morelos, con una tasa de 17.75, seguida de Nuevo León, con una tasa de 11.58. Es importante
observar que a nivel nacional la tasa en estos dos periodos casi se duplicó pasando de 3.45 en 2015
a 7.51 feminicidios por cada 100,000 habitantes (tabla 1).
Clave
entidad
Entidad
Población
total
Tabla 1
Tasa de feminicidios a nivel estatal 2015 y 2020
2015 2020 Cambio
en la
Feminicidios
Tasa X
Tasa X
tasa
Lugar Población
Lugar
100,000
Feminicidios 100,000
2020-
nacional total
nacional
Hab.
Hab.
2015
01 Aguascalientes 1,312,544 0 0.00 24 1,425,607 3 2.10 32 2.10
02 Baja California 3,315,766 10 3.02 14 3,769,020 31 8.22 12 5.21
03
Baja California
Sur
712,029 0 0.00 25 798,447 4 5.01 24 5.01
04 Campeche 899,931 4 4.44 10 928,363 3 3.23 29 -1.21
05 Coahuila 2,954,915 16 5.41 7 3,146,771 24 7.63 17 2.21
06 Colima 711,235 5 7.03 4 731,391 7 9.57 5 2.54
07 Chiapas 5,217,908 36 6.90 5 5,543,828 28 5.05 23 -1.85
08 Chihuahua 3,556,574 0 0.00 26 3,741,869 30 8.02 15 8.02
09
Distrito
Federal
8,918,653 56 6.28 6 9,209,944 76 8.25 11 1.97
10 Durango 1,754,754 2 1.14 19 1,832,650 12 6.55 18 5.41
11 Guanajuato 5,853,677 16 2.73 15 6,166,934 19 3.08 30 0.35
12 Guerrero 3,533,251 1 0.28 22 3,540,685 13 3.67 27 3.39
13 Hidalgo 2,858,359 0 0.00 27 3,082,841 19 6.16 21 6.16
14 Jalisco 7,844,830 62 7.90 2 8,348,151 68 8.15 13 0.24
15 México 16,187,608 60 3.71 12 16,992,418 150 8.83 8 5.12
16 Michoacán 4,584,471 12 2.62 16 4,748,846 21 4.42 26 1.80
17 Morelos 1,903,811 15 7.88 3 1,971,520 35 17.75 1 9.87
18 Nayarit 1,181,050 0 0.00 28 1,235,456 12 9.71 4 9.71
19 Nuevo León 5,119,504 1 0.20 23 5,784,442 67 11.58 2 11.39
20 Oaxaca 3,967,889 8 2.02 18 4,132,148 36 8.71 9 6.70
21 Puebla 6,168,883 6 0.97 20 6,583,278 52 7.90 16 6.93
22 Querétaro 2,038,372 8 3.92 11 2,368,467 11 4.64 25 0.72
23 Quintana Roo 1,501,562 0 0.00 29 1,857,985 15 8.07 14 8.07
24
San Luis
Potosí
2,717,820 7 2.58 17 2,822,255 27 9.57 6 6.99
25 Sinaloa 2,966,321 14 4.72 9 3,026,943 26 8.59 10 3.87
26 Sonora 2,850,330 24 8.42 1 2,944,840 31 10.53 3 2.11
27 Tabasco 2,395,272 8 3.34 13 2,402,598 15 6.24 19 2.90
28 Tamaulipas 3,441,698 0 0.00 30 3,527,735 12 3.40 28 3.40
29 Tlaxcala 1,272,847 0 0.00 31 1,342,977 7 5.21 22 5.21
30 Veracruz 8,112,505 40 4.93 8 8,062,579 76 9.43 7 4.50
31 Yucatán 2,097,175 1 0.48 21 2,320,898 6 2.59 31 2.11
32 Zacatecas 1,579,209 0 0.00 32 1,622,138 10 6.16 20 6.16
República mexicana 119,530,753 412 3.45 126,014,024 946 7.51
Nota: Los registros sombreados son los referidos a las entidades que tienen las tasas más altas de feminicidio
en el año analizado.
Fuente: elaboración propia con base en “Incidencia delictiva estatal del fuero común” del Secretariado Ejecutivo
del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP, 2021a) y las proyecciones de población de Coespo (2019).
427

LUZ MARÍA SALAZAR CRUZ Y TANIA CHÁVEZ, DISTRIBUCIÓN ESTATAL Y MUNICIPAL
DEL FEMINICIDIO EN MÉXICO 2015-2021
Las entidades con los incrementos más altos en las tasas de feminicidio entre 2015 y 2020 son
Nuevo León, Morelos, Nayarit, Quintana Roo y Chihuahua. Sólo dos entidades logran disminuir la
tasa de feminicidios calculada en 2015 y 2020 (Chiapas y Campeche). El resto de las entidades tiene
tasas calculadas mayores en 2020 respecto a la calculada en 2015.
Feminicidios en los municipios
de la república mexicana
A fin de identificar la incidencia a una escala microespacial, analizamos el feminicidio a nivel municipal,
en el que encontramos que Culiacán (Sinaloa) concentra el mayor número de feminicidios
con 129 casos registrados en el período, seguido de la alcaldía Iztapalapa (Ciudad de México) con
74 feminicidios; en 19% de los municipios en la república mexicana se han perpetrado entre 2 y 10
feminicidios en el periodo de análisis; 17% de municipios registran 1 feminicidio; y, finalmente 59%
de los municipios no han presentado registro de feminicidios (mapa 1 y tabla 2).
Mapa 1
Total de feminicidios por municipio en la república mexicana
(enero de 2015-septiembre de 2021)
Fuente: elaboración propia con base en “Incidencia delictiva municipal nueva metodología” del Secretariado
Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP, 2021b).
428

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 421-436
En este primer acercamiento se calculó el total de feminicidios durante el periodo de análisis
(2015-septiembre de 2021), y se ordenaron ascendentemente todos los municipios de México por
el total de feminicidios registrados en cada una de las demarcaciones. A continuación, se muestran
los 25 municipios con mayores registros de feminicidios en el periodo analizado (tabla 2).
Tabla 2
Primeros 25 municipios que a nivel nacional presentaron más delitos
de feminicidio entre enero de 2015 y septiembre de 2021
Clave municipio Entidad Municipio
Total de feminicidios enero
2015 y septiembre 2021
25006 Sinaloa Culiacán 129
09007 Ciudad de México Iztapalapa 74
08037 Chihuahua Juárez 71
19039 Nuevo León Monterrey 67
02004 Baja California Tijuana 65
15033 México Ecatepec de Morelos 62
27004 Tabasco Centro 61
14039 Jalisco Guadalajara 59
21114 Puebla Puebla 54
30193 Veracruz Veracruz 52
12001 Guerrero Acapulco de Juárez 50
14097 Jalisco Tlajomulco de Zúñiga 50
24028 San Luis Potosí San Luis Potosí 48
09005 Ciudad de México Gustavo A. Madero 46
26018 Sonora Cajeme 45
30087 Veracruz Xalapa 44
08019 Chihuahua Chihuahua 42
25012 Sinaloa Mazatlán 42
09015 Ciudad de México Cuauhtémoc 41
14120 Jalisco Zapopan 41
15031 México Chimalhuacán 40
09012 Ciudad de México Tlalpan 39
16053 Michoacán de Ocampo Morelia 39
15058 México Nezahualcóyotl 36
Fuente: elaboración propia con base en “Incidencia delictiva municipal nueva metodología” del Secretariado
Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP, 2021b).
A través de la información proporcionada por el SESNSP, observamos que el feminicidio a nivel
municipal ha aumentado en los últimos años de manera casi generalizada; del total de feminicidios
registrados entre enero de 2015 y septiembre de 2021, en el norte de la república mexicana, el
municipio de Culiacán encabeza la lista, seguido de Juárez (Chihuahua) con 71 registros; por otro
lado, en el centro de la república mexicana, a nivel municipal sobresalen las alcaldías Cuauhtémoc,
Gustavo A. Madero, Iztapalapa y Tlalpan en CDMX; tres municipios en el Estado de México: Chimalhuacán,
Ecatepec de Morelos y Nezahualcóyotl; y tres más en Jalisco: Guadalajara, Tlajomulco de
Zúñiga y Zapopan.
429

LUZ MARÍA SALAZAR CRUZ Y TANIA CHÁVEZ, DISTRIBUCIÓN ESTATAL Y MUNICIPAL
DEL FEMINICIDIO EN MÉXICO 2015-2021
Con el propósito de llevar a cabo un análisis comparativo a nivel municipal se calcularon las tasas
de feminicidio anuales por cada 100,000 habitantes en cada uno de los municipios de la república
mexicana; para 2015, los municipios con las mayores tasas de feminicidio por cada 100,000 habitantes
son: Totatiche, Jalisco (22.67), seguido de Cosalá, Sinaloa (12.28). Mientras que en 2020 el
municipio de San Lorenzo Victoria (Oaxaca) registró una tasa alarmante de 107.30 feminicidios por
cada 100,000 habitantes, seguido del municipio de Los Aldamas (Nuevo León), con 71.07 feminicidios
por cada 100,000 habitantes. En ambos casos las tasas de delito por feminicidio supera las
tasas de homicidios en México que se calcula en 29 homicidios por cada 100,000 habitantes para
el año 2020 (Inegi, 2021).
Ahora bien, en 2015 y rescatando los primeros 25 municipios de mayor incidencia de feminicidio,
tenemos que los municipios con tasas más altas pertenecen a las entidades federativas de Jalisco
(Mezquitic, Tapalpa, Tequila, Tizapán el Alto, Totatiche y Villa Corona) y Veracruz (Chacaltinguis,
Chinampa de Rotostiza, Isla, Jilotepec, Puente Nacional y Tampico Alto) (tabla 3).
Tabla 3
Municipios de la república mexicana con las tasas de feminicidio más altas en 2015
Clave Municipio Entidad Municipio Población total
Tasa X 100,000
Habs.
Lugar nacional
2015
14104 Jalisco Totatiche 4,412 22.67 1
25005 Sinaloa Cosalá 16,292 12.28 2
26056 Sonora San Miguel de Horcasitas 9,081 11.01 3
15034 México Ecatzingo 9,414 10.62 4
30134 Veracruz Puente Nacional 22,454 8.91 5
16001 Michoacán Acuitzio 11,425 8.75 6
07116 Chiapas Marqués de Comillas 11,444 8.74 7
07024 Chiapas Chanal 12,181 8.21 8
30152 Veracruz Tampico Alto 12,320 8.12 9
30054 Veracruz Chacaltianguis 12,494 8.00 10
07115 Chiapas Maravilla Tenejapa 12,945 7.72 11
05038 Coahuila Zaragoza 13,257 7.54 12
14094 Jalisco Tequila 42,009 7.14 13
24042 San Luis Potosí Tanquián de Escobedo 15,120 6.61 14
30093 Veracruz Jilotepec 16,682 5.99 15
30060 Veracruz Chinampa de Gorostiza 16,741 5.97 16
07022 Chiapas Chalchihuitán 16,803 5.95 17
16104 Michoacán Villamar 17,166 5.83 18
14114 Jalisco Villa Corona 17,824 5.61 19
14061 Jalisco Mezquitic 19,452 5.14 20
14086 Jalisco Tapalpa 19,506 5.13 21
14096 Jalisco Tizapán el Alto 20,961 4.77 22
30077 Veracruz Isla 43,349 4.61 23
15036 México Hueypoxtla 43,784 4.57 24
26012 Sonora Bácum 23,053 4.34 25
Fuente: elaboración propia con base en “Incidencia delictiva municipal nueva metodología” del Secretariado
Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP, 2021b).
430

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 421-436
En 2020, de los 25 municipios con las tasas más altas de feminicidio a nivel nacional, cinco pertenecen
al estado de Oaxaca (San Lorenzo Victoria, San Antonio Huitepec, San Ildefonso Villa Alta,
San Andrés Zautla y San Lorenzo Victoria), tres al estado de Sonora (Quiriego, Cumpas y Pitiquito
y) y 3 más en Jalisco (La Manzanilla de la Paz, Tenamaxtlán y Atemajac de Brizuela) (tabla 4).
Tabla 4
Municipios de la república mexicana
con las tasas de feminicidio más altas en 2020
Clave Municipio Entidad Municipio Población total
Tasa X 100,000
Habs.
Lugar nacional
2020
20230 Oaxaca San Lorenzo Victoria 932 107.30 1
19003 Nuevo León Los Aldamas 1,407 71.07 2
05012 Coahuila Guerrero 1,643 60.86 3
28010 Tamaulipas Cruillas 1,671 59.84 4
20108 Oaxaca San Antonio Huitepec 2,936 34.06 5
26049 Sonora Quiriego 3,090 32.36 6
20156 Oaxaca San Ildefonso Villa Alta 3,677 27.20 7
14057 Jalisco La Manzanilla de la Paz 4,099 24.40 8
28008 Tamaulipas Casas 4,143 24.14 9
31037 Yucatán Huhí 5,250 19.05 10
20102 Oaxaca San Andrés Zautla 5,326 18.78 11
26023 Sonora Cumpas 5,829 17.16 12
07055 Chiapas Metapa 5,876 17.02 13
32023 Zacatecas Juchipila 12,251 16.33 14
11036 Guanajuato Santiago Maravatío 6,714 14.89 15
14090 Jalisco Tenamaxtlán 7,302 13.69 16
15022 México Cocotitlán 15,107 13.24 17
17021 Morelos Tetecala 7,617 13.13 18
18013 Nayarit San Pedro Lagunillas 7,683 13.02 19
14010 Jalisco Atemajac de Brizuela 7,758 12.89 20
21144 Puebla San Salvador Huixcolotla 16,790 11.91 21
20141 Oaxaca San Francisco del Mar 8,710 11.48 22
16081 Michoacán Susupuato 9,076 11.02 23
26047 Sonora Pitiquito 9,122 10.96 24
17010 Morelos Jantetelco 18,402 10.87 25
Fuente: elaboración propia con base en “Incidencia delictiva municipal nueva metodología” del Secretariado
Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP, 2021b).
Calculando las tasas a nivel municipal, el comportamiento del fenómeno en el país genera una
radiografía muy distinta. Del total de municipios analizados, observamos un aumento en la tasa
nacional de feminicidios en 2021 respecto a 2015; sin embargo, la mayoría de municipios de la república
(1,933) permanecieron sin variación, y 145 municipios disminuyeron su tasa para el año 2021
respecto a la de 2015 (tabla 5).
431

LUZ MARÍA SALAZAR CRUZ Y TANIA CHÁVEZ, DISTRIBUCIÓN ESTATAL Y MUNICIPAL
DEL FEMINICIDIO EN MÉXICO 2015-2021
Tabla 5
Diferencia de las tasas* de feminicidio
en la república mexicana a nivel municipal
entre enero de 2015 y septiembre de 2021
Diferencia 2021-2015
Municipios analizados
2015-2021
Total %
> 0 391 15.84
Sin variación 1,933 78.29
< 0 145 5.87
Total de municipios 2469 100
* Las tasas en el nivel entidad se calcularon respecto a
la población en 2015 y 2020, respectivamente.
Fuente: elaboración propia con base en “Incidencia
delictiva municipal” del Secretariado Ejecutivo del Sistema
Nacional de Seguridad Pública (SESNSP, 2021b).
Para identificar la prevalencia del feminicidio
a nivel municipal se representó geográficamente
la tasa de feminicidios por cada 100,000 habitantes
en todos los municipios de la república
para 2015 y 2020, clasificando los registros
municipales en cuatro rangos: i) sin reporte de
feminicidios 2,264 y 2,031 municipios en 2015 y
2020 respectivamente; ii) con registro de 1 a 10
feminicidios por cada 100,000 mil habitantes, en
423 municipios registrados en 2020; iii) con registro
de 11 a 35 feminicidios por cada 100,000
mil habitantes, en 19 municipios también para
2020; y, iv) finalmente con registro de 36 y más
reportes de feminicidios por cada 100,000 mil
habitantes, en 4 municipios sólo para 2020. Estos
datos son importantes para observar el nivel
de concentración del feminicidio a nivel municipal
(mapa 2a y mapa 2b).
Mapa 2
Tasa de feminicidios por cada 100,000 habitantes a nivel municipal, 2015 y 2020
Fuente: elaboración propia con base en “Incidencia delictiva municipal nueva metodología” del Secretariado
Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP, 2021b).
Al comparar ambos periodos en los mapas,
podemos observar cómo el número de municipios
que reportan el delito de feminicidio en ambos
ciclos va en aumento prácticamente en toda
la república; en el norte de la república destacan
los municipios fronterizos de Los Aldama (Nuevo
León), Guerrero (Coahuila) y Quiriego (Sonora)
que en poco más de 5 años han pasado
a ocupar los primeros lugares de incidencia de
este delito.
En la base de datos consultada, los registros
de incidencia delictiva también indican la moda-
lidad en la que fue clasificado el delito; para el
delito de feminicidios destacan cuatro modalidades
posibles: i) con arma blanca, ii) con arma
de fuego, iii) con otro elemento y iv) no especificado.
La modalidad con la mayor cantidad de registros
en el periodo de análisis (cercana al 50%
de los registros) a nivel nacional es la denominada
“con otro elemento”; en segundo lugar, la
modalidad “con arma de fuego” (21.5%), seguida
de “con arma blanca” (20.9%) (tabla 5).
432

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 421-436
Tabla 5
Presuntos delitos de feminicidio a nivel nacional por modalidad.
Enero de 2015-septiembre de 2021
Año
Con arma
blanca
Con arma de
fuego
Con otro
elemento
No especificado Total %
2015 76 57 226 53 412 7.8
2016 108 140 305 54 607 11.5
2017 145 193 366 38 742 14.0
2018 172 201 451 71 895 16.9
2019 201 189 512 46 948 17.9
2020 231 213 422 80 946 17.9
2021 172 144 360 60 736 13.9
Total general 1,105 1,137 2,642 402 5,286
% 20.9 21.5 50.0 7.6
Fuente: elaboración propia con base en “Incidencia delictiva estatal del fuero común” del Secretariado Ejecutivo
del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP, 2021a).
Existen estudios que vinculan los feminicidios
con la disponibilidad de armas de fuego en México
por parte de los perpetradores del delito
(San Martín Romero, 2021), una primera mirada
de los presuntos delitos de feminicidio a nivel
nacional indica que una quinta parte de los feminicidios
tiene como modalidad registrada con
“arma de fuego” y la modalidad de “con arma
blanca” contabiliza otra quinta parte de los feminicidios.
Conclusiones
El feminicidio es un delito resultado de un continuum
de violencias, permanente o intermitente
contra una mujer, que ocurre al interior de las
relaciones conyugales, la pareja actual, la expareja,
la familia, la vida doméstica; también ocurre
como un evento final de violencia contra la mujer,
suceso que puede transitar por la desaparición,
el secuestro, torturas durante el plagio de
ésta y finalmente la muerte violenta.
En México, uno de los avances normativos
más importantes en esta materia es haber establecido
en 2012, en el Código Penal federal, el
delito de feminicidio íntimo que clasifica inicialmente
toda muerte violenta de una mujer como
feminicidio, pese a que la posterior investigación
por la fiscalía especializada la confirme como tal
o la reclasifique en homicidio culposo o doloso.
La literatura especializada (Monárrez Fragoso,
2004, 2009 y 2010; Lagarde, 2008; Huacuz
Elías, 2011; Saucedo, 2005) coincide en que un
argumento central que explicaría el feminicidio
es el odio que construye el sentimiento misógino,
es decir, el sentimiento de aversión hacia
las mujeres en función de su género; sin duda,
el sistema patriarcal ha instituido tal sentimiento
e ideología a través del imaginario de primacía
masculina e inferioridad de la mujer. No es extraño
entonces que en la mayoría de los casos
sea un hombre el principal supuesto victimario
de un feminicidio. Lo anterior permitiría aceptar
el supuesto del feminicidio intencional en tanto
que está cargado de motivación y dolo desde
presupuestos sexistas y misóginos, tal como lo
anuncian las tipologías relativas al feminicidio en
México (Monárrez Fragoso, 2010 y 2018; Bejarano
Celaya, 2014; Russell, 2005, y Arteaga Botello
y Valdés Figueroa, 2010).
Nuestros hallazgos a partir del análisis de los
registros del SESNSP nos permiten confirmar
que entre 2015 y 2020, en términos absolutos
el Estado de México, Veracruz y la CDMX son
las entidades federativas con mayor incidencia
de feminicidio en el país. A su vez, 42% de los
feminicidios se concentraron en las entidades
federativas del Estado de México, Veracruz, Ciudad
de México, Jalisco y Nuevo León. En términos
relativos tenemos un cambio, pues para
2015 Sonora ocupa el primer lugar, seguido de
Jalisco; mientras que en 2020 sobresale Morelos
(que con respecto a su propio registro en 2015
avanza dos lugares), seguido de Nuevo León.
433

LUZ MARÍA SALAZAR CRUZ Y TANIA CHÁVEZ, DISTRIBUCIÓN ESTATAL Y MUNICIPAL
DEL FEMINICIDIO EN MÉXICO 2015-2021
Observando la distribución de los registros
de feminicidios a nivel municipal hallamos que,
de los 25 municipios con mayor incidencia en
2015, seis pertenecen a Jalisco y seis a Veracruz,
cuatro a la CDMX y cuatro al Estado de México;
mientras que en 2020, cinco pertenecen a Oaxaca,
tres a Sonora y tres a Jalisco; lo cual supondría
que en el Estado de México y Veracruz, que
tienen la mayor concentración como entidad,
cuentan al mismo tiempo con una mayor distribución
municipal de eventos de feminicidio.
Metodológicamente nos queda pendiente una
mayor exploración de los casos de feminicidios
en los municipios que más incidencia presentan,
ya que la fuente no nos permite caracterizar ni
correlacionar el registro municipal con otras variables.
Finalmente, observamos cómo el incremento
y la distribución del feminicidio en los ámbitos
estatal y municipal sólo muestran una evidencia
de la extensión del feminicidio que se ha mantenido
oculto y que emerge a partir de registros
públicos, posibles desde la clasificación jurídica
de la muerte violenta de una mujer como feminicidio.
Esta clasificación, a la que subyacen los
aportes de las tipologías analíticas de los asesinatos
de mujeres ha representado una pauta
para el registro estadístico y público y permite
empezar a develar la magnitud del fenómeno.
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Recibido: 2 de febrero de 2022.
Aceptado: 9 de marzo de 2022.
Publicado: 1 de septiembre de 2022.
Luz María Salazar Cruz
Es doctora en Ciencias Sociales con especialidad
en Sociología por El Colegio de México. Actualmente
estudia una especialización en Psicosomática
Relacional en la Universidad de París.
Es profesora-investigadora de El Colegio Mexiquense
en el Seminario Población, Cultura y Sociedad.
Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores,
nivel I. Sus líneas de investigación
son: Desplazamiento Interno Forzado en México,
Violencia de género, migración y salud. Entre
sus más recientes publicaciones se encuentran,
como autora: “Mujeres viudas del conflicto armado.
Violencia y Reparación”, en Antonio Iañez
Domínguez y Antonio Pareja Amador, Mujeres
y violencia en Colombia. La reparación de las
víctimas del conflicto armado, Madrid, Universidad
Pontificia Bolivariana/Junta de Andalucía/
Editorial Catarta, pp. 128-143 (2019); como coautora:
“Secularización y politización zapatista de
las mujeres tzeltales”, Korpus 21, 1 (3), Zinacantepec,
El Colegio Mexiquense. A.C.; “Desplazamiento
Interno forzado y violencia en México”,
Cuiculco. Revista de Ciencias Antropológicas,
25 (73), Ciudad de México, Instituto Nacional de
Antropología e Historia, pp: 10-38 (2018); Entre
la norma y la realidad, violencia de género
y feminicidio en el Estado de México, El Colegio
Mexiquense, A.C. (2022).
Tania Chávez
Es doctora en Ciencias de la Educación, maestra
en Educación con especialidad en docencia,
estudios de maestría en Computación con especialidad
en sistemas distribuidos e ingeniero
en Computación. Actualmente se desempeña
como Jefe de la Unidad de Tecnologías de Información
y Comunicaciones y es integrante del
Seminario de Estudios Estratégicos del Estado
de México de El Colegio Mexiquense, A.C. Es
miembro del Sistema Nacional de Investigadores,
nivel candidato. Ha colaborado en diversos
proyectos de investigación en el área de base de
datos, sistemas de información geográfica, catálogos
digitales, observatorios urbanos locales.
Entre sus publicaciones más recientes destacan,
como coautora: “Explicación socioespacial de la
brecha digital en el espacio intrametropolitano
de Toluca”, Papeles de Población, 27 (110), Toluca,
Universidad Autónoma del Estado de México,
pp. 189-229 (2022); “Análisis Espacio-Sectorial
del Empleo en Sectores Intensivos en Uso del
Conocimiento: Red-Bajío, México, 2015-2020”;
Estudios de Economía Aplicada, 40 (1); Almería,
Universidad de Almería (2022); “Autómata
Celular Metro-NASZ: laboratorio experimental
de expansión urbana”, en La Situación demográfica
de México, Ciudad de México, Conapo,
pp. 149-175 (2021); “Dinámica del empleo en el
centro tradicional de negocios de Toluca (México),
2010-2018: cambio y participación espacial”,
Región y Sociedad, vol. 33, Hermosillo, El
Colegio de Sonora, e1395 (2021); “Dinámica del
empleo en sectores intensivos en uso del conocimiento
en la Megalópolis del Valle de México,
2014-2018”, Revista de Geografía Norte Grande,
Santiago, Pontificia Universidad Católica de Chile.
Instituto de Geografía, pp. 229-251 (2021).
436

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 437-454
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus212022108
INTELIGENCIA FINANCIERA
CONTRA EL LAVADO DE DINERO
FINANCIAL INTELLIGENCE
AGAINST MONEY LAUNDERING
Carlos Antonio Flores Pérez
orcid.org/0000-0001-8039-0835
Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social
México
cflores@ciesas.edu.mx
Abstract
Financial intelligence is relatively new in Mexican institutional system. It provides tools
to confront the security and impunity crisis facing the country. Its central target is money
laundering, which seeks to avoid the identification of illegal origins of crime profit,
hinder its tracking and finally integrate it into licit economy. This paper focuses on the
characteristics of this activity, as well as the evolution of the punitive regime against it
in the world and Mexico, emphasizing the role of financial intelligence. It explains how
it works, its synergies with other law enforcement institutions and its potential for dismantling
criminal networks.
Keywords: Money Laundering, Financial Intelligence, Anti-money Laundering Regime,
Mexico, United States.
Resumen
Este artículo expone características generales del lavado de dinero como actividad
ilícita que evita la identificación del origen ilegal de los recursos obtenidos, la pérdida
de su rastro y su integración final en la economía legal; asimismo, la evolución del régimen
en su contra en el mundo y en México, con énfasis en la inteligencia financiera,
que ofrece opciones para enfrentar la crisis de seguridad e impunidad que afecta al
país. Muestra la manera en que ésta se realiza, sus sinergias con otras instituciones
de aplicación de la ley y las potencialidades que reviste para el desmantelamiento de
redes criminales.
Palabras clave: lavado de dinero, inteligencia financiera, régimen antilavado de dinero,
México, Estados Unidos.
437

CARLOS ANTONIO FLORES PÉREZ, INTELIGENCIA FINANCIERA CONTRA EL LAVADO DE DINERO
Introducción
En el contexto mexicano, la actividad de recolección,
procesamiento, análisis y aprovechamiento
de información, que es denominado inteligencia,
ha sido pocas veces sujeto a análisis académico,
no así en otras latitudes, como es el caso,
por ejemplo, de Estados Unidos. 1 En México, en
el ámbito civil, algunas iniciativas encaminadas
a ello tuvieron lugar en publicaciones del Instituto
Nacional de Administración Pública (INAP)
hacia fines de la década de 1990, en conjunción
con la institución –también civil– entonces encargada
de manera sustantiva de esa actividad:
el Centro Nacional de Investigación y Seguridad
Nacional (Cisen) (INAP, 1998 y 2000). El énfasis,
sin embargo, era la reflexión sobre aspectos
temáticos de la seguridad nacional en sentido
general, o acotada a su referente mexicano, con
pocos análisis específicos respecto a la actividad
de inteligencia o al aparato institucional dedicado
a ella.
Aun en esa época, cuando las operaciones de
la delincuencia organizada mostraban ya niveles
preocupantes por su dimensión y gravedad
–en especial, por la relación irregular que se hacía
evidente entre funcionarios encargados de
perseguirla y que, con obvia paradoja, le brindaban
protección–, los principales operadores de
la inteligencia para la seguridad nacional optaron
por no enfocar al principal órgano civil de
inteligencia para ello (Aguayo Quezada, 2001:
260). Se insistió que esa era una labor de otros
subsistemas, como el de procuración de justicia,
que contaba con el Centro de Planeación para el
Control de Drogas (Cendro), dentro de la Procuraduría
General de la República –antecedente del
actual Centro Nacional de Planeación, Análisis e
Información contra la Delincuencia, CENAPI– y,
más tarde, la División de Inteligencia de la Policía
Federal. Para este enfoque, al que denomino
aquí tradicional, el subsistema de inteligencia
está separado del de procuración de justicia, por
más que la Ley de Seguridad Nacional incluya a
hechos que eviten la actuación del Estado contra
la delincuencia organizada como amenazas
1 Respecto a México, puede considerarse lo expuesto por
Calderón Arozqueta y Salgado Garza (2000: 97-101). En lo
referente a Estados Unidos, la literatura académica es variada.
Como ejemplo, remito a uno de los autores más reconocidos
en la materia: Godson (1983), así como a otros autores
más recientes: Heuer y Pherson (2011) o Clark (2010 y 2014).
a la seguridad nacional. Cabe destacar que, en
el mundo contemporáneo, las mejores prácticas
internacionales en materia de lucha contra la delincuencia
organizada recuperan la importancia
de la inteligencia para el fortalecimiento de las
capacidades de investigación y procuración de
justicia. Más aún, han sumado a aquella que se
realiza a través de los esquemas usuales de captación
de información a través de confidentes
humanos y medios técnicos, otra relativamente
más reciente, pero que tiene alta capacidad para
incidir en el debilitamiento de los grupos delictivos
organizados: la inteligencia financiera.
En México, si bien se cuenta con el andamiaje
formal para realizar inteligencia financiera, ésta
no ha sido suficientemente explotada para enfrentar
la crisis de seguridad y violencia que enfrenta
el país, por desconexiones de las estructuras
de inteligencia financiera y procuración de
justicia. Se trata de hiatos que, según la evidencia
histórica, no aparecen tanto como derivación
de incapacidades técnicas, sino por la participación
de una red de poder hegemónica en
la configuración de circuitos institucionales del
Estado con fines ilegales, entre los que se encuentran
generar impunidad institucionalizada
hacia sus integrantes o asociados, así como la
acumulación institucionalizada de capital ilícito,
según evidencia histórica (Flores Pérez, 2020).
El propósito de este trabajo es, en primer
lugar, demostrar que, desde su origen, la inteligencia
financiera está ligada de manera estrecha
a la lucha contra la delincuencia organizada,
con lógica y propósitos diferenciables respecto
a aquellas otras modalidades que se desarrollaron,
sobre todo, en seguimiento a las premisas
de la Guerra Fría, de manera que no tendría sentido
potenciar esta capacidad sin ligarla necesariamente,
en un binomio funcional, con la procuración
de justicia. No lo tendría en función de
encarar el más formidable reto que enfrenta el
Estado Mexicano en la actualidad, que es justamente
la crisis de inseguridad y violencia derivada
de la delincuencia organizada. El segundo
objetivo es ofrecer un panorama comparativo
de la evolución del aparato de inteligencia financiera
en el país donde se le estructuró por
primera ocasión –Estados Unidos– y su contraparte
mexicana. En tercer lugar, proporcionar
evidencia procedente de información pública
que da cuenta de esa configuración de circuitos
438

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 437-454
institucionales por una red de poder hegemónica
vinculada a operaciones de lavado de dinero,
que bloquea o desvía de su propósito formal
a la operación de las instituciones regulatorias.
Realizo lo anterior a partir de la perspectiva del
análisis del institucionalismo-histórico comparativo
(Pierson y Skocpol, 2002). Finalmente,
hago algunas reflexiones respecto a las paradojas
y limitaciones que enfrentan la inteligencia
financiera y la lucha contra el lavado de dinero
a la luz de las dinámicas imperantes en la economía-mundo,
a la luz del pensamiento de Immanuel
Wallerstein (1979).
Definición de Inteligencia
No existe una definición universal y unívoca del
término inteligencia en el sentido de actividad
institucional a desarrollar. Rescato a modo de
ejemplo algunas de ellas. El Departamento de
Defensa de Estados Unidos la concibe como:
1. El producto resultante de la recolección, procesamiento,
integración, evaluación, análisis e interpretación
de información relativa a naciones
extranjeras o fuerzas o elementos hostiles o potencialmente
hostiles, o a áreas de operaciones potenciales.
2. Las actividades que resultan en tal producto.
3. Las organizaciones involucradas en tales
actividades (Office of the Chairman of the Joint
Chiefs of Staff , 2019: 109). 2
Aunque algunos de los rasgos antes expuestos
hacen referencia especial a un tipo de inteligencia
de uso militar, el carácter general de la
definición enfatiza el aspecto esencial de la recolección,
sistematización y análisis de información
para alcanzar fines específicos.
Por su parte, Metscher y Gilbride (2005: 3)
conceptualizan a la inteligencia en los siguientes
términos: “Inteligencia es un producto creado
a través del proceso de la recolección, cotejo y
análisis de información para su diseminación y
uso, que típicamente evalúa eventos, lugares o
adversarios, para permitir la alineación de recursos
que permitan alcanzar los resultados deseados”.
3
La primera inferencia que se deduce de estas
dos definiciones es que la inteligencia, en tan-
2 Traducción propia.
3 Traducción propia.
to proceso institucional, responde a necesidades
específicas propias del ámbito en el cual se
aplica. Se habla así de inteligencia militar, inteligencia
política, etcétera. El conjunto de instituciones
que la realizan y que tienen un papel
de tal naturaleza dentro de su propia esfera de
acción han sido denominados comunidad de inteligencia
en otros países. Por ejemplo, en Estados
Unidos, por ese término se hace referencia
a agencias federales que desempeñan algún rol
semejante, aunque no necesariamente se trata
de un sistema del todo integrado. Existen confluencias
en temas o sujetos de interés. Considérese
el caso del Buró Federal de Investigaciones
(FBI), que es una agencia de aplicación de la ley,
pero también es la encargada de realizar la contrainteligencia
doméstica contra el terrorismo,
que en su expresión en el extranjero es tarea
fundamental de la Agencia Central de Inteligencia
(CIA); la cuestión de la producción y tráfico
de drogas es materia sustantiva de la Agencia
de Administración Antidrogas (DEA), pero el
FBI tiene un interés confluyente en lo relativo a
las estructuras de delincuencia organizada que
operan dentro y fuera de aquel país (O’Toole,
1988: 240).
A pesar de constituir uno de los entramados
institucionales más consolidados y eficientes, es
claro que las responsabilidades no siempre son
ciento por ciento delimitadas de modo exclusivo
y la sinergia institucional está lejos de ser perfecta,
lo que ha contribuido por igual a duplicidades
de funciones y a intercambios sub-óptimos de
información, con el resultado de que amenazas
potenciales o confirmadas no fueron detectadas
o desarticuladas de manera oportuna.
En cualquier caso, el punto a destacar es que
la inteligencia, según ya se definió, no es una
cuestión exclusiva de un conjunto predeterminado
de instituciones enfocadas sólo a cuestiones
políticas o militares: es un proceso, una
especie de metodología organizada en términos
institucionales, que se articula a partir de temas
o cuestiones de interés público o privado, que
esperan con ella solventar desafíos concretos o
alcanzar resultados determinados.
Todo lo anterior viene a cuenta porque el tipo
de procesos metodológicos institucionales que
se denomina inteligencia financiera e inteligencia
para la aplicación de la ley tienen características,
dinámicas y propósitos esenciales que
439

CARLOS ANTONIO FLORES PÉREZ, INTELIGENCIA FINANCIERA CONTRA EL LAVADO DE DINERO
les dan su propia especificidad, que les vincula,
pero también diferencia, respecto a la lógica con
que funcionan y los fines que persiguen otros
procesos de inteligencia y las instituciones que
los llevan a cabo. Es probable que en el contexto
internacional no fuera necesario señalar esta
cuestión. Pero en la reflexión nacional la distinción
cobra relevancia por el énfasis que en México
se le ha dado al término y a la función en un
enfoque que parece concentrarse en cuestiones
de información y control político, o a lo sumo,
en actividades de inteligencia táctica contra los
segmentos más operativos de los grupos delictivos,
desde el ámbito policial.
Origen y propósito
de la inteligencia financiera
La puesta en marcha de procesos institucionales
suele tener por origen la necesidad de dar
solución a un particular conjunto de problemas.
No es infrecuente que algunas instituciones bien
consolidadas logren sobrevivir aun si los problemas
que originalmente les dieron sentido han
sido superados al encontrar una nueva razón de
ser para su existencia, es decir, para adaptarse
a un nuevo ambiente. No obstante, la reconversión
puede ser más o menos artificial y en alguna
medida satisfactoria según logre responder con
eficacia a las nuevas demandas del entorno. Enfoques
que pudieron tener sentido para afrontar
algún tipo de problema no necesariamente son
exitosos cuando se aplican a situaciones o fenómenos
distintos. Esta consideración es relevante
porque aquello que se denomina inteligencia financiera
es una de las piezas para la prevención
y detección del régimen antilavado de dinero,
que no se adscribe a la evolución clásica de las
instituciones de inteligencia que surgieron de la
Guerra Fría, ni comparte del todo sus procedimientos
y enfoques usuales.
El lavado de dinero es el uso de dinero adquirido
a través de una actividad ilegal, ocultando
la identidad de quienes lo obtuvieron y transformándolo
en recursos que parecen provenir de
una fuente legítima (Madinger, 2012: 5). Esta actividad
está diferenciada por el origen ilícito de
los recursos, no por el tipo de transacciones que
emplea, que son en su amplia mayoría concurrentes
con los de las actividades comerciales y
financieras legales. Aunque las definiciones tradicionales
del lavado de dinero ubican tres etapas
generales en las que éste tiene lugar (colocación,
estratificación e integración), el hecho es
que su carácter genérico integra y describe múltiples
operaciones legítimas que tienen diverso
grado de licitud y aceptación en contextos diferentes.
Su propósito central no es sólo ocultar
los fondos, sino también legitimarlos, por eso
se recurre a diversas transacciones que forman
parte de la actividad económica cotidiana, para
ganar credibilidad (Turner, 2011: 3-5 y 6-7).
El esquema moderno de lavado de dinero es
en general atribuido a Meyer Lansky, una de las
figuras centrales de la delincuencia organizada
estadounidense que consolidó su carrera criminal
desde las primeras décadas del siglo XX. A
él se atribuye la adopción de la extracción de
recursos ilegales que eran depositados en el
sistema bancario suizo y después repatriados
a través de la figura de autopréstamos (Turner,
2011: 2-3).
El régimen legal contra el lavado de dinero es
en esencia una creación estadounidense que se
proyectó al entorno global y puede rastrearse,
en ese país, hasta 1919, con la instauración de
la Special Intelligence Unit at Internal Revenue,
para detectar fraudes fiscales, un año antes de la
aplicación de la Ley Volstead contra el alcohol.
Más tarde, en 1978, el Congreso estadounidense
aprobó la figura del decomiso de activos derivados
de transacciones con drogas, mediante la
reforma al Título 21, Sección 881 del Código Penal
de ese país (United States Code) (Madinger,
2012: 13-14).
Con la ley RICO (Racketeer Influenced and
Corrupt Organizations Ac), promulgada en
1970, el decomiso de activos se añadió a las estrategias
de lucha contra la delincuencia organizada.
Pero no sólo ello: el tipo de actividades
delictivas consideradas para aplicar a alguna organización
criminal de esta legislación incluyeron
asesinatos, secuestros, juego ilegal, incendio
provocado, reproducción de material obsceno
o tráfico ilegal de sustancias controladas, pero
también a aquellas que violaran leyes federales
al cometer lavado de dinero, con las disposiciones
regulatorias bancarias que se establecieron
ese mismo año (Madinger, 2012: 14 y 65).
El régimen de control contra el lavado de dinero
inicia de manera formal en 1970, cuando el
Congreso estadounidense aprobó el Acta sobre
440

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 437-454
Secreto Bancario (Bank Secrecy Act). Con esta
medida se establecieron penalizaciones contra
movimientos bancarios y financieros orientados
a enviar recursos al extranjero para ocultarlos en
cuentas bancarias fuera de ese país. Asimismo,
incorporó nuevas medidas que obligaban a los
bancos a guardar récords financieros, a reportar
operaciones en efectivo que excedieran determinados
límites –USD$10,000–, la posesión de
cuentas bancarias o intereses financieros en el
extranjero, así como la realización de operaciones
que implicaran la introducción o extracción
de dinero en cantidades significativas al país
(Reuter y Truman, 2004: 1; Madinger, 2012: 24).
En 1986 se establecieron por primera vez estatutos
federales que sancionaban con penalizaciones
severas la realización en sí mismas de
transacciones financieras encaminadas a lavar
dinero de origen ilícito, más allá del delito inicial
que las hubiera generado. Es preciso señalar
que estas normas de 1986 se articularon como
consecuencia de la emisión de la Decisión Directiva
de Seguridad Nacional (NSDD) del 8 de
abril de ese año del Presidente Ronald Reagan,
que identificó a las drogas como una amenaza
a la seguridad nacional para los Estados Unidos
(Reagan, 1986). En ese año, el 27 de octubre,
el Congreso promulgó una Acta Antiabuso de
Drogas, que terminó por organizar el andamiaje
institucional en la materia, que incluyó, como su
subtítulo H, el fortalecimiento de medidas antilavado
de dinero: el Acta de Control de Lavado de
Dinero de 1986 (U.S. Congress, 1986).
Hasta 2001, el énfasis de esa legislación se
aplicó, sobre todo, como complemento de la lucha
contra las drogas que realizaban de manera
concurrente diversas agencias de seguridad estadounidenses.
Más tarde, tras los sucesos del 11
de septiembre de ese año y la subsecuente generación
del Acta Patriótica, su acción se extendió
también a evitar el financiamiento al terrorismo
(Madinger, 2012: 14, 24 y 39-45). En ambos
casos, y dadas las asimetrías de poder internacionales,
esas leyes estadounidenses tienen implicaciones
no sólo domésticas, sino globales.
En el ámbito internacional, el esfuerzo mundial
contra el lavado de dinero es una extensión
de la estrategia contra las drogas psicoactivas
ilegales. Así consta en la exposición de motivos
del Director Ejecutivo de la Oficina de Fiscalización
de Drogas y de Prevención del Delito de la
Organización de las Naciones Unidas, Pino Arlachi,
en un documento publicado por la Oficina
de las Naciones Unidas de Fiscalización de
Drogas y Prevención del Delito (1999: iii). En él,
se promueve que los países integrantes adopten
legislaciones afines a este propósito y abandonen
la práctica del secreto bancario.
En Estados Unidos, la agencia federal encargada
de manera sustantiva de enfrentar el lavado
de dinero es la Financial Crimes Enforcement
Network (FinCEN), adscrita al Departamento
del Tesoro, creada en 1990, a través de la Treasury
Order Number 105-08. Vale la pena considerar
su funcionamiento, porque constituye el
modelo seguido por otros órganos semejantes
en el mundo. Esta dependencia trabaja en colaboración
con las instituciones financieras para
desincentivar y detectar el lavado de dinero a
través del monitoreo de los reportes que éstas
deben efectuar, con base en lo dispuesto por
el Acta sobre Secreto Bancario. Estos registros
constituyen indicios financieros rastreables y
sujetos de ser incorporados en la búsqueda de
elementos probatorios por parte de las fiscalías,
con propósitos de judicialización. Asimismo,
provee inteligencia y apoyo analítico para nutrir
la planeación y el desarrollo de las investigaciones
en marcha o por realizar de las agencias de
aplicación de la ley, con una combinación de la
información captada con los reportes del propio
sistema financiero ya señalados, procesada
en conjunto con lo expuesto por otras fuentes
gubernamentales e incluso públicas (FinCEN:
2021).
Desde su origen, se trata, pues, de una modalidad
de inteligencia ligada a la investigación
criminal de la delincuencia organizada –no necesariamente
a la cuestión más general de la
seguridad pública–. Se consolidó en la etapa
terminal de la Guerra Fría, por lo que sus premisas,
métodos y propósitos son más cercanos
a las necesidades de fortalecer y hacer efectiva
la aplicación de la ley, no al control político propio
de la era bipolar y la supresión del enemigo
interno y externo, que con frecuencia aparece
implicada, de manera implícita o explícita, en la
lógica de aquella.
De hecho, las instituciones encargadas de
desarrollarla, en el mundo contemporáneo, no
se hayan insertas en las dependencias tradicionalmente
adscritas a esa segunda vertiente: los
441

CARLOS ANTONIO FLORES PÉREZ, INTELIGENCIA FINANCIERA CONTRA EL LAVADO DE DINERO
ministerios del interior o las fuerzas armadas.
Por el contrario, suelen ubicarse en aquellas con
la capacidad para establecer la supervisión fiscal
y contable de las empresas, así como de las
transacciones realizadas en el sistema financiero
y no financiero. Además, en los países donde
se muestran los mejores niveles de eficiencia y
eficacia contra este tipo de delitos, estas estructuras
establecen una retroalimentación permanente
con las áreas institucionales de procuración
de justicia, a quienes nutren de indicios
y elementos para que las propias fiscalías, con
sus facultades y capacidades características, las
conviertan en evidencia aceptable por el sistema
judicial. Es decir, para la obtención de sentencias
condenatorias por parte de un juzgado a
partir de la comprobación de la procedencia ilícita
de los recursos con que se realizan transacciones
económicas diversas identificables como
lavado de dinero; o bien, la comisión en sí misma
de acciones de blanqueo de activos, encaminado
a ocultar su origen ilegal.
Mientras que para otro tipo de inteligencia el
propósito central puede no ser necesariamente
la judicialización de la información, en el caso de
la inteligencia financiera se trata de un objetivo
ineludible, a conseguir mediante la interacción
cotidiana con otras dependencias del Estado.
Desligar a la inteligencia financiera de su vinculación
con la investigación e inteligencia para la
aplicación de la ley equivaldría a desvirtuar su
naturaleza y sentido, según el origen y evolución
de este instrumento institucional en el mundo
contemporáneo globalizado. Después de todo,
se trata de respuestas de Estado desarrolladas
para constreñir en alguna medida transacciones
económicas trasnacionales por parte de actores
no siempre estatales, con agendas e intereses
rentistas no direccionados de manera convencional
por Estados nacionales, cuestiones para
las cuales el encuadre tradicional de inteligencia
propio de la Guerra Fría no está diseñado y no
es capaz de detectar y procesar.
El lavado de dinero: objetivo central
de la inteligencia financiera
La comprensión de los objetivos de interés y la
forma en que se realiza la inteligencia financiera
requiere una comprensión básica del lavado de
dinero y sus fases. A la definición operativa de
lavado de dinero proporcionada más arriba se
deben añadir, para un mejor entendimiento del
fenómeno, algunos otros objetivos que persigue.
La primera es la ya señalada intención de ocultar
el origen ilícito de los fondos. Por ejemplo,
cuando los recursos obtenidos proceden de una
actividad ilegal, como el tráfico de algunas drogas
psicoactivas. O bien, esconder el uso ilícito
de los recursos. Considérese para este último
caso, a modo de ejemplo, el caso hipotético de
las recaudaciones de una fundación en apariencia
altruista, que emplea los fondos obtenidos
para financiar a una organización terrorista. Otra
posibilidad es el ocultamiento de la propiedad
de los recursos. Aquí un caso posible es cuando
un individuo evade obligaciones fiscales o de
supervisión patrimonial resultantes de su carácter
de funcionario o exfuncionario público, mediante
el uso de testaferros. Otro propósito sería
invisibilizar el uso de determinados recursos,
así como garantizar la disponibilidad y acceso
legítimo a ellos, por parte del beneficiario final.
Piénsese, por ejemplo, en esquemas encubiertos
de autopréstamos o fideicomisos establecidos
bajo condiciones de secrecía (Turner, 2011: 8).
Los procedimientos para alcanzar estos objetivos
son susceptibles de ser categorizados dentro
de tres grandes fases. La primera se conoce
como la colocación del dinero ilícito. El objetivo
en esta fase, una vez obtenido el pago por la
comisión de algún servicio ilegal o venta de algún
bien ilícito, es distanciar el recurso obtenido
–con frecuencia en efectivo– del hecho ilegal
en sí. Esto implica, de manera usual su transformación
en otra divisa, su introducción en alguna
cuenta bancaria, o bien, su traslado físico a
otro país, como ocurre con el transporte físico
de los paquetes de dinero producto de la venta
de drogas que se envían desde el país donde
fueron comercializadas a aquellos que las enviaron.
También puede ser empleado para comprar
de manera directa bienes, aunque en este último
caso se trata de una práctica menos sofisticada
y, por tanto, descubierta con facilidad, si carece
de las medidas adicionales (Oficina de las Naciones
Unidas de Fiscalización de Drogas y Prevención
del Delito, 1999: 6; Turner, 2011: 8-9).
La segunda etapa es la estratificación (layering).
Aquí el propósito sustantivo es borrar el
rastro del origen ilícito del recurso al someterlo
a distintas transformaciones. Ello se consigue a
442

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 437-454
través de su reconversión y paso por distintas
jurisdicciones. La fase se caracteriza por la realización
de múltiples transacciones financieras,
no financieras y comerciales, domésticas y/o
trasnacionales para dificultar en la mayor medida
posible la investigación que pueda conducirse
para rastrear al propietario de los recursos
como su procedencia ilícita (Turner, 2011: 9; Madinger,
2012: 6).
Las inversiones off-shore son una modalidad
predilecta, pues implican, por ejemplo, la
apertura de cuentas bancarias en instituciones
financieras sometidas a jurisdicciones con regulaciones
diferentes, que no suelen obligarlas a
mantener registros de operaciones o son más
favorables para la preservación del anonimato
de los cuentahabientes.
O bien, la formación de empresas fachada
que aparecen como la fuente supuesta de ganancias,
en lugares donde la verificación física
es inusual por parte de las autoridades locales,
o de facto inviable para aquellas externas que
intentan rastrear las operaciones. Con frecuencia,
en los hechos, semejantes empresas no son
sino una simulación que, a través del membrete
de una razón social legalizada permiten la transferencia
de los recursos a otra inversión real o
también ficticia.
Una agencia gubernamental de una nación
específica enfrenta considerables dificultades
para dar seguimiento al origen y destino de los
recursos debido al cambio de modalidad y de jurisdicción
realizado una multiplicidad de veces,
en la fase de estratificación. Más aún si en los
países donde tiene lugar no existen límites para
la operación con dinero en efectivo, o estos son
de facto inobservados. El proceso puede extenderse
en función de la creatividad del entramado
de actores que lo ponen en marcha. El ciclo
del lavado de dinero se facilita cuando se cuenta
con la cooperación y asistencia de funcionarios
gubernamentales, banqueros y empresariales
(Madinger, 2012: 6-7, 234 y 248-249; Oficina de
las Naciones Unidas de Fiscalización de Drogas
y Prevención del Delito, 1999: 10 y 12-14).
Muchos de los lugares que han sido santuarios
tradicionales de piratas o contrabandistas
en épocas pasadas siguen siendo lugares atractivos
para el lavado de dinero. Esto no es mera
casualidad, pues tal práctica está estrechamente
vinculada con la actividad comercial legal. En
todo caso, se trata de sitios con amplios intercambios
de bienes que carecen de regulaciones
económicas apropiadas o donde éstas no
son aplicadas de manera consistente (Madinger,
2012: 10). Cabría añadir que, con alta probabilidad,
se trata también de lugares donde ha existido
un arraigo histórico de vinculación irregular
entre autoridades, empresarios y delincuentes,
que mantiene semejante dinámica sin mayor alteración
ante el paso del tiempo, con frecuencia,
heredando roles e intereses a sus respectivas
dinastías, ya sea que los descendientes se
mantengan dentro de sus funciones tradicionales
o incluso las intercambien. Se aprecia así la
perduración de negocios ilícitos amparados por
los sucesores de una misma red social donde en
ocasiones, los descendientes de delincuentes se
convierten en políticos, altos burócratas o empresarios,
y los de éstos a su vez mantienen las
prácticas heredadas o se convierten incluso en
delincuentes en sentido tradicional (Flores Pérez,
2020).
En general, los primeros proveedores de servicios
de lavado de dinero fueron los bancos. Y
en algunos de los lugares más proclives al lavado
de dinero, su participación ha alcanzado
umbrales paradigmáticos. Como observó Turner,
“Why use a bank, when you can own one?”
(2011: 58-59). De acuerdo con el mismo autor,
los profesionistas más empleados para operar
el lavado de dinero son abogados, contadores
y banqueros, porque suelen ocupar posiciones
encumbradas y un aura de legitimidad, que facilita
la integración del dinero ilícito en los circuitos
económicos legales (Turner 2011: 13-14 y
42-44).
El propietario de los recursos lavados aspira
a su disposición final, ya sea para financiar
nuevas empresas ilegales o para emplearlo con
fines de consumo. La tercera etapa se conoce
como integración y supone su introducción final
y, en apariencia, legitimada en la economía. Si la
colocación del dinero sucio y el establecimiento
de capas han sido efectivos, esta última fase
de integración lo permite y la detección de su
origen ilícito es ya muy difícil de lograr. La modalidad
en que esto ocurre es también variada
y los siguientes son sólo algunos ejemplos entre
las diversas formas en que puede realizarse.
Los fondos pueden retornar en forma de tarjetas
de crédito o débito expedidas por un ban-
443

CARLOS ANTONIO FLORES PÉREZ, INTELIGENCIA FINANCIERA CONTRA EL LAVADO DE DINERO
co off-shore, que saldan los gastos ejercidos.
O como producto de la ganancia obtenida por
transacciones comerciales efectivas o simuladas
con sobrefacturación, o como resultante de
operaciones de compraventa inmobiliaria. También
bajo la forma de ganancias obtenidas en
un casino, o en operaciones bursátiles, etcétera
(Reuter y Truman, 2004: 3; Madinger, 2012: 260;
Oficina de las Naciones Unidas de Fiscalización
de Drogas y Prevención del Delito, 1999: 15-17;
Cuisset, 1996: 40-42).
Para concluir este apartado, vale la pena considerar
las 10 leyes fundamentales del lavado
de dinero, expuestas por la Organización de las
Naciones Unidas, a través de uno de sus organismos:
• Cuanto mejor consiga un sistema de blanqueo
de dinero imitar las modalidades y el comportamiento
de las operaciones legítimas, menos
probabilidades tendrá de ser descubierto.
• Cuanto más profundamente incrustadas
estén las actividades ilegales en la economía legal
y cuanto menor sea su separación funcional
e institucional, tanto más difícil será detectar el
blanqueo de dinero.
• Cuanto menor sea la proporción de operaciones
financieras ilícitas a operaciones financieras
lícitas en una entidad comercial dada, tanto
más difícil será detectar el blanqueo de dinero.
• Cuanto mayor sea la relación de “servicios”
a mercancías en el sector productivo de
una economía, tanto más fácil será efectuar el
blanqueo de dinero en esa economía.
• Cuanto más predominen la pequeña y mediana
empresa o los pequeños comerciantes
autoempleados en la estructura comercial de la
producción y distribución de mercancías y servicios
no financieros, tanto más difícil será la tarea
de separar las operaciones ilícitas de las lícitas.
• Cuanto mayor sea la facilidad de empleo
de los cheques, tarjetas de crédito y demás instrumentos
de pago sin efectivo en operaciones
financieras ilegales, tanto más difícil será detectar
el blanqueo de dinero.
• Cuanto mayor sea el grado de desreglamentación
de las operaciones legítimas, tanto
más difícil será la tarea de seguir la pista y neutralizar
las corrientes de dinero delictivo.
• Cuanto menor sea la relación de fondos
de proveniencia ilícita a fondos de proveniencia
lícita que ingresen desde el exterior en una
economía dada, tanto más difícil será la tarea de
separar el dinero delictivo del dinero legalmente
obtenido.
• Cuanto más se avance hacia un supermercado
de servicios financieros, cuanto mayor sea
el grado en que una sola institución integrada
polivalente pueda satisfacer todo tipo de servicios
financieros, cuanto menor sea la separación
institucional y funcional de las actividades financieras,
tanto más difícil resultará la tarea de detectar
el blanqueo de dinero.
• Cuanto más se agudice la contradicción
actual entre las operaciones mundiales y la reglamentación
interna de los mercados financieros,
tanto más difícil será detectar el blanqueo
de dinero (Oficina de las Naciones Unidas de
Fiscalización de Drogas y Prevención del Delito,
1999: 19).
A pesar de que el lavado de dinero es una
operación proscrita de manera formal en múltiples
países, la realidad es que, en muchos de
ellos, el cumplimiento técnico que se lleva a cabo
de las normas correspondientes es deficiente.
La eficiencia de cualquier mecanismo de control
no depende sólo de su diseño ni de su reglamentación.
En buena medida, está ligada a la integridad
de los servidores públicos o empleados que
han de aplicarlo, así como a la disposición de las
instituciones vulnerables, financieras o no financieras,
por cumplir semejantes regulaciones. La
adopción de mecanismos antilavado efectivos
ha sido resistida en diversos países por instituciones
financieras que desean mantener altos
umbrales de ganancia, que se ven limitados por
la puesta en operación de prácticas regulatorias
(Turner, 2011: 19, 31 y 42). De ahí que las unidades
de inteligencia financiera lidian de manera
permanente con un entramado de actores y
transacciones que suponen la integración de un
sistema complejo de hechos ilícitos propios de
la delincuencia organizada, la corrupción y las
expectativas de preservar altos niveles de ganancia
y rentabilidad en condiciones de impunidad,
no sólo por parte de los delincuentes en
sentido tradicional, sino de sus asociados dentro
del ámbito legal económico y político.
Aunque en otra época la distinción entre los
aspectos legales e ilegales de la actividad económica
era relativamente más clara, la tendencia
actual es que unos y otros aparecen cada vez
más entremezclados. Las actividades subterrá-
444

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 437-454
neas, sean delictivas o sólo informales, interactúan
con frecuencia con las legales en múltiples
ámbitos y niveles. El enfoque del combate al lavado
de dinero no se centra sólo en la afectación
de determinada organización delictiva, sino
en la regulación y/o desarticulación de prácticas
bancarias y financieras que, con frecuencia, están
arraigadas de manera profunda en diversos
países y suelen ser respaldadas por grupos de
interés poderosos que se han beneficiado de
ellas. No es extraño que las medidas a adoptar
pueden ser rechazadas por algunos países con
el argumento de la vulneración a su soberanía
(Oficina de las Naciones Unidas de Fiscalización
de Drogas y Prevención del Delito, 1999: 18).
En general, la adopción de mecanismos antilavado
de dinero en los diversos países ha sido
una política favorecida por Estados Unidos. No
obstante, muchas otras naciones lo han aceptado
al comprender los riesgos que representa
para ellas mismas la proliferación de este tipo
de prácticas, no sólo por los sesgos que puede
generar dentro de su propio sistema económico,
sino por las sanciones a las que la omisión
o negligencia en su aplicación les puede hacer
acreedor, por parte de los países hegemónicos.
Algunas de ellas son de orden comercial o financiera:
prohibición a las empresas e instituciones
bancarias que penalizan la realización de transacciones
financieras con compañías del país
considerado no cooperante; incluso el congelamiento
de las cuentas bancarias y los recursos
depositados en ellas, que tales instituciones financieras
extranjeras tienen en sus homólogas
del país que ejerce la acción de castigo. A éstas,
ya de suyo graves, pueden añadirse otras
aún más punitivas, cuando la negligencia en la
puesta en marcha del régimen antilavado pone
en riesgo intereses sustantivos de seguridad nacional
de los países hegemónicos. Por ejemplo,
cuando las omisiones permiten el uso del sistema
financiero de un país para encubrir de modo
sostenido el financiamiento a organizaciones terroristas
que operen en contra de los intereses
de otro con alta capacidad de coerción geopolítica.
En un escenario semejante, la sanción posible
trasciende los límites económicos.
Como se señaló con anterioridad, el régimen
contra el lavado de dinero contempla la creación
de instituciones dentro del poder ejecutivo
–en general, dentro del ministerio encargado
del tesoro público– para realizar el monitoreo
permanente del sistema financiero y no financiero
para evitar el lavado de dinero, o contribuir
a investigaciones específicas por solicitud
de las agencias de aplicación de la ley. Son las
llamadas Financial Intelligence Units (FIU). Éstas
también cooperan con sus homólogas de otros
países, de manera que se alertan mutuamente
de transacciones u operaciones de potencial interés
en esta materia (Madinger, 2012: XIX-XX).
En el ámbito internacional, en 1989 se estableció
el Grupo de Acción Financiera Internacional
(GAFI) (Financial Action Task Force on
Money Laundering, FATF o GAFI, por sus siglas
en inglés y francés, estas últimas coincidentes
con el español), como resultado de la cumbre de
jefes de Estado del G-7 en París. Esta organización
intergubernamental recibió el mandato de
supervisar las técnicas y tendencias del lavado
de dinero nacionales e internacionales, para fortalecer
las capacidades de los países para hacerles
frente. Para ello, les brindan apoyo en la persecución
de los recursos procedentes del tráfico
de drogas, de personas, entre otros delitos, así
como de aquellos destinados a financiar el terrorismo.
A esta organización están integrados
más de 200 países (FATF-GAFI, 2021).
Otra red internacional de cooperación en la
materia a la que están integradas las FIU de una
amplia multiplicidad de países es el denominado
Egmonton Group of Financial Intelligence, creado
en 1995 y cuya membresía permite contar
con mayor cooperación global en los esfuerzos
contra el lavado de dinero (Egmonton Group of
Financial Intelligence, 2021).
¿Cómo se realiza
la inteligencia financiera?
Existen dos enfoques esenciales para la investigación
sobre lavado de dinero: a) la certeza del
delito cometido y el posterior rastreo del destino
de las ganancias ilícitas obtenidas; o b) el
hallazgo del dinero y la consecuente búsqueda
de la actividad ilegal previa que lo generó (Madinger,
2012: XX).
Lo primero suele ocurrir como resultado de
una solicitud de apoyo que emite una agencia
de aplicación de la ley a la institución encargada
de llevar a cabo la inteligencia financiera. Se
realizan entonces tareas complementarias para
445

CARLOS ANTONIO FLORES PÉREZ, INTELIGENCIA FINANCIERA CONTRA EL LAVADO DE DINERO
retroalimentar las pesquisas de las fiscalías, para
aportar indicios basados en récords financieros
o patrimoniales, que permitan a estas últimas,
mediante investigación adicional, convertirlas
en elementos probatorios a presentar ante
el juez, con objeto de obtener el decomiso o la
extinción de dominio de los recursos de procedencia
ilícita, así como sentencias condenatorias
contra los inculpados.
No es infrecuente que al inicio de la investigación
de redes criminales se carezca de documentación
que muestre de manera fehaciente
ingresos de fuentes desconocidas. En estos casos,
las pesquisas suelen iniciar con la búsqueda
de información indirecta o circunstancial. Las
preguntas básicas que guían este proceso son:
1) si el acusado o investigado recibió ingresos provenientes
de fuentes desconocidas; 2) cuál fue el
monto de estos recursos no explicados por fuentes
conocidas; 3) si existe alguna diferencia inexplicable
legalmente entre los activos y los gastos
del investigado con sus ingresos provenientes de
fuentes comprobables legalmente, y 4) cuál es el
monto de esta diferencia (Buscaglia, 2015: 109-110).
Cabe señalar que, de acuerdo con una tesis
emitida por la Primera Sala de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación (SCJN), la responsabilidad
penal se puede sostener por medio de
pruebas indiciarias o circunstanciales según los
siguientes criterios:
a) deben estar acreditados mediante pruebas directas,
esto es, los indicios deben encontrarse corroborados
por algún medio de convicción pues,
de lo contrario, las inferencias lógicas carecerían de
cualquier razonabilidad al sustentarse en hechos
falsos. En definitiva, no se pueden construir certezas
a partir de simples probabilidades; b) deben
ser plurales, es decir, la responsabilidad penal no
se puede sustentar en indicios aislados; c) deben
ser concomitantes al hecho que se trata de probar,
es decir, con alguna relación material y directa con
el hecho criminal y con el victimario; y d) deben
estar interrelacionados entre sí, esto es, los indicios
forman un sistema argumentativo, de tal manera
que deben converger en una solución, pues la divergencia
de alguno restaría eficacia a la prueba
circunstancial en conjunto (SCJN, 2013: 1057).
Es decir, es posible para los jueces imputar
responsabilidad penal a personas físicas (individuos)
y morales (entidades empresariales) en
función de pruebas indiciarias o circunstanciales
presentadas por los fiscales siempre que éstas
cumplan con los criterios antes expuestos.
La segunda posibilidad –el hallazgo de dinero
y la búsqueda de la actividad ilegal previa– suele
ser consecuencia de las actividades de monitoreo
de instituciones financieras y no financieras
sobre operaciones potencialmente vulnerables,
ya sea por su carácter atípico o que de modo directo
infrinjan las disposiciones legales existentes.
O bien, por alertamiento de alguna agencia
equivalente, de otro país, en los marcos de cooperación
en la materia.
En este último caso, es preciso señalar que el
régimen antilavado de dinero obliga a las instituciones
financieras y no financieras a reportar
de forma sistemática actividades sospechosas.
En el lenguaje utilizado para homologar la cooperación,
se identifican como Reportes de Actividades
Sospechosas (Suspicious Activity Reports,
SARs, por sus siglas en inglés) (Madinger,
2012: 19, 43 y 61).
No es éste el espacio para enlistar todas las
operaciones con potencial sospechoso; baste
señalar que son aquellas que exceden determinadas
cantidades en términos de depósitos
efectuados en una cuenta específica –se suelen
considerar así cuando el monto supera a 10 mil
dólares– o incluso cuando se depositan cantidades
menores de manera simultánea en una multiplicidad
de cuentas. O bien, cuando evidencian
un carácter atípico que requiere mayor indagación
de su origen (Quinter y Robinson, 2015; Madinger,
2012: 61-62; Cuisset, 1996: 27-28).
Dada la ingente cantidad de operaciones realizadas
y reportadas, las FIU cuentan con un primer
filtro de información que funciona con inteligencia
artificial, no con la detección directa por
el ojo humano. Se trata de algoritmos automatizados
que son capaces de identificar no sólo
las referidas actividades sospechosas, sino patrones
entre ellas que puedan mostrar su interconexión.
En Estados Unidos, el FinCEN cuenta,
por ejemplo, con el FinCEN Artificial Intelligence
System (FAIS), que realiza esa tarea (Goldberg
y Senator, 1998).
Cuando la FIU recibe un reporte de actividad
sospechosa, es analizada con mayor atención y,
446

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 437-454
en su caso, la información se hace del conocimiento
de las instancias de procuración de justicia
(fiscales), para que éstas puedan conectarla
con investigaciones en curso o iniciarlas. Si los
elementos de valoración son lo suficientemente
sólidos, la información se pone a disposición del
juez, para el embargo de las cuentas bancarias,
de manera que los sujetos indagados no puedan
disponer de los recursos que en ellas se encuentran,
ni transferirlos para evitar su aseguramiento
o eludir la investigación. A partir de ese
momento, procesos judiciales penales y civiles
se desarrollan para obtener sentencias para su
decomiso o extinción de dominio.
Queda pues manifiesta la estrecha relación
de la inteligencia financiera con la aplicación de
la ley, así como su considerable capacidad para
afectar el propósito fundamental de la delincuencia
organizada: la ganancia económica.
La inteligencia financiera en México
Las actividades financieras ilegales se han expandido
considerablemente a partir de la liberalización
económica y la globalización (Helleiner,
1999: 54). En el ámbito mundial, la posguerra fría
se caracterizó por una combinación de condiciones
contradictorias. La primera, el libre flujo
de capitales, que se orientaron en lo fundamental
a actividades especulativas e inmobiliarias,
antes que al sector productivo. La segunda, un
contexto que subestimó la importancia de articular
de manera previa entramados legales y regulatorios
funcionales. El resultado fue el incremento
en las actividades financieras delictivas.
En México, a mediados de 1990, volúmenes
no desdeñables de dinero ilícito se lavaron en
una economía caracterizada por una apertura
escasamente regulada y por la múltiple privatización
de empresas controladas por el Estado
–incluyendo a la banca– en un entorno de alta
corrupción, que favoreció la integración de fondos
ilícitos en los circuitos legales. Ello tuvo un
efecto generador de la crisis económica que estalló
en ese periodo. Las múltiples irregularidades
cometidas por la banca durante esa época,
que generó una deuda de 60 billones de dólares,
fue al final absorbida por el Estado (Fabre,
2009: 90-92).
Muchas de las políticas de liberalización
económica adoptadas entre fines de los 1980
y mediados de los 1990 potenciaron no sólo
la economía legal de México, sino la ilegal, en
particular el tráfico de drogas. A mediados de
los 1990, la Drug Enforcement Administration
(DEA) calculaba que las organizaciones del tráfico
de drogas mexicanas tenían una ganancia
anual promedio de siete billones de dólares,
mientras que la entonces Procuraduría General
de la República (PGR) sostenía que, hacia 1994,
esas organizaciones habían tenido una ganancia
acumulada de 30 billones de dólares (Andreas,
1999: 129-130).
Con independencia de lo certero que semejantes
cifras puedan ser o no, éste fue el entorno
que favoreció la adopción de disposiciones
institucionales para constituir un régimen contra
el lavado de dinero en México. Especialmente,
después de que, en 1998, la Operación Milenio,
una investigación a las operaciones de esta naturaleza
que realizaba la estructura criminal de
tráfico de drogas encabezada por Amado Carrillo
Fuentes –conocida de manera mediática
como el Cártel de Juárez– incluyó la acusación
formal contra diversas instituciones bancarias
mexicanas. Varias de ellas optaron por declararse
culpables en un acuerdo judicial y se comprometieron
a mejorar sus prácticas de control y
reporte de operaciones, como medida para evitar
el juicio en su contra y penalizaciones mayores
(U.S. Department of Treasury, 1998; United
States District Court for the Central District of
California, 1997; United States District Court for
the Central District of California Western Division
1999: 1).
En México, la legislación contra el lavado de
dinero es también una derivación de las convenciones
internacionales signadas por el país en
materia de lucha contra el tráfico de drogas. De
manera específica, de la Convención de Viena de
1988 contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes
y Substancias Psicotrópicas, que fue el primer
tratado internacional que incluyó el concepto y
proceso de esta actividad como uno de los elementos
a focalizar (Ávila de la Torre, 2003: 27).
En 1990, el Código Fiscal Federal mexicano
incluyó por primera vez un tipo penal relacionado
con el lavado de dinero (art. 115 Bis), pero
debido a su afectación a otras cuestiones más
allá de lo fiscal, así como para retomar lo establecido
por la Convención de Viena, en 1996 se
derogó este artículo y el tipo penal se convirtió
447

CARLOS ANTONIO FLORES PÉREZ, INTELIGENCIA FINANCIERA CONTRA EL LAVADO DE DINERO
México se cuenta con la estructura institucional
para realizar inteligencia financiera, el resultado
judicial, en términos de sentencias condenatorias
e incautación de recursos de procedencia
ilícita es tan pobre?
La respuesta se comienza a esbozar en el trabajo
de los autores antes citados, con un ejemplo
que les proporcionó el entonces titular de la
UIF, Santiago Nieto Castillo. Este funcionario refirió
el caso del magistrado Isidro Avelar, quien
contaba en su cuenta bancaria un excedente
de 50 millones adicionales al sueldo que recibía
del Consejo de la Judicatura Federal (CJF). Por
razones no aclaradas, la FGR determinó el no
ejercicio de la acción penal, cuestión que Nieto
consideró motivada por la corrupción (Sánchez,
Castillo y Melchor, 2020).
En países donde el hiato entre la funcionalidad
que se espera de las instituciones y la experiencia
cotidiana es notable, las consideraciones
tradicionales de teoría del Estado y otras tantas
pueden aparecer insuficientes para dar cuenta
de ello. Desde el institucionalismo histórico, autores
como Charles Tilly (1985) ha sugerido que,
en su dimensión histórica, el Estado no ha surgido
tanto como el producto de un pacto civil o
de un monopolio legítimo de violencia: ha sido
un factual monopolio territorializado de la violencia,
pero no necesariamente con intenciones
de interés público, sino de beneficiar sobre todo
a quienes lograron establecerlo y sus asociados
económicos. Las instituciones del Estado están,
o bien diseñadas para proteger de manera prioritaria
esos intereses, o configuradas para operar
de facto a favor de ellos.
Una red de poder hegemónica es el conjunto
de individuos que ligados a esos procesos de
articulación del Estado –o de posterior redistribución
masiva de recursos socialmente deseables–
a) definen el sentido último de las instituciones
normativas y funcionales del Estado; b)
definen y gestionan los mecanismos y canales
preferentes de acumulación económica en función
de sus intereses específicos; y c) cuentan
con la capacidad, en tanto red, de movilizar los
recursos necesarios para respaldar los dos aspectos
anteriores a partir del uso sistemático de
la violencia organizada (Flores Pérez, 2020: 63).
No se trata de hechos de un pasado remoto
inconexo: el rastreo de procesos propio del
institucionalismo histórico ha permitido identifien
el delito de operaciones con recursos de procedencia
ilícita, en el artículo 400 Bis del Código
Penal Federal (Ortiz Dorantes, s.f.: 45-49).
El 7 de mayo de 2004 se creó la Unidad de
Inteligencia Financiera (UIF), adscrita a la Secretaría
de Hacienda y Crédito Público, que es el
equivalente al FinCEN estadounidense, con facultades
equipadas, dentro del andamiaje institucional
mexicano. Sus funciones son:
• Recibir reportes de operaciones financieras
y avisos de quienes realizan actividades vulnerables;
• Analizar las operaciones financieras y económicas
y otra información relacionada; y
• Diseminar reportes de inteligencia y otros
documentos útiles para detectar operaciones
probablemente vinculadas con el lavado de dinero
(LD) o el financiamiento al terrorismo (FT),
y en su caso, presentar las denuncias correspondientes
ante la autoridad competente (UIF,
2021).
Y el 17 de octubre de 2012 se publicó en el
Diario Oficial de la Federación (DOF) la Ley Federal
para la Prevención de Operaciones con
Recursos de Procedencia Ilícita, que previó la
creación de una Unidad Especializada en Análisis
Financiero (arts. 7 y 8), con facultades de
investigación de delitos en la materia, que constituye
la contraparte más directa de la UIF, dentro
de la procuración de justicia federal (DOF,
2012).
Red de poder hegemónica, configuración
de circuitos institucionales del Estado
para fines ilícitos y lavado de dinero
en México
En México, entre 2007 y 2020, la Procuraduría
General de la República –Fiscalía General de la
República, a partir de diciembre de 2018– inició
1632 investigaciones por lavado de dinero. A lo
largo de ese mismo periodo, sólo 44 de ellas derivaron
en sentencia; además, a probabilidad de
que una persona que realice lavado de dinero
reciba un castigo es del 2%. En una muestra de
373 expedientes en donde se presumía que las
detenciones de personas involucradas se habían
logrado por la acción de la inteligencia financiera,
esa misma institución sólo inició investigaciones
por lavado de dinero en ocho de ellos (Sánchez,
Castillo y Melchor, 2020). ¿Por qué, si en
448

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 437-454
car la continuidad de vínculos entre actores de
poder político o burocrático –electos o designados–,
empresarios y delincuentes en sentido tradicional,
en una trayectoria dependiente que se
autorefuerza (increasing returns) a lo largo del
tiempo (Flores Pérez, 2020).
Ya se hizo referencia a la acusación formal
por parte de la justicia estadounidense, por cargos
de lavado de dinero, en contra de múltiples
instituciones bancarias mexicanas en 1998, en la
denominada Operación Milenio, pero estas dinámicas
se remontan mucho más atrás.
En México, referentes de lo aquí expuesto
pueden apreciarse desde épocas tempranas del
siglo XX, por ejemplo, en la relación de múltiples
actores de poder con el contrabandista y traficante
de drogas tamaulipeco, Juan Nepomuceno
Guerra Cárdenas, conocido también como
Juan N. Guerra. Aparece ligado, en información
de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y en
medios de comunicación, con generales comandantes
de Zona Militar, congresistas, gobernadores,
subsecretarios y ex secretarios del gabinete,
procuradores estatales, entre otros altos
funcionarios. Todo ello, a pesar de que la institución
de inteligencia de la época, la referida
DFS, tenía conocimiento de su participación en
el tráfico de drogas, al menos desde 1960, como
lo evidencia un memorándum firmado por su titular
(AGN, 1960).
En pocos momentos se aprecia la estrecha
relación social entre actores con roles incompatibles,
como fue el caso de la boda de la hija del
jefe de la Zona Aduanal de Monterrey –con jurisdicción
sobre Tamaulipas–, Fidel Cuéllar Treviño:
en el selecto grupo de invitados, del que formaron
parte el gobernador de esa entidad, Enrique
Cárdenas González –ex subsecretario de Investigación
y Ejecución Fiscal de la Secretaría de
Hacienda y Crédito Público, de la que dependía
el combate al contrabando– e incluso el propio
presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez,
pero además se integró también el referido
Juan N. Guerra (El Porvenir, 1976). Uno de sus
protectores, el general Tiburcio Garza Zamora,
militar en funciones identificado desde los años
1930 como encubridor del contrabando (AGN,
1940), se había aliado con Aarón Sáenz Garza,
poderoso general, político y empresario oriundo
de Nuevo León, para fundar el Banco de Reynosa
(DOF, 1957: 2-3), hecho que constituye una
obvia paradoja a la luz del tema sustantivo de
este artículo. Tiburcio Garza Zamora disfrutaba
además de una concesión privilegiada otorgada
a su favor por la Cervecería Cuauhtémoc –propiedad
del clan familiar articulado en torno a la
familia Garza Sada, de Nuevo León–, de la que
era, junto con su protegido, Juan N. Guerra, distribuidor
autorizado.
Con el paso del tiempo y a través de diversas
fusiones con otras instituciones bancarias
propiedad de Aarón Sáenz, Banco de Reynosa
acabaría por conformar Banca Confía. Tras la
reprivatización de la banca, Banca Confía fue
adquirida por varios inversionistas en torno a
Jorge Lankenau. Una proporción considerable
de ellos eran integrantes del clan familiar Garza
Sada, que también adquirió Bancomer (Concheiro
Bórquez, 1996: 93-98 y 101-103; Fernández-Vega,
2003).
En 1998, tanto Banca Confía como Bancomer
se contaban entre las instituciones financieras
acusadas por lavado de dinero en Estados Unidos
(U.S. Department of Treasury, 1998; United
States District Court for the Central District of
California, 1997; United States District Court for
the Central District of California Western Division
1999: 1). De todos los antes mencionados,
sólo Lankenau enfrentó prisión. Ninguno de los
demás; ni siquiera Juan N. Guerra, que murió libre,
en 2001.
La configuración de circuitos institucionales
del Estado con fines ilícitos, por parte de una red
de poder hegemónica, vinculada a actividades
ilegales permite, pues, una acumulación de capital
ilícito virtualmente institucionalizada y la impunidad
selectiva en función de la pertenencia
o sociedad con esa misma red, impunidad que
también alcanza una virtual institucionalización.
Y las sinergias que se requiere para enfrentarla
demanda una articulación efectiva de investigación
de procuración de justicia, inteligencia en
sentido tradicional, pero también, con mucha relevancia,
inteligencia financiera.
Los mecanismos de inteligencia tradicional, si
bien fueron capaces de descubrir estas relaciones,
no contribuyeron a la judicialización de la
información en procesos penales. Ni qué decir
de los recursos económicos de procedencia ilícita
acumulados y que se constituyeron en vías
paralelas de capitalización.
449

CARLOS ANTONIO FLORES PÉREZ, INTELIGENCIA FINANCIERA CONTRA EL LAVADO DE DINERO
Algunas paradojas del régimen global
contra el lavado de dinero
Immanuel Walerstein (1979: 489-492) definió al
sistema mundial como un entramado de estructuras,
grupos y reglas de legitimación y coherencia
que, no obstante, están en tensión permanente
porque cada uno de sus integrantes
intenta moldearlo en búsqueda de su propio beneficio.
Los sistemas nacionales no son autárquicos,
sino que están integrados en tal entramado,
que implica una división mundial del trabajo. La
economía-mundo, que ha regido al globo desde
hace 500 años, se caracteriza por la existencia
de un mercado económico integrado, que no
está sujeto a un sistema político equivalente,
sino que está dividido en múltiples entidades
políticas con pretensiones soberanistas, pero en
condiciones de aguda asimetría de poder. Esta
economía-mundo, propia del capitalismo, privatiza
las ganancias y socializa las pérdidas y hace
que estas últimas sean absorbidas por aquellas
entidades políticas más débiles. A partir de estas
consideraciones, es posible observar aspectos
paradójicos del funcionamiento trasnacional
de la dinámica del lavado de dinero y de la lucha
en su contra, con efectos desiguales para los diversos
países en una dialéctica de acumulación
final en las metrópolis y mayores costos y pérdidas
para las periferias.
En páginas anteriores se señaló que existe
una amplia multiplicidad de operaciones que se
emplean para conseguir el propósito de ocultar
el origen ilegal del recurso económico, evitar su
aseguramiento a través de su transformación
reiterada y permitir su introducción final en la
economía, de manera que se pueda disponer
del mismo, sea para su disfrute suntuario directo
o para financiar las propias empresas ilícitas.
Cabe destacar que, no sin paradoja, uno de los
escenarios predilectos para la integración última
de los recursos de procedencia ilícita no son los
países emergentes, sino aquellos que ofrecen
mayor estabilidad económica y respeto a los derechos
de propiedad privada. No es infrecuente
que la integración final de capital proveniente
de lavado de dinero ocurra en países desarrollados
justo por las ventajas comparativas que
representa la intercomunicación de su sistema
financiero, la solidez de la protección a la propiedad
privada y la existencia y resguardo del
secreto bancario en condiciones de insuficiente
auditoría de cuentas, o penalizaciones relativamente
bajas (Buscaglia, 2015: 72 y 74-78).
Dos terceras partes del dinero lavado a nivel
mundial se concentran en 20 países, la mayoría de
los cuales son países de alto desarrollo, con altos
niveles de institucionalización judicial y economías
estables y reguladas (Unger, 2007: 80-81).
No puede soslayarse que los entramados legales
vigentes en el mundo en materia de supervisión
del lavado de dinero son insuficientes
e incluso potencialmente funcionales a determinados
patrones desiguales de acumulación global
de recursos en el sentido desarrollado por
Wallerstein, que ya expuse. Un análisis de los
efectos de la economía-mundo, de socialización
de costos, que ha tenido repercusión en las dinámicas
de violencia y criminalidad en México,
se encuentra en Márquez et al. (2012).
De las actividades ilegales que proveen recursos
que son sometidos a procesos de blanqueo,
las drogas legales e ilegales aportan alrededor
de 50%, mientras que la falsificación, la piratería
y el contrabando de mercancías representan en
conjunto 39%, según Global Financial Integrity.
Con cifras mucho menores, la trata de personas
representaría apenas 5% de las ganancias ilegales
(Buscaglia, 2015: 50-51).
Por ejemplo, a pesar de que el régimen antilavado
de dinero de Estados Unidos es uno de los
más articulados y sólidos del mundo, no se puede
argumentar que alcance una efectividad suficiente
para constituir un disuasivo total para la
continuación de esta actividad. Un régimen que
pudiera lograr este propósito implicaría serias
dificultades para la preservación de un sistema
económico y financiero de libre mercado, que
funcione de forma fluida y con bajos costos para
sus participantes (Reuter y Truman, 2004: 119).
Las inconsistencias se hacen evidentes con
hechos como los ocurridos en 2008, cuando sucursales
del banco HSBC en Sinaloa fueron negligentes
respecto a la observación de las medidas
establecidas contra el lavado de dinero y
permitieron, tan sólo en ese año, la transferencia
de mil cien millones de dólares en efectivo
a Estados Unidos. Esta cifra equivale aproximadamente
al envío de 11 millones 232 mil dólares
diarios. Se calcula que el monto total que HSBC
introdujo desde esas sucursales al sistema financiero
estadounidense fue de 7 mil millones de
450

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 437-454
dólares (Brooks, 2012). Por estas operaciones de
lavado de dinero y otras realizadas en diversos
países, esa institución bancaria pagó una multa
de mil 900 millones de dólares, lo que a simple
vista mantendría los márgenes de beneficios con
notable ventaja frente a los costos (BBC, 2012).
Conclusiones
El régimen global que se aplica contra el lavado
de dinero surgió por el interés de uno de los
países más afectados por el consumo de drogas
psicoactivas ilegales, junto con las medidas punitivas
que globalizaron la lucha contra la producción
y el trasiego de semejantes sustancias,
una vez consideradas como una amenaza a la
seguridad nacional. Más tarde, ese instrumento
se empleó también para atender otra de ellas, en
la misma concepción de la potencia: el combate
al terrorismo.
Es un régimen que busca contener o administrar
efectos de la globalización económica y
financiera, en condiciones donde las economías
legales e ilegales están de facto imbricadas y
existe un inagotable espectro de transacciones
que entrecruzan países, jurisdicciones e instituciones.
Los mecanismos internacionales de penalización
de esta actividad y de cooperación
entre países para detectarla están lejos de ser
perfectos. Incluso puede ser debatible si a los
grandes centros de poder político y económico
les interesa o no que lo fueran.
No obstante, es indudable que los mecanismos
que este régimen ha creado, como la inteligencia
financiera, constituyen herramientas
con gran capacidad de impacto potencial para
el desmantelamiento de redes criminales específicas
y los entramados de corrupción pública
y privada que les son concomitantes. Justo
porque se concentra en el recurso fundamental
que éstas buscan obtener y del cual se nutren:
el dinero que permite ampliar sus inversiones en
la economía lícita, que sesga la posibilidad de
competencia económica de actores legítimos
que carezcan de esa fuente de financiamiento
paralela. Es la acumulación ilegal de recursos el
elemento que facilita a las redes criminales aceitar
la maquinaria de corrupción entre políticos,
empresarios, oficiales de seguridad y banqueros
asociados a sus intereses, así como contratar los
más caros despachos jurídicos privados para su
defensa, que en algunos casos cuenta ya con
la benevolencia comprada de funcionarios veniales.
Son esos recursos el factor que les permite
armar ejércitos de sicarios, al tiempo que
exhiben su riqueza patrimonial, en sociedades
donde ya de por sí son endebles los valores de
movilidad social ligada a la meritocracia, respeto
a la legalidad, honestidad y responsabilidad
cívica.
La inteligencia financiera constituye un instrumento
poderoso para desmantelar estructuras
criminales. Pero no sólo ello: las redes de
poder hegemónicas que configuran circuitos
institucionales con fines ilícitos. Su vinculación
con las estructuras y procedimientos para la
aplicación de la ley es indisoluble: está en su naturaleza
y origen. Como todo proceso de inteligencia,
puede ser susceptible de presiones políticas,
esa es una realidad innegable. Pero no lo
es más en comparación con otro tipo de dinámicas
y las instituciones de inteligencia donde se
desarrollan, como permite constatar el escándalo
vigente de intervención de comunicaciones a
través de software especializado, adquirido por
diversos organismos gubernamentales de inteligencia,
operadas sin ninguna autorización judicial,
que se ventilaba a mediados de 2021 en los
medios de comunicación dentro y fuera del país.
La inteligencia financiera es en sí misma y a
no dudar un instrumento con gran capacidad
para contribuir a la solución de la crisis de seguridad
e impunidad que afecta a México. Vale
la pena fortalecerla, no desecharla ni inutilizarla
por cuestiones anecdóticas. La herramienta sirve
y sirve bien. Así como un buen cirujano no
desdeña un buen bisturí ni se deshace de él, un
gobierno con visión de Estado no debería descartar
el potencial que la inteligencia financiera
le representa para hacer frente a uno de los desafíos
más ingentes de su tiempo, como es el fenómeno
de criminalidad y corrupción que afecta
a la nación mexicana.
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Carlos Antonio Flores Pérez
Es doctor en Ciencias Políticas y Sociales con
orientación en Ciencia Política por la Universidad
Nacional Autónoma de México. Actualmente es
profesor-investigador en el Centro de Investigaciones
y Estudios Superiores en Antropología
Social. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores,
nivel I. Sus líneas de investigación
son Antropología Jurídica y Derechos Humanos.
Entre sus más recientes publicaciones destacan,
como autor: El Estado en crisis: crimen organizado
y política. Desafíos para la Consolidación
democrática, Ciudad de México, CIESAS (2009);
Negocios de sombras. Red de poder hegemónica,
contrabando, tráfico de drogas y lavado de
dinero en Nuevo León, Ciudad de México, CIE-
SAS (2020); Historias de polvo y sangre. Génesis
y evolución del tráfico de drogas en el Estado
de Tamaulipas, Ciudad de México, CIESAS
(2013); El laberinto de espejos. Estados Unidos:
De la construcción de la doctrina de seguridad
nacional a la guerra irregular y la militarización
de la lucha contra las drogas, Ciudad de México,
CIESAS (próximamente); como coordinador: La
crisis de seguridad y violencia en México. Causas,
efectos y dimensiones del problema, Ciudad
de México, CIESAS (2018).
Wallerstein, Immanuel (1979), El Moderno Sistema
Mundial, Ciudad de México, Siglo Veintiuno Editores.
Recibido: 16 de marzo de 2022.
Aceptado: 23 de junio de 2022.
Publicado: 1 de septiembre de 2022.
454

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 455-468
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus212022110
ESTADO DE EXCEPCIÓN Y PANDEMIA
DE VIOLENCIA EN MÉXICO
STATE OF EXCEPTION
AND VIOLENCE PANDEMIC IN MEXICO
Elena Azaola Garrido
orcid.org/0000-0002-5913-8616
Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social
México
eazaola@ciesas.edu.mx
Abstract
This work constitutes, above all, an effort to condense and systematize a set of data
(from official sources and national and international reports) with which we intend to
trace an overview of serious human rights violations that our country faces, while we
analyze the effects that security policies have had in recent years. We also make use
of a series of concepts proposed by specialists from various disciplines that help us
create a frame of reference to understand the pandemic of violence that until now
has not been contained.
Keywords: Violence, Militarization, Human Rights, Justice, State of Emergency.
Resumen
Este trabajo traza el panorama de graves violaciones a los derechos humanos que
enfrenta México y analiza los efectos de políticas de seguridad durante los últimos
años. Conceptos propuestos por especialistas de diversas disciplinas ayudan a crear
un marco de referencia para entender la pandemia de violencia que hasta ahora no
ha sido posible contener. Se concluye que se debe construir un nuevo modelo de
seguridad basado en instituciones de carácter civil, así como fortalecer las capacidades
y mejorar el desempeño, tanto de las instituciones de justicia, como de los
organismos públicos y de la sociedad civil de derechos humanos.
Palabras clave: violencia, militarización, derechos humanos, justicia, estado de excepción.
455

ELENA AZAOLA GARRIDO, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y PANDEMIA DE VIOLENCIA EN MÉXICO
Introducción
“[…] nadie ha dicho que la historia de las cosas
humanas obedezca a esquemas lógicos rigurosos.
Nadie ha dicho que cada cosa sea consecuencia
de un solo porqué: las simplificaciones sólo son
buenas para los libros de texto, y los motivos pueden
ser muchos, contradictorios entre sí, o incognoscibles,
si no realmente inexistentes”
(Levi, 2012: 602).
Este trabajo tiene como propósito trazar un panorama
general y colocar sobre la mesa del debate
una visión de conjunto acerca de las graves
violaciones a los derechos humanos que, desde
hace más de una década, enfrenta de manera
sistemática nuestro país. Ello, a pesar de que
contamos con un sólido marco jurídico que ha
incorporado a nuestra legislación los tratados
internacionales suscritos sobre la materia (DOF,
2011), 1 así como con organismos de todo tipo
que recogen quejas y reportan daños, sin que
hayan logrado hacer mucho más para modificar
este panorama que afecta a miles de víctimas
que diariamente continúan acumulándose sin recibir
justicia.
Los datos que empleamos para trazar este
panorama provienen tanto de fuentes oficiales
como de los informes que constantemente publican
los organismos nacionales e internacionales
de derechos humanos, los organismos públicos
y civiles y los medios de comunicación. 2
Para arrojar luz sobre este fenómeno, acudimos
a diversos conceptos propuestos por especialistas
de distintas disciplinas. Estos conceptos
nos permiten tener una mayor comprensión de
los fenómenos que deseamos analizar, entre los
que también se encuentran la creciente partici-
1 Reforma Constitucional de 2011 en materia de Derechos Humanos.
2 Al respecto, pueden consultarse los informes que rinden
organismos públicos como la Comisión Nacional y las comisiones
estatales de Derechos Humanos, el Centro Nacional de
Información y las diversas encuestas que, sobre Seguridad,
Justicia y Derechos Humanos, lleva a cabo el Inegi. Asimismo,
los reportes de organismos internacionales como Amnistía
Internacional, Human Rights Watch, la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos y el Índice de Paz. También,
los que publican organismos civiles nacionales como México
Evalúa, la Comisión Mexicana de Derecho y Promoción de
los Derechos Humanos, Causa en Común, Fundar-Centro de
Análisis e Investigación, el Observatorio Nacional Ciudadano,
la Red por los Derechos de la Infancia en México y Mexicanos
Unidos Contra la Delincuencia, entre otros.
pación de las Fuerzas Armadas en la seguridad
pública, así como el incremento sostenido en
todo tipo de expresiones de la violencia. El hecho
de que se trate de un incremento sostenido
de la violencia durante tanto tiempo y que ha
afectado a una buena parte de la población es
lo que nos ha sugerido denominarla “pandemia
de violencia”.
Comenzaremos por efectuar un recorrido,
una apretada síntesis, sobre las ideas que gravitan
en torno al concepto de “Estado de Excepción”,
propuesto por el filósofo italiano Giorgio
Agamben (2004). Como veremos enseguida,
este concepto nos evoca múltiples resonancias
con la realidad que enfrentamos y nos permite
contar con un marco donde podemos colocar y
tratar de entender el desastre humanitario que
vive nuestro país bajo la pandemia de violencia
que se ha instaurado desde hace ya 15 años, a
partir de que fuera declarada, en 2007, “la guerra
contra el narcotráfico”.
Estado de Excepción
De acuerdo con la hipótesis que Giorgio Agamben
expone en su Homo Sacer II, “la declaración
del estado de excepción ha sido sustituida de
forma progresiva por una generalización sin precedentes
del paradigma de la seguridad como
técnica habitual de gobierno” (Agamben, 2004:
27). Para este autor, el estado de excepción
constituye “[una] tierra de nadie entre el derecho
público y el hecho político, y entre el orden
jurídico y la vida”. De aquí que el autor señale
que
si los procedimientos excepcionales son fruto de
los períodos de crisis política y, como tales, han de
ser comprendidos no en el terreno jurídico sino en
el político-constitucional, acaban por encontrarse
en la situación paradójica de procedimientos jurídicos
que no pueden comprenderse en el ámbito del
derecho mientras que el estado de excepción se
presenta como la forma legal de lo que no puede
tener forma legal (Agamben, 2004: 9-10).
Recordemos que sacer significa “sagrado,
consagrado, sacro” pero también “maldito, execrable,
abominable, detestable”. De ahí que, el
protagonista del libro de Agamben sea la nuda
vida. Es decir, la vida que se puede quitar y sa-
456

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 455-468
crificar, —de acuerdo con una “oscura figura
del derecho romano arcaico, que hoy adquiere
múltiples resonancias—, y que incluye a la vida
humana en el orden jurídico sólo en forma de exclusión
(es decir, en la posibilidad de darle muerte
sin sanción)” (Bassets, 2006).
Esta paradoja sobre la nuda vida que plantea
Agamben se deduce, de acuerdo con Alejandro
Slokar, del hecho de que, siendo “un hombre
sagrado” no puede ser objeto de sacrificio por
estar fuera del derecho divino, por tanto, cualquiera
puede darle muerte impunemente, ya que
también se encuentra excluido del derecho de
los hombres. Se trata, así, de una doble exclusión
que lo deja expuesto a que cualquiera pueda ponerle
fin (Slokar, 2021).
En la base de las justificaciones jurídicas del
estado de excepción subyace la idea de que “la
necesidad no tiene ley” o bien de que “la necesidad
crea su propia ley”. El estado de excepción,
como expresión de la necesidad, se presenta —
junto con la revolución y la instauración de hecho
de un ordenamiento constitucional—, como
“una medida ‘ilegal’ pero perfectamente ‘jurídica
y constitucional’ que se concreta en la producción
de nuevas normas (o de un nuevo orden
jurídico)” (Agamben, 2004: 40).
Agamben señala que fue como consecuencia
de la progresiva expansión de los poderes del
Ejecutivo que tuvieron lugar durante las dos guerras
mundiales, que se registran por primera vez
las transformaciones de los regímenes democráticos.
Estos “son, en algún modo, los heraldos
anunciadores de […] que el estado de excepción
[…] se ha convertido en regla” (Agamben, 2004:
16). Resulta, así, significativo que propiamente la
“fuerza de ley” no se refiera a la ley misma, sino
a aquellos decretos que el Ejecutivo puede estar
autorizado a promulgar en su lugar.
Y, en efecto, “desde que Bush declaró la Guerra
global contra el terror no ha hecho más que
crecer la figura del homo sacer, habitante de
territorios donde la ley no tiene vigencia, lugares
de excepción donde los prisioneros pierden
su condición de personas”, desde Guantánamo
y Abu Ghraib, hasta las mazmorras egipcias o
sirias donde la CIA lleva a cabo interrogatorios
bajo tortura o los vuelos clandestinos para trasladar
secuestrados, las cárceles secretas europeas
y “todo un archipiélago donde naufragan
los derechos humanos y permanecen en suspenso
las leyes”, los principios y los valores que Estados
Unidos y sus aliados dicen defender (Bassets,
2006).
“Hecha la ley, hecha la trampa”, dice Bassets,
ya que mientras el Tribunal Supremo de los Estados
Unidos declaró ilegales las torturas perpetradas
en Guantánamo, el presidente utilizó
una artimaña legal por la que se reserva la interpretación
de cualquier ley mediante una declaración
firmada que tiene como fundamento
la llamada teoría del ejecutivo unitario y de los
poderes excepcionales otorgados mediante la
“Patriot Act” tras el ataque del 11 de septiembre
de 2001 (FCEN, s.f). En esencia, queda en manos
del presidente “el sistema de garantías, la dureza
de los interrogatorios, la interpretación de
los convenios internacionales y la declaración de
quién es combatiente enemigo ilegal, figura sagrada
y maldita señalada por el poder supremo
y excepcional. El bucle se ha cerrado. La trampa
es ahora ley” (Basset, 2006).
Como consecuencia, siguiendo a Agamben,
“el estado de excepción es un espacio anómico
en que está en juego una fuerza-de-ley sin
ley” (Agamben, 2004: 126). Es, esencialmente,
un espacio vacío en el que una acción humana
sin relación con el derecho tiene frente a sí una
norma sin relación con la vida. Y hoy, cuando ha
alcanzado su máximo despliegue a nivel global,
el “aspecto normativo del derecho puede ser así
impunemente cancelado y contrariado por una
violencia gubernamental que —ignorando en el
exterior el derecho internacional y produciendo
en el interior un estado de excepción permanente—
pretende, no obstante, seguir aplicando todavía
el derecho” (Agamben, 2004: 60).
Hasta aquí una muy apretada síntesis de algunas
de las tesis principales del texto de Agamben
sobre el “Estado de Excepción” que, inevitablemente,
nos permiten evocar la situación que
enfrenta nuestro país cada vez más distante de
la ley y más próximo del conjunto de excepciones
jurídicas que se han convertido en norma.
La militarización y sus efectos
“[…] cerrando el pico, los ojos y las orejas, se construía
la ilusión de no estar al corriente de nada y,
por consiguiente, de no ser cómplice de todo lo
que ocurría ante su puerta” (Levi, 2012: 221).
457

ELENA AZAOLA GARRIDO, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y PANDEMIA DE VIOLENCIA EN MÉXICO
Uno de los signos más preocupantes del estado
de excepción en nuestro país lo constituye
el poder creciente que, desde hace más de 10
años, pero particularmente en la administración
actual, se ha concedido a las Fuerzas Armadas.
De acuerdo con el uruguayo Raúl Zibechi
(2021), la militarización es un proceso que no
sólo ha ocurrido en México, sino que se extiende
por toda América Latina, como lo ha hecho
en Estados Unidos, Rusia y China. En todos los
casos, la consecuencia ha sido la vulneración del
Estado de Derecho o de las normas legales que
los gobiernos han adoptado, las más de las veces,
sin consultar debidamente a la sociedad.
Zibechi sostiene que la militarización contribuye
a destruir naciones y sociedades, porque
supone entregarle porciones significativas del
poder y la gestión a una institución no democrática
que, de este modo, queda fuera de cualquier
control. Destaca también que no es casual que
el militarismo se conjugue con violencia, desapariciones
forzadas, feminicidios y violaciones.
Asimismo, sostiene que la militarización es tanto
un proyecto como un modo de gobernar ya que,
por la fuerza, consigue trastocar la legalidad a su
antojo, así como las normativas presupuestales,
lo que le permite también evocar el estado de
excepción propuesto por Agamben.
En el caso de México, el Decreto presidencial
del 11 de mayo de 2020 prevé el uso de las
Fuerzas Armadas para tareas de seguridad hasta
2024 y las faculta tanto para realizar detenciones
y ejecutar órdenes de aprehensión, como
para asegurar bienes, resguardar y procesar escenas
del crimen y efectuar labores de seguridad
pública en general. Todo ello, sin controles
externos, sin rendición de cuentas y sin quedar
sujetas al control de autoridades civiles, con las
que sólo tendrán que coordinarse. Sólo se prevé
la fiscalización por parte de las propias Fuerzas
Armadas. 3
El Decreto deja también en claro que nunca
hubo una apuesta seria por el carácter civil de la
Guardia Nacional que, desde sus inicios, ha sido
una institución integrada y subordinada al mando
militar (DOF, 2020 y 2019). Y no sólo eso,
el carácter transitorio de la participación de las
Fuerzas Armadas se pone en duda ante la falta
de interés y de esfuerzos encaminados a la cons-
3 Pronunciamiento “Fuera Máscaras” del 11 de mayo del Colectivo
#Seguridad sin Guerra.
trucción o al fortalecimiento de instituciones de
seguridad de carácter civil. De igual modo, el
creciente poder otorgado a las FA en tareas que
no son de su competencia, sin duda contribuye
también a debilitar el Estado de Derecho.
Las consecuencias de ampliar las facultades a
las FA están a la vista. De acuerdo con el Informe
de 2020 del International Institute for Strategic
Studies, —que anualmente realiza un balance de
la situación de los países que enfrentan conflictos
armados internos—, para el caso de México,
la estrategia de combatir a grupos armados no
estatales por más de 10 años mediante el empleo
de las Fuerzas Armadas ha fracasado si se
toma en cuenta que los grupos han continuado
expandiéndose mientras que la violencia y las
graves violaciones a los derechos humanos no
han logrado contenerse (IISS, 2020).
Por su parte, el Reporte del Armed Conflict
Location and Event Data Project, también de
2020, señala que México es el país más violento
del mundo entre los que no se encuentran en
guerra, ya que en ninguna otra latitud hay tantos
eventos violentos dirigidos directamente por
autoridades en contra civiles (un total de 7253
en 2020) y con un saldo tan alto en el número de
muertos (6859) que lo hacen el país con el nivel
más alto de letalidad, ya que su número de víctimas
supera a las que tuvieron en conjunto Brasil,
Siria, Yemen e India en 2020 (Bugarín, 2021: 15).
Recientemente, Lisa Sánchez, politóloga y
activista mexicana, emprendió un recorrido histórico
sobre las facultades que nuestras leyes
han otorgado a las Fuerzas Armadas desde mediados
del siglo pasado hasta nuestros días. En
este análisis destaca que, si bien la participación
de militares en la seguridad pública es un fenómeno
de larga data, en los últimos años se ha
profundizado e institucionalizado al incluirse en
el orden constitucional (Sánchez, 2020). Originalmente
limitada a ciertas acciones antidrogas,
fue la Ley de Seguridad Nacional de 2005 la que
sentó las bases legales que legitimaron la acción
del Estado en su defensa, ampliando para ello la
esfera de facultades de los militares para intervenir
en asuntos civiles en tiempos de paz. “Ello
trastocaría definitivamente la manera de concebir
la seguridad pública”, señala Sánchez. 4
4 El recorrido histórico que presentamos en los párrafos siguientes
es una apretada síntesis del texto de Lisa Sánchez
citado en la nota anterior.
458

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 455-468
Poco después, fue el presidente Felipe Calderón,
quien haciendo una interpretación amplia de
algunas tesis jurisprudenciales de la Suprema Corte
y de la Ley de Seguridad Nacional, lanzó una estrategia
de combate frontal al crimen organizado
que recurrió, cada vez con mayor frecuencia, a los
operativos militares. No fue casual que, durante su
mandato, una y otra vez hiciera referencia a la necesidad
de emprender una “guerra” en contra de
los grupos de delincuencia organizada.
Dado que la participación del Ejército en tareas
ajenas a su objeto y disciplina continuaron
creciendo, el respaldo legal bajo el cual actuaban
resultó insuficiente y la discusión sobre su
regulación pronto volvería al Congreso. Lamentablemente,
de acuerdo con Sánchez, esto no
sucedería con el objetivo de corregir los errores
del pasado, sino para dar salida a la obcecación
presidencial de dar certeza jurídica a las FA y
protegerlas de la creciente crítica generada por
su alto índice de letalidad, opacidad y responsabilidad
en la comisión de violaciones graves a los
derechos humanos.
La llegada de Enrique Peña Nieto a la presidencia
no significó un cambio de paradigma. Por
el contrario, las FA permanecieron en las calles
y, tras una breve renegociación de la cooperación
bilateral con Estados Unidos, en la que el
régimen de Calderón se había apoyado, la administración
peñista mantuvo militarizada la lucha
antidrogas (Sánchez, 2020).
La Ley de Seguridad Interior, propuesta durante
el gobierno de Peña Nieto, previó que,
para activar la participación de las distintas autoridades
en la materia, entre ellas las FA, se debía
ejecutar una “declaratoria de protección a la
seguridad interior”, consistente en una especie
de convenio mediante el cual la federación y las
FA podrían intervenir en estados y municipios,
si éstos así lo solicitaban. Dado que la aplicación
de esta Ley implicaría violar diversos preceptos
constitucionales relativos a la división de poderes
y al federalismo, pronto fue impugnada y declarada
inconstitucional por la Suprema Corte.
Por su parte, Andrés Manuel López Obrador,
aun antes de tomar posesión, anunció una iniciativa
de reforma constitucional que sometería
para crear una Guardia Nacional militarizada. La
propuesta llegó al Congreso, sólo un día después
de que la Corte invalidara la Ley de Seguridad
Interior.
Poco después, como apunta Sánchez, el Plan
Nacional de Paz y Seguridad 2018-2024 dejó ver
la ruta de institucionalización de la militarización
y el desmantelamiento de la institucionalidad civil
que seguiría su gobierno y que se concretarían
en la Ley que creó la Guardia Nacional, de
2019, y en el Acuerdo Presidencial publicado en
2020, a los que antes hemos hecho referencia. 5
Tras este recorrido histórico, Lisa Sánchez
destaca que el marco jurídico nacional ha sufrido
constantes alteraciones que han otorgado
facultades crecientes a las Fuerzas Armadas, “lo
que ha conducido a deformar el concepto de seguridad
pública para incorporar en él nociones
propias de la seguridad nacional” (2020: 27).
Esta autora concluye que, si bien la expansión
territorial y el poder de los grupos criminales
en México requieren de la participación
extraordinaria de las Fuerzas Armadas en tareas
de seguridad, “hacerlo en ausencia de controles,
sustento y evaluación resulta tanto o más perjudicial
que no hacerlo e impide, en los hechos,
la construcción de un México más seguro, más
justo y en paz” (2020: 34).Y es en este punto
en donde podemos regresar a Agamben dado
que, como Lisa Sánchez destaca, el papel que
hoy en día desempeñan nuestras Fuerzas Armadas
no se juega en la cancha de nuestras leyes,
sino en la de decisiones políticas que se imponen
como una supuesta necesidad “por la vía de los
hechos”. Cito:
se trata de una decisión política por la que los propios
gobiernos civiles, tanto de izquierda como de
derecha, llaman a los militares a intervenir en asuntos
que les son ajenos y quienes amplían de manera
gradual su esfera de influencia a pesar de las consecuencias
(Sánchez, 2020: 5).
Sobre este punto, el ex ministro de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, José Ramón
Cossío, recientemente nos recordó que, mientras
el Artículo 29 Constitucional dispone que
“en tiempos de paz los miembros de las fuerzas
armadas sólo pueden realizar funciones
que guarden exacta conexión con la disciplina
militar”, la iniciativa para incorporar la Guardia
Nacional a la Secretaría de Defensa implica que
5 Un análisis del Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2024
puede consultarse en Azaola (2020).
459

ELENA AZAOLA GARRIDO, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y PANDEMIA DE VIOLENCIA EN MÉXICO
“tendremos más soldados que seguirán actuando
como policías, pero, también, a los policías
desempeñándose como soldados”. Para Cossío,
de manera inevitable, esto “terminará por romper
los precarios límites funcionales y operativos
existentes, tanto en perjuicio de la población
como de las fuerzas armadas” (Cossío, 2021).
Por su parte, en su Informe Anual 2020-2021,
Amnistía Internacional señala que el decreto de
2020 que amplió las facultades de la Fuerzas
Armadas no incluyó mecanismos de control que
permitan garantizar que su actuación sea conforme
con las normas y los principios internacionales,
además de que les otorgó el control de
puertos y aduanas. Asimismo, subrayó que las
desapariciones forzadas y la tortura cometidas
por agentes del Estado siguen siendo motivo de
preocupación, ya que los responsables invariablemente
quedan impunes (AI, 2021).
Del mismo modo, el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo, PNUD, en su Informe
Regional de Desarrollo Humano 2021, señala que
la decisión de algunos países latinoamericanos
de militarizar las tareas de seguridad derivó en
un aumento de la violencia, como ocurre en México,
que es uno de los países con mayor número
de defensores de derechos humanos, activistas,
periodistas y políticos que han sido asesinados
por sus actividades (PNUD, 2021).
También Gretchen Kuhner, directora del Instituto
para las Mujeres en la Migración, atribuye
el incremento de arrestos de migrantes que la
Secretaría de Gobernación reportó en 2021 respecto
al año anterior, a la participación de las
Fuerzas Armadas que, de manera ilegal, participan
en estas tareas. El total de detenidos fue
de 252,526 migrantes, de los que casi la mitad,
provenían de Honduras (Martínez, 2021).
Violaciones graves a los
Derechos Humanos
“[…] es mejor conformarse con otras verdades
más modestas […] las que se conquistan con mucho
trabajo, poco a poco y sin atajos, por el estudio,
la discusión y el razonamiento, verdades que
pueden ser demostradas y verificadas”
(Levi, 2012: 242-243).
Me referiré a continuación sólo a algunos datos
que no dejan lugar a dudas acerca de que persiste
un panorama de graves violaciones a los
Derechos Humanos, panorama que nos permite
sustentar la tesis de que nos encontramos
ante un estado de excepción que, como señala
Agamben, se ha convertido en norma. Se trata
de violaciones graves a los derechos humanos
que diario transcurren frente a nuestros ojos sin
que atinemos a mirarlas o a nombrarlas como lo
que son: crímenes de lesa humanidad que han
generado una crisis humanitaria de la mayor envergadura
y de la que nadie está dispuesto a hacerse
cargo o a asumir la responsabilidad que le
corresponde.
Para aclarar a lo que me refiero cuando hablamos
de “violaciones graves” a los derechos
humanos, acudo a un texto de Sergio García Ramírez
(2019), penalista mexicano, quien fue presidente
de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos durante el periodo 2004-2007.
De acuerdo con García Ramírez, no existe un
concepto único, aceptado por todos, sobre lo
que constituyen las violaciones graves de derechos
humanos. Algunos informes de la Subcomisión
de Derechos Humanos de Naciones Unidas
(como los de Bassiouni y Van Boven) “hacen
referencia a determinados hechos cuya gravedad
es incuestionable en cuanto afectan profundamente
bienes jurídicos básicos ampliamente
reconocidos: genocidio, esclavitud y prácticas
análogas, ejecuciones sumarias o arbitrarias, tortura
y otras penas o tratos crueles, inhumanos
o degradantes, desaparición forzada, detención
arbitraria y prolongada, deportación o traslado
forzado de poblaciones, y discriminación sistemática
basada en la raza o en el sexo de los sujetos
discriminados” (García Ramírez, 2019).
Por su parte, la Corte Interamericana ha relacionado
las graves violaciones con la noción de
crímenes de lesa humanidad. En alguna ocasión,
ha dicho que las violaciones graves
pueden también ser caracterizadas o calificadas
como crímenes contra la humanidad por haber
sido cometidas en contextos de ataques masivos
y sistemáticos o generalizados hacia algún sector
de la población [...] Igualmente, se considera que
existen violaciones graves cuando las infracciones
sean sistemáticas: con un patrón de continuidad,
con o sin proyecto político deliberado; o los hechos
de violencia afecten a un colectivo numeroso; por
ejemplo, presos, indígenas, niños, mujeres; o que
460

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 455-468
impliquen crueldad extraordinaria o impongan sufrimiento
severo (García Ramírez, 2019).
A continuación, trazaremos, con pinceladas
gruesas, apenas un bosquejo del panorama que
hoy enfrentan los derechos humanos en México,
para poder constatar si se ajusta, o no, a las definiciones
propuestas por los tribunales y organismos
internacionales en la materia. Veamos.
• Entre diciembre de 2018 y abril de 2021, la
Comisión Nacional de Derechos Humanos recibió
1742 quejas contra las Fuerzas Armadas. Los
motivos de las quejas fueron: detención arbitraria,
uso arbitrario de la fuerza, privación de la
vida o tratos crueles, inhumanos y degradantes
(Padilla, 2021).
• Durante la primera mitad del gobierno del
presidente López Obrador (2019-2021), el Ejército
Mexicano se enfrentó en más de 640 ocasiones
con civiles armados en el país. El saldo oficial
de estos enfrentamientos fue de 515 presuntos
agresores abatidos, mientras que 89 quedaron
lesionados y 381 fueron detenidos. En contraste,
del lado de los militares, 21 perdieron la vida. Es
decir que, al igual que ocurría en los dos gobiernos
anteriores, los soldados continúan matando
a más personas de las que lesionan o detienen
ya que, en promedio, por cada civil herido hay
seis que pierden la vida a manos del Ejército.
El balance reportado de 2007 a 2021 por la
Secretaría de Defensa da cuenta de un total de
5134 enfrentamientos que han dejado como saldo
la muerte de 5125 civiles, cifra casi siete veces
mayor que la de civiles heridos, que es de 755, y
también más alta que la de detenidos que es de
4242. Por su parte, el Ejército reporta que han
fallecido en enfrentamientos un total de 294 integrantes
de las Fuerzas Armadas (Ángel, 2021).
• En el Censo Nacional de Derechos Humanos
2021, realizado por el Inegi, se da cuenta de
que, en 2019 y 2020, los organismos públicos de
derechos humanos tanto federal como estatales
reportaron 14,760 hechos presuntamente violatorios
de derechos humanos por detenciones
arbitrarias; 11,070 por tratos crueles inhumanos
y degradantes y 5426 por tortura (Inegi, 2021a).
• Con respecto a la tortura, hay que tener
presente que sólo unos cuantos casos son denunciados
como lo muestran de manera contundente
las Encuestas llevadas a cabo por el Inegi
en el Sistema Penitenciario (Inegi, 2016 y 2021f),
en las que queda claro que se trata de una práctica
generalizada y sistemática, ya que más de la
mitad de las personas privadas de libertad refieren
haber sufrido todo tipo de malos tratos que
van, desde las amenazas a los detenidos y sus
familias, hasta los golpes, patadas, quemaduras,
ahogamientos y abusos sexuales, entre otros
(Inegi, 2016 y 2021b). También la Comisión de
Derechos Humanos de la Ciudad de México ha
señalado que se trata de una práctica cotidiana,
recurrente y utilizada de forma sistemática
como forma de intimidación, castigo y maltrato,
tanto por parte de policías durante la detención,
como de custodios cuando las personas se hallan
en reclusión.
• En cuanto a las ejecuciones, si se comparan
los primeros 26 meses de los últimos tres
gobiernos en cuanto al número de víctimas letales
atribuidas al crimen organizado, en el gobierno
de Felipe Calderón se registraron 10,313
ejecuciones, en el de Peña Nieto 21,100 y en el de
López Obrador 52,658. Esto significa que, durante
la gestión del presidente López Obrador, el
número de ejecuciones se incrementó en 150% si
se compara con el mismo periodo del gobierno
del presidente Peña Nieto y 411% con respecto al
de Felipe Calderón (Rosillo, 2021: 42). De ahí que
podamos hablar de la “pandemia de violencia”,
como lo enuncia el título de este trabajo.
• Para tener una idea acerca de la “pandemia
de violencia” a la que nos referimos, es importante
tomar en cuenta que, de acuerdo con la
Encuesta Nacional de Victimización y Percepción
sobre Seguridad Pública 2021, del Inegi, existen
en México 38 millones 799,523 ciudadanos que
presentan algún daño a la salud luego de haber
sido víctimas de la delincuencia, ya que ésta les
ha dejado lesiones, secuelas físicas o daños sicológicos.
Esta cifra representa a poco más del
30 por ciento de la población (Inegi, 2021c). Adicionalmente,
la misma encuesta señala que, a
causa de la violencia, un millón 251,825 personas
fueron desplazadas de sus hogares en 2019 y,
durante 2020, se contabilizó a 911,914 personas
desplazadas.
• De acuerdo con el informe dado a conocer
por la organización Causa en Común sobre las
atrocidades que han sido reportadas por los medios
de comunicación entre enero y octubre de
2021, han tenido lugar un total de 4,527 atrocidades,
a las que define como acontecimientos que
461

ELENA AZAOLA GARRIDO, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y PANDEMIA DE VIOLENCIA EN MÉXICO
se caracterizan por “el uso intencional de la fuerza
física para causar muerte, laceración o maltrato
extremo”. De estos hechos atroces, Causa
en Común registra 454 masacres (asesinatos de
tres o más personas); hallazgo de 520 fosas clandestinas;
700 casos de mutilación, descuartizamiento,
destrucción o disolución de cadáveres;
321 casos de calcinamientos y 924 cuerpos que
aparecieron con rastros de tortura. Hubo, además,
320 homicidios de menores de 17 años, así
como 389 asesinatos de mujeres cometidos con
crueldad extrema (Mauleón, 2021: 6).
• La titular de la Comisión Nacional de Búsqueda,
Karla Quintana, informó que, al mes de
marzo de 2022, el Registro Nacional de Personas
Desaparecidas o No Localizadas (RNPDNL)
cuenta con datos de 99 mil personas que se encuentran
desaparecidas o no localizadas en México
desde 2006 hasta a la fecha. La titular se
mostró sorprendida —y con razón— de que este
dato, así como el hecho de que los delitos queden
impunes en un 98% y de que sólo existan
entre 35 y 40 sentencias en materia de desaparición
forzada, se hayan “normalizado” en México
(García, 2022).
No hay que perder de vista que los datos que
la titular de la Comisión Nacional de Búsqueda
presentó, indican que, durante los primeros tres
años del gobierno actual, han desaparecido 29
mil personas, casi la tercera parte del total de
personas desaparecidas durante los últimos tres
gobiernos.
• Por lo que respecta a lo que llamamos la
“pandemia de violencia”, bastaría tomar en cuenta
que, de acuerdo con las Estadísticas Vitales
del Inegi, mientras que en el gobierno de Felipe
Calderón se registraron 121,613 defunciones por
homicidio y en el de Enrique Peña Nieto 157,158,
tan sólo en los primeros dos años del gobierno
de López Obrador (2019-2020) se han registrado
73,240. Esto quiere decir que mientras el promedio
por día de homicidios durante el período
de Calderón fue de 56 y de 72 para el de Peña
Nieto, durante los primeros dos años del actual
gobierno el promedio fue de 101 homicidios por
día. Asimismo, los datos de Inegi señalan que,
durante 2020, se registró un total de 36,773 homicidios,
lo que representa una tasa de 29 homicidios
por 100 mil habitantes, tasa igual a la
de 2019. En cuanto a las causas de defunción en
general, durante 2020, la pandemia de COVID-19
fue la principal causa de muerte entre la población
de 35 a 64 años mientras que para la de 15
a 34 años fueron los homicidios (Inegi, 2021d),
es decir, la “pandemia de violencia”. Durante el
gobierno de Calderón el pico más alto se alcanzó
en 2011 con una tasa de 23.52 homicidios por 100
mil habitantes, durante el de Peña Nieto se alcanzó
en 2017 con una tasa de 23.80 habitantes
y en los años que han transcurrido del presidente
López Obrador, la tasa se ha mantenido prácticamente
estable en 29 homicidios por 100 mil
habitantes (Inegi 2021d y 2021e).
Por su parte, el Observatorio Nacional Ciudadano
destacó que durante 2021 diariamente 96
personas perdieron la vida en hechos delictivos
mientras que 50 se reportaron como desaparecidas
(ONC, 2022).
• Sin embargo, mientras que la pandemia de
COVID-19 prácticamente ha dejado a salvo a los
niños y niñas, la de violencia no. De acuerdo con
la Red por los Derechos de la Infancia en México,
REDIM, cada día son asesinados en México
tres menores de edad. Durante 2021, la violencia
arrojó un saldo de 994 homicidios dolosos entre
menores de 0 a 17 años de edad, 153 mujeres
y 841 hombres (Redim, 2022). Por su parte, el
especialista en estadísticas de mortalidad, Héctor
Hernández Bringas, señaló que entre 2007
y 2020 se han triplicado los homicidios entre
los menores de 13 a 17 años, siendo un total de
13,422 menores los que han muerto asesinados
durante ese periodo, 75% de ellos por armas de
fuego (Hernández Bringas, próximamente).
• El mismo Informe Anual de REDIM da
cuenta de que, durante 2021, desaparecieron 12
niños, niñas o adolescentes cada día, de los que
la mayoría fueron recuperados, pero 942 mujeres
menores de edad permanecen sin ser localizadas.
• Asimismo, de acuerdo con las Estadísticas
Vitales de Inegi, entre 2015 y 2020 más de 700
niñas de entre 0 y 17 años fueron asesinadas en
la vía pública mientras que 558 fueron asesinadas
en sus propias viviendas (Inegi, 2021e). A
ello hay que agregar que 69% de los menores
de entre 10 y 14 años que desaparecieron, son
mujeres (México Evalúa, 2022).
En efecto, una de las expresiones más crueles
de la pandemia de violencia ha sido el incremento
de todo tipo de expresiones de la violencia
dirigida en contra de las mujeres y las niñas, sig-
462

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 455-468
no también de un profundo desgarramiento de
nuestro tejido social. Veamos.
• De acuerdo con México Evalúa, cada día
son asesinadas 10 mujeres en nuestro país, siendo
2020 el año más violento para las mujeres
durante los últimos 30 años. Asimismo, dicha
organización señala que, según los reportes que
entre 2015 y 2021 emitieron las fiscalías a nivel
nacional sobre casos de feminicidio, éstos aumentaron
en 134%, alcanzando casi tres casos
por día durante 2021. Entre 2018 y febrero de
2022 se tiene registro de 3,758 feminicidios,
mientras que, de acuerdo con la Encuesta Nacional
de Seguridad Pública Urbana casi 5 millones
de mujeres fueron víctimas de delitos sexuales
durante el segundo semestre de 2021. De éstos,
99.7% no fueron denunciados. Por su parte, el
Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de
Seguridad Pública reportó que, de 2019 a 2021,
300 menores de 0 a 17 años han sido víctimas de
feminicidio (México Evalúa, 2022).
• A lo anterior hay que agregar que, durante
la última década, se ha reportado la no localización
de 3,241 mujeres menores de 17 años en
México. Las denuncias comenzaron a crecer a
partir de 2013. El pico más alto de las niñas y
adolescentes no localizadas se registró en 2017
con un total de 955 (Arteta, 2021); sin embargo,
para finales de 2021, como antes dijimos, 942
mujeres menores de edad permanecían sin ser
localizadas.
• En lo que se refiere a los ataques en contra
de periodistas, de acuerdo con Alejandro Encinas,
subsecretario de Derechos Humanos de la
Secretaría de Gobernación y encargado del Mecanismo
de Protección para Personas Defensoras
Derechos Humanos y Periodistas, de 2006 a
marzo de 2022, han sido asesinados 255 periodistas
en México. El subsecretario añadió que la
estrategia para proteger a periodistas ha fallado
y que 45% de las agresiones sufridas por periodistas
provienen de agentes del estado (Aziz,
2022: 17). Por su parte, Leopoldo Maldonado,
director de Artículo 19, al presentar el Informe
Anual 2021 de esta organización titulado “Negación”,
señaló que durante los primeros tres años
del gobierno del presidente López Obrador se
han registrado 85% más ataques de todo tipo
contra la prensa en comparación con el mismo
periodo del presidente Peña Nieto. La organización
tiene documentadas 644 agresiones, entre
las cuales 198 se registraron como intimidación
u hostigamiento; 96 como amenazas; 65 como
uso ilegítimo del poder público; 82 como ataques
físicos; 54 como bloqueo o alteración de
contenido, mientras que durante los tres primeros
años del actual gobierno 33 periodistas han
sido asesinados y dos han desaparecido (Artículo
19, 2022).
• Por su parte, el informe más reciente del
Centro Mexicano del Derecho Ambiental sobre
la “Situación de Personas defensoras de derechos
humanos ambientales”, desde 2012 hasta
2019 se han registrado 83 asesinatos de defensores
ambientales, siendo México uno de los países
más letales para quienes se dedican a la defensa
del ambiente y el territorio (Dresser, 2021).
Para concluir este panorama, que no podemos
calificar sino como atroz, menciono otro
ámbito en el que se vive en permanente estado
de excepción: el de las prisiones. En ellas “duermen”
—es un decir— 225 mil personas privadas
de la libertad en nuestro país, cuyas condiciones
de vida, en la gran mayoría de los casos, no
podemos calificar de otra manera sino como un
estado de permanente excepción a las normas,
como veremos en el inciso siguiente.
Las cárceles y otras formas de muerte
“Para vivir, es necesaria una identidad, es decir,
una dignidad…quien pierde la una, pierde también
la otra, lo que implica su muerte espiritual”
(Levi, 2012: 582).
Es claro que en todas partes, la mayoría de las
personas que se hallan en prisión son pobres o
pertenecen a minorías discriminadas por distintos
motivos: étnicos, políticos, religiosos o de
género. El modelo económico predominante,
que ha llevado a la destrucción del Estado de
Bienestar, como repetidamente lo ha denunciado
el sociólogo francés Loïc Wacquant, promueve
que los ricos sean cada vez más ricos mientras
que los pobres vayan a prisión (Wacquant,
2014 y 2010).
Otro problema fundamental tiene que ver
con la popularidad de la que gozan las políticas
de “mano dura”, que se sostienen con base en
la creencia o la promesa una y otra vez difundidas
por gobiernos de todos los signos, acerca
de que, incrementadas las penas, disminuirán los
463

ELENA AZAOLA GARRIDO, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y PANDEMIA DE VIOLENCIA EN MÉXICO
delitos, así sea que no existan evidencias para
sostener esta creencia. Estas políticas, del así llamado
“populismo punitivo”, han tenido dos efectos
importantes. El primero se expresa en la sobrepoblación
carcelaria mientras que el segundo
tiene que ver con el estigma que se coloca sobre
los delincuentes, quienes pasan a ser vistos
como ajenos, como enemigos de la sociedad a
quienes habría que eliminar dado que ya no sería
posible desterrarlos como ocurría en otros tiempos.
De lo que no solemos percatarnos es que
esta manera de situarlos como enemigos, como
desechos de la sociedad, tiene como efecto la
ruptura irreparable del tejido, de la trama que
sostiene a la sociedad, puesto que atenta contra
los fundamentos que sostienen el pacto social.
De este modo, Raúl Zaffaroni, penalista argentino
y juez de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, destaca que, cuando las condiciones
de vida en prisión no cumplen con la
legalidad, vuelven a la pena ilícita, aun si se trata
de una pena lícita por haber sido dictada por
un juez. La prisión para ser legal —dice Zaffaroni—
debe enmarcarse en las reglas del Derecho
constitucional y del Derecho Internacional de los
Derechos Humanos. Si las penas no respetan la
dignidad humana e imponen un dolor más allá
del legalmente impuesto, constituyen penas ilícitas
y se consideran penas crueles, inhumanas
y degradantes, como las que están previstas en
los códigos nacionales y los tratados internacionales
(Zaffaroni, 2016).
Por mi parte, considero que también habría
que cuestionar la legalidad de las penas, así sean
de carácter “preventivo”, cuando no se cumple
con el principio de presunción de inocencia,
como ocurre en los casos en que se decreta la
prisión preventiva oficiosa. De hecho, casi la mitad
de las personas que se hallan en prisión en
México, el 43%, se encuentran de manera “preventiva”,
pues no han sido juzgados, es decir, no
se les ha comprobado delito alguno. También
se minan las bases del sistema de justicia y se
rompe con el equilibrio procesal cuando, como
ocurre todos los días en nuestro país, la mayoría
de quienes son llevados a juicio no tiene acceso
a una defensa apropiada. Para esta gran mayoría,
su situación jurídica se define sin que hayan
podido defenderse.
Como apunta Slokar, la cárcel y la guerra contra
el crimen son el camino más seguro para el
exterminio de los considerados “indeseables”,
es decir, los jóvenes de estratos sociales bajos,
encarcelados mayoritariamente por delitos contra
la propiedad y la venta de drogas a pequeña
escala. Como también lo señalara Zygmunt Bauman
—citado por Slokar— “la principal y, quizás,
única finalidad explícita de las prisiones resulta
la eliminación de los seres humanos residuales
[…] las prisiones, como tantas otras instituciones
sociales, han dejado atrás la fase del reciclaje y
han pasado a la de eliminación de residuos”. En
este sentido, “la invención de la prisión en la penalidad
moderna resultó como castigo sustitutivo
de la pena de muerte” (Slokar, 2021: 101-102).
Estas “otras formas de morir”, como las que
ocurren en nuestras cárceles, no dejan huella en
los registros o en las estadísticas, aunque también
existen y afectan de manera cotidiana a
distintos grupos de población de nuestro país,
incluyendo a las familias de quienes se hallan privados
de la libertad (Pérez Correa , 2015).
Pensemos, como ejemplo, en el modelo de las
cárceles federales en México que, imitando el de
las cárceles de máxima seguridad norteamericanas,
impone a los internos el aislamiento durante
23 horas al día en las que permanecen en su celda
sin poder llevar a cabo actividad alguna y sin
contacto humano de por medio, lo que, como
ha sido demostrado por estudios científicos rigurosos,
ocasiona todo tipo de trastornos y, en
el extremo, la destrucción de la persona humana
y lo que se denomina la “muerte social”. 6
Así lo declaró una resolución de la Suprema
Corte norteamericana en 2015 que condenó “el
efecto deshumanizante del confinamiento solitario”,
citando los estudios que han mostrado
que esta práctica cusa en los internos “ansiedad,
pánico, pérdida de control, rabia, paranoia, alucinaciones
y auto mutilaciones, entre otros síntomas”.
La Suprema Corte argumentó que estas
prácticas producen la “muerte social” de las personas,
urgiendo a que el sistema penitenciario
suspendiera su utilización.
El concepto de “muerte social” hace referencia
a aquellos que están apartados de la sociedad
y son considerados muertos por el resto
de las personas. La “muerte social” implica que
está presente el estigma y la discriminación que
6 Sobre el régimen de segregación pueden consultarse Sullivan
(2015) y The Liman Program of Yale Law School y Association
of State Correctional Administrators (2015).
464

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 455-468
acompañan a cualquier actitud, acción o enfermedad
que se aleje de las normas que dicta la
sociedad. Las personas sufren la “muerte social”
cuando se produce el alejamiento de la sociedad
que las declara, de alguna forma, inservibles o
invisibles. La “muerte social” es también decretada
por individuos que deciden que otros no
pueden cumplir con una labor social que les permita
relacionarse. Asimismo, la “muerte social”
puede producirse por la indiferencia hacia las
personas, causándoles un malestar y sufrimiento
que destruye de tal manera su personalidad y
su dignidad que, teniendo signos vitales, socialmente
han dejado de existir. 7
Lo anterior, por cuanto se refiere al tipo de
muerte que tiene lugar en las prisiones y que es
invisible o indiferente para el resto de la sociedad.
Pero también hay, como veremos enseguida,
otros tipos de muerte que parecen ir más allá
de la muerte misma.
Rita Segato, antropóloga argentina, se refiere
a las muertes que no tienen una razón o una motivación
utilitaria, sino fundamentalmente simbólica.
Para Segato, el incremento de la violencia
expresiva en detrimento de la utilitaria tiene que
ver con el “poder paralelo” o “segundo Estado”.
Este incremento de la violencia expresiva hace
referencia a violencias “que no parecen perseguir
un fin instrumental sino constituirse como
un lenguaje que busca afirmar, dominar, exhibir
los símbolos del poder total”. El signo distintivo
de este tipo de violencias lo constituye el hecho
de que, ya no es suficiente matar, sino que hay
que exhibir los cuerpos, destrozarlos, colgarlos,
calcinarlos, disolverlos o arrojarlos a la intemperie.
A este tipo de hechos, Segato los denomina
“pedagogía de la crueldad”. Esta pedagogía
enseña que, más allá del hecho de matar, todavía
hay formas de desvirtuar o desnaturalizar la
muerte cuando, por ejemplo, los restos no van
a cementerios y quedan inscritos en una lápida,
sino que van a basurales o, agregaríamos, a fosas
que en nuestro país solemos llamar “comunes”,
quizás precisamente porque son un destino más
frecuente para los muertos de lo que cualquiera
podría imaginar (Segato, 2004).
Por su parte, Rossana Reguillo, antropóloga
mexicana, señala que, tras haber propuesto
originalmente el concepto de “narcomáquina”,
7 Sobre el concepto de “muerte social” puede consultarse:
https://cutt.ly/BZpqlcq
posteriormente le pareció insuficiente dado que
éste hacía pensar en un cálculo racional y en ganancias,
es decir, “en un orden, más o menos reconocible,
inteligible, en la producción de muerte”.
Más tarde propuso, entonces, el concepto de
“necromáquina” que alude a “la disolución absoluta
de la vida en un estado de urgencia constante”.
Si la tala de bosques genera un efecto de
borde que provoca más incendios, dice Reguillo,
“la violencia brutal genera un efecto de borde
en el que ha cambiado el lenguaje, las prácticas,
la ‘normalidad’ que colapsa […]” (Reguillo, 2021:
25, 34).
Lo que estas autoras proponen quizás nos
aproxima o nos hace pensar en hechos que son
difíciles de nombrar y, aún más, de comprender,
si bien nos hemos habituado a convivir con ellos
de manera cotidiana. Si para dar muerte a una
persona, puede ser suficiente una bala, ¿por qué
utilizar cien? ¿por qué destazar, quemar, colgar,
desintegrar o exhibir sus cuerpos insepultos?
¿Qué dicen estos hechos acerca de nosotros,
nuestras autoridades y nuestra sociedad? ¿Qué
tenemos que decir todos sobre estas formas de
denigrar la vida humana al tiempo que degradamos
nuestras vidas y las de todos?
Conclusiones
Desearía concluir recuperando el primer argumento
que expuse al inicio de este trabajo apoyándome
en la tesis expuesta por Agamben. Es
decir, que la situación de graves violaciones a
los derechos humanos que hemos descrito permite
sostener que vivimos bajo un estado de excepción
que no sólo ignora o pasa por encima
de la ley, sino que también pasa de largo, en mi
opinión, sobre los más elementales principios de
la condición humana.
Con este último señalamiento quisiera dar
respuesta a las preguntas formuladas al final del
inciso anterior. Acudo, para ello, a las respuestas
que nos propusieron Karl Jaspers y Primo Levi
para dar cuenta de los horrores que tuvieron lugar
durante la Segunda Guerra Mundial.
En El problema de la culpa, Jaspers se refiere
a la culpa metafísica como “la carencia de la
solidaridad absoluta con el hombre en tanto que
hombre” (Jaspers, 1998: 88-89). El hombre, señala,
“no sólo sigue ciegamente las leyes escritas,
sino que tiene una brújula moral interna”. La
465

ELENA AZAOLA GARRIDO, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y PANDEMIA DE VIOLENCIA EN MÉXICO
culpa metafísica no consiste en no lograr evitar
el mal, sino en ser indiferente frente a él. Consiste
en ni siquiera expresar desacuerdo frente al
mal (Dramarétska, 2022).
Por su parte, Primo Levi se pregunta: “¿hemos
asistido al desarrollo racional de un asunto
inhumano o a una manifestación, hasta ahora
única en la historia y aún mal explicada, de locura
colectiva? ¿A una lógica dirigida al mal o a
una ausencia de lógica?”. Levi responde: “como
suele suceder con las cosas humanas, las dos alternativas
coexistieron” (Levi, 2012: 569).
“Pero debemos meditar —dice Levi— acerca
del hecho de que todos, maestro y discípulos,
hayan ido apartándose de la realidad a medida
que su moral se fue apartando de esa moral común
a todos los tiempos a todas las civilizaciones,
que es parte de nuestra herencia humana y
a la cual es preciso reconocer […] Sencillamente
habían estado sometidos durante algunos años
a una escuela donde la moral corriente había
sido subvertida […]” (Levi, 2012: 562, 579).
Aunque con lo anterior no intento equiparar
los hechos que tuvieron lugar durante el Holocausto
con los que hemos abordado en este trabajo,
sí intento llamar la atención sobre el escalamiento
de la crueldad en nuestro país y sobre
la responsabilidad que todos tenemos por acostumbrarnos
a esta clase de hechos y por permanecer
indiferentes y pasivos frente a tantas
pérdidas, tanto dolor y tantas injusticias.
Asimismo, en este trabajo he procurado destacar
que durante 15 años se ha empleado un
modelo de seguridad que se apoya de manera
creciente y otorga cada vez más facultades a
las Fuerzas Armadas, no obstante que los resultados
aquí expuestos muestran de manera
contundente que este modelo, lejos de resolver
los problemas de seguridad, los ha exacerbado.
Urge, por tanto, pugnar por la construcción de
un nuevo modelo de seguridad basado en instituciones
de carácter civil, así como fortalecer las
capacidades y mejorar el desempeño, tanto de
las instituciones de justicia, como de los organismos
públicos y de la sociedad civil de derechos
humanos. Sólo así podremos dar pasos encaminados
hacia la construcción de la paz, que es
ajena a la naturaleza y la misión de las Fuerzas
Armadas, por más que la narrativa gubernamental
intenta hacernos creer que ésta es su función.
Nada más lejos de la realidad.
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Elena Azaola Garrido
Recibido: 14 de abril de 2022.
Aceptado: 13 de julio de 2022.
Publicado: 1 de septiembre de 2022.
Es doctora en Antropología Social por el Centro
de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología
Social (CIESAS). Actualmente se desempeña
como Profesora-Investigadora en esta
institución. Es desde 2018 Investigadora Nacional
Emérita del Sistema Nacional de Investigadores.
Sus líneas de investigación son: grupos
vulnerables y problemas sociales, diseño de políticas
públicas, delincuencia y violencia, instituciones
penitenciarias, explotación sexual infantil,
mujeres en prisión. Entre sus más recientes publicaciones
destacan, como autora: “Las cárceles
en México hoy”, en Sergio Aguayo, Raúl Benítez
et al. (eds.), Atlas de la Seguridad y la Defensa
de México 2020, Instituto Belisario Domínguez
del Senado de la República/Fundación de las
Américas, Puebla/Colectivo de Análisis de la Seguridad
con Democracia, Ciudad de México, pp.
115-129 (2021); “”s (c)// (2021); Nuestros niños
sicarios, Ciudad de México, Fontamara (2020);
como coautora: Juvenile Delinquency: Why Do
Youth Commit Crime?, Nueva York, Routledge
(2021).
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 469-490
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus21202281
MOTIVACIONES Y POLÍTICA PÚBLICA
SOBRE LA VIOLENCIA DE HOMBRES
CONTRA SU PAREJA MUJER
MOTIVATIONS AND PUBLIC POLICY ON
THE VIOLENCE OF MEN AGAINST
THEIR FEMALE PARTNER
Fernando Bolaños-Ceballos
orcid.org/0000-0003-4656-6811
Universidad Autónoma
del Estado de Hidalgo
México
fernando_bolanos@uaeh.edu.mx
Juan Carlos Ramírez Rodríguez
orcid.org/0000-0002-2585-3996
Universidad de Guadalajara
México
jucarlos@cucea.udg.mx
Abstract
The violence exerted by men against women in intimate relationships is possible due to
power inequality in relational conflicts and motivated by beliefs about gender, violence
and other elements and social processes present in specific populations. This work aims
to strategically reflect on social and cultural causes of intimate partner violence by men
towards women, to support design of public actions aimed at preventing mistreatment
and abuse in heterosexual couples. The causes and elements associated with abuse are
described and analyzed, as well as their relationship with the public actions required for
its prevention.
Keywords: Intimate Partner Violence, Men, Aggressors, Motivations, Public Policy.
Resumen
La violencia ejercida por hombres contra mujeres en sus relaciones íntimas es posible
por la desigualdad de poder en el contexto de conflictos relacionales y motivada por
creencias dominantes sobre género, violencia y procesos sociales presentes en poblaciones
específicas. El artículo analiza causas sociales y culturales de esta violencia para
apoyar el diseño de acciones públicas que prevengan el maltrato y abuso. A partir de la
producción investigativa, la revisión de estudios y conceptos clave, se describen y analizan
las causas y elementos asociados al abuso y maltrato, así como su relación con las
acciones públicas requeridas para su prevención.
Palabras clave: violencia de pareja, hombres, agresores, motivaciones, políticas públicas.
469

FERNANDO BOLAÑOS-CEBALLOS Y JUAN CARLOS RAMÍREZ RODRÍGUEZ, MOTIVACIONES Y POLÍTICA PÚBLICA
SOBRE LA VIOLENCIA DE HOMBRES CONTRA SU PAREJA MUJER
Introducción
Una de cada tres mujeres en el mundo sufre violencia física o sexual por parte de su pareja en algún
momento de su vida desde que es muy joven, teniendo mayor incidencia en los países pobres
(37%) y en América Latina y el Caribe registra un 25 por ciento. Los datos revelan que el problema
no ha disminuido durante la última década y se sabe que se ha agravado durante la pandemia de
COVID-19, señala la agencia de la ONU para la salud (ONU, 2021). En México, la Encuesta Nacional
sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) de 2016 revela que las mujeres con
mayor propensión a experimentar violencia por cualquier agresor a lo largo de la vida son aquellas
que residen en áreas urbanas (69.3%), de edades entre 25 y 34 años (70.1%), con nivel de escolaridad
superior (72.6%) o bien no pertenecen a un hogar indígena (66.8%) (Inegi, 2020). Asimismo,
43.9% de las mujeres mexicanas de 15 años de edad y más han sido víctimas de violencia por parte
de sus parejas hombres (matrimonio, convivencia o noviazgo) en algún momento de su actual o
más reciente relación. También han recibido violencia por parte de diferentes agresores (tabla 1)
(Inmujeres, 2021).
Tabla 1
Mujeres de 15 años y más con por lo menos
un incidente de violencia
Por parte de
cualquier agresor
Emocional
Económica o
patrimonial
Física
Sexual
A lo largo de su vida 66.1% 49% 29% 34% 41.3%
durante los últimos 12
meses
Fuente: Inmujeres (2021a).
44.8% 31% 17.5% 12.8% 23.2%
A partir de marzo de 2020 se implementó en
México la política denominada “Jornada Nacional
de Sana Distancia” que consistió, entre otras
medidas, en la suspensión de todas las actividades
económicas no esenciales y el resguardo en
casa. Asimismo, se implementó una amplia campaña
para usar la línea de emergencia al 911 en
caso de vivir algún acto de violencia. Las llamadas
de emergencia al 911 relacionadas con la solicitud
de ayuda por violencia contra las mujeres
durante el 2020, aumentaron en comparación
con las registradas en el año anterior al pasar de
197,693 a 260,067, un aumento aproximado de
31.5% (Inmujeres, 2021b).
Un estudio sobre la prevalencia de la violencia
doméstica contra las mujeres realizado durante
la pandemia de COVID-19 en México explora
si ésta inició a partir del confinamiento o
si cambió su frecuencia en comparación con la
situación previa. Reportó que las restricciones
asociadas con la pandemia (cuarentena) incrementaron
la violencia doméstica, sobre todo en
mujeres que ya la estaban experimentando (tabla
2). Se identificó un patrón diferente respecto
a las violencias que padecen niñas y adolescentes
en comparación con las mujeres de mayor
edad, siendo en las primeras de preocupación la
violencia emocional y sexual y en las segundas,
la física y la económica; entre los factores asociados
a la presencia de cualquier tipo de violencia
doméstica destacaron las características
de vulnerabilidad de las mujeres en condiciones
con mayor precariedad, tanto en adolescentes
como en adultas y las pérdidas de empleo durante
el confinamiento.
En las adultas que vivían en condiciones de
bienestar precarias es donde las posibilidades
de tener cualquier tipo de violencia doméstica
se duplicaron; en las adolescentes, la mayor
escolaridad las disminuyó. Los hallazgos señalan
que el estrés financiero afecta de manera
desproporcionada a las víctimas de violencia
doméstica, incluyendo también a los niños (Ramos-Lira
et al., 2021).
470

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 469-490
Tabla 2
Prevalencia de violencia doméstica y frecuencia
de ocurrencia durante el confinamiento en mujeres (2020)
10-19 años
%
Grupos de edad
20 años y más
%
Total
%
Gritos, insultos o amenazas 3.8 4.3 4.2
Frecuencia durante el confinamiento
Se presentaron por primera vez 12.3 21.8 20.1
Ya existían y siguieron 31.7 43.7 41.5
Fueron más frecuentes 36.3 22.9 25.3
Disminuyeron 13 10.4 10.9
No responde 6.8 1.2 2.2
Empujones, jalones o golpes 3.1 1.9 2.1
Frecuencia durante el confinamiento
Se presentaron por primera vez 20.5 9.5 12.6
Ya existían y siguieron 48.7 53.5 52.2
Fueron más frecuentes 18.3 22.2 21.1
Disminuyeron 12.4 12.9 12.8
No responde 0 1.8 1.3
Actos de carácter sexual o violaciones 1 0.6 0.7
Frecuencia durante el confinamiento
Se presentaron por primera vez 0 12 7.8
Ya existían y siguieron 23.4 48.9 40
Fueron más frecuentes 27.2 9 15.4
Disminuyeron 0 7.6 4.9
No responde 49.4 22.4 31.9
Agresión económica 1.6 2.1 2
Frecuencia durante el confinamiento
Se presentaron por primera vez 24.2 18.8 19.9
Ya existían y siguieron 43.8 47 46.4
Fueron más frecuentes 15.7 21.6 20.4
Disminuyeron 6.3 9.6 8.9
No responde 10 2.9 4.4
Cualquier tipo de agresión o violencia doméstica 5.0 5.8 5.6
Fuente: elaboración propia con base en Ramos-Lira et al. (2021).
471

FERNANDO BOLAÑOS-CEBALLOS Y JUAN CARLOS RAMÍREZ RODRÍGUEZ, MOTIVACIONES Y POLÍTICA PÚBLICA
SOBRE LA VIOLENCIA DE HOMBRES CONTRA SU PAREJA MUJER
Los datos anteriores son parte del panorama
que alimenta un sentimiento de urgencia y
desesperación en mujeres en condición de violencia
familiar, activistas y servidores públicos
que atienden a las víctimas, ya que el sistema
de justicia mexicano (como muchos otros en el
mundo occidental) generalmente no garantiza
suficiente protección para las mujeres ante la
violencia de género. Por tanto, resulta necesario
continuar reflexionando a partir de la evidencia
empírica sobre la violencia de género, y en particular,
sobre la violencia doméstica y el papel de
los hombres en los maltratos y abusos de pareja,
ya que no son asuntos concluidos. Es necesario
discutir críticamente sobre este campo de conocimiento
para apoyar el diseño de las acciones
públicas dirigidas a su prevención.
El objetivo de este trabajo es discutir articuladamente
resultados de la propia investigación
empírica de los autores con el apoyo de otros
estudios y conceptos clave, abordando descriptivamente
las causas y elementos asociados a los
abusos y maltratos de hombres mexicanos hacia
sus parejas mujeres y su relación con las acciones
públicas requeridas para su prevención. Se
analiza la incidencia de elementos culturales, sociales
y estructurales en el proceso psicosocial
y subjetivo de los varones para responder las
preguntas: ¿Cuáles son las causas de la violencia
de hombres hacia sus parejas mujeres? y ¿Se
deberá a que los hombres están enojados por los
cambios en los roles de género a nivel social y
personal? Cabe destacar que se aborda la causalidad
en hombres comunes, no de los hombres
con antecedentes de violencia criminal o con
rasgos psicopáticos, cuyos ataques y gravedad
responden principalmente a otras causas, características
y perfil del abusador, aunque también
incluyan elementos sexistas en diferente medida.
Antecedentes
Agresividad y violencia
Para que un acto y quien lo ejerza se considere
violento, es necesario que sea considerado
como tal por un proceso colectivo de significación
que le atribuya ese sentido en un contexto
determinado; por lo tanto, la violencia es
una construcción social (Lolas, 1991). La acción
violenta es normada por ideas, creencias y prácticas
que otorgan sentidos de legitimidad a los
actos o los condenan (Hernández Rosete, 1998).
La raíz etimológica del término remite al concepto
de fuerza, ya que implica su uso en algún
tipo; a su vez, el uso de la fuerza remite al concepto
de poder, es decir, una manifestación del
ejercicio del poder mediante el abuso en el empleo
de algún tipo de fuerza en la acción humana
(Galtung, 1989), y frecuentemente, la existencia
de un “arriba” y un “abajo”, reales y/o simbólicos
que adoptan habitualmente la forma de
roles complementarios: padre-hijo, hombre-mujer,
maestro-alumno, patrón-empleado, etcétera
(Corsi, 1995).
Una definición de violencia debe considerar
también a las omisiones que pueden causar
daño, siempre y cuando sean decisiones voluntarias,
además de la transgresión del derecho
de la víctima a conservar su integridad (Torres
Falcón, 2001). La definición de la Organización
Mundial de la Salud es la siguiente: “el uso intencional
de fuerza o poder físico, real o en forma
de amenaza, contra uno mismo, otra persona o
contra un grupo o comunidad, que resulta en o
tiene una alta probabilidad de causar lesiones,
muerte, daño psicológico, desarrollo inadecuado
o de privación”; en los tipos de violencia que
reconoce, incorpora la direccionalidad de los actos,
aunque no menciona a las finalidades de los
mismos: autoinfligida, interpersonal y organizada
(OMS, 2004).
La agresividad y la violencia suelen considerarse
como sinónimos pero no lo son, ya que a
diferencia de los ataques violentos, la agresión
proveniente de la agresividad nace de un potencial
biológico que se acciona como respuesta
a un estímulo arbitrario y busca generar daño
para la defensa-sobrevivencia, no importando
si la amenaza es una persona, animal u objeto;
es decir, no importa su direccionalidad. Asimismo,
está ligada a la lucha por la reproducción
de las especies animales en periodos definidos,
exceptuando a la humana que la realiza todo
el año (Lolas, 1991). Para el Modelo General de
Agresión (GAM, por sus siglas en inglés), se consideran
a la persona y a la situación como las
variables de entrada, es decir, que la interacción
entre las características de una persona (predisposición
genética, sexo, rasgos de personalidad,
actitudes, etcétera) y la situación (condiciones
adversas, armas, información, etcétera), son
punto de partida del comportamiento agresi-
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 469-490
vo. La cognición, estado de ánimo y emoción,
así como las respuestas motoras expresivas y la
excitación, son mediadores entre las situaciones
y la personalidad durante la agresión (DeWall y
Anderson, 2011).
Por otro lado, las acciones violentas implican
una dirección específica en sus manifestaciones,
es decir, hacia personas o grupos seleccionados
por alguna característica o condición específica,
y su fin no es sólo dañar (como sería para un
acto producto de la agresividad) sino controlar,
someter o abusar (aunque siempre causa daño).
La violencia representa una lógica racional que
utiliza estrategias y métodos al servicio de elementos
subjetivos ligados a motivaciones e identidades
construidas por consensos sociales-personales
(Galtung, 1989). Se presenta ante los
conflictos y oposiciones de diferentes voluntades
y comúnmente está normalizada por los sujetos
para justificar su ejercicio, es decir, para coaccionar,
imponer o abusar de lo(s) diferente(s) y/o
inferior(es), reales o simbólicos (Lolas, 1991).
Muchos abusos son tolerados o promovidos
por la sociedad, como ocurre con la violencia
de pareja, el maltrato infantil, el abandono de
adultos mayores, el asesinato de personas no
heterosexuales o miembros de ciertos grupos
étnicos, violando así varios derechos humanos
fundamentales. Por lo tanto, ante la pregunta
¿estos hechos pueden considerarse agresión?,
se debe considerar que independientemente
que el ser humano posea disposiciones agresivas
innatas, estas agresiones fuera de control
son violencia, una agresividad hipertrofiada, ya
que el hecho de ser agresivos por naturaleza no
conlleva a aceptar que también por naturaleza
seamos violentos. La violencia es el resultado de
las transformaciones culturales (Litke, 1992; Ramos-Lira
y Saucedo González, 2010).
Existen tres formas de legitimar la violencia:
la institucional para preservar el orden o impartir
justicia, la de las minorías o grupos contestatarios
que la justifican por la búsqueda de
justicia, y; las mayorías silenciosas se inclinarían
a justificar una u otra violencia: ya sea por sentirse
protegidos ante quien tiene mayor poder o
identificados con las demandas de una minoría;
ignorarla por el malestar que produce observarla
es otra posibilidad (Piper, 1999). Además, se
pueden considerar tres variantes de la violencia,
la directa, la estructural y la cultural (Galtung,
1989): la violencia directa se presenta entre
personas o grupos y es visible; la estructural
se origina en las instituciones, en la asignación
de jerarquías debido a alguna condición biológica
o social y el reparto desigual del poder, y;
la violencia cultural se refiere a los símbolos, los
valores y las creencias arraigadas en el imaginario
social y en las mentalidades, que producen
y reproducen relaciones de desigualdad social.
La violencia está acompañada de un doble
discurso que la promueve y aplaude cuando se
presenta como un espectáculo público alusivo
a la tragedia del otro y al mismo tiempo, otra
narrativa social y jurídica que la condena (Lolas,
1991; Torres Falcón, 2001). En el ámbito privado,
estos esquemas sociales se reproducen de tal
forma que se reprueba cuando ésta se encuentra
afuera, pero cuando sucede en el interior de
los hogares se aprueba, tolera y justifica con las
mismas formas que en un contexto social más
amplio (Castro, 2004).
Para este trabajo, consideraremos a la violencia
como un concepto construido socialmente
que describe prácticas sociales en el marco de
relaciones de poder, siendo la desigualdad de
éste un elemento importante para favorecer su
aparición. No es sinónimo de la agresión producto
del potencial biológico de agresividad, aunque
un ataque puede ser una estrategia o medio
de la violencia para alcanzar objetivos específicos
dados por los significados culturales-sociales
incluyendo los relativos a las diferencias de
los sexos. Es una decisión humana que implica
acciones u omisiones con direccionalidad específica
y causa algún tipo de daño, aunque no sea
su principal finalidad. El acto violento trasgrede
derechos y voluntades desde diversas justificaciones
y es experimentado de diferente manera
según sus actores, manifestándose a niveles
estructural, cultural o interpersonal; en el caso
de la autoinfligida, el agresor y la víctima son la
misma persona.
Desarrollo
¿Cuáles son las motivaciones de los ejercicios
violentos de los hombres hacia la pareja?
Particularmente, la violencia doméstica es causada
en gran parte por razones de género y las
creencias que justifican la violencia, entre otras
variables sociales, relacionales y personales (Bo-
473

FERNANDO BOLAÑOS-CEBALLOS Y JUAN CARLOS RAMÍREZ RODRÍGUEZ, MOTIVACIONES Y POLÍTICA PÚBLICA
SOBRE LA VIOLENCIA DE HOMBRES CONTRA SU PAREJA MUJER
laños y de Keijzer, 2020; Mullender, 2000; Scott,
1990). A partir de los años setenta del siglo pasado,
se comenzó a hablar de violencia intrafamiliar,
y posteriormente de violencia familiar, para
incluir a las relaciones de hecho, es decir, concubinatos,
amasiatos, exparejas y otros vínculos
políticos; de esta forma, el acento se desplazó
del entorno físico a los lazos de parentesco. La
conducta violenta en estas relaciones interpersonales
es sinónimo de abuso de poder ante la
confianza depositada o el afecto del vínculo, y
se denomina relación de abuso (Corsi, 1995; Torres
Falcón, 2001).
Cualquier miembro de la familia puede ser
agente o víctima de la relación abusiva; sin embargo,
las estadísticas muestran que es el adulto
varón quien con más frecuencia utiliza las distintas
formas de abuso. La violencia familiar se
delimita en tres categorías: el maltrato infantil,
la violencia conyugal y el maltrato a ancianos
(Corsi, Dohmen y Sotés, 1995; Mullender, 2000).
Respecto de los tipos de violencia interpersonal,
una posible categorización es la siguiente: violencia
física, violencia psicológica, violencia sexual
y violencia económica o patrimonial (Heise,
Pitanguy y Germain, 1994; Torres Falcón, 2001;
OMS, 2004).
Aunque todavía se encuentran presentes en
el imaginario social (Castoriadis, 2003), en el
ámbito profesional es menos frecuente el intento
de justificar la violencia de los hombres
hacia las mujeres con los mitos de la violencia
masculina (Batres Méndez, 1999; 2003) o mitos
de la violencia familiar (Corsi, 1995; Mullender,
2000), que restaban responsabilidad al hombre
que abusa sosteniendo como causante de los
ataques al abuso de alcohol, la psicopatología,
la baja autoestima, problemas en manejo de la
ira, el hacinamiento, la pobreza, la baja escolaridad,
entre otros factores asociados (Hernández
Rosete, 1998; Holtzworth- Munroe et al.,1997),
que si bien inciden en la experiencia personal de
malestar, estrés social o la manera particular en
que se presentan los abusos (Mederos y Perilla,
2001; Sandín, 2003), no justifican la elección de
violentar a la pareja u otros familiares en el marco
de los conflictos con vínculos intensos y las
relaciones de poder.
Paralelamente a la causalidad individual de la
violencia contra la pareja mujer de cada hombre
y en relaciones de pareja con dinámicas particulares,
las cuales ameritarían trabajos específicos
para abordar los principales ejes de análisis de
cada una, la violencia de género hacia las mujeres
de todos los grupos de edad (OPS, 2008;
OPS, 2013) tiene su origen principalmente en la
lógica de la imposición, el control y/o dominación,
construida sobre la desigualdad sustantiva
proveniente de los significados de la diferencia
de los sexos, incluida la división sexual del trabajo
(Garduño, 2011). Un acto de abuso de poder
o violento puede ser un instrumento para imponer
voluntades e ideas o mantener como dominantes
ciertos modelos del mundo, mostrando
la necesidad de estudiar al poder mediante sus
estrategias y modos de acción sobre la posible
acción de los otros (Piper, 1999).
La violencia por razones de género es una herramienta
de muchos hombres para hacer valer
la creencia del derecho a ciertos privilegios y el
permiso social para llevarla a cabo, fungir como
un mecanismo compensatorio individual y/o un
método para solucionar diferencias y mantener
el control, es decir, se aprende a usar en la vida
cotidiana con diferentes utilidades (Ramírez Rodríguez,
2005). La que practican muchos hombres
se puede analizar desde el planteamiento
de la triada de la violencia masculina, la cual
postula que se puede ejercer en tres direcciones:
a) hacia mujeres conocidas y desconocidas
en el ámbito interpersonal, b) contra hombres
que se consideran inferiores por alguna condición
real o simbólica y c) hacia ellos mismos, de
forma letal o no (Kaufman, 1999).
Castro (2004) considera que aquellas parejas
dominadas por los hombres y que presentan alto
grado de conformidad con tal arreglo, pueden
ser clasificadas como ejemplos de dominación
simbólica o violencia simbólica, caracterizada
por ser asumida como parte del propio discurso,
es decir, como actos dentro de una relación normal.
Por ello, no es un factor de conflicto entre
dominante/dominado; es una visión de mundo
compartida e internalizada (Bourdieu, 2001), lo
que Ramírez Rodríguez (2005) ha denominado
como “relaciones de poder-resistencia suave”.
La violencia simbólica y los estereotipos de género
forman parte del mismo modelo de género
que los mitos del amor romántico presentes
en muchos vínculos de pareja. Estos elementos
mandatan las atribuciones y roles complementarios
que “debe de cumplir” cada uno de los inte-
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 469-490
grantes de la pareja, que contribuyen a generar
relaciones de desigualdad, dominio simbólico o
real y se convierte en la base para el surgimiento
de actos violentos:
a) Existe solamente una pareja ideal;
b) Unidos, hasta que la muerte los separe;
c) El amor todo lo puede cambiar y/o “con mi amor
lo(a) voy a cambiar”;
d) Los celos y la posesión significan “que le intereso
y que me tiene atención”;
e) Hay que esperar todo de la otra persona;
f) Acceder siempre a tener relaciones sexuales por
amor o unión (el débito conyugal);
g) Un bebé pondrá fin a los problemas de la pareja;
h) Amar es sufrimiento y sacrificio;
i) Hay que perdonar y olvidar los excesos de la violencia
en nombre del amor;
j) Ceder ante el maltrato por no estar sola(o). (Ruiz
y Fawcett, 1999.)
Este proyecto del amor romántico es muy
poderoso al ser ampliamente compartido por
hombres y mujeres (Ruiz y Fawcett, 1999), y forma
parte de la construcción de las identidades
individuales, sentidos de vida, expectativas sobre
las relaciones y caracteriza el deseo erótico
(Scott, 1997 y 1990; Connell, 2003) y genera
vínculos afectivos intensos, aunque no forzosamente
sanos o nutricios.
Sobre los actos violentos en pareja o familia,
es importante considerar la presencia de
una serie de dispositivos sociales que la justifican
y reproducen. Estos elementos, al igual
que los estereotipos de género y los mitos del
amor romántico, se ubican en el imaginario social
(Castoriadis, 2003), sentido común, el refranero
popular, las manifestaciones artísticas y el
desconocimiento en la materia, y son efectivos
en orientar los comportamientos de los sujetos:
1. La negación o minimización del problema que
realizan las personas que ocupan puestos de decisión
y son encargados de formular las políticas
públicas. Con ello, el ciudadano común supone que
la violencia hacia las mujeres casi no ocurre, no tiene
mayor relevancia o que sus consecuencias son
mínimas.
2. El segundo dispositivo es el que denomina el de
la idealización, que consiste en la generalización de
la creencia de que el hogar es el lugar más seguro
para las mujeres, siendo que diversas investigaciones
han mostrado lo contrario.
3. La privatización que subyace en refranes insertos
en la sabiduría popular, tales como “los trapos
sucios se lavan en casa”. Cuando éstos se usan en
relación con la violencia hacia la pareja, es el tercer
dispositivo. Esta información popular se hace
presente en los tribunales que se resisten a penalizar
a los agresores o en la atención médica que se
empeña en definir a la violencia como un problema
“privado”.
4. El cuarto dispositivo es el de la justificación que
subyace en el imaginario social; postula que “a ellas
les gusta” o que “sienten que no las quieren, si no
les pegan”; además, se suele culpabilizar a quien
recibe la violencia, con frases como “por algo será”,
es decir, que las mujeres deben de haber dado
“motivos” para haber sido violentadas.
5. La equiparación que hacen muchos hombres en
su defensa ante el problema de la violencia hacia
la pareja es el quinto dispositivo. El argumento
aquí consiste en que en todo caso es igualmente
frecuente y serio el problema de la violencia que
ejercen las mujeres contra los hombres. (Castro,
2004.)
Estos dispositivos regulan la interacción entre
hombres y mujeres e influyen en la manera
que es percibida socialmente la violencia hacia
las mujeres. Operan en dos niveles: el individual,
en el cual los propios agresores recurren a estos
discursos/prácticas; y el social, donde estas representaciones
y clichés forman parte del imaginario
colectivo que permite la perpetuación y
legitimación de esta violencia de género (Castro,
2004).
Según Goldner et al. (1990), la violencia masculina
es simultáneamente instrumental y expresiva,
considerando a su instrumentalidad como
un método de control social y una estrategia al
servicio de la dominación que el hombre ejerce
en un sistema patriarcal. En este sistema que
opera con una lógica de desigualdad y dominación,
la violencia guarda relación con las crisis
individuales de muchos hombres ante los atentados
contra la identidad genérica de “autoridad
masculina”, por las cuales realizan abusos que
mantienen el orden dominante de género. En su
otro sentido, el expresivo, la violencia suele entenderse
como una experiencia regresiva, relacionada
con el malestar producto de la historia
475

FERNANDO BOLAÑOS-CEBALLOS Y JUAN CARLOS RAMÍREZ RODRÍGUEZ, MOTIVACIONES Y POLÍTICA PÚBLICA
SOBRE LA VIOLENCIA DE HOMBRES CONTRA SU PAREJA MUJER
de vida u otras causas y como un sentimiento de
“perderse”, que se produce de forma paralela al
sentido instrumental. La expresión del malestar
psico-corporal que se realiza en ciertos actos
violentos, se dirigiría a intentar paliarlo por el
propio sujeto (Goldner et al., 1990; González y
Villacorta, 1998). Respecto de los abusos instrumentales,
Batres Méndez (1999) comenta que
son cuatro las actitudes que llevan a un hombre
a convertirse en abusivo:
1) El control. Piensa que tiene el derecho de controlar
a su pareja en lo económico, en sus decisiones
y en el ámbito de lo sexual. Si no obtiene el control,
cree que puede utilizar la violencia abierta o
la coerción para transmitir un mensaje por medio
de la imposición sobre cómo “deben ser” las cosas.
2) El “derecho” a ver satisfechas todas sus necesidades
por los miembros de su familia. Cree que
es responsabilidad de su compañera cuidarlo física,
emocional y sexualmente, además de que
debe cuidar de la casa, hijos/as, darle apoyo, estar
siempre dispuesta sexualmente y prestarle atención.
Cuando no recibe esa respuesta, cree tener
derecho (razón) para imponer un castigo físico o
emocional, es decir, muestra la lógica pedagógica
de la violencia: el castigo para mantener la lógica
de la relación.
3) La cosificación de la pareja. Implica la consideración
de que la pareja es inferior a él o un objeto
entre otros de su posesión. Este proceso de convertirla
mentalmente en una cosa facilita el uso de
la violencia, ya que con la adecuada “justificación”,
se puede atacar más fácilmente a una mesa, una
puerta, una loca, una puta o una necia, es decir, a
un objeto que a una persona.
4) La posesión. Se basa en la creencia de que la
mujer en relación con él no es más una de sus pertenencias,
y por ello, puede hacer lo que considere
necesario para mantenerla como su posesión: “Mía
o de nadie”. Esta distorsión cognitiva es comúnmente
el fundamento del homicidio, un acto que es
premeditado y resultado de sentirse con derecho
al control y la posesión propiciado por la misoginia.
(Batres Méndez, 1999.)
Izquierdo Benito (1998) considera que ante la
percepción de amenaza a la “superioridad-autoridad”
en la relación de pareja, muchos hombres
acuden al referente primario con el que
construyeron su identidad genérica “la fuerza”.
La negativa a esa “autoridad”, es decir, ante la
posibilidad de la no existencia en la vivencia
subjetiva, se recurre a este referente primario
para imponerse, es decir, para existir/ser como
“hombre”. Esta crisis de autoridad que implica
un mensaje de negación al yo, suele ser sumamente
dolorosa para muchos hombres, ya que
se está jugando la negativa a varias identidades;
es decir, el conflicto de pareja en lo relacional,
pone en tensión todo un sistema social internalizado
que está fundamentado en jerarquías sociales
que brindan privilegios a los hombres: en
lo social, lo masculino frente a lo femenino; en lo
familiar, padre-esposo, frente a la esposa-hijos
hijas; en la pareja, el hombre frente a la mujer;
y en lo personal, la existencia frente al dolor de
la no-existencia psicológica. Así, la vivencia ante
la negativa identitaria en el yo, suele percibirse
desde la dicotomía, es decir, como lo contrario
a “lo negado”, y es intensa y dolorosa, además
de desencadenar una serie de respuestas subjetivas,
corporales y comportamentales.
Con base en este proceso de construcción
de identidad influido por los significados de la
cultura, también se establecen “derechos” y relaciones
de servidumbre en muchas parejas, que
son apuntaladas por la violencia ante la presencia
de actos de resistencia a esa dinámica. Al
aprender ciertas creencias de superioridad sobre
las mujeres en las relaciones con las parejas,
muchos hombres exigen actos de servidumbre
o servicios para sus personas, es decir, que las
parejas utilicen sus recursos y potenciales para
el beneficio de ellos. Los servicios surgen de
necesidades legítimas que las personas tienen,
pero en lugar de satisfacerlas por ellos mismos,
muchos exigen que las mujeres lo hagan para
ellos en la vida cotidiana sin que los hombres
realicen lo solicitado de manera inversa, ya que
lo consideran un “derecho de los “hombres” y
no de las mujeres (Montoya Tellería, 1998). Se
identifican seis tipos de servicios que muchos
hombres solicitan a sus parejas:
1) Que ella lo atienda;
2) Que ella lo entienda;
3) Que ella le sea fiel;
4) Que ella lo deje dirigir la relación de pareja;
5) Que ella tenga hijos para él y
6) Que ella dependa económica y emocionalmente
de él. (Montoya Tellería, 1998.)
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 469-490
Ésta es una de las principales motivaciones
arraigadas y profundas de los hombres para el
ejercicio de la violencia contra las mujeres en
relaciones de pareja: la negativa a cumplir alguna
de estas ideas tradicionales-servicios que
están confundidas con la propia identidad o yo
(Izquierdo Benito, 1998; Montoya Tellería, 1998).
Consecuencias de los abusos
Los hombres comunes que ejercen violencia familiar
generan diversas consecuencias y efectos
en las víctimas y en la relación dependiendo los
tipos de abusos, pero principalmente, debido al
tiempo de duración. Frecuentemente, no identifican
las consecuencias negativas que les afectan
directamente, y en algunos casos, buscan
alternativas para modificar tales situaciones, sin
que ello se confunda con una motivación personal
para cambiar sus patrones de actitud y comportamiento.
Muchos de estos hombres experimentan
la emergencia de nuevos conflictos que
suman a los que dieron origen al abuso familiar,
aumentando los daños y consecuencias en diferentes
relaciones, vínculos o espacios, contextos
domésticos hostiles y presentan miedo a la
separación de la pareja y/o hijos/as, además de
diferentes grados de estrés y problemas en los
ámbitos laboral y legal.
Por ejemplo, un estudio con hombres mexicanos
que ejercieron violencia familiar reportó que
algunos experimentan una sensación de superioridad
ante los conflictos con la pareja y cierto
grado de malestar durante el ejercicio de la
violencia, arrepentimiento y culpa después de los
eventos graves. Respondieron al malestar tratando
de reconciliarse con acciones indirectas, tales
como cumplir con labores que abiertamente
se negaron a realizar durante varios años; otros,
culparon a la pareja por los eventos de violencia.
Se destaca que la principal motivación de estas
respuestas fue el miedo al abandono debido a
la dependencia emocional de la pareja (Ramírez
Solórzano, 2002). Algunas de estas respuestas se
pueden analizar a partir del remedial work en las
relaciones abusivas, entendido como un “esfuerzo
para remediar” actos de conducta perjudiciales
y limitar los daños propiciados por el abuso,
destinado a cambiar el significado del acto ofensivo
en uno que se considera aceptable. Un estudio
anglosajón sobre ello reportó que son tres
los dispositivos presentes: 1) recuentos de los hechos
violentos, 2) disculpas y 3) solicitudes hacia
la pareja. Los recuentos buscan quitar responsabilidad
sobre los abusos por medio de culpar a
la pareja, no “recordar” parcial o totalmente los
hechos, la minimización de los actos y justificarlos
por el abuso de alcohol. Las disculpas tratan
de olvidar el evento y asumen cierto grado de
responsabilidad y las solicitudes a la pareja, que
equivalen a los servicios señalados por Montoya
(1998), responsabilizan a la pareja de los abusos
debido al incumplimiento de las exigencias naturales
del hombre (Cavanagh et al., 2001).
Algunas motivaciones para buscar apoyo
profesional con el fin de atender los abusos familiares
son las consecuencias negativas en la
salud de la pareja y por el maltrato a hijos e hijas,
el temor a la separación familiar y de pareja,
denuncias por maltrato, demandas de divorcio y
la patria potestad de los hijos/as (Bolaños-Ceballos,
2008). Son pocos los varones que tienen
una motivación personal para responsabilizarse
de sus actos; sin embargo, al buscar algún tipo
de apoyo abren la posibilidad de detener el maltrato
hacia mujeres en el presente y en futuros
vínculos de pareja (Echeburúa et al., 2004). Es
menos frecuente que acudan voluntariamente
(por su propio pie) y mayormente son referidos
de manera obligada a los programas para complementar
la atención a las víctimas como parte
de una respuesta comunitaria e institucional al
problema de la violencia doméstica (Mederos y
Perilla, 2001; Gondolf, 2004).
Sobre el posible cambio al asistir programas
reeducativos, un estudio relacional de tres casos
en la Ciudad de México reportó la modificación
del maltrato emocional en gran medida y motivación
al cambio; modificación de la violencia
física y emocional grave en gran medida, persistiendo
abusos psicológicos; eliminación de los
abusos físicos y mantenimiento de la violencia
emocional grave; detener la violencia emocional
grave y motivación al cambio; búsqueda de apoyo
psicoterapéutico en un caso. La reincidencia
reportó abusos similares a lo presentado antes
del programa y Remedial work. Una condición
subjetiva asociada a la violencia de pareja y la
reincidencia fueron experiencias posiblemente
traumáticas durante la infancia debido a la exposición
directa e indirecta a la violencia doméstica
y abuso sexual infantil (Bolaños-Ceballos, 2008).
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FERNANDO BOLAÑOS-CEBALLOS Y JUAN CARLOS RAMÍREZ RODRÍGUEZ, MOTIVACIONES Y POLÍTICA PÚBLICA
SOBRE LA VIOLENCIA DE HOMBRES CONTRA SU PAREJA MUJER
Clasificaciones de hombres que ejercen violencia contra la pareja
Los elementos abordados en los apartados anteriores permiten observar que los hombres que ejercen
violencia contra la pareja en relaciones heterosexuales no son iguales en su causalidad, experiencia,
manifestaciones y fines de los maltratos, y aunque el género explica muchos de los abusos,
se deben comprender a partir de varias condiciones y elementos. La categorización de los hombres
maltratadores desde el ámbito clínico permite comprender organizadamente algunas motivaciones
de los maltratos y abusos, además de ser base del diseño de intervenciones para subpoblaciones.
En la tabla 3 se presentan características generales de los hombres que ejercen violencia a partir de
cuatro grandes esferas psicológicas: cognitiva, emocional, comportamental e interaccional (Corsi
et al., 1995; Whaley Sánchez, 2001):
Tabla 3
Caracterización de los hombres que ejercen violencia hacia su pareja
Esfera
Características
Cognitiva
* Creencias rígidas sobre los roles de género.
* Experiencia de control que se autorefuerza
* Creencias sobre la validez del uso de la violencia.
* Justificación de los abusos por medio de racionalizaciones.
* Distorsiones cognitivas: personalización y generalización.
* Minimización o negación de la violencia.
* Autopercepciones: de amenaza, falta de poder,
* Externalización de la culpa.
pérdida de control de la situación.
* Ceguera selectiva y equiparación de la violencia
en la relación de pareja.
* Autoconversaciones negativas y cosificación de
la pareja acompañadas de activación fisiológica.
Emocional
* Restricción emocional.
* Inhabilidad para verbalizar necesidades y vulnerabilidades.
* Racionalización de los sentimientos.
* Dependencia emocional hacia la pareja.
* Vivencia de inseguridad o inferioridad que necesita
ser compensada.
* Dificultad para discriminar entre deseo sexual
y deseo de poder.
* Falta de empatía con los pensamientos y emociones.
* Problemas de apego con la pareja.
* Ansiedad o ira ante el abandono y/o pérdida
de control.
* Uso del lenguaje en tercera persona y de condicionales.
* Déficit en el control de impulsos.
Comportamental
* Ejercen diferentes tipos de violencia.
* Abuso de sustancias.
* Doble fachada.
* El comportamiento violento se autorrefuerza
* Antecedentes de violencia con otras parejas. al reducir la tensión y recuperar el control.
* Resistencia al cambio.
Interaccional
* Aislamiento.
* Evitan intimidad.
* Dificultad para pedir ayuda.
* Inhabilidad para resolver conflictos de forma no
violenta.
* Conductas para controlar.
* Celos, manipulación y actitudes posesivas.
* Buscan mujeres a las que puedan dominar.
* Control de la distancia emocional en la relación.
Fuente: elaboración propia con base en Corsi et al. (1995) y Whaley Sánchez (2001).
Para un análisis pormenorizado, existen categorías planteadas desde el campo de la psicología
clínica que distinguen tipológicamente entre sus características. Por ejemplo, Wexler (2007) identifica
cuatro tipos de hombres que ejercen violencia en el espacio doméstico: tipo I, tipo II, tipo III
y tipo IV (tabla 4):
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Tabla 4
Tipos de hombres que ejercen violencia en el espacio doméstico
de acuerdo con la clasificación Wexler
Tipos I, II, III, IV
I) Antisociales: cometen violencia instrumental. La agresión funciona mejor para ellos; presentan una capacidad
limitada para la empatía y el apego. Tienen las actitudes más rígidas y conservadoras sobre las mujeres;
pueden ser violentos ante varias situaciones y varias víctimas. Son más beligerantes en general y es probable
que abusen de sustancias tóxicas y que tengan historial delictivo; demuestran poco remordimiento y reportan
niveles de enojo bajos o medianos.
II) Los “sólo familia”: son de carácter dependiente y celoso. Se inclinan a suprimir las emociones y retirarse,
aunque estallan después de largos periodos de rabia desbordante inexpresada. Tienden a cometer actos de
abusos sólo en la familia, y son generalmente menos severos que en el tipo I; son menos agresivos en general
y normalmente sienten remordimiento por sus acciones.
III) Los “Disfórico/fronterizo” o “emocionalmente volátiles”: tienden a ser violentos sólo dentro de su
familia, pero están más aislados socialmente y son menos competentes socialmente que los otros golpeadores.
Exhiben los niveles más altos de depresión, enojo y celos, y encuentran maneras de malinterpretar a sus
parejas y culparlas por sus estados de ánimo. La depresión y los sentimientos de insuficiencia son prominentes
y tienen más probabilidad de tener una personalidad esquizoide o volátil/inestable.
IV) Los “reactores vagales”, “cobras” o psicópatas: son los golpeadores más severos y tienen bajas medidas
de excitación durante las interacciones agresivas con sus parejas (algo totalmente inusual en esas
circunstancias), ya que su sistema nervioso está extrañamente desconectado de su conducta. Controlan deliberadamente
en forma de manipuleo lo que pasa en la interacción marital. No es probable que los hombres
que funcionan de esta forma puedan ser afectados por un tratamiento conocido, y por ello, es probable que
no lleguen a uno. Se les llama “cobras” por su habilidad de ponerse quietos y enfocados antes de atacar a su
víctima. Manifiestan muchas de las características de la conducta psicopática clásica (que no es necesariamente
típico de los golpeadores tipo I). Este tipo de agresores de pareja son poco comunes.
Fuente: elaboración propia con base en Wexler (2007).
Otra categorización es la propuesta por Dutton y Golant (1997) presentada en la tabla 5, la cual
divide a los hombres que ejercen violencia en tres posibles perfiles. Se puede observar que los Tipo I
que menciona Wexler son similares a los llamados por Dutton y Golant como hipercontrolados (con
dos tipos: Pasivo y Activo). Además, los cíclicos o emocionalmente inestables de esta tipología son
parecidos a los tipos II y III de la anterior:
Tabla 5
Tipología de hombres que ejercen violencia
de acuerdo con la clasificación de Dutton y Golant
Tipo Características subjetivas Patrón de abuso
Emocionalmente
inestables
* Sensación de impotencia con preocupación por el poder externo
(dominio).
* Vergüenza y humillación que procuran a otros para suprimirla.
* Exigen cosas imposibles de cumplir y por ello castigan.
* Dificultad para identificar y descubrir sus sentimientos.
* Estados de ánimo cíclicos que se alternan: “malhumorados,
irritables, celosos y cambiantes”, hasta estados vulnerables,
arrepentimiento e infantilizados después de los eventos de
violencia.
* Temor a la intimidad: ser “abandonados” o ser “absorbidos”.
*Intensa necesidad de controlar la intimidad.
*Alta percepción de abandono de la pareja y reacción de temor
y furia.
*Poca tolerancia a la frustración frente a la pareja.
*Reaccionan con ira y distancia emocional ante una posición
dominante de la pareja.
*Abusos cíclicos exclusivamente en
el contexto íntimo.
* Actúa para controlar.
*Adecuan las estrategias verbales y
emocionales según las reacciones de
la pareja.
*Manipulación de las personas con
una relación íntima.
*Utiliza todas las manifestaciones de
violencia.
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FERNANDO BOLAÑOS-CEBALLOS Y JUAN CARLOS RAMÍREZ RODRÍGUEZ, MOTIVACIONES Y POLÍTICA PÚBLICA
SOBRE LA VIOLENCIA DE HOMBRES CONTRA SU PAREJA MUJER
Continúa Tabla 5
Hipercontrolados
Psicopáticos
Pasivo:
* Frente a los conflictos, toma distancia o se cierra.
* Evita el contacto emocional con la pareja.
* Agresión pasiva.
Activo:
* Fanático del control; minucioso, perfeccionista y dominante.
* Puede extender a otras personas su necesidad de dominación.
* Explosiones de ira súbitos después de un largo periodo de
acumulación de frustración ante acontecimientos externos.
* Observancia estricta de los roles dominantes de género y
educación en casa.
*Busca subordinación femenina en relaciones de servidumbre.
*Aparentan estar distanciados de sus sentimientos.
* Antecedentes delictivos, penales o conductas antisociales.
* No es capaz de ser empático con la víctima.
* No experimenta culpa después de los episodios violentos.
* Se resiste a analizar o discutir los problemas del pasado.
* Tiene proyectos poco realistas para el futuro.
Fuente: elaboración propia con base en Dutton y Golant (1997).
* Busca la dominación y el aislamiento
de la víctima.
* Maltrato verbal, emocional y económico.
* Utiliza largos monólogos y técnicas
de lavado de cerebro.
* Critica, humilla a la pareja y pone a
los hijos en su contra.
* Suelen impedir que la pareja cuente
con recursos sociales y económicos
propios.
*Puede graduar su conducta violenta
para no dejar huellas.
*Ejerce violencia contra otras personas
y en otros contextos.
* Calcula fríamente la utilización de
su conducta violenta para dominar.
* Usa todas las manifestaciones de la
violencia.
Para el caso de los llamados psicopáticos, reactores
vagales, cobras o psicópatas según las
tipologías (Dutton y Golant, 1997; Wexler, 2007),
debido a que no experimentan una amplia gama
de emociones, entre ellas la culpa, y a que no
tienen posibilidad de generar empatía con el sufrimiento
de las personas víctimas, sus posibilidades
de cambio son mínimas. Esta población
no está considerada dentro de lo planteado en
los apartados anteriores sobre las causas de la
violencia de pareja los varones comunes.
Esta última clasificación permite observar
claramente lo planteado para el diferente carácter
de la violencia: el instrumental y el expresivo.
Los hombres que responden al tipo hipercontrolado
tienen un patrón de abuso más cercano a
la violencia instrumental, la cual responde a la
subjetividad relacionada con un fuerte control
y la sumisión de la pareja, según su sistema de
creencias y los patrones culturales de género.
Principalmente instrumentan formas de violencia
emocional y psicológica, así como con el manejo
de los recursos materiales para lograr su
principal objetivo: el dominio y control de sus
relaciones de pareja y familiares.
Con características similares a los tipos II y
III se identifica a los llamados cíclicos o emocionalmente
inestables, los cuales tienen una experiencia
subjetiva (cognitiva y emocional) más
orientada a experiencias de temor, frustración,
vergüenza, humillación, ira, celos y culpa. En
general, no identifican las emociones asociadas
a sus percepciones, creencias, mitos y valores;
además, ejercen todos los tipos de violencia dependiendo
las acciones de la víctima, incluida la
física, con finalidades que tratan de mitigar malestar
emocional; es decir, para responder, controlar
o disminuir esa experiencia. Los hombres
que se encuadran en este tipo muestran de manera
más clara el carácter expresivo de la violencia,
aunque abusan de sus parejas orientados
por su sistema de creencias.
¿Los hombres están enojados por los cambios
en los roles de género?
La segunda interrogante que estructura este
trabajo se dirige a cuestionar la posible crisis
masculina producto de los cambios históricos
en las relaciones de género a nivel social y personal,
considerando desde la mirada inexperta
que tal vez “los hombres se encuentran enojados”
por ello. Consideramos que la experiencia
de malestar detrás de los cambios genéricos y la
crisis masculina es más compleja y no se limita al
sentimiento de enojo, aunque la incluye.
Los avances en derechos humanos, los feministas
en el ámbito social y académico desde
mediados del siglo pasado, las crisis económicas
en occidente e importantes avances tecnológicos
dieron como resultado cambios sociales
e interpersonales en torno a la modificación de
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 469-490
los roles de género: la inserción de las mujeres al
mercado laboral, la sexualidad de las mujeres ya
no ligada exclusivamente a la procreación por
la aparición de “la píldora” como parte de los
derechos reproductivos y derechos sexuales y
los movimientos de reivindicación de las sexualidades
gay y lesbianas (Gomáriz Moraga, 1992).
En ese contexto, la condición masculina pasó
a ser un problema que estudiar con la puesta en
crisis del rol masculino como proveedor económico
de la familia (eje constitutivo de la subjetividad
masculina tradicional) y sus efectos en la
pérdida de un área significativa de poder en las
relaciones de pareja y en lo social. La alteración
del balance entre el poder social y el dolor personal
en los hombres tuvo como consecuencia
el surgimiento de diferentes malestares y la percepción
de detrimento de poder en sus hogares
y vidas, ya que muchas mujeres se han hecho de
diversos recursos (por lo menos económicos)
con los que cuentan para enfrentar sus relaciones
de pareja y sus vidas en general. En otras
palabras, al mismo tiempo que la opresión de
las mujeres se problematiza, muchas formas de
esta opresión se convierten en problemas para
los hombres (Kaufman, 1997). En la actualidad,
la clase, la etnia, la orientación sexual, la edad,
entre otras condiciones físicas y sociales, se han
convertido en elementos de diferenciación masculina,
por lo que en los estudios de género se
habla de masculinidades (Burín y Meler, 2000).
En el ejercicio de poder entendido como
constitutivo de las relaciones de género (Scott,
1997) está implicada la resistencia (Foucault,
1988), pero también el contrapoder (Villoro,
1998). Como se anota, las mujeres no necesariamente
son sujetos pasivos de la acción ejercida
por los hombres, sino que ofrecen distintas
maneras de posicionarse frente al ejercicio de
poder que adopta la faceta de violencia, así puede
desde evadir (huir de la relación) hasta confrontar
al hombre utilizando distintos recursos
a su alcance (resistencia) e incluso disputar las
representaciones, el mundo simbólico (contrapoder)
que sustenta las relaciones establecidas
al asignarle significados a la práctica de violencia,
como calificar de delito a la acción violenta,
pero sobre todo a la relación misma, poniendo
la atención en la manera como se construye la
relación. Bajo esta consideración, la atención no
sólo está centrada en la violencia y sus efectos,
sino en la relación misma y por tanto, en el ejercicio
de poder-resistencia-contrapoder (Ramírez
Rodríguez, 2005) en contextos de asimetría social
entre los géneros. De ahí que la comprensión
de la violencia como constitutiva de ciertas
configuraciones de masculinidad requiere de no
sólo modificar las acciones coercitivas (tipos de
violencia) sino lo que lo fundamenta, el orden
sociogenérico, lo que deviene en un cuestionamiento
que cimbra la posición de los hombres
en los distintos espacios sociales y en particular
en las relaciones de pareja.
La percepción de detrimento de poder en el
caso de la crisis de empleo en hombres se relaciona
con los problemas afectivos de los varones
y tiene que ver con dos grandes estructuras
de poder y sus efectos son dañinos para
otras personas y los propios varones, ya que la
situación de desempleo atenta contra su salud,
además de ser un obstáculo para el logro de los
derechos al trabajo y salud: el modelo económico
globalizado que empobreció a las mayorías
y los esquemas hegemónicos de género como
principales determinantes de su salud-enfermedad-atención
(Bolaños-Ceballos, 2014a; Tena
Guerrero, 2007).
Estos problemas en la salud mental de los
hombres se encuentran relacionados con el incumplimiento
de uno de los mandatos/pilares
del estereotipo masculino: el “no ser un buen
proveedor”, que implica para muchos varones
“no ser un verdadero hombre”, de manera que
las prescripciones sociales incumplidas de trabajar
y proveer repercuten en otras como las de
proteger y guiar a la familia, vinculándose con
una amplia constelación de emociones morales
(sentirse obligado, sentirse responsable, entre
otras) o que tienen una carga de displacer (enojo,
preocupación, vergüenza, miedo, desanimo)
(Ramírez Rodríguez, 2020). Esta experiencia de
“malestares” se dirige también hacia el contexto
más cercano de muchos varones, generando
“molestares” hacia sus parejas, familiares y otras
personas (Bonino Méndez, 1998).
Una investigación-acción realizada con hombres
de la Ciudad de México en condición de
crisis de empleo (desempleados y con empleo
precario) (Bolaños-Ceballos, 2014b), reportó,
además de recomendaciones sobre las características
grupales de un posible dispositivo
psicológico para apoyar a esta población y sus
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FERNANDO BOLAÑOS-CEBALLOS Y JUAN CARLOS RAMÍREZ RODRÍGUEZ, MOTIVACIONES Y POLÍTICA PÚBLICA
SOBRE LA VIOLENCIA DE HOMBRES CONTRA SU PAREJA MUJER
alcances en términos psicoterapéuticos y reeducativos,
que se trata de un posible problema de
salud pública relacionado con varios problemas
de salud y la violencia de pareja, que necesita
de una construcción social argumentativa, documental
y persuasiva para ser considerado oficialmente
como tal (Castro, 2011). Las siguientes
citas del estudio reflejan la posible relación con
los abusos instrumentales y expresivos a partir
de los conflictos de pareja, el malestar producto
de la crisis, los estereotipos de género y las relaciones
de poder:
Juan: “[…] se van creando una serie de conflictos.
Si yo no tengo un trabajo remunerativo y hay una
decisión, ¿quién la va a tomar? ¿Quién va a ser la
autoridad? Un ente no puede tener dos cabezas,
pero en la pareja, ¿ahí qué pasa? [...] La mujer quiere
ocupar el lugar del hombre; o lo ocupa uno, o lo
ocupa el otro […]”.
José: “Aparece lo que cada uno trae: ‘Yo soy mujer
y tú me mantienes’. Con una actitud de ‘¿qué te
pasa?, ¿cómo quieres que yo aporte? […] entonces
fue cuando ella me dijo: ‘tenías que mantener una
familia’. Y yo, cuántas veces fui de la idea de que
era una responsabilidad de los dos; de que era una
responsabilidad compartida. Entonces me dijo que
yo era el responsable. Fue muy difícil después de
que me quedé sin empleo […]”.
Pedro: “De sus labios salió: ‘¿Y ahora qué? ¿Siempre
vas a vivir así?’ [...] me afectó mucho […] Yo me asumo
como un hombre violento. Vas aventando violencia;
entre más malestar, más violencia, porque
no sé cómo manejarlo” (Bolaños-Ceballos, 2014b).
Para la determinación social del malestar
psicológico y estrés que trata de paliarse mediante
ataques a la pareja, se realizó un estudio
con hombres de dos programas reeducativos
por violencia familiar en la Ciudad de México
(Bolaños-Ceballos y de Keijzer, 2020), los síntomas
más comunes de estrés para ambos grupos:
dolores musculares, insomnio y pesadillas,
náuseas, dolor de estómago e indigestión, dolores
de cabeza o mareos e irritabilidad o mal
humor. El grupo con peores condiciones de vida
reportó casi un 20% más de síntomas en comparación
del otro. Los problemas cotidianos que
posiblemente se relacionaron con los síntomas
de estrés fueron: la mala economía personal y
familiar, preocupación por la salud de ellos y sus
familiares, los malestares mentales o del área
psicológica, las relaciones sociales, no satisfacer
el ocio, el área familiar, el trabajo y carencias en
sus viviendas. Además, señalaron carencias de
apoyo social y en los programas gubernamentales,
los cambios en las relaciones de género con
las mujeres, los programas dirigidos a mujeres
y no para hombres, la descomposición social e
institucional, la violencia social, la criminalidad,
la corrupción y la impunidad, que se potencian
para generar múltiples experiencias de malestar,
estrés o victimización.
Destacó que los abordajes que sólo consideran
a la masculinidad hegemónica o la perspectiva
de género para el trabajo con varones
en sus diferentes condiciones y problemáticas,
sin analizar la desigualdad social y en especial,
las condiciones de vida, pueden ser insuficientes
para explicar y modificar las causas de las
afectaciones generadas y experimentadas por
los varones. En relación con el género, los hombres
señalaron a los cambios en las relaciones
con las mujeres y los programas de apoyo en
educación, económicos y para el trabajo dirigidos
a mujeres, como causas de su malestar, reflejando
el erróneo entendimiento social sobre
las acciones afirmativas dirigidas a las mujeres
y una ineficaz explicación oficial de la necesidad
de ello, además de las condiciones de pobreza,
desempleo y empleo precario de los hombres
(Bolaños-Ceballos y de Keijzer, 2020).
Como se ha mencionado, el malestar psicológico
y estrés determinado socialmente puede
ser dirigido hacia la pareja e hijos/as mediante
el abuso expresivo. Estos actos son producto de
la necesidad legítima de los hombres de reaccionar
ante la presencia del malestar psicológico
y el estrés, pero en lugar de satisfacerla por
medio de formas que no dañen, exigen que parejas
e hijos/as participen como receptor de su
catarsis (ataques), les brinden afecto y ayuden a
manejar o disminuir su malestar (Bolaños-Ceballos,
2019). De los seis tipos de servicios que los
hombres del estudio de Montoya Tellería (1998)
les solicitaban a sus parejas, dos se pueden relacionar
con los abusos expresivos: “Que ella me
atienda” y “Que ella me entienda”. El carácter
expresivo de la violencia tiene mayor presencia
en estos casos (el instrumental, menor), ya que
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 469-490
tienen la finalidad de hacer catarsis del malestar
estrés por medio de ataques verbales y/o físicos,
permitidos por las ideas dominantes de género
que direccionan el acto. Algunas citas de
hombres que participaron en el estudio muestran
lo señalado:
David (Empleado de tiempo completo, 22 años,
soltero): “Como sintiendo ‘olla express’, pero la olla
explota y te ensucia, y te llena de todo a todo. O
sea, deja todo aquello hecho un desmadre. Y después
dices ‘le hubiera bajado tantito a la flama, y
todo se hubiera arreglado ¿no?’. Y luego viene la
cruda moral. Viene la culpa, el arrepentimiento y te
sientes peor”.
Edgar (Comerciante, 43 años, casado): “Es que ahí
estás viendo la diferencia de debilidades, realmente
lo hacemos porque ellos son… más frágiles… no
lo vas a hacer con alguien que te va a devolver tal
por cual ¿no? Desgraciadamente, ellos son los que
están expuestos porque… ella como mujer es más
débil que uno, los niños pues por superioridad, tanto
ellos son pequeños… desgraciadamente pues así
lo hacemos […]”.
Rafael (Comerciante, 47 años, casado): “Porque yo
sabía que ella era mi esposa y siempre iba a vivir
conmigo hasta que yo me muriera o ella se muriera.
Vivíamos con esa… ella es mía y nunca me va a
dejar ¿sí? Entonces por eso decía yo, ‘y aquí vengo
y descargo’, ‘y aquí vengo y hago porque de todos
modos es mía’. Mas sin en cambio, en mi trabajo
lo voy a perder, ahí no me puedo desquitar. Mejor
me desquito acá, que puedo vivir con ella hasta…
mañana le pido una disculpa y ya se acabó el problema
y ya no pasa nada. Así como yo llegaba y
descargaba, así ella llegaba y todo se lo cargaba”
(Montoya, 1998).
Los abusos expresivos se pueden convertir en
instrumentales, debido a su naturalización y los
beneficios obtenidos en la trayectoria del vínculo
de pareja. Los elementos subjetivos que permitieron
los abusos expresivos fueron: las creencias
dominantes de género, sobre “la familia”, el
amor romántico, los hijos/as y sobre el uso de
la violencia. El abuso expresivo se diferencia del
concepto general de violencia en que su finalidad
principal no es el control o la dominación
debido a elementos culturales o personales, sino
la catarsis; no se puede afirmar que se da entre
grupos; es un comportamiento únicamente con
manifestaciones activas, y; por lo menos en un
primer momento no daña al cuerpo o la subjetividad
de quien lo realiza (Bolaños-Ceballos, 2019).
Política pública
El otro nivel de discusión a considerar es el de
políticas públicas para atajar el grave problema
de la violencia ejercida por hombres contra sus
parejas heterosexuales. Un gran avance de la política
pública en México fue la modificación de su
visión familista sobre el tema y colocarlo como
un fenómeno de derechos humanos y con una
perspectiva de género. Así, nuestro país cuenta
con un andamiaje normativo y programático
amplio (Ley General de Acceso de las Mujeres
a una Vida Libre de Violencias; el Reglamento
de dicha ley; El Sistema Nacional para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres;
el Programa Integral para Prevenir, Atender
y Sancionar y Erradicar la Violencia contra
las Mujeres; los Programas Sectoriales entre los
que destacan el de Salud y Educación) que mandata
a distintas instituciones de los tres niveles
de gobierno garantizar una vida libre de violencia
a las mujeres; en esta protección en términos
jurídicos, los hombres están incorporados como
población clave a la que se deben dirigir diversas
acciones públicas considerando los tres niveles
de prevención:
1. La prevención primaria que impulsa cambios
de los patrones estereotipados de género incorporados
en formas particulares de configuración de
masculinidad, que eviten la adopción de prácticas
de violencia contra las mujeres.
2. La prevención secundaria dirigida a quienes
han ejercido violencia a fin de evitar un nuevo episodio
y que por tanto los hombres atienden por
iniciativa propia, por exigencia de la pareja o por
algún mandato judicial, entrar en un programa de
reeducación.
3. La prevención terciaria que consiste en brindar
atención y apoyo de largo plazo a las víctimas, evitando
la ocurrencia de nuevos actos de violencia y
en el que el trabajo reeducativo para los hombres
es fundamental, además de la sanción debido a la
comisión del delito (Ramírez Rodríguez y Gutiérrez
de la Torre, 2018).
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FERNANDO BOLAÑOS-CEBALLOS Y JUAN CARLOS RAMÍREZ RODRÍGUEZ, MOTIVACIONES Y POLÍTICA PÚBLICA
SOBRE LA VIOLENCIA DE HOMBRES CONTRA SU PAREJA MUJER
Con base en los tres niveles de prevención
desarrollados por las instancias públicas y su
necesidad de funcionamiento efectivo en la prevención
de la incidencia y reincidencia de conductas
violentas hacia las parejas, resulta imperante
reflexionar sobre la efectividad de las
intervenciones que tienen esa finalidad.
Al respecto, en otros trabajos de investigación
hemos identificado los principales retos de
las intervenciones del segundo y tercer niveles
con estas poblaciones, las cuales señalan: i)
existe poca evidencia disponible sobre la efectividad
de las intervenciones en la violencia de
pareja debido a que se realizan muy pocos estudios
de este tipo y menos con población voluntaria;
ello impide elaborar conclusiones; ii) Al
tener como parámetro ideal y único a los Ensayos
Controlados Aleatorizados (ECA) para la
evaluación de su efectividad, esos estudios presentan
limitaciones metodológicas causales, en
los recursos para realizarlo y en su implementación
en los centros de atención; iii) Al presentar
problemas en el control de factores de confusión,
la calidad de la evidencia científica disponible
no es la mejor, según los sistemas científicos
de evaluación de estos estudios; iv) Algunos
diseños e implementación de las intervenciones
se basan en la visión estrecha de los primeros
programas de hace más de 30 años, dirigida a
modificar únicamente el control coercitivo y la
conducta abusiva, lo cual restringe el diseño de
mejores intervenciones que también aborden la
desconstrucción subjetiva y/o atención de otros
elementos asociados a los maltratos y abusos;
v) Por lo anterior, algunos activistas en el campo
de la violencia de género consideran que intervenir
en la influencia de los problemas de salud
mental, el abuso de sustancias, la cultura y la historia
de traumas del perpetrador en relación con
los abusos, son intentos de excusar su conducta
abusiva; vi) No existe ninguna publicación con
evidencia científica sobre la efectividad de los
programas en México, independientemente de
que tienen más de 30 años de funcionamiento
algunas intervenciones o sus derivados, ya sea
en organizaciones de la sociedad civil, instancias
públicas o particulares (Bolaños-Ceballos y Hernández
Castrejón, 2018).
Ante la complejidad del panorama descrito
para los ejes implicados en la causalidad de la
violencia de los hombres contra sus parejas mujeres
y los principales retos para los programas
de intervención reeducativos para esta población
(Bolaños-Ceballos y Hernández Castrejón, 2018),
proponemos los siguientes ejes de trabajo para
mejorar las intervenciones con hombres que ejercen
violencia de pareja o familiar y su evaluación
de efectividad, los cuales incluyen la promoción
de la salud y los tres niveles de prevención:
a) Reflexionar sobre la necesidad de modelos
teóricos y explicativos de las causas de la violencia
doméstica que consideren a la vida privada
como parte de las dinámicas en los espacios
públicos y al patriarcado como parte de las condiciones
materiales de vida, lo que implicaría la
revisión de la causalidad y las prácticas de intervención
e investigación en salud pública.
b) Destacar que la disminución de la violencia
física y la reincidencia en los abusos están
relacionadas con una respuesta judicial rápida y
certera, así como con un adecuado tratamiento
para los diferentes tipos de agresores (lo que incluye
los de alto riesgo), sobre todo, con la eficiencia
del sistema comunitario del cual el programa
en cuestión forme parte.
c) Considerar en la promoción de la salud
en las comunidades el abordaje de la socialización
temprana que cuestione a la violencia, de
manera que pierda legitimidad el ejercicio de
la violencia familiar, se promueva la resolución
no violenta de conflictos, la calidad de vida, se
debata la falta de integración social, así como
el alto poder de decisión de los hombres en la
relación con sus esposas.
d) La necesidad de programas con abordajes
holísticos de la violencia de los hombres hacia
sus parejas mujeres dentro de modelos comunitarios,
considerando el papel de la salud mental
y la historia de vida como elementos mediadores
de los objetivos buscados en los programas,
así como de la psicopatología y las adicciones
como moderadores de los “efectos de las intervenciones”.
e) Fomentar el análisis crítico de la práctica
investigativa de la salud pública en la materia y
considerar en ella a la respuesta social organizada
a la violencia doméstica en cada contexto
comunitario o regional, como marco para ponderar
los resultados de los estudios sobre la
efectividad de los programas.
f) Recordar que estos programas son un elemento
más de la respuesta social organizada
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 469-490
ante la violencia doméstica y de género; por
tanto, su efectividad corresponderá con el grado
de eficiencia del sistema de salud comunitario-judicial-social
de atención al que pertenecen.
La omisión de los retos mencionados para los
tres niveles de prevención en la política pública
en el tema tiene implicaciones éticas para la
sociedad en general al no realizar los esfuerzos
suficientes para garantizar el derecho a una vida
libre de violencia de las mujeres y de acceso a la
justicia de su población, entre otros, además de
las relacionadas con la salud pública en particular.
Las implicaciones para la salud pública señalan
la existencia de una visión limitada sobre las
causas de la violencia contra la pareja mujer que
se traduce en visiones restringidas que guían el
diseño y el funcionamiento de muchos programas,
con un efecto insuficiente en torno a que
los hombres se responsabilicen de los abusos y
maltratos. Asimismo, la falta de adecuación de
las intervenciones a poblaciones específicas de
hombres (gradación) y basadas en la evidencia
científica reciente en el campo, impacta en la
poca implementación de medidas de prevención
razonables y necesarias que favorezcan la
protección en salud. La carencia de reflexiones
metodológicas formales sobre el diseño, la implementación
y la evaluación de los programas
puede resultar en una mala praxis científica ante
la evaluación de la efectividad de las intervenciones.
Asimismo, es de suma importancia que
lo mencionado se integre a los debates éticos
de investigación y atención en salud pública, específicamente
para el abordaje de las desigualdades
en el estado de salud y en el acceso a la
atención y los beneficios de la investigación médica,
así como en la promoción de la salud (Bolaños-Ceballos
y Hernández Castrejón, 2018).
Reflexión final
A manera de conclusión sobre la pregunta de
por qué ejercen violencia los hombres en los vínculos
de pareja, se presenta la Figura 1, que describe
un continuum biológico-social de conductas
interpersonales que van desde actos ligados
a la sobrevivencia relacionados con la agresividad,
hasta la violencia simbólica. Se considera
que la experiencia humana puede presentar más
de una de esas posibilidades/motivaciones de
actos que generan daño en diferentes temporalidades,
espacios o en el mismo evento:
Figura 1
Continuum biológico-social de actos/motivaciones
interpersonales que generan daños hacia la pareja
Agresividad
Resistencia
Abuso expresivo
con origen
personal
Abuso expresivo
con origen social
Abuso
instrumental
Violencia
Simbólica
Actos reactivos
del potencial
biológico de
agresividad con
intención de dañar
por motivos
de sobrevivencia
y sin dirección
específica. Principalmente
se
manifiesta en
ataques, y son
detonados por
la interpretación
amenazante de
las interacciones
interpersonales,
sociales o del medio
ambiente.
Actos reactivos
producto del contexto
relacional con
intención de usar el
propio poder real
o simbólico para
enfrentar actos con
intenciones violentas.
Tienen direccionalidad
específica
y sus manifestaciones
consideran un
amplio rango que
va desde los silencios,
la pasividad y
diferentes verbalizaciones
y estrategias,
hasta ataques
físicos variados con
diferente grado de
daño.
Actos producto
de la trayectoria
de vida con la
intención de expulsar
malestar
psicológico y que
se dirigen hacia
la pareja, familiares
y la persona
misma.
Sus manifestaciones
son diversas.
Actos determinados
socialmente
con la intención
de expulsar
afectaciones psico-corporales,
que se dirigen
hacia la pareja,
familiares y la
persona misma.
Tiene manifestaciones
diversas.
Actos aprendidos
de origen cultural
con la intención
de controlar o
imponer la propia
voluntad al otro,
en contextos de
conflicto y relaciones
de poder.
Se dirigen hacia la
pareja, familiares y
la propia persona.
Tiene manifestaciones,
estrategias
y herramientas
muy diversas, incluyendo
armas
y formas pasivas
como la manipulación
y el chantaje.
Actos aprendidos
de origen
cultural que no
se consideran
violentos según
los directamente
involucrados.
Tienen la intención
de reproducir
relaciones
de dominación,
se dirigen hacia
pareja y familiares.
Son voluntades
comprometidas
en
el mismo ideal
sin conflictos
interpersonales
y maltratos.
Fuente: elaboración propia.
485

FERNANDO BOLAÑOS-CEBALLOS Y JUAN CARLOS RAMÍREZ RODRÍGUEZ, MOTIVACIONES Y POLÍTICA PÚBLICA
SOBRE LA VIOLENCIA DE HOMBRES CONTRA SU PAREJA MUJER
Aunque no contamos con datos de investigación
sobre ello, resultaría interesante imaginar
las posibilidades mostradas del continuum en
el marco de la cuarentena domiciliaria que formó
parte de las medidas de salud pública para
enfrentar la pandemia mundial de la COVID-19.
Posiblemente, realizar ese ejercicio teórico-metodológico
con los datos reportados al inicio de
este trabajo (Ramos-Lira et al., 2021) y a partir
de las experiencias de las personas involucradas,
brindaría un análisis explicativo de las motivaciones
detrás de las conductas englobadas
como “violencia” en dicho estudio. Así, además
de conocer la magnitud de las conductas de
maltrato doméstico, se conocerían las posibles
y diferentes motivaciones de los comportamientos,
y en ese sentido, su carácter activo, reactivo,
instrumental, expresivo, etcétera, es decir,
las dinámicas particulares de esas relaciones
de poder-abuso de poder-contrapoder (Bolaños-Ceballos,
2019).
Los esfuerzos por acelerar estas transformaciones
requieren de una demanda sistemática,
sólida, fundamentada y permanente por parte
de la sociedad civil organizada para exigir el
cumplimiento normativo por parte de los agentes
de la administración pública responsables
de su instrumentación. Asimismo, la demanda
de adecuaciones al marco normativo, esto es, la
necesidad de gestionar ante la legislatura a nivel
federal, pero también de las estatales y de los
cabildos municipales las acciones destinadas a
los hombres considerando las distintas facetas
que transitan en su ciclo vital, de manera que
desde la infancia hasta la senectud se promueva
la adopción de prácticas libres de violencia y de
no discriminación hacia las mujeres (Carmona
Hernández y Esquivel Ventura, 2018).
El propósito que se persigue es que la conjunción
de esfuerzos contribuya a un ejercicio
del poder en términos positivos en las relaciones
entre mujeres y hombres, que propicien el desarrollo
de habilidades, capacidades, autonomía y
reconocimiento social que sustituya al control y
dominación como formas de relación entre mujeres
y hombres.
Los ejes de análisis y reflexiones expuestas
en este trabajo pretendieron contribuir a ese
propósito con base en el abordaje de algunas
de las principales causas de la violencia contra
la pareja a partir de datos de investigación empírica
en México, concretamente, dando algunas
posibles respuestas a las preguntas que guiaron
la discusión. Se pretendió generar reflexiones
estratégicas sobre las causas de la violencia
de pareja de los hombres en relaciones heterosexuales
para contribuir a mejorar la atención a
este grave problema social, de salud y de derechos
humanos. Se espera haberlo logrado, y en
caso contrario, esperamos haber contribuido de
alguna otra forma a ese fin.
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Recibido: 26 de noviembre de 2021.
Aceptado: 29 de junio de 2022.
Publicado: 1 de septiembre de 2022.
Fernando Bolaños-Ceballos
Es doctor en Ciencias en Salud Colectiva por la
Universidad Autónoma Metropolitana. Actualmente
es Profesor investigador de tiempo completo
en la Escuela Superior de Actopan, de la
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, y
Director de Acciones para la Igualdad entre Mujeres
y Hombres A.C. Sus líneas de investigación
son: Malestar y la salud mental en varones y Programas
reeducativos para hombres que ejercen
violencia doméstica. Entre sus más recientes
publicaciones se encuentran, como autor: “Experiencias
en pareja sobre el cambio de hombres
que ejercen violencia doméstica y asisten al
PHRSV”, Revista Salud Problema, 12 (23), Ciudad
de México, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco,
pp. 82-113 (2018); como coautor:
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en la UAM, Ciudad de México, Universidad Autónoma
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FERNANDO BOLAÑOS-CEBALLOS Y JUAN CARLOS RAMÍREZ RODRÍGUEZ, MOTIVACIONES Y POLÍTICA PÚBLICA
SOBRE LA VIOLENCIA DE HOMBRES CONTRA SU PAREJA MUJER
Juan Carlos Ramírez Rodríguez
Es doctor en Ciencias Sociales con especialidad
en Antropología Social por el Centro de Investigaciones
y Estudios Superiores en Antropología
Social Occidente: Guadalajara. Actualmente
es Profesor investigador en el Centro Universitario
de Ciencias Económico Administrativas
de la Universidad de Guadalajara. Es miembro
del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II.
Sus líneas de investigación son: Género y Violencia
y Género y Políticas Públicas. Entre sus
más recientes publicaciones destacan, como autor:
“‘Me da mucho miedo esto’. Hombres, (des)
empleo y familia: un acercamiento al vocabulario
emocional”, Revista Interdisciplinaria de Estudios
de Género de El Colegio de México, vol.
5, Ciudad de México, El Colegio de México, pp.
1-34 (2019); como coautor: “Si de prevenir (las
violencias contra las mujeres) se trata, ¿qué pasa
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de Chile, pp. 55-77 (2018).
490

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 491-506
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus212022122
MEDIACIONES DE VIOLENCIA.
DISCURSOS LEGITIMADORES SOBRE
VIOLENCIA SOCIAL Y CRIMINAL:
EL CASO LOS CABALLEROS TEMPLARIOS
VIOLENCE MEDIATIONS.
LEGITIMIZING DISCOURSES ON SOCIAL
AND CRIMINAL VIOLENCE:
THE CASE OF “CABALLEROS TEMPLARIOS”
Edgar Guerra
orcid.org/0000-0003-3502-0186
Cátedra Conacyt-CIDE
México
edgar.guerra@cide.edu
Abstract
Starting from the theoretical premises “pedagogies and mediations of violence”,
the article describes and systematizes the discourses that legitimize certain forms
of social and criminal violence in the region of Tierra Caliente, Michoacán; analyzes
the case of Los Caballeros Templarios to ask what kind of discursive mediations
allowed to legitimize certain forms of criminal violence. Its character is exploratory
and descriptive, and it is based on empirical evidence built from extensive field work,
the results of which, provide some lines of work to continue with the search for the
reproductive mechanisms of violence in the criminal order.
Keywords: Pedagogies of Violence, Discursive Mediations, Criminal Violence, Criminal
Organizations.
Resumen
A partir de las premisas teóricas “pedagogías y mediaciones de la violencia”, el artículo
describe y sistematiza los discursos que legitiman ciertas formas de violencia social
y criminal en la región de Tierra Caliente, Michoacán; analiza el caso de Los Caballeros
Templarios para preguntarse qué tipo de mediaciones discursivas permitían legitimar
ciertas formas de violencia criminal. Su carácter es exploratorio y descriptivo y se
basa en evidencia empírica construida a partir de un extenso trabajo de campo, cuyos
resultados aportan algunas líneas de trabajo para proseguir con la búsqueda de
los mecanismos reproductores de la violencia en el orden criminal.
Palabras clave: pedagogías de la violencia, mediaciones discursivas, violencia criminal,
organizaciones criminales.
491

EDGAR GUERRA, MEDIACIONES DE VIOLENCIA. DISCURSOS LEGITIMADORES SOBRE VIOLENCIA SOCIAL
Y CRIMINAL: EL CASO LOS CABALLEROS TEMPLARIOS
Introducción
Es indudable que la violencia criminal ha sido uno
de los fenómenos sociales más preocupantes en
nuestro país durante los últimos 15 años. Tanto
los medios de comunicación como los actores
políticos y la academia han puesto la mirada en
sus distintas manifestaciones, en sus mecanismos
causales y en sus efectos y consecuencias.
En este sentido, dos son las dimensiones de la
violencia que más atención han merecido. Por
un lado, la forma en que se ha extendido a lo
largo del territorio nacional. Por otro lado, la
manera en que ha evolucionado en términos del
uso de una mayor brutalidad por parte de sus
perpetradores —campo en el que destacan las
organizaciones criminales. 1 Como indicador de
la primera dimensión, podemos citar las cifras
de homicidios que, por tasa, han crecido de forma
constante y significativa (Rodriguez, 2016).
Como indicador de la segunda dimensión, la violencia
criminal se ha saturado de crueldad (Castro
Estrada, 2016) —es decir, de aquella intencionalidad
de infligir dolor en las víctimas más
allá de lo necesario para producir la muerte. 2
Entre los estudios sobre la violencia destaca
todo un amplio campo de análisis que buscan
los mecanismos responsables de la explosión
de violencia en el contexto de la llamada guerra
contra las drogas. En particular, aquí destaco los
trabajos que ponderan el rol de las estrategias
de las fuerzas armadas mexicanas (Madrazo Lajous
et al., 2018). La principal tesis de estos estudios
es que los operativos militares dirigidos
a desarticular a las organizaciones criminales
tienen como efecto una mayor fragmentación
de los grupos armados, lo que detona ciclos de
violencia. En una línea similar de explicación de
la violencia, otros trabajos ponderan el efecto
1 Por supuesto, los agentes estatales también generan violencia
y la evidencia muestra cómo sus estrategias de combate
a la delincuencia organizada han traído consigo un aumento
inédito de violaciones a los derechos humanos.
2 Retomo la definición de crueldad del sociólogo Collins
(2008), que la define como el daño infligido a la víctima que
va más allá de lo necesario para provocarle la muerte. En
efecto, una de las características más notables de la violencia
en México es que su uso por parte de las organizaciones
criminales no sólo tiene como objetivo terminar con la vida e
integridad física de las víctimas, enviar un mensaje de advertencia
a otros grupos armados, así como sembrar terror entre
la población, sino que, al mismo tiempo, con sus técnicas
de infligir dolor, buscan penetrar y lastimar el espacio subjetivo
de la persona violentada, tanto en su identidad como en
lo que socialmente representa.
de las dinámicas de enfrentamiento entre organizaciones
y grupos delictivos (Atuesta y Ponce,
2017) o muestran cómo la violencia es un medio
para generar terror y buscar intimidar a la población
civil, a organizaciones delictivas rivales
y a las fuerzas del Estado mexicano (Campbell,
2014).
Desde otro paradigma analítico, la violencia
se entiende de forma multidimensional y se busca
comprenderla en sus anclajes históricos y sociales.
Aquí destacan los trabajos que desde una
perspectiva sistémica se asoman a las tensiones
o contradicciones entre las estructuras sociales
y culturales (Ramírez de Garay, 2014). Asimismo,
sobresale el análisis sobre los procesos de socialización
de individuos en entornos con fuertes
culturas autoritarias cuyas prácticas crueles y
violentas gozan de aceptación social (Arteaga
Botello, 2003). Por otro lado, estudiosos como
(Wieviorka, 2003) han dado a la definición de
violencia un giro al definirla como un proceso
que constituye identidades sociales y políticas.
En esta línea, en un trabajo previo (Guerra,
2019) propuse no anclar las explicaciones de la
violencia criminal exclusivamente en procesos
de descomposición social, como sugiere la tesis
de la anomia, ni en el análisis de estrategias que
obedezcan exclusivamente a un cálculo racional,
como en los trabajos sobre el papel de las
fuerzas armadas, sino analizarla como un mecanismo
que permite la construcción de subjetividades
e identidades sociales.
Sin embargo, una vez que la literatura ya ha
mostrado los procesos causales que detonan la
violencia, y cómo ésta contribuye a la construcción
de identidades, es necesario preguntarse
por los mecanismos que la hacen recurrente. Es
decir, a través de qué procesos se legitiman las
prácticas violentas, se consolidan y reproducen
en un contexto social (Blair Trujillo, 2009; Reguillo,
2012). En esta línea de trabajo destaco la
propuesta sobre los procesos de reproducción
de la violencia que Sánchez Pacheco (2020) ha
desarrollado y cuyo interés estriba en entender
cómo se socializan las dinámicas de violencia y
bajo qué discursos se legitiman esas prácticas.
Para ello, la autora ha propuesto el par conceptual
pedagogías de la violencia y mediaciones.
El primer concepto, clarifica cómo en los contextos
violentos los sujetos elaboran su experiencia
de la violencia, la aprenden y reelaboran.
492

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 491-506
El segundo se refiere a los discursos que legitiman
ciertas formas de violencia y le dan un sentido
social.
Bajo las premisas de la línea de investigación
pedagogías y mediaciones de la violencia (Sánchez
Pacheco, 2020), este artículo tiene como
objetivo explorar, desde la investigación social
cualitativa, las mediaciones en que ocurren los
procesos de socialización y aprendizaje de las
formas de violencia que se manifiestan en el
ámbito criminal. El interés del artículo se centra
en el caso de Los Caballeros Templarios (LC-
T), 3 una organización que, en el almanaque de
la historia de los grupos criminales en México,
destacó por su capacidad para infligir terror a
través de la demostración pública de violencia
extrema. El fuerte anclaje territorial en la región
de Tierra Caliente coloca a LCT como un caso
de interés para entender los vínculos estructurales
entre la violencia criminal y otros tipos de
violencia social. En ese sentido, el concepto de
mediaciones, propuesto por Margarita Sánchez
Pacheco (2020), resulta apropiado para observar
esa zona gris entre la violencia criminal y las
violencias sociales en que la dinámica criminal
se ancla y encuentra legitimidad para sus perpetradores.
El artículo es de carácter exploratorio y descriptivo,
ya que se estructura alrededor de la
siguiente pregunta: en el contexto regional de
operación de la organización criminal LCT, ¿qué
tipo de mediaciones permiten legitimar ciertas
formas de violencia criminal?
La investigación tiene como base empírica
un extenso trabajo de campo diseñado bajo la
lógica del método etnográfico y que tuvo como
objetivo estudiar las bases sociales de las organizaciones
criminales y del movimiento de autodefensas
de la región de Tierra Caliente. En este
artículo, se reexamina la evidencia a partir de las
3 En 2010, como resultado de un operativo policial, las autoridades
federales anunciaron que el grupo criminal La Familia
Michoacana se había disuelto. Las sospechas que generó el
anuncio pronto se confirmaron con la aparición pública de
Los Caballeros Templarios, en marzo de 2011 (Lara Klahr,
2012). En Efecto, LCT estaba conformado por los líderes de
La Familia Michoacana, así como por una parte importante
de sus integrantes (Gil Olmos, 2015). De hecho, la nueva organización
se mantuvo funcionando casi en sus mismos términos,
si bien hubo cambios en algunas de sus dinámicas,
como el uso más recurrente, público y extremo de la violencia,
así como una mayor vocación por el control territorial y
la expoliación de la riqueza social (Ernst, 2013). Para abundar
más sobre el proceso de transición de La Familia Michoacana
a Los Caballeros Templarios, véase Guerra (2018).
premisas teóricas de las mediaciones de la violencia.
El propósito es describir y sistematizar
los discursos que en la región de Tierra Caliente
legitiman ciertas formas de violencia social y
criminal. Con los resultados se espera aportar
algunas líneas de trabajo para proseguir con la
búsqueda de esos mecanismos reproductores
de la violencia en el orden criminal.
El artículo se divide como sigue. La primera
sección pasa revista a la literatura en el campo y
presenta el marco teórico conceptual. La segunda
sección elabora y expone el diseño metodológico.
La tercera sección indica los resultados
ordenados a través de una tipología sobre las
mediaciones de la violencia. Finalmente, la cuarta
sección está reservada a conclusiones.
Pedagogías y mediaciones
de la violencia
La literatura sobre violencia en el contexto de
criminalidad en México tiene muchas aristas y
hojas de ruta. Existe todo un campo de estudios
en que la violencia se inscribe. Sin embargo,
para entender qué es lo que ocurre en el caso
de interés, es importante dividir la literatura en
dos modelos. Por un lado, se encuentran los estudios
empíricos que abordan la violencia desde
una perspectiva exógena a la región de Tierra
Caliente. Por otro lado, existe una literatura que
aborda el análisis de la violencia, a partir de estudios
de tipo histórico, antropológico y sociológico
sobre las distintas regiones en Michoacán
y, en particular, sobre el área de Tierra Caliente.
Esta literatura, cabe decir, trae consigo un análisis
más amplio y multidimensional de la violencia
en la región, lo que permite entender sus singularidades.
En el primer campo, los estudios sobre violencia
criminal han construido una perspectiva
explicativa sobre el fenómeno. Es decir, se han
concentrado en los factores detonantes, tanto
de la violencia como de su incremento en México
a lo largo de los años. En su conjunto, estos
trabajos, si bien no abordan directamente el
caso de Tierra Caliente, sí proporcionan elementos
que permiten construir hipótesis para entender
las dinámicas regionales de la violencia. Para
el periodo histórico que aquí se aborda, una de
las tesis más importantes sobre los mecanismos
causales de la violencia es la que estudia
493

EDGAR GUERRA, MEDIACIONES DE VIOLENCIA. DISCURSOS LEGITIMADORES SOBRE VIOLENCIA SOCIAL
Y CRIMINAL: EL CASO LOS CABALLEROS TEMPLARIOS
los operativos de las fuerzas armadas del Estado
mexicano. Según varios estudios, la estrategia
de confrontación directa de las fuerzas del Estado
mexicano contra los grupos armados genera
una fractura en los delicados equilibrios de
poder al interior de los grupos armados y en la
red de organizaciones criminales que predominan
en ciertos espacios geográficos, lo que deriva
en violencia (Phillips, 2015; Atuesta, 2018).
En general, esta hipótesis brinda elementos para
interpretar dinámicas regionales. Por ejemplo, el
surgimiento de la organización criminal LCT fue
resultado directo de los operativos policiales
dirigidos a desarticular al grupo de La Familia
Michoacana. Por otro lado, una tesis paralela,
aunque no excluyente de la anterior, coloca el
foco de atención en los procesos de enfrentamiento
entre organizaciones delictivas, que las
más de las veces obedece a dinámicas de conflicto
de larga data entre distintos grupos (Rios,
2013; Vilalta, 2014; Espinal-Enríquez y Larralde,
2015). De hecho, si uno mira con lentes históricos
el conflicto entre organizaciones criminales
en TC, no se puede menos que coincidir en que
la violencia trasciende el periodo de estudio y
que las tensiones y conflictos entre grupos criminales
siempre han sido una constante en la
región. Otros estudios han llamado la atención
sobre el factor político, si es que se pretende
construir un análisis más amplio sobre la violencia,
ya que como Trejo y Ley (2016) demostraron,
la violencia criminal también es consecuencia
de factores políticos y cálculos electorales.
Asimismo, otros autores han demostrado cómo
el orden criminal se ha construido junto con las
instituciones del Estado (Serrano, 2012) o cómo
el Estado es factor clave como reproductor de la
violencia criminal (Knight, 2012; Pansters, 2012).
Todos estos trabajos, si bien han contribuido a
mostrar un aspecto crucial en el estallamiento
de la violencia —el papel del Estado—, aún no
dan elementos para comprender los mecanismos
que contribuyen a su reproducción en las
prácticas cotidianas.
Por otro lado, un conjunto de investigaciones
se ha centrado en explicar la formación de
las economías ilegales y de grupos armados en
la región de Tierra Caliente. Mucho del trabajo
en este campo se ha abordado con perspectiva
histórica y atendiendo grandes procesos estructurales
como la desigualdad social (Zepeda
Gil, 2017), la construcción del Estado (Pansters,
2015), las campañas de militarización y los cambios
en los mercados internacionales de drogas
(Maldonado Aranda, 2010). El tema central de
esta literatura ha sido explicar cómo la región
se convirtió en un espacio controlado por organizaciones
criminales y en qué momento la violencia
tomó un lugar destacado. En esta línea,
son fundamentales las contribuciones de Astorga
(2016) para entender el origen histórico de
los mercados ilícitos de drogas en la región. Asimismo,
la aportación de Guerra Manzo (2017) es
necesaria para entender la historicidad de la violencia
en TC. En específico, este autor nos demuestra
que más allá de la violencia criminal, en
la región han prevalecido otros tipos de violencia,
con objetivos políticos y económicos, pero
que también han funcionado como mecanismos
de construcción de identidad, que cuentan con
profundas raíces sociales y culturales.
A esta literatura más estructural en la explicación
de la violencia, otros trabajos han sumado
tesis que se centran en la dinámica particular de
las organizaciones criminales de la entidad. Así,
más allá de los perfiles periodísticos (Grillo, 2012
y 2016; Gil Olmos, 2015) y los estudios con implicaciones
de política pública que se han hecho
sobre Los Caballeros Templarios (Guerrero Gutiérrez,
2014; Maldonado Aranda, 2019; Guerrero,
2021), los trabajos sobre las organizaciones
criminales en la región han permitido conocer
el entramado histórico en que surgen parte de
estos grupos (Guerra, 2018), la configuración de
los mercados nacionales e internacionales de
drogas (Valdés Castellanos, 2013), el entramado
de vasos comunicantes entre la política, las
instituciones y el mundo criminal (Guerra Manzo,
2017; Maldonado Aranda, 2018), así como
las redes de complicidad (Flores Pérez, 2013a y
2013b) y el contexto de guerra entre las organizaciones
criminales de la región (Zepeda Gil,
2017). Todos estos elementos permiten distinguir
las distintas formas y funciones de la violencia
en TC, ya como violencia política o como
violencia criminal (Knight, 2012), para entenderla
en toda su complejidad.
En síntesis, tenemos dos campos de estudios
que aportan elementos para entender la violencia
en TC. Por un lado, estudios que muestran
los factores estructurales que han desencadenado
la violencia criminal en el periodo que pro-
494

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 491-506
pagandísticamente se le conoce como guerra
contra las drogas. Por otro lado, estudios que
analizan la violencia en TC desde una perspectiva
histórica y regional, y que explican los procesos
locales, así como las dinámicas de los grupos
armados. Desafortunadamente, en su conjunto
estos trabajos aún no han abordado la lógica de
las formas en que las violencias se reproducen
en el plano de la vida cotidiana y de los individuos
que la perpetran. Así, el primer campo de
literatura muchas veces no logra trascender la
visión monocausal de la violencia. Por su parte,
si bien el segundo campo sí integra dimensiones
sociales, políticas y económicas para entender
la violencia desde una perspectiva más holística,
lo cierto es que sus explicaciones frecuentemente
ocurren en el nivel macro y meso de la
realidad social. Es decir, discuten el papel de las
economías ilegales, de la construcción del Estado,
así como los procesos de militarización y la
lógica de los conflictos entre grupos criminales,
pero no incursionan en la experiencia subjetiva
de los perpetradores y de las víctimas, ni en los
mecanismos que dotan de sentido a la violencia
y posibilitan su reproducción. Excepción en
esto son algunos trabajos que han profundizado
en los procesos culturales y simbólicos que dan
sentido a la violencia dentro de organizaciones
como LCT y que permiten entender el papel
fundamental en la explicación de la violencia de
componentes culturales como la masculinidad o
el ideal de familia (Lomnitz, 2019), así como los
rituales en los que la violencia se expresa (Guerra,
2020). Entender qué procesos subjetivos
ocurren en los perpetradores y de las víctimas
de la violencia es toral en la comprensión del fenómeno.
Sin embargo, de interés en este artículo
no es tanto indagar cómo se vive la violencia
sino comprender cómo la violencia criminal tiene
un sentido social en los contextos en que se
comete.
Con ese fin, en la literatura sobre violencia
falta profundizar en el nivel de los mecanismos
que median entre los grandes procesos macro y
meso, como el Estado, los mercados ilícitos y la
dinámica de las organizaciones criminales, por
un lado, y las experiencias de violencia de los
perpetradores y sus víctimas, por el otro lado.
Por supuesto, el nivel macro, el de las economías
ilegales, y el nivel meso, el de las lógicas
organizacionales de LCT, son fundamentales
para entender la reproducción de la violencia
en el caso que nos interesa (Guerra, 2022). Asimismo,
el nivel de las subjetividades es fundamental.
Pero es necesario retomar un enfoque
teórico distinto. Esto, porque la violencia es un
fenómeno complejo y multidimensional que no
puede sujetarse a explicaciones monocausales
(Espinosa Luna, 2019), ni a definiciones unidimensionales
(Blair Trujillo, 2009), como ocurre
con los estudios que enfatizan las explicaciones
monocausales de la violencia criminal en México
(Zepeda Gil, 2018).
Para profundizar en el tema de los mecanismos
que dotan de sentido a la violencia y condicionan
las prácticas de los sujetos, la sociología
ha abierto una importante puerta. Por un lado,
la propuesta de Randall Collins (2008) brinda
herramientas para entender cómo la violencia
se genera en grupos pequeños a partir de las
dinámicas de la interacción entre los participantes.
Si bien el enfoque permite observar los mecanismos
que dan paso de una interacción no
violenta a una violenta, no dice mucho sobre los
procesos que permiten que los patrones violentos
se legitimen y reproduzcan en contextos
que rebasen la propia interacción. Por su parte,
en sus análisis sobre la violencia ritual, Wieviorka
(2009 y 2014) apunta un fenómeno interesante.
Si bien este autor coloca una parte de la
atención en los procesos de desubjetivación de
los individuos, de igual manera advierte sobre
la necesidad de mirar los contextos sociales de
exclusión, permeados por componentes ideológicos
y políticos de carácter autoritario. Es aquí,
en estos campos ideológicos que aparecen las
condiciones de posibilidad de la violencia. En ese
mismo sentido, la sociología de Simmel (2010 y
2014) aporta más elementos para el análisis de
la violencia, al pensarla como una forma de socialización,
que evidentemente va más allá de
las motivaciones individuales e incluso abona
a la integración de los grupos sociales. Sin embargo,
los procesos de socialización parten de
esquemas previos o repertorios que son socialmente
adquiridos (Simmel, 2010). Para Simmel
(2014), esos repertorios se encuentran socialmente
diseminados. Los individuos se socializan
en esos repertorios de violencia y los incorporan
como parte de su experiencia y de sus prácticas.
Es decir, los repertorios constituyen un bagaje
de conocimientos y normas que se socializan, se
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EDGAR GUERRA, MEDIACIONES DE VIOLENCIA. DISCURSOS LEGITIMADORES SOBRE VIOLENCIA SOCIAL
Y CRIMINAL: EL CASO LOS CABALLEROS TEMPLARIOS
aprenden y permiten la interacción social entre
sujetos sobre la base de la violencia.
Sin embargo, la categoría de repertorios refiere
a un artefacto concreto que delinea las
características específicas de varias formas de
violencia. Por ejemplo, lo que en la jerga criminal
se conoce como las “decapitaciones”, constituyen
una específica manera de dar muerte. Se
trata de un repertorio, socialmente compartido,
discursivamente sedimentado, que se socializa
mediante la práctica, y en el que se comparten
elementos cognitivos (cómo ejecutar la decapitación)
y elementos normativos (qué sí, qué no
debe hacerse). Sin embargo, si traemos el concepto
de repertorio a la investigación del ámbito
criminal, veremos que no nos es útil para
entender la interfaz entre la violencia social y la
violencia criminal. Por tanto, es necesaria una
herramienta conceptual más amplia. Es ahí donde
recurro al concepto de mediaciones.
Justo en esa dirección, la autora Margarita
Sánchez Pacheco (2020) propone el par conceptual
“pedagogías de la violencia” y “mediaciones”
con el fin de entender el proceso de
socialización de las violencias social y criminal.
A partir de una revisión de autoras como Rita
Segato, Elsa Blair y Rosana Reguillo, la autora
Sánchez Pacheco (Escárzaga et al., 2020) argumenta
que si bien es importante entender qué
es lo que la violencia produce en los sujetos, este
análisis no estaría completo si no entendemos la
forma en que el mundo social confiere sentido a
la violencia y cómo el orden social se estructura
bajo el imperio de la violencia (Sánchez Pacheco,
2020). En otras palabras, si bien la dimensión
pedagógica es toral para dar cuenta del sujeto,
y describir cómo vive la violencia, cómo le confiere
sentido y responde ante ella, es necesario,
al mismo tiempo, observar la construcción del
sentido de la violencia en un espacio social. Lo
pedagógico sólo es posible en un entramado de
elaboraciones de sentido, que ocurren en un espacio
y tiempo concretos. A esto, la autora le
llama mediaciones: relaciones complejas, históricamente
determinadas, discursivamente sedimentadas,
que constituyen el sentido social de
la violencia, le dan un carácter de legitimidad
y operan sobre los sujetos (Sánchez Pacheco,
2020).
Retomar el concepto de mediaciones para
esta investigación es metodológicamente útil
porque permite mediar entre los análisis macro
sobre la violencia en TC como la desigualdad
social, la construcción del Estado y los mercados
de drogas, los análisis meso que abordan las
dinámicas propias de las organizaciones criminales
y las propuestas desde la microsociología
que abordan la interacción violenta como foco
de análisis (Guerra, 2022).
Diseño metodológico
El objetivo del artículo es explorar el concepto
de mediaciones como categoría analítica útil
para entender los procesos de socialización de
la violencia criminal en Tierra Caliente, Michoacán,
en el contexto del conflicto entre grupos
delictivos y fuerzas armadas. En particular, la
investigación retoma el concepto de mediaciones
propuesto por Sánchez Pacheco (2020), ya
que permite visibilizar los marcos discursivos
que dan sentido y legitiman la violencia social y
criminal. El análisis que aquí se emprende se posiciona
en el nivel meso del mundo social: entre
los procesos estructurales y las dinámicas micro
de la violencia. En este sentido, no se aborda el
nivel micro en el que las técnicas pedagógicas
moldean la experiencia subjetiva de las víctimas
y de los perpetradores de la violencia, si bien se
reconoce que queda abierta como línea de investigación.
En términos metodológicos, la investigación
se posiciona desde una epistemología constructivista
y sistémica (Luhmann, 1987 y 1997; Mascareño,
2008). Es decir, desde un horizonte fenomenológico
que tiene como interés estudiar
los procesos comunicativos que constituyen el
mundo social. La perspectiva constructivista y
sistémica es útil para emprender el estudio de
las mediaciones, precisamente porque el análisis
sistémico radica en la comunicación y en
la construcción del sentido social. Desde esta
perspectiva teórica, el concepto de mediaciones
puede entenderse como un plexo de expectativas
cognitivas y normativas que articulan significados
sobre la violencia.
El análisis de las mediaciones de la violencia
se efectúa sobre un caso de estudio: la violencia
criminal en la región de Tierra Caliente durante
el periodo de hegemonía de la organización
criminal LCT. Elegir a la Tierra Caliente durante
el periodo de LCT obedece a varias razones
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 491-506
de carácter metodológico para el estudio de las
mediaciones. En el catálogo de grupos criminales
en México, LCT representan un caso extremo
de uso de la violencia, al llevar a su límite las
técnicas paramilitares que aprendieron de organizaciones
como Los Zetas. Sin embargo, es importante
matizar: otras organizaciones y grupos
armados en la región ya habían empleado las
torturas, las desapariciones y las decapitaciones
como formas de violencia con objetivos distintos.
De hecho, técnicas de violencia instrumental
como la decapitación no son exclusivas del
periodo histórico conocido como la guerra contra
las drogas. La investigación historiográfica
muestra que en Tierra Caliente la decapitación
ya era un recurso de control político perpetrado
por actores sociales en un contexto histórico
conocido como “caciquismo violento” (Guerra
Manzo, 2017). Justamente este uso histórico y
recurrente de la violencia extrema converge con
las formas extremas de crueldad que encontramos
en las prácticas y en las narrativas de LTC.
De hecho, LCT buscaron legitimar el uso de la
violencia a través de una narrativa mística y mesiánica,
con ciertos elementos religiosos, de protección
comunitaria y de liberación política: una
rara mezcla doctrinal que se articulaba de forma
tersa con los imaginarios sociales y regionales
sobre el orden patriarcal, la familia y la masculinidad.
De ahí la necesidad de examinar esa
“compleja red de mediaciones en un contexto
de dominio coercitivo cuyo objetivo es la alteración
de la vida cotidiana, los modos de ser y
estar en el mundo de los sujetos”. Por tanto, metodológicamente
el estudio debe aprehender el
espacio de las mediaciones que posibilitan que
distintos actores sociales se socialicen en discursos
que legitiman ciertas violencias. Es necesario
investigar los discursos y los significados
de la violencia que flotan en el campo semántico
de la región y visibilizar la interfaz entre violencia
social y criminal.
Para ello, es necesario abordar la investigación
de las mediaciones desde el punto de vista
de la investigación social cualitativa, ya que nos
permitirá capturar el sentido social de la violencia,
que se despliega en LCT, pero que se articula
con los significados sociales en la región. Para
concretar el objetivo es indispensable conocer,
a profundidad, no sólo la organización criminal
LCT, sino también, y, sobre todo, el contexto social
en el que operaba. Precisamente, sobre este
punto ha discurrido el trabajo de campo de la
persona autora a lo largo de estos últimos años.
La investigación sobre Los Caballeros Templarios
ha sido un proyecto de trabajo de largo
aliento. Desde 2014, la persona autora ha incursionado
en la región en numerosas estancias de
trabajo de campo, mediante visitas cortas para
realizar entrevistas o estancias para impartir talleres
con organizaciones de la sociedad civil. 4
En ese sentido, la información que se ha recopilado
va más allá de la sistematización a través
de un diario de campo o mediante la transcripción
de entrevistas, sino que constituye un amplio
espectro de datos que transcurren a través
de la experiencia cotidiana. Lo anterior es metodológicamente
relevante porque los datos que
uso se han construido desde distintos lugares.
Como bien reconoce Sánchez Pacheco (2020),
para observar las mediaciones es necesario entender
su doble carácter: por un lado, como un
proceso de configuración social, pero también,
de producción de subjetividades. En ese sentido,
los sujetos y sus diferentes posiciones son
las fuentes desde donde se investigan los discursos
y el sentido social sobre la violencia a través
de distintas mediaciones. Con el análisis se
busca conocer los discursos sobre la violencia y
cómo dentro de esas construcciones se legitima
a ciertos grupos sociales para ejercerla. Las mediaciones
que en este artículo se identifican son
cuatro: 1) securitarias, 2) identitarias, 3) patriarcales
e 4) instrumentales.
Mediaciones securitarias: la construcción
de una narrativa de vigilantismo
Los Caballeros Templarios se caracterizaron
por un discurso público bastante articulado,
que sostuvieron a lo largo del tiempo y que les
permitía conectar social y políticamente con
los habitantes de la región. No se trataba de un
discurso en el sentido cotidiano de la palabra,
pero sí de una narrativa que los integrantes de
la organización repetían de forma fragmentaria,
y que en conjunto constituían un todo. Se trata-
4 La relación de la persona autora con la región no se ha
construido exclusivamente en términos de persona investigadora
y mundo social investigado. Por el contrario, también
se ha construido un vínculo social y de compromiso de incidencia
social, especialmente a través del trabajo de la persona
investigadora con distintos grupos de la sociedad civil.
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EDGAR GUERRA, MEDIACIONES DE VIOLENCIA. DISCURSOS LEGITIMADORES SOBRE VIOLENCIA SOCIAL
Y CRIMINAL: EL CASO LOS CABALLEROS TEMPLARIOS
ba de un discurso que se publicaba en los medios
de comunicación a través de comunicados
que los líderes de la organización insertaban en
la prensa regional. También se transmitía a través
de los mensajes que colocaban en lugares
públicos o junto a los cuerpos de sus víctimas.
Asimismo, el mensaje se transmitía de forma
oral entre la población a través de las reuniones
que los líderes organizaban con los habitantes
de rancherías y pueblos. También era usual que
los líderes del grupo criminal enviaban mensajes
a las comunidades a través de redes sociales
como Facebook, YouTube y WhatsApp (Guerra,
2014-2022, Trabajo de campo, Tierra Caliente).
Finalmente, en los homicidios y masacres los integrantes
de LCT colocaban mensajes en cartulinas
y narcomantas en las que exponían algunas
de las razones de sus acciones y justificaban su
proceder. Evidentemente, el grupo criminal trataba
de visibilizar a su organización y de expresar
su posicionamiento sobre múltiples temas,
en especial el de la seguridad, algunas problemáticas
sociales como la adicción a sustancias
ilícitas o la presencia de otras organizaciones
armadas.
Ahora bien, ¿en qué consistía ese discurso?
¿Cómo se estructuraba y de qué forma conectaba
con las poblaciones y sus imaginarios sociales?
Básicamente, lo que LCT expresaban en sus
comunicaciones buscaba justificar su presencia
en la región, sus acciones hacia la población y su
control sobre las instituciones del Estado a nivel
municipal y estatal. En uno de sus primeros comunicados,
lo exponen nítidamente: “¿Por qué
nos formamos? Cuando empieza esta organización
de La Familia Michoacana no se esperaba
que fuera posible que pudiera llegar a erradicarse
el secuestro, asesinato por paga, la estafa y la
venta de droga conocida como ‘hielo’, pero gracias
al gran número de personas que han tenido
fe, se está logrando controlar este gran problema
en el estado”. 5
En el fondo, en su mensaje se presentaban
como civiles armados de autodefensas cuya
misión era proteger a las comunidades de las
extorsiones y a los jóvenes del uso de sustancias
ilícitas. Desde su visión, el origen de los problemas
de violencia y drogas en Tierra Caliente
5 Retomado en distintos medios de comunicación. Sobre el
tema, véase el análisis de discurso de LCT que realiza López
Vázquez (2016).
radicaba en que la región había sido tomada,
tiempo atrás, por la organización criminal de Los
Zetas. Desde su perspectiva, ese grupo criminal
había traído consigo la inseguridad, la violencia
y las adicciones. En ese sentido, el discurso de
LCT tuvo, como principal línea argumentativa,
justificar su presencia para hacer expulsar a Los
Zetas como un grupo externo, no oriundo de TC
y que, por si fuera poco, había sido el origen de
un régimen de extorsiones, secuestros y homicidios.
Es decir, LCT se presentaban como un grupo
criminal que estaba ahí para defender a los
habitantes de TC del régimen de terror de Los
Zetas y que resultaba necesario ante el abandono
de las instituciones de gobierno que, a través
de sus policías, no habían logrado detener el
avance de Los Zetas. La solución que proponían
descansaba en el uso de la violencia que debía
de ser más letal, más brutal, más cruel y más organizada
que la violencia de Los Zetas. En este
sentido, su estructura discursiva construía una
problemática a resolver, un encargado de resolverla
y un medio para resolverla. Con ese fin,
LCT desplegaron una estrategia de propaganda
comunicando la situación en que se encontraba
la región, y sobre el ideal que se buscaba construir.
El mensaje importante era que esto sólo se
lograría a través de la violencia. Mas aún, el subtexto
de su narrativa implicaba legitimar la violencia.
Su discurso se estructuraba detrás de un
horizonte que delimitaba lo permisible de lo no
permisible (Guerra, 2014-2022, Trabajo de campo,
Tierra Caliente). La violencia aceptada era
aquella dirigida a los causantes de los problemas.
En cambio, Los Zetas eran quienes empleaban
la violencia reprobable. Así lo articularon en
un desplegado: “La Familia no mata por paga,
no mata mujeres, no mata inocentes. Solo muere
quien debe [sic] morir. Sépanlo, toda la gente,
esto es: justicia divina”. 6 La enseñanza era clara:
sólo un tipo de violencia era legítima, la violencia
de LCT. Además, el discurso encontraba un
vínculo fuerte con los propios imaginarios de la
región. Desde el siglo XX, los comuneros habían
recurrido a la formación de defensas rurales con
fines de protección frente a la delincuencia. Mas
aún, el proceso de militarización que durante va-
6 Retomado en distintos medios de comunicación. Sobre el
tema, véase el análisis de discurso de LCT que realiza (López
Vázquez, 2016).
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 491-506
rias décadas se había vivido en la región debía,
en mucho, al fenómeno de la delincuencia que
se manifestaba a través de bandas dedicadas al
abigeo y delincuencia en colusión con las autoridades
(Guerra Manzo, 2017). En el imaginario
colectivo, la narrativa de los hombres de campo
que resistían frente a los invasores ante la ausencia
del Estado no sólo era legítima, dado su
anclaje en procesos históricos de la región, sino
que aun informaba las decisiones y enmarcaba
las prácticas sociales.
Mediaciones identitarias:
la distinción regional entre ellos/nosotros
A lo largo de esos años, LCT articularon una
base social. Es decir, lograron construir ciertos
apoyos y tolerancia de parte de la población
de Tierra Caliente, en especial, al ofrecer protección
para la región y cierta participación en
el mercado de sustancias ilícitas dentro de la
misma organización criminal. Muchos integrantes
de las localidades, especialmente hombres
jóvenes y niños, participaron de alguna u otra
manera en las actividades delictivas del grupo
armado, como integrantes activos de la organización
(sicarios, líderes de plaza). Además,
colaboraban en algunas tareas como vigilar las
entradas a los pueblos o comunicar a los integrantes
de los grupos acerca de situaciones sospechosas.
LCT afianzaron cierta tolerancia al interior
de algunas de las localidades, en especial
en Apatzingán, en la medida en que cumplieron
su objetivo de expulsar a Los Zetas de la región
y proporcionar ciertas condiciones de seguridad
a sus habitantes.
Si bien LCT lograron construir su base social
al contribuir a resolver el problema de la inseguridad,
en esta tarea se valieron de un mecanismo
simbólico. En efecto, LCT desarrollaron una
narrativa que apelaba al fuerte regionalismo y a
varios de sus valores culturales como la masculinidad,
la familia y el orden tradicional (Lomnitz,
2016b).
En especial, esta organización criminal fue
construyendo un discurso político con una fuerte
impronta regional que aportaba un horizonte
utópico a la población y daba un sentido de
pertenencia. En sus elaboraciones discursivas,
LCT se referían a un regionalismo caro a la población,
que hoy todavía les identifica y los diferencia
frente a un otro imaginario. LCT apelaban
a un nosotros que adquiría sentido en distintos
niveles, como michoacanos, como apatzinguenses,
como terracaleños, etcétera. El discurso
apostaba por conectar con ese sujeto colectivo
regional que enfrentaba la precariedad rural, la
necesidad de migrar y las violencias que en su
momento ejercían grupos criminales no oriundos
de la región, como Los Zetas. De hecho, en
las entrevistas y el trabajo de campo era lugar
común escuchar las distinciones regionales. Así,
una manera de identificarse entre los terracaleños
era bajo la distinción entre habitantes de
Tepalcatepec y habitantes de Apatzingán. Además,
las distinciones no eran en absoluto unidimensionales,
sino que casi siempre se complementaban
con otro tipo de etiquetas, como “en
Apatzingán se encuentran los mañosos” (Guerra,
2014-2022, Trabajo de campo, Tierra Caliente).
Pero incluso, entre las localidades urbanas
se construía una distinción para distinguirse y
diferenciarse de personas oriundas de ámbitos
semirurales —personas que habitaban en “los
ranchos”. Para el habitante urbano de Apatzingán
o Tepalcatepec, la violencia criminal de LCT
la ejercían los habitantes de los “ranchos”, que
desde su punto de vista eran “gente” sin instrucción,
en pobreza extrema, sin valores y sin nada
que perder.
Estas distinciones permitían diferenciar entre
nosotros/ellos y eran parte de los discursos con
que, en última instancia, se legitimaba la violencia
contra los “otros” (Guerra, 2014-2022, Trabajo
de campo, Tierra Caliente). Sin embargo, las
mediaciones discursivas como el regionalismo y
la violencia legítima hacia los otros, al ser instrumentalizadas
por las organizaciones criminales
como LCT, dejaron de ser una mera cuestión de
regionalismo. En el fondo, se trataba de una distinción
en el sentido schmittiano entre amigo/
enemigo y colocarse de un lado o de otro significaba
estar del lado de la vida o de la muerte.
Mediaciones patriarcales:
familia, masculinidad y violencia criminal
Quizá una de las características más sorprendentes
del grupo criminal LCT fue trazar el boceto
de un discurso cuasi religioso. A su llegada
al poder en la región, la organización criminal
comenzó a articular, de la mano de uno de sus
499

EDGAR GUERRA, MEDIACIONES DE VIOLENCIA. DISCURSOS LEGITIMADORES SOBRE VIOLENCIA SOCIAL
Y CRIMINAL: EL CASO LOS CABALLEROS TEMPLARIOS
líderes, 7 una suerte de religión —la religión Templaria,
se le llamó—, que consistía en resaltar la
figura carismática de su líder alrededor de los
valores y fines que LCT publicitaban: la idea de
familia tradicional, la identidad regional, la seguridad
frente a enemigos externos (Lomnitz,
2016a). Pero quizá el elemento central de su discurso
era la reivindicación de la persona y de su
dignidad. Claudio Lomnitz (2019) ha estudiado
el carácter radical, mesiánico y milenarista de la
religión templaria y ha explicado cómo el discurso
religioso proporcionó una alternativa de
sentido a una región que había perdido parte
de sus referentes culturales e identitarios. No es
casual el nombre de La Familia Michoacana y la
idealización en su discurso de los valores de la
región que se fundaban en el orden patriarcal,
en la idea de familia tradicional, en la reivindicación
de la masculinidad y la imagen del padre
protector que ejerce su poder y fuerza para
proteger a los suyos de la violencia de su entorno.
Encontramos así un proceso más de mediaciones
en que a través del vínculo entre orden
patriarcal, familia y masculinidad se legitimaba
la violencia criminal. Sin embargo, las formas en
que la violencia se socializa y se legitima como
un mecanismo de resolución de conflictos en la
vida cotidiana son varias. Aquí abordaré dos.
En la experiencia de la persona autora, en la
región las relaciones intrafamiliares se construyen
sobre la base tradicional del patriarcado. Lo
que se busca es educar jóvenes sobre la base de
un modelo de masculinidad que privilegia la violencia.
Los jóvenes desarrollan actitudes y prácticas
de masculinidad en que expresan su afición
al riesgo, en que la represión de sus emociones
se convierte en su forma de vivir su vida interior.
En el imaginario social, el convertirse en hombre
lleva consigo la idea de protección y de confrontación
con los otros a través de la violencia.
Durante las excursiones de trabajo de campo la
persona autora entabló relación de trabajo con
una integrante de una asociación civil con proyectos
de intervención con niñez. Su responsa-
7 El liderazgo de LCT era compartido con criterios funcionales.
Cada uno de sus líderes tenía sus propias actividades: la
de liderar, la de organizar y la de comercializar. Fue el líder
político el que con base en sus particulares características
carismáticas (Grillo, 2016) quiso imprimir a la organización
una mística y una orientación religiosa. Incluso publicó un libro
“Pensamientos de la Familia”, de lectura obligatoria dentro
de la organización y que fue inspirado en un líder cristiano
estadounidense llamado John Eldredge.
bilidad consistía en acompañar a “niños y niñas
a aprender a jugar”. Como lo recuerda la informante:
“La mayoría no juegan con nadie en sus
casas. Los padres en la región son distantes de
la educación y más distantes del contacto físico
y muestras de afecto. Lo que hacemos con los
niños es enseñarles a jugar como una manera de
resolver conflictos, porque la mayoría de las veces
sus diferencias las resuelven con violencia”
(Guerra, 2014-2022, Trabajo de campo, Tierra
Caliente). Si se mira con cuidado, el testimonio
deja entrever cierta conexión entre mediaciones
discursivas sobre masculinidad y la pedagogía de
la violencia como mecanismo de resolución de
conflictos. Como lo ha mostrado alguna literatura
sobre contextos de criminalidad, se da una coincidencia
entre violencia social y violencia criminal
(Cruz Sierra, 2011; Hernández Hernández, 2019;
Núñez-González y Núñez Noriega, 2019; Soltero
y Loza Vaqueiro, 2020). Como afirma Rita Segato
en otro contexto, la socialización de este tipo
de masculinidades encamina a los sujetos a construir
“afinidad significativa” entre “masculinidad
y guerra, entre masculinidad y crueldad, entre
masculinidad y distanciamiento, entre masculinidad
y baja empatía” (Segato, 2018).
El discurso de la masculinidad, como mediación
y pedagogía sobre cómo ser hombre a través
de la violencia, aparece de forma nítida en la
etnografía del grupo criminal y de la región. Por
un lado, dentro de las relaciones al interior del
grupo criminal la masculinidad como mediación
legitima las prácticas de la violencia criminal. Al
interior de la organización, la hombría, el no tener
miedo, el despreciar la muerte y el no permitirse
sensaciones de pena, miedo o empatía, son
necesarias para las actividades cotidianas, cargadas
de decisiones riesgosas en un contexto de
permanente peligro (Guerra, Trabajo de campo,
Tierra Caliente). Además, dentro de la organización,
la violencia tiene una función ejemplarizante.
Su labor es pedagógica. La violencia es un
medio que expresa las consecuencias de la desobediencia.
No acatar las instrucciones de los
líderes implica recibir castigos ejemplares porque
su finalidad es generar esa obediencia total
que la organización criminal requiere. Por otro
lado, mediante la violencia se genera un sentido
de pertenencia y de comunidad. Al participar en
los actos de violencia no solo se comienza a ser
parte del grupo, sino que se comparte el mis-
500

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 491-506
mo sentido y significado de la violencia. Como
lo manifestó una persona entrevistada: “ver ese
tipo de barbaridades al final te hace como ellos.
Ésa es la diferencia entre uno y ellos”, relata el
informante que perteneció a las autodefensas.
Ellos —LCT— se hacen así dentro del grupo, andando
entre ellos, haciendo barbaridades juntos.
Ya después no cambian. Una vez traté de cambiar
a un punterito (un niño que desempeña labores de
vigilancia). Vino acá con nosotros (con las autodefensas)
y hasta guitarra le estábamos enseñando,
pero después se regresó. No duró mucho, ya no
les gustaba esta vida. Prefieren andar en las camionetas,
con la fiesta, haciendo chingadera y media”
(Guerra, Trabajo de campo, Tierra Caliente).
Así, a partir de las experiencias y prácticas de
violencia en comunidad se generaba cierto sentido
de pertenencia. Finalmente, la pedagogía
de la violencia ocurría a través del desempeño
de roles particulares dentro de la organización.
Lo anterior ocurría en tareas como el llamado
sicariato. La persona dentro del rol debía asumir
el ejercicio de esa violencia. Al mismo tiempo,
el rol asignaba o reforzaba, en esa persona,
atributos propios del ejercicio de su papel. Muchos
testimonios hablan sobre cómo pertenecer
a LCT empoderaba a los jóvenes, les daba una
identidad y un sentido de pertenencia. Como
lo retrata un comunitario: “cuando ingresan a
la maña ya dejan de ser lo que eran, cambian
completamente, te ven diferente, te humillan,
se sienten con poder, y la verdad es que podían
hacer todo lo que querían, todo” (Guerra, 2014-
2022, Trabajo de campo, Tierra Caliente). Dentro
de la organización, el rol de sicario se configuraba
como un plexo de expectativas que el
ejecutante del rol debía cumplir. La pedagogía
de la violencia devenía intrínseca a la ejecución
del rol.
Mediaciones instrumentales:
la diversificación de actividades delictivas
Cuando pensamos en las mediaciones como mecanismo
pedagógico de la violencia, partimos
del supuesto de que se habla, principalmente,
de dispositivos discursivos y simbólicos a partir
de los cuales se teje el sentido social y subjetivo
de la violencia. Sin embargo, las mediaciones de
la violencia obedecen a lógicas que van más allá
de discursos sobre seguridad, identidad social
y masculinidad. Existen otros mecanismos que
contribuyen a la socialización de la violencia, y
que permiten su reproducción a partir de su pedagogía.
Éstos aparecen al momento en que la
violencia se ejerce con fines instrumentales.
Durante un largo periodo de tiempo, la región
de Tierra Caliente destacó por sus actividades
ilícitas vinculadas a la siembra y trasiego de cannabis
y goma de opio, principalmente. Ésta fue
la actividad que dio empuje al mercado y que
predominó entre las prácticas locales. Sin embargo,
a partir de la década de 1980, la introducción
de la cocaína tuvo un impacto profundo
en la reconfiguración de los mercados ilícitos
y de los grupos delictivos (Maldonado Aranda,
2012). Esto en realidad fue el inicio de cambios
graduales pero constantes que derivaron en la
introducción de más sustancias, a partir de la
década del 2000, como la heroína, y la producción
de metanfetaminas en años recientes. Por
su parte, la incursión de la organización criminal
de Los Zetas a inicios del siglo trajo consigo
un modelo delictivo que rompió los códigos
tradicionales de las organizaciones criminales.
Los Zetas no sólo estaban vinculados al tráfico
de sustancias ilícitas, o no solamente buscaban
vender protección, sino que ahora también se
especializaban en la expoliación de la riqueza
de los habitantes como una forma más inmediata
y menos riesgosa para hacerse de ganancias
(Valdés Castellanos, 2013). De esta manera, sus
actividades incursionaron en el secuestro, la extorsión
y el despojo a los habitantes de la región
de sus grandes y pequeñas propiedades y
posesiones. Cuando LCT se hicieron del control
territorial y de los mercados ilícitos, mantuvieron
intacto el mismo modelo criminal. Es decir,
sostuvieron activas distintas formas de generar
ganancias al diversificar sus actividades ilícitas,
por lo que recurrieron a las extorsiones a varios
sectores de la población —a los rancheros y comerciantes—,
al cobro de cuotas de protección a
grupos empresariales y comerciales —como los
limoneros y los aguacateros—, a los secuestros,
al abigeato, a la tala clandestina y al control de
la riqueza minera de la región. Así, LCT radicalizaron
el modelo de expoliación de la riqueza social
como parte de un proceso de diversificación
de sus actividades, que Natalia Mendoza llamó
501

EDGAR GUERRA, MEDIACIONES DE VIOLENCIA. DISCURSOS LEGITIMADORES SOBRE VIOLENCIA SOCIAL
Y CRIMINAL: EL CASO LOS CABALLEROS TEMPLARIOS
cartelización (Mendoza, 2017). Para mantener
este modelo criminal, la violencia se constituyó
como el mecanismo que garantizaba la reproducción
del modelo (Guerra, 2014-2022, Trabajo
de campo, Tierra Caliente). La violencia no sólo
se ejercía con fines de mantener a Los Zetas y
a otros grupos armados fuera de los límites territoriales,
sino también, con el fin de asegurar
delitos. Su función como elemento fundante de
las economías se dio a través del sometimiento,
despojo, enajenación y miedo. La violencia
se usaba como un mecanismo legítimo de expoliación
de la riqueza social. De ahí su éxito en su
reproducción.
Conclusiones
Las perspectivas instrumentales para el análisis
de la violencia son útiles para entender los
incentivos económicos y políticos que inciden
en la reproducción de las violencias en el ámbito
criminal del contexto de la guerra contra las
drogas en México. De igual forma, los enfoques
que enfatizan el espacio de lo cultural y simbólico
permiten comprender los procesos de
desubjetivación y socialización que legitiman la
violencia en ese mismo ámbito delictivo. En este
escrito, se exploró el concepto de mediaciones
(Sánchez Pacheco, 2020) para entender cómo
las violencias se legitiman en los discursos sociales
y desde ahí se reproducen en la vida cotidiana.
Metodológicamente, esas mediaciones se
trataron como parte de los discursos dominantes.
El estudio hurgó en Los Caballeros Templarios,
no sólo porque la organización criminal es
un caso documentado sobre el uso de la violencia
extrema, sino porque, además, sus vínculos
con el espacio social en que predominó durante
casi una década la hacían un caso idóneo para
entender la interfaz entre las subjetividades violentas,
los espacios autoritarios de las organizaciones
criminales y los discursos sociales dominantes
en la región de Tierra Caliente. El estudio,
de carácter exploratorio, permitió evaluar, por lo
pronto, el potencial heurístico del concepto.
Las violencias son un fenómeno complejo,
altamente diferenciado, con múltiples mecanismos
detonantes, condicionantes, formas de
expresarse, así como efectos y consecuencias.
La violencia criminal en el área de Tierra Caliente
muestra mucho de la lógica de las organizaciones
criminales y de sus mecanismos de diferenciación
y evolución interna, pero también de los
mecanismos que condicionan la producción de
violencia criminal, pero que se anclan en el espacio
social y regional. En ese sentido, el concepto
puede ser útil para ensayar en otros contextos
y, en ese sentido, continuar contribuyendo al
entendimiento de la violencia criminal. Si bien
es cierto que sobre la violencia criminal hemos
avanzado enormemente en su comprensión, aún
falta profundizar en el espacio de las subjetividades,
de lo simbólico y lo cultural. Este trabajo
es una contribución en esa vía.
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EDGAR GUERRA, MEDIACIONES DE VIOLENCIA. DISCURSOS LEGITIMADORES SOBRE VIOLENCIA SOCIAL
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Edgar Guerra
Es doctor en Sociología por la Universidad de
Bielefeld, Alemania. Actualmente es Cátedra del
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, adscrito
como Profesor Investigador al Programa
de Política de Drogas del Centro de Investigación
y Docencia Económicas, CIDE. Sus líneas de
investigación se encuentran en el campo de la
sociología de los grupos armados, de los movimientos
sociales y la política de drogas. Entre
sus más recientes publicaciones destacan, como
autor: “Niveles, dimensiones y mecanismos de
análisis sociológico de la violencia y el crimen
organizado en México”, Sociológica, 37 (105),
Ciudad de México, Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad
Azcapotzalco, pp. 221-288
(2022); “Arte, violencia y Covid-19. Resistencia
creativa, habitus radical y campo de activismo
cultural”, Revista Temas Sociológicos, 30, Santiago
de Chile, Universidad Católica Silva Henríquez,
pp. 523-550, (2022); “Sujeción: Forma y
función de los rituales criminales en la operación
de Los Caballeros Templarios”, en Javier Treviño
Rangel y Laura Atuesta Becerra (coords.),
La muerte es un negocio. Miradas cercanas a
la violencia criminal en América Latina, Ciudad
de México, CIDE (2020), y “Crueldad y brutalidad
en las formas de morir de los periodistas en
México. Una aproximación desde la microsociología”,
Sociológica, 34 (97), Ciudad de México,
Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad
Azcapotzalco, pp. 39-71 (2019).
506

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 507-530
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus212022119
DESAPARECER Y BUSCAR EN GUANAJUATO:
RESPUESTAS COLECTIVAS FRENTE
A LAS VIOLENCIAS
DISAPPEARING AND SEARCHING
IN GUANAJUATO:
EXPERIENCES AND RESPONSES IN THE FACE OF VIOLENCE
Fabrizio Lorusso
orcid.org/0000-0003-1849-5323
Universidad Iberoamericana León
México
fabriziolorusso@hotmail.com
Abstract
This article analyzes experiences, responses and repertoires of collective action
of indirect victims of the disappearance of persons, organized in collectives in
Guanajuato since November 2019, focusing on the members of the collective
Buscadoras Guanajuato. Top-down and bottom-up governance approaches, civic
agency and citizen science are used to understand the processes that families have
experienced in the face of disappearances and multiple forms of violence, showing
examples of collaborative construction of knowledge, memory and visibility of the
problem between academia, civil society and collectives.
Keywords: Disappearance, Search, Violence, Social Response, Collectives.
Resumen
El artículo analiza vivencias, respuestas y repertorios de acción colectiva de las víctimas
indirectas de la desaparición de personas, organizadas en colectivos en Guanajuato
a partir de noviembre de 2019, enfocándose en las integrantes del colectivo
Buscadoras Guanajuato. Se utilizan las categorías de gobernanza desde arriba y
desde abajo, agencia cívica y ciencia ciudadana para la comprensión de procesos
que han experimentado las familias ante las desapariciones y múltiples formas de
violencia, mostrando ejemplos de construcción colaborativa del conocimiento, de la
memoria y de la visibilización de la problemática entre la academia, la sociedad civil
y los colectivos.
Palabras clave: desaparición, búsqueda, violencias, respuesta social, colectivos.
507

FABRIZIO LORUSSO, DESAPARECER Y BUSCAR EN GUANAJUATO:
RESPUESTAS COLECTIVAS FRENTE A LAS VIOLENCIAS
Introducción
La desaparición de personas en México en el
contexto de la llamada “guerra a las drogas”,
correspondiente a la militarización de las tareas
de seguridad pública ante fenómenos macrocriminales
y de captura estatal, representa un fenómeno
complejo, histórico, diferenciado territorial
y demográficamente determinado por la
interacción de múltiples actores, redes y factores,
motivaciones y modalidades que, dentro y
fuera de los límites de la ley, se han diversificado,
multiplicado y superpuesto en años recientes
(Robledo, 2015; Vázquez, 2019: 93-125).
Desde sus orígenes como práctica esporádica
y caciquil en la década de 1940 hasta su
evolución como técnica de represión estatal
de la disidencia política en los años sesenta y,
en las décadas siguientes, como pieza de la estrategia
de contrainsurgencia (Ovalle, 2019), la
desaparición ha sido adaptada y reproducida
por una variedad de grupos y actores violentos,
más o menos armados y organizados, y ha estado
creciendo imparablemente en los últimos 15
años: en mayo de 2022 son más de 100 mil las
personas que están desaparecidas y deben ser
buscadas por las autoridades (RNPDNO, 2022).
Además, hay más de 52,000 cuerpos de personas
fallecidas sin identificar, resguardados en fosas
comunes, servicios médicos forenses u otras
instituciones, que en 22% de los casos no son
señaladas con precisión por las autoridades, y
en Guanajuato la cifra es de 818 cuerpos (MNDM,
2021), lo cual da cuenta de una situación persistente
y problemática en materia forense.
Guanajuato, sexta entidad por aportación al
Producto Interno Bruto y por población (Inegi,
2020), desde 2018 destaca menos por su economía
que por la violencia, pues se ha situado
continuativamente en el primer lugar nacional
por número absoluto de homicidios dolosos. 1
Las desapariciones forzadas, perpetradas por
funcionarios públicos o con la aquiescencia de
éstos, y las cometidas por particulares en el estado
son un fenómeno de larga data que tuvo
repuntes importantes en 2013 y 2014 (Lorusso,
2019: 54), es decir, antes de la oleada de violen-
1 Según una nota o un reporte de Infobae (2021), “en 2018
[Guanajuato] alcanzó la primera posición con 3436 homicidios,
en 2019 se mantuvo con 3875 y en 2020 alcanzó su
máximo histórico en los últimos 30 años con 4964”, mientras
que según Jiménez Mayagoitia (2022) en 2021 fueron 3516.
cia del último lustro, aunque más recientemente
han tenido un crecimiento sostenido paralelo al
de los asesinatos.
Del 1 de enero de 2012 al 31 de marzo de 2022
había 2778 personas desaparecidas en la entidad,
según datos de la Fiscalía General del Estado de
Guanajuato (FGEG, 2022). Considerando el dato
que entrega la Comisión Nacional de Búsqueda
de 173 personas con paradero desconocido desde
antes del 2012 (RNPDNO, 2022), se obtiene
la cifra de 2951 personas desaparecidas totales
en Guanajuato. De éstas, la mayoría, o sea 1749,
han desaparecido a partir del 1 de enero de 2018.
Celaya, Irapuato, León, Salamanca, Pénjamo,
Abasolo, Acámbaro, Salvatierra, Silao y Valle de
Santiago, en este orden, han persistido como los
municipios con más casos: junto con Silao, las
primeras cuatro son las ciudades más pobladas
y boyantes económicamente, formando parte
de corredor industrial o del área del Puerto Interior
guanajuatense, mientras que, por otro lado,
cabe señalar que Salvatierra, Acámbaro y Pénjamo
son fronterizas con Michoacán, teniendo
históricamente vínculos y dinámicas compartidas,
incluyendo flujos migratorios y expulsión de
población. Este dato evidencia la coexistencia
de ingentes recursos, crecimiento económico y
nodos logísticos importantes con altos índices
de violencia, homicidios y desapariciones, en
ciertos territorios caracterizados; asimismo, por
contrastes sociales, insostenibilidad ambiental y
segregación (Coronado Ramírez y Ávila Quijas,
2021; Flores Casamayor et al., 2020).
Por otra parte, gracias a un mayor escrutinio
público y mediático, en el estado se han multiplicado
y, paralelamente, se han documentado
más, los hallazgos de fosas clandestinas y otros
sitios de depósito de cuerpos, osamentas y restos
humanos, como pozos, casas de seguridad y
sitios de exterminio, en parte asociables con la
escalada reciente de las desapariciones, de los
homicidios y los feminicidios, así como con la
intensificación de las búsquedas institucionales
y de las independientes, realizadas por colectivos
y familiares (Rea, 2021). A partir de 2018 en
Guanajuato, de la mano de los homicidios intencionales,
aumentan las personas desaparecidas
que, a finales de 2019, ya son más de dos mil,
más que el triple de lo registrado en abril de
2018. Para julio del 2022 son más de tres mil, o
sea, se han quintuplicado en cifras oficiales.
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 507-530
Esta situación y la ausencia de la problemática
en la agenda pública estimularon el nacimiento
de colectivos “a cascada” a partir de los
municipios más afectados del corredor industrial.
Los primeros dos, Cazadores y Justicia y
Esperanza, surgieron a raíz de la desaparición
masiva, respectivamente, de un grupo de cazadores
leoneses en Zacatecas y de un grupo de
migrantes de San Luis de la Paz en su ruta hacia
Estados Unidos: sus casos se originaron fuera
del estado, correspondieron a un ciclo de violencia
y a un contexto en buena parte diferentes
de los actuales. En ese entonces, la organización
y acción de las familias se orientó a exigirles más
a las autoridades del nivel federal que a las estatales.
Conforme fue creciendo el impacto de
la violencia, el campo de las organizaciones de
familiares de personas desaparecidas fue evolucionando
rápidamente y se crearon ocho organizaciones
entre 2019 y 2020, cinco en 2021 y
dos más en 2022. Además, las dos preexistentes,
con casos de larga data, fueron reactivándose y
relacionándose con las más recientes en un movimiento
estatal más articulado, complejo, muy
activo y presente, pero no exento de tensiones
entre grupos. Los colectivos más recientes se
han orientado hacia acciones de visibilización y
reivindicación a partir del nivel local, teniendo
como interlocutores principales la fiscalía estatal
y el poder Ejecutivo estatales, para posteriormente
enlazar vínculos a nivel regional y nacional.
Enseguida reporto una breve cronología de
los colectivos, indicando la ciudad principal de
sus actividades o de la mayoría de sus integrantes,
aunque por lo general están presentes en
más de un municipio.
Tabla 1
Cronología de colectivos
Año Colectivo Municipio
2010 Cazadores León
2011 Justicia y Esperanza San Luis de la Paz
2019 A Tu Encuentro Irapuato
2020 Buscadoras Guanajuato León
2020 Mariposas Destellando. Buscando Corazones y Justicia Celaya
2020 De Pie Hasta Encontrarte Silao
2020 Una Luz en Mi Camino Irapuato
2020 Luz y Justicia Juventino Rosas
2020 Salamanca Unidos Buscando Desaparecidos Salamanca
2020 ¿Dónde Están? Acámbaro Acámbaro
2021 Hasta Encontrarte Irapuato
2021 Proyecto de Búsqueda Celaya
2021 Una Promesa por Cumplir Celaya
2021 Ángeles de pie por ti Salvatierra
2021 Madres Guerreras de León León
2022 Buscando con el Corazón León
2022 Fe y Esperanza Guanajuato
Fuente: elaboración propia.
La historia y el contexto de las desapariciones, la organización y la evolución de la búsqueda y
los colectivos en Guanajuato, así como las reflexiones sobre las respuestas individuales, sociales,
organizativas y colectivas adoptadas por las víctimas indirectas de la violencia y de graves violacio-
509

FABRIZIO LORUSSO, DESAPARECER Y BUSCAR EN GUANAJUATO:
RESPUESTAS COLECTIVAS FRENTE A LAS VIOLENCIAS
nes a derechos humanos son temas todavía incipientes
en el ámbito académico en la entidad.
En este marco desarrollé la investigación “Vivencias
y respuestas de las víctimas indirectas
ante la desaparición de personas y la violencia
en Guanajuato. El caso del colectivo Buscadoras
Guanajuato”. Ésta planteó, como objetivo principal,
analizar las vivencias, las respuestas y los
repertorios de acción de las víctimas indirectas
organizadas en colectivos en Guanajuato, a partir
de noviembre de 2019, ante la desaparición
de uno o más familiares y el contexto de violencia,
haciendo hincapié en las y los integrantes
del colectivo Buscadoras Guanajuato, una
agrupación que se formó en febrero de 2020.
Consecuentemente, se formularon objetivos derivados:
comprender tipos, efectos y formas en
que son vivenciadas las experiencias relacionadas
con la desaparición de uno o más familiares,
a nivel individual y colectivo; así como explicar
y contextualizar los conceptos de desaparición,
búsqueda, reconocimiento, duelo, acción colectiva
y violencia; y enmarcar el fenómeno de la
desaparición de personas en la historia reciente
y el contexto social del estado de Guanajuato,
así como las respuestas ciudadanas ante ello.
El artículo se divide en cuatro secciones. La
primera resume los antecedentes de la investigación
y el estado del arte, detallando algunos
conceptos útiles para la comprensión e interpretación
de los procesos relatados. La segunda
parte sintetiza el marco contextual y metodológico
de la investigación, haciendo hincapié en
los métodos, las técnicas, las fuentes y los resultados.
La tercera ahonda en el caso del colectivo
Buscadoras Guanajuato a través de la
descripción y el análisis de dos procesos concretos
de investigación e incidencia: la sistematización
compartida de conocimiento relevante
para el colectivo y sus mesas de trabajo con los
ministerios públicos en tiempos de pandemia, y
la construcción de memoria, sensibilización y difusión
de la problemática de la desaparición a
través de la realización de un Calendario para la
Memoria y de la canción “Así te buscaré” para el
30 de agosto de 2021, Día Internacional de las
Víctimas de Desaparición Forzada. En la última
parte a manera de conclusión se reportan aprendizajes
y reflexiones finales, dando cuenta de los
alcances y límites del trabajo de investigación
y de algunos interesantes desarrollos recientes
en investigación e incidencia académicas en la
entidad.
Antecedentes y estado del arte
En el medio académico guanajuatense y en la
propia agenda política la desaparición y búsqueda
de personas, así como la organización social
consecuente, han sido temáticas de reciente
incorporación. Faltan en el estado los análisis de
contexto que deben generar las autoridades encargadas
de la búsqueda y la investigación, pues
es una de las tareas que la Fiscalía General del
Estado (FGE) y la recién creada Comisión Estatal
de Búsqueda no han atendido y que podría
producir insumos de investigación y comprensión
muy valiosos. En el caso de otros estados
hay una serie de investigaciones que a partir de
experiencias, estudios e incidencias reflexionan
sobre las respuestas de personas buscadoras y
colectivos de familiares ante las desapariciones,
a partir de conceptos como gobernanza desde
arriba y desde abajo, agencia cívica y ciencia
ciudadana.
El trabajo académico de María Teresa Villarreal
(2014, 2016 y 2020) sobre la organización
y la incidencia política de los colectivos en
Coahuila, Nuevo León y Veracruz es una referencia
fundamental con una perspectiva histórica
que resulta, incluso, pedagógica para los nuevos
grupos que se fueron formando en otros estados:
los colectivos de familiares en Guanajuato,
por ejemplo, desde 2020 han vivido de manera
acelerada muchos de los procesos que en otras
entidades habían sido ensayados en la década
anterior. Éstos se refieren a tipos de gobernanza
que, dependiendo de su origen, de los intereses
subyacentes y de la identidad de sus protagonistas,
pueden ser “desde abajo”, cuando surgen
por iniciativa popular para tutelar algún bien
común o interés colectivo y suplir la ausencia
estatal en la materia, y “desde arriba”, cuando
nacen por acción del Estado o de grandes empresas,
consorcios y organismos internacionales
con una perspectiva de tipo vertical fincada en
marcos legales, la cual tiende a preservar estructuras
y órdenes sociales imperantes, aunque
promueva formas de cooperación e intercambio
en red entre distintos actores (Villarreal, 2020:
78). Un ejemplo de la primera categoría son las
brigadas de búsqueda independientes y las me-
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 507-530
sas de trabajo impulsadas por los colectivos con
los ministerios públicos, las fiscalías o los gobiernos
estatales, mientras que un ejemplo de
la segunda son los consejos ciudadanos, como
el del Consejo Nacional Ciudadano del Sistema
Nacional de Búsqueda de Personas o los correspondientes
consejos estatales.
En Guanajuato, de hecho, han funcionado los
dos tipos de gobernanza, pues en 2021, por ejemplo,
se celebraron ocho mesas de trabajo entre
14 colectivos, organizaciones de la sociedad civil,
acompañantes y autoridades estatales, como la
Fiscalía y las Comisiones de víctimas y de búsqueda
locales, sobre asuntos de búsqueda, identificación
forense y atención a víctimas, además
de sesiones periódicas de revisión colectiva de
carpetas, organizadas por grupos de seis personas
de cada colectivo en las sedes de las cuatro
fiscalías regionales presentes en el estado.
En ambos casos, el top-down desde arriba y
el bottom-up desde abajo, se da la formación
de espacios de interacción entre actores sociales
y autoridades, gubernamentales y no, que
pueden concebirse como interfaces socioestatales
(Isunza, 2005, citado por Villarreal, 2020:
79) dentro de la gobernanza, entendida como
el conjunto de “los procesos de gobierno, instituciones,
procedimientos y prácticas mediante
los que se deciden y regulan los asuntos que
atañen al conjunto de la sociedad” y que, desde
la perspectiva de los derechos humanos, refiere
“al proceso mediante el cual las instituciones
públicas dirigen los asuntos públicos, gestionan
los recursos comunes y garantizan la realización
de los derechos humanos” (ACNUDH, 2022). La
irrupción de la desaparición como problema público
ha implicado el impulso de la acción colectiva
y de la creatividad por parte de las agrupaciones
de familiares que han trabajado en rubros
tales como el “registro y documentación de casos,
denuncia pública, diálogo con autoridades,
impulso de marcos legales, creación de redes,
búsqueda de desaparecidos y construcción de
memoria” (Villarreal, 2020: 83; Villarreal, 2014).
Las mesas de seguimiento de casos entre familiares
organizados y ministerios públicos representaron
en su momento, en la década de 2010
particularmente, una estrategia innovadora que
anticipó y ayudó a forjar desde abajo, a partir de
experiencias y prácticas de años, el contenido
de la Ley General en Materia de Desaparición,
promulgada en 2017, así como de los Protocolos
Homologados de Investigación y de Búsqueda,
cristalizando, entre otros, el importante derecho
a la participación de las familias en varios procesos
de búsqueda, investigación e incidencia
política.
Esta misma lógica, desde finales de 2019 y,
sobre todo, en 2020 y 2021, se ha reproducido
en Guanajuato: los colectivos respondieron al
ninguneo estatal y a la minimización de la problemática,
históricamente ausente en la agenda
política y mediática en la entidad, a través de
una presencia en el espacio público. Esto fue
mediante un mayor y mejor posicionamiento
con comunicados y declaraciones en los medios
de comunicación, con narrativas distintas de
las dominantes y no revictimizantes, y la toma
simbólica de calles, plazas, sedes de la fiscalía.
Las exigencias se hicieron cada vez más puntuales,
determinadas por el reconocimiento de las
víctimas directas e indirectas como sujetos de
derechos y de los colectivos como interlocutores,
así como por la apertura de un diálogo, una
“interfaz socioestatal”, sobre legislación local,
búsqueda, atención a víctimas, hallazgos e identificación,
entre otros temas.
Desde 2009, en el caso de Veracruz, con
el Colectivo por la Paz Xalapa, en el de Nuevo
León, con Agrupación de Mujeres Organizadas
por los Ejecutados, Secuestrados y Desaparecidos
(Amores), y el de Coahuila, con Fuerzas
Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila
(Fuundec), así como en Guanajuato años después,
dentro de un contexto legal más consolidado
en el país, estas mesas fueron posibles
porque los familiares de las personas desaparecidas
deciden actuar como colectivo en el espacio
público, en lugar de atender cada uno su problema
de manera individual y privada; además, se ha dado
la confluencia entre estos familiares y organismos
ciudadanos de derechos humanos o activistas individuales
con experiencia en la atención jurídica que
apoya con la documentación de casos y la asesoría
legal a los familiares, que a su vez se apropian
de los casos y los conoce; crean o se vinculan a
redes nacionales; contactan a organismos internacionales
de derechos humanos y les exponen la
problemática local; dan a conocer el problema y
difunden sus demandas en los medios, y si hay un
cerco informativo local, recurren a Internet y medios
externos; llevan a cabo acciones en la calle,
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FABRIZIO LORUSSO, DESAPARECER Y BUSCAR EN GUANAJUATO:
RESPUESTAS COLECTIVAS FRENTE A LAS VIOLENCIAS
marchas, manifestaciones, plantones, no sólo en su
entidad sino también en la capital del país; vinculan
la exigencia de encontrar a sus familiares desaparecidos
con temas más amplios como la necesidad
de desarrollar instrumentos legales y operativos
para atender los casos actuales y los futuros (Villarreal,
2016: 28).
La participación no institucionalizada y la
gobernanza desde abajo en Guanajuato se han
entremezclado con mecanismos desde arriba
e intentos de control y encauzamiento de las
reivindicaciones por parte de las autoridades,
especialmente después de la aprobación de un
marco legal estatal en 2020 (Ley de Búsqueda,
Ley de Víctimas, Ley de Declaración Especial
de Ausencia) y del ejercicio, en 2021, de ocho
mesas de trabajo coordinadas y dirigidas por la
FGE: ésta, aunque el espacio fue logrado gracias
a un plantón y a los comunicados de algunos
colectivos, fue llevando netamente la batuta
sobre la agenda, los tiempos, los participantes y
el alcance real de esta interfaz, transformándola
así desde un espacio conseguido desde abajo
en uno semidirigido desde arriba y con menores
márgenes de incidencia política.
Haciendo un balance provisional en el contexto
mexicano, un informe del Observatorio
Nacional Ciudadano (2020), centrado en las respuestas
colectivas ante las desapariciones y en
el hecho de que las cifras de las desapariciones
no han dejado de aumentar, describía así la situación
en 2020:
si bien es cierto que experiencias en donde participa
la sociedad civil cada vez son más comunes,
como la creación de leyes para castigar y prevenir
la desaparición, el diseño de protocolos de búsqueda,
la creación de comisiones de búsqueda o
la convocatoria de especialistas para atender casos
específicos de desaparición de personas; en los hechos,
esto no ha logrado reducir o atajar de manera
efectiva la problemática de las desapariciones en
México. Un ejemplo de lo mencionado es que los
procesos de encuentro entre la sociedad civil y gobierno
no han suscitado una reducción de la incidencia
de este delito (Rivas Rodríguez, 2020: 87).
Aun así, el balance no puede considerarse
predominantemente negativo para los colectivos
en México, y particularmente en el caso de
Guanajuato, pues en pocos meses abrieron canales
antes inexistentes, lograron algunas mejoras
concretas y mayores intercambios informativos,
y siguen visibilizando algo que antes era
negado oficialmente, colocando en la agenda
del gobierno, de la fiscalía y de la opinión pública
las temáticas de la desaparición, la búsqueda,
las carencias institucionales y los hallazgos de
fosas clandestinas.
A partir del caso del estado de Jalisco y del
colectivo de mujeres de Por Amor a Ellxs, de
la Zona Metropolitana Guadalajara, Cepeda y
Leetoy (2021: 182, 183) utilizan los conceptos
de agencia cívica y ciencia ciudadana para enmarcar
las acciones y estrategias de las familias
para afrontar la crisis forense y de desapariciones,
que las han convertido en expertas en derechos
humanos, temas jurídicos, documentación,
antropología forense y comunicación digital y
que contribuyen a la búsqueda e identificación,
plantean medidas preventivas y exigen al Estado
participar en la propuesta de una nueva ley
estatal en materia de desaparición, que finalmente
fue aprobada en marzo de 2021.
Cepeda y Leetoy (2021) destacan la eficacia
y perseverancia, visible en redes sociales como
Facebook y Twitter, del colectivo en su obra de
recolección y difusión de información relevante
que trasciende las fronteras del estado y resulta
de utilidad también en el vecino Guanajuato,
pues muchos casos de una y otra entidad tienen
que ver con dinámicas fronterizas y desplazamientos
a lo largo del eje León-Lagos de Moreno-Guadalajara:
Por Amor a Ellxs comparte en su página de Facebook
información acerca de qué hacer en caso
de la desaparición de un familiar, asesoría sobre la
toma de muestras de ADN, fichas de búsqueda,
descripción de cuerpos encontrados en el Servicio
Médico Forense (SEMEFO), demandas al gobierno,
información acerca del desarrollo de una ley estatal
de desaparición y de víctimas, así como nombres
de personas que se encuentran en las morgues y
que no han sido reclamadas por sus familiares. Su
labor ha contribuido a la identificación de más de
100 personas desde sus inicios en 2016 (Cepeda y
Leetoy, 2021: 183).
Los colectivos, movilizados por el dolor y la
inoperancia institucional, son protagonistas de
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 507-530
dinámicas autónomas de actuación, cambio y
empoderamiento, o sea de agencia cívica, “debido
a las carencias estructurales del Estado para
proveer seguridad y justicia” (Cepeda y Leetoy,
2021: 189). Señala al respecto el Observatorio
Nacional Ciudadano, con base en investigaciones
periodísticas y académicas, que “las autoridades
en sus distintos niveles llegan a cometer
una serie de negligencias en los procesos de localización
e identificación de las víctimas, lo que
entorpece o impide que los familiares conozcan
el paradero de sus seres queridos” (Rivas Rodríguez,
2020: 88), siendo algunas de las más
impactantes la falta de avances e integración de
las carpetas de investigación, el incorrecto registro
de elementos clave de cuerpos recuperados
o el mal manejo de cuerpos durante la exhumación
o la inhumación.
Gracias a formas de participación y acción en
el espacio público y en los colectivos, que antes
no tenían, la figura del o de la “familiar” se
torna categoría política y moral (Cepeda y Leetoy,
2021: 185). Los familiares no cuentan con
reconocimiento institucional o certificación oficial
de sus saberes, por lo que son considerados
amateurs que, sin embargo, “rompen fronteras
del conocimiento obligados por el dolor y la ineficiencia
de los cuerpos de seguridad” (Cepeda
y Leetoy, 2021: 190): al hacerlo, construyen
conocimiento mediante la investigación extrainstitucional,
la capacitación independiente y el
aprovechamiento de inteligencias colectivas, es
decir, crean “ciencia ciudadana” y van más allá
de las relaciones de poder-saber impuestas desde
el Estado.
Cepeda y Leetoy concluyen, entonces, que
“el dolor y la rabia se canalizan en estrategias de
ciencia ciudadana que, a través de la implementación
de saberes experienciales, construyen
formas de agencia frente a la crisis de seguridad
y violencia en México” (2021: 184). Lo anterior
resulta pertinente para interpretar realidades
distintas de movilización social frente a múltiples
formas de violencia, como las que se han
vivenciado en Guanajuato con la multiplicación
de los colectivos, cuyo número pasó de dos a 17
entre noviembre de 2019 y junio de 2022, y la
intensificación de sus estrategias de búsqueda,
incidencia y relacionamientos con las instituciones,
tal como lo señala el Observatorio Nacional
Ciudadano:
Los colectivos de familiares y organizaciones no
gubernamentales promueven ejercicios científicos
y legales rigurosos para dar con el paradero de las
víctimas de desaparición, tal es el caso del Equipo
Mexicano de Antropología Forense (EMAF), quien
capacita a grupos de familiares de desaparecidos a
fin de incrementar las posibilidades de localización
de las víctimas (Rivas Rodríguez, 2020: 88).
Por lo anterior, cabe destacar cómo la reproducción
y uso práctico de ciencia ciudadana,
que luego es compartida de manera abierta entre
colectivos de distintas entidades, influye positivamente
en la capacidad de incidencia y de
agencia cívica, abriendo espacio para mecanismos
de exigibilidad que garanticen un ejercicio
más pleno de los derechos humanos previstos
por la Constitución, las leyes y tratados internacionales.
Los mecanismos de exigibilidad y de activación
concreta de los derechos humanos, y entre
ellos del derecho a ser buscada de toda persona
desaparecida, son explicados y pasan por una
serie de garantías que posibilitan su eficacia y
que pueden ser de tipo institucional, cuando son
encargadas a los poderes públicos, y extrainstitucional,
cuando son encomendadas a las personas
titulares de los derechos, como lo explica
Ramírez Hernández (2019: 95-96), al tratar los
mecanismos extrainstitucionales específicos
para la búsqueda de las personas desaparecidas
en México. Paralelamente a los mecanismos locales
y federales, a menudo poco interconectados
y coordenados a nivel nacional y regional
(CICR, 2015: 13), existen otros instrumentados
de manera prácticamente obligada por las familias
de las víctimas directas, a menudo unidas
en grupos o colectivos, para buscar y encontrar
a sus seres queridos con sus propios recursos
frente a la endémica ineficiencia o inacción institucional
al respecto.
Ramírez (2019: 97), que considera los casos
de tres agrupaciones nacidas en 2014 dedicadas
a la búsqueda de fosas clandestinas, a saber, el
colectivo de Los otros desaparecidos de Iguala,
el Solecito de Veracruz y las Rastreadoras
de El Fuerte de Sinaloa, reconoce en ellos fines
tales como investigar y buscar más allá de las
diligencias del Ministerio Público, intercambiar
la información, articular planes, hacer visible la
relevancia de la búsqueda, hacer análisis de con-
513

FABRIZIO LORUSSO, DESAPARECER Y BUSCAR EN GUANAJUATO:
RESPUESTAS COLECTIVAS FRENTE A LAS VIOLENCIAS
texto. Para ello cooperan de forma colectiva las
víctimas y sus colectivos mediante repertorios
tales como las brigadas y caravanas itinerantes
de búsqueda en vida o en terreno, la participación
en mecanismos de coordinación con autoridades,
la elaboración de manuales y protocolos
ciudadanos de búsqueda e identificación forense,
la formación de alianzas o la adhesión a movimientos,
la capacitación, el establecimiento de
relaciones con acompañantes y defensores de
derechos humanos, la formulación de estrategias
para la captación de recursos, y la creación
de campañas digitales y plataformas de denuncia
y difusión (Ramírez Hernández, 2019: 98).
Tras la aprobación de la Ley General en Materia
de Desaparición en 2017 y de las correspondientes
leyes estatales, que han ido creado una
constelación de mecanismos institucionales a
nivel local, los mecanismos extrainstitucionales
arriba mencionados siguen funcionando, pues
por un lado son parte de procesos de afrontamiento
personal y de agenciamiento cívico ante
el dolor y el agravio. Por otro, la cifra de las y
los desaparecidos supera las 100 mil personas
en mayo de 2022, de modo que “las mujeres y
hombres que buscan a sus familiares desaparecidos
continúan sin recibir respuestas institucionales
sobre su paradero, por lo que exigen se
cumpla y respete su derecho a participar en la
búsqueda” (Ramírez Hernández, 2019: 104).
Pese a los nuevos marcos institucionales y a
avances en materia legal y de reconocimiento o
visibilización de la problemática, la situación ha
empeorado de manera general por la pandemia
y las restricciones y recortes que ha implicado
de manera inmediata, a partir de marzo de 2020,
y también en el mediano plazo. Esto detonó, en
Guanajuato, procesos de búsqueda independiente,
aun con semáforo rojo, y avances en los
hallazgos promovidos por las buscadoras (Informativo
Ágora, 2021), mostrando cómo desde el
lado extrainstitucional se estaban construyendo
formas de agencia cívica y gobernanza desde
abajo para manejar una problemática que, lejos
de estabilizarse por la contingencia, iba recrudeciéndose.
Con la pandemia se intensificaron dinámicas
de exclusión social, violencia y desaparición,
tal como afirman Martínez y Díaz Estrada:
Las desapariciones durante la pandemia ocurren
por una dispersión de los espacios de violencia. A
pesar de las restricciones de movilidad generada
por los aparatos de gobierno, el ejercicio de prácticas
paralegales se intensifica en las territorialidades
en las que se instalan. El desencadenamiento
de las violencias sufridas en los últimos meses en
el territorio mexicano no señala únicamente la discontinuidad
de las formas modernas del monopolio
legítimo de la violencia, sino un desplazamiento
paralegal que se manifiesta en las suspicacias establecidas
entre las instituciones y el crimen organizado
(2021: 36).
En términos de organización y respuesta ciudadana,
entonces, y más en tiempos de pandemia
y restricciones, tras una ulterior ralentización
de las instituciones en el cumplimiento de
sus funciones, “las víctimas de desaparición y
sus familiares se han conformado en activistas
y defensores de derechos humanos, así también
se han transformado en una instancia crítica y
de protesta” (Martínez y Díaz Estrada, 2021: 49).
Así han podido conquistar o abrir espacios políticos
para los derechos humanos y reconstituir
tejidos rotos desde abajo, frente a la inercia burocrática
y a la reiterada e inveterada estrategia
de minimización, disuasión y postergación de
sus demandas por parte de las autoridades.
Marco contextual y metodológico
En el Guanajuato actual los procesos de investigación
participativa sobre las desapariciones
y las relativas respuestas sociales deben considerar
necesariamente un contexto de múltiples
violencias: materiales, psicosociales, estructurales,
simbólicas e institucionales. La distancia,
la negación o la indiferencia de las autoridades
hacia la problemática igualmente han sido factores
notables, junto con respuestas institucionales
tardías y parciales. Un informe académico
basado en fuentes hemerográficas y datos oficiales
contabilizó la presencia, entre el 1 de enero
de 2009 y el 6 de marzo de 2021, de unas
254 fosas clandestinas con un número estimado
de 512 cuerpos en 30 de los 46 municipios de
Guanajuato (Ruiz et al., 2021). Sin embargo, el
fenómeno no era reconocido oficialmente en la
entidad y lo mismo sucedía con la problemática
de la desaparición, cuya dimensión real quedaba
oculta, debido a la opacidad de las cifras, a las fallas
en los registros, al ambiguo discurso oficial y
514

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 507-530
a las prácticas ministeriales revictimizantes que
tendían a minimizarlas (Espinosa et al., 2022).
Desde abril de 2018, a nivel estatal los datos
sobre desapariciones no se habían actualizado
ni difundido, y básicamente se vivía un fenómeno
de invisibilización de la problemática y de criminalización
de las víctimas directas e indirectas
por parte de las autoridades y de sectores
de los medios de comunicación y de la opinión
pública, por lo que Sandoval (2020) identificó
cuatro etapas sucesivas en la relación entre las
víctimas y el gobierno en la entidad: negación,
simulación, criminalización e implementación
de las leyes. Desapariciones, fosas clandestinas,
búsquedas ciudadanas y agravios contra las víctimas
se traducen en graves violaciones a los
derechos humanos cuya responsabilidad puede
remitirse en gran parte al Estado, ya sea por acción
directa u omisión. Estas temáticas habían
sido alejadas deliberadamente de la agenda
pública y política hasta la aparición de varios
colectivos de familiares de víctimas de la desaparición:
ante la inacción de las autoridades se
fue conformando un movimiento que, en mayo
de 2022, cuenta con 17 colectivos de búsqueda,
integrados en su mayoría por mujeres-buscadoras:
15 de estas agrupaciones se formaron
tan sólo desde noviembre de 2019, reuniendo a
cerca de 500 familias de la mayoría de los municipios
del estado.
Otros elementos de contexto importantes
que abonan a la comprensión de las violencias
en Guanajuato los representan, por un lado, la
militarización de las tareas de seguridad pública
y, por otro, la proliferación de negocios criminales
predatorios y extractivos, conducidos
por grupos de contrabandistas de hidrocarburos
y drogas prohibidas y por bandas armadas
que, en algunos casos, fueron articulándose a
la manera paramilitar, como agencias no estatales
bélico-mafiosas (Rosas Vargas et al., 2021:
3). Comúnmente se conocen como cárteles: por
ejemplo, los locales Santa Rosa de Lima (CSRL),
Unión de León y Grupo Sombra, entre otros, y los
“foráneos” Jalisco Nueva Generación (CJNG),
Sinaloa o las organizaciones michoacanas, que
llevarían años disputándose “plazas”, recursos
y territorios, al menos según las versiones periodísticas
y la información oficial disponibles, y
conformando redes macrocriminales y círculos
de impunidad (Saucedo, 2019).
Yendo más allá de las explicaciones centradas
exclusivamente en las disputas criminales
como principales detonadoras de la violencia,
en la literatura (Galindo López, et al., 2018) ha
sido mostrada ampliamente la existencia, en determinados
contextos, de una relación relevante
entre el incremento de las violaciones a los derechos
humanos y la militarización de las funciones
de seguridad pública, como bien lo resumen
Nateras González y Valencia Londoño:
La incorporación de las fuerzas militares en la esfera
de la seguridad interior o ciudadana, sostenida
en el supuesto de que los actos de violencia realizados
por grupos vinculados al crimen organizado
trastocan la soberanía de los Estados y representan
un riesgo, termina por legitimar un Estado de excepción
permanente que exige el accionar militar
en aras de mantener un orden interno, sin estimar
el peligro permanente que implica el accionar militar
en materia de vulneración de los DDHH, por su
vocación de uso irrestricto de la fuerza (2021: 110).
Para completar este enmarque mínimo de la
problemática en la entidad, vale la pena proveer
algunos datos preliminares. Por lo que se refiere
a la presencia militar, cabe mencionar que ésta
ha ido aumentando significativa y constantemente,
de la mano de la escalada de los homicidios
intencionales y la crisis de las desapariciones,
pues los efectivos de la Secretaría de la
Defensa Nacional desplegados pasaron de 1049
en 2019 a 3919 en octubre de 2021 y 4123 en
noviembre (Sedena, 2021; Sandoval González,
2021). Por otro lado, los elementos de Guardia
Nacional, un cuerpo formalmente civil, mas de
facto militar por sus mandos, capacitación, tipo
de operaciones, personal, armamento y despliegues,
en el estado aumentaron de 2110 en julio
de 2019, siendo Guanajuato parte del primer
“paquete” de despliegues de la Guardia recién
cuando comenzó a operar en el país, a 8836 en
noviembre de 2021: esto implica que entre integrantes
de las fuerzas armadas y de la Guardia
había un total de 12,959 efectivos mientras
que el total de los policías municipales y estatales
era menor, de 11,336 (4005 estatales y 7331
municipales) (Sandoval González, 2021; Guardia
Nacional, 2022).
Finalmente, elementos de la GN fueron responsables
de un caso que, nuevamente, llamó la
515

FABRIZIO LORUSSO, DESAPARECER Y BUSCAR EN GUANAJUATO:
RESPUESTAS COLECTIVAS FRENTE A LAS VIOLENCIAS
atención de medios nacionales sobre la violencia
en Guanajuato: el asesinato del estudiante de la
Universidad de Guanajuato, Ángel Yael Ignacio
Rangel, y las lesiones provocadas a la universitaria
Alejandra Carrillo Franco mediante disparos
de arma de fuego el día 27 de abril de 2022
(García, 2022). Este ataque injustificado desató
protestas del sector estudiantil, entre otros, y
revivió el rechazo social a la militarización:
Organizaciones civiles, nacionales e internacionales,
recriminaron al gobierno mexicano por mantener
a las fuerzas militares en tareas de seguridad
pública, algo que, señalaron, ha representado un
alto costo en vidas humanas desde hace tres sexenios.
Amnistía Internacional repudió el asesinato
de Ángel Yael y subrayó que no es un caso aislado,
pues en el 2010, soldados del Ejército mexicano
mataron a Jorge y Javier, dos estudiantes del
Tecnológico de Monterrey, en Nuevo León, durante
un operativo de seguridad […] El Centro de
Derechos Humanos Agustín Pro Juárez, calificó el
caso de Ángel Yael como una “ejecución arbitraria”
que debe ser investigada por autoridades civiles,
no bajo el manto militar (Expansión Política, 2022).
La investigación que realicé en 2021 y principios
de 2022, base para este artículo, tiene
como antecedentes dos trabajos sobre la historia
y las acciones de colectivos de familiares de
personas desaparecidas, desarrollados respectivamente
en Iguala, Guerrero, entre 2017 y 2019,
y en Guanajuato, en 2019 y 2020. El énfasis fue,
en este último caso, sobre el contexto que dio
origen a una nueva oleada de agrupaciones de
familiares en búsqueda de sus seres queridos,
a raíz de la explosión reciente de la violencia y
las desapariciones en la entidad. En efecto, los
interlocutores principales para desarrollar la investigación
fueron las y los integrantes de los
colectivos guanajuatenses, particularmente de
Buscadoras Guanajuato.
Un primer paso consistió en realizar el análisis
histórico de la violencia, especialmente de
las graves violaciones a derechos humanos en
la entidad, y del contexto de las desapariciones,
entendido como un marco de comprensión
complejo y relacional que, a partir de unos casos,
los va relacionando con otros casos similares,
o bien, como la “investigación de varios casos
interrelacionados para identificar y analizar
justamente esa vinculación” (Chica, 2019: 47).
La investigación fue de tipo interdisciplinar, retroalimentada
constantemente por procesos de
incidencia y participación con los actores. Dentro
de un “ciclo inductivo-deductivo-inductivo”
se trató de comprender y analizar cómo ha sido
la travesía, la experiencia y la percepción, de las
familias en búsqueda de sus seres queridos y
cuáles han sido las vivencias y las respuestas de
las víctimas indirectas ante la desaparición y la
violencia en Guanajuato, haciendo hincapié en el
caso del colectivo Buscadoras Guanajuato. Éste
es formado por una decena de integrantes, representantes
de otras tantas familias, y la mayoría
son mujeres del área metropolitana de León.
El enfoque general siguió un paradigma de
tipo interpretativo y sociocrítico, dentro de
una metodología predominantemente cualitativa
e interdisciplinar. El uso de métodos de las
ciencias sociales como la Investigación Acción
Participativa (IAP), la historia oral, la observación
participante y la descripción etnográfica se
consideraron como adecuados para dar cuenta
de las vivencias y respuestas de las buscadoras
en un contexto violento. En este sentido, resultó
difícil separar los momentos propiamente participativos,
de acompañamiento y acción, de los
investigativos, siendo parte de un mismo proceso,
como destacan Anisur Rahman y Fals Borda:
Recordemos que la IAP, a la vez que hace hincapié
en la rigurosa búsqueda de conocimientos, es un
proceso abierto de vida y de trabajo, una vivencia,
una progresiva evolución hacia la transformación
estructural de la sociedad y de la cultura como objetivos
sucesivos y parcialmente coincidentes. Es
un proceso que requiere un compromiso, una postura
ética y persistencia en todos los niveles. En fin,
es una filosofía de vida en la misma medida que es
un método (1991: 49).
Después de una fase de mapeo de la desaparición
y de la organización de los colectivos
de familiares en la entidad, utilizando fuentes de
tipo cualitativo y cuantitativo y los resultados de
investigaciones exploratorias anteriores y experiencias
de acompañamiento, la investigación se
ha guiado con el método de la historia oral para
la construcción de narrativas, historias de vida y
memoria acerca de la desaparición, la violencia,
las respuestas y resistencias instrumentadas a
516

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 507-530
partir de estos hechos (Juárez, et al., 2012; Scott,
2007; Vélez Salas, 2016).
La pesquisa hemerográfica y la entrevista
en profundidad con familiares, la observación
participante, la observación “externa” y la descripción
densa del repertorio de acción y organización
de los colectivos, de sus reuniones y
búsquedas, incluyendo los foros y acciones que
se desarrollaron junto con autoridades, medios
y otras organizaciones, fueron las técnicas utilizadas
para documentar los procesos. El trabajo
ha implicado traslados y estancias de campo en
León, Guanajuato capital, Irapuato, San Luis de
la Paz, entre otras, por lo que fue incluido en los
correspondientes cronogramas y presupuestos
solicitados a mi institución. Asimismo, el proceso
interno implicó una evaluación preliminar y
anónima (doble ciego) realizada por pares académicos
y la discusión del proyecto en comunidades
de investigación internas y externas.
La información generada y recopilada gracias
al proceso de investigación documental y de
campo fue objeto de sistematización y ordenamiento,
particularmente mediante mapas, líneas
del tiempo, análisis básicos de contenido por categorías
y temáticas, con cruce de información
y datos, interpretación de narrativas y marcos
cronológicos. Esto con el fin de cogenerar materiales
de utilidad tanto para la construcción de
los productos académicos como para sostener
en términos de conocimiento o de divulgación
la labor de los mismos actores que en ella participaron
y la posibilitaron. En este sentido, el
trabajo colaborativo, la construcción en conjunto
de las fuentes mediante la historia oral o los
procesos de acompañamiento, y la retroalimentación
con los actores involucrados fueron centrales,
contribuyendo al diálogo entre las víctimas-defensoras
y la academia.
En el proceso de investigación se trató de
considerar e incorporar la subjetividad de los actores,
incluyendo al mismo investigador-facilitador,
a partir de una metodología participativa e
interpretativa, basada en la no separación entre
sujeto y objeto y en el desarrollo práctico de las
actividades en conjunto con las participantes.
El involucramiento directo del investigador en
ellas constituyó, desde luego, un reto para llevar
a cabo el trabajo, comprender sus límites, alcances,
desenlaces y resultados en términos teóricos,
éticos y de incidencia. Por un lado, pese a
la confianza creada durante meses de colaboraciones,
nunca dejan de existir dinámicas estructurales
y asimetrías, representadas por el género
masculino del investigador, por su posición de
académico “experto” y hasta por la condición de
extranjería; por otro lado, la construcción de las
relaciones que permitieron un desarrollo adecuado
de la investigación fue realizada de forma
gradual durante todo el primer año de vida de la
agrupación (2020), considerando pautas de dialogo,
consulta previa y atención a la generación
de condiciones para la sanación y la no revictimización,
mediando también la intercesión y el
apoyo de las familias y las personas que crearon
el colectivo o que desempeñaron papeles de
enlace externo y vocerías. Antes y después del
periodo asignado institucionalmente para la investigación
(2021) las distintas actividades realizadas
en conjunto, como el acompañamiento o
coadyuvancia en búsquedas y mesas de trabajo
o en la organización de capacitaciones, marchas
y misas, fueron definidas y solicitadas por el propio
colectivo, generando un terreno fértil de intercambio
y colaboración.
Para este trabajo se realizaron entrevistas semiabiertas
en profundidad a dos buscadoras del
colectivo, Nallely Gómez y Juana B., 2 que han
tenido papeles representativos, organizativos y
de vocería en distintos momentos de la vida del
grupo; y dos entrevistas sobre tópicos más acotados
a una mamá, Silvia García, y a su esposo,
Armando Rodríguez, quienes buscan a su hijo
Armando Isaac, desaparecido en León el 18 de
septiembre de 2019, y contribuyeron a la fundación
del colectivo Buscadoras Guanajuato. Las
personas participantes leyeron y suscribieron un
acuerdo de consentimiento informado y, además,
se les pidió permiso para que su nombre
pudiera publicarse en este texto 3 . Además, revisaron
el contenido de las transcripciones, elimi-
2 Nallely busca a su hermano Jorge Omar Gómez, desaparecido
en León el 29 de noviembre de 2017, en su primer día de
trabajo como conductor de Uber. Juana B. es un nombre inventado.
Previa consulta directa con la persona entrevistada,
sus datos y los de sus familiares aquí han sido modificados
por razones de seguridad, sin que esto perjudique el contenido
y el significado del testimonio.
3 En el caso de Silvia y Armando, partes de la conversación,
con su consentimiento, había sido publicada en 2020 en el
portal PopLab.Mx, como se reporta en la correspondiente
nota bibliográfica, y los temas tratados en el guion de las
entrevistas fueron: vida y memoria de su ser querido desaparecido;
significado de la búsqueda y el encuentro (buscar y
encontrar); valor y participación en colectivo; mensaje para
su hijo.
517

FABRIZIO LORUSSO, DESAPARECER Y BUSCAR EN GUANAJUATO:
RESPUESTAS COLECTIVAS FRENTE A LAS VIOLENCIAS
nando en algunos casos las secciones que ya no
deseaban dejar asentadas. Los tópicos principales
del guion de las entrevistas semiestructuradas,
derivados principalmente de los objetivos
de la investigación y de los planteamientos de
las personas participantes, fueron los siguientes:
• Vida e historia personal y familiar
• Localidad, comunidad y sus cambios
• Situación y violencia en Guanajuato
• La desaparición en general
• La desaparición de un ser querido,
su vida y memoria
• Respuestas y acciones, individuales
y colectivas
• La búsqueda
• El miedo
• El colectivo
• Las autoridades
• Cambios y aprendizajes, personales
y colectivos
El procesamiento de las entrevistas implicó
un análisis de contenido de tipo cualitativo y
temático, con base en las categorías derivadas
tanto de los tópicos del guion como de los temas
emergentes de las conversaciones, teniendo
en cuenta en todo momento los elementos
sociohistóricos, geográficos y políticos, deducidos
de otras fuentes, que permitieran una adecuada
contextualización del contenido y de sus
significados.
Debido a la pandemia de COVID-19, a las
fuertes restricciones sociosanitarias y las consecuencias
también económicas y psicosociales
de la contingencia, particularmente evidentes
todavía durante todo el 2021, hubo limitaciones
significativas al tipo de actividades posibles de
realizar para con los colectivos y con Buscadoras
Guanajuato, en particular: entre brotes de
COVID-19 y semáforos rojos impuestos por las
autoridades locales y federales, se dificultó mucho
la búsqueda en campo, frustrando de alguna
manera las expectativas de las familias, y se
ralentizó la de por sí insuficiente labor de ministerios
públicos, peritos e investigadores de las
fiscalías. Asimismo, desde la perspectiva de la
investigación, se vieron relativamente limitadas
y más difíciles de planear las actividades de tipo
presencial como las entrevistas en profundidad,
los talleres y grupos focales. Los objetivos, métodos,
alcances y disyuntivas éticas del proyecto
de investigación e incidencia fueron dialogados
con las voceras del colectivo Buscadoras
Guanajuato y compartidos de forma más sintética
con sus integrantes en diferentes momentos,
pues el acompañamiento a sus actividades, la
colaboración y el conocimiento recíproco surgió
antes y continuó después de la realización del
propio proyecto.
Organización, música y memoria
Por su naturaleza la investigación tuvo desenlaces
y productos mixtos, entre aportes al conocimiento,
testimonios y documentaciones,
momentos de incidencia y acompañamiento,
así que, a manera de síntesis de resultados, haré
hincapié en las experiencias y los elementos más
significativos, seleccionados por su relación con
los objetivos del trabajo y repartidos según los
tópicos siguientes: (a) aportes y sistematización
del conocimiento; (b) memoria, difusión y sensibilización.
a. Sistematización compartida de
conocimiento en tiempos de pandemia
Como resultado de un proceso de documentación,
acompañamiento y diálogo con integrantes
del colectivo Buscadoras Guanajuato,
elaboramos una suerte de decálogo de áreas o
actividades estratégicas para la agrupación que
bien pueden generalizarse a otros colectivos de
búsqueda, siempre considerando que, según sus
capacidades, tiempos y recursos, van variando
las prioridades y la profundidad o dedicación
viable para cada actividad.
1. Búsqueda en vida (y participación en células
municipales) y búsqueda de campo (independientes
u organizadas por las Comisiones
estatales).
2. Revisión de carpetas individual o colectivamente
con Ministerios Públicos, eventualmente con
acompañamiento de personas defensoras de derechos
humanos, clínicas de litigio, asesores jurídicos.
3. Mesas de trabajo con autoridades en materia
de búsqueda y contexto, de identificación
forense, de atención a víctimas, entre otras posibilidades.
4. Revisión periódica de galerías en los Servicios
Médicos Forenses u otros centros de res-
518

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 507-530
guardo de cuerpos y restos humanos y documentación
para poder almacenar y compartir la
información.
5. Capacitación en materia de búsqueda,
protocolos, arqueología, antropología, ciencias
forenses, criminalísticas, historia, sociología y
derechos humanos, entre otras, ya sea mediante
formas de autoformación o capacitación interna,
o bien con organizaciones de la sociedad
civil o personas académicas.
6. Construcción de redes e iniciativas con colectivos
del estado, del Bajío, nacionales o internacionales,
y participación en movimientos (por
ejemplo, en el caso de Buscadoras Guanajuato,
el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en
México).
7. Acciones de presencia en el espacio público
(protestas, caravanas, marchas, árboles y
tendederos simbólicos, plantones, tomas simbólicas
de sedes institucionales, caminatas, entre
otros repertorios).
8. Proyectos de memoria, culturales, de difusión
y sensibilización social.
9. Comunicación, enlaces y presencia mediante
redes sociales digitales y en medios de
comunicación (en general a través de vocerías).
10. Reuniones o encuentros para compartir,
convivir y para la toma de decisiones, ya sean
presenciales o a distancia, entre integrantes del
colectivo y/o con personas acompañantes.
Se trata de una lista parcial y preliminar, basada
también en trabajos académicos previos
mencionados en el estado del arte, y en la observación
concreta de los grupos de Guanajuato,
pensada a manera de “taxonomía en construcción”
sobre áreas de acción o de interés en
el quehacer de las familias organizadas. Dependiendo
de las propensiones y posibilidades de
sus integrantes, su número, tiempos y capacidades,
habrá áreas más fuertes o ausentes dentro
de las agendas y repertorios de cada grupo;
sin embargo, el ejercicio, realizado a través de
documentos colaborativos y chats, fue de utilidad
para explicitarlas, socializarlas y concientizar
sobre las posibilidades de “agencia cívica”
e incidencia en modos de gobernanza desde
abajo, en su interacción con espacios institucionales.
Según varias personas pertenecientes a
los colectivos del estado y de otras entidades,
consultadas de manera informal a lo largo de la
investigación, aunque la acción de búsqueda en
campo, en contextos de hallazgo de restos humanos,
es una acción importante a realizarse y
representa una forma de presión hacia la autoridades
y de cohesión interna de muchos colectivos;
por otro lado, en ocasiones no se considera
prioritaria, pues no se necesita que siempre todos
los colectivos estén presentes, sino que lo
fundamental es que se respete el derecho a su
participación y que la autoridad rinda cuentas.
Esta consideración implica que cada grupo prioriza
agendas distintas en diferentes momentos
de su historia y que, por lo tanto, sean variables
sus repertorios y mecanismos de acción.
En efecto, como es el caso de Buscadoras
Guanajuato, hay agrupaciones que, sin renunciar
a las búsquedas en terreno cuando es posible,
van enfocándose más en mesas de trabajo y revisiones,
en los aspectos comunicativos, narrativos
y de memoria de la lucha, en comunicar
hallazgos y utilizar las redes, en tender puentes
y enlaces con la academia y la sociedad civil, y
en impulsar a todas las autoridades a que hagan
su trabajo: es decir, en formas de construir
ciencia ciudadana mediante capacitaciones y
aprendizajes adquiridos y retransmitidos desde
la práctica, así como en agencias cívicas basadas
en la ampliación de la participación interna,
la rotación de funciones o “cargos” y en esa formación
de saber-poder para negociar con las
autoridades. Todo lo anterior depende de muchos
factores como, por ejemplo, la visión y las
inclinaciones del núcleo organizador y de las voceras
de los colectivos; la historia o “tradición”
de la agrupación; la situación de inseguridad en
el contexto local; los recursos y tiempos a disposición;
la ubicación geográfica de las familias;
el perfil demográfico y numérico, es decir, el tamaño
del grupo; el contexto sociopolítico; así
como las posibilidades materiales, laborales y
emocionales de sus integrantes de poder salir a
búsqueda, teniendo en cuenta que en Guanajuato
desde agosto de 2020 éstas se han desarrollado
prácticamente sin interrupciones a lo largo
de todo el territorio, a excepción del periodo de
suspensión de enero y febrero del 2021, debido
a la pandemia.
El fenómeno global de las contingencias por
COVID-19 ha llegado a caracterizar profundamente
la actuación de los colectivos, que por
largos periodos se han organizado y han buscado
a sus familiares vía plataformas digitales,
519

FABRIZIO LORUSSO, DESAPARECER Y BUSCAR EN GUANAJUATO:
RESPUESTAS COLECTIVAS FRENTE A LAS VIOLENCIAS
en una mezcla necesaria de estrategias digitales
y presenciales. En todos los ámbitos de la vida
social la pandemia ha acelerado, revelado o exacerbado
mecanismos semiocultos preexistentes
y, a la vez, ha detonado otros, también respecto
de la búsqueda, la desaparición, las respuestas
instrumentadas por las familias y sus experiencias
de vida. Al respecto, Martínez y Díaz Estrada
comentan:
La búsqueda de personas en tiempos de pandemia
en México ha intensificado las tensiones con
las formas institucionalizadas de intervención ante
esta grave violación de los derechos humanos. Las
políticas sociosanitarias determinadas en la pandemia
por parte del gobierno mexicano han desplazado
la actividad de los colectivos de búsqueda
a una posición marginal, orientada principalmente
por lógicas de dependencia y de verticalidad en la
toma de acciones y decisiones. El escenario pandémico
ha promovido una mayor exposición, inseguridad
y vulnerabilidad tanto a los colectivos, de forma
particular, y a los defensores de los derechos
humanos y ambientales, en general. También ha
visibilizado los vínculos intercolectivos e interinstitucionales
que permiten considerar las autonomías
y dependencias en las búsquedas de los desaparecidos.
La problemática de los y las desaparecidas
se intensifica, no ya solo por su desaparición, sino
también por las posibilidades efectivas de su localización
(2021: 51).
Debido a que sobrevivientes y testigos de la
violencia han sido insertados sistémicamente en
espirales de desaparición y muerte, producto
de dispositivos necropolíticos recrudecidos en
el contexto pandémico, las buscadoras de Guanajuato
han promovido mecanismos de gobernanza
desde abajo, en diálogo, pero también en
contraposición según el caso y el momento, con
la gobernanza desde arriba y la institucionalidad,
con sus formalidades y canalizaciones que,
muchas veces, acaban siendo restrictivas de las
demandas, de la creatividad y de la expansión
interpretativa y material de los derechos.
En enero y febrero de 2021 la Comisión Estatal
de Búsqueda en Guanajuato tuvo que suspender
sus operaciones en campo por las medidas sanitarias
y el alza de los contagios de la segunda
ola, suscitando molestias, pero también reacciones,
como las búsquedas independientes,
“desde abajo, entre los colectivos. “En tiempos
de pandemia la disposición para encontrarlos es
considerada por el gobierno como una actividad
no esencial; para los familiares la necesidad de
búsqueda se intensifica y se detonan procesos
de frustración en sus pretensiones movilizadas
por el gobierno (Martínez y Díaz Estrada, 2021:
51)”. En palabras de Juana B., integrante de Buscadoras
Guanajuato:
[La pandemia] La ha trastocado profundamente,
es decir, no podemos decir que la pandemia está
alejada de las personas que estamos buscando; no,
por el contrario, como lo vimos la semana pasada
[enero de 2021] con la Comisión Estatal de Búsqueda
[de Guanajuato], ha parado la operación en
términos de búsqueda, haciéndola más complicada
y, probablemente sin la presencia de las familias
por la misma restricción sanitaria, pero también el
marco legal, en la parte de seguir con el proceso
de declaración de ausencia de [nombre de su familiar],
no ha sido posible por la pandemia, porque
además las autoridades no han implementado mecanismos
que puedan ser alternativos para seguir
los trámites de manera a distancia, o por internet, u
online, como le quieras llamar, no lo ha hecho, ‘tons
en ese sentido sí nos ha trastocado, profundamente,
el tema de la búsqueda de nuestro desaparecido
(Juana B., 2021).
En otro frente, entre junio y agosto de 2021,
por iniciativa de la Fiscalía Especializada en Delitos
de Desaparición Forzada y desaparición
cometida por particulares del estado, pero también
como resultado de las mesas de trabajo
que la institución estaba llevando a cabo con los
colectivos, se realizaron mesas de revisión de
carpetas de investigación en cada sede regional
de la fiscalía, atendiendo cada día a grupos de
seis integrantes de cada colectivo.
Aunque no se permitió el acceso o acompañamiento
directo de personas defensoras de derechos
humanos, sino sólo de las voceras de los
propios colectivos como facilitadoras logísticas
y acompañantes de las demás compañeras, el
ejercicio resultó ser de utilidad y fue percibido
como un avance por parte de la mayoría de las
familias, pues muchas carpetas y casos estaban
en estado de abandono y estancados, necesitando
algún empuje e insistencia desde arriba,
por parte de la fiscalía, y desde abajo, mediante
520

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 507-530
la presión de las agrupaciones. Desde la academia
y la sociedad civil, como parte de la investigación-incidencia,
la Plataforma por la Paz y la
Justicia en Guanajuato, un proyecto académico
y político de acompañamiento a víctimas de violaciones
graves a derechos humanos en el estado
(Sandoval, 2021), realizó un taller básico, vía
plataforma Zoom, de revisión de carpetas con
el colectivo Buscadoras Guanajuato y otros grupos
para apoyarles en la preparación de la batería
de preguntas y cuestionamientos puntuales
que plantearían a su MP.
Esto fue con base en un proceso colaborativo
de retroalimentación y formulación de dudas,
preguntas y respuestas, consulta con personas
expertas y construcción de una guía breve para
la revisión de carpetas ante el MP que fuera de
interés para las familias que, a veces por primera
o segunda vez, encaraban a una autoridad ministerial
tendencialmente lenta u omisa. La construcción
de la actividad formativa fue a partir de
listados preliminares con los asuntos más apremiantes
para las familias. Después, fue mediante
un resumen de la guía No somos expedientes.
Guía práctica para familiares en búsqueda de
personas desaparecidas que dan seguimiento a
sus denuncias ante el Ministerio Público, publicada
por el Centro Prodh (2020), desde la cual
se rescataron y contextualizaron los consejos y
aprendizajes más importantes para las familias
de los colectivos. Finalmente, este conocimiento
se compartió y amplió substancialmente gracias
a dos talleres a distancia con familiares, ya en
proximidad de las fechas de las sesiones de revisión
de las carpetas. En términos de exigencias
y potencial desarrollo de ciencia ciudadana, entendida
como cogeneración y reproducción de
conocimiento útil a las buscadoras, Nallely Gómez
expresó lo siguiente:
Y sí me doy cuenta qué es un colectivo, pues, donde
existe como mucha comunicación ¿no? Eh, con
todas, con las búsquedas, con los talleres, con las
capacitaciones, que tenemos nuestros acompañantes,
este, de la Plataforma y, pues, todo mi entorno
cambió ¿no? Pero sí fueron dos años de sufrimiento,
en el que pude haber solicitado la sábana
de llamadas de mi hermano, la sábana de los mensajes
entrantes y salientes y qué, bueno, ya ahorita
que pasaron más de dos años y que uno las solicita
les dicen: “Es que ya se actualizó la base de datos y
ya no se puede recuperar esa información”. O sea,
es coraje que dices tú, pues son datos muy importantes
que nos pueden relevar el paradero de mi
hermano y […] (Gómez, 2021).
La buscadora expresó así la relevancia de
contar ahora con más herramientas y conocimiento,
gracias al colectivo y al acompañamiento
de sectores académicos y defensores de
derechos humanos. Asimismo, Nallely Gómez
destaca cómo la búsqueda individual se transforma
en colectiva, en una forma de apoyo mutuo
fundada en la confianza:
Platicar con ellas y que me compartan y me hagan
parte de su vida, me hagan parte de su historia, me
compartan estas cosas, me gusta mucho escuchar,
porque cuando salgo a las búsquedas me gusta
mucho, como que no salir a buscar sólo a mi hermano,
sino a buscar al de las demás (Gómez, 2021).
Hablando de los aprendizajes de este caminar
colectivo, Juana B. relata:
El otro aprendizaje es como ser solidario con el
resto de las familias que están pasando por el mismo
proceso, en términos de, cada personalidad
tiene diferentes formas de accionar y de aprender
y cómo puedes acompañar con tus mismos
conocimientos en esos términos y también en el
acompañar de cómo puedes tener un rol dentro
de los colectivos de las familias o con las familias
para seguirles acompañando y también cómo este
aprendizaje ha llevado, también, a tener un rol de
ciudadano y de sociedad mucho más activa en
los procesos legislativos que nos corresponden,
de exigencia con las autoridades, digamos de un
aprendizaje cívico, por así decirlo […] Otro, evidentemente,
cómo entrar en todo este mundo de
derechos humanos, tan importante, tan relevante
y que, pues, antes no era completamente indiferente,
ahora digamos que es parte de cada una de
las actividades que hacemos como punto principal
y sobre todo el involucramiento como ciudadano,
eso creo que ha sido el mayor de los aprendizajes
y, evidentemente, haberte encontrado con personas
de todas características que acompañan a las
familias, que de alguna forma lo hacen con el interés,
justamente, de visibilizar esta problemática y
también de aprender mutuamente (Juana B., 2021).
El involucramiento gradual de las buscadoras
521

FABRIZIO LORUSSO, DESAPARECER Y BUSCAR EN GUANAJUATO:
RESPUESTAS COLECTIVAS FRENTE A LAS VIOLENCIAS
en tareas de investigación, búsqueda, forenses
y legales se concibe como parte de una lucha
más amplia por los derechos humanos, siendo
centrales los temas de la agencia cívica y del conocimiento
ciudadano que van construyéndose
de manera horizontal y cogenerándose como
intercambio entre integrantes del grupo y con
personas acompañantes. Esto configura una colaboración
dentro de la gobernanza desde abajo,
pero abona a y se retroalimenta con formas
de intervención y aprendizaje en la gobernanza
desde arriba, concretadas a través de canales
formales basados en el principio legal de la participación
conjunta y consulta de los familiares.
Memoria, sensibilización y difusión
Como lo reporta en su página de Facebook,
Buscadoras Guanajuato “nace tras una marcha a
la Fiscalía de León, Guanajuato, México, el 18 de
febrero de 2020, todo ese dolor se transformó
en acción común para generar memoria y buscar
justicia” (Buscadoras Gto., 2020). Desde su
formación, el colectivo ha sido acompañado por
integrantes de la Plataforma por la Paz y la Justicia
en Guanajuato. Al buscar a todos y todas,
acompañando a las víctimas recientes de la desaparición
de un familiar y sumándose a las búsquedas
“de larga data”, las y los integrantes de
los colectivos desarrollan tareas fundamentales
que las instituciones no han cumplido, así como
aprendizajes desde la horizontalidad, la puesta
en común y la agencia cívica, como destaca Nallely
Gómez:
[Hablando de los aprendizajes] A luchar, a romper
ese miedo, a romper el silencio, a no quedarme
callada, a salir y buscar y a tomarnos de la mano,
así como con los colectivos, como que somos ya
muchas y unir fuerzas, es del único modo que te
escuchan, porque aquí a veces, como que el gobierno,
él quiere imponer lo que se va a hacer y yo
creo que, más bien, el gobierno debe hacer lo uno
les pide ¿no? Estamos, como que, aprendiendo a
cambiar todo el entorno, porque antes no, nadie
decía nada y ahorita sí, he aprendido mucho, más
de mis compañeras (Gómez, 2021).
Entre varias iniciativas, como parte de su trabajo
de memoria y sensibilización acerca de la
problemática de la desaparición y de las vivencias
de las buscadoras, dirigido especialmente a
las y los jóvenes, durante 2021 el colectivo Buscadoras
Guanajuato impulsó la grabación de la
canción “Así te buscaré”, lanzada el 30 de agosto
de 2021, Día Internacional de las Víctimas de
Desaparición Forzada. El proyecto no hubiera
podido llevarse a cabo sin el apoyo, la solidaridad,
la voz y las competencias musicales de
Rebeca Lane y su equipo, 4 pues ella es rapera
y “artivista” feminista, de origen guatemalteco,
y siempre ha sido muy sensible, por su propia
historia personal y la de su país, a los temas de la
violencia, de los conflictos armados, las desapariciones
y las graves violaciones a los derechos
humanos. La letra de la obra, redactada a partir
de los testimonios de las buscadoras de Guanajuato
y otros estados, incluye narrativas que son
muestras de vivencias, experiencias, anhelos, resistencias
y de las integrantes de los colectivos
y, más en general, de familiares que a partir del
dolor común, de la indignación y de ejercicios
de agencia cívica elaboran estrategias de “gobernanza
desde abajo” y narrativas alternativas
que contrastan las del poder y manifiestan “capacidad
de articulación desde los márgenes en
conformidad con la indignación y el deseo por
encontrar a las personas desaparecidas que los
impulsa” (Martínez y Díaz Estrada, 2021: 51).
El arranque de la primera estrofa muestra
cómo los deudos se refieren a menudo a la dimensión
onírica para dar y recibir mensajes, para
hablar de la búsqueda, para la comunicación
con sus seres queridos desaparecidos y la esperanza-expectativa
del reencuentro, a pesar de lo
que opine el resto de la sociedad y su entorno
más directo, que normalmente tiende a aislarlos
o estigmatizarlos: “Todas las noches / Te vuelvo
a soñar / Pese a lo que digan / No dejo de esperar
/ También mañana soñaré / Igual que ayer /
Así te buscaré (Así te buscaré)”.
La repetición del sueño en la ausencia es, a
la vez, cercanía e intimidad, y en la última estrofa,
réplica parcial de la primera, la espera y
la lucha contracorriente, “pese a lo que digan”,
4 Colaboración (letra y melodía) de Colectivo Buscadoras
Guanajuato, Rebeca Lane y el autor de este artículo. Créditos:
RP Rebeca Lane: Clara María Vargas Tamayac; producción
y arreglos: Antonio Monterroso y Ana Tuirán; estudio:
Aura Recordings (Guatemala); masterización: Abbey Road
Studios; baterías: Eduardo Navarrete; backing vocals: Kathy
Palma; fotografía fija y video: Deborah Chacón; Legal: Leyton
Alvarado; distribución vía DistroKids; documentación de Suculenta
Pro.
522

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 507-530
se transforma en ocupación del espacio mediante
el grito que denuncia la ausencia y se hace
escuchar más allá del ámbito privado o familiar,
y reivindica la imposibilidad de rendirse, o sea,
la prohibición del olvido y, consecuentemente,
la obligación moral y normativa, pública, de la
memoria: “Gritaré tu ausencia / Prohibido es olvidar”.
Silvia García es esposa de Armando Rodríguez
y juntos buscan a su hijo Armado Isaac Rodríguez
García, desaparecido en León el 18 de
septiembre de 2019. Así describe cómo el colectivo
se vuelve familia y da fuerza en distintos
sentidos, hacia las autoridades y para afrontar
el dolor y, de esta forma, hacerse escuchar más
allá del ámbito privado:
En los colectivos yo creo que somos una familia,
nos comprendemos, sabemos del dolor y de lo que
sentimos, porque muchas veces no lo sentimos con
la familia. Es vernos a los ojos sin saber lo triste que
estamos y que las comprendo y que me comprenden.
¿Sí? Yo creo que a veces se llora más con ellos
que hasta con la familia. Y al no estar con ellos, a
lo mejor te hacen menos caso las autoridades, y así
ya en familia, en grupo, muchos, tenemos que alzar
la voz, sí, para gritar, para que todos nos escuchen,
nos entiendan y sepan que está pasando algo muy
grave y muy triste (García, 2020).
Nallely Gómez así describe su experiencia
en la acción colectiva y el acompañamiento entre
compañeras, aun sin conocerlas a todas “en
vivo” o personalmente:
Pues yo creo que es lo mejor que me pudo pasar,
o sea, después de la desaparición de mi hermano,
te encuentras una nueva familia porque platicas
con tus compañeras o las escuchas y te entienden
y las entiendes. Me gustó mucho conocerlas, este,
aunque sea por videollamada, pero tratar con ellas
y que me digan, conocer sus casos, conocer sus
historias, me gusta mucho escucharlas y decirles:
Oyes ¿qué ropa llevaba tu hijo? ¿Cómo era tu hijo?
Bueno, ¿cómo es tu hijo? ¿Cómo era tu vida antes
de que desapareciera? (Gómez, 2021).
De hecho, el rap, corazón pulsante de la obra,
destila lo vivido, pero igualmente la intencionalidad
de las buscadoras, que es representativa
también de las exigencias sociales para con la
conservación y construcción de una memoria
viva, pese a la muerte que nos rodea y a la incertidumbre,
a la liminaridad del estatus del o de la
desaparecida: “Ni todo el dolor puede paralizar
la memoria construida al caminar”, destaca la
letra. El dolor, más bien, une, conforma comunidades
de dolor y búsqueda que hacen memoria
en el camino y ésta, por tejerse colectivamente,
es más resistente a las narrativas tóxicas y al dolor,
más indómita ante la revictimización, la administración
institucionalizada del sufrimiento,
la violencia estructural y los demás dispositivos
de control y dominio del poder, encarnado en
redes macrocriminales (tramas políticas-criminales-económico
empresariales).
“Cuando te llevaron, sangró mi corazón / No
supe más de ti, mi alma se murió / Buscando la
verdad yo no descansaré / Hasta poder saber,
saber que te encontré”. En su crescendo, el rap
refuerza la idea de una búsqueda sin descanso,
día y noche, a raíz de “esa muerte en vida” que
relatan las familias, en virtud de que se trata de
“Nuestros hijos, hermanos, esposos / Son nuestras
hijas, hermanas y madres”, por lo que hay
que encontrarles, hay que poder volver a escucharles,
más allá de los sueños y de burocráticas
promesas de los entes de la “gobernanza desde
arriba”: “Les buscaremos hasta encontrarles
/ Descansaremos hasta escucharles” es la respuesta
y la consigna.
No sólo desaparecen personas, una, dos o
más veces (Rodríguez, 2020), sino que, en un
contexto de impunidad y colusiones, pactos y
desaseos institucionales, la otra desaparecida es
la justicia, por lo que incumbe preguntarse en
dónde está: “¿Dónde está la justicia? Está desaparecida
/ Pero estamos unidas luchando por la
vida”. En las palabras de Silvia García:
Para mí, la búsqueda es hacer hasta lo imposible
por encontrarlo, saber de Isaac, realizando búsqueda
en vida. Es hacer todo por Isaac y por otras
personas que viven y están en la misma situación.
Es solidarizar con familiares, es estar en una familia
que siente y te entiende lo que vives, es levantar la
voz para ser escuchado (García, 2020).
Independientemente de cómo será encontrada
la persona desaparecida, la búsqueda, la
unión y la esperanza se resumen en una lucha
por la vida, como bien lo explicaron, desde ámbi-
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FABRIZIO LORUSSO, DESAPARECER Y BUSCAR EN GUANAJUATO:
RESPUESTAS COLECTIVAS FRENTE A LAS VIOLENCIAS
tos distintos pero convergentes, el defensor de
derechos humanos Jorge Verástegui (2018), al
elaborar desde una dimensión sentipensante el
concepto de “búsqueda de vida”, y el buscador
Mario Vergara, al bautizar su colectivo de búsqueda
en Huitzuco, Guerrero, como “Los otros
buscadores: Buscando vida entre los muertos”.
Relacionado con la canción, a principios de
enero de 2022, con el apoyo de la Plataforma
por la Paz y la Justicia en Guanajuato y de CICR
(Comité Internacional de la Cruz Roja), así como
de la Ibero León y la Librería El Carpincho de
la capital estatal para la distribución, el colectivo
Buscadoras Guanajuato lanzó el “Calendario
para la memoria 2022”, cuyos aspectos gráficos
y textuales retoman la portada y partes de la letra
de “Así te buscaré”, transformándolas en una
herramienta de memoria visual y material, mediante
la cual sería posible asimismo recaudar
fondos solidarios para las búsquedas y los gastos
de transporte del colectivo. En las numerosas
y activas redes sociales del grupo, 5 que por
lo general se caracterizan por el cuidado, la precisión
y del contenido textual y gráfico de sus
mensajes, se leen algunas de las frases retomadas
de las páginas del calendario:
Este calendario es para no olvidar. No olvidar que
cada día el amor que sentimos por nuestra persona
desaparecida está siempre presente, dándonos
fuerza para seguirle buscando. Este calendario está
dedicado a cada familiar desaparecido y a cada familia
que le busca.
#OBTEN Tu calendario para la memoria 2022. Lo
recaudado servirá para seguir operando y generar
empatía + solidaridad del resto de la sociedad. Las
personas desaparecidas nos hacen falta a todas y
todos. #TeSeguimosBuscando (Buscadoras Gto.,
2022).
La casilla del 10 de mayo del calendario oficialmente
es el Día de las Madres. Esta jornada
desde hace 11 años representa motivo de manifestaciones,
marchas y actos públicos de madres,
parientes y solidarios de personas desaparecidas
y, más en general, se vive como un día
de indignación nacional dedicado a la memoria,
la verdad y la justicia para todas las personas
5 Redes sociales del colectivo: https://cutt.ly/VXdthmI (Twitter),
https://cutt.ly/uXdtcB1 (Facebook) y https://cutt.
ly/7XdtUnJ (Instagram).
desaparecidas. En la celda destaca el mensaje:
“Nada que festejar, mucho que exigir”. Y es
acompañado estratégicamente en redes sociales
por una nota más extensa:
#10demayo2022 Hoy las madres buscadoras, no
tenemos nada que festejar. Seguiremos alzando
nuestra voz para exigir que el Estado haga su labor
y nuestras personas desaparecidas regresen a
casa. Seguiremos aferrándonos a ese terco amor
para seguirles buscando hasta encontrarles. Porque
las personas desaparecidas son de todas y
todos. Porque nos faltan casi 100 mil seguiremos
en esta lucha. #TeSeguimosBuscando #HastaEncontrarles
#nosfaltancasi100mil (Buscadoras Gto,
2022).
Enseguida, se leen algunas de las consignas
que el mismo colectivo, así como los demás de
Guanajuato y de México, suelen utilizar en las
marchas del Día de las Madres y en las caravanas:
“Hija/o, escucha, tu madre está en la lucha”;
“Únete, únete, que tu hijo puede ser”; “De Norte
a Sur, de este a Oeste, seguiremos esta lucha,
cueste lo que cueste”; “¿Que por qué los buscamos?
Porque los amamos”; “¿Dónde están, dónde
están, nuestros hijos/as dónde están”, entre
otras. Otro ejemplo es un post de Instagram del
colectivo publicado el 29 de agosto de 2021,
que así promovía la marcha de las buscadoras
en Pénjamo y la canción como fondo o himno
de ésta:
buscadoras_gto Nuestra canción #AsíTeBuscaré
nos acompañó hoy en Pénjamo, Guanajuato,
México, en una marcha pacífica en el marco del Día
Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzada.
Descárgala de estas plataformas:
YouTube https://www.youtube.com/watch?v=WeC-
FAV3giQQ
Spotify https://cutt.ly/mWpZYGD
Apple music: https://cutt.ly/9WpXZXH
Deezer: https://deezer.page.link/Eb1BVL7iFX2cwp
Plataforma para La Paz y la Justicia en Guanajuato
#TeSeguimosBuscando #hastaencontrarles
(Buscadoras Gto., 2021).
Finalmente, la producción de la canción “Así
te buscaré” y del calendario por parte del colectivo
Buscadoras Guanajuato y sus aliadas se
unen “para darle vida y melodía a las líricas que
el colectivo guanajuatense desarrolló, plasman-
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 507-530
do el corazón de sus historias y experiencias. La
música también transmite mensajes y nos permite
acercarnos a una realidad distinta” en que
“la expresión artística de las familias es también
política” (Plascencia Esparza e Iliná, 2021: 5), al
desplegarse en el espacio público, físico y virtual,
material y simbólico, y al crear contranarrativas
e imaginarios que refuerzan su agencia
cívica y capacidades y se basan en aprendizajes,
alianzas y socializaciones de conocimiento.
Aprendizajes y reflexiones finales
La presencia de un campo de investigación
académica incipiente en Guanajuato sobre las
problemáticas de la desaparición y la búsqueda
de personas en el estado representa un desafío
para las universidades, las instituciones públicas,
los medios de comunicación, los colectivos y las
organizaciones de la sociedad civil que realizan
pesquisas y buscan incidir en la realidad a
partir de un conocimiento situado y sistemático.
Su relativo retraso respecto de otras entidades
significa, asimismo, una oportunidad para la
generación de líneas de trabajo basadas en las
necesidades sociales, prácticas y conceptuales,
formuladas en función de las necesidades de las
agrupaciones de familiares. Las dinámicas de
diálogo y cooperación, pero también de confrontación
y exigencia, de éstas con las autoridades
y diversos sectores de la sociedad, todavía
pasivos frente a la escalada de la violencia
y a la vulneración sistemática de los derechos
humanos, requieren de marcos y acciones colaborativas
con la academia y los grupos acompañantes
de activistas y personas solidarias.
En este sentido, el presente artículo representa
un acercamiento a las experiencias y respuestas
de algunos colectivos de familiares de
víctimas indirectas ante el aumento de las violencias
y, particularmente, de las desapariciones
y de las cadenas de violaciones a los derechos
humanos que padecen, como consecuencia de
la ausencia de un ser querido. Después de describir
algunas características del contexto local,
el énfasis se ha puesto en las vivencias e iniciativas
de las y los integrantes del grupo Buscadoras
Guanajuato, con el cual se realizó una
investigación-acción de tipo participativo y colaborativo,
basada sobre todo en la incidencia
y el acompañamiento, en el seguimiento de necesidades
colectivas y el testimonio oral como
herramientas centrales.
Compartir el dolor, crear grupos de presión,
plantear iniciativas y protestas públicas, buscar
en conjunto y no a solas, explica Del Cioppo
(2020), se convierten en propulsores de comunidades
o colectivos estables, entendibles como
formas de resistencia y de afrontamiento, socialidades
emergentes que se reconfiguran a través
de una serie de actividades públicas y privadas,
de procesos de reestructuración emocional y
de memorias, así como de las narrativas y de
las prácticas sociales frente a la desaparición de
personas en Guanajuato.
El estudio de este caso puntual muestra
cómo, a través de mecanismos de cogeneración
y transmisión del conocimiento, procesos
de memoria y difusión hacia afuera del quehacer
y del sentir del colectivo, mediante artefactos
como un calendario y una canción, es posible
vincular prácticas de ciencia ciudadana, capacitaciones
y conocimientos aplicados y útiles para
la acción, con formas de agencia cívica colectiva.
Al respecto, el contexto de la pandemia vino
a modificar ciertas formas de la intervención y
de las actividades, basadas en plataformas digitales
y reuniones a distancia, pero también llegó
a incrementar o exacerbar las reivindicaciones
y las peticiones de las buscadoras frente a las
autoridades que, de diferentes maneras, habían
“relajado” la atención de la problemática y justificado
el estancamiento de las investigaciones.
Entonces, por un lado, la elaboración conjunta
entre familiares, personas académicas y
defensoras, de materiales, talleres y breves sesiones
formativas acerca de los derechos de las
víctimas y la adecuada conducción de la investigación
ministerial abonó a la mejor conducción
de mesas de trabajo entre subgrupos de familiares
y los ministerios públicos a cargo de sus
casos. Esto se dio, entre junio y agosto de 2021,
en el contexto de una dinámica de “gobernanza
desde abajo” que había sido detonada por
los propios colectivos en reuniones previas con
la Fiscalía General de Estado. Estas reuniones,
organizadas como mesas de trabajo con la presencia
de organizaciones civiles y universidades,
del poder ejecutivo, de la fiscalía, de la Comisión
Nacional de Búsqueda y de todos los colectivos,
no fueron parte de mecanismos oficiales o legales
preestablecidos, sino que constituyeron un
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FABRIZIO LORUSSO, DESAPARECER Y BUSCAR EN GUANAJUATO:
RESPUESTAS COLECTIVAS FRENTE A LAS VIOLENCIAS
logro de los colectivos, conseguido mediante
plantones en la calle, cartas públicas, protestas
en redes sociales y presión en los medios a principios
de ese año.
Por otro lado, Buscadoras Guanajuato se hizo
promotora de iniciativas de memoria, como la
canción “Así te buscaré” y el Calendario para la
Memoria 2022, también con el fin de compartir
el significado, las vivencias y el alcance de sus
acciones con segmentos de la sociedad, especialmente
las y los jóvenes, que probablemente
no estén familiarizados con la problemática de la
desaparición y la lucha por la búsqueda y la justicia
del colectivo. En este caso, los momentos
creativos fueron compartidos por algunas de las
integrantes del grupo, pero la difusión mediática
y los procesos de apropiación de la canción y de
distribución del calendario gatillaron aprendizajes
y acciones de más personas: cerca de la fecha
simbólica del 30 de agosto este y otros colectivos
incluyeron “Así te buscaré” en distintos
espacios públicos y la utilizaron como vehículo
de sensibilización y reivindicación, mientras que
el calendario fue distribuido en plazas públicas y
también enviado por el colectivo a autoridades
locales como forma de presencia-presión.
A partir de los ejemplos analizados, destacan
modalidades de conformación independiente,
de apropiación de saberes y ciencia ciudadana
que van sosteniendo o afinando repertorios y
mecanismos de la acción colectiva y ejercicios
de agencia cívica. A partir de vivencias comunes
y la formación de comunidades del dolor, el colectivo
Buscadoras Guanajuato, como otros, ha
tendido a trascender la esfera privada y alcanzar
una dimensión pública y ciudadana, la cual va
modificando de diferentes maneras la relación
de poder-saber con las autoridades interlocutoras
y las formas de la gobernanza desde abajo,
en su relación dinámica con los mecanismos
desde arriba.
La vivencia de un tiempo y duelo que quedan
suspendidos por la imposibilidad de encontrar,
ya sea con o sin vida, a la persona buscada se
va traduciendo en prácticas de afrontamiento
y de lucha que de lo individual se trasladan a
lo colectivo, al compartir las personas un dolor
común en espacios públicos y al acompañarlo
con repertorios de reivindicación y luchas por
el reconocimiento y la incidencia política ante
las autoridades y aquella parte de la sociedad
que sigue estigmatizando a las víctimas (Ovalle,
2019; Aguirre, 2016). Estas formas de agencia y
gobernanza reconfiguran su papel en el espacio
público, convirtiendo a las familias y sus agrupaciones
en agentes cívicos, reservas morales
para el resto de la sociedad y sujetos defensores
de derechos mediante el ejercicio de saberes
adquiridos en la marcha, a veces sustraídos al
monopolio de los técnicos, de los peritos y de
las autoridades. Asimismo, este agenciamiento,
conducido sobre todo por mujeres, impactó
profundamente en la agenda política, la opinión
pública y la misma organización de repertorios
y respuestas colectivas en Guanajuato, tanto antes
como después de la promulgación de leyes y
mecanismos oficiales que regulan la gobernanza
desde arriba. Ésta se consolidó en la entidad
desde el 2020 con la aprobación de la Ley estatal
de Búsqueda, la Ley de Víctimas y la Ley de
Declaración Especial de Ausencia por Desaparición,
y tras la conformación de las respectivas
Comisiones, Sistemas, Células de Búsqueda y
Consejos Ciudadanos estatales.
En términos éticos y metodológicos, la investigación
tuvo que incorporar el desafío de un trabajo
concebido como muy cercano entre el investigador-sujeto-acompañante
y las personas
del colectivo, por lo que había riesgo de generar
confusiones o dilemas éticos ligados justamente
a la cercanía en la actividad de acompañamiento
e incidencia. Al respecto, cabe señalar que,
si bien en la universidad no hay un comité ético
específico, la evaluación de los proyectos de
investigación es realizada por un comité técnico
interno y mediante un proceso de dictamen
doble ciego, además de plantearse dentro de
comunidades académicas (cuerpos de investigación).
Por otro lado, la retroalimentación sobre
la función de la propia investigación y la formulación
de un consentimiento informado con
las mismas personas entrevistadas, las voceras y
las integrantes del colectivo ha posibilitado una
discusión y una mayor solidez ética del trabajo.
Asimismo, se tuvieron que asimilar y tratar
los límites y las oportunidades del periodo
pandémico, particularmente el distanciamiento
social, el uso de plataformas y la condición
de mayor vulnerabilidad de quienes ya de por
sí experimentan la angustia de la desaparición,
las complejidades de la búsqueda y las limitaciones
impuestas por un entorno extremadamente
526

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 507-530
violento. En este sentido, aunque las conversaciones
realizadas cumplieron con los requisitos
de las entrevistas semiestructuradas en profundidad
y pudieron verter sobre los tópicos planeados,
se limitaron a dos, a las que se agregaron
dos testimonios más breves a integrantes
del mismo colectivo. Por lo tanto, las entrevistas
fueron complementando otras fuentes generadas
desde la participación, la observación y el
trabajo conjunto, parcialmente limitado por la
contingencia sanitaria y las consecuencias socioeconómicas
y emocionales sobre los mismos
grupos de buscadoras. No obstante, esta situación
por un lado abrió el camino a modalidades
de búsqueda, de investigación y de presión distintas
de parte de las buscadoras, gracias al uso
ampliado de las redes sociales y de aplicaciones
digitales, asociado a los repertorios tradicionales.
Por otro lado, para los colectivos, para la
academia y la sociedad civil ha sido importante
el aprendizaje en términos del desarrollo de
formas más flexibles de apoyo, de colaboración,
comunicación e investigación.
La creciente interrelación de los colectivos
guanajuatenses con realidades organizadas de
mayor alcance y trayectoria como el Movimiento
por Nuestros Desaparecidos en México y la
Red de Enlaces Nacionales, con organizaciones
no gubernamentales nacionales e internacionales,
así como la promoción de esfuerzos de
coordinación interestatales, como los encuentros
regionales del Bajío (Cerbón, 2021) y el impulso
hacia la implementación del Mecanismo
Extraordinario de Identificación Forense en el
estado, abren perspectivas interesantes de investigación
e incidencia social para que el medio
académico, desde distintas disciplinas y enfoques,
vaya tendiendo puentes colaborativos
con el movimiento de colectivos de búsqueda
en Guanajuato.
En esta línea de trabajo, en 2022, se han ido
articulando iniciativas novedosas en el estado
que merecen ser mencionadas a manera de
cierre y ejemplo. Una es la próxima publicación
del Recetario para la Memoria para Guanajuato,
un proyecto fotográfico, gastronómico y social
que, desde su primera edición con familias de
Sinaloa, sostiene y hace visible la lucha de familiares
y grupos en búsqueda de las y los desaparecidos,
a la vez que pretende sacar a estos
actores sociales del aislamiento y conectarlos
con otros sectores. Otra, denominada “Bordando
Ausencias”, se inscribe en el proyecto “Mujeres
buscadoras en Guanajuato, construcción de
memoria y agencia a través del bordado”, bajo
responsabilidad de Sandra Estrada Maldonado,
investigadora de la Universidad de Guanajuato
e integrante, a su vez, del proyecto “Incidencia
política de las familias de personas desaparecidas
en Guanajuato y Jalisco a partir de procesos
organizativos y de construcción de memoria”
que es parte de Pronaces (Proyectos Nacionales
Estratégicos). Por último, se creó recientemente
la primera “Red de Psicólogas y Tanatólogas” en
atención a colectivos de búsqueda de Guanajuato,
a partir de experiencias de acompañamiento
y apoyo que arrancaron en Salvatierra y pretenden
replicarse en otros municipios, facilitando
posibilidades de sanación y adoptando una
perspectiva psicosocial más cercana a los sentires
de las integrantes de los colectivos respecto
de la que es ofrecida por las instancias estatales
de atención a víctimas. En los tres casos, desde
los ámbitos académicos y de la sociedad civil se
establecen relaciones con las y los familiares de
personas desaparecidas para conformar y reforzar
redes de apoyo, fortalecimiento recíproco
de conocimientos e intercambios, así como expresiones
de agencia cívica y ciencia ciudadana
con enfoque de derechos.
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Fabrizio Lorusso
Recibido: 5 de junio de 2022.
Aceptado: 2 de agosto de 2022.
Publicado: 1 de septiembre de 2022.
Es doctor en Estudios Latinoamericanos por la
Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente
es Profesor Investigador en la Universidad
Iberoamericana León. Es miembro del
Sistema Nacional de Investigadores, nivel 1. Sus
líneas de investigación son: Derechos humanos,
Desaparición y búsqueda de personas, Colectivos
de búsqueda, Globalización y neoliberalismo
en América Latina. Sus áreas disciplinarias
son historia del tiempo presente e historia oral,
sociología y relaciones internacionales. Entre
sus más recientes publicaciones destacan, como
autor: “Una discusión sobre el concepto de fosa
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pp. 129-70 (2021); “Nos une el mismo dolor.
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Roma, 39 (173), pp. 83-105 (2019); “Relación y
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público e o privado, 19 (38), Fortaleza, UECE, pp.
259-287 (2021); como coautor: Ni una más. 40
escritores contra el feminicidio, León, Universidad
Iberoamericana León (2017); El hambre de
Haití. Terremoto, olvido y paradojas de la solidaridad,
Universidad Iberoamericana León (2019).
530

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 531-550
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus212022114
ANDARES PELIGROSOS:
REEXPLORANDO LA VIOLENCIA CRIMINAL
EN LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO
DANGEROUS WALKS:
RE-EXPLORING CRIMINAL VIOLENCE ON MEXICO’S NORTHERN BORDER
Olga Nacori López-Hernández
orcid.org/0000-0001-6173-2860
El Colegio de Tamaulipas
México
nacori.lopez@gmail.com
Oscar Misael Hernández-Hernández
orcid.org/0000-0002-5882-8789
El Colegio de la Frontera Norte
México
ohernandez@colef.mx
Abstract
Our purpose in this paper is to re-explore criminal violence in two cities from the northern
border of Mexico, specifically Ciudad Juárez, Chihuahua and Matamoros, Tamaulipas.
We begin from a relational approach and phenomenological dimension of criminal
violence, defining it as a procedural, multi-causal, and multidirectional field of
power, but also as a field of power experienced and portrayed by those who exert and
suffer it in everyday life. Methodologically, we use autoethnography as a useful tool to
understand the social and subjective context of criminal violence that we experience in
this border region.
Keywords: Criminal Violence, Northern Border, Autoetnography.
Resumen
Nuestro propósito en este trabajo es reexplorar la violencia criminal en dos ciudades
de la frontera norte de México, específicamente en Ciudad Juárez, Chihuahua, y Matamoros,
Tamaulipas. Partimos de un enfoque relacional y una dimensión fenomenológica
de la violencia criminal, definiéndola como un campo de poder procesual, multicausal
y multidireccional, pero también como un campo de poder vivido y significado
por quienes la ejercen y quienes la padecen en la vida cotidiana. Metodológicamente
utilizamos la autoetnografía como una herramienta útil para comprender el contexto
social y subjetivo de la violencia criminal que nosotros vivimos en ciudades de esta
región fronteriza.
Palabras clave: violencia criminal, frontera norte, autoetnografía.
531

OLGA NACORI LÓPEZ-HERNÁNDEZ Y OSCAR MISAEL HERNÁNDEZ-HERNÁNDEZ, ANDARES PELIGROSOS:
REEXPLORANDO LA VIOLENCIA CRIMINAL EN LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO
Introducción
Desde hace poco más de una década, en México
la violencia derivada de las confrontaciones
entre grupos del crimen organizado y entre
éstos y las fuerzas de seguridad del Estado ha
sido objeto de análisis, debates públicos y reflexiones,
además de las denominadas labores
de inteligencia de dependencias federales que
recopilan, procesan y analizan información para
la toma de decisiones y el diseño de estrategias
en la materia. Las escaladas de violencia no son
nuevas en el país, pero bien podría elegirse el
2006, el primer año del sexenio de Felipe Calderón
Hinojosa, como el parteaguas del incremento
de la violencia.
No obstante, como señala Morales Oyarbide:
“Ni el narcotráfico ni la lucha de los gobiernos
mexicanos para erradicarlo o contenerlo, son
nuevos”; lo nuevo fue “hacerlo mediante un ataque
frontal, en todo el territorio, durante todo el
tiempo, a las organizaciones traficantes” (2011a:
1). Por supuesto, esto ocurrió cuando el gobierno
mexicano lanzó la llamada guerra contra el
narcotráfico o guerra contra el narco; una estrategia
de seguridad que consistió en recurrir a las
fuerzas armadas para contener la escalada de
violencia y que tuvo como consecuencia un incremento
exacerbado de los delitos de alto impacto
(extorsión, secuestro y homicidio) (Atuesta,
2018). Esta estrategia es considerada un conflicto
armado que dejó más de 100 mil personas
muertas en sólo seis años (Infobae, 2020).
Algunos analistas concuerdan en que esta
estrategia fracasó porque no logró abatir a los
cárteles o grupos del crimen organizado, mientras
que la violencia y la violación de derechos
humanos aumentaron, lo que ha suscitado cuestionamientos
de la soberanía y la gobernabilidad
del Estado mexicano en su propio territorio (Morales
Oyarbide, 2011b; Pérez Lara, 2011; Rosen y
Zepeda Martínez, 2015). Como consecuencia de
todo esto, la violencia se volvió cotidiana y visible
no sólo en los enfrentamientos entre fuerzas
del Estado y grupos criminales, sino también entre
estos últimos e incluso entre ellos y ciudadanos
que han sido testigos, víctimas y también
protagonistas de actos violentos.
En el norte del país no ha sido la excepción:
hasta la fecha la violencia persiste y se expresa
en confrontaciones entre las fuerzas de seguridad
del Estado mexicano –como la Guardia Nacional
y el Ejército– y los grupos criminales que
operan en la frontera México-Estados Unidos
–como el Cártel del Golfo (CDG) en Matamoros,
el Cártel del Noreste (CDN) en Nuevo Laredo,
El Cártel de Juárez, el Nuevo Cártel de Juárez
y La Línea en Ciudad Juárez y sus disputas con
el Cártel de Sinaloa (CS) o alianzas con el Cártel
Jalisco Nueva Generación (CJNG)– (BACRIM,
2020; Raphael, 2021). Ante esta situación, el fenómeno
ha sido analizado en diferentes disciplinas
de las ciencias sociales, incluso objeto de
producción cinematográfica.
En el primer caso se encuentran análisis enfocados
en las políticas antidrogas que han implementado
México y Estados Unidos ante la ola
de violencia y, particularmente, los programas
de seguridad transfronteriza o binacional (Freeman,
2008; Flores, 2018), así como reflexiones
en torno a la inseguridad en los estados norteños
o fronterizos de México y las limitaciones
en materia de seguridad (Ramos, 2011 y Arzaluz
Solano y Zamora Carmona, 2017); estudios
en torno a la rentabilidad del tráfico de drogas
y de otras mercancías ilícitas para el crimen organizado
en el norte del país (Sandoval, 2011); y
trabajos que hacen énfasis en el impacto de la
violencia entre grupos vulnerables, como los jóvenes
(Flores Ávila y de la O, 2012), los migrantes
(Izcara Palacios, 2017) o los desaparecidos
como víctimas de la guerra contra las drogas
(Robledo Silvestre, 2015).
Otras vertientes de los análisis sociales se han
enfocado, por un lado, en la narcocultura derivada
de dicho conflicto o guerra contra el narcotráfico,
destacando que más allá de los narco-corridos,
en la frontera norte se ha gestado
una subcultura de la violencia en la música y el
folklore (Campbell, 2007); por otro, han destacado
que la militarización y el conflicto armado
más bien han derivado en la construcción
de procesos y narrativas de seguridad que sólo
benefician a grupos políticos y empresariales,
tanto de México como de Estados Unidos (Correa-Cabrera,
2020).
Desde el cine, la violencia en el norte del país
ha sido representada en películas como Sicario:
Tierra de nadie, dirigida por Denise Villeneuve
en 2015. Se trata de una producción que retrata
la guerra contra las drogas en México, la corrupción
institucional y la intervención clandestina
532

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 531-550
de agencias de los Estados Unidos en regiones
fronterizas como El Paso-Ciudad Juárez. El rating
fue tal que en el 2018 se estrenó la secuela
de la película, Sicario: Día del soldado, ahora
dirigida por Stefano Sollima. En esta última
más bien se hace énfasis en la reproducción de
la violencia criminal a través de figuras paradigmáticas
como los sicarios, los paramilitares, los
abogados y, por supuesto, los narcotraficantes
en ciudades específicas de la frontera norte de
México.
Otro ejemplo cinematográfico es La Civil, película
dirigida por Teodora Ana Mihai en 2021.
Es una coprodución entre México y Bélgica que
rescata la historia de Miriam Rodríguez: una mujer
de San Fernando, Tamaulipas, cuya hija fue
secuestrada en 2012, rastreó a los asesinos, fundó
un colectivo de familiares de desaparecidos
y fue asesinada el 10 de mayo de 2017. La película
no sólo retrata los matices particulares de
la violencia en la vida de una víctima, sino también
resalta los múltiples actores y aristas que
intervienen en la producción de dicha violencia
a nivel regional.
Como se observa, desde las ciencias sociales
y desde el cine la violencia ha sido objeto
de estudio en la frontera norte de México. El
uso de metodologías académicas o cinematográficas
sin duda ha contribuido a comprender
la violencia en la región, a pesar del sesgo que
puede existir al construir o narrar la violencia, o
las estrategias metodológicas que se usan para
analizarla (Maldonado Aranda, 2014). No obstante,
¿cómo viven, significan y representan la
violencia aquellas personas que estudian algunas
de sus expresiones?, ¿cuáles son sus experiencias
si, además, residen o han residido en los
lugares de estudio? Éstas son algunas preguntas
que formulamos en este artículo, cuyo objetivo
es reexplorar la violencia criminal desde la perspectiva
de quienes investigan en dos ciudades
fronterizas: Ciudad Juárez, Chihuahua, y Matamoros,
Tamaulipas.
Nosotros aludimos a la violencia criminal
porque planteamos que es necesario adjetivar
la violencia, al igual que contextualizarla. Como
mostramos en el apartado siguiente, definimos
este concepto como un campo de poder procesual,
multicausal y multidireccional que se hace
visible a través de expresiones y acontecimientos
de confrontación entre grupos criminales o
entre éstos y las fuerzas de seguridad del Estado;
paralelamente lo definimos como un campo
de poder vivido y significado por quienes ejercen
dicha violencia y por quienes la padecen.
Proponemos reexplorar –y no explorar o analizar
preliminarmente– la violencia criminal por
tres razones: 1) Porque los autores somos oriundos
y/o residentes de la frontera norte del país
y, desde hace algunos años, hemos analizado
el fenómeno con relación a los derechos humanos,
el activismo, la impunidad y la inseguridad
(Vázquez y López-Hernández, 2015a y 2015b;
López-Hernández, 2017); o bien con relación específica
al crimen organizado, la migración, los
jóvenes y los regímenes ilícitos (Hernández-Hernández,
2017, 2019 y 2020). 2) Porque a diferencia
de nuestros estudios previos –y de otros sobre
el tema–, aquí presentamos un ejercicio autoetnográfico
que resalta nuestras experiencias
con (y no sobre) la violencia criminal. Y 3) Porque
dicho ejercicio lo hacemos pensando en las
repercusiones personales y profesionales, por
ejemplo, en los procesos de investigación, que
tiene abordar este tema y, al mismo tiempo, ser
nativo y/o vivir en el lugar de estudio, algo que
pocas veces se destaca en las ciencias sociales.
Por esta última razón fue que elegimos Ciudad
Juárez y Matamoros. Se trata de dos ciudades
típicas de la frontera norte de México que,
sin duda, tienen una larga historia relacionada
con el tráfico de drogas, los grupos criminales,
la militarización, los feminicidios, la migración
indocumentada y, en general, la relación entre
violencia y crimen organizado (Monárrez Fragoso
y García de la Rosa, 2008; González Reyes,
2009, y Correa-Cabrera, 2014). No negamos
que otras ciudades de México también tengan
historias de violencia criminal, incluso más que
Ciudad Juárez o Matamoros. Después de todo,
como afirmaron Desmond Arias y Goldstein
(2010), si algo tienen en común las ciudades latinoamericanas,
es la democracia de la violencia
y la degradación de la civilidad.
En ese tenor, Ciudad Juárez y Matamoros
pueden ser consideradas ciudades típicas de
la frontera norte de México porque la violencia
criminal ha sido una constante desde hace décadas,
al grado de poder ser catalogadas como
“sociedades extremadamente violentas”, parafraseando
a Gerlach (2015), en virtud de que
gran parte de su población ha sido víctima de
533

OLGA NACORI LÓPEZ-HERNÁNDEZ Y OSCAR MISAEL HERNÁNDEZ-HERNÁNDEZ, ANDARES PELIGROSOS:
REEXPLORANDO LA VIOLENCIA CRIMINAL EN LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO
una violencia física masiva –los feminicidios en
Ciudad Juárez son un ejemplo (Monárrez Fragoso,
2009)– y el narco-canibalismo en Matamoros
es otro (Lomnitz, 2022), en la que a veces algunos
grupos (delictivos) participan en contubernio
con el Estado.
Desde esta perspectiva, consideramos que
nuestro ejercicio autoetnográfico puede ser útil
para comprender el contexto social y subjetivo
de la violencia criminal en ciudades de esta región
fronteriza, aunque durante un arco temporal
acotado. El artículo lo hemos dividido en cinco
apartados. En el primero exploramos el andamiaje
teórico que sustenta a esta investigación;
luego, explicitamos la perspectiva metodológica
a partir de la cual sistematizamos nuestras experiencias
para comprender la violencia criminal
en la frontera norte; en el tercer y cuarto apartados
construimos una narrativa dentro de un
marco relacional de la violencia criminal vivida
y cómo éstas ejemplifican la modificación de la
vida cotidiana, los espacios (in)seguros y el juvenicidio,
las manifestaciones de la violencia y
los recursos de la delincuencia; para, por último,
esbozar algunas conclusiones.
Violencia criminal: una noción general
Hace casi dos décadas, Scheper Hughes y Bourgois
afirmaron que “la violencia es un concepto
escurridizo: no lineal, productivo, destructivo y
reproductivo” y por esa misma razón, agregan
los autores, “podemos hablar de cadenas, espirales
y espejos de violencia o, como preferimos,
un continuo de violencia” (2003: 1). La observación
sin duda es importante; sin embargo, no
se trata de una definición del concepto, por lo
que en este apartado nos proponemos hacer algunas
precisiones en torno a los debates sobre
la violencia, para después hacer una propuesta
teórica sobre la violencia criminal.
La primera precisión es que desde hace algunos
años se ha puntualizado que al menos
en el contexto nacional, “los estudios en torno
a la violencia mexicana parten de definiciones
ambiguas, poco claras, polisémicas y heterogéneas”
(Enciso, 2017: 28). Esto no ha menguado
la producción de estudios sobre el tema, aunque
sí ha generado un debate teórico sobre lo que se
entiende por violencia o cómo conceptualizarla.
La idea es que, al existir un problema epistemológico
–incluso político–, se carece de un marco
analítico de la violencia, que se pueda generalizar,
incluso replicar en diferentes tiempos, lugares
y situaciones de interacción.
Tales planteamientos, derivados de un seminario
sobre violencia y paz, han llevado a pensar
en diferentes opciones. Por un lado, en hablar
de la violencia en plural considerando los diferentes
contextos regionales donde se produce;
por otro, a desistir de los intentos de conceptualización
y más bien centrarnos en las causas de
la violencia; y, por último, en considerar la subjetividad
del concepto y pensar en soluciones,
propuestas viables para prevenirla o erradicarla
(Enciso, 2017: 28-29). Como se observa, el debate
oscila entre objetivar la violencia y forjar un
concepto sólido, o más bien pensar en su subjetividad
y diseñar alternativas.
La segunda precisión es que podemos cuestionar
el debate teórico sobre la ambigüedad
conceptual de la violencia, en parte, cuando
observamos algunas definiciones. Por ejemplo,
Concha-Eastman afirma que “la violencia es una
acción intencional del uso de la fuerza o el poder
con un fin predeterminado, por el cual una o
más personas producen daños físicos, mentales
o sexuales, los cuales lesionan la libertad de movimiento
o causan la muerte de otras personas,
a veces incluyéndose ellas mismas” (2002: 44).
Para el autor, tales actos pueden suceder en espacios
privados o en espacios públicos.
Por otro lado, para autoras como Buvinic et
al., la violencia más bien se define como “el uso
o amenaza del uso de la fuerza física o psicológica,
con intención de hacer daño” (2005: 167) y
en sus varias manifestaciones (homicidio, robo,
secuestro, violencia doméstica) “es uno de los
mayores obstáculos al desarrollo y bienestar de
la población de América Latina” (Buvinic et al.,
1999). Como se observa, la noción de violencia
incluye tanto el uso de la fuerza como la amenaza
de usarla; ambas categorías son esenciales
para comprender las percepciones sobre la
violencia y seguridad en regiones y situaciones
específicas.
Finalmente, podemos retomar la definición
de Žižek, quien concibe la violencia como “las
más sutiles formas de coerción que imponen relaciones
de dominación y explotación, incluyendo
la amenaza de la violencia” (2009: 18). Por
supuesto, muchas veces la violencia o sus for-
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 531-550
mas de expresión no son tan sutiles, sino más
bien drásticas, incluso brutales. Más allá de ello,
Žižek está aludiendo a una violencia que él denomina
sistémica (u objetiva) pero que, al mismo
tiempo, considera que está articulada con
una violencia subjetiva (la de agentes sociales,
individuos malvados) y otra simbólica (la de
ideologías, humillaciones, exclusiones).
Como se observa, cuestionamos el debate
sobre la ambigüedad conceptual de la violencia,
porque al parecer, al menos entre algunos
autores y autoras, hay un consenso relativo al
definirla: ya sea como el uso de la fuerza física o
psicológica, el uso del poder, de la coerción, el
ejercicio de relaciones de dominación o explotación;
y la intención o consecuencia de daños
múltiples. Nos parece que, a pesar de las discusiones
sociológicas, antropológicas o filosóficas,
hay un consenso relativo al hablar de la violencia
en general. Otro debate teórico es pensar en los
niveles de la violencia (estructural, cultural, directa),
los tipos (física, psicológica, sexual) o sus
adjetivaciones.
La tercera precisión deriva de esta última
observación. Nosotros consideramos que, a pesar
de los debates o consensos teóricos antes
descritos, es necesario adjetivar la violencia.
Obviamente se trata de un posicionamiento
académico que responde al interés de hablar
sobre violencia criminal, pero también de un
posicionamiento personal, de un “yo narrativo”
para compartir y comprender una serie de eventos
vividos e inscritos temporal y espacialmente
(Somers y Gibson, 1993). Por supuesto, no somos
los primeros que proponemos hablar de
violencia criminal. Como enseguida mostramos,
existen algunos precedentes con definiciones
endebles, pero que invitan a pensar en un intento
de conceptualización.
Un caso es el estudio de Pereyra (2012: 429),
quien en el contexto de la llamada “guerra contra
el narcotráfico”, iniciada en 2006 en México
con el presidente Felipe Calderón, analizó las
relaciones de poder que suscitaron la violencia
criminal en el país. Aludió a dos modalidades de
poder (soberanía y gubernamentalidad) para
comprender el poder del narcotráfico y la lucha
militarizada del gobierno. No construyó una definición
de la violencia criminal en sí, aunque enfatizó
que se trataba de las luchas desplegadas
por las organizaciones de la droga (violencia
criminal) contra los cuerpos y acciones militares
(violencia militar).
Otro caso es el trabajo de Madrueño (2016:
48) quien, al estudiar la interrelación entre instituciones
y violencia criminal, definió esta última
“como un indicador agregado” que se medía a
partir del análisis de estadísticas oficiales sobre:
1) delitos relacionados con drogas; 2) tráfico de
personas; 3) asaltos y robos; 4) violencia sexual
a escala nacional; 5) homicidios intencionales; y
6) secuestros a nivel nacional. Para el autor, se
trataba de una aproximación mínima para estudiar
una realidad más compleja, en especial el
impacto en el desarrollo de América Latina y el
Caribe.
Otros precedentes son más bien alusiones
sobre la coproducción de la violencia criminal o
clasificaciones de ésta. Cruz, por ejemplo, plantea
que la violencia criminal es “perpetrada por
agentes del Estado cuyo fin último […] es el desarrollo
de economías criminales”, pero también
que “está frecuentemente vinculada a estructuras
legales e ilegales creadas originalmente para
combatir de manera extraordinaria al crimen”
(2010: 80). Schedler (2015: 67), por otro lado,
afirma que existen diversas modalidades de violencia
criminal, tales como la selectiva (de criminales
contra criminales, funcionarios o civiles),
la indiscriminada (del crimen organizado o de
agentes del Estado) y la aleatoria (de combatientes
privados o públicos para dañar a civiles).
La cuarta y última precisión que hacemos
es presentar nuestra propuesta teórica sobre
la violencia criminal. Con base en los prolegómenos
y retomando a Hernández-Hernández
(2019: 92), aquí definimos la violencia criminal
“como un campo de poder procesual, multicausal
y multidireccional no limitado a la violencia
homicida, sino que se despliega como un abanico
de expresiones”, entrelazadas y visibles en
acontecimientos como los narcobloqueos, las
balaceras, los secuestros, las amenazas o una
política del miedo propagada en la sociedad. Simultáneamente,
definimos la violencia criminal
como un campo de poder vivido y significado
por quienes le ejercen y quienes la padecen de
una u otra forma, es decir, tanto por victimarios,
como por víctimas o testigos de dicha violencia
criminal.
Argumentamos que la violencia criminal es
procesual porque al menos en México tiene una
535

OLGA NACORI LÓPEZ-HERNÁNDEZ Y OSCAR MISAEL HERNÁNDEZ-HERNÁNDEZ, ANDARES PELIGROSOS:
REEXPLORANDO LA VIOLENCIA CRIMINAL EN LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO
historia reciente (2006-2012), o quizás más visible,
caracterizada por el conflicto armado interno
entre las fuerzas de seguridad del Estado y
los cárteles de la droga en diferentes ciudades
del país, entre ellas Ciudad Juárez y Matamoros.
Es multicausal porque no es exclusivamente cometida
por organizaciones delictivas sino también
por agentes y grupos institucionales que
operan al margen de la ley (Schedler, 2015). Es
multidireccional porque, al ser un campo de poder
en disputa y resistencia, adopta diferentes
formas o expresiones que no sólo son vividas
por quienes la ejercen, sino también por quienes
la padecemos y sorteamos en la vida cotidiana
desde diferentes lugares y posiciones.
Reconocemos que se trata de una definición
amplia, que puede caer en la ambigüedad teórica
criticada al inicio, o bien en confusiones conceptuales
al adjetivar la violencia como criminal
(Buvinic et al., 1999: 168-169). Sin embargo, para
nuestros propósitos es útil por dos razones vinculadas
entre sí: por un lado, porque se trata de
un enfoque relacional (lo procesual, multicausal
y multidireccional de los acontecimientos) y por
otro porque incluye una dimensión fenomenológica,
es decir, centrada en los actores (víctimas,
victimarios, testigos) y sus experiencias significativas
en eventos o acontecimientos.
Como mostraremos más adelante, precisamente
este enfoque y dimensión permiten comprender
diferentes aristas de la violencia criminal,
desde experiencias y narrativas de quienes
la viven como ciudadanos comunes, en tiempos
y lugares específicos como son las ciudades de
la frontera norte de México.
Autoetnografía:
recorriendo el camino andado
En las ciencias sociales en general y en la antropología
en particular, las múltiples aproximaciones
metodológicas han permitido explorar
fenómenos sociales desde diversas perspectivas.
El estudio de la violencia y las violencias ha
obligado a quienes investigamos a replantearnos
nuestros acercamientos, ya sea por riesgo o
por una supuesta saturación del tema. En todo
caso, apostar por metodologías poco comunes
responde a la necesidad de comprender la violencia
desde otra óptica.
La autoetnografía es una herramienta que
posibilita exponer los resultados de la investigación
a partir de la descripción y análisis de
forma sistemática de la experiencia personal, el
yo, para comprender la experiencia cultural, el
nosotros situado a través de una narrativa que
dé cuenta de un proceso relacional (Ellis, et al.,
2019). Es decir, una narratividad conceptual.
Ésta enmarca a los fenómenos sociales en una
trama situada temporal y espacialmente, que se
reviste de sentido a partir de las narraciones de
los sujetos y que adquiere un carácter relacional.
La narrativa conceptual contiene dos elementos,
a saber: i) la identidad narrativa o “yo narrativo”;
y ii) el marco relacional (Somers y Gibson, 1993).
Aquí retomamos estos elementos para nuestro
ejercicio autoetnográfico.
El yo narrativo considera que los sujetos
actúan a partir de las relaciones en las que están
incrustados y por las historias con las que
se identifican. Es decir, las personas se ubican
a sí mismas dentro de un momento procesual
y secuencial de episodios vitales específicos y,
por tanto, actúan de cierta manera porque de
no hacerlo violarían el sentido de estar en ese
momento y lugar en particular; caso contrario si
la narrativa hegemónica fuera distinta a la prevaleciente.
Esto es, las identidades narrativas se
constituyen y reconstituyen en el tiempo y a través
del tiempo, no son estáticas.
Por otro lado, el marco relacional es una matriz
de relaciones que influye en la identidad del
sujeto dentro de escenarios, o tramas, que son
modelados por las narrativas, las personas y las
instituciones. Los marcos relacionales tienen
historia, por lo que deben explorarse buscando
modificaciones en las relaciones entre estas tres
entidades (narrativas, personas e instituciones)
(Somers y Gibson, 1993). Bajo esta óptica, recurrimos
a nuestras experiencias como investigadores,
el yo narrativo, en eventos de violencia
criminal (la trama) dentro de un marco relacional
(ser y vivir en la frontera, el entramado institucional
donde nos desarrollamos profesional y personalmente,
las políticas públicas de seguridad).
Ambos elementos nos fueron útiles para
implementar la autoetnografía, pues nos permitieron
construir narrativas conceptuales. En
términos de proceso, más que un manual para
la realización de una autoetnografía, Ellis et al.
(2019) sugieren: 1) analizar la experiencia pro-
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 531-550
pia de manera sistemática utilizando el bagaje
analítico de quien investiga; 2) considerar cómo
otras personas experimentaron los eventos específicos
para que la experiencia personal permita
ejemplificar características particulares en
un marco relacional; 3) producir un texto con
lenguaje accesible al utilizar elementos de la escritura
narrativa.
Nosotros seguimos la sugerencia y articulamos
nuestra trama a partir de cuatro categorías:
modificación de la vida cotidiana, redes sociales,
manifestaciones de la violencia y recursos
de la delincuencia. Cada una de estas categorías
pretende mostrar cómo vivimos, significamos y
representamos la violencia criminal en las ciudades
donde las hemos estudiado, pero también
donde residimos o hemos vivido. Es importante
aclarar que cada uno construyó las tramas en
torno a dos categorías pues la intención más que
comparar es articular narrativas de experiencias
disímiles de vivir en y con la violencia criminal.
Es decir, las categorías mencionadas son los ejes
que organizan nuestra autoetnografía, que se intersecan
con nuestras particularidades de edad
y de género.
Nosotros, ambos, tenemos experiencias disímiles
en vivir y convivir en ciudades fronterizas.
Olga Nacori nació y creció en Ciudad Juárez.
Aunque tiene aproximadamente 12 años fuera
de ella, sus investigaciones de posgrado abordaron
el caso de Juárez en particular y de Chihuahua
en general. No le es ajeno el contexto
fronterizo porque, en principio, sus redes familiares
se encuentran asentadas en dicha ciudad;
y porque ha pasado temporadas en la ciudad, ya
sea realizando trabajo de campo, estancias de
investigación o vacaciones. A su vez, Óscar Misael
Hernández-Hernández es residente de Matamoros
desde 2012, pero oriundo de la entidad.
Para ambos, la experiencia como investigadores
se vincula con la riqueza de conocer el lugar de
estudio, lo que posibilitó un proceso etnográfico
riguroso a partir del cual se han desarrollado
diversas investigaciones (Vázquez y López-Hernández,
2015a y 2015b; López-Hernández, 2017;
Hernández-Hernández, 2017, 2019 y 2020); pero,
además, la posibilidad de configurar un proceso
autorreflexivo sobre las experiencias vividas en
ambas ciudades fronterizas.
Las experiencias, o tramas, recuperadas a
través de la autoetnografía son diferentes y en
ocasiones contrapuestas. Al irse y regresar esporádicamente,
Olga Nacori tiene una trama que
se configura con menos eventos de contacto de
violencia directa y, además, posee una mirada
de quien se va y vuelve. Es decir, construye un
marco de relaciones y, por tanto, una identidad
narrativa disímil de quien llega y se establece
en un espacio-tiempo determinado, como en el
caso de Oscar Misael. Este último, además, tiene
una experiencia fraguada no sólo de investigar
el fenómeno sino de convivir cotidianamente
con él. Allende lo anterior, como observamos en
la siguiente línea del tiempo, las tramas narradas
coinciden con procesos de investigación particulares
de cada uno de nosotros.
Línea de tiempo (2011-2019)
Años Oscar Misael en Matamoros Olga Nacori en Ciudad Juárez
2011 · Un joven de Ciudad Victoria viaja a Matamoros
y es golpeado y mutilado por la maña.
2012
2013
· Llego a la frontera por razones laborales.
· Sin saber, cruzo un narcobloqueo en una avenida.
· Observo a chicos vendiendo huachicol.
· Un chico del CDG llegó a una estética donde yo
estaba.
· Observo a chicos uniformados vendiendo huachicol
y huyendo.
· Entrevisto al chico que trabaja para la maña
cruzando a migrantes.
2014 · Hay una balacera muy cerca de mi casa.
· Un chico “halcón” me aborda en un carwash.
· Primera vez en un asesinato.
· Trabajo de campo estudios de posgrado.
· Miedo exacerbado por ir a una fiesta.
· Asesinato de Cris.
· Asesinato de dos mujeres fuera de la estación
de policía. Vínculo familiar con una de las víctimas.
2015 · Presenció un retén “falso” en la salida de la
carretera a Reynosa.
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OLGA NACORI LÓPEZ-HERNÁNDEZ Y OSCAR MISAEL HERNÁNDEZ-HERNÁNDEZ, ANDARES PELIGROSOS:
REEXPLORANDO LA VIOLENCIA CRIMINAL EN LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO
Continúa Línea de tiempo
2016 · Un amigo me explica el modus operandi de
la maña para vender gasolina.
· Soy espectadora de un asesinato.
· Encuentro con sicarios de “La colonia”.
2018 · Intentan extorsionarme a nombre del Cártel
del Golfo.
2019 · Observo de lejos que jóvenes de la maña entregan
despensas.
Fuente: elaboración propia con base en experiencias personales.
En este sentido, las ciudades de Juárez y Matamoros
no sólo son importantes por la atención
mediática, como objetos de estudio o por ser el
espacio donde se configuran las paradojas teórico-empíricas
relacionadas con la violencia y que
han resultado sobre exploradas, sino también
como espacios donde vivimos, convivimos y reconfiguramos
nuestro ser en el espacio-tiempo.
Lo anterior nos permitió analizar cómo vivimos,
significamos y representamos la violencia
criminal en Ciudad Juárez y Matamoros. Específicamente,
la autoetnografía nos permitió
construir identidades narrativas para explorar
nuestras experiencias con la violencia criminal
en nuestras ciudades de origen y/o residencia.
Ciudad Juárez: la frontera más bella
y peligrosa del mundo
(lo que Juan Gabriel no nos cantó)
Nací en Ciudad Juárez y crecí en un barrio popular
de dicha ciudad. Un asentamiento logrado
gracias a la acción colectiva del Comité de Defensa
Popular (CDP), que defendió el derecho
a la vivienda para familias de condiciones precarias
a principios de la década de los setenta
(Haber, 2009). Además, Ciudad Juárez es la ciudad
de “las muertas”. Las “muertas de Juárez”
fue el apelativo con el cual los medios de comunicación,
principalmente del centro de México,
llamaron a los casos de mujeres asesinadas
con saña. En efecto, en Ciudad Juárez fue donde
se reportaron los primeros casos de asesinatos
contra mujeres caracterizados por una crueldad
excesiva, tortura y violencia social en la segunda
mitad de los años ochenta.
Los casos de mujeres asesinadas y desaparecidas
generaron una fuerte movilización a nivel
local y transnacional por el derecho de las mujeres
a vivir una vida libre de violencia que inició a
principios de los noventa y que fue tan relevante
para el país que la legislación al respecto se
debe en parte al activismo realizado desde esta
frontera (Aikin Araluce, 2011; Monárrez Fragoso,
2009). Lo anterior supuso una identidad distinta
de ser mujer en una ciudad que de origen era
abiertamente hostil y peligrosa para las mujeres
jóvenes y precarias. En todo caso, la violencia
criminal nunca me fue ajena, y en mi entorno
inmediato siempre se plantearon desde la lógica
de una violencia de carácter estructural y no
necesariamente individual, una violencia que depreda
la vida (Monárrez Fragoso, 2012).
¿Cómo se sistematiza la experiencia de ser
de la frontera, vivirla y experimentarla en la intensidad
de la guerra contra el narcotráfico?
¿Cómo el vivir, experimentar y sentir la frontera
norte, en los tiempos de “la ciudad más peligrosa
del mundo”, puede permitir comprender
la violencia como un fenómeno más amplio? Es
decir, ¿cómo la violencia influencia el “yo” reflexivo
para la construcción de un “yo narrativo”?
En este apartado exploraré mi experiencia
con y sobre la violencia al vivir e investigar en
la frontera norte de México, específicamente en
Ciudad Juárez. La temporalidad se definió a partir
de 2011, cuando la incidencia de homicidios
en dicho municipio la colocaba como “la ciudad
más peligrosa del mundo” (Padilla, 2011) y concluye
a inicios de 2019, previo a la declaración
oficial de la pandemia por COVID-19. Destaco mi
experiencia en la modificación de la vida cotidiana
a partir de las manifestaciones de la violencia
criminal en yuxtaposición con la clase y el
género, y cómo se vivió y sobrevivió la violencia
en una colonia popular donde al menos una docena
de jóvenes fueron asesinados. Cabe resaltar
que las experiencias narradas transcurrieron
mientras realizaba la recolección de datos para
mis trabajos de posgrados y en un periodo de
vacaciones, como se ha mencionado con anterioridad.
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 531-550
Modificación de la vida cotidiana
La primera vez, invierno de 2011, que estuve cerca
de una “ejecución” fue un domingo en un bar
ubicado en la Zona PRONAF, otrora zona de bares,
antros y centros nocturnos de Ciudad Juárez
y a escasos 5 kilómetros del puente internacional.
Esa noche en aquel bar tocaba un conjunto
norteño; cerca de la media noche se escucharon
tres balazos en seco. Yo era tan inexperta con
los sonidos de las balas que supuse era el tambor
al ritmo de la música o un efecto de sonido,
pero en cuestión de segundos todo quedó en silencio.
Quien me acompañaba me jaló del brazo
y me tiró al suelo, se subió a mi espalda, me puso
las manos a un lado de los ojos y me susurró
al oído “no llores, no grites, no digas nada”. La
persona que disparó el arma y quienes le acompañaban
pasaron detrás de nosotros y nuestra
mesa estaba a escasos metros de donde yacía el
cuerpo. El miedo me inundó a tal grado que fui
incapaz de reaccionar y prácticamente quien me
puso a salvo fue mi compañero.
Era el tiempo de “guerra contra el narcotráfico”,
o la “guerra” como la conocemos todos y
todas en Juárez. Hasta entonces, no había presenciado
o estado cerca de ningún evento que
implicara balas. No es que antes de ese suceso
no experimentara la “Guerra contra el narcotráfico”
es que aparentemente “la guerra” no me
atravesaba. Sin embargo, las noticias sobre los
asesinatos eran constantes. Además, dentro de
las víctimas de homicidio que podía contar para
ese entonces estaban maestros, compañeras y
compañeros, amigos, vecinos. En efecto, la guerra
estaba cerca, pero “aún no me tocaba”.
Para esas fechas yo ya estudiaba un posgrado
en otra ciudad, lo que implicó un alejamiento de
las dinámicas juarenses por unos meses antes de
volver. Así, aunque sabía de las modificaciones
y ajustes que se fueron sucediendo desde 2008,
me percaté que la vida cotidiana de todos los juarenses
se había modificado abruptamente. Por
ejemplo, en la universidad donde estudié había
introducido el transporte para las y los estudiantes
como medida emergente para prevenir actos
delictivos contra la comunidad universitaria, sobre
todo de aquella población que no contaba
con automóvil. Además, los horarios de la Universidad
se modificaron: de tener clase de 8:00
pm a 10:00 pm, se redujo la última clase del día
a una hora (Sosa, 2019). Lo anterior respondía a
las distancias que las y los estudiantes teníamos
que recorrer para llegar a nuestros hogares por
la extensión y expansión sin control de la mancha
urbana, pero principalmente al miedo a la nocturnidad
donde en apariencia ocurrían la mayor
cantidad de hechos violentos, principalmente
asesinatos y desaparición (Aziz Nassif, 2012).
Mis amigas y yo reforzamos nuestras medidas
comunes de seguridad. Somos juarenses
criadas en los noventa y los tempranos dos miles
cuando los casos de desaparición y muerte
de mujeres jóvenes ocupaban las primeras
planas locales, nacionales e internacionales, así
que fuimos educadas para cuidarnos de manera
individual y colectiva. Proveníamos de familias
obreras, lo que nos hacía doblemente vulnerables,
y lo sabíamos, aunque no lo enunciábamos
como una condición interseccional de género y
clase (Guzmán Ordaz y Jiménez Rodrigo, 2015).
Dentro de las estrategias de seguridad utilizadas
se encontraba bajarnos del camión si estábamos
solas con el chofer, tener un contacto de
confianza que monitoreaba las llegadas y salidas
de los lugares que frecuentábamos, y tener una
lista con los números de contacto de nuestras
familias en caso de emergencia.
Sin embargo, el Operativo Conjunto Chihuahua
(Ruiz Romero y Lara Rodríguez, 2016)
y los retenes constantes me obligaron a agregar
una nueva: mantener el celular en llamada
mientras estuviera pasando por algún retén,
principalmente si me encontraba sola. Lo aprendí
después de que un familiar cercano sufriera
una desaparición forzada y, aunque lo encontraron
con vida, había sido extorsionado so pena
de tortura, aunado a los múltiples casos de desaparición
forzada y asesinatos extrajudiciales
que fueron documentados (Cadena y Garrocho,
2019; Querales Mendoza, 2015). En cuanto me
enteré, el miedo me invadió y ya no sólo le empecé
a temer a los sicarios sin rostro sino también
a todos los elementos de seguridad uniformados,
fueran policías, tránsitos o soldados. A
partir de ese momento, implementé marcarle al
celular a alguna amiga para alertar que pasaría
un retén; dejaba mi celular debajo de mi pierna o
lo dejaba cerca de tal manera que mi interlocutora
escuchara y, una vez pasada la revisión retomar
la conversación sólo para avisar que todo
estaba bien, si lo estaba.
539

OLGA NACORI LÓPEZ-HERNÁNDEZ Y OSCAR MISAEL HERNÁNDEZ-HERNÁNDEZ, ANDARES PELIGROSOS:
REEXPLORANDO LA VIOLENCIA CRIMINAL EN LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO
Si bien creía que yo era la única que utilizaba
específicamente esa estrategia, al paso de los
años fui conociendo más experiencias similares,
principalmente de mujeres jóvenes. Y particularmente,
verme dentro de una situación de riesgo
me hizo complejizar los procesos de cambio en
las rutinas y dinámicas individuales, sobre todo
de las mujeres jóvenes. La condición de género
fue un factor importante en estas modificaciones,
pues mientras los hombres temían ser levantados
1 por el crimen organizado o elementos
de seguridad, las mujeres temíamos no sólo el
“levantón” sino también sufrir violencia sexual
y morir cruelmente. Particularmente, para mí el
miedo es latente y no importa si el posible agresor
sea algún miembro del crimen organizado o
de las fuerzas armadas, tengo la certeza de que
la agresión será brutal.
Lo anterior lo comprobé en la primavera del
2012 al recibir una llamada en la que me informaban
que una persona muy cercana a mí y a mi familia
había sido asesinada. Mujer, joven, 27 años,
3 hijos, fue víctima de homicidio a las afueras de
la estación de policía, cercana a mi casa materna,
en una camioneta con otra mujer, también
joven. A diferencia de otros casos de características
similares cuyas víctimas eran hombres, en
este caso a las víctimas les rociaron gasolina, las
encerraron en el auto, les prendieron fuego para,
tiempo después, ser ejecutadas. Probablemente
no exista una relación causal entre el miedo sistemático
de sufrir agresiones más crueles respecto
de los hombres y este caso, sin embargo,
subjetivamente incorporé estas prácticas que
reproducían lo que Segato (2018) ha denominado
pedagogías de la crueldad.
En el verano de 2011 volví de vacaciones y
a realizar el trabajo de campo para mi investigación
de posgrado a la ciudad. Mi condición
de oriunda me permitió explorar un tema que
era complejo de por sí “la defensa de derechos
humanos” en un contexto donde el último año
habían asesinado al menos a seis defensores en
la ciudad, de las cuales cinco pertenecían a la
misma familia, y tres periodistas. De hecho, la
autorización por parte del comité asesor para
realizar la recolección de datos estuvo condicio-
1 El levantón es un coloquialismo que refiere al secuestro violento
de personas por parte de grupos del crimen organizado.
A diferencia del secuestro común, un levantón no tiene
por objetivo pedir un rescate por la libertad sino asesinar,
torturar o desaparecer a la víctima (Monsiváis, 2012).
nada por ser nativa de la ciudad. De nuevo, el
contexto de violencia criminal articulada con el
conocimiento de lo cotidiano influía en los procesos
de la investigación de una estudiante.
Durante ese verano, cuya estancia fue de 45
días aproximadamente, salí de realizar una entrevista
y me dirigía a una fiesta de graduación.
La entrevista recogía el testimonio de una defensora
de derechos humanos que contaba con
el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras
de Derechos Humanos y Periodistas y
cuyos datos eran, desde mi concepción, particularmente
sensibles. La fiesta era en un lugar de la
ciudad que no conocía, en una zona residencial.
El miedo me invadió y al adentrarme al fraccionamiento
que no se encontraba iluminado, tuve
que regresar a un espacio que considerara seguro
por temor a ser agredida. Principalmente, por
temor a ser levantada. No hubo balacera, retén,
policías patrullando, ni siquiera trocas, carros o
personas sospechosas en el recorrido realizado
para llegar al punto de reunión que me hiciera
sospechar de una posible agresión, sólo la sensación
de vulnerabilidad e indefensión. Es decir,
mi percepción de inseguridad, o violencia subjetiva
como apuntan Vázquez y López-Hernández
(2015a), se incrementó a partir de migrar hacia
otra ciudad y volver esporádicamente. Habitar
la frontera volvió a cambiar; y la forma de hacer
investigación, también.
Los jóvenes sicarios en el barrio:
el lugar más seguro
La guerra en mi barrio impactó de cerca, pues
fueron asesinadas al menos 30 personas. El hito
que inauguró la guerra en “la colonia”, como le
llamamos, fue el asesinato de “El Cato”, el líder
de la venta de drogas. A partir de ahí, como bola
de nieve asesinaron a cada persona que fue sustituyéndolo
en el cargo, cada uno de manera
más cruenta que el anterior. No sólo eso, también
asesinaron a jóvenes vecinos que se habían
integrado al crimen organizado como sicarios.
Cris fue uno de estos jóvenes incorporados a las
filas del crimen organizado. Adolescente de menos
de 18, lo conocí no sólo porque era mi vecino,
sino también porque había sido compañero
de grado de mis hermanos y jugaron futbol juntos.
Era el hijo de una madre obrera de maquiladora,
el hijo de en medio de cuatro hermanos.
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Cris fue asesinado por policías después de una
persecución. En el video que circuló por los medios
de comunicación locales se observa cómo,
una vez que perdieron el control de vehículo, es
bajado del carro y asesinado. También asesinaron
a dos de sus hermanos.
Este caso resultó un parteaguas en mi forma
de ver la violencia criminal en Juárez. Ya no sólo
se trataban de personas que “en algo andaban”,
ya eran mis amigos a los que estaban asesinando.
Particularmente, estos casos me fueron indicando
la gravedad de la situación en la ciudad.
Entre más cercano se encontraba el nodo de la
red respecto de la víctima, más peligrosa estaba
la ciudad. Digamos, era un indicador cualitativo
de la violencia en mi ciudad de origen. Esto me
permitía compararlo, por ejemplo, con las tasas
de homicidio o con la percepción de inseguridad,
aunque no como un indicador sistemático,
sino como un indicador meramente subjetivo. A
partir de ese momento, mis investigaciones se
situaron en un contexto específico: los contextos
violentos.
A pesar de que en “la colonia” habitaran
personas pertenecientes al crimen organizado,
paradójicamente, el barrio era el espacio más
seguro. Una noche, durante el verano de 2016,
mientras esperaba el cambio de semáforo, hubo
una ejecución en un automóvil a unos cuantos
metros del mío. En esta ocasión, no me asusté
y tampoco intenté ponerme a salvo, siquiera
aventarme al suelo. Observé todo desde la distancia,
esperé que los autos avanzaran y seguí
mi camino sin voltear a ver quién o quiénes eran
las víctimas. Aceleré y sólo pensaba en llegar
a casa. Estaba asustada pero tranquila, bajo la
certeza de que esta vez, al menos, no me pasaría
nada a mí. Estaba a tres semáforos de mi destino
cuando vi que una troca se me emparejó,
los tripulantes voltearon a verme, traían armas,
cuando me reconocieron sólo me sonrieron y
me dijeron: “ya mero llegas, aquí te vemos”. Me
conocían, pero yo no. Eran del barrio. La normalización
de la violencia criminal ha sido tal que,
a diferencia de años anteriores, ni siquiera tuve
la deferencia de contar la anécdota a mi familia
hasta transcurridos un par de años.
Tanto la modificación de la vida cotidiana
como la formación de redes siguen influyendo
en los proyectos de investigación que desarrollo.
Por ejemplo, los procesos de reflexión del contexto
que estudio, aun y cuando ya me encuentro
en otro distinto, están mediados por la intensidad
de la percepción de seguridad, vinculada
a estos nodos de la red de relaciones. Además,
sigo utilizando estrategias de seguridad específicas
por el hecho de ser una mujer joven alejada
de su ciudad de origen que investiga otro espacio;
todavía me percibo como ajena al contexto
a pesar de tener algunos años en él con todas las
consecuencias que eso acarrea; y, como estrategia
de seguridad, intento generar redes, aunque
sean débiles y superficiales, con los actores de
mi colonia sin cuestionar o cuestionarme si pertenecen
o no al crimen organizado.
¡Allá está muy violento!
Vivir en Matamoros
(la tierra de Rigo Tovar y del CDG)
A mediados de febrero de 2012, por motivos
laborales llegué a vivir a Matamoros. Hasta entonces
había residido en Ciudad Victoria, la capital
del estado de Tamaulipas. Así que cuando
algunos amigos supieron que me mudaría a esta
ciudad fronteriza, las advertencias no faltaron:
“¡Ten cuidado! ¡Allá está muy violento!”. Después
de todo, Matamoros es la cuna o casa del
Cártel del Golfo (CDG), grupo criminal que en
el 2010 entró en pugna con su otrora brazo armado
Los Zetas, proliferando la violencia y el
pánico entre la población (Nájar, 2010). A pesar
de ello, el CDG siguió controlando negocios ilícitos
y a las autoridades, conformando “un sistema
económico” a la vez que “una forma de vida,
una expresión del tejido social”, como afirmó
una periodista (Martínez, 2011a), en referencia a
cómo la delincuencia se fusionó con la ciudad y,
hasta cierto punto, cómo los residentes llegaron
a naturalizar la violencia.
Saber que ahora viviría en esta ciudad ponía
sobre la mesa mi seguridad y emociones. Una
cosa era ser tamaulipeco, pero otra ser fronterizo,
en especial en Matamoros. Mi miedo era latente,
en parte por las advertencias de amigos,
pero también por una historia que me habían
contado antes de llegar a la ciudad: en 2011, un
joven activista de Ciudad Victoria fue a Matamoros
a hacer propaganda prozapatista. Estaba
grafiteando una pared cuando un par de hombres
armados lo abordaron. Le preguntaron qué
estaba escribiendo y él respondió: “Viva Mar-
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OLGA NACORI LÓPEZ-HERNÁNDEZ Y OSCAR MISAEL HERNÁNDEZ-HERNÁNDEZ, ANDARES PELIGROSOS:
REEXPLORANDO LA VIOLENCIA CRIMINAL EN LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO
cos”. Los hombres le dijeron: “¡No, cabrón!, aquí
ponga ‘Arriba el CDG’, no chingaderas”. Enseguida
lo golpearon, le cortaron un dedo y lo dejaron
ir hasta que constataron quién era y dónde
vivía.
Así que cuando llegué a Matamoros, el miedo
venía conmigo. En este apartado me propongo
compartir parte de mis experiencias personales
con relación a la violencia criminal en Matamoros.
Lo haré en un arco temporal que inicia con
mi llegada a la ciudad –en 2012– y que concluye
previo a la pandemia, en 2019. Específicamente
destacaré experiencias relacionadas con: a)
manifestaciones de violencia y b) recursos de la
delincuencia. Estoy convencido de que al situar
mis experiencias en un contexto más amplio
puedo aportar otra mirada al tema de la violencia
criminal.
Manifestaciones de violencia
Un domingo de abril de 2012 tomé el coche y salí
a hacer unas compras. En una de las avenidas
más importantes de la ciudad, un viejo camión de
transporte público estaba atravesado, pero dada
mi prisa y la ausencia de agentes de tránsito municipales,
aproveché un espacio reducido y logré
pasar en el vehículo por detrás del camión. Al
día siguiente, cuando llegué al trabajo, platiqué
la experiencia con un compañero. Le compartí
mi indignación hacia el chofer que seguramente
dejó su camión descompuesto sin poner señalamientos,
incluso mi reproche a las autoridades
irresponsables. Mi compañero me escuchaba y
abría sus ojos sorprendidos. Cuando terminé, él
expresó: “¡Era un narcobloqueo!”.
Yo sabía de los narcobloqueos por los medios
de comunicación, pero jamás los había visto, mucho
menos atravesado. “Con razón todos los vehículos
se desviaban”, pensé en ese momento.
Así que cuando mi compañero me dijo que era
un narcobloqueo, me dio una mezcla de miedo y
orgullo: miedo porque arriesgué mi seguridad de
manera ingenua y orgullo porque salí bien para
contarlo. No fue ni ha sido el único narcobloqueo
en la ciudad (Campos Garza, 2021), pero sí fue mi
primera experiencia con una de las manifestaciones
materiales de la violencia criminal.
Por supuesto, a veces los narcobloqueos van
acompañados de balaceras, aunque no necesariamente.
Dado mi origen rural, yo estoy familiarizado
con el sonido de los balazos que emiten
algunas armas utilizadas para cacería en la sierra,
pero nunca había escuchado balaceras –en
el sentido de enfrentamiento entre fuerzas de
seguridad y delincuentes, o entre estos últimos–,
hasta que llegué a Matamoros.
Algunas veces, desde mi casa, llegué a escuchar
balazos a la lejanía y después mis vecinos
y las redes sociales confirmaban que había sido
una balacera. Después ocurrió una muy cerca de
la casa, a unas cuantas cuadras, pero se escuchó
como si hubiera sido enfrente. Era un fin de
semana de 2014. En casa estábamos mi pareja,
dos amigas de visita (una estudiante extranjera
y una doctora de Tampico) y yo. Cuando empezó
el sonido de disparos consecutivos de metralletas,
mi pareja y yo nos agachamos por instinto,
junto a una escalera. Arriba, nuestras amigas
gritaron asustadas y lo único que pensé en ese
momento fue en decirles que se apartaran de las
ventanas y se tiraran al piso: una pedagogía que
en Tamaulipas se enseña desde el kínder (El Diario
de Juárez, 2014).
Después de 10 o 15 minutos, la balacera concluyó.
Mi pareja y yo preguntamos a nuestras
amigas si estaban bien. Subimos a la planta alta.
Ambas estaban asustadas. Nosotros también,
por supuesto. Comenzamos a ver redes sociales
y supimos que había sido un topón, es decir,
un encuentro imprevisto entre militares y civiles
armados, quienes pasaron por unas calles cercanas
a la casa, pero parecía que se habían enfrentado
justo frente a la casa. ¿Qué hacer en ese
momento? La pregunta me invadió porque me
sentí responsable de mi pareja y nuestras invitadas.
Pero al menos para pasar el susto, decidimos
sacar una botella de vino y no salir de casa
el resto del día.
Además de lo anterior, en la ciudad la violencia
criminal también se expresa hacia afuera, en
específico en sus fronteras con otras ciudades.
La colindancia de Matamoros hacia el sur con
San Fernando –el municipio donde en el 2010 el
grupo de Los Zetas asesinó a 72 migrantes– o
hacia el noreste con Valle Hermoso y Rio Bravo,
hacía que algunos espacios limítrofes de la
ciudad estuvieran tensos debido a los llamados
“retenes falsos”, es decir, puntos de revisión
clandestinos, colocados por miembros del CDG,
para vigilar y controlar el posible ingreso de grupos
criminales rivales.
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Fui testigo de uno de ellos al decidir hacer
trabajo de campo en un albergue para adolescentes
repatriados en Reynosa, para “mapear el
terreno”, como diría Marcus (1995). Hice el viaje
a mediados de 2015 con una estudiante estadounidense,
quien estaba de intercambio académico
y al igual que yo analizaba las trayectorias y
riesgos migratorios de adolescentes mexicanos
y centroamericanos hacia Estados Unidos. Viajamos
en mi vehículo. Al salir de los límites de
Matamoros, observamos que los vehículos que
venían de frente habían sido detenidos por un
grupo de jóvenes armados. En ese momento
temí por nuestra seguridad: como académico
cuya credencial de la institución no decía profesor
sino investigador titular, acompañado de una
estudiante gringa que, a propósito, quería tomar
una fotografía con su celular. Afortunadamente
no nos detuvieron. A pesar del peligro potencial
que vivimos en la carretera, la ansiedad metodológica
por traspasar los límites etnográficos (es
decir, el deseo de bajarnos para observar, aunque
fuera de lejos, incluso de hacer preguntas a
transeúntes) emergió en ese momento, aunque
ambos nos resistimos a hacerlo y continuamos
el viaje
Años después la violencia se manifestó de
otras formas en la ciudad y los residentes la vivimos
de maneras distintas. En 2018, por ejemplo,
recibí una llamada telefónica. Me hablaron
por mi nombre, me dijeron que sabían a lo que
me dedicaba y me preguntaron si yo estaba de
acuerdo o en desacuerdo con la militarización
en el país. Pensé que se trataba de una encuesta
o consulta oficial. Quien me llamó fue un hombre
que al parecer sabía del tema. Le dije que
no tenía una respuesta a su pregunta, porque la
situación era muy compleja. Me respondió que
debería tenerla, porque a quienes él representaba
les interesaba saber. Le pregunté a quiénes
representaba y me respondió que al Cártel del
Golfo.
En ese momento el miedo me invadió, pero
caí en cuenta que se trataba de una extorsión
cuando el hombre me dijo que también necesitaban
que les diera una cuota, porque de esta
forma el cártel sabría que estaba de su lado. Obviamente
no fui la única víctima de intento de
extorsión, pero la anécdota muestra parte de la
vivencia de un varón académico en una ciudad
fronteriza.
Recursos de la delincuencia
¿Cuáles son los recursos humanos y económicos
que utiliza la delincuencia en ciudades fronterizas
como Matamoros? Más allá de teorizaciones
en torno a la economía y administración criminal
(Wainwright, 2016), la respuesta a mi pregunta
comenzó a fraguarse una tarde de fines de 2013
cuando decidí ir a cortarme el cabello en una
estética cercana a mi lugar de trabajo. Se trataba
de un negocio situado en la zona industrial,
entre casas de Infonavit a la orilla de la ciudad,
pero sobre todo un negocio en el que ya conocía
y platicaba con sus jóvenes dueños porque
había vivido cerca de ahí.
Cuando llegué, después de saludarlos, pregunté
si podían atenderme. Me dijeron que en
cuanto despacharan a un par de personas que
estaban esperando. Me senté en un sofá, tomé
una revista y comencé a hojear. A los pocos minutos
entró un chico, de alrededor de 20 años,
quien preguntó si había muchos clientes por delante.
Uno de los estilistas le dijo que no, que
podía atenderlo de inmediato. Luego me miró a
mí y me preguntó: “No traes prisa, ¿verdad?”. Le
respondí que no, porque así era. Seguí hojeando
la revista y pasaron al chico a una silla.
En cuanto escuché que el estilista preguntó
al chico cómo quería el corte y él respondió que
lo más rebajado posible, mi curiosidad se activó
y alcé la mirada. El chico se quitó una gorra que
llevaba, la puso a un lado y alcancé a observar
que traía las siglas CDG. Pensé que cualquiera
podría comprarse una gorra así, pues es común
encontrarlas en un mercado de la ciudad, al
igual que otras con el rótulo del Chapo. Sin embargo,
a los pocos minutos escuché afuera un
radio de comunicación. Algo se balbuceaba. Era
el sonido como de los radios de policías que se
escuchan en películas.
Enseguida entró otro chico, sin playera, flaco,
con una cadena de oro colgada al cuello,
con apariencia que sí daba miedo. Le dijo algo
al chico que se cortaba el cabello y a los pocos
minutos ambos se retiraron de ahí en un vehículo.
En cuanto se fueron, el joven estilista me
dijo: “Ahora sí, sigues tú”. Me subí a la silla y le
pregunté: “¿Esos chicos trabajan en lo que me
imagino o no vi bien?”. El estilista me respondió:
“Viste bien. Qué bueno que no traías prisa, ¿verdad?”.
Yo asentí con una risa nerviosa.
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REEXPLORANDO LA VIOLENCIA CRIMINAL EN LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO
Vivir aquella experiencia me hizo pensar en
los recursos humanos que utiliza la delincuencia
a nivel local: varones, jóvenes, que desempeñan
funciones específicas dentro de una organización
y jerarquía más amplia. Específicamente
pensé en los denominados “niños soldado”: menores
de edad que, según Unicef, “están directamente
en la línea de combate y otros son obligados
a ejercer como cocineros, mensajeros […]”
(2020: 1). No puedo afirmar que los chicos que
conocí eran sicarios, pero al menos sí formaban
parte de la llamada “guardia”: niños y jóvenes
que trabajan para el CDG vigilando y protegiendo
algunos perímetros, con radios y a veces armados.
No fue la única ocasión que conocí a chicos de
la guardia. Algún día de 2014, mientras lavaban
mi vehículo en un carwash, cercano a mi lugar
de trabajo, un chico, también veinteañero, con
un radio en la mano, salió corriendo de entre un
lote baldío. Pasó muy cerca de mí. Iba agitado y
balbuceaba algo en el radio, como reportando a
alguien más. Después retrocedió, se paró frente
a mí y me preguntó: “¿Sí eran los marinos los
que pasaron?”. Yo la verdad no me había fijado,
pero por temor le dije que sí. Después el chico
dijo en el radio: “Confirmo, los popeyes van pasando”.
Al menos en la zona industrial de Matamoros
era común observar a estos chicos con radios,
vigilando, reportando y protegiendo áreas determinadas.
Ellos forman parte de los denominados
“halcones”, o lo que Segura Herrera (2021)
ha llamado “eslabones desechables de la ilegalidad”,
en referencia a jóvenes que desempeñan
actividades precarias dentro del crimen organizado.
Sin embargo, las organizaciones delictivas
o criminales no solamente requieren de recursos
humanos, sino también de recursos económicos
para mantenerse como tales a nivel local, regional
o transnacional.
Para mí no era un secreto que grupos delictivos
como el CDG en Matamoros controlaban
una multiplicidad de negocios legales o ilegales.
Como afirmó la periodista Sanjuana Martínez
unos años antes: “En el reino del cártel del Golfo
todo pasa por sus manos: piratería, alcohol,
negocios, policías, militares, gobierno municipal,
aduanas, prostitución, pornografía, migrantes,
venta clandestina de gasolina y, por supuesto,
trasiego de drogas a Estados Unidos” (2011b: 1).
Al menos en lo que refiere a la venta de gasolina
robada o “huachicol”, me tocó ver a chicos desempeñando
esta actividad desde que llegué a
Matamoros en 2012.
Se colocaban en diferentes lugares de la ciudad.
Era todo un espectáculo. La primera vez
que vi un punto de venta de gasolina robada me
sorprendí: a la orilla de la carretera estaba un
par de camionetas con garrafas. Algunos chicos
atendían a los conductores de vehículos que se
habían orillado. Algunas personas de mi trabajo
reconocían que les compraban gasolina a ellos
porque era más barata comparada con la que
Pemex vendía, pero otros decían que no compraban
debido a que el motor de los vehículos
podía dañarse, ya que la gasolina estaba sucia.
La segunda vez que vi otro punto de venta
de gasolina fue en el 2013 y se trató de una escena
chusca, al menos para mí: ahora los chicos
que atendían vestían playeras fosforescentes y
blandeaban mangueras rojas. Estuve tentado a
detenerme, pero, inesperadamente, los chicos
corrieron, subieron algunas garrafas a las camionetas
y salieron a toda velocidad. Más adelante
supe por qué: un helicóptero del Ejército o de
la Marina comenzó a sobrevolar. Un compañero
del trabajo, oriundo de Matamoros, me narró
que poco antes de que yo llegara a la ciudad
pasó algo similar, pero el helicóptero siguió las
camionetas con gasolina, les disparó y hubo una
explosión que dejó calcinados a los tripulantes.
A pesar de ello, los puntos de venta de gasolina
continuaron por unos años, hasta que en
2015 ya no vi ninguno, al menos en la zona de
la ciudad donde yo me desplazaba. A inicios de
2016 platiqué del tema con un amigo y él me dijo
que la venta de huachicol o gasolina robada en
Matamoros no había terminado, sino más bien
habían cambiado el modus operandi: el crimen
organizado comenzó a amedrentar a algunos
dueños de gasolineras con quemarles el negocio
si no les compraban y vendían su producto
(Hernández-Hernández, 2021a: 66-67). La estrategia
de venta había cambiado, y ahora hasta
quizás yo era cómplice del negocio al consumir
en alguna gasolinera.
La venta clandestina de gasolina no fue el
único negocio que atestigüé formaba parte de
los recursos económicos del crimen organizado,
sino también la migración indocumentada hacia
Estados Unidos. Un chico de 16 años, oriun-
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 531-550
do de Matamoros, me narró en 2013 que desde
dos años antes estaba “cruzando gente pa’l otro
lado”, que al principio pasaba él solo para trabajar,
ganar algunos dólares y regresaba, pero
después un amigo le preguntó si quería unirse
con él pasando gente y que le pagarían mas. Él
aceptó seducido por el dinero. Al poco tiempo
se dio cuenta que su amigo tenía un jefe, al cual
le llamaba frecuentemente diciendo cuántos migrantes
iban a cruzar, cuánto se les cobraría, etcétera,
pero también supo que otras personas le
llamaban a su amigo para informarle a qué hora
cruzar la frontera y por dónde.
“¿Y en que trabaja el jefe de tu amigo?”, le
pregunté al chico ingenuamente. Después de hacer
una pausa, expresó que para La maña, pero
que él no sabía más. Además, el chico me dijo
que había varios que cruzaban gente en la ciudad,
pero que todos tenían un jefe y tenían que
pagar la cuota si querían trabajar. “¿Y los que no
pagan?”, le volví a preguntar. “Pues los tablean
la primera vez, y si no se ponen pilas, después
les dicen adiós”. Su respuesta me dio pie a otras
preguntas que, al menos en ese momento, ya no
quise formular por razones obvias. En especial
cuando el chico me dijo: “Me pregunta mucho,
pero yo no sé nada de usted”.
Más allá de lo anterior, en Matamoros La
maña no sólo utiliza a jóvenes para la venta de
gasolina robada o tráfico de migrantes, también
para otras actividades con fines clientelares. A
fines de 2019, por ejemplo, poco antes de que la
pandemia por COVID-19 iniciara, fui testigo de
la entrega de algunas despensas en una colonia
popular, muy cerca del río Bravo. En esta ocasión,
sin embargo, los jóvenes iban fuertemente
armados y encapuchados. Yo miré desde lejos
mientras estaba platicando con un señor en una
tienda. Algunas familias recibían las despensas
como si se tratara de una entrega del DIF. Esta
actividad se hizo más visible al iniciar la pandemia
y se viralizó en redes sociales.
Conclusiones
En este trabajo reexploramos la violencia criminal
en la frontera norte de México partiendo
de una perspectiva autoetnográfica. Específicamente
analizamos cómo se significa la violencia
criminal en Ciudad Juárez, Chihuahua, y Matamoros,
Tamaulipas, a partir de las epifanías personales
situadas en un contexto específico que
permitan comprender el fenómeno de la violencia
criminal. Consideramos que, más allá de una
historia de carácter individual, la experiencia
que tenemos como personas que investigamos
en zonas de peligro puede aportar elementos
que contribuyan al campo de conocimiento sobre
la violencia y que da “una vuelta de tuerca”
a las discusiones establecidas desde las ciencias
sociales, las humanidades y el arte. El problema
es que no hablan de sus investigaciones en
esa zona ni de cómo la violencia ha afectado su
trabajo académico. Sólo está la anécdota ‘de la
gringa que quería tomar una foto’, pero no hay
mayor análisis.
En otras palabras, ¿cuál sería la diferencia si
estas vivencias las hubiera tenido una persona
de la calle y no un académico? No hay fechas
ni lugares precisos. Está únicamente la narrativa
general, casi superficial, sin mayores alcances.
Desde nuestra perspectiva, consideramos
que el ejercicio autoetnográfico contribuye a
comprender la violencia criminal desde una mirada
fenomenológica que trasciende las supuestas
fronteras entre sujeto y objeto, pero también
que muestra lo que Behar denominó vulnerabilidad
del observador (Behar, 1996). Esto es algo
que, al menos nosotros, no habíamos considerado
teórica ni metodológicamente al realizar
estudios sobre el tema en estas ciudades fronterizas:
como analistas, marcábamos un distanciamiento
de los sujetos u objetos de estudio; y
como personas no nos cuestionamos sobre los
riesgos, los efectos emocionales o los registros
en la memoria.
Echando mano de la autoetnografía, uno de
los principales hallazgos da cuenta de cómo
a partir de las manifestaciones de la violencia,
topones, balaceras, bloqueos o ejecuciones, se
modificó la vida cotidiana de quienes escribimos
este trabajo.
Estos cambios en la cotidianeidad van desde
la familiarización con el ruido de las balas, saber
discernir cuándo eran balazos y cuándo el sonido
podía confundirse con cualquier otro ruido,
hasta modificar o reforzar medidas de seguridad
individuales y colectivas. Es decir, la violencia
criminal no sólo afecta la experiencia de
investigación al asumir los riesgos del trabajo de
campo (Hernández-Hernández, 2021b; Nordstrom
y Robben, 1995) sino, también, la vida coti-
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REEXPLORANDO LA VIOLENCIA CRIMINAL EN LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO
diana de aquellos analistas sociales que residen
en los contextos violentos.
Este tipo de ejercicios autoetnográficos, incluso,
son útiles para dimensionar que ante situaciones
donde la seguridad personal está
sensiblemente en riesgo, una ejecución o una
balacera, las mujeres se asumen subjetivamente
más vulnerables. Es decir, observamos, además,
cómo el género posibilita experiencias diferenciadas
sobre la violencia criminal (Guzmán Ordaz
y Jiménez Rodrigo, 2015; Capito Mata y Canales
Murillo, 2020), lo que permite establecer
paralelismos sobre la percepción de riesgo, las
medidas de seguridad y la forma de leer y experimentar
el contexto.
Asimismo, podemos considerar la importancia
de la movilidad humana como factor que permite
incrementar o disminuir el riesgo asociado
a la violencia criminal y a la percepción de inseguridad.
De hecho, tanto en el caso de Ciudad
Juárez como en el de Matamoros, la movilidad
permitió que se reconfiguran ambos procesos:
por un lado, el insertarse y saberse ajena so pena
de ignorar los códigos implícitos del crimen, lo
que acarreaba un mayor riesgo; o, por el otro,
alejarse y al volver, ver incrementada la percepción
de inseguridad que, al ser oriunda del espacio
la violencia criminal era cotidiana. Es importante
resaltar las secuelas de la violencia criminal
sobre los hombres jóvenes de no más de 30
años. En ambas experiencias en la frontera, se da
cuenta de cómo la violencia criminal, específicamente
la relacionada con el crimen organizado,
utiliza como recurso a hombres jóvenes.
Finalmente, pensar la violencia criminal utilizando
como herramienta metodológica la autoetnografía,
nos permite abrir una discusión de
carácter epistemológico y teórico. ¿En qué medida
las experiencias de quienes investigamos
la violencia se pierden en pro de la objetividad?
¿Cómo rescatamos estas experiencias y las convertimos
en epifanías situadas que posibiliten el
análisis de fenómenos ampliamente abordados
y que den cuenta de un sistema cultural relacional
particular? Éstas son algunas preguntas que
nos planteamos en el marco de nuestras experiencias
en Ciudad Juárez y Matamoros, pues
consideramos que pueden suscitar reflexiones
importantes o proponer metodologías alternativas
para profundizar en el tema.
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Publicado: 1 de septiembre de 2022.
Olga Nacori López-Hernández
Es doctora en Ciencias Sociales con especialidad
en Estudios Regionales por El Colegio de la
Frontera Norte. Actualmente es Profesora Investigadora
en El Colegio de Tamaulipas. Sus líneas
de investigación son: Defensa de Derechos Humanos,
Democracia, Estado y Violencias. Entre
sus más recientes publicaciones se encuentran,
como autora: “Los estudios de la(s) violencia(s)
en la frontera noreste de México”, Frontera Norte,
vol. 34, Tijuana, El Colegio de la Frontera
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Social, núm. 6, Ciudad de México, IMSS, pp.
748-756 (2017).
Oscar Misael Hernández-Hernández
Es doctor en Antropología Social por El Colegio
de Michoacán. Actualmente es Profesor Investigador
de El Colegio de la Frontera Norte,
adscrito al Departamento de Estudios Sociales.
Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores,
nivel II. Sus líneas de investigación son:
Dinámicas de la migración, Violencia en la Frontera
e Identidades de género. Entre sus más recientes
publicaciones están, como autor: Antropología
de la movilidad infantil en la frontera de
Tamaulipas, Ciudad Victoria, El Colegio de Tamaulipas/Analéctica
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550

INFOGRAFÍA

SECCIÓN GENERAL

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 555-572
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus21202280
MIRADAS AL EMBARAZO EN LA FOTOGRAFÍA
APROXIMACIÓN AL PRIMER MEDIO SIGLO XX
EN MÉXICO
LOOKING AT PREGNANCY IN PHOTOGRAPHY
AN APPROACH TO THE FIRST HALF OF TWENTIETH CENTURY
IN MEXICO
Patricia Massé
orcid.org/0000-0001-7562-7869
Instituto Nacional de Antropología e Historia
México
patricia_masse@inah.gob.mx
Abstract
This article introduces a reflection generated through photographic records, considered
as instrumental sources for the analysis of the representation of the social
identity of women as historical subjects. It focuses specifically on pregnancy, which is
seldom visible in images of motherhood during the first half of the twentieth century
in Mexico. An interpretation guideline is proposed, in the interest of understanding
how pregnant women participated in the photographic stage, based on three dimensions
in which the photographic gaze has made visible their identity, according to
their enunciation status, in the found images.
Keywords: Photographic Representation, Pregnant Women, Women Identity.
Resumen
Este artículo introduce una reflexión generada a partir de documentos fotográficos,
considerados como fuentes instrumentales para el análisis de la representación de la
identidad social de las mujeres como sujetos históricos. Se centra en la situación específica
del embarazo, poco visible en imágenes de la maternidad durante el primer
medio siglo XX en México. Con el interés de entender cómo participaron las mujeres
embarazadas en el escenario de las fotografías, se propone una pauta de interpretación,
basada en tres dimensiones en que la mirada fotográfica ha visualizado su
identidad, según su estatus de enunciación, en las imágenes localizadas.
Palabras clave: representación fotográfica, mujeres embarazadas, identidad de las
mujeres.
El contenido de este artículo, incluidas las imágenes, es responsabilidad de la autora (N. del E.).
555

PATRICIA MASSÉ, MIRADAS AL EMBARAZO EN LA FOTOGRAFÍA
APROXIMACIÓN AL PRIMER MEDIO SIGLO XX EN MÉXICO
Introducción
Con base en las pocas fotografías donde aparecen
mujeres embarazadas, que fueron tomadas
hasta mediados del siglo XX en México, reunidas
como resultado de una incipiente exploración,
en este artículo se formula un esquema que permita
caracterizar los elementos en función de
los cuales la mirada fotográfica las define. Se
proponen algunas conjeturas relacionadas con
la forma en que ellas adquieren una identidad
como mujeres designadas dentro de la imagen,
basada en señalamientos relacionados con el lugar
que ellas ocupan y en qué medida ellas adquirieron
una acreditación visual.
¿Qué se puede decir de las pocas fuentes
fotográficas de mujeres embarazadas halladas
en fotografías realizadas hasta 1950? Pretender
responder a esta pregunta básica lleva a entretejer
una trama compleja, de la que tan sólo
esbozaré aquello que vislumbro como directrices
generales; las cuales propongo como posibles
pautas para posicionarnos en un tema que
impone sus propios retos de investigación. Sin
haberme acercado aún desde otro tipo de fuentes
históricas en México, en este texto expongo
planteamientos que pueden ayudar a enfocar
las fuentes fotográficas, como documentos para
la construcción de las mujeres como sujetos históricos.
Las mujeres gestantes, como sujetos de representación
fotográfica, comprometen los
planteamientos al perímetro histórico social del
género femenino, en su faceta que tradicionalmente
se ha considerado su condición u obligación
insustituible: la maternidad. En México, la
visibilidad fotográfica de una situación femenina
tan particular, como lo es el embarazo, no parece
haber sido común. Sin embargo, existen testimonios
fotográficos que le dieron cabida. Las
mujeres encintas no fueron indiferentes ante la
mirada del fotógrafo; en virtud de ello se recurrió
a procedimientos visuales a fin de propiciar
cierta validación social. En cada caso se observaron
distintos recursos, en atención a lo que
parecieron haber sido las intenciones.
En un sentido general la madre ha sido considerada
sagrada. La cultura católica, en particular,
la ha equiparado con la Virgen-Madre: mujer
no tocada ni poseída. Simone de Beauvoir reparó
en el mito y puso el dedo en el renglón al
señalar que “María no había conocido la mancilla
que implicaba la sexualidad” (Beauvoir, 1989:
73). La impureza y el pecado sexual no debían
tener cabida en la madre de Cristo. Acaso, en
virtud de ello, el fresco Madonna del Parto, pintado
al mediar el siglo XV por Piero della Francesca
(Monterchi, poblado de la Toscana), fue
desaprobado por la autoridad papal, ya que en
éste quedó plasmada la imagen de la Virgen
María embarazada (que aún puede ser visitada).
Pese a ello, se representó la imagen de la Virgen
del Buen Parto en diversas iglesias católicas
barrocas, como figura protectora de las mujeres
embarazadas. Al respecto es importante aclarar
que el dogma católico de La Inmaculada Concepción
fue proclamado en 1854, cuando a la
Virgen se le designó libre del pecado original y
se reforzó el credo de que el hijo de María fue
concebido sin intervención de varón.
Las fotografías que he reunido muestran
que, por un lado, algunas prácticas fotográficas
echaron mano de recursos en la puesta en escena,
a fin de no infringir ciertas pretensiones de
castidad. Pero también, por otro lado, lograron
sortear la idealización de la madre sagrada. La
modalidad de la maternidad en el embarazo, en
las fotografías localizadas de época considerada
y en cualquiera de las dos posibilidades, parece
estar más cerca de la transgresión de los valores
morales relativos a la discreción y el decoro, en
más de un caso.
Arraigada en el imaginario popular mexicano
en aquella época, la imagen excelsa de las mujeres
se alteraba al aproximar el cuerpo y la sexualidad.
Sospecho que tal vez la gravidez de las
mujeres no solía verse comúnmente en los espacios
públicos al comenzar el siglo XX en México,
y quizás tampoco lo fue que participaran como
sujeto principal de la fotografía al borde del medio
siglo XX, en nuestro país. En ese sentido, se
podría manejar la siguiente conjetura: la acción
del fotógrafo o de la fotógrafa debió comportar
un reto en la representación ya que, de algún
modo, una mujer embarazada que participara
en un retrato trastornaría el orden convencional
de lo visible.
La dificultad para acceder a las fuentes fotográficas
ha atravesado esta investigación. Contrariamente
al acceso mediático actual a fotografías
de mujeres encintas, o a la circulación
pública de proyectos autorales como el elabo-
556

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 555-572
rado en la ciudad de México por Ana Casas Broda
(2013) en las primeras décadas del siglo XXI
sobre el embarazo y la maternidad, el acercamiento
a las fuentes fotográficas sobre el tema,
durante el periodo considerado en nuestro país
(al margen de los textos obstétricos, o sobre salud
materno infantil), no ha sido fácil.
Las imágenes aquí reunidas no son representativas
de una indagación sistemática, aun cuando
he procurado una averiguación persistente,
que aún está en ciernes. La cantidad de fotografías
de las mujeres embarazadas que he reunido
hasta ahora es raquítica. La búsqueda de las
fuentes fotográficas en archivos enfrentó una
limitante relativa a la ausencia de descriptores
específicos que facilitara el acceso a la consulta
de bases de datos.
El ejemplar del siglo XIX resguardado en la
Fototeca Nacional del Instituto Nacional de Antropología
e Historia (INAH) con el que inicio fue
el detonante de esta indagación; ya era de mi
conocimiento por la familiaridad que he tenido
con la colección a la que pertenece. El retrato
que proviene de la Fundación Cultural Antonio
Haghenbeck y de la Lama (colección en proceso
de catalogación) fue buscado deliberadamente,
siendo posible su localización gracias a la historiadora
responsable de catalogar la colección
donde se encuentra.
Los siguientes dos retratos en este texto son
hallazgos que estimo valiosos, producto de una
paciente y amplia revisión de alrededor de 15 mil
imágenes de retratos de mujeres fotografiadas
en la colección Casasola de la Fototeca Nacional
del INAH, delimitada al periodo señalado.
El retrato de familia que data de 1922 procede
de un ámbito privado, y fue buscado expresamente,
a fin de sumar uno más a los pocos
ejemplares localizados en el periodo delimitado
en este artículo. Excepto uno, todos ellos son retratos
cuyo contexto general es la familia y son
producto de prácticas fotográficas comerciales,
predominantemente.
Las otras dos fotografías consideradas para
este artículo han tenido una abierta circulación
pública a lo largo del tiempo y son producto de
una práctica reconocida por su función artística
y documental, donde el cuerpo de las mujeres es
de primordial interés.
El embarazo en las representaciones fotográficas
de las mujeres en México no ha sido examinado.
Su estudio está por hacerse. Mi labor aún
no ha formalizado un proyecto de investigación;
no obstante, he anticipado algunos señalamientos
en un texto relativamente reciente (Massé,
2020). Lo que expongo en este artículo aún son
aproximaciones del mismo modo que lo es la revisión
en archivos y colecciones a mi alcance.
Las mujeres en situación gestante
La maternidad ha sido considerada socialmente
como la condición de las mujeres, es decir, como
la característica genérica que comparten todas
las mujeres. Su cuerpo ha asegurado la continuidad
de una familia, por lo que su capacidad biológica
progenitora ha sido objeto de veneración.
Pero la maternidad como experiencia involucra
muchas situaciones concretas de la vida de las
mujeres, no solamente la crianza, la educación,
la nutrición, los cuidados y la protección de la
progenie, sino también la concepción y el embarazo.
Como materia de conocimiento he advertido,
no sin desconcierto, que el detallado estudio dedicado
a la conducta maternal de las francesas
a lo largo de cuatro siglos, originalmente titulado
L’amour en plus. Histoire de l’amour maternel
(XVIIe a XXe siècle), tan sólo menciona en
una ocasión el embarazo. Cuando la especialista
se refiere a la complejidad y la experiencia de
la maternidad, que inspira sentimientos contradictorios,
cita una descripción de Balzac en las
Memoires de deux jeunes mariées, donde Renée,
embarazada, sólo sentía cansancio y molestia en
los últimos meses de su preñez (Badinter, 1981).
Tal vez durante la elaboración de esta acuciosa
investigación no se encontraron fuentes documentales
que dieran cabida al desarrollo del
tema del embarazo.
Las fotografías que abordaré acusan principalmente
tres situaciones; varias de las mujeres
gestantes comparten el escenario de la familia,
como ámbito de la representación, o como único
entorno conceptual, ya porque están acompañadas
del esposo, ya por el hijo, la hija, o de
ambos. Su estatus de enunciación visual es relacional;
del mismo modo que Elizabeth Badinter
sustentó para la conducta de las madres francesas,
el de las mujeres encintas, en la mayor
parte de las fotografías con que cuento, como
se verá en seguida, su actitud es relativa porque
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PATRICIA MASSÉ, MIRADAS AL EMBARAZO EN LA FOTOGRAFÍA
APROXIMACIÓN AL PRIMER MEDIO SIGLO XX EN MÉXICO
comparecen relacionadas según un lazo de pertenencia,
asegurando la sucesión familiar, bien
como esposa, bien como madre. En esos casos,
excepto en uno, su identidad es dependiente y
transmitida por otros. Reconozco la excepción
en un retrato cuya mirada penetra en lo esencial
del vínculo; el acoplamiento y la conexión madre
embarazada e hijo en brazo, donde sobresale
extraordinariamente la autosuficiencia y la fortaleza
de la madre encinta.
En una tercera situación la embarazada es
por sí misma la protagonista en la fotografía;
ella es en este único caso una mujer encinta sin
más; su identidad reside en sí misma y en la originalidad
de su representación. De modo que la
gama de posibilidades de representación fotográfica
que he encontrado hasta ahora se ajusta,
en gran medida, a las variables tri-dimensionales
propuestas por Badinter en su indagación sobre
las conductas maternales:
La madre en el sentido corriente del término (es
decir, una mujer casada y que tiene hijos legítimos)
es un personaje relativo y tri-dimensional. Relativo
porque no se concibe sino en relación con el padre
y el hijo. Tri-dimensional porque además de esa relación
doble la madre es también una mujer, esto
es, un ser específico dotado de aspiraciones propias,
que a menudo no tienen nada que ver con las
de su marido ni con los deseos del niño (Badinter,
1981: 15).
El inconveniente de la representación
fotográfica
La cámara analógica es, en los casos que se presentan
en este artículo, el dispositivo intermediador
de la mirada que compromete la visibilidad
de lo representado. La peculiaridad ontológica
de las fotografías que aquí se abordan involucra
una relación de proximidad muy singular con su
referente.
En los primeros años de la fotografía, con
el daguerrotipo, esta relación fue misteriosa y
asombrosa. La capacidad mimética que se le
reconoció a la imagen que aparecía de manera
automática, como imagen objetiva o natural,
prescindiendo de la mano de un artífice que la
plasmara, y originada por la acción de un procedimiento
mecánico, generó el reconocimiento
de la imitación perfecta de la realidad, potenciando
el éxito masivo de la fotografía, desde
fines del siglo XIX.
Las fotografías involucraron procesos químicos
que, por efecto de la luz captada por un
objetivo, han fijado la imagen en una emulsión
fotosensible al materializar la huella que dejó el
cuerpo de las mujeres gestantes, participando
en el escenario de las fotografías en situaciones
muy concretas. El poder de exactitud, de convicción
y de atestiguamiento, o de que ha existido
lo que puede dar a ver una fotografía donde ha
comparecido alguna mujer embarazada, pudo
haber sido determinante en su producción, su
sobrevivencia, así como también en los ámbitos
en donde han podido ser vistas esas imágenes
realizadas antes de los años 50 del siglo pasado
en México.
Pensar las fotografías como indicios culturales
y como documentos histórico-sociales implica
necesariamente afianzar la reflexión en su cualidad
indicial, es decir, de huella o índex, según lo
acuñó Charles Sanders Peirce (2012) y, por tanto,
de proximidad de un sujeto interiorizado. Por
ser imágenes analógicas, todas las fotografías
que han dado origen a este texto materializan
una conexión física y como tal fueron vistas; su
peculiaridad como signo es que “significa a su
objeto solamente en virtud de estar realmente
conectado con él” (Sanders Peirce, 2012: 272).
Tienen un valor indicial porque son huellas luminosas
que han sido trabajadas, cuya existencia
confirma la presencia de aquello que representa
(Dubois, 1986).
El retrato ha sido una práctica característica
de la fotografía en su devenir, por excelencia;
revela no solamente el rostro, sino también
el cuerpo como elementos que demuestran la
identidad, incluso en los casos donde llega a
existir cierta ambigüedad. Todo retrato fotográfico
—analógico— pone a la vista, de manera
subrepticia, la huella de una persona, afirma Graham
Clarke (1992). Esta huella, retenida por un
dispositivo fotográfico, proviene de una mirada
detrás de ese dispositivo.
La práctica fotográfica hasta los años 50 estuvo
predominantemente infiltrada de valores
morales en México, lo que pudo haber sesgado
muchas veces su acercamiento con las mujeres
embarazadas como sujetos en la imagen. Ello
dependía de la inserción de cada fotógrafo en su
quehacer con su cámara, de modo que, por un
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 555-572
lado, la práctica comercial procuró atender los
requerimientos de la demanda en el mercado.
Fijas, ellas pasaban a ser lo que representaban
y la perdurabilidad de la imagen fotográfica en
el tiempo podría haber sido considerada incongruente
con la temporalidad tan breve del embarazo.
Por otro lado, una práctica documental
y con carácter artístico ya ensayaba una mirada
con mayores libertades creativas, las cuales
también tuvieron una expresión en el periodo
considerado en México.
Las imágenes fotográficas que aquí presento
están ligadas con un uso muy concreto y fueron
producto de una práctica fotográfica que
en mayor o menor medida (como lo veremos
con detalle más adelante) se apegaron a ciertas
reglas. En cualquiera de los casos reconoceremos
algunas intenciones, sea por parte de quien
tomó la fotografía, o de quienes posaron para
el fotógrafo; por tanto, las imágenes permiten
acercarnos a esquemas de comportamiento, de
pensamiento y de apreciación que pudieron ser
más o menos comunes a la colectividad dentro
de la cual circularon, en ese sentido son depositarias
de una conciencia y una conducta sociales
(Bourdieu, 1989).
Cuando a petición de la empresa francesa Kodak
Pathé Pierre Bourdieu elaboró una investigación
con el objeto de conocer las intenciones
del uso de la cámara fotográfica entre los aficionados
en un barrio de trabajadores en Francia
(quizás todos hombres), el sociólogo reparó en
el hecho de que la fotografía no había sido planteada
como un legítimo objeto de estudio sociológico,
porque se subestimaba su aparente insignificancia
social y porque había una conducta
subjetiva inherente a la toma.
Sin embargo, al encarar la experiencia eligió
como indicadores objetivos una selección
de fotografías (entre ellas la última que abordo
en este texto), a fin de elaborar una encuesta,
y generó preguntas a partir de dos supuestos
fundamentales que vale tenerlos en cuenta, en
caso de que se quiera dimensionar socialmente
ciertas prácticas fotográficas generalizadas: primero,
que la toma es una elección de sujetos,
géneros y composiciones; segundo, que la toma
es una “elección que alaba”, es decir, solemniza
y eterniza (Bourdieu, 1989).
Sospecha de una mujer embarazada
fotografiada en el siglo XIX
Si bien una fotografía tiene la virtud de convertir
en un evento fotográfico un aspecto determinado
de una realidad, con lo cual tal presencia,
actitud o acontecimiento de la realidad adquiere
notoriedad, por añadidura el evento fotográfico,
observado como realidad, es capaz de poner de
manifiesto una realidad percibida. Hace tiempo,
en el archivo, en una colección fotográfica me
enfrenté con un retrato de una mujer que me llamó
mucho la atención (Fotografía 1); desconocía
su identidad y en el intento de interpretarlo
por primera vez, mi empeño fue desatinado. Es
el retrato de cuerpo entero de una mujer joven
que lleva un delantal oscuro atado a su cintura.
La prenda obstaculiza la visión directa de la
totalidad de su figura. Si escudriñamos un poco
en su pose de perfil observaremos que el mandil
oculta parcialmente la línea de su talle; su cintura
se insinúa desvanecida. El traje de rayas y
de dos piezas que viste, elegante y sobrio, deja
ver cómo, a la altura del vientre, las rayas de su
saco abotonado señalan cierto abultamiento. La
aparente timidez de su actitud junto con lo señalado
me causó desconcierto. Hoy que puedo
asegurar el nombre de la retratada y aproximar
la fecha de toma, aún abrigo una duda que no he
podido despejar.
Fotografía 1
Dolores de Teresa de Azurmendi
Fuente: Azurmendi (circa, 1889).
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PATRICIA MASSÉ, MIRADAS AL EMBARAZO EN LA FOTOGRAFÍA
APROXIMACIÓN AL PRIMER MEDIO SIGLO XX EN MÉXICO
Es un retrato de Dolores de Teresa, hija de
uno de los empresarios más acaudalados de la
Ciudad de México, en el último cuarto del siglo
XIX. Puedo aproximar que la toma data de 1889
o quizás de 1890, puesto que cuento con la fecha
de su matrimonio, así como con la serie fotográfica
de la colección donde la he podido observar
acompañada de sus dos hijas. En aquella
primera fecha referida hacía un año que ella se
había casado con Juan Antonio Azurmendi, hijo
de otro emprendedor y próspero comerciante
avecindado en la misma ciudad capital. ¿Qué tan
probable es que ella hubiera estado embarazada
de su primera hija, María Victoria (nacida el 10 de
octubre de 1889), cuando fue retratada, o acaso
de su segunda hija Gloria? Ésa ha sido una interrogante
sin resolver.
El retrato forma parte de un corpus fotográfico
que permaneció inadvertido e indocumentado
al cual doté de una historia, con un trabajo
de investigación entre lo realizado a lo largo
de los años de labor en la Fototeca Nacional del
INAH. El corpus ofrece pruebas, que he podido
confirmar apoyada en fuentes primarias escritas,
de que Dolores de Teresa tuvo dos hijas; así
también sugiere indicios de que posiblemente
fue fotografiada por su esposo (Massé, 2013).
En ese caso, tal vez el retrato fue producto de
un entrenamiento fotográfico que no pretendió
aspiraciones formales muy precisas. Si bien ella
tuvo la oportunidad de quitarse el delantal, no
lo hizo, quizás porque estaba ocupada en alguna
labor de casa. ¿O acaso pretendía disimular
su vientre de pocos meses de embarazo? Como
presunta evidencia la imagen con que cuento no
es una prueba contundente para confirmar tal
situación.
A Dolores de Teresa de Azurmendi he llegado
a conocerla a partir de varias fotografías de
la colección donde se encuentran. En casi todos
los retratos se la ve con una actitud retraída, incluso
ha llegado a parecerme muy apagada; en
este caso parece más joven que en otros, pero
no parece ser distinto su talante. Tal vez no está
posando a gusto; su expresión es esquiva, voltea
la cabeza, evitando devolver la mirada. Su
acercamiento a uno de los dos pedestales, donde
apoyó el brazo para recargar su cabeza, podría
interpretarse como un signo de timidez.
Quizás la abrumó permanecer inmovilizada ante
el despliegue de un equipo fotográfico de gran
formato sobre un tripié frente a ella, que requirió
cierto tiempo de exposición, previo ajuste
de enfoque y colocación del negativo, hasta la
culminación de la toma. El escenario y los elementos
que participan en el lugar, posiblemente
en su casa, no la exaltan ni parecen simbólicamente
determinantes en la representación de su
identidad. Como retrato carece del alarde o de
la solemnidad común en las representaciones femeninas
en aquel tiempo.
Es raro que ella posara para su retrato con
una prenda que comúnmente asociamos con las
labores caseras, lo cual propicia que observemos
en esa imagen una posible realidad: la de
una mujer burguesa que se ocupaba del gobierno
doméstico, y que acaso también estaba encinta.
De haber sido así, éste sería un ejemplar,
muy temprano y muy singular, que temporalmente
anticiparía una mirada franca a una mujer
gestante.
Situación relacional en la fotografía
de las mujeres encintas
Los vínculos en relación con los cuales aparecen
las mujeres encintas las personifican, indistintamente,
como mujeres cuya identidad se define
en función de su integración con alguien más
que justifica su situación, verificando que no son
ellas el sujeto de interés en la fotografía, sino lo
otro, o los otros, a lo que ellas están supeditadas,
y con lo cual afianzan una relación de pertenencia.
Son mujeres que esperan una hija o hijo, y su
comparecencia ante la cámara fotográfica parece
justificada en virtud del nexo que las integra
dentro de un grupo o con otra persona, figurando
simbólicamente la continuidad de la descendencia.
Son imágenes que determinan el cómo
de la identidad femenina.
Representación en interacción
con la pareja
La señora Guadalupe de la Lama sí estaba embarazada
cuando fue retratada acompañada de su
esposo, quizás entre 1892 y 1900 (Fotografía 2).
La temporalidad del retrato se basa en dos datos;
por un lado, sabemos que contrajo matrimonio
en 1890 y, por otro lado, también sabemos
que tuvo varios hijos, el primero de ellos (Agustín)
nacido en mayo de 1891 (Gamiño, 2017); ade-
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 555-572
más, el formato de la fotografía cabinet portrait
fue muy común en el último cuarto del siglo XIX.
Fotografía 2
Sr. Agustín Haghenbeck Sanromán
y su esposa Guadalupe de la Lama
y Molinos del Campo
Fuente: F.E. North (circa, 1891).
Todos los accesorios de la representación en
el estudio profesional sugieren la escenificación
de un viaje. Ella entrelazó su brazo derecho con
el de su esposo y plegó el izquierdo con naturalidad,
empuñando una sombrilla cerrada, estratégicamente
colocada frente a su cuerpo para
disimular su abdomen. Su vestido delata una alteración
en relación con la moda de las mujeres
de la época, que solían lucir una cintura estrecha.
Se procuró el ocultamiento de su vientre
abultado, que vemos cubierto por una especie
de capa o sobretodo. Su esposo lleva cruzado al
pecho un estuche como el que los hombres portaban
durante un viaje para guardar sus afeites;
además, carga un abrigo plegado en su brazo
derecho y junto a él, como accesorio complementario,
alcanza a verse un maletín en el piso.
De modo que todos los accesorios que ambos
portan crearon una atmósfera en torno de una
situación, posiblemente solicitada por los retratados,
que tal vez en realidad estaban por emprender
un viaje. Acaso su presunta ausencia
temporal los entusiasmaría a visitar el estudio
fotográfico para retratarse, aun cuando ella estuviera
encinta.
Probablemente en ese tiempo se acostumbraba
el ocultamiento del cuerpo de las mujeres
gestantes reservado al ámbito privado, en
ese caso la evasiva de una abierta exhibición
pública justificaría el disimulo. En la imagen podemos
inferir ciertos mecanismos reguladores
del comportamiento social al respecto. El Manual
de urbanidad de Carreño, formulado desde
1854, ya dictaba los códigos fundamentales
que reglamentaron desde entonces la vida social,
familiar y moral en nuestro país y el resto de
países hispanoamericanos, entre los cuales nada
se menciona de las mujeres embarazadas en la
edición consultada (Carreño, 1894). Tan sólo se
habla de los atributos de “dignidad” y “decoro”
como términos recurrentes para la conducta de
las mujeres.
Entre los planteamientos de Emile Durkheim
(1976) acerca de la “ciencia de la moral”, con la
que quiso instaurar la sociología en 1893, la conformación
moral era entendida como el acatamiento
de las reglas de comportamiento según
un sistema de valores o ideas compartidos por
una colectividad. El padre de la sociología se refería
a las reglas de acción en un sentido abstracto
y neutro, cuando de hecho su intelecto
masculino interpreta a la sociedad y a la cultura
en general; por lo que Durkheim expresa una
teoría de la sociedad y de la moral desde su subjetividad
masculina, un sesgo que la especialista
Brigitte Berger delataba de las teorías sociales
en general, según lo refirió Adrienne Rich (Rich,
2019).
Los valores patriarcales, que conciernen al
dominio de una jerarquía sexual derivada del
poder de los padres por encima de un sistema
familiar y social, ideológico y político con el que
los hombres (ya sea a través de la fuerza, la presión
directa, los rituales, la tradición, la ley, el
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PATRICIA MASSÉ, MIRADAS AL EMBARAZO EN LA FOTOGRAFÍA
APROXIMACIÓN AL PRIMER MEDIO SIGLO XX EN MÉXICO
lenguaje, las costumbres, la etiqueta, la educación, o la división del trabajo) han determinado cuál
es y debe ser, o no, el papel que las mujeres deben interpretar (Rich, 2019); instruyeron esquemas
moralizantes que no fueron ajenos a la representación fotográfica, y que entre muchos aspectos
debieron determinar la moderación y el recato femeninos.
Disimular, evitar o permitir en la fotografía la visibilidad de una mujer gestante, según pudo
ocurrir en el caso del retrato en cuestión, debió comprometer decisiones particulares en las que el
encubrimiento del volumen del vientre debió tener su origen en el tabú, es decir, en un mandato
de prohibición, fundado en códigos morales de la vida moderna, como una serie de costumbres y
como un factor de seguridad social, garantizando la supervivencia y la convivencia armónica en
sociedad. Según Freud, el tabú entraña una idea de reserva, de lo no ordinario, lo no común, que
se manifiesta principalmente en restricciones, las cuales parecen naturales y consustanciales a un
código humano (Freud, 2003).
Así entonces, la imagen en referencia permite descubrir un comportamiento, basado en un mecanismo
regulador interpuesto al cuerpo de una mujer gestante, entre fines del siglo XIX y comienzos
del XX. De otra manera, una franca visibilidad de su situación encinta en la fotografía habría
delatado el carácter físico del embarazo, lo que en ese caso estaría indicando que entre la mujer y el
varón sucedía algo carnal (Beauvoir, 1989). La conexión física de la imagen fotográfica con lo representado
arrojaría una prueba palpable de una realidad, relacionada con la pérdida de la castidad de
la madre encinta. Por consecuencia, tal evidencia de su situación, advertida por el fotógrafo, podría
significar un atentado a la moral, de cuño patriarcal, que prescribía la moderación y la reserva para
las mujeres.
Representación vinculada con la familia
La visibilidad del embarazo de las mujeres en la fotografía fue posible en el retrato de familia. Consumada
por el matrimonio, la familia como institución reguladora de un orden social fue el contexto
idóneo de la comparecencia fotográfica de las mujeres encintas. La gestación daba cumplimiento al
destino femenino convencional (de tener hijos dentro del matrimonio): la maternidad. Al comenzar
el siglo XX la fotografía en México empezó a dejar testimonios del uso del vestido holgado y de
color oscuro por parte de las mujeres gestantes, como un recurso regulatorio de sus cuerpos, señal
de una conducta sosegada, al menos en las tres primeras décadas del siglo XX.
En oposición al corsé que las mujeres de clase media y alta usaron para afirmar un modelo femenino
de belleza, las ropas sueltas anulaban sus atributos, que por lo común eran dignos de elogio
y aprecio social. Desde el punto de vista social, el cuerpo constreñido equivalía a una conducta
restringida, oprimida, comedida y coartada de libertad; para las mujeres, como para los hombres,
la moda fue un recurso de represión burguesa moralizante que garantizó una conducta recatada
y socialmente aceptable. Tan limitadas para moverse, las mujeres no eran aptas para trabajar sino
más bien para que alguien más hiciera labores por ella. Con vestido holgado una mujer joven dejaba
de ser un cuerpo sexualizado en aquel tiempo; la prenda suelta de tono claro llegó a ser incluso el
signo de una conducta relajada e inmoral, además de que comúnmente fue asociada con mujeres
humildes (Turner, 1989).
En la imagen que proviene de un fragmento de placa negativa rota se puede observar claramente,
en el primer plano, a tres mujeres que ocupan la primera fila en una tribuna pública al aire libre.
La fotografía quizá fue tomada alrededor del mediodía (Fotografía 3).
La presencia de los dos niñitos al cuidado de su nana, así como la situación de embarazo de
la mujer ataviada de color oscuro insinúan que asistieron a un evento especialmente importante
para los niños y su mamá, y que además movilizó la compañía de otra mujer, unos años mayor que
aquella. Nada sabemos del acontecimiento, tampoco del lugar, ni de las tres mujeres, excepto por
lo que aparentan.
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 555-572
Fotografía 3
Mujeres no identificadas
Fuente: Archivo Casasola (circa, 1900).
Tal vez la fotografía ilustró la nota periodística
de algún certamen o exhibición pública al que
asistieron espectadoras y espectadores muy
elegantes. Ese ambiente de adultos y de aparente
distinción no era el de los chiquillos, ni el de la
nana, cuya identidad se aprecia claramente porque
la observamos desempeñando sus funciones,
cuidando a los niñitos; además de que sus
rasgos indígenas y su modesta ropa señalan la
diferencia social. Y, sin embargo, la asistencia de
la niñera al lado de las dos mujeres principales
parece necesaria, a fin de reunir al núcleo familiar
en el evento, acaso especial, donde quizás el
presunto padre de los niños, y esposo de la mujer
encinta, fue el sujeto que captó la atención
del público.
El vestido, en este caso, es el dispositivo que
me interesa destacar, porque además de designar
las diferencias sociales, también revela usos
convencionales que indican contrastes entre
cada una de las mujeres. La tonalidad oscura
del ajuar de la embarazada está demostrando
la moda lóbrega como signo moderador de su
cuerpo gestante; el diseño del vestido concentra
la guarnición en la parte superior, a la altura
del pecho, desde donde caen los lienzos de
tela sueltos sobre su vientre; sus guantes y su
sombrero, del mismo tono, ensombrecen su figura
sin menoscabo de su elegancia. Al lado de
ésta, la que está al centro del grupo sobresale
al lucir un vestido de color claro que estrecha
su cintura de avispa, por efecto del corsé. Esta
prenda femenina de la clase media y alta se usó
en México hasta los primeros años del siglo XX;
fue un dispositivo que impuso el acordonamiento
del cuerpo, bajo una figura sexual y socialmente
aceptada, y simbolizó la pureza, no obstante
que limitó la actividad y el movimiento de
las mujeres, e incluso llegó a provocar daño al
cérvix (Turner, 1989). La nana, por su parte, también
viste ropa de color claro, muy sencilla y limpia,
pero su atuendo indica que no lleva puesto
corsé.
La fotografía nos sitúa entre 1898 y 1908,
cuando las mujeres opulentas y a la moda lucían
sus vestidos de seda, gasa, lino, algodón u organza
con encajes en el pecho, guantes largos y
sombreros grandes con vistosos adornos. Acorde
con la etiqueta femenina porfiriana, el tono
blanco o pastel era el adecuado en los eventos
públicos al aire libre, hasta pocas horas después
del mediodía, excepto para las embarazadas,
como podemos observar en la fotografía.
La simetría procurada en la pose de las tres
mujeres demuestra una actitud autorregulada;
ellas fueron conscientes del acto de posar ante
el fotógrafo. Las tres extienden su brazo derecho
hacia abajo; la que está al centro, en actitud
garbosa, sujeta el mango de una sombrilla plegada;
así también lo hace la nana, mientras con
su brazo izquierdo carga al o a la bebé, procurando
un aspecto circunspecto. La embarazada
recargó su mano empuñada sobre el borde de
la barrera de la tribuna, colocada en tres cuartos
de perfil, mostrando la anchura de su cuerpo
gestante, pero ataviada a la moda, luciendo un
diseño exclusivo para su situación encinta.
También de la colección Archivo Casasola
presento un retrato no identificado, posiblemente
tomado en la década de 1910, a juzgar
por el largo del vestido a la altura del tobillo y
por la verticalidad de la falda, con poco vuelo
(Fotografía 4). La austeridad del escenario es un
indicio de la modestia del estudio fotográfico,
quizás popular, elegido para el retrato de una
familia, al parecer de clase media, constituida
por una mujer de mayor edad, flanqueada por
una joven pareja que ya tiene un hijo o quizás
hija de brazos. La joven madre está embarazada
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PATRICIA MASSÉ, MIRADAS AL EMBARAZO EN LA FOTOGRAFÍA
APROXIMACIÓN AL PRIMER MEDIO SIGLO XX EN MÉXICO
y el marido carga a la criatura. La abierta visibilidad
de la situación encinta de la esposa revela
una notable peculiaridad en la imagen, particularmente
porque ella no se ha permitido colocar
su mano sobre su vientre, ni hay ademán alguno
de posible fatiga en ella, causada por el peso
de su vientre; tampoco hay dosel protector que
pueda velar el volumen de su vientre. Ella está
colocada de frente a la cámara sin la mediación
de algún recurso de ocultamiento, en una posición
muy rígida, quizás porque ella misma no
supo qué hacer, o no le fue indicado cómo debía
posar. En ese caso, parece nula la atención a la
joven esposa embarazada. A juzgar por la posición
que ocupa en la composición, la mujer de
mayor edad colocada en el centro fue el sujeto
de interés en la escena. De ello se infiere que el
esmero por asistir al estudio fotográfico debió
ser motivado por la intención de honrar a la figura
de autoridad. En concreto, la mujer encinta
fue una figura subordinada al orden establecido,
según el cual el personaje de mayor jerarquía
dentro de la composición del núcleo familiar fue
la anciana y, en función de ella, tuvo cabida el
lucimiento del potencial procreador de la joven
madre encinta.
Fotografía 4
Grupo familiar no identificado
La anciana consagra simbólicamente el orden
conyugal y parental de la nueva familia, según el
mandato social del nacimiento de los hijos dentro
del matrimonio; preside la escena, ocupando
la única silla colocada en el centro del grupo. Tal
vez el propio fotógrafo sugirió la posición que
cada cual debía ocupar, activando desde fuera
un dispositivo que certificara la cohesión familiar,
en torno de la autoridad maternal suprema.
La joven embarazada tiene sus ojos excesivamente
abiertos, tal vez por efecto del retoque
de la imagen, o acaso porque de ese modo reaccionó
ante la demanda de inmovilidad en el momento
de la toma del retrato. Su vestido es de un
diseño muy sencillo, tal vez distante de la moda
y más parecido a un camisón de descanso, con
el cuello ancho como único detalle ornamental,
desde donde caen sueltos los pliegues de tela
sobre su vientre para proporcionarle holgura. En
el tono apagado de la prenda podemos reconocer
el signo del sosiego y el recato de su cuerpo.
Por su parte, la fotografía de la familia Canales
Lozano es un retrato sobresaliente de familia
que proviene de un círculo reservado y privado,
donde una madre embarazada participó simbólicamente
integrada, de un modo ejemplar (Fotografía
5).
Fotografía 5
Gerónimo Canales y Elisa Lozano
con sus tres hijos mayores
Fuente: Archivo Casasola (circa, 1914).
Fuente: Anónimo (1922).
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 555-572
La señora Elisa Lozano compareció ante la
cámara fotográfica cuando estuvo encinta de
su cuarto/a hijo o hija, en un retrato fechado en
1922. En su particularidad, al igual que los otros,
está su riqueza. La pareja acudió con sus tres
hijos al estudio fotográfico luciendo atuendos
muy propios para una ocasión especial. Ella lleva
un vestido oscuro, tal vez de color azul o verde
y de talle recto y suelto, con el largo hasta arriba
del tobillo, dejando ver sus medias negras, del
mismo color que su calzado muy bien lustrado.
La formalidad del establecimiento fotográfico y
el esmero de quien hizo el retrato se advierten
en la elección de un escenario sobrio, y de una
discreta y refinada utilería. La impresión fotográfica
traduce en una gama de color oscuro las
cortinas, distinta a la del vestido, e igualmente
diferente al tono del traje de señor Canales, así
como al conjunto de marinerito del mayor de
los chiquillos. Probablemente fue intencional la
elección del fondo del escenario, que ofrece la
cortina desplegada en su totalidad, a fin de atenuar
con mucha discreción la figura de la mamá
embarazada, sin necesidad de recurrir a ocultamientos.
Es sobresaliente la naturalidad lograda en el
gesto y la pose de los retratados. Cada quien
ocupa un sitio que lo representa irreprochablemente
en su lugar dentro de la familia. El primogénito,
que tal vez ya había alcanzado los cinco
años, permanece sutilmente apartado del grupo.
Se vale por sí mismo para posar frente a la cámara,
apostado en el borde del respaldo de una butaca,
con las manos bien sujetas al filo de lo que
le ofrece asiento, con la piernita bien cruzada,
a fin de ganar firmeza y permanecer tranquilo,
muy seguro de sí mismo. Sus hermanitos están
sentados aparte sobre una mesita, dispuestos al
mismo nivel que el mayor. El acompañamiento
que brindan papá y mamá encinta hacia los dos
menores dispone al padre de pie, en el extremo
izquierdo, detrás del segundo hijo, fungiendo a
la vez como una figura de contención del núcleo
familiar. La madre, estratégicamente colocada
en el otro extremo de la mesita, del lado del más
pequeño, está situada en un punto de enlace con
el mayor de sus hijos, a quien observamos muy
confiado de su posición y de su vigor infantil. Ella
posa en tres cuartos de perfil, girando levemente
su cuerpo para tomar la manita del bebé, a la
vez que sujeta delicadamente su bracito. Colocada
entre el más grande y el más pequeñito de
sus hijos, la madre extiende una de sus manos,
interponiendo estratégicamente un elemento visual
frente a su vientre.
Es un retrato que consagra, de un modo irreprochable,
la estabilidad y la unión de una joven
familia nuclear de los años 20 en México. Madre
y padre figuran simbólicamente como dos columnas
muy sólidas. Del lado izquierdo sobresale
la figura tutelar paterna, mientras que la mamá
domina al centro como un ser vinculante. Y no es
un detalle menor que el primogénito pose con
aplomo del lado de ella, en el extremo derecho
del grupo familiar: un varoncito cabal como figura
masculina protectora emergente.
La integración visual del núcleo familiar garantiza
la cohesión del grupo. No es difícil adivinar
la colaboración entre retratados y fotógrafo
¿o fotógrafa? En tanto desconocemos el lugar
donde se realizó el retrato, e ignoramos quién
estuvo detrás de la cámara, será más pertinente
referirnos a la mirada fotográfica que resuelve
con sutileza y originalidad la representación, a
la vez que destaca de una manera muy significativa
la preeminencia de la figura materna. De
hecho, en la pose entra en juego la habilidad de
quien hace la fotografía, tanto como la disposición
de los retratados. De ese entrecruzamiento
de expectativas y experiencias distintas ha de
resultar el acto de posar.
En tanto que el retrato familiar abre la posibilidad
de observar un acto de sociabilidad, la fotografía
en cuestión está ratificando, del mismo
modo que en los casos anteriores, que la familia
fue el escenario propicio que dio cabida a una
mujer embarazada, en la medida en que ratificaba
el cumplimiento del mandato propio de su
género.
Vale la pena mencionar que en 1922 —hace
cien años precisamente— la madre empezaría
a ser homenajeada año tras año en México. La
intensa campaña publicitaria promovida por el
director del periódico Excélsior, el diario de la
vida nacional logró que se instituyera en el país
el 10 de mayo para celebrar el Día de las madres.
Ésta fue una propuesta que de inmediato ganó
la adhesión del propio secretario de Educación:
José Vasconcelos. Fue un plan estratégico para
contrapesar el reparto de un folleto que los sectores
tradicionales tacharon de inmoral, escrito
por una médica norteamericana, y difundido por
565

PATRICIA MASSÉ, MIRADAS AL EMBARAZO EN LA FOTOGRAFÍA
APROXIMACIÓN AL PRIMER MEDIO SIGLO XX EN MÉXICO
las ligas feministas yucatecas, que promovía
medios seguros para evitar el embarazo (Acevedo,
1982).
Representación autónoma de la
aptitud materna
Tan sólo en el contexto de una práctica fotográfica
desentendida de complacencias con las
expectativas tradicionalistas y sí comprometida
con testimoniar el día a día de algunas mujeres,
las habilidades fotográficas de Tina Modotti
(cada vez más ligada a la lucha internacional de
las masas trabajadoras) se concentraron en el
cuerpo de una mujer gestante disponiendo en
primer plano la autosuficiencia vital de una tehuana.
Su sensibilidad como mujer que fotografió
a otras mujeres la demostró en 1929, en su
acercamiento al Istmo de Tehuantepec, revelando
sutilmente su proximidad visual con la fortaleza
incólume de aquella maternidad doblemente
notificada en la misma mujer, que además de
estar encinta, es proveedora de la seguridad de
un chiquillo, al que acoge con un solo brazo (Fotografía
6).
Fotografía 6
Tehuantepec
Fuente: Modotti (1929).
Su militancia en el Partido Comunista desde
hacía algunos años había acercado a la fotógrafa
a la precariedad de campesinos, trabajadores y
niños. Hacía siete años que la italiana de origen,
y norteamericana por adopción, residía en nuestro
país, donde se hizo fotógrafa como aprendiz
de su pareja, el norteamericano Edward Weston,
con quien llegó a establecerse en la ciudad capital
mexicana en reconstrucción.
Durante su única estancia en Tehuantepec
dignificó la cotidianidad de las mujeres en los escenarios
públicos, entre ellas realizó el singular
retrato, no desprovisto de ambigüedad. El ángulo
de toma elegido sólo deja ver parcialmente
el torso de la mujer embarazada, traslapado por
el cuerpo del bebé desnudo. Vemos en ello una
doble faceta de la maternidad involucrada: la de
la proveedora de la seguridad de un chiquillo y,
a la vez, la de su situación encinta. La proximidad
física dota de emotividad el acercamiento
fotográfico y favorece una mirada afectiva hacia
la condición de aquella mujer. En su valor testimonial
y estético reside la fuerza expresiva de
la imagen.
La fotógrafa puso a la vista el esfuerzo de la
madre, enfocando en primerísimo plano el brazo
firme, y a flor de piel, de la embarazada mientras
pasa su brazo por el torso del corpulento
chiquillo, entrelazándolo con mucha seguridad.
De éste observamos su cuerpo enteramente de
espaldas y de costado al vientre de su mamá. El
quid de la imagen está en el ángulo desde donde
la fotógrafa nos lleva a mirar la recíproca interconexión
filial.
El cuerpo entero del chiquillo aferrándose
instintivamente con sus piernitas y un bracito al
cuerpo de su madre determinó el punto de vista
que nos aproxima a la piel suave y tierna del niñito
en contacto con la recia y vital de la mamá.
favoreciendo una compenetración con el tacto,
uno de los sentidos primigenios y esenciales en
el vínculo madre-hijo.
La acentuada curva del vientre de la madre
encinta, aunque en segundo plano, no se pierde
de vista dentro del encuadre cerrado, participando
estratégicamente en la representación
del esfuerzo de una mujer robustecida con el ser
en gestación, que es capaz de llevar con un solo
brazo el peso adicional de su bebé. Estos elementos
bastan para dotarla de identidad, a falta de
su cabeza que ha quedado fuera de cuadro. En
566

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 555-572
la mirada de la fotógrafa, una mujer sin hijos y, al
parecer, infértil (Hooks, 1998), podemos adivinar
a una amiga comprensiva atisbando la escena, y
que quizás se identifica con el arrojo de la otra.
Es una mirada que desarticula las convenciones
de su época, desde el activismo político, muy
probablemente informado del ideario de Emma
Goldman y su movimiento iniciado respecto de
la maternidad consciente —basada en el amor
y la libertad de elegirla y no por obligación del
matrimonio— (Goldman, 1977), así como de los
escritos de Alexandra Kollontai, la embajadora
de la URSS en México a fines de 1926.
Como propagandista de la organización de
las mujeres, Kollontai ya había publicado un folleto
dedicado a las obreras y campesinas del
frente rojo, distribuido desde 1922, que alcanzaría
tirajes de más de 100 mil ejemplares en la
URSS (Ortiz Peralta, 2017). Para entonces la embajada
soviética en México ya se había convertido
en un lugar de reunión de los comunistas de
la Ciudad de México, entre quienes se encontraba
Tina Modotti.
Quizás la embajadora no conoció a la fotógrafa,
lo cual no obsta que esta última leyera y
asimilara los discursos y escritos de la defensora
de una nueva moral, que daba cabida al amor
libre. Desde esa perspectiva es justificable la
abierta y acertada mirada fotográfica de la italonorteamericana
hacia la maternidad, que también
se proyectó en los retratos de Luz Jiménez,
madre soltera a quien fotografió amamantando
a su hija.
La imagen comentada en este apartado fue
exhibida públicamente en diciembre de 1929 en
la Biblioteca Nacional de la Universidad Nacional.
Fue la primera vez que se dedicó una muestra
individual a una fotógrafa en México. Nada
sabemos sobre la recepción de la fotografía
en cuestión, probablemente su vanguardismo
no dejó de ser notoriamente inquietante, tanto
como lo habían sido los Congresos Feministas
en Mérida en 1916, desde cuyas bases y movilizaciones
de grupos organizados de mujeres se
gestó en México un movimiento que desembocó
en la convocatoria para celebrar el Día Internacional
de la Mujer Trabajadora y la propuesta de
una República Femenina (Urrutia, 1979).
El protagonismo de la gestación como
representación de la maternidad
“Maternidad, 1948” es el título de una fotografía
realizada por Manuel Álvarez Bravo que también
enfrentó en su tiempo el desafío del orden
convencional patriarcal, socialmente aceptado,
en relación con la percepción del cuerpo femenino
en ese tiempo en México (Fotografía 7).
El ideal femenino vinculado a la maternidad ya
había dado cabida en aquel tiempo a una estrategia
mediática promotora de la función de las
mexicanas que, por naturaleza, debían parir hijos
y educarlos bien. El viraje de la sociedad conservadora
en contra del racionalismo femenino
políticamente progresista, que había tenido su
centro de acción en el sureste del país, se había
iniciado desde 1922 en la Ciudad de México, desde
donde se promovió exitosamente, a partir de
entonces, la cruzada de veneración de las madres
mexicanas.
Las intensas campañas publicitarias, dirigidas
a festejar el día de las madres año tras año, se
intensificarían en la década de 1940 en nuestro
país, de manera particular con la política conservadora
encabezada por el presidente Manuel
Ávila Camacho (1940-1946).
En consonancia con las asociaciones católicas,
“guardianas de la moral”, la prensa aliada de
la política gobiernista en turno promovería celosamente
una acción ideológica de cobertura en
todo el país, a favor de la maternidad como institución
nacional, difundiendo las políticas pronatalistas.
La mater dolorosa fue objeto unánime
de veneración nacional, reforzada por la acción
política de la esposa del presidente (Santillán,
2009).
“Maternidad, 1948” muestra a quien fuera en
esos años la esposa del fotógrafo, Doris Heyden
(quien devino en especialista en estudios mesoamericanos),
colocada de perfil, mostrando su
situación encinta. La manera en que lleva puesta
su ropa, que parece ordinaria, asegura la visibilidad
de su voluminoso vientre; no obstante, las
embarazadas no solían vestirse precisamente de
ese modo en aquella época. Sus prendas delatan
la temporalidad de la imagen. La falda, entallada
a propósito, fue ajustada por debajo de los pechos
y, la blusa, de tela de mascota, cedió gran
parte de su hechura bajo la falda, otorgando así
plena visibilidad al vientre. A la vez que evita so-
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PATRICIA MASSÉ, MIRADAS AL EMBARAZO EN LA FOTOGRAFÍA
APROXIMACIÓN AL PRIMER MEDIO SIGLO XX EN MÉXICO
lemnizarla, el fotógrafo la exhibe como una figura
extraordinaria.
Fotografía 7
Maternidad, 1948
Fuente: Álvarez Bravo (1948).
La imagen parece haber sido prevista, estudiada
y escrupulosamente cuidada, a fin de
capturar el poder procreador que en tiempos
remotos sustentara el miedo a la madre arcaica
(Kristeva, 1989). La esposa del fotógrafo posó
con sencillez y serenidad, mirando no hacia él,
sino hacia un horizonte en el que se pierde su
mirada. En acción contemplativa, ella aparentó
indiferencia a quien la mira. A su vez, la mirada
reflexiva del fotógrafo se concentró en la fertilidad
de ella.
En la eternidad del instante de la captura de
la imagen (Volkov, 1992), el fotógrafo acertó con
una representación que promueve una imagen
sublime. Contando con el trasfondo de la oscuridad
en el escenario, modeló a su esposa en vísperas
del nacimiento de su hijo o hija. Recreó
puntualmente su perfil bajo las altas luces que la
bañan, procurando que la pose de ella acentuara
el volumen de su vientre. Es un retrato realizado
dentro de un margen de libertad puramente
estético, guiado por el placer de la creación, integrando
armónicamente contenido y forma en
el retrato. Apuesta por la atemporalidad de la
figura autónoma, pretendiendo eternizarla en un
espacio absoluto y etéreo. Atento a su oficio con
la luz, el fotógrafo resolvió una representación
directa y a la vez sutil del cuerpo de su esposa,
como si se tratara de un escultor clásico que da
una forma armónica y perfecta a la figura que
está cincelando, de acuerdo con una idea prevista
en su mente.
Como imagen, el retrato en cuestión distó
mucho de la solemnidad de las madres abnegadas
y sacrificadas, arraigadas en el imaginario
popular de los años 40 del siglo pasado en
México, cuando la prensa mexicana difundió un
discurso político que exaltó a la madre prolífica,
colaborando en su misión de “hacer patria”
(Santillán, 2009).
Un año después de que Manuel Álvarez Bravo
produjera el retrato, se inauguraría el monumento
a la madre en la Ciudad de México. Ni entonces
ni después sería visto pública y masivamente
en México la fotografía que llevara por título
“Maternidad, 1948”. En cambio, esta imagen sí
tendría una acogida como pieza de exhibición
en un contexto internacional.
A lo largo de una década (1955-1964) el retrato
dio la vuelta al mundo, integrado a poco
más de 500 imágenes realizadas por cerca de
300 fotógrafos de más de 60 países, que participaron
en la exposición The Family of Man,
curada con el propósito de presentar a la humanidad
un mundo recién salido de la posguerra.
Entre los temas relativos al amor, el matrimonio,
el nacimiento, el juego, el trabajo, la diversión, la
justicia, la religión, la guerra y la muerte, el catálogo
de la exposición aseguró la circulación
permanente de la citada fotografía, que captó
una situación fisiológica muy breve de la maternidad
(Steichen, 1955). Contrariamente, es poco
común que encontremos esta imagen entre las
publicaciones dedicadas a la obra de Manuel Álvarez
Bravo.
Pierre Bourdieu eligió la fotografía aludida
precisamente por su calidad artística. La integró
a las 13 que reunió sobre diversos asuntos, con
la intención de usarlas en una investigación so-
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 555-572
ciológica basada en entrevistas libres, aplicadas
a empleados (supongo que todos fueron hombres)
en una localidad francesa, con el propósito
de averiguar lo que significaba para ellos la fotografía,
así como también evaluar el poder de
desconcierto de la fotografía, cuando ésta trastornaba
el orden convencional de lo visible.
El proyecto fue emprendido en 1960. Tuvo
como objetivo explicar el uso de la fotografía
como un hecho social. Apegado a las reglas del
método sociológico se enfocó en la función que
la fotografía estaba cumpliendo. Basado en “las
reglas de explicación de los hechos sociales”,
intentó determinar la correspondencia entre el
uso de la cámara fotográfica y las necesidades
sociales, procurando señalar en qué consistían
esas correspondencias, e igualmente se interesó
en reflexionar acerca del papel que estaba cumpliendo
la fotografía en el grupo social estudiado.
Los resultados fueron publicados por primera
vez en 1965 en Francia. A partir de éstos podemos
tener una idea de la recepción de la imagen
en cuestión, entre un sector social popular,
usuario de la cámara Kodak de los años 60. Provocó
sobrecogimiento y resultó sorprendente;
como imagen no tenía cabida en la visión habitual
de los entrevistados. En el desarrollo de su
interpretación Bourdieu concluyó que “las imágenes
que, usando las posibilidades reales de la
técnica, rompen, aunque sea apenas con el academicismo
de la visión y de la fotografía común,
provocan sorpresa” (Bourdieu, 1989: 112).
Entre las fotografías que acompañaron los
resultados de la investigación, la imagen a la
que me he venido refiriendo tiene un pie de foto
que expresa la percepción popular: “Una mujer
encinta es normal, pero en foto me sorprende”.
Bourdieu aclaró que la solución estética de la
imagen suscitó desconcierto, porque los encuestados
no sabían, ni siquiera podían suponer
cuál era su intención. El especialista identificó
así que lo que daba legitimidad a la fotografía,
según la percepción popular, era la intención. De
tal modo que, según ellos, si las fotos se hacen
para verlas, entonces ¿para qué y con qué intención
mostrar la fotografía de una mujer encinta
y de perfil?
A juicio de los entrevistados, aquélla no era
una imagen para ser vista públicamente; sólo era
buena para observarla en la intimidad, no para
los demás. Alguno incluso llegó a censurar la falta
de decoro, opinión que revela el fundamento
moral del gusto generalizado a inicios de la década
de 1960, cuando ver a una mujer embarazada
era normal, pero en una fotografía resultaba
sorprendente. En el México de los años 40,
la idiosincrasia mexicana comúnmente reivindicaba
el decoro y la moralidad como una eterna
condición de las mujeres, que el retrato que hemos
presentado en este apartado infringía. No
era lo mismo hablar de la procreación como una
función natural y obligatoria de las mujeres, que
observar el testimonio de una mujer real que dejara
ver su cuerpo fecundado, como imagen representativa
de la maternidad.
Consideraciones finales
Lo expuesto en este artículo es resultado de un
sondeo sobre el modo en que las mujeres embarazadas
participaron en la fotografía, en el
lapso del primer medio siglo en México. Pese a
lo exiguo del material, y a lo que una investigación
sistemática pueda generar como resultados
más sólidos, he adelantado algunas reflexiones
y esbozado el trazo de una ruta de exploración,
con la intención de formular una pauta para examinarlas.
El recorrido aquí sugerido invita a una
investigación más documentada y puntual. Será
necesario someter los señalamientos aquí expuestos
a una averiguación más a profundidad,
a fin de que las líneas propuestas en este texto
inviten a la revisión de otros documentos históricos,
que contribuyan con argumentos para la
construcción histórico-social de la imagen de las
mujeres gestantes como sujetos fotográficos.
En este itinerario se advirtió que, en gran
medida, la mujer embarazada participó en la fotografía
relacionada o en función de su esposo
o de su familia, lo que se traduce en que ellas
participan en la designación de valores morales
dominantes patriarcales; ellas se muestran y son
para otros, evitando cualquier gesto o ademán
que llamara la atención de su situación encinta.
Como un caso aparte dentro de tal esquema
relacional destaca aquel en el que la visibilidad
del vínculo entre la madre embarazada y el hijo
que sostiene fue exteriorizada concediendo una
importancia esencial al sentido del tacto entre
ambos. Así también se generó la imagen donde
sobresale abierta e intencionalmente el cuerpo
de la mujer embarazada, siendo ésta el asunto
569

PATRICIA MASSÉ, MIRADAS AL EMBARAZO EN LA FOTOGRAFÍA
APROXIMACIÓN AL PRIMER MEDIO SIGLO XX EN MÉXICO
del lucimiento en sí mismo. En los dos últimos
casos la función materna se concentra estratégicamente
en el poder del cuerpo encintado.
Es necesario comprometer una revisión histórico-social
de los signos que en este artículo tan
sólo han quedado apuntados. Entre las nociones
de “pudor”, “discreción”, “decoro”, “intimidad
femenina”, “lo público y lo privado” y particularmente
de la maternidad, podría oscilar la búsqueda
de claves o vectores para el trabajo que
hay que realizar, a fin de esclarecer y desmontar
la imagen fotográfica que tan sólo atestigua
la existencia de alguien, pero cuya significación
es necesario aclarar, a fin de entender el sentido
social de la realidad que la imagen pretende
representar, en cada situación específica de las
mujeres encinta fotografiadas.
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Patricia Massé
Recibido: 22 de noviembre de 2021.
Aceptado: 17 de enero de 2022.
Publicado: 1 de septiembre de 2022.
Es doctora en Historia por la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla, maestra en Historia
del Arte por la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM) y licenciada en Sociología por la UNAM.
Es profesora-investigadora del Instituto Nacional
de Antropología e Historia (INAH), en la Fototeca
Nacional. Sus líneas de investigación son:
historia de la fotografía en México del siglo XIX y
primer medio siglo XX, como documento social.
Desarrolla proyectos orientados al estudio y designación
de la trascendencia cultural de series
y colecciones, apoyada en la indagación de evidencias
documentales y el análisis de la imagen.
Es asimismo coordinadora del Seminario Estudio
del Patrimonio Fotográfico de México (INAH y
UNAM-IIE). Entre sus más recientes publicaciones
destacan, como autora: “De la anunciación a
la procreación. El embarazo en la fotografía en
México”, en Alma Mejía (coord.), Reflexiones y
representaciones de la maternidad. La ficción,
el pensamiento y la imagen, Ciudad de Mèxico,
UAM-Iztapalapa/Ediciones del Lirio, pp. 221-269
(2020); “La Colmena y los parajes del Monte
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entre bosques y magueyes”, Dimensión
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los siglos XIX y XX, Roma, Aracne Editrice, pp.
383-405 (2019).
571

PATRICIA MASSÉ, MIRADAS AL EMBARAZO EN LA FOTOGRAFÍA
APROXIMACIÓN AL PRIMER MEDIO SIGLO XX EN MÉXICO
572

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 573-590
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus21202294
AUSENCIA Y OLVIDO,
LA HISTORIA EN LA ESCUELA SECUNDARIA EN
EL CONTEXTO DE REFORMAS EDUCATIVAS
ABSENCE AND OBLIVION,
HISTORY IN SECONDARY EDUCATION IN THE CONTEXT
OF EDUCATIONAL REFORMS
Rosalia Pérez Valencia
orcid.org/0000-0002-0408-8308
El Colegio Mexiquense, A.C.
México
rperez@cmq.edu.mx
Carlos Escalante Fernández
orcid.org/0000-0003-2918-2250
El Colegio Mexiquense, A.C.
México
cescalante@cmq.edu.mx
María Guadalupe Mendoza
orcid.org/0000-0003-4895-1641
El Colegio Mexiquense, A.C.
México
mendozaupntoluca@gmail.com
Abstract
This article reveals the absence of History as a subject at the secondary level in
the context of educational reforms, a period in which this discipline faced a drastic
reduction. We have elaborated a curricular analysis from the perspective of the
didactics of History of the plans and programs of Universal and Mexican History,
focusing on the purposes and school contents. We compare networks elaborated
from themes and periodization, which allow us to visualize a) the education of new
individuals that respond to the needs of this global world b) the practical purpose
through the historical method.
Keywords: Syllabus, Purposes, Contents, History.
Resumen
Este artículo devela la ausencia de Historia en el nivel secundaria en contexto de reformas
educativas, periodo en el que esta disciplina enfrentó una drástica reducción.
Hemos elaborado un análisis curricular desde la perspectiva de la didáctica de la
Historia de los planes y programas de Historia Universal y de México, centrándonos
en las finalidades y los contenidos escolares. Hacemos también una comparación de
redes elaboradas a partir de temas y periodización, las cuales permiten visualizar a)
la formación de nuevos individuos que responda a las necesidades de este mundo
global b) la finalidad práctica a través del método histórico.
Palabras clave: currículum, finalidades, contenidos, historia.
573

ROSALIA PÉREZ VALENCIA, CARLOS ESCALANTE FERNÁNDEZ Y MARÍA GUADALUPE MENDOZA,
AUSENCIA Y OLVIDO, LA HISTORIA EN LA ESCUELA SECUNDARIA EN EL CONTEXTO DE REFORMAS EDUCATIVAS
Introducción
La escuela secundaria en México surgió en 1925
como parte de la educación media (preparatoria);
sin embargo, en 1993 el Programa de Modernización
Educativa la integró, junto con la
primaria, en un ciclo de educación básica obligatoria
de nueve grados, en el que la secundaria
era el último tramo. Con esta medida se pretendía
dar sentido a la enseñanza secundaria, pues
no se sabía si servía de vínculo con la educación
primaria o con la educación media (Sandoval,
2001: 84).
De acuerdo con Etelvina Sandoval (2001), la
adaptación de la escuela secundaria al nivel básico
tuvo diversos traspiés. Primero, la política
educativa se enfrentó a una cultura escolar muy
distinta de la educación primaria desde la práctica
y las concepciones educativas; una segunda
dificultad fue la especialización docente, lo que
impidió la constitución de una comunidad educativa
escolar. El camino de adaptación y cambios
para secundaria ha sido largo y con muchos
inconvenientes.
En la última década del siglo pasado y en las
dos primeras del XXI la educación secundaria se
ha visto inmersa en una serie de reformas mediante
las cuales se pretendía modificar el currículum
e implementar un modelo educativo por
competencias. Estos cambios fueron paulatinos.
En 1993 se propuso un nuevo modelo educativo
que pretendía fortalecer los conocimientos y
habilidades, además de que se intentaba desarrollar
el pensamiento crítico y creativo de los
estudiantes. El modelo buscaba la formación de
personas pensantes, responsables y útiles a la
sociedad; de igual manera, la secundaria tendría
que fortalecer la identidad de los valores nacionales
y de los elementos culturales, científicos y
tecnológicos, por lo que los planes y programas
se transformaron y se puso mayor atención al
desarrollo de conocimientos y habilidades básicas;
sin embargo, en estos planes y programas
las finalidades educativas eran ambiguas y sólo
se mostraba un listado de contenidos temáticos.
Pasaron 14 años desde este primer intento
de reforma para la escuela secundaria, pues en
2006 este nivel educativo nuevamente estuvo
en el ojo del huracán. El incremento de la matrícula,
el bajo aprovechamiento, el alza en la deserción
eran problemas severos que no permitían
una calidad educativa, así que el currículum
sufrió modificaciones y se estableció el modelo
por competencias. En los planes y programas
se integraron las competencias específicas para
cada disciplina escolar, las finalidades educativas
se dividieron en generales y por asignatura,
y los contenidos escolares se complementaron
con los aprendizajes esperados 1 y dejaron de ser
un simple listado de temas sin ningún propósito.
Para 2011 se mencionaba una nueva reforma,
aunque sólo fueron ajustes a estos documentos.
A pesar de que desde 2013 se anunció una
nueva reforma educativa, los cambios al currículum
se implementaron hasta 2017 y durante
ese año se dieron a conocer los nuevos planes
y programas de estudio llamados “Aprendizajes
clave para la educación integral”. Éstos se organizaron
en tres componentes curriculares: i)
campos de formación académica, ii) áreas de
desarrollo personal y social; y iii) ámbitos de la
autonomía curricular. En cuanto a las finalidades
educativas, éstas partían de lo general a lo particular,
es decir, por asignatura y los aprendizajes
esperados. Igualmente, los contenidos escolares
se organizaron en “ejes, temas y aprendizajes
esperados”.
Dentro de este contexto de reformas al currículum
analizamos la asignatura de Historia,
una de las más polémicas dentro del mismo. En
2006 esta materia desapareció del primer grado
de secundaria y se redujo a dos cursos: Historia
Universal para segundo grado e Historia de
México para tercer grado; por tanto, se eliminaron
los contenidos escolares relativos a la Prehistoria,
la Edad Antigua y la Edad Media. Con
la reforma de 2017 nuevamente se integró en el
currículum la materia de Historia para los tres
grados de secundaria.
Autores como Joan Pagés y Santiesteban
(2018), Sebastián Plá (2006) y Joaquim Prats
(2017) sostienen que el principal problema en la
enseñanza de Historia tiene que ver con “las finalidades
de esta disciplina escolar, con los usos
sociales que la ciudadanía ha otorgado a este
saber escolar, asimismo, está relacionado con
los contenidos escolares y los métodos en que
se enseña y aprende la historia”. Por tanto, nuestro
propósito en este texto es mostrar las intenciones
de la enseñanza de la Historia en el con-
1 Los objetivos particulares de cada tema, es decir, lo que se
pretende desarrollar en el estudiante.
574

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 573-590
texto de las reformas, para lo cual analizamos el
currículum a partir de la didáctica de la Historia
y los planes y programas de Historia Universal e
Historia de México, cuyos puntos centrales son
las finalidades y los contenidos escolares.
La pregunta que guía nuestra investigación
es: ¿qué Historia se quiere mostrar a través de
los contenidos escolares de esta asignatura para
secundaria durante el periodo de las reformas
educativas? Para responder a ella emplearemos
redes comparativas que permitirán visualizar la
disminución de los contenidos y detectar cuáles
cambian y cuáles permanecen.
Ausencia de Historia en el currículum
de secundaria, 2006-2017
Las investigaciones en torno a la enseñanza de
Historia en secundaria parten del análisis de las
reformas educativas emprendidas en las primeras
décadas del siglo XXI a través de las cuales
se pretendió modificar el currículum. En este
contexto, la enseñanza de Historia perdió importancia
al desaparecer de los contenidos programáticos
de primer grado. Este fenómeno no
fue exclusivo de nuestro país, sino que se presentó
en países como España, Argentina, Chile,
Colombia y Brasil.
Investigadores como Joan Pagés y Antoni
Santiesteban (2018) y Joaquim Prats (2017) encabezaron
la defensa de la Historia como disciplina
escolar al considerarla pieza fundamental
en la formación de ciudadanos, además de reconocer
que su principal función es transmitir la
narración del pasado para educar la conciencia
colectiva de la ciudadanía, así como para reconocer
e identificar las raíces sociales, políticas y
culturales de las diferentes naciones priorizando
una historia común, intentando evitar manipulaciones
del conocimiento del pasado y excluyendo
el fomento de posiciones xenófobas.
Un ejemplo claro de este problema es el que
se registró durante la reforma educativa del
2006, cuando la asignatura de Historia desapareció
en el primer año de secundaria. Rafael
Quiroz (2006) señala que esta reducción fue
para resolver la fragmentación curricular, lo que
generó problemas de enseñanza y adaptación
para los estudiantes. Este inconveniente se intentó
resolver con la disminución de asignaturas
y horas. Quiroz afirma que la selección de los
contenidos fue muy compleja, ya que eran abundantes
y no desarrollaban competencias, lo que
resultaba un obstáculo para que el estudiante se
apropiara de éstas.
Sebastián Plá (2006) argumenta sobre la ausencia
y controversia en torno a temas y personajes
históricos y a la sustitución de la historia
política por la económica al sostener que se
mantiene la historia tradicional, lo cual permite
forjar la identidad nacional, pero alcanza a vislumbrar
una explicación evolutiva de una historia
presentista para vincular a todos con la actualidad.
Tanto Plá (2006) como Quiroz (2006) señalan
que los contenidos escolares eran abundantes,
por lo cual algunos temas y personajes
históricos no estaban incluidos en el currículum.
Esta postura era sostenida por las autoridades
educativas. Para Elisa Bonilla Rius, directora general
de Materiales y Métodos Educativos —y
una de las principales autoras de la reforma—,
en un diseño curricular “siempre hay cosas que
entran y cosas que salen”. Así, la idea era dejar
atrás el “enciclopedismo” y concentrar el
estudio en la historia reciente (Herrera Beltrán,
2004a), una historia que permitiera el desarrollo
de competencias y la formación de individuos
que comprendieran el mundo actual, la era de la
globalización.
Uno de los temas ausentes era el periodo mesoamericano.
La justificación de Lorenzo Gómez
Morin 2 y Elisa Bonilla Rius 3 fue que se debía dar
prioridad al estudio de la historia reciente y evitar
el enciclopedismo.
Entonces, para evitar el saber de múltiples y
diversas cosas, generalmente dando preeminencia
a la información sobre la conceptualización,
se eliminaron temas como el periodo mesoamericano;
es decir, se borraba la memoria indígena
para invisibilizar aún más a los indígenas, para
no reconocerlos en la actualidad y para desaparecer
las diferencias e indicar que todos somos
iguales y nuestras raíces culturales inician con la
llegada de los hispanos.
La ausencia del periodo mesoamericano
ameritó que los sectores sociales pugnaran por
revisar estos contenidos. Tal es el caso del ex
secretario de Educación Pública, Olac Fuentes
2 Subsecretario de Educación Básica y Normal en 2004.
3 Directora General de Materiales y Métodos Educativos en
2004.
575

ROSALIA PÉREZ VALENCIA, CARLOS ESCALANTE FERNÁNDEZ Y MARÍA GUADALUPE MENDOZA,
AUSENCIA Y OLVIDO, LA HISTORIA EN LA ESCUELA SECUNDARIA EN EL CONTEXTO DE REFORMAS EDUCATIVAS
Molinar, quien aseguró que había errores en la
modificación de los planes y programas de secundaria,
en específico en los de Historia, y que
el estudio de las civilizaciones mesoamericanas
era fundamental, pues es una historia viva y por
tanto debía formar parte del currículum (Herrera
Beltrán, 2004b).
En esta investigación, nos apoyamos en Alicia
de Alba (1998) a través de su concepto de currículum.
Como se verá más adelante, el concepto
permite revisar el currículum como un campo de
batalla donde se impone y se negocia qué conocimiento
se integra y cuál debe ser aprobado
por los grupos hegemónicos.
De acuerdo con esta autora, existen distintos
factores que determinan el contenido del currículum,
es decir, serán parte de ideas, pensamientos
y conocimientos provenientes de otros
sectores sociales como grupos académicos —algunos
de ellos inmersos en organizar e integrar
este documento—, entre los cuales encontramos
expertos en pedagogía, en las distintas disciplinas
escolares y en didáctica, inscritos en diversas
instituciones universitarias, que traen consigo
sus propios elementos culturales, sus diversas
perspectivas teóricas y conceptos sobre
la historia, por lo que existirá una negociación
entre lo hegemónico y una visión diferente de lo
educativo a fin de establecer un equilibrio entre
un punto de vista y otro.
Se reconoce entonces una lucha de poder
en la cual los distintos sectores sociales deberán
llegar a acuerdos, negociar, para determinar
qué se puede integrar en el currículum y qué no,
dependiendo del equilibrio de poder entre los
grupos o sectores sociales.
Metodología
El sustento metodológico de esta investigación
descansa en dos premisas sobre el análisis curricular.
La primera la proporciona Alicia de Alba
(1998), quien permite acercarse al análisis de los
planes y programas de Historia a través de su
concepto de currículum:
[…] por currículum se entiende a la síntesis de elementos
culturales (conocimientos, valores, costumbres,
creencias, hábitos) que conforman una
propuesta político-educativa pensada e impulsada
por diversos grupos y sectores sociales cuyos intereses
son diversos y contradictorios, aunque algunos
tiendan a ser dominantes o hegemónicos,
y otros tiendan a oponerse y resistirse a tal dominación
o hegemonía. Síntesis a la cual se arriba a
través de los diversos mecanismos de negociación
e imposición social. Propuesta conformada por aspectos
estructurales-formales y procesales-prácticos,
así como por dimensiones generales y particulares
que interactúan en el devenir de los curricula
en las instituciones sociales educativas. Devenir
curricular cuyo carácter es profundamente histórico
y no mecánico y lineal. Estructura y devenir que
conforman y expresan a través de distintos niveles
de significación (Alba, 1998: 3-4).
La segunda premisa es una aportación de Julio
Rodríguez (2017), quien define las bases teórico-prácticas
de todo proyecto curricular que
“se articula en torno a tres elementos o finalidades
presentes escalonadamente en el paradigma
global” (Rodríguez, 2017: 59), ejes del diseño
curricular: la fundamentación epistemológica, el
nivel formativo y el nivel informativo.
Las intenciones del modelo didáctico se pueden
identificar en la enunciación de las finalidades,
los propósitos de enseñanza y la organización
de los contenidos específicos para la enseñanza
de Historia en secundaria, los cuales constituyen
el corpus de la presente investigación en
la que se empleó la técnica de análisis de contenido
de los programas de estudio de Historia
Universal e Historia de México a partir de redes
comparativas (2006, 2011 y 2017). Esta técnica
permite la interpretación de los documentos de
manera objetiva y sistemática. En el desarrollo
del estudio se utilizaron como instrumento de
análisis las redes comparativas, las cuales fueron
construidas través de la herramienta de cómputo
Atlas ti. El corpus lo constituyen cuatro redes
con los siguientes títulos:
Red núm. 1. Comparativo de las finalidades
educativas de Historia 2006, 2011 y 2017.
Red núm. 2. Contenidos escolares de Historia
Universal segundo año, elaboración propia
con base en los planes y programas de Historia
1993, 2006, 2011 y 2017.
Red núm. 3. Contenidos escolares de Historia
de México, elaboración propia con base en
los planes y programas de Historia de secundaria
1993, 2006, 2011 y 2017.
576

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 573-590
Red núm. 4. Contenidos Historia de México:
Mesoamérica y Colonia, elaboración con base
en los planes y programas de estudio de Historia
para secundaria 2006, 2011 y 2017.
Las finalidades educativas en los planes
y programas de Historia para secundaria
Para analizar cuáles fueron los elementos culturales
que se integraron en los planes y programas
de Historia se analizarán las finalidades
de la historia durante el periodo de las reformas
educativas (2006-2017) para identificar los elementos
de esta ideología. ¿Qué son las finalidades?
¿Qué elementos componen las finalidades?
¿Cuál es la propuesta pedagógico-histórica que
les da sustento?
Alicia Funes (2001) y Jordi Abellan (2016)
coinciden en que uno de los ejes que guían la
educación son las finalidades, pues responden a
para qué y por qué enseñar historia; explican el
rumbo que sigue la enseñanza y las razones que
impulsan a los maestros a tomar decisiones.
Abellan define las finalidades educativas
como “declaraciones de intención, parten, responden
y se asientan en diversos fundamentos,
se ubican entre los ideales y los objetivos de
aprendizaje, y son una síntesis de las aspiraciones
del proceso educativo porque describen el
modelo de sociedad y ciudadano que se pretende
formar” (Abellan, 2016: 35-36). Es decir, las
finalidades consisten en aquello que se aspira
formar, pero se deben concretar, ya que son elegidas
a través de una decisión técnico-pedagógica
o normativa basada en aspectos científicos
y éticos, es decir, es algo subjetivo, no tangible,
lo que en múltiples ocasiones se llega a confundir
con los valores educativos y adquiere un tinte
ideológico que determina si algo es pertinente
o no, además de ocultar la manipulación o la
simulación.
Pilar Benejam (2002) asegura que las finalidades
se construyen a partir de la ideología y
se soslaya la ciencia; por tanto, el análisis de las
finalidades no es tan sencillo ya que, de acuerdo
con Funes (2010), existen diversas perspectivas
teóricas y tradiciones en la didáctica de la
historia. Benejam (2002) identifica la tradición
positivista, la tradición humanista o crítica y el
pensamiento posmoderno.
Si las finalidades educativas expresan el tipo
de seres humanos requeridos, cabe considerar
desde qué postura teórico-ideológica se plantean
las finalidades en los planes y programas
de Historia de las reformas educativas. En la red
número 1 se puede identificar una formación integral
humanista sustentada en la didáctica de
la historia, es decir, ideas que llevan a la creación
de individuos que enfrenten los desafíos
planetarios. Desde esta perspectiva humanista
la educación tiene la finalidad de desarrollar las
facultades y el potencial de las personas para
que éstas, a su vez, se encuentren en condiciones
de participar activa y responsablemente en
las grandes tareas que nos conciernen como sociedad.
Por ello, es indispensable identificar los
conocimientos, habilidades y competencias que
los niños y adolescentes precisan para alcanzar
su plena realización (SEP, 2016).
Esta corriente teórico-ideológica asegura
que la vida contemporánea requiere personas
preparadas para enfrentar los retos de este nuevo
mundo; 4 por tanto, se necesitan individuos
con una formación integral que les permita comprender,
valorar, sentir y actuar. Se demanda,
además, formar, mediante la educación cultural,
artística y humanística, ciudadanos del mundo
responsables y respetuosos, preparados para la
vida y la convivencia y que al mismo tiempo sean
creativos e innovadores; la formación humanista
debe promover la formación cívica y ciudadana.
De acuerdo con Claudia Escamilla y Diana
Quintero (2016), la formación humanista promueve
individuos reflexivos sobre su realidad
y alienta el desarrollo de una conciencia crítica
para tomar decisiones sobre la vida diaria. Para
ello se requiere aprender tres habilidades: vida
examinada, imaginación narrativa y ciudadanos
del mundo. Formar ciudadanos del mundo se
refiere a que los individuos adopten una visión
amplia del mundo, puesto que cada día estamos
más interconectados; por tanto, es necesario
conocer sobre los demás para determinar cómo
actuar.
Otra característica de la formación humanista
es que está estrechamente ligada a la idea de
democracia, la cual está vinculada con el con-
4 Se refiere al mundo neoliberal globalizado que establece
relaciones de corte económico, político y social; así también
al avance científico y tecnológico que marcha de forma acelerada.
577

ROSALIA PÉREZ VALENCIA, CARLOS ESCALANTE FERNÁNDEZ Y MARÍA GUADALUPE MENDOZA,
AUSENCIA Y OLVIDO, LA HISTORIA EN LA ESCUELA SECUNDARIA EN EL CONTEXTO DE REFORMAS EDUCATIVAS
cepto de libertad para gobernarse a sí mismo: democracia humana; por ende, se debe contar con
aptitudes para reflexionar, analizar y emitir juicios. Así, la formación humanista debe fomentar en el
individuo la capacidad de ejercer su derecho a escoger una vida digna y disfrutar de ella y, al mismo
tiempo, reconocer estos mismos derechos en los demás (Escamilla y Quintero, 2016).
Figura 1
Red núm. 1. Comparativo de las finalidades educativas de Historia 2006, 2011 y 2017
´
Primer nivel:
didáctica de la historia
Segundo nivel:
Formación integral
humanista
´
Individuos conscientes
Fuente: elaboración propia a partir de
los planes y programas de Historia para
secundaria (SEP, 2006, 2011 y 2017).
578

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 573-590
Esta propuesta teórico-ideológica se refleja en la enseñanza de la historia a través del modelo
por competencias. El cuadro 1 muestra la organización de las finalidades en los planes y programas
de Historia, los cuales están íntimamente vinculados con los contenidos, ya que a través de ellos se
concretan los objetivos educativos y los de asignatura, todo lo cual forma parte de un modelo por
competencias.
Cuadro 1
Organización de los contenidos escolares de Historia
Contenidos Conceptos Aprendizaje esperado Competencia
1. Disciplinares
Son conceptos que la disciplina
proporciona a través de los
diversos temas.
Saber conocer
* Leer fragmentos de
textos sobre la conquista
para comparar diversas
interpretaciones sobre un mismo
hecho o proceso.
Manejo de fuentes:
análisis de fuentes
e investigación
bibliográfica.
2. Procedimentales
Son los métodos que la historia
proporciona para el desarrollo
cognitivo del estudiante: análisis
de fuentes, investigación
bibliográfica y construcción del
tiempo histórico.
Saber hacer
* Ordenar en una línea del
tiempo sucesos y procesos
relevantes del desarrollo cultural
del México prehispánico, de la
conquista y de la conformación
de Nueva España.
* Ubicar en el mapa las diversas
culturas desarrolladas a lo largo
del tiempo en el territorio actual
de México.
Construcción del
tiempo y el espacio
histórico.
3. Actitudinales
Son tendencias o disposiciones
adquiridas y relativamente
duraderas a evaluar de un modo
determinado un objeto, persona o
situación y actuar en consonancia
con dicha evaluación.
Saber ser
* Reconocer retos que enfrenta
México en los ámbitos político,
económico, social y cultural,
y participar en acciones para
contribuir a su solución.
Construcción de una
conciencia histórica.
Fuente: elaboración propia a partir de Sebastián Plá (2014) y Julio Rodríguez (2017).
Plá (2014) menciona que los contenidos procedimentales
son llamados “capacidades básicas”
y son el fin último del proceso educativo;
por tanto, los contenidos disciplinares son un
medio; es decir, lo disciplinar no es lo más importante,
sino los métodos que se adquieren
de la ciencia histórica, pues a través de ésta los
estudiantes podrán pensar el tiempo histórico
o desarrollar la escritura. De acuerdo con Plá
(2014), estos contenidos están estrechamente
vinculados al código de la modernidad que requiere
todo ciudadano competitivo.
Finalmente, la propuesta filosófica humanista
muestra un camino providencial en la formación
de ciudadanos críticos y reflexivos; sin embargo,
existen diversas controversias frente a este
planteamiento, por lo que reflexionaremos sobre
los diferentes aspectos que se oponen a la
formación de este ciudadano integral humanista
desde la historia.
Historia es una asignatura que por siglos ha
formado parte del currículum y una de sus finalidades
principales es la formación de una identidad
nacional que unifique al país, por lo que
la visión que se tiene de la historia es sobre un
pasado glorioso construido a través de héroes
y acontecimientos que dieron patria a esta nación;
5 la sociedad ha concebido la historia como
5 Sobre el código disciplinar de la historia consúltense Cuesta
(1997) y Carretero (2007).
579

ROSALIA PÉREZ VALENCIA, CARLOS ESCALANTE FERNÁNDEZ Y MARÍA GUADALUPE MENDOZA,
AUSENCIA Y OLVIDO, LA HISTORIA EN LA ESCUELA SECUNDARIA EN EL CONTEXTO DE REFORMAS EDUCATIVAS
un conocimiento erudito y de fácil adquisición.
Pero esta narrativa ya no responde a las realidades
actuales y los jóvenes estudiantes no le encuentran
sentido a esta explicación; el acelerado
avance tecnológico y científico es sinónimo de
modernidad y de conocimiento que promueve
el acercamiento a nuevas realidades y en otros
lugares. 6 Las finalidades de la historia tuvieron
que cambiar, así que se planteó formar un sujeto
reflexivo, crítico, analítico de su realidad actual,
que comprenda los grandes retos del siglo XXI,
con una identidad nacional y mundial, es decir,
la formación de un ciudadano.
Las finalidades educativas plantean construir
un nuevo canon histórico que legitime, en
la actualidad, el mundo del dinero que domina
y dirige todos los ámbitos de la vida diaria; por
tanto, es necesario construir en las nuevas generaciones,
desde las finalidades de la historia,
un sentido común que justifique los intereses y
urgencias de los monopolios y empresas transnacionales,
preparar a los trabajadores que requiere
el capital, 7 es decir, formar individuos que
se sientan partícipes de las mismas experiencias
culturales bajo el mismo tiempo y espacio. Esto
es, crear una ilusión donde se piensa que la modernidad
nos unifica bajo una misma imagen de
oropel.
A la construcción de esta nueva visión se
unen diversos factores que dan un sentido de
poca importancia al pasado, uno de ellos son los
exámenes estandarizados y conductistas que de
cierta manera apoyan las finalidades históricas,
pues estos instrumentos de evaluación vuelven
a implementar la memorización de datos fácticos,
lo cual le exige al estudiante aprender sobre
un hecho dado y único; le enseña que la historia
se queda en el pasado y no tiene que ver con su
realidad actual. Los diferentes materiales didácticos
no han cambiado. Los libros de texto, por
ejemplo, siguen presentando un formato único
con pequeñas narraciones que se repiten año
con año, no se modifican la información ni las
imágenes; por tanto, lo que se sabe del descubrimiento
de América es lo mismo para todos
los jóvenes y en diferentes periodos. 8
Por otra parte, las finalidades requieren ciudadanos
que reflexionen sobre su tiempo presen-
6 Véase Prats (2011).
7 Véase Andrea Sánchez (2006).
8 Véase Prats (2017).
te, que comprendan su realidad actual. Lorenzo
Gómez Morín y Elisa Bonilla Rius sostienen que
se debe dar mayor importancia a la historia reciente
(no significa que no se estudie), es decir,
construir con base en lo que se vive actualmente,
pues para el estudiante tiene mayor impacto
lo reciente; no importa olvidar la historia, el
pasado que construyó este presente y la visión
de un futuro. Tal pareciera que la historia para
las nuevas generaciones comienza a partir de su
tiempo, de su momento, de su propio pasado
reciente, y el pasado lejano queda en el olvido.
Asimismo, se pretende formar un ciudadano
capaz de tomar sus propias decisiones, pero al
mismo tiempo es un ciudadano invisible, pues
es manipulado por las democracias conservadoras,
las que manejan los resultados y no toman
en cuenta la opinión de los ciudadanos fantasma
que sólo sirven para justificar el poder del grupo
hegemónico. Las finalidades educativas históricas
proponen formar sujetos que posean todas
las facilidades, pero nuestro país carece de los
elementos materiales, es decir, no cuenta con
la infraestructura, la tecnología ni los recursos
educativos para formar este tipo de ciudadano
universal.
Una forma en la que se presenta la resistencia
es a través de los profesores, quienes llevan consigo
sus propias concepciones sobre lo que representan
la educación, la historia, su ideología,
sus creencias y costumbres mediante las cuales
construyen su pensamiento sobre cómo, qué y
para qué enseñar historia. Recordemos que no
todo lo que se plantea en las reformas educativas
se aplica en el aula tal cual; cada profesor
las implementa y las adapta de acuerdo con su
contexto, a las formas de aprendizaje de los niños,
entre otros elementos que debe tomar en
cuenta para llevar a cabo el proceso enseñanza-aprendizaje.
A modo de conclusión, las finalidades históricas
que se encuentran en los planes y programas
de Historia para secundaria proponen
la enseñanza de una historia contemporánea,
moderna, que propicie el olvido histórico, pues
el pasado lejano no tiene nada que ver con las
generaciones actuales, las cuales construyen su
propia historia a partir del aquí y el ahora. Sin
embargo, la resistencia a desaparecer el pasado
lejano pervive y se revela ante el embate neoliberal,
pues cada sujeto, pueblo, ciudad y comu-
580

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 573-590
nidad presenta su propia historia a través de sus
costumbres y tradiciones que han perdurado
durante varios siglos y forman parte de la vida
diaria de los estudiantes.
Esta historia moderna y contemporánea se
reflejará en los contenidos escolares en torno a
los cuales existe el debate sobre la cantidad y
su reducción, además de mostrar que son pertinentes
para desarrollar lo que plantean las finalidades,
mostrar un pasado no tan lejano y que
permita interpretar la realidad actual de cada
estudiante.
Los contenidos escolares de historia: 1993,
2006, 2011 y 2017
Autores como Julio Rodríguez (2017) y Kitson,
Steward y Husbands (2015) aseguran que no
hay historia si no hay contenidos que puedan dar
pauta a su enseñanza. Este tema ha promovido
diversas discusiones, hay quienes argumentan la
necesidad de cambiar los contenidos, dada su
obsolescencia, mientras que otros aseguran que
la problemática se encuentra en la cantidad; sin
embargo, enfrascarnos en esta discusión no llevaría
a ningún lado. En este sentido, partiremos
por comprender qué son los contenidos, cómo
se organizan y, así, desmenuzarlos y analizarlos
para explicar qué contenidos históricos se integran
en los planes y programas de Historia para
secundaria, qué historia se pretende enseñar a
través de éstos.
Joaquim Prats (1997) considera que para la
selección de contenidos escolares debe haber
una cierta distancia de la historiografía, por lo
que dicha selección debe compaginar con las finalidades
educativas, sin soslayar los avances de
la ciencia histórica, pero deben ser matizados:
[…] la selección de los contenidos, siempre ligados
al avance de la ciencia, debe ser hecha teniendo en
cuenta el momento en que se encuentra el proceso
de aprendizaje, o lo que es lo mismo, el grado y
número de conocimientos que se tienen de cada
tema y de la visión general que se tiene de la Historia.
Y a ello hay que añadir: la propia dinámica
educativa que incorpora elementos contextuales
(social-políticos); los objetivos formativos generales
a los que la Historia puede y debe contribuir; y
el nivel de destrezas intelectuales que ha alcanzado
el alumnado (Prats, 1997: 1).
Se requiere encontrar, por tanto, el equilibrio
entre la ciencia histórica y las finalidades educativas
para lo cual debe llevarse a cabo una adecuada
selección y secuenciación de los contenidos
y poner en práctica una estrategia didáctica
que consolide paso a paso los aprendizajes.
La propuesta de Prats coincide en cierta medida
con la de Rodríguez (2017), quien menciona
que la selección de contenidos no tiene que
ver con la cantidad o la calidad, sino con “la fundamentación
y concepción de la didáctica de la
historia como explicación derivada de la praxis y
la investigación”; es por ello que sugiere que “la
selección de contenidos debe hacerse a partir
de vincular la ciencia histórica que involucra la
investigación formal, la enseñanza que sugiere
las formas de transmisión del conocimiento y
la didáctica que promueve la potencialidad del
aprendizaje” (Rodríguez, 2017: 72).
Rodríguez sugiere que la organización de los
contenidos es de dos tipos: cronológica y temática.
La organización cronológica hace referencia
a una periodización general. El alcance temporal
de los contenidos no debe suponer cortes
ni rupturas y se debe abarcar desde la prehistoria
hasta el mundo contemporáneo, aunque de
manera progresiva en cantidad y complejidad.
La organización temática se basa en unidades
didácticas que se muestran a través de líneas de
desarrollo y monográficas.
Para identificar la organización de los contenidos
escolares de Historia (en los programas
para secundaria) se consideran la cronología y
la temática, como sugiere Rodríguez. Para ello
se construyeron redes temáticas que permitirán
la comparación, el periodo de análisis se ubicará
a partir de 1993 (por ubicarse en este año el antecedente
de la reforma a las escuelas secundarias),
pero centraremos nuestra atención, principalmente,
en el periodo 2006-2017, debido a
que fue la época en que la asignatura de Historia
desapareció del primer año de secundaria.
La red núm. 2 presenta tres momentos: 1993,
2006-2011 y 2017, en los que se muestran los
contenidos escolares para Historia Universal; en
la primera parte de la red se puede observar que
la historia se enseñaba en dos grados, es decir,
en primero y en segundo de secundaria; la temática
estaba organizada por unidades que se
referían a las grandes épocas de la historia de la
humanidad. Los temas mantenían una relación
581

ROSALIA PÉREZ VALENCIA, CARLOS ESCALANTE FERNÁNDEZ Y MARÍA GUADALUPE MENDOZA,
AUSENCIA Y OLVIDO, LA HISTORIA EN LA ESCUELA SECUNDARIA EN EL CONTEXTO DE REFORMAS EDUCATIVAS
con las diversas manifestaciones humanas y con los hechos políticos, militares y culturales.
En cuanto al corte temporal podemos observar que abarcaba desde la Prehistoria hasta el mundo
contemporáneo y no había cortes ni rupturas. En primer grado se enseñaba desde la Prehistoria
hasta el Renacimiento, mientras que en segundo año se revisaban los imperios y el absolutismo, la
edad contemporánea y, finalmente, la época actual. Sin embargo, para 2006 Historia desapareció
de primer año —por lo que se eliminaron la Prehistoria, la Edad Antigua y la Edad Media— y sólo
se enseñaba en segundo grado. El corte temporal se ubicaba a principios del siglo XVI (1500), es
decir, los temas que se enseñaban cubrían la Edad Moderna, la etapa contemporánea y las décadas
recientes, el curso era llamado Historia I y se dividía en cinco bloques temáticos que abordaban
aspectos sociales, políticos, económicos y culturales.
Figura 2
Red núm. 2. Contenidos escolares de Historia Universal, segundo año
TRANSFORMACIONES
Fuente: elaboración propia a partir de los planes y programas de Historia (SEP, 1993, 2006, 2011 y 2017).
Para 2017 se volvió a integrar Historia en el
primer año de secundaria, el curso se denominaba
Historia del mundo. El corte temporal inicia
en el siglo XVIII (1700) y se extiende a inicios del
XXI; los temas se organizan mediante tres ejes.
La red muestra el corte temporal y el predominio
de la historia contemporánea, ya que al
principio se enseñaba desde la Prehistoria hasta
la contemporaneidad, pero en 2017 la historia
partía del siglo XVIII (1700), periodo en el que
inicia la transformación económica (Revolución
Industrial) y surgen las clases burguesas. El siglo
XVIII marca un cambio de vida, de época,
en la que el capitalismo sugiere una forma distinta
de vivir y de concebir el mundo. Quizá sea
una coincidencia, o quizá no, porque de acuerdo
con Pilar Calveiro (2021), actualmente estamos
ante un cambio de época que presenta ciertas
características, es decir, estamos presenciando
el fin del mundo como lo conocíamos, el fin de
las formas de vivirlo; se ha perdido la función del
pasado, incluso el pasado en el presente.
En este cambio de época el pensamiento económico
domina y reorganiza la vida cotidiana,
sus características centrales son la democracia
y la reorganización del tiempo-espacio. El espacio
ya no es pensado desde los estados-nación
o la territorialidad, sino desde un espacio más
amplio, el cual es dominado por la economía y la
virtualidad que conecta a la mayoría de los sujetos
en cualquier parte del mundo; es un contexto
planetario, global, donde la organización es
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 573-590
de grandes dimensiones (dominadas bajo un mismo régimen político, único, ONU, Unesco, OCDE
y otras) que establecen las normas, los valores bajo las democracias mediante las cuales se deben
regir todos, el orden neoliberal.
Dussel (2007) señala que la historia universal o del mundo no es otra cosa que aprender historia
europea, lo que propicia la imagen de una civilización surgida en dicho continente, y los demás
grupos culturales desaparecen como si no hubieran contribuido a la historia. Estas ideas sugieren
que los jóvenes estudiantes deben comprender su presente y la historia muy lejana no tiene mucho
que ver con ellos, es como si la historia iniciara y terminara con la contemporaneidad, sinónimo de
presente, sin cambios, pues los temas y la cronología muestran ese mundo moderno y globalizado.
La red núm. 3 muestra la organización de los contenidos escolares para tercer año de secundaria.
Entonces el curso se llamaba Historia de México, pero de 2006 a 2011 se le denominó Historia
II; sin embargo, en 2017 volvió a ser Historia de México. El corte cronológico para este curso inicia
con el periodo mesoamericano y culmina con la contemporaneidad. En 2006 se agrega la etapa de
“México en la era global 1982-actualidad”. En cuanto a la estructura, primero eran unidades temáticas,
después fueron bloques y, finalmente, ejes temáticos. Esta Historia de México prácticamente
hace referencia al surgimiento de una nación a partir de la llegada de los españoles, pues los contenidos
reseñan en mayor medida este hecho como el surgimiento de una civilización colonizada,
conquistada, a pesar de que se enseñan temas como la Independencia o la Revolución mexicana;
se plantea que todo llegó de Europa a través de los españoles.
Las redes 2 y 3 muestran cómo durante el periodo 2006-2017 los contenidos históricos fueron
acercándose a la historia contemporánea por estar asociados a la modernidad que plantea la globalización.
Figura 3
Red núm. 3. Contenidos escolares de Historia de México
Fuente: elaboración propia a partir los planes y programas de Historia para secundaria (SEP, 1993, 2006, 2011 y 2017).
Un ejemplo claro es el estudio del periodo mesoamericano, tema que vio amenazada su presencia
en el currículum. Como se muestra en la red núm. 4, de 2006 a 2011 esta etapa se contemplaba
en el primer bloque donde se revisaban la religión, el arte, la guerra y los ámbitos económico y
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ROSALIA PÉREZ VALENCIA, CARLOS ESCALANTE FERNÁNDEZ Y MARÍA GUADALUPE MENDOZA,
AUSENCIA Y OLVIDO, LA HISTORIA EN LA ESCUELA SECUNDARIA EN EL CONTEXTO DE REFORMAS EDUCATIVAS
social. Cada uno de estos temas son muy complejos para comprender, pero sólo se les designaba
de una a dos semanas; además, en el aprendizaje esperado se solicita que el alumno reconozca “las
características políticas, sociales, económicas y culturales del mundo prehispánico” (SEP, 2011: 41);
es decir, los estudiantes debían aprender las peculiaridades de cada cultura antigua de México, lo
que las distingue, sus diferencias; sin embargo, el poco tiempo destinado a su estudio propicia un
pobre conocimiento sobre este periodo. Esto es, se sabe que existieron, pero debido al tiempo no
hay reflexión ni análisis.
Prácticamente sucede lo mismo en 2017, el periodo mesoamericano se incluye en el segundo
grado de secundaria e inicia con el estudio de los indígenas en la actualidad y después se aborda el
periodo mesoamericano, como si fueran dos temas distintos y sin ninguna relación. Asimismo, los
aprendizajes esperados pretenden mostrar las culturas antiguas de nuestro país de forma muy general:
“reconoce el proceso de formación de una civilización agrícola que llamamos Mesoamérica;
identifica los principales rasgos de la historia de Mesoamérica; reconoce la existencia de culturas
aldeanas y de cazadores recolectores al norte de Mesoamérica, pero dentro de nuestro territorio”
(SEP, 2017: 188). Destacamos la palabra “llamamos”, que denota un pasado muy lejano, algo que no
está vinculado con nosotros o con los indígenas de la actualidad.
Finalmente se dedica un tema a la Unidad de Construcción del Aprendizaje (UCA) “La vida urbana
en Mesoamérica”, donde los estudiantes tienen que investigar sobre el mismo con ayuda del profesor.
Figura 4
Red núm. 4. Contenidos de Historia de México: Mesoamérica y Colonia
E
Fuente: elaboración propia a partir de los planes y programas de estudio de Historia para secundaria (SEP,
2006, 2011 y 2017).
La red muestra que se le dedica más tiempo al estudio y análisis del periodo colonial. Desde el
mismo concepto Prehispánico señala ese tiempo antes de lo español y después de la llegada de los
españoles, con lo que se puede interpretar que la civilización llegó a través de la cultura europea
que construyó una nueva nación y trajo progreso a estas tierras. Con ello muere la memoria de las
grandes civilizaciones de las cuales somos herederos y que nos dotan identidad. La historia colonial
nos señala como conquistados, sometidos y esclavizados por otros; nos lleva a negar nuestro ori-
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 573-590
gen y revalorizar lo europeo, lo español, como
sinónimo de civilización y progreso. Se construye
una identidad falsa y ajena a nuestra cultura,
lo cual impide ver las diferencias entre ellos y
nosotros.
De acuerdo con Julia Salazar (2018), “la memoria
histórica” es una representación del pasado
que se dibuja en función de los intereses del
poder con la intención de que la sociedad, en su
mayor parte, se apropie y comparta un pasado
único que genere un sentimiento de identidad
común. Sin embargo, el aparato estatal del periodo
estudiado aprovecha esto y defiende la
multiculturalidad 9 que para Calveiro (2021) consiste
en apartar a cada grupo que se distingue
por ser diferente del otro y así cada uno lucha
por sus derechos o diferencias de forma aislada.
Un claro ejemplo de lo anterior son los grupos
indígenas que han sido relegados y aislados de
los demás, incluso de los indígenas de la actualidad.
De ellos sólo se reconoce la belleza de
su cultura y su identidad, esto mientras no pretendan
tener el control sobre sus territorios; si
existe un derecho indígena se le considera una
expresión “menor”, subordinado al derecho gubernamental
y aplicable únicamente para los indígenas
(Calveiro, 2021: 27). De esta forma se
acentúa su aislamiento del resto de la sociedad;
por ello, no importa si su historia es incluida o
no en el currículum, ya que es un grupo ajeno a
todos nosotros.
Ahora bien, en los planes y programas del
2017 se integran los grupos indígenas que han
sido invisibilizados y se sitúan en el presente, de
ahí se parte para conocer su pasado más lejano.
Sin embargo, esto indica el olvido de la grandeza
del México Antiguo y cierta desvinculación
con los indígenas actuales que aparecen como
sucios, incivilizados, indigentes, ignorantes; por
tanto, invisibles ante los demás que son herederos
de los avances científicos y tecnológicos, de
una civilización moderna y pujante.
Discusión
Los hallazgos indican que los contenidos escolares
presentan un constructo de la colonización
y el eurocentrismo que limita la comprensión y
la imagen de una historia propia de Latinoamé-
9 El concepto se menciona en varias ocasiones en los planes
y programas de estudio de Historia.
rica y en este caso de México, excluyente de los
orígenes de cada pueblo que impide ver las raíces
de los sujetos y al mismo tiempo promueve
el olvido. 10 Asimismo, desaparecer o minimizar
la enseñanza del México mesoamericano es una
forma de erradicar toda actitud que implique
un desafío al orden establecido, abatir cualquier
elemento de crítica, de identidad o el reconocimiento
de cualquier diferencia o semejanza que
ponga en riesgo el crecimiento y la estabilidad
mundial de los mercados. 11 Es decir, el estudio
de nuestros antepasados mesoamericanos nos
da identidad y orgullo por nuestra nación y al
mismo tiempo nos hace reflexionar y criticar el
despojo y la esclavitud a la que nos quieren someter.
La periodización (Prehistoria, Edad Antigua,
Edad Media, Edad Moderna, Historia contemporánea)
y los temas son una propuesta europea,
se enseña en el nivel secundaria una imagen
que cierra la posibilidad de pensar el tiempo
de forma diferente y construye la idea de que
todas las culturas atravesaron por las mismas
condiciones, características, vicisitudes al mismo
tiempo. Por otra parte, la enseñanza de la
historia se reduce a mostrar lo contemporáneo
asociado a un cambio de época, de vida. Esta
forma de presentar la periodización y la narrativa
históricas construye un pensamiento global,
en que seres colonizados (en el caso de México)
surgieron para servir como mano de obra y
entregar sus recursos naturales. Se olvida cómo
Latinoamérica ha contribuido a la formación de
los países europeos como España, y que sin sus
avances y recursos naturales dichas naciones no
se habrían desarrollado.
Conclusiones
Las finalidades educativas y los contenidos escolares
de Historia para secundaria develan lo
siguiente: i) la formación de nuevos individuos
desde una perspectiva integral humanista que
responda a las necesidades de este mundo global,
la cual exige sujetos competentes para desenvolverse
en esta aldea planetaria de forma
vertiginosa, requiere nuevos conocimientos que
permitan comprender la realidad actual, por lo
que la historia debe propiciar esta adquisición
10 Véase Dussel (2007).
11 Véase Sánchez (2006).
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ROSALIA PÉREZ VALENCIA, CARLOS ESCALANTE FERNÁNDEZ Y MARÍA GUADALUPE MENDOZA,
AUSENCIA Y OLVIDO, LA HISTORIA EN LA ESCUELA SECUNDARIA EN EL CONTEXTO DE REFORMAS EDUCATIVAS
de saberes; ii) se le da a la historia una finalidad
práctica al enseñarle al estudiante el método del
historiador.
Los hallazgos muestran que el currículum
promueve la enseñanza de una historia que forme
individuos competentes para la vida actual,
la cual requiere personas preparadas para enfrentar
los retos de este nuevo mundo; 12 por tanto,
se necesitan individuos con una formación integral,
es decir, que sepan comprender, valorar,
sentir y actuar. Se demanda crear ciudadanos
del mundo responsables y respetuosos, preparados
para la vida y para la convivencia y al mismo
tiempo que sean creativos e innovadores, lo
que podrá lograrse mediante la educación cultural,
artística y humanística. Asimismo, se debe
promover la formación cívica y ciudadana.
En este sentido, los contenidos contribuyen a
la creación de este nuevo sujeto, por lo cual los
temas están encaminados a formar una identidad
mundial, en primera instancia enfatizanrán
el conocimiento de otras culturas (la europea en
específico), sus formas de organización política,
económica, cultural y social; por tanto, se destina
menos contenido a los temas relacionados
con las culturas antiguas de nuestro país, temas
que representan un pasado muy lejano y simbolizan
un mundo distinto del que se vive en la
actualidad; en este aspecto se pretende formar
individuos que se identifiquen con valores similares
a los que propone la globalización.
Un segundo punto se localiza en la marca
temporal, pues se insiste en enseñar una historia
moderna y contemporánea, en la primera marca
cómo el mundo entra en una incipiente globalización
económica, y la segunda se muestra el
cambio de vida, es decir, inicia la industrialización
y los individuos abandonan el campo para
migrar a las grandes ciudades, con esto se da
el cambio de época, un fenómeno social por el
cual estamos atravesando en este momento, un
cambio generacional.
El avance de la enseñanza de la historia contemporánea
ha sido paulatino desde hace casi
30 años, ha quedado oculto bajo el discurso propuesto
por la didáctica de la historia y la formación
integral humanista, pues es necesario crear
ciudadanos competentes que se reconozcan
12 Se refiere al mundo globalizado, que establece relaciones
de corte político, económico y social; asimismo, al avance
tecnológico y científico que marcha de forma acelerada.
en su tiempo actual y no en tiempos pasados
que han quedado lejos de los estudiantes. Sin
embargo, la resistencia ante el olvido es fuerte
porque las costumbres, tradiciones y valores de
cada uno de los pueblos se impone ante la supuesta
modernidad y la contemporaneidad.
Por otra parte, la desaparición de Historia del
primer año de secundaria de 2006 a 2011 se justifica
a partir de lo siguiente: por no encontrar
una función práctica a esta disciplina en 2017
los contenidos van encaminados a enseñar la
construcción del conocimiento histórico, es decir,
se les enseña a los estudiantes a investigar,
los temas son la vía que los conducirá en esta
investigación, pero debido a factores internos y
externos, esta estrategia no permite desarrollar
la reflexión ni el análisis.
Finalmente, el poder hegemónico decide qué
conviene integrar en el currículum y qué no. En
este caso la historia se convierte en algo molesto
e indeseado por ser una disciplina escolar
que promueve el análisis, la reflexión y la crítica
a través de reconocer el origen de los fenómenos
en el pasado para aprender de él y analizar
el presente a fin de forjar una visión de futuro. La
historia promueve la resistencia de los grupos
humanos, quienes exigen sus derechos y que se
reconozca la diversidad de cada pueblo, lo distinto
del otro; sin embargo, erradicarla del currículum
implica alzar las voces de aquellos que
saben lo que representa esta ciencia, por tanto,
se convierte en una enemiga silenciosa (en una
criminal) que debe ser aniquilada o modificada.
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Recibido: 28 de enero de 2022.
Aceptado: 21 de abril de 2022.
Publicado: 1 de septiembre de 2022.
Rosalia Pérez Valencia
Es maestra en Enseñanza de las humanidades:
Historia, lengua y literatura por la Universidad
Pedagógica Nacional. Actualmente es estudiante
del doctorado en Ciencias Sociales en El Colegio
Mexiquense. Su línea de investigación es
Enseñanza de la Historia. Entre sus más recientes
publicaciones destacan, como autora: “Los
mapas mentales para la comprensión de la historia
en secundaria”, Grafía, 17 (2), Bogotá, Universidad
Autónoma de Colombia, pp. 143-159
(2020); “Pablo Escalante Gonzalbo y la enseñanza
de la vida cotidiana en la historia escolar
(1963-)”, en Elvia Montes de Oca Navas, Jenaro
Reynoso Jaime, María Guadalupe Mendoza Ramírez
e Irma Leticia Moreno Gutiérrez (coords.),
Historiadores, pedagogos y libros escolares: su
contribución a la educación del mexicano, Ciudad
de México, Seminario de Cultura Mexicana
(2015); como coautora: “Las prácticas de enseñanza
desde el aula: un acercamiento a los cuadernos
de historia de México de primaria y secundaria
de la RIEB”, Correo del maestro, núm.
280, Ciudad de México, Correo del Maestro S.A.
de C.V., pp. 29-38 (2019).
Carlos Escalante Fernández
Es doctor en Ciencias con especialidad en investigaciones
educativas por el Departamento de
Investigaciones Educativas del Centro de Investigación
y de Estudios Avanzados del Instituto
Politécnico Nacional (DIE-Cinvestav). Actualmente
es profesor-investigador en El Colegio
Mexiquense, adscrito al Seminario Historia Contemporánea.
Sus líneas de investigación son:
Historia de la educación, Historia de la educación
indígena e Historia de la alfabetización y de
la cultura escrita, siglos XIX y XX. Es miembro
del Sistema Nacional de Investigadores, nivel
II. Entre sus más recientes publicaciones destacan,
como autor: “Cartilla de liberación proletaria.
Un desconocido texto alfabetizador del
Cardenismo”, Amoxtli. Historia de la edición y la
lectura, núm. 6, Santiago de Chile, Facultad de
Humanidades y Comunicaciones de la Universidad
Finis Terrae, pp. 1-15 (2021); “La campaña
Nacional contra el Analfabetismo en México
(1944-1946)”, “Las campañas de Alfabetización
en la Guatemala democrática (1945-1954)”, Dos
588

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 573-590
cartillas de alfabetización de adultos en Guatemala,
1946 y 1966”, en Carlos Escalante Fernández
(coord.), Experiencias nacionales de alfabetización
de adultos. América Latina en el siglo
XX, Zinacantepec, El Colegio Mexiquense, A.C.
(2020), y “Cartillas de alfabetización en tiempos
de guerra, España (1937) y México (1944)”,
Revista Mexicana de Historia de la Educación, 8
(15), Ciudad de México, Sociedad Mexicana de
Historia de la Educación, pp. 113-135 (2020).
María Guadalupe Mendoza
Es doctora en Ciencias Sociales por El Colegio
Mexiquense, A.C. Actualmente es profesora-investigadora
en la Universidad Pedagógica Nacional,
Unidad 151 Toluca. Sus líneas de investigación
son: Enseñanza de la Historia y Libros de
texto y cultura escrita. Entre sus más recientes
publicaciones destacan, como autora: Los libros
de texto de Historia y la función del maestro en
la secundaria socialista y de Unidad Nacional
(1934-1959), Ciudad de México, Universidad Pedagógica
Nacional (2021); como coautora: “La
consumación de la independencia en producciones
escolares de secundaria del siglo XXI en
México”, Korpus 21, 1 (3), Zinacantepec, El Colegio
Mexiquense, A.C., pp. 463-490 (2021); “La
colección digital de cuadernos de historia en la
educación básica: una fuente documental para
la investigación de las prácticas escolares en
México”, Revista RedCA, 3 (8), Toluca, Universidad
Autónoma del Estado de México, pp. 79-101
(2020), y “Las prácticas de enseñanza desde el
aula: un acercamiento a los cuadernos de historia
de México de primaria y secundaria de la
RIEB”, Correo del maestro, núm. 280, Ciudad de
México, Correo del Maestro S.A. de C.V., pp. 29-
38 (2019).
589

ROSALIA PÉREZ VALENCIA, CARLOS ESCALANTE FERNÁNDEZ Y MARÍA GUADALUPE MENDOZA,
AUSENCIA Y OLVIDO, LA HISTORIA EN LA ESCUELA SECUNDARIA EN EL CONTEXTO DE REFORMAS EDUCATIVAS
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KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 591-608
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus21202298
MÉXICO:
BIENESTAR SUBJETIVO Y MOVILIDAD SOCIAL
MEXICO:
SUBJECTIVE WELL-BEING AND SOCIAL MOBILITY
Henio Millán
orcid.org/0000-0003-0115-0636
El Colegio Mexiquense, A.C.
México
hmillan@cmq.edu.mx
Abstract
The objective is to examine the influence of social mobility on subjective well-being.
We built a set of regression models in several scenarios. The main results were: a) in
a context of poverty, people are satisfied with their life if, at least, they maintain the
economic and social situation of their parents; escalating socially is not part of their
welfare function; b) a modern profile with high degree of satisfaction with personal
achievements, lifestyle and expectations about the future, vanish any influence of
social mobility on subjective well-being.
Keywords: Mexico, Subjective Well-being, Social Mobility, Social Context, Individual
Attributes.
Resumen
El objetivo es examinar la influencia de la movilidad social sobre el bienestar subjetivo.
La metodología consiste en un grupo de modelos de regresión aplicados a varios
escenarios. Los principales resultados son: a) en un contexto de pobreza, la gente
está satisfecha con su vida si, al menos, conserva la situación económico-social de
sus padres; el escalamiento social no forma parte de su función de bienestar; b) un
perfil moderno con alta satisfacción con los logros, el nivel de vida y las expectativas
de futuro, anula cualquier influencia de la movilidad sobre el bienestar subjetivo.
Palabras clave: México, bienestar subjetivo, movilidad social, contexto social, atributos
individuales.
591

HENIO MILLÁN, MÉXICO: BIENESTAR SUBJETIVO Y MOVILIDAD SOCIAL
Introducción
Hace algunos años (1972), el rey de Bután respondió
a sus críticos que el progreso de una
sociedad no debía medirse por su producto per
cápita, sino por el grado de felicidad de sus habitantes.
Desde entonces, ha crecido el interés
por la dimensión subjetiva del desarrollo, hasta
llegar a proponer la Felicidad Nacional Bruta
(FNB) o la Felicidad Interna Bruta como medida
sustituta (Ura et al., 2012).
Esta propuesta ha encontrado buena recepción
en algunos organismos internacionales
(como la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos, OCDE, 2013a y 2013c);
y autores como Stiglitz et al. (2009), así como
en instituciones nacionales (Instituto Nacional
de Estadística y Geografía, Inegi), que han decidido
incorporar las dimensiones subjetivas del
bienestar a las tradicionales medidas de las condiciones
sociales de existencia. De esta forma,
al lado del ingreso, la vivienda, el logro escolar,
etcétera, se suman otras variables que tratan de
dar cuenta de un grupo de sentimientos y percepciones
sobre la seguridad, la confianza en el
otro, la cohesión social, entre otras, a los cuales
se les añadirá una variable fundamental: la satisfacción
con la vida. De las condiciones subjetivas
y objetivas se pretende obtener un indicador
de la felicidad que, en promedio, prevalece
en una sociedad determinada.
Lo sorprendente es que las condiciones objetivas
y las subjetivas no siempre van de la
mano: unas pueden apuntar hacia una dirección,
y otras, en sentido contrario. Éste parece ser el
caso de México. Cuando se contrastan las variables
que conforman ambos grupos, se termina
concluyendo que a pesar de que las condiciones
materiales son más precarias que en el promedio
de países de la OCDE, las subjetivas superan
con creces ese promedio: el ingreso familiar disponible
(ajustado por el poder de compra, por
supuesto) en México es 12,732 dólares, mientras
el de la OCDE es 23,047. En nuestro país, la tasa
de empleo es inferior en quienes tienen entre 15
y 64 años (60 versus 66%); el sueldo es sustancialmente
menor y se trabaja muchas más horas
que cualquier país miembro de esa organización:
2,250 versus 1,776 horas en promedio anual. Por
si fuera poco, en nuestro país sólo 36% de los
adultos mayores de 24 y menores de 64 años
han alcanzado el nivel educativo de secundaria,
mientras que en la OCDE tal proporción equivale
a 74%. Además, la esperanza de vida es seis
años más baja. No obstante, 85% de los mexicanos
se dicen satisfechos con su vida, mientras
que en la OCDE sólo 80% de la población se pronuncia
en el mismo sentido (OCDE, 2013b).
Estas cifras coinciden, pero en la dirección
contraria, con otras que realizó el Programa de
las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)
hace tiempo, con relación a Chile (PNUD, 1998).
Al contrario de lo que sucede en México, durante
la época de la democracia los chilenos experimentaron
una mejoría notable en sus condiciones
de vida material; situación que los ha llevado
a ocupar el primer lugar en América Latina, en
términos de los principales rubros con los que
convencionalmente se mide el bienestar. Sin
embargo, en este lapso sus niveles de infelicidad
han crecido perceptiblemente. La explicación es
que el proceso de mejora en las condiciones objetivas
estuvo asociado a un patrón de modernización
que acabó destruyendo muchos de los
lazos familiares y comunales que caracterizaban
la cultura chilena. De esta forma, los chilenos se
decían infelices debido al miedo de perder lo alcanzado
y de no poder recurrir al manto protector
de la familia y de la comunidad.
En el caso mexicano, parece ocurrir lo contrario:
las condiciones de vida no han mejorado
mucho, 1 pero todavía persiste una fuerte convivencia
comunitaria que amortigua el posible
deterioro en varios indicadores de bienestar y,
seguramente, los niveles más bajos que se viven
con relación a los países más desarrollados. De
esta forma, es posible encontrar una explicación
de por qué, a pesar de que las condiciones objetivas
de vida son inferiores que en el promedio
de las naciones de la OCDE, el porcentaje de
personas con una vida satisfactoria supera ese
promedio.
Se ha sugerido que detrás de esta mayor satisfacción
con la vida y de las peores condiciones
objetivas se encuentra un espíritu comunal, que
obedece a los profundos rasgos premodernos
que han caracterizado a la sociedad mexicana,
1 Dos ejemplos: el PIB per cápita era en 2021 apenas 5% superior
al de 2010 (México. Cómo vamos, 2022); y la incidencia
de la pobreza fue en 2020 43%, similar al punto más bajo que
se alcanzó en 2006 (Coneval, 2020 y 2021).
592

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 591-608
a los cuales se les ha aliado recientemente una
creciente vocación posmoderna (Millán, 2012).
Tanto la pre como la posmodernidad han
constituido un freno ralentizador de los afanes
modernizadores, expresados en la penetración
del Estado y del Mercado en estructuras tradicionales.
Pero la prevalencia de los rasgos
personales que éstas registran tiende —si no a
anular— a debilitar el espíritu modernizador, al
propiciar equilibrios entre la normalidad formal
del sistema y las reglas informales que animan su
aplicación (Millán, 2019). De esta forma, se gestan
órdenes sociales distintos a aquellos que los
proyectos modernizadores de todo tipo quieren
provocar (Escalante, 1993).
En estos proyectos se dificulta especialmente
la democracia y el crecimiento económico (Acemoglu
y Robinson, 2012), pero no la satisfacción
con la vida. En este sentido, es posible que esta
satisfacción refleje balances individuales y sociales
que, al ser amenazados por la modernización,
susciten resistencias que perpetúen el estado de
cosas, incluidas la ausencia de prosperidad y las
jerarquías autoritarias. Es decir, que se establezca
un círculo vicioso entre satisfacción con la
vida, aversión al riesgo, resistencia al cambio y
prolongación del status quo. La consecuencia es
una vía alterna al desarrollo en la que, por más
paradójico que parezca, la inmovilidad es una
forma distinta de desarrollarse; o mejor, de refuncionalizar
las oleadas de progreso en una forma
muy particular: dejar inalterados los arreglos
que rigen la vida en comunidad.
Una segunda consecuencia de ese círculo vicioso
podría ser que la movilidad social se vuelva
un determinante secundario y circunstancial
del grado de satisfacción con la vida; y, al serlo,
corra el riesgo de ser un acicate relativamente
impotente para animar a amplios núcleos de
población a emprender las acciones de escalamiento
social que la propia modernidad prescribe.
De ser así, el bienestar subjetivo operaría
como un coadyuvante legitimador tanto de la
desigualdad social como de la escasa movilidad
relativa que impera en México.
El objetivo de estas líneas es explorar esta segunda
posibilidad; es decir, examinar la importancia
de la movilidad social en el bienestar subjetivo,
bajo la premisa de que la insatisfacción
con la vida es una condición necesaria, aunque
no suficiente, para que la desigualdad y la falta
de oportunidades devengan un detonador del
descontento social. Con tal propósito, el trabajo
se organiza en cuatro secciones. La primera
se aboca a explicitar los vínculos entre modernidad
y movilidad social, al amparo de las ideas
de progreso y escalamiento social. La segunda
expone la ruta metodológica, las técnicas utilizadas
y las fuentes de información. La tercera
expone y discute los resultados. La última, como
es usual, concluye.
Modernidad y movilidad social:
progreso e igualdad de oportunidades
Weber describió la sociedad moderna como un
“mundo desencantado” (Weber, 2004). Esta
caracterización invocaba la exclusión de los poderes
mágicos como rectores de la vida. En su
lugar, se entronizó la razón como instrumento
de control a voluntad; todo, “por medio del cálculo”.
De esta forma, la razón no sólo exorcizó
los prejuicios y supersticiones de la mente humana,
sino que también la habilitó para que el
progreso sistemático y deliberado se convirtiera
en una hazaña posible del proyecto humano. La
ciencia podría avanzar de manera sustancial y,
más importante, aplicarse al servicio del hombre
por medio de la tecnología. La expansión de
la productividad laboral encerraba una promesa
liberadora: abundancia material y, en el largo
plazo, ocio. La primera dimensión fue enfatizada
por la Ilustración (Moscoso, 2005) y la economía
política inglesa (Smith, 1958); ambas, por Marx
(2001).
La instalación de la idea del progreso acarreó
consigo la primera versión de la movilidad social:
lo que hoy llamamos movilidad absoluta,
para distinguirla de la relativa. La primera contrasta
el bienestar de los hijos con el de sus padres:
si es mayor, entonces asistimos a una movilidad
ascendente, que en buena parte puede
ser atribuida a la dinámica misma del crecimiento
económico. La segunda compara la posición
socioeconómica entre hijos y progenitores en la
pirámide o escala social (Delajara et al., 2020).
En este sentido, la presencia o la falta de movilidad
se asocia a la igualdad o desigualdad de
oportunidades y, por esta vía, a la distribución
familiar o personal del ingreso. En una sociedad
en la que éstas se reparten en forma equitativa,
la condición de nacimiento no determina el
593

HENIO MILLÁN, MÉXICO: BIENESTAR SUBJETIVO Y MOVILIDAD SOCIAL
bienestar futuro de las personas. Éste depende
enteramente del esfuerzo personal, y la diferenciación
social es legítima porque refleja la disparidad
de esfuerzos. 2
Pero eso fue, precisamente, la promesa de
la modernidad: ligar esfuerzo con bienestar, de
tal suerte que se evite que la cuna o algún otro
privilegio devenga factor de diferenciación social,
como sucede en las sociedades premodernas,
que si bien propician la cooperación social
y brindan un manto de protección a sus miembros,
exhiben altos grados de jerarquización
atribuibles a factores ajenos al esfuerzo. De otra
forma, cuando las oportunidades son iguales, la
diferenciación social obedece únicamente a la
disparidad de esfuerzos. Es esta disparidad la
que permite no sólo aumentar el bienestar social,
sino que este aumento se realice de forma diferenciada
con relación a quienes se esfuerzan menos.
De esta forma, la modernidad acarrea una
segunda promesa: la movilidad social relativa.
Si la movilidad absoluta se vincula a la modernidad
mediante la promesa del progreso
material (el crecimiento económico), la relativa
se enlaza mediante el reparto equitativo de las
oportunidades que determinan la distribución
del ingreso y de la riqueza (Van de Gaer et al.,
1998). Es ésta la que permite abandonar las condiciones
de origen y ascender (o descender) en
la escala social, en función del esfuerzo diferenciado.
3
Sin embargo, el acceso equitativo a las oportunidades
depende de los arreglos sociales.
Cuando éstos prescriben que la convivencia
debe transcurrir en el marco de comunidades y
estructuras de poder jerárquicas, como las que
prevalecían en el feudalismo y el esclavismo, la
movilidad relativa es imposible. Se nace siervo,
esclavo, noble o patricio, y así se muere.
La embestida de la Revolución francesa contra
la nobleza, la economía política clásica contra
los terratenientes (Ricardo, 1998) y el proceso
de individuación contra las colectividades,
son equivalentes: comparten un mismo paradigma,
que apunta contra esa inmovilidad y consti-
tuyen distintas facetas de un mismo movimiento
político.
Su esencia era la construcción de una sociedad
que posibilitara que los individuos dispusieran
de la libertad para escoger y desarrollar un
proyecto de vida que consideran digno de ser
vivido. 4 “Ser el arquitecto de su propio destino”.
Pero esta libertad implicaba dos sentidos: el negativo,
que pugnó por el derrumbe de las instituciones
restrictivas que impedían —en el terreno
jurídico, político, social y económico— la selección
y la puesta en marcha de aquel proyecto; y
el positivo, que abogaba por la autonomía individual
(Berlin, 1993). Ambos aparecieron como
determinantes de la movilidad social relativa, en
la medida en que sin el arreglo social que deriva
de ambos no es posible el acceso equitativo a
las oportunidades.
Los apologistas de la versión ilustrada de la
modernidad creyeron encontrar en el libre mercado
y en el Estado democrático los dispositivos
necesarios para construir esa sociedad. Keynes
y los teóricos del Estado del bienestar señalaron
que la igualdad de oportunidades no derivaría
de esos baluartes, sino que ésta debería
emerger del activismo estatal. No está de más
apuntar que Marx los consideró obstáculos formidables
para la materialización de un proyecto
verdaderamente moderno, fincado y orientado
hacia la libertad.
En eso consistía su apología del “hombre total”,
que recogía la promesa original: el avance
del progreso material con la finalidad de expandir
el espacio que en las vidas debería de ocupar
el ocio y, por esta vía, la libertad para desarrollar
dimensiones vitales múltiples, sin atarse a un
perfil especializado, unidimensional, como llegó
a plantear Marcuse (1993).
No es éste el lugar para señalar el fracaso o
el éxito relativo de las sociedades capitalistas y
socialistas en la tarea de propiciar la igualdad
de oportunidades y, simultáneamente, progreso
material. La intención de este apartado fue describir
que sólo en un contexto de modernidad
ambas dimensiones devienen posibles.
2 Éste es uno de los pilares del segundo principio de la justicia
de John Rawls (1995). El otro es el uso de las desigualdades
en favor de los menos aventajados.
3 Este esfuerzo se materializa en trabajo (gasto de energía) y
en estudio, que permite elevar la productividad laboral (una
cantidad igual o mayor de logros por unidad de energía desplegada).
4 Es notable la cercanía que este concepto guarda con el de
desarrollo de Sen (2000). La diferencia, sin embargo, consiste
en las capacidades necesarias para desplegar el funcionamiento
deseado. Sin las mismas, no existe la libertad de
elección que propone la modernidad.
594

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 591-608
Metodología, técnicas y fuentes
de información
Las variables centrales: satisfacción con la vida
y movilidad social
El Índice del Grado de Satisfacción con la Vida
El propósito central de estas líneas es determinar
la influencia de la movilidad social en el bienestar
subjetivo. Tal propósito impone dos tareas
iniciales: clarificar qué se entiende por bienestar
subjetivo y determinar la pertinencia de usar los
dos conceptos usuales de movilidad: el absoluto
o el relativo. Con relación al primer aspecto,
se ha asumido la misma definición que usan el
Inegi (2021) y la OCDE (2013a, 2013b y 2013c), la
satisfacción con la vida, tal como la experimenta
el sujeto en cuestión. La mejor forma de captar
la gradación en la que esta experiencia se manifiesta
es el auto reporte. Éste es el consenso
de la mayoría de los estudiosos que abordan el
tema (Temkin y Flores, 2017). Son los individuos
los que reportan qué tan satisfechos están con su
vida; los analistas, los que se encargan de introducir
las escalas de medición. La más usual es la
que agrupa en cuatro categorías las respuestas a
la pregunta “¿en una escala del 0 al 10 qué tan satisfecho
se encuentra con su vida?” (Inegi, 2014):
muy insatisfecho (de 0 al 4); insatisfecho (5 y 6);
satisfecho (7 y 8) y muy satisfecho (9 y 10).
Este artículo utiliza la misma clasificación.
Pero con el objeto de no perder el carácter
cuantitativo, somete cada categoría a la siguiente
transformación:
VC i
es el valor de la categoría i-ésima; es el
lugar que ocupa la categoría i-ésima en un ordenamiento
de mayor a menor; y , el número total
de respuestas posibles. Los valores que puede
asumir son cuatro:
· Muy satisfecho: 10
__ 2
3
__ 1
3
· Satisfecho: 6 + =6.666
· Insatisfecho: 3 + =3.333
· Muy insatisfecho: 0
Enseguida se procedió a estimar el Índice del
Grado de Satisfacción con la Vida, que invariablemente
operará como variable dependiente
en todos los ejercicios. Se estima para cada
una de las entidades federativas de la República
mexicana como un promedio de las categorías,
ponderado por la población:
IGSV j
es el Índice del Grado de Satisfacción
de la Vida de la entidad j-ésima; , es la población
adulta agrupada en la categoría i-ésima en la entidad
j-ésima. Y es la población adulta total en
esa entidad.
La información que nutre estas estimaciones
corresponde al año 2014 y proviene del módulo
ampliado de “Bienestar Subjetivo en México
(Inegi, 2014)”, en lugar de las versiones más recientes
(2021). Aunque éstas suministran datos
sobre el bienestar subjetivo de forma actualizada,
lo hacen a través del “módulo básico”, que
no permite relacionarlo con la otra variable de
interés: la movilidad social, que sí podemos encontrarla
en el módulo ampliado. Por eso, se decidió
sacrificar actualidad, en aras de conservar
la relación central de este estudio.
La selección de la movilidad absoluta
Como se ha expuesto, dos conceptos fundamentales
dan cuenta de la movilidad social: la
absoluta y la relativa. La primera se refiere al
cambio en las condiciones de vida de una generación
con relación a sus padres, mientras que la
segunda da cuenta del cambio en la posición de
esa generación con relación —también— a sus
progenitores en la distribución socioeconómica
(Delajara et al., 2020). En términos generales, el
primer tipo de movilidad se asocia al progreso
(retroceso) material —señaladamente el económico—,
cuando se permanece en el mismo
estrato económico y social que los padres. En
cambio, la movilidad relativa implica una variación
en el estrato de pertenencia, con independencia
si hubo o no mejoría en las condiciones
sociales de vida.
En términos operativos, la movilidad absoluta
se relaciona con el dinamismo económico, mientras
que la relativa con la dimensión distributiva
de ese dinamismo. La forma más común de
estimar esta última es a través de la matriz de
transición 5 (Prais, 1955; Cortés y Escobar Latapí,
5 La matriz de transición es una matriz cuadrada de dimensión
n, en la que cada elemento ji-ésimo refleja la clase j-ési-
595

HENIO MILLÁN, MÉXICO: BIENESTAR SUBJETIVO Y MOVILIDAD SOCIAL
2005) o de la elasticidad intergeneracional 6 (Solon,
1992; Björklund y Jäntti, 1997; Rojas, 2010).
En virtud de que no se cuenta con información
a nivel estatal, y que la que existe no responde
cabalmente a la definición propuesta ni
al año de estudio, se ha decidido omitir esta
variable y operar únicamente con la movilidad
absoluta. En un estudio reciente —y muy interesante—
Delajara et al. (2022) han estimado
la movilidad relativa para cada entidad federativa
como complemento de la “persistencia”: la
proporción de adultos que permanecen en los
cuartiles más bajo o más alto, cuando sus padres
pertenecían a estos cuartiles, respectivamente.
De esta forma, la “no persistencia” implica movilidad
relativa: ascendente, en caso de que el
referente sea el cuartil más bajo; descendente, si
es el más alto. El método es, sin duda correcto,
pero incompleto para nuestros fines, en la medida
en que: a) no capta la movilidad de los cuartiles
segundo y tercero, cuyo bienestar subjetivo
también es de interés para nuestro estudio; b)
usar esa medida implicaría segmentar el IGDV
en cuartiles de riqueza —que es la dimensión en
la que se mide la movilidad—, lo que no es posible
dado el nivel de agregación de la información
que entrega el Inegi (2014); y c) los datos
que nutren las estimaciones de los autores provienen
de encuestas levantadas y reportadas en
años posteriores.
La movilidad social absoluta: la medición
El BIARE ampliado (Inegi, 2014) reporta —para
cada entidad federativa— el número de personas
que consideran que su situación socioeconómica
es mejor, similar o inferior al hogar donde crecieron.
Esta respuesta es la base para medir la
movilidad absoluta, en la medida en que responde
más fielmente a la definición que se expuso
anteriormente: el progreso material y social respecto
a una situación previa, con independencia
de que tal progreso haya significado un cambio
en la posición en la estratificación social.
ma a la que pertenecen los padres; y la clase i-ésima de los
hijos. La ausencia de movilidad social se evidencia en la diagonal
de la matriz.
6 La elasticidad intergeneracional es la variación porcentual
del ingreso de los hijos debido a la variación porcentual en el
de los padres. La estimación se realiza mediante la siguiente
ecuación: , donde es el ingreso de los hijos; , el ingreso de los
padres; el término aleatorio de la regresión. El coeficiente es
la elasticidad intergeneracional.
Sin embargo, se introdujo una modificación
con el propósito de eliminar el efecto del tamaño
poblacional. Se aproxima la movilidad absoluta
en términos de la proporción de población
adulta estatal que declara haber experimentado
movilidad ascendente, si considera que su situación
socioeconómica es mejor que la de su
hogar de crianza; descendente, si es inferior; o
inmovilidad social si piensa que es similar a la de
sus padres o tutores: 7
MAP mj
es la “Movilidad Absoluta proporcional”
de la población adulta agrupada en la categoría
m-ésima (a: ascendente; d: descendente
o I: inmovilidad) de la entidad j-ésima: POB mj
.
Y POB j
la población adulta total de la entidad
j-ésima.
En el panel izquierdo, la figura 1 da cuenta de
la distribución de la población adulta mexicana
por grado de satisfacción y, en el derecho, por
tipo de movilidad absoluta (no proporcional).
Figura 1
Satisfacción con la vida y movilidad social:
distribución de la población adulta
a nivel nacional
Muy satisfecho
Distribución de la población adulta
por grado de satisfacción con la vida
Muy insatisfecho
Insatisfecho
Satisfecho
7 La pregunta 49 del cuestionario de BIARE ampliado 2014
es: “¿Cómo es el nivel de vida de su hogar actual, comparado
con el del hogar en el que creció?”. Y ofrece las siguientes
opciones: 1. Mejor; 2. Similar; o 3. Menor. Sin embargo, el cuadro
38.1 de los tabulados predefinidos recoge las respuestas
y las aglutina bajo el título “Población adulta y por sexo y
percepción de mejora socioeconómica respecto del hogar
donde creció, según el nivel de satisfacción con la vida”.
596

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 591-608
Continuación Figura 1
¿Considera que su situación económica actual es...
respecto al hogar donde creció?
Tabla 1
Variables independientes de control
y nivel de medición
Fuente: elaboración propia con base en Inegi (2014).
Dos datos son destacables: por un lado, la
proporción de quienes declaran estar satisfechos
y muy satisfechos con la vida (83%) superan
con creces a quienes sienten que experimentaron
una movilidad absoluta ascendente
(61%). Por el otro, los insatisfechos y muy insatisfechos
(17%) son notoriamente menos que los
que no han experimentado movilidad alguna;
o, si lo han hecho, ha sido en dirección descendente
(39%). Se insinúa, entonces, un mensaje
que debemos inspeccionar: la movilidad puede
ayudar —hasta cierto punto— a explicar el grado
de satisfacción, pero está lejos de constituir el
principal motivo. Determinar cuál es ese punto
es otra forma —más específica— de expresar el
principal objetivo de estas líneas.
Las variables de control, variables explicativas
complementarias
Las variables de control no sólo sirven para emparejar
las “otras condiciones” y así centrarse
en las relaciones relevantes. También ayudan a
ampliar o redefinir factores explicativos de un
fenómeno determinado. Éste es el caso de este
estudio, en virtud de que los datos nacionales
reflejan claramente que la movilidad social es
insuficiente para explicar el bienestar subjetivo.
Por tal razón, se procedió a dividir en tres grupos
las variables que, en principio, servirían para
lograr un análisis más completo. Estos grupos se
consignan en la tabla 1:
Fuente: elaboración propia.
Estimación: procedimiento y etapas
Invariablemente, el Índice del Grado de Satisfacción
con la Vida, , de la ecuación (2), opera como
variable dependiente. La búsqueda de sus determinantes
principales se realiza por etapas. En todas
se incorpora un núcleo básico, conformado
por una o dos variables de movilidad social absoluta.
A este núcleo básico se agrega un conjunto
de variables de control que definen la especificidad
de cada modelo.
En el primero son las variables “socioeconómico
contextuales”: incidencia de la pobreza e ingreso
per cápita de cada entidad federativa de la República
mexicana.
Modelo 1:
Con este modelo se pretenden anular las diferencias
de incidencia de la pobreza e ingreso
597

HENIO MILLÁN, MÉXICO: BIENESTAR SUBJETIVO Y MOVILIDAD SOCIAL
per cápita entre las entidades federativas, de tal
manera que es posible responder a la pregunta
de cómo y en cuánto influye la movilidad social
sobre el bienestar subjetivo si se soslayaran
aquellas diferencias.
El segundo modelo focaliza la relación entre
bienestar subjetivo y movilidad social bajo otro
contrafactual: cuando las entidades de la república
registran grados iguales de satisfacción
con el nivel de vida actual (INVA j
), los logros alcanzados
(IL j
)y las expectativas sobre el futuro
(IEF j
).
Estas tres variables configuran el conjunto
socioeconómico personal (meritocrático). La
estimación es la siguiente:
Modelo 2:
El tercer modelo introduce las variables relacionadas
con la calidad de vida: los índices de
satisfacción con la vida familiar y social (I_VF_
VS j
) y de la calidad de la vida laboral (I_VO j
). Se
expresa de la siguiente manera:
Modelo 3
El coeficiente de determinación (R 2 ) y el nivel
de significación de las variables independientes
actúan como guías fundamentales. Pero también
los indicadores de colinealidad, que sirven
para eliminar variables cuando sugieren la presencia
de ese fenómeno.
Al final, se estima un modelo en que la bondad
de ajuste es la mejor, al tiempo que se elimina
la colinealidad y, además, todas las variables
son estadísticamente significativas.
Este ejercicio es, fundamentalmente, econométrico:
busca propiedades técnicas —más
que teóricas— que den cuenta de la mejor forma
de explicar la relación entre bienestar subjetivo
y movilidad social. Este modelo de “mejor ajuste”
fue el siguiente:
Resultados y discusión
Los resultados de las estimaciones se presentan en la tabla 2:
Tabla 2
Bienestar subjetivo y movilidad social:
regresores y estadísticos
598

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 591-608
Continuación Tabla 2
Fuente: elaboración propia con base en Inegi (2010, 2014, 2015 y 2020) y Coneval (2019).
El contexto socioeconómico
Como se puede apreciar, el primer conjunto de
variables —que hemos llamado socioeconómico
contextuales— indican que los indicadores de
movilidad absoluta son estadísticamente significativos,
pero el Gini, no. Se puede decir que
la desigualdad en la distribución del ingreso no
influye en el bienestar subjetivo de las personas,
en contra de lo que generalmente se piensa en
los círculos académicos y de opinión especializada.
Como era de esperar, el bienestar subjetivo
aumenta (disminuye) con una mayor (menor)
proporción de la población adulta que registra
condiciones socioeconómicas similares a las de
sus padres (inmovilidad absoluta), y disminuye
(aumenta) a medida que crece (baja) la porción
de personas con peores condiciones. En cambio,
el índice de Gini no ejerce influencia en el bienestar
subjetivo. Otro tanto sucede con la otra
variable socioeconómica contextual: el ingreso
per cápita.
Para decirlo de otro modo, la desigualdad y el
ingreso por persona no son capaces de suscitar
algún tipo de sentimiento sobre la satisfacción
por la vida. Y esto vale para bien y para mal. Es
decir, cuestiona la posición usual de que la desigualdad
provoca emociones de injusticia, pero
también la que aboga por la idea de que entre ricos
y pobres existen “golfos de empatía”, a pesar
de las distancias —y en algunos casos, por este
motivo—, que tienden a unirlos más que acercar-
599

HENIO MILLÁN, MÉXICO: BIENESTAR SUBJETIVO Y MOVILIDAD SOCIAL
los (Shapiro, 2003) (sobre todo, si son famosos:
narcos, “artistas” y empresarios notables).
Hay otro mensaje que sugiere la no influencia
de estas dos variables contextuales: la debilidad
de un modelo aspiracional centrado en
los “otros”. Éste hubiera sido el resultado de una
combinación estadísticamente significativa entre
movilidad absoluta ascendente 8 y la relativa,
aproximada por el coeficiente de Gini. Pero los
datos no la registran.
Sin embargo, la indiferencia al contexto no es
tal cuando se considera la pobreza. La incidencia
de la pobreza resultó ser una variable muy
significativa y el signo negativo de los regresores
(estandarizados y no estandarizados) refleja
que a mayor (menor) proporción promedio de
pobres en la población estatal, menor (mayor)
es la satisfacción con la vida. 9 La clave parece
estar en los indicadores de movilidad absoluta.
Al combinarse con la pobreza, la lectura sugerida
es que, en un contexto de alta pobreza, la
gente pondera más la inmovilidad y teme más
movilidad descendente. Es decir, éstas influyen
más en el bienestar subjetivo: la primera, en una
dirección positiva; la segunda, en una negativa.
La media estatal de la incidencia de la pobreza
fue de 44.7%: un nivel alto; por tanto, es razonable
pensar que en tal contexto la inmovilidad
sea tan valorada; y la movilidad descendente,
muy temida. 10
Ambos indicadores exhiben que, en un contexto
de pobreza extendida, existe una gran
aversión al riesgo. Esto implica que la población
mexicana despliega aún fuertes resistencias a
los cambios asociados a la modernización y a la
modernidad, debido a las contingencias no deseadas.
En otros términos, es razonable pensar
que la alta incidencia de la pobreza en México
(46.2%, en 2014; y 41.9%, en 2018 de acuerdo
con Coneval, 2019) constituye —entre otros— un
8 El software con el que se hicieron los cálculos (SPSS) no
permite la inclusión simultánea de las variables movilidad absoluta
descendente y ascendente. Sin embargo, en términos
generales, las estimaciones son las mismas en una o en otra
dirección.
9 Recordemos que la incorporación de una variable de control
lo que hace es anular las diferencias entre las unidades
de estudio; en este caso, las entidades federativas. La forma
de hacerlo es ubicar, en cada una de ellas, la media de la variable.
De esta forma, el regresor de una variable de control
refleja la respuesta de la variable dependiente a una variación
en el promedio de esa variable.
10 El uso de la incidencia de la pobreza como variable de
control anula las diferencias entre las entidades federativas,
pero no la incidencia de su nivel promedio.
obstructor del crecimiento económico y —por
lo menos— un elemento extraño a la democracia.
El primero depende —última instancia— de
la innovación tecnológica (Solow, 1956; Mankiw,
1997; Sala-I-Martin, 2000), mientras la segunda
demanda la incertidumbre en los resultados (Przeworski,
1995).
De ser cierta, esta proposición nos estaría
conduciendo a otra versión del círculo de la pobreza,
basada en la gran probabilidad de que los
procesos de modernización activen sentimientos
de desconfianza en amplios núcleos de población
y, por tal razón, apuesten por la inmovilidad
social.
Es decir, la propia pobreza desactiva los incentivos
para impugnar de forma amplia y legítima
los mecanismos que la reproducen y la transmiten
de forma intergeneracional. Pero también,
si juzgamos por la nula influencia del Gini, éste
mantiene apaciguado el sentimiento de inconformidad
que debería provocar la inequidad y
conducir a la lucha por cambios institucionales a
favor de la igualdad de oportunidades que planteó
el proyecto de la modernidad.
La aversión al riesgo es la forma sofisticada
de reproducir el dicho popular: “vale más un
pájaro en mano que un ciento volando”. Detrás
de ambos sentimientos “semi-paralizantes”, se
esconde un sentido realista de las posibilidades
de desarrollo personal que ofrece el entramado
institucional; señaladamente, las estructuras del
poder.
Quienes viven en un contexto de alta pobreza
saben las enormes dificultades de activar el
progreso material en regiones (territoriales y
sociales) tradicionalmente deprimidas, y que
las oportunidades normalmente se encuentran
allende sus fronteras. Y también intuyen con
bastante tino que las reglas que gobiernan la
distribución de sus frutos son tenaces y raramente
actúan en su favor.
El mérito y los dones de la vida
Sería un error extraer del panorama descrito la
imagen de una “sociedad” estrictamente premoderna;
dibuja alguno de rasgos fundamentales,
pero distan de ser cabales. Los datos del segundo
modelo, centrado en los atributos personales
y meritocráticos, revelan otro perfil, más
cercano al actor moderno. En primer lugar, se
600

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 591-608
observa que se desvanece la injerencia tanto de
la movilidad absoluta (inmovilidad y descendente)
como de la relativa (Gini). Cualquiera que
sea su modalidad, la movilidad deja de ser un
determinante del bienestar subjetivo. En segundo
término, la satisfacción con nivel o estándar
de vida actual es el único factor que influye en
la satisfacción —más general— con la vida. Ni la
satisfacción con los logros ni con las expectativas
logran ocupar un lugar en la explicación del
bienestar subjetivo.
Sin embargo, como se puede observar en el
modelo (II.1) las tres variables insinúan que entre
ellas existe un grado considerable de multicoli-
nealidad. 11 Cuando ésta afecta el análisis, el coeficiente
de determinación (R 2 ) es alto, a pesar de
que los parámetros no son significativos. Esto
sucede en ese panel.
Antes de corregir este problema estadístico,
es útil analizar los mensajes que arroja la multicolinealidad.
Con tal propósito, se usan tanto la
tabla 3 como la figura 2.
11 La colinealidad o la multicolinealidad puede registrarse
cuando la regresión es multivariada. Consiste en que una de
las variables independientes puede ser expresada como una
combinación lineal de una o de varias de las otras variables
independientes. La forma fácil de detectarla es a través del
factor de inflación de la varianza (VIF): cuando es mayor de
4 es razonable la sospecha de que existe; cuando es mayor a
10, la multicolinealidad puede ser grave.
Tabla 3
Combinación lineal y colinealidad entre variables socioeconómicas personales
Fuente: elaboración propia con base en Inegi (2014).
Figura 2
Relación lineal entre variables
socioeconómicas personales
En la tabla se puede apreciar cómo la satisfacción
con las expectativas del futuro puede
ser expresada como una combinación lineal de
la satisfacción con el nivel de vida actual (panel
A), y ésta, del índice de satisfacción con los logros
de la vida (panel B).
En ambos casos, las variables independientes
exhiben una alta capacidad de explicación de las
dependientes, lo cual confirma la presencia de
colinealidad en ambos casos.
Las mismas ecuaciones se expresan en la figura
2, en donde son más elocuentes:
601

HENIO MILLÁN, MÉXICO: BIENESTAR SUBJETIVO Y MOVILIDAD SOCIAL
Continuación Figura 2
Fuente: elaboración propia con base en los datos de
la tabla 3.
El panel A muestra la primera ecuación. Se
puede notar que la satisfacción con el nivel de
vida actual es un buen predictor de la satisfacción
con las expectativas de futuro: mientras
grande (menor) sea aquella, mayor (menor)
será esta última.
En la medida en que ambas revelan un fuerte
contenido socioeconómico, pueden ser ubicadas
en una dimensión. La única diferencia es el
tiempo: presente versus futuro. En este sentido,
la línea de 45º, que tiene pendiente de 1, indica
en cada uno de sus puntos que el futuro depara
una situación socioeconómica idéntica a la que
se vive en el presente.
Cualquier punto por encima de esta recta indicará
que las expectativas dibujan una mejoría
en el nivel de vida, mientras que cualquiera que
se ubique por debajo de la misma indicará lo
contrario: expectativas de una vida futura menos
satisfactoria que la actual.
La segunda recta expresa la primera ecuación
de la tabla 3 (panel A) y refleja los distintos
niveles de satisfacción con las expectativas que
corresponden a cada valor de satisfacción de la
vida actual.
Como se puede apreciar, antes de que ambas
rectas se crucen —lo que ocurre en las coordenadas
(9.57,9,57)—, las expectativas son optimistas
y anuncian un nivel de vida superior al
actual. 12 Después de este punto, la situación se
revierte.
El significado de este comportamiento lo podemos
extraer de Bénabou y Ok (2001). Estos
autores confrontan la hipótesis de la “perspectiva
de movilidad ascendente” (POUM: prospect
of upward mobilitiy), que sostiene la idea generalizada
de que los pobres se oponen a políticas
fiscales redistributivas porque exhiben expectativas
de que, ellos o su descendencia, tendrán
una mejor situación económica en el futuro. De
esta forma, rechazan impuestos más altos a las
personas de mayores ingresos.
Sin desechar esta idea, Bénabou y Ok demuestran
que es válida cuando se juntan dos circunstancias:
personas con ingresos inferiores a
la media y concavidad en las expectativas. Esta
última merece una breve explicación. La concavidad
indica que:
a. Existen dos segmentos en la curva de expectativas.
En el primer tramo, correspondiente
a cualquier ingreso inferior a la media,
las expectativas son un pronóstico subjetivo
de que el ingreso futuro será mayor al presente.
En el segundo ocurre lo contrario.
b. En el primer tramo, la distancia entre el ingreso
esperado y el actual se va reduciendo a
medida que crece el ingreso actual, hasta que
desaparece y se revierte a partir del punto
en el que la curva cóncava cruza la recta de
equidad entre ingresos futuros y presentes.
La clave de ese comportamiento reside en la
pendiente de aquella: primero es notoriamente
superior a la de equidad —pendiente igual
a 1—, pero disminuye hasta ser inferior a la
unidad; y, por tanto, a la de recta de equidad.
Si se compara esta idea con las que sugiere el
panel A de la figura 3, se advierten coincidencias
en el tema central, aunque no hay concavidad
en la satisfacción con las expectativas. Por un
lado, el componente fijo (la ordenada al origen)
posibilita que en el primer tramo (antes la intersección
de las rectas) las expectativas superen
el nivel de vida actual. Por el otro, la pendiente
—inferior a la unidad— provoca que la distancia
12 Hay que advertir que la superioridad de las expectativas
sobre la vida actual en el primer tramo del panel A obedece
a la constante. La pendiente de la recta es menor a 1 (0.805),
lo que llevará a que, en un punto determinado, la situación se
revierta; precisamente después del punto (9.57, 9.57).
602

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 591-608
entre ambas se reduzca a medida que crece la
satisfacción con el nivel actual y se revierta a
partir del cruce de ambas rectas.
Pero hay algo más: el promedio de satisfacción
con la vida actual (punto M=7.12) y su máximo
nivel (punto T=7.74) son inferiores a 9.57, el
requerido para que inicie el proceso de reversión
de las expectativas. Por tanto, la población
mexicana se ubica siempre en el primer tramo
de la figura, donde las expectativas de mejoría
superan las condiciones de satisfacción con el
presente. El mensaje es inequívoco: la movilidad
social relativa no incide en el bienestar subjetivo.
Por tanto, no es razonable pensar en la configuración
de una actitud de reclamo de cambios
en la distribución del ingreso y, por esta vía, en
el índice de Gini (proxy de esa movilidad). Por
esta razón, el Gini no es estadísticamente significativo
en estas circunstancias: satisfacción
con las expectativas superior a la que registra
el nivel actual de vida, por un lado; y un nivel
relativamente alto de esta variable, por el otro.
Pero si en estas circunstancias la desigualdad
no despierta sentimiento alguno de injusticia,
tampoco lo hace la movilidad social absoluta.
Por eso sus parámetros no son estadísticamente
significativos. Podemos encontrar la razón probable
en el panel B de la figura 3, correspondiente
a la segunda ecuación de la tabla 2 (panel
B). En él, la satisfacción con el nivel de vida actual
está determinado positivamente por la correspondiente
a los logros personales. El hecho
de que la pendiente sea mayor que 1 (1.135) indica
que una variación en estos genera un cambio
mayor en aquella variable. 13 Es decir, la distancia
respecto a una hipotética recta de 45º va aumentando
a medida que crece la satisfacción
con los logros.
Otra forma de ver esta relación es considerarla
un indicador aproximado del rendimiento
subjetivo del esfuerzo. 14 Una pendiente positiva
13 La pendiente mayor a 1 se registra en los coeficientes no
estandarizados. No sucede lo mismo con los estandarizados:
un cambio de una desviación estándar en la satisfacción con
los logros provoca una variación menor en la satisfacción en
la calidad de vida. Sin embargo, es posible ignorar los coeficientes
estandarizados porque ambos índices están normalizados
en la misma escala.
14 La lógica sería la siguiente: el logro significa esfuerzo. La
satisfacción con el logro indica que ese esfuerzo fue eficaz,
en el sentido de que consiguió el propósito buscado. Este
propósito es un medio para obtener ciertos objetivos favorables
al nivel de vida. En este sentido, la satisfacción con el
nivel de vida que se logra con un esfuerzo deliberado que
refleja la “utilidad” de esa satisfacción. Por tanto, la relación
y mayor a uno sugiere que, al amparo de las circunstancias
de este segundo modelo, los agentes
sienten que el esfuerzo es rentable. Si se repara
en que el promedio y el valor máximo de
la satisfacción con los logros son altos (puntos
L: 7.57 y K=8.14), se dibuja un perfil claramente
moderno, diametralmente opuesto al del primer
modelo. Al amparo de las características del segundo,
los agentes sienten que tienen el control
sobre su nivel de vida actual y, por extensión,
sobre el futuro. La incertidumbre desaparece
y, al hacerlo, revela que bajo este escenario las
personas se visualizan como “arquitectos de su
propio destino”. Este “tipo ideal” moderno es indiferente
a las variables contextuales de su entidad
federativa.
Es plausible pensar que las proposiciones que
se han extraído del análisis de la colinealidad del
modelo II.1 obedecen a las distorsiones que provoca
en la estimación de la regresión. Específicamente,
la contradicción entre un coeficiente
de determinación alto y parámetros no significativos.
Para explorar este razonamiento se corrigió
la colinealidad mediante la eliminación de
las variables que registran el VIF más alto y se
escogió la que posibilita la mayor R 2 ajustada.
Los resultados se reportan en el modelo II.2.
Éstos ratifican que la movilidad, en ninguna de
sus modalidades, incide en bienestar subjetivo
cuando las variables socioeconómicas personales
son incorporadas al análisis. La razón es que
el valor empírico de las mismas dibuja un perfil
claramente moderno, en el que el individuo siente
que tiene el control de su vida y de su destino.
La calidad de vida
Al subrayar el carácter condicional de la influencia
de la movilidad social sobre el bienestar subjetivo,
uno puede estar tentado a pensar —como
es usual en ambientes posmodernos (Lyotard,
1987) y new age— que se debe a la búsqueda de
la calidad de vida, que rechaza los afanes trepadores.
En este sentido, al lado de la satisfacción
con la vida familiar y social, la reubicación de la
práctica laboral en la dimensión que exige una
vida “emocionalmente sana” deviene un aspecto
crucial del bienestar.
satisfacción con el nivel de vida/satisfacción con los logros
es un indicador de rentabilidad subjetiva del esfuerzo.
603

HENIO MILLÁN, MÉXICO: BIENESTAR SUBJETIVO Y MOVILIDAD SOCIAL
La forma de hacerlo —se nos dice— es trabajar en lo que nos gusta y contar con el tiempo indispensable,
de tal forma que podamos ocuparnos de otras esferas que, bien atendidas, colaboran
decididamente a nuestra felicidad.
Explorar esta idea fue la intención de incluir los indicadores parciales e integrales de la calidad
de vida. La sección III.1 de la tabla 2 muestra los resultados de las regresiones correspondientes.
Sólo uno de los dos indicadores de la calidad de vida es estadísticamente significativo (vida familiar
y social). El otro, no. Es decir, la satisfacción con la actividad que se realiza —señaladamente
la laboral— y con la disponibilidad de tiempo que, en conjunto integran la calidad ocupacional, no
influye en el bienestar subjetivo, en contra de lo que cabría pensar.
Sin embargo, como muestran los valores de VIF, ambos indicadores están correlacionados y, por
tanto, registran colinealidad. Parece razonable pensar que es el índice de satisfacción con la vida
familiar y social el que asume el papel de variable dependiente, a la hora de estimarla como una
combinación lineal del otro indicador. La tabla 4 muestra esta relación:
Tabla 4
Regresión lineal entre satisfacción con vida familiar y social y calidad de vida ocupacional
Fuente: elaboración propia con base en Inegi (2014).
Se puede observar cómo la satisfacción con
la vida familiar y social depende del grado de
satisfacción con la calidad de vida ocupacional:
77.8% de los cambios en aquella son explicados
por este determinante. Sin embargo, la colinealidad
entre ambas provoca que la calidad de vida
no sea significativa en el modelo III.1, a pesar de
su poder explicativo. Por tal razón, se corrigió el
problema con la eliminación de la variable explicada
en la regresión de la tabla 4. Los resultados
se ofrecen en el modelo III.2 de la tabla 2.
En esta nueva versión, a mayor (menor) satisfacción
con la vida ocupacional, mayor (menor)
es el bienestar subjetivo, como era de esperarse.
La novedad es que la movilidad social
absoluta (inmovilidad social) vuelve a incidir en
el bienestar subjetivo. La razón estriba en que el
valor medio de aquella variable es alto (7.5) y la
desviación estándar, baja (0.25). Es decir, la satisfacción
ocupacional es relativamente grande 15
y no se concentra en pocas entidades.
Ello determinaría una satisfacción también
alta para la vida familiar y social, porque aquella
otorga tiempo para ocuparse de la familia y de
15 Cuando se habla de valores altos, hay que recordar que los
indicadores de satisfacción tienen un máximo de 10, que se
da cuando VCi=10 y.
los vínculos de amistad, además del placer de
ocuparse en una actividad cercana al gusto de
las personas.
El modelo del mejor ajuste
Los modelos anteriores reflejan distintos escenarios
en los que la movilidad social es —o deja
de ser— importante para el bienestar subjetivo.
Pero también resaltan rasgos, en un caso y en
otro, del tipo social que prevalece en cada uno
de esos escenarios. En ninguno de ellos estos
tipos se presentan en forma pura; antes bien, dibujan
una mezcla de actitudes y valores de índole
moderno y premodernos que redefinen la
importancia de la movilidad social, según sea el
elemento más destacable del contexto.
En el primer modelo, la variable que más influye
en el bienestar subjetivo es la incidencia de
la pobreza (valor más alto del coeficiente estandarizado).
Por tanto, es razonable pensar que
sea ésta la que determine la influencia de la movilidad
social. En términos generales, la movilidad
social absoluta (inmovilidad y descendente)
se vuelve relevante por la aversión al riesgo de
incurrir en la pobreza, ante un choque adverso
604

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 591-608
determinado. Por eso, tanto la inmovilidad como
la movilidad descendente no sólo registran los
signos esperados, sino también valores (estandarizados)
equivalentes. Este sentimiento refleja
una alta vulnerabilidad hacia la pobreza, porque
el contexto social está caracterizado por una
pobreza extendida 16 y porque los instrumentos
individuales y estatales de protección contra el
riesgo son nulos o escasos. Ello implica adoptar
el inmovilismo y la revalorización de los lazos
comunales como estrategias de supervivencia.
El inmovilismo y el rechazo a cambios son
propios de comunidades premodernas, en las
que la pobreza suele permear. Incluso, llegan
a ser castigados cuando son promovidos por
actores individuales, como lo ha descrito Boix
(2015) al modelar con teoría de juegos el comportamiento
de un número muy amplio de tribus.
Detrás de esa actitud se encuentra la reprobación
a una conducta individual que se desvía
de la norma de la colectividad, sin que existan
posibilidades materiales y axiológicas de que
este núcleo social la asuma como propia. Ése es
el significado más fiel del inmovilismo.
No quiere decir que la comunidad como tal
no cambie. Lo hace si las nuevas prácticas introducidas
de forma individual pueden ser replicadas
por sus miembros de forma más o menos
generalizada (Boix, 2015). El uso de celulares,
radios y otros aparatos electrodomésticos en
pueblos que pueden catalogarse como premodernos
ilustra claramente la forma en que las comunidades
adoptan los cambios.
En este sentido, la renuencia a las mutaciones
es en el fondo una estrategia medular de defensa
de la comunidad. Y lo comunitario se defiende
a capa y espada porque es el principal dispositivo
con el que cuentan sus miembros ante las
contingencias de la vida cotidiana. Pensemos en
una casa derrumbada por un huracán. Los afectados
pueden esperar, con cierto fundamento,
la ayuda de sus familiares, amigos y, en general,
de sus vecinos. El velo protector de la comunidad
se proyecta sobre las personas, quienes la
entronizan precisamente porque es su principal
—o única— defensa frente a la adversidad, en
virtud de la pobreza que suele imperar en esos
ámbitos sociales.
Ello acarrea dos consecuencias: por un lado,
16 La incidencia de la pobreza es un indicador de la probabilidad
de que una persona sea pobre.
la condena a actitudes individuales que no pueden
ser replicadas por la comunidad conduce a
que sean reprobadas las diferenciaciones individualizadas
y, por esa vía, la movilidad social
relativa. Por esto, en el primer modelo el Índice
de Gini resulta no significativo.
Por el otro, la vida familiar y la social suelen
ser altamente valoradas por los integrantes de
las comunidades premodernas, especialmente
cuando se repara que la vulnerabilidad hacia la
pobreza que suele prevalecer en ellas erige a los
mecanismos comunitarios en el (casi) único expediente
protector ante choques adversos. Ello
conduce a un cuidado especial de las prácticas y
normas que rigen aquellas esferas, hasta propiciar
una fusión entre individuo y colectividad, en
la que es difícil diferenciar sustantivamente uno
de otro. De tal fusión emerge una fuerte correlación
entre el bienestar subjetivo y la satisfacción
con la vida familiar y social.
Por tal razón, el modelo de “mejor ajuste”
—consignado en la sección IV de la tabla 2— recoge
tanto la incidencia de la pobreza como el
índice de vida familiar y social como variables
de control que hacen que las movilidades sean
significativas. Incluso, la relativa. Y en esto encontramos
una diferencia con los modelos anteriores.
En ninguno de ellos es posible que las
movilidades absolutas y la relativa sean, simultáneamente,
determinantes del bienestar subjetivo.
Sin embargo, una lectura más fina de los resultados
sugiere que el signo negativo del Gini denota,
precisamente, ese rechazo a la diferenciación
individual, más que un sentimiento de injusticia.
Conclusiones
Aunque el modelo de “mejor ajuste” destaca por
sus propiedades estadísticas —maximización de
R 2 , significación de todas las variables independientes
y valor mínimo del VIF—, se presta a
una lectura como la expuesta en la última sección.
En este sentido, son la pobreza y la eventual
protección que ofrecen los lazos familiares
y sociales los que hacen que la movilidad, sea
absoluta o relativa, se vuelva determinante del
bienestar. Ésta es la primera conclusión.
La segunda es que esto no sucede con las entidades
con un perfil más moderno, en las que
son altas las satisfacciones con el nivel de vida,
los logros y con las expectativas de futuro. En
605

HENIO MILLÁN, MÉXICO: BIENESTAR SUBJETIVO Y MOVILIDAD SOCIAL
este caso, ni la movilidad absoluta ni la relativa
influyen en el bienestar subjetivo.
La tercera es que cuando la satisfacción con
la calidad de vida ocupacional es el principal determinante
de ese bienestar, la inmovilidad absoluta
es el único determinante adicional. Ni la
relativa ni la descendente inciden en la satisfacción
con la vida. El mecanismo que asoma detrás
de esta causalidad es que una vida ocupacional
satisfactoria otorga el tiempo necesario
para atender los vínculos familiares y sociales.
En la medida en que éstos son muy valorados en
sociedades premodernas, la inmovilidad denota
cierta renuencia a la diferenciación individual
en aras de conservar esos vínculos, así como a
cambiar el tipo de estructura en la que se desempeña
el trabajo, en virtud de los beneficios
más amplios que suministra.
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Recibido: 15 de febrero de 2022.
Aceptado: 1 de junio de 2022.
Publicado: 1 de septiembre de 2022.
Henio Millán
Es doctor en Ciencias Sociales y Políticas por
la Universidad Iberoamericana. Actualmente es
profesor-investigador en El Colegio Mexiquense,
A.C. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores,
nivel III. Ha sido profesor de posgrado
en varias instituciones. En 2014 recibió el
Premio de Ciencia y Tecnología otorgado por el
Consejo Mexiquense de Ciencia y Tecnología.
Sus líneas actuales de investigación son: Democracia
e instituciones, por un lado, y Pobreza y
desarrollo, por el otro. Entre sus publicaciones
más recientes se encuentran, como autor: “México:
los significados de la victoria de Morena”,
Korpus 21, 1 (1), Zinacantepec, El Colegio Mexiquense,
A.C., pp. 143-159 (2021); “Análisis urbano
y modelos multinivel. Una introducción”,
Revista Científica de Estudios Urbano Regionales
Hatsö-Hnini, 2 (1), Pachuca, Unión de Investigadores
para la Sustentabilidad S.A.S., pp. 3-21
(2020); “Informalidad y heterogeneidad social:
eficiencia y cooperación en comunidades y sociedades”,
Diálogos Latinoamericanos, 28 (20),
Aarhus, Centro Latinoamericano (LACUA), pp.
57-76 (2019); como coautor: “Instituciones y
educación en México: bienes preferentes, movilidad
social y premodernidad”, Revista Mexicana
de Ciencias Políticas y Sociales, 237 (64), Ciudad
de México, UNAM, pp. 19-42 (2019).
608

ENSAYO

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 611-633
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus212022112
CIEN AÑOS DE VIOLENCIA DE ESTADO
CONTRA ESTUDIANTES Y MAESTROS
EN LA EDUCACIÓN MEXICANA
A HUNDRED YEARS OF STATE VIOLENCE
AGAINST STUDENTS AND TEACHERS
IN MEXICAN EDUCATION
Hugo Aboites
Universidad Autónoma Metropolitana
México
hugo.aboites@hotmail.com
Abstract
In a century of Mexican education (1921-2022), there has not been a single decade- in
which the State hasn´t used extreme violence, either symbolic or physical, against
students and teachers. This essay maintains that this violence is not circumstantial
but a constitutive element of Mexican education as created after the 1910 Revolution.
Our hypotheses seek to explain that this violence could explain why Mexican education
never completely consolidated, why efforts to reform it usually fail and how it
has created tensions which at times result in protests and harsh responses from the
State.
Keywords: Mexican Education, State Violence, Teachers, Faculty, Students.
Resumen
En 100 años de historia de la educación mexicana postrevolucionaria (1921-2022), no
hay década en que el Estado no haya utilizado medios físicos violentos (asesinatos,
encarcelamientos masivos y represión) y simbólicos, como políticas educativas particularmente
hostiles, contra estudiantes de nivel superior y maestros de educación
básica. Este artículo explica que esta reiterada violencia surge de rasgos constitutivos
de la relación que se construyó entre el Estado y los actores educativos en las
primeras décadas del siglo pasado, lo que explica por qué la educación mexicana
nunca se ha consolidado realmente y por qué los esfuerzos por reformarla usualmente
resultan fallidos.
Palabras clave: educación mexicana, violencia de Estado, violencia contra maestros,
violencia contra estudiantes.
611

HUGO ABOITES, CIEN AÑOS DE VIOLENCIA DE ESTADO CONTRA ESTUDIANTES Y MAESTROS
EN LA EDUCACIÓN MEXICANA
Un contexto de reiterada violencia
desde el Estado corporativo
y autoritario
Este ensayo parte del supuesto de que no se
puede tener una cabal visión del desarrollo de
la educación en México sin tener en cuenta la
reiterada violencia que, durante un siglo y hasta
nuestros días, aparece como elemento constitutivo
e infaltable en la relación del Estado con los
maestros y estudiantes de todos los niveles educativos.
Esta violencia no sólo existe en la etapa
del Estado corporativo y autoritario, que tiene
su auge de 1940 a 1980, sino que parece haberse
recrudecido en la etapa neoliberal y del narcotráfico
(Vargas, 2021), a partir de los años noventa.
Aparece incluso hasta nuestros días (golpiza
a maestras y maestros el 20 de julio 2022,
en Tabasco) como una práctica acostumbrada.
La dirección y profundidad de no pocos de los
conflictos es motivo suficiente para considerarlo
como un importante y hasta indispensable tema
de análisis para comprender, de manera más integral,
el desarrollo de la educación mexicana.
La única etapa donde este rasgo parece no
estar presente es, precisamente, en el periodo de
formación y consolidación del Estado mexicano
(1920-1940), dado a partir de varios actores sociales
—movimiento obrero, campesino y magisterial—,
el cual surge de la Revolución mexicana.
Para analizar el desarrollo de la educación, este
ensayo tiene tres partes: en la primera se presenta
un rápido pero detallado recuento de la
violencia en la educación, tanto en el nivel superior
como en el básico. En la segunda sección
se presentan las hipótesis que explicarían este
violento desarrollo; finalmente, la tercera se detiene
a considerar las implicaciones que esta historia
está teniendo para los niveles estudiados.
Antecedentes: el surgimiento
de la violencia en la educación
superior y básica
En 1920 se expide, en Michoacán, una ley que
termina con el experimento de la primera universidad
autónoma del país (la Autónoma Michoacana),
creada en 1917. Como resultado, esa
institución queda ahora sujeta al control directo
del gobernador, en este caso el general Francisco
Múgica (Hernández Díaz y Pérez Pintor, 2017:
42), y, a partir de entonces, es él quien nombra
directamente al rector y a los otros funcionarios.
Este evento tiene importancia porque permite
escuchar la argumentación que, desde el ala
más izquierdista del movimiento revolucionario,
plantea la incompatibilidad de fondo de la
autonomía con el proyecto educativo de la Revolución.
Este desencuentro es agravado por el
hecho de que la autonomía de 1917 en Michoacán
es clara y estrictamente conservadora. Son
los intelectuales conservadores del porfiriato los
que, momentáneamente, consiguen, con la autonomía,
un nicho envidiable —sostenido, además,
por el Estado— para preservar y ampliar su
visión del país. Y es precisamente en este punto
que Múgica se pronuncia:
de continuar la autonomía de la universidad (en Michoacán),
seguirá ésta constituida en un feudo de
directores, quienes ejecutarían todos los caprichos
de una voluntad soberana contando para ello no
únicamente con la inacción del gobierno, sino con
todo su apoyo económico (Hernández Díaz y Pérez
Pintor, 2017: 42).
Y, en la visión de Múgica, esto significa que
el Estado estaría financiando no sólo a un grupo
de conservadores que ejercen el poder total sobre
una institución que, en el fondo, es privada.
Ningún proyecto de educación superior desde
el gobierno revolucionario puede prosperar en
esas condiciones.
Colocado el debate en esos términos (autonomía
= privatización), se redujo sustancialmente
el espacio para encontrar un terreno común.
Y más cuando, al mismo tiempo que se decanta
la visión sobre la autonomía desde el Estado revolucionario,
en los años veinte la Federación de
Estudiantes había ya establecido un significativo
contacto con los estudiantes de la Universidad
de Córdoba (Argentina), que sería un importante
elemento —aunque implícito— en la discusión
sobre el futuro de la universidad. Como veremos,
esto introducirá un elemento importante
en la discusión sobre el tema de la conducción
y gobierno de las universidades. Además, en los
años diez y veinte del siglo pasado se reconocía
como necesaria una cierta autonomía como
parte de la tarea científica. En ese contexto, los
estudiantes mexicanos llegan a hacer una detallada
propuesta, a mediados de los años veinte,
612

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 611-633
que podría servir para un acercamiento con el
Estado, pero que las álgidas condiciones políticas
del país en ese tiempo vuelven imposible la
discusión. Eso trae como consecuencia que el
debate sobre la autonomía se diera en un contexto
mucho más álgido —una huelga— y en forma
tal que se volvió difícil llegar a un acuerdo
entre estudiantes y gobierno federal. En concreto,
y con motivo de la implantación de evaluaciones
más frecuentes a los estudiantes, surge
un fuerte movimiento estudiantil (Silva Herzog,
1974: 37 y ss).
En respuesta —continúa Silva Herzog—, bomberos
y policías de la Ciudad de México atacan
ferozmente a estudiantes en sus asambleas y,
como resultado, hay fuertes enfrentamientos
callejeros, que incluyen a los vecinos; por la noche,
un comité de estudiantes que acudió a denunciar
la represión en la prensa se queja de haber
sufrido un ataque a balazos por los policías.
Al mismo tiempo que esto ocurre, el presidente,
general Emilio Portes Gil, llama a los estudiantes
“indisciplinados” y los amenaza con cárcel
(Silva Herzog, 1974: 45 y ss); los estudiantes
lo encaran y éste —en un contexto políticamente
delicado de elección de un nuevo presidente—
opta por suavizar el tono: invita a realizar las
asambleas (hasta se les entregan a los estudiantes
las llaves de las sedes) y, aprovechando el
momento, pide propuestas para crear una iniciativa
de ley de autonomía.
El general, sin embargo, no era sincero, pues
se generó una nueva ley (1929), pero en ésta se
mantiene el poder del presidente sobre la institución,
y los estudiantes, evidentemente, no
quedan satisfechos. Vale la pena explicar la postura
reacia de los generales Múgica y Portes Gil:
si hacemos caso a los historiadores Hernández
Díaz y Pérez Pintor (2017: 32-42), los dirigentes
de esa época previa al cardenismo tenían ya
una idea de qué tipo de educación debería impulsarse
desde el Estado y, específicamente, en
las instituciones del Estado; por eso la noción
misma de autonomía les resultaba —como lo diría
con otras palabras Múgica— una aberración
privatizadora (Hernández Díaz y Pérez Pintor,
2017: 42).
Con esto se acentúa la tensión entre los estudiantes,
que se sienten burlados, y el Estado,
que en apariencia cede en 1929, pero sólo para
mantener el control. Esta tensión no cesa con el
paso de los años y lleva a una situación que, en
1933, el ministro de educación, Narciso Bassols,
describe con dureza. Dice, en frases que no tienen
desperdicio, que en estos “cuatro años (de
1929 a 1933) no se puede decir que la Universidad
haya realizado con provecho sus destinos,
no se puede decir que la acción educativa haya
progresado” (Silva Herzog, 1974: 65), y ataca
duro a estudiantes, a quienes una universidad
sin propósito y llena de vanas luchas ha rebajado
moralmente, y a profesores irresponsables que
no asisten. En un calculado arranque de fuerte
y visible enojo, Bassols hace pasar al Congreso
—ver el largo y, en momentos, airado discurso en
Silva Herzog (1974: 66 y ss)— una ley que despoja
a la Universidad de su título de “Nacional”,
le cancela totalmente el subsidio —lo que obliga
a un aumento sustancial en las colegiaturas— y
cede el gobierno de la misma entera y exclusivamente
a los profesores y estudiantes. Para sorpresa
de no pocos (y del propio Silva Herzog),
luego de un breve periodo de inestabilidad, la
nueva universidad vive una de sus épocas más
largas (seis años) de paz y actividad productiva.
Silva Herzog (1974: 78) así lo reconoce. Además,
el nuevo presidente, Lázaro Cárdenas, discretamente
entrega sumas extraordinarias para que
la institución sobreviva.
Se constituye, así, un clima escabroso en la
relación entre el Estado y los estudiantes. Al
aprobarse, en 1934, la nueva ley de la educación
socialista —que veremos con detalle más adelante—,
la relación se polariza, pues ya Cárdenas
asumía que ésta incluiría a las instituciones
universitarias y las obligaría a organizar su enseñanza
de acuerdo con los parámetros del método
dialéctico y materialista. Y entonces fueron
los rectores los que se opusieron tajantemente;
entre los estudiantes se dividieron las opiniones,
a tal punto que, como narra Susana Quintanilla
(2002), grupos de estudiantes contrarios a la
educación socialista se las arreglaron para seguir
a Cárdenas en sus giras y explicar a quien
quisiera oírlos por qué no debía aceptarse esta
educación en el nivel superior. La creciente polarización
y las posturas eclesiásticas terminaron
por obligar al presidente a ceder en ese y otros
puntos, y el planteamiento socialista, sin dejar
de ser significativo, quedó sólo para la educación
básica.
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HUGO ABOITES, CIEN AÑOS DE VIOLENCIA DE ESTADO CONTRA ESTUDIANTES Y MAESTROS
EN LA EDUCACIÓN MEXICANA
A partir de entonces, contra los estudiantes
La candidatura de Ávila Camacho envió un mensaje
claro de que el Estado buscaba más apaciguar
que incentivar el conflicto social en la
educación, pero no dejaron de seguir actuando
las fuerzas más agresivas en contra de estudiantes.
Decimos esto porque poco después, el 6 de
marzo de 1942, y en pleno Centro Histórico de la
capital de la república, la policía y los bomberos
enfrentaron una manifestación de miles de estudiantes
del nuevo Instituto Politécnico Nacional
(IPN). La comunidad estudiantil demandaba la
ampliación de las instalaciones y, además, algo
tan razonable como que el IPN expidiera títulos
profesionales para respaldar sus años de estudio.
La manifestación avanzaba cuando, de repente,
apareció la policía con armas largas y los
bomberos, con hachas y mangueras. La tarde
se llenó de gritos y caos cuando la policía comenzó
a disparar y los bomberos a atacar a las
y los estudiantes con chorros de agua y hachazos.
Como resultado, 20 cuerpos quedaron tendidos
en el asfalto y, entre los cuatro asesinados,
hubo una estudiante de nombre Socorro Acosta,
muerta a hachazos por los bomberos (Rodríguez,
2010: 5). Más tarde, en una madrugada de
1956, el Ejército irrumpe en el IPN, a solicitud del
director Alejo Peralta, a fin de acabar con una
huelga estudiantil, y desmantela los dormitorios
y comedores que atendían a las y los estudiantes
foráneos. El movimiento de estudiantes se
vuelve nacional, al vincularse con la dirigencia
magisterial y el movimiento normalista, ya también
en lucha (Rodríguez, 2010). En 1958, por
otro lado, se desata una ola de protestas de mineros,
pilotos, ferrocarrileros, médicos y maestros
en contra del férreo control sobre obreros,
empleados y maestros, y en contra del deterioro
salarial. De nuevo interviene el Ejército y varios
dirigentes políticos y sindicales (como Valentín
Campa y Demetrio Vallejo, entre otros) son enviados
a la prisión de Lecumberri; serán una de
las banderas de las luchas del 68.
Las y los maestros también participan en las
movilizaciones; cuando éstos pretendían manifestarse
en el Zócalo capitalino son duramente
atacados a garrotazos por la policía. En el recuento
de daños se llega a hablar, incluso, de
muertos (Loyo Brambila, 1980: 45,49; Wikipedia,
2022).
Al comienzo de los sesenta hay protestas de
estudiantes universitarios e intervenciones del
ejército en Michoacán, Sonora, Tabasco y Guerrero.
En este último estado, además, hay una
fuerte represión contra maestros y campesinos
quienes, con motivo de luchas agrarias —rescoldo
de los años del cardenismo—, salen a protestar.
Son arteramente agredidos y constituyen el
antecedente del surgimiento de la guerrilla en
ese estado (Sánchez Serrano, 2009).
En un clima de histeria contra la supuesta
amenaza subversiva, se cierra la mitad de las escuelas
normales rurales (Camacho, 2018) y, en
Hermosillo, Sonora, el ejército reprime a maestros
de educación básica y a profesores y estudiantes
de, entre otras, la universidad autónoma
local (Fierros, 2020). En la Ciudad de México,
mientras tanto, el ejército acorrala y masacra a
varios cientos de estudiantes de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM), el IPN
y la Normal en la plaza (Tlaltelolco). 1 La década
siguiente se inaugura de manera sangrienta:
en 1971, las autoridades del entonces Distrito
Federal organizan una banda paramilitar (“Los
Halcones”), que luego atacan a estudiantes de
la UNAM y el IPN mientras marchaban al Zócalo,
en solidaridad y defensa del modelo de gobierno
paritario establecido en la Universidad Autónoma
de Nuevo León; el número de estudiantes
asesinados se coloca, generalmente, por encima
de cien (CNDH, 2022; Álvarez del Villar et al.,
2021). Por otro lado, en los ochenta, y luego del
fortalecimiento de la lucha magisterial (en 1979
se crea la Coordinadora Nacional de Trabajadores
de la Educación, CNTE), es asesinado uno
de los líderes regionales más destacados: Misael
Núñez Acosta (Poy Solano, 2009: 95-100).
El Estado en el contexto neoliberal:
agresivas políticas contra estudiantes
y maestros
A partir los años ochenta y, especialmente, de
los 90, aparecen políticas educativas hostiles,
pues justifican la exclusión de millones de estudiantes
en prácticamente todos los niveles,
1 Para todo lo anterior, ver el detallado recuento que aparece
en los documentos de fuentes fidedignas que proporciona el
National Security Archives, un centro universitario estadounidense
de información independiente; los documentos que
aparecen en ese sitio suelen no ser accesibles en México (https://cutt.ly/DXX6nvf).
614

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 611-633
como consecuencia directa de la reducción del
gasto público en educación y la restricción en
el ingreso a escuelas e instituciones. Se implanta,
además, una política de calidad de la educación,
que se traduce en una fuerte tendencia a la
constante evaluación y exclusión de niños y jóvenes.
Así, desde los años cincuenta en México,
la matrícula en primaria había estado creciendo
a un ritmo acelerado, de tal manera que en una
sola década (1970-1980) había pasado de 9.2 a
14.7 millones (casi 60% más); sin embargo, con
el gran cambio de políticas, a partir de 1984 la
matrícula de nivel básico comienza a disminuir
de tal manera que casi una década más tarde
el número de infantes en primaria, que era de
15.4 millones, se redujo a 14.4 millones (Inegi,
1994: 93-95, cuadro 6). En la educación superior,
el impacto es también notorio (y más porque
la matrícula apenas había comenzado a crecer
sustancialmente en los años setenta): si en
1985/86 era de casi 1.2 millones, poco tiempo
después (1987/88) ya había caído a 1.1 millones.
Y aunque luego se recupera un poco, está muy
lejos del ritmo de aumento de la década anterior
(1970-1980), que fue de más de 200 por ciento.
(Inegi, 1994: 93-95, cuadro 6). Las instituciones
dejan de crecer o, de plano, disminuyen su
número de estudiantes. La UNAM, por ejemplo,
tenía un total de 290,000 estudiantes en 1979,
pero a partir de 1981 la matrícula comienza a disminuir;
todavía en 2001-2002 —esto es, 20 años
después— seguía cayendo, pues la matrícula era
de 242,000 (UNAM, 2004: 16). De hecho, tardó
siete años más en recuperar el nivel que tenía
en 1979; esto quiere decir que la reducción duró
casi 30 años.
Esta drástica caída de la matrícula tuvo como
factor muy importante la notoria caída del gasto
público en educación, que, además, redujo a
la mitad los salarios reales de los trabajadores
académicos, técnicos y manuales, y a la mitad,
también, el valor de los presupuestos institucionales.
Sin embargo, no fue una consecuencia
inesperada. En 2000, un documento de la Asociación
Nacional de Universidades e Instituciones
de Educación Superior (ANUIES), titulado
La educación superior en el siglo XXI, establecía
como política explícita la restricción de la matrícula:
“Todas las IES, principalmente las públicas,
deberán establecer límites a la matrícula escolarizada,
en función de sus planes de desarrollo
institucional, del personal académico con que
cuenta y de la infraestructura física disponible”
(ANUIES, 2000: 249, las cursivas son mías).
Por otro lado, en los noventa se establece
un mecanismo centralizado de evaluación para
los solicitantes de ingreso a la educación media
superior y superior a nivel nacional: el Centro
Nacional para la Evaluación de la Educación Superior
(Ceneval), una asociación civil, por tanto
privada, 2 que ofrece servicios de evaluación
mediante un instrumento y un dispositivo (como
el llamado examen único de Ciudad de México),
que permite excluir de la educación superior pública
a cientos de miles. Y sus exámenes afectan
a quienes desean continuar sus estudios en el
nivel profesional, sobre todo mujeres e hijos de
familias de bajos ingresos (Aboites, 2021: 441-
452 y 577-591), quienes con mayor facilidad se
ven excluidos de la educación media superior o
superior, son impedidos de ingresar a opciones
como el IPN y, especialmente, la UNAM, o, incluso,
son desplazados hacia opciones técnicas.
Esto provocó un fuerte rechazo en las familias y,
sobre todo, entre las jovencitas, a tal punto que
en el lapso de un par de días dos de ellas se suicidan
en 2003 (Aboites, 2021: 510-511) y, tiempo
después, un joven toma la misma ruta (2007).
Así, el acceso a los niveles superiores de educación
se ve mediado por la intervención de una
instancia privada contratada por las instituciones
públicas, a través de un examen con fuertes
sesgos de clase y de género; además, hay aumentos
en las colegiaturas, iniciativas de reglamentación
más exigente y falta de lugares suficientes
en las mejores opciones.
De esta manera, la adopción de marcos de referencia,
como el de la calidad y la presión a las
instituciones a que obtengan recursos adiciona-
2 El Código Civil Federal (art. 2670) establece la figura de
asociación civil como algo esencialmente privado: la reunión
de un grupo de individuos que realizan una actividad legal
y no lucrativa. A diferencia de los organismos públicos que
están previstos en la estructura del Estado o se sustentan
en acuerdos tomados por instancias facultadas, la asociación
civil es un ente privado que se constituye mediante un acta
ante un juez y se consigna en el registro público de la propiedad.
Pero el Código Civil no contempla un posible carácter
mixto o público-privado de la asociación. Esto no quiere decir
que el Ceneval no incurra en irregularidades, como incluir
como “individuos” a instituciones o dependencias gubernamentales
o presentarse como una asociación civil “no lucrativa”,
a pesar de que en 28 años ha vendido cientos de miles
de aplicaciones de exámenes y, en consecuencia, ha tenido
ingresos por al menos dos mil millones de pesos. Y, como es
un organismo privado, legalmente no está obligado por las
leyes de transparencia.
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HUGO ABOITES, CIEN AÑOS DE VIOLENCIA DE ESTADO CONTRA ESTUDIANTES Y MAESTROS
EN LA EDUCACIÓN MEXICANA
les por su cuenta (mercantilización de la educación)
y a que restrinjan la matrícula, contribuye
de manera decisiva a deteriorar el acceso al derecho
a la educación, así como las condiciones
para ejercerlo.
Como respuesta, en estos años noventa las
protestas de estudiantes y profesores y la represión
contra ellos por movilizarse alcanzaron
niveles no vistos en las décadas previas. Así, en
1998, los estudiantes de la Universidad Autónoma
Metropolitana se preparan para ir a la huelga,
ante la amenaza de que al término de los
estudios se les habría de aplicar exámenes “de
salida” realizados por el Ceneval. Menos de un
año después, en la UNAM, más de 100,000 estudiantes
votan en contra del alza a las colegiaturas
y contra la participación del Ceneval en la
determinación de quién tiene derecho a cursar
sus estudios en esa institución; acto seguido, se
declara una huelga estudiantil que, como nunca
se había visto en un siglo, dura nueve meses
y sólo concluye con la violenta ocupación
de las instalaciones de la Universidad en todo
el país por parte de las fuerzas federales, en
2000. Como resultado, un millar de estudiantes
y algunos académicos de la UNAM son encarcelados;
cientos de ellos son sometidos a juicio,
con acusaciones que implican decenas de años
de cárcel. Poco después, en 2006, maestros de
educación básica y ciudadanos de la capital de
Oaxaca resisten, durante seis meses, el asedio
policiaco federal y estatal, y varios de ellos son
asesinados por los disparos de las fuerzas oficiales
o por bandas paramilitares que asolan las
calles de dicha ciudad.
Poco después, y también como puesta en
marcha de la reforma por la calidad de la educación
en el gobierno de Felipe Calderón (2006-
2012), se establece el llamado Examen Nacional
del Logro Académico de Centros Escolares
(ENLACE), que hace que hasta 14 millones de
niñas y niños, cada año, presenten un examen
de opción múltiple obligatorio, similar a los del
Ceneval. En ese ejercicio, la gran mayoría (hasta
10 millones) son declarados por el examen como
‘insuficientes o elementales’, resultado del cual
se responsabiliza a los maestros. Así, como informa
la Secretaría de Educación Pública (SEP,
2013: 17), durante ocho años de aplicación de
la prueba (2006-2013) de Español en primaria,
un buen porcentaje —64.8%— de estudiantes de
escuelas primarias privadas resultaban clasificados
como “buenos o excelentes” en su desempeño,
mientras que en las escuelas generales
(públicas-urbanas), donde la mayoría son niñas/
niños de familias con bajos ingresos, más de la
mitad (58.3 %) son declarados “insuficientes” o
“elementales”. Y, confirmando la relación entre
desempeño y situación socioeconómica, los estudiantes
de las escuelas del Consejo Nacional
de Fomento Educativo (Conafe), que promueve
escuelas populares a cargo de voluntarios en
zonas marginales, y las llamadas escuelas indígenas,
son clasificados/as abrumadoramente
como “insuficientes” o “elementales”. En efecto,
hasta 87.5% de los evaluados en el primer caso
y 77.4% en el segundo reciben esa calificación.
En números absolutos, estos porcentajes significan
que cerca de 10 millones de estudiantes
son clasificados como deficientes, es decir, “insuficientes”
o “elementales”. La cifra la estimamos
de la siguiente manera: de un total de 14
millones de evaluados en un año (2013), 58.3%,
es decir, la gran mayoría de ellos (los que provienen
de escuelas generales), son diagnosticados
de esa manera. Casi 8.5 millones. Y un buen
segmento de las restantes escuelas —indígenas
y del Conafe— tienen estudiantes que, en su
enorme mayoría, son clasificados como elementales
o insuficientes (el número de estudiantes
en escuelas privadas es muy bajo).
También quedó claro que, en la visión de las
autoridades de la SEP, los maestros son considerados
como los responsables de esos resultados,
pues “anunció Calderón” que “el gobierno
federal repartirá incentivos que sumarán hasta
900 millones de pesos a los maestros y directivos
que contribuyan a que los alumnos mejoren
sustancialmente en la prueba” (Revista Expansión,
2011). Como en otras pruebas de este
tipo, más que la capacidad de niñas y niños, lo
que se mide son las carencias que tienen las escuelas,
así como las cuestiones de género o la
pertenencia a determinada clase social (Aboites,
2021: 441-452 y 577-591). Por cierto, académicos
de El Colegio de México y de la Universidad Autónoma
del Estado de Hidalgo encontraron, en
esos exámenes, un sesgo importante de género
en perjuicio de las niñas sujetas a evaluación
(Campos Vázquez y Santillán Hernández, 2016).
Las políticas educativas de corte mucho más
agresivo contra estudiantes y profesores que
616

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 611-633
arrancan en los ochenta aparecen en la década
siguiente como un añadido a la tendencia altamente
represiva del Estado contra estudiantes.
Así, en 2011, a plena luz del día, las fuerzas federales,
estatales y ministeriales comenzaron
a disparar contra los estudiantes de la Escuela
Normal Isidro Burgos (Ayotzinapa); dos de ellos
quedaron muertos y un número importante, heridos.
Todo esto ante centenares de automovilistas
y no pocos reporteros. Pocos años después,
en septiembre de 2014, 43 jóvenes de esa
misma institución son aprehendidos por policías
locales y entregados a grupos de narcotraficantes,
quienes los desaparecen. Más tarde se confirmó,
además, que las fuerzas federales (Ejército)
tuvieron conocimiento minuto a minuto de la
evolución de los hechos y que, incluso pudieron
contactarlos, pero, a pesar de la cercanía, dejaron
hacer.
En 2013, con Enrique Peña Nieto, se cancela
por “inútil” la evaluación ENLACE para niñas
y niños, pero se impulsa una reforma educativa
que establece un mecanismo de evaluación de
docentes y amenaza con despidos sistemáticos
y masivos (a la tercera evaluación). Como
consecuencia, las protestas aparecen por todo
el país y los gobiernos federal y estatales los reprimen.
Yendo al extremo, en 2016 las fuerzas
federales rodean el poblado de Nochixtlán, Oaxaca,
y durante horas balacean casas, maestros
y personas, con un saldo de más de un centenar
de heridos y una docena de muertos (CNDH,
2017: 61-117; 157-159).
En los años siguientes, a pesar de que en 2019
el mecanismo de evaluación-despido de maestros
se cancela, el nuevo gobierno de Andrés
Manuel López Obrador mantiene su respaldo a
las evaluaciones para el ingreso a los estudios
superiores que realiza el Ceneval. Y, yendo aún
más lejos, promueve y logra que se apruebe una
Ley General de Educación Superior (LGES), que
otorga legalidad a dichas evaluaciones y concede
a las autoridades institucionales la facultad
de determinar cuáles son los requisitos que los
jóvenes deben cumplir para tener derecho a la
educación. Es decir, el derecho a la educación
subordinado a las decisiones de los directivos
institucionales.
Finalmente, el 20 de julio de 2022, bajo las
órdenes del gobernador de Tabasco, la policía
estatal antimotines arremete contra un grupo de
500 maestras y maestros que se manifestaban
en demanda del pago de quincenas atrasadas;
varios son fuertemente golpeados y hay detenidos
(López, 2022).
El significado de una historia
de violencia continua
Toda esta historia de hostilidad contra estudiantes
y maestros es algo tan fuerte y dominante
que no se puede descartar a priori como irrelevante.
Ofrece una visión distinta de las oficiales,
más precisa y más problemática de lo que ha
sido la educación mexicana en este siglo.
Para empezar, el hecho de que la disposición
agresiva —y la continuación de la violencia
física— desde el Estado contra estudiantes y
maestros continúe con igual o mayor fuerza en
las últimas décadas sugiere que no se trata de
conflictos sólo atribuibles a un pasado primitivo,
a causas puntuales o al escaso desarrollo de las
instituciones durante la formación del nuevo Estado
posrevolucionario. Parece haber un sustrato
vivo y estructural que sigue presente incluso
ya bien entrado el siglo XXI.
Por otro lado, hay análisis que, aunque toman
en cuenta y estudian estos eventos de violencia,
no los consideran como un componente independiente
capaz de introducir una visión distinta
al desarrollo de la educación. Los episodios
de violencia son considerados como manifestaciones
derivadas circunstancialmente de otros
procesos. No es extraño, además, que aparezcan
fincados en la persuasión práctica de que
son hechos aislados, cada uno producto de factores
muy específicos que, finalmente, se quedan
en la superficie (el alza en los montos de las
colegiaturas, por ejemplo). Éstos son, sin duda,
factores reales y contribuyentes al fenómeno,
pero insuficientes para explicar su regularidad,
persistencia y duración, pues se trata de todo
un siglo de represión y asesinatos. Y, ciertamente,
no se considera siquiera que pueden ser expresiones
del sustrato que podría explicarlos en
conjunto.
En contraste con esa persuasión, aquí planteamos,
como ya se pudo entrever en párrafos
previos, que esta violencia de Estado es resultado
de la manera en que se estructuró en su origen
y todavía se reproduce la relación entre el
Estado y estos actores. Al analizar el fenómeno
617

HUGO ABOITES, CIEN AÑOS DE VIOLENCIA DE ESTADO CONTRA ESTUDIANTES Y MAESTROS
EN LA EDUCACIÓN MEXICANA
de la violencia actual, Lomnitz (2021) también
coloca en primer plano a la relación del Estado
con la sociedad, pero refiriéndose al cambio que
en esa relación establece el narcotráfico. Por supuesto
que los cambios que sufre el Estado en
las décadas más recientes (la combinación del
neoliberalismo individualista y mercantil con la
prevalencia de la violencia del narcotráfico) son
elementos que afectan profundamente la sociedad,
incluyendo, por supuesto, el contexto de
las relaciones Estado-actores educativos.
En la visión de Lomnitz, esto significaría que
la violencia contra los educadores y educandos
tendería a cambiar, e incluso a agravarse, en los
próximos años, pero no a desaparecer. Visto en
perspectiva, la violencia que nace del Estado
corporativo, rígido y lleno de corrupción —que
tiene su apogeo entre las décadas cuarenta y
noventa—, a partir de los noventa cede el paso a
la violencia neoliberal y del narcotráfico. El caso
de los 43, donde en determinados momentos se
maneja insistentemente que el gobierno municipal
entregó a los estudiantes capturados a un
grupo del narcotráfico para que éste dispusiera
de ellos, ejemplificaría este nuevo tipo de relaciones
que genera ese contexto.
El otro elemento que conviene poner sobre
la mesa es que, si la generación de la violencia a
partir de las primeras décadas está en la manera
como el Estado decidió establecer su relación
con el magisterio y —se podría añadir— con los
estudiantes, entonces, teóricamente al menos,
es posible cambiar esa relación y la violencia no
es inevitable. En efecto, en este siglo de historia
Estado-actores educativos, hay veinte años
(1920-1940) en los cuales, gracias al planteamiento
que hace el Estado, no aparece la inclinación
a ejercer, como primer, paso la violencia
contra maestros de nivel básico. Se trata de una
época en la que el Estado activamente busca
establecer un tipo de relación muy cercana, de
alianza, con el magisterio y, entre otras cosas,
porque le es estratégico para la consolidación
educativa, política y social. Y, por el contrario,
ahí donde no aparece interés alguno por trabar
una relación cercana y significativa —con los estudiantes
de nivel superior—, desde el primero
de estos cien años que analizamos ya nos topamos
con un suceso de rechazo y hostilidad. En
ese sentido, el poco entusiasmo gubernamental
por la autonomía tiene como trasfondo que significaría
establecer una relación privilegiada del
Estado con un segmento social que no siempre
es un elemento dócil a la visión y prioridades gubernamentales,
sobre todo cuando se plantea
mantener o establecer la autonomía en una institución
superior.
Dos hipótesis sobre la violencia
en la educación mexicana
Derivado de lo anterior, dos hipótesis se proponen
para explicar este siglo de violencia por
parte de funcionarios, policías y hasta del mismo
ejército, en contra de profesores, estudiantes y,
en general, en contra de personas o comunidades
que apoyan o simpatizan con las protestas
de dichos actores, como ocurrió en la ciudad de
Oaxaca, en 2006; en Nochixtlán de la Asunción,
Oaxaca, en 2016 y en Tlaltelolco, en el 68.
La primera hipótesis: educación básica
y violencia de Estado
En un trabajo previo (Aboites, 2020), se formuló
una hipótesis integral que diera cuenta del peculiar
origen e itinerario que ha tenido durante
los últimos 40 años la CNTE, una organización
nacional de maestros que constituye la vertiente
de izquierda del oficial y burocrático Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación
(SNTE). Esta organización —que tiene ascendencia
hasta sobre un tercio de las y los maestros de
educación básica— se opuso terminantemente y
durante años a la reforma educativa impulsada
por el gobierno federal y los partidos políticos
entre 2012-2018, y consiguió que, en el cambio
de gobierno de 2018-2019, fuera derogada.
Retomando aquella primera formulación,
planteamos que, al final de la Revolución, el Estado
había impulsado y apoyado el fortalecimiento
de una corriente de izquierda magisterial que
generara una propuesta y práctica educativa a
partir de las luchas por la tierra y los derechos
laborales. De tal manera que, de 1920 a 1940 se
establece una alianza entre el gobierno revolucionario
y este nuevo magisterio surgido de las
comunidades mismas, que constituye uno de los
fundamentos sociales y corporativos del nuevo
Estado. Esa relación de dos décadas, sin embargo,
comienza a deteriorarse sustancialmente a
618

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 611-633
partir de la década de los cuarenta, cuando ocurre
el que ha sido llamado “un viraje conservador”
y que, en concreto, significa el abandono
de una relación muy estrecha del Estado con los
sectores más activos del magisterio. Como señala
una investigación de El Colegio de México,
“era el propio gobierno el que los había alentado
a emprender actividades políticas, haciendo
propaganda y popularizando la política oficial”
(Greaves, 2008: 71).
Y así, de partícipes centrales en la creación
y conducción del proyecto educativo, es decir,
de ser un actor protagónico junto con el Estado,
las y los maestros pasan formalmente a
ser considerados como una masa subordinada,
pero también, gracias al nuevo sindicato, vivían
un importante deterioro de sus condiciones de
vida. Como señala Greaves:
Para fines de los años cuarenta, el SNTE gozaba de
poca autonomía y no se podía mencionar ningún
beneficio importante que la sindicalización hubiera
logrado. La corrupción había sentado sus reales.
Los puestos directivos servían de trampolín político
hacia las altas esferas gubernamentales o para amasar
grandes fortunas mientras la situación de la base
magisterial era deplorable (Greaves, 2008: 79).
Y el deterioro de sus condiciones es visto
como un abuso desde una autoridad que ahora
se coloca como lejana y hostil. De ahí que al
poco del rompimiento comiencen a darse protestas
que expresan una relación muy distinta
con el magisterio.
Es un rompimiento que lo resiente, sobre
todo, el sector de los trabajadores de la educación,
que son jóvenes provenientes de las comunidades
campesinas, cercanos a organizaciones
populares, militantes de izquierda y participantes
más activos y comprometidos en lo que
fuera el proyecto gubernamental educativo en
zonas apartadas o proletarias (es decir, en gran
parte del país); pero es una ruptura que afecta
a todos los maestros y maestras por igual (para
empezar con la pérdida del valor del salario), y
hace que las reacciones a ese rompimiento no
se circunscriban a un segmento particular, de
izquierda, sino que aparezcan como orientadas
contra todos.
En otras palabras, cuando el rompimiento se
traduce en la instalación de dispositivos que significan
una pérdida de condiciones elementales
de trabajo, la airada respuesta magisterial involucra
a cientos de miles de maestros y, también,
la respuesta represiva del Estado. Y con esto se
ahonda el distanciamiento entre el Estado y el
magisterio.
En su relación original, tanto el Estado como
las y los maestros coincidían en que la educación
era, o debía ser, un elemento fundamental
para la construcción de una sociedad donde los
campesinos, obreros y, en general, las clases populares
tuvieran un papel central en la conducción,
a través de sus organizaciones nacionales,
y pudieran mejorar las condiciones de vida de
sus comunidades y las suyas propias. Así, la
alianza significaba una cercanía muy importante
del magisterio con las luchas por mejores condiciones
de trabajo, por el reparto y aprovechamiento
de la tierra y por la organización social
para alcanzar esos objetivos, e implicaba, además,
una escuela libre del patrocinio e influencia
de la iglesia, de los hacendados y caciques,
ajena a las nacientes clases empresariales y a las
orientaciones doctrinarias idealistas, religiosas o
liberales. Significaba, por último, su sustitución
por concepciones materialistas científicas, el énfasis
en la visión y acción colectiva, la cercanía
con las comunidades y la orientación antiimperialista
y libertaria.
En su punto de desarrollo más alto, esta alianza
encontró su fundamento y confirmación más
profunda en la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, cuando el bloque hegemónico
posrevolucionario logró introducir una
modificación al artículo tercero, que precisaba
los términos y las finalidades de la relación que
se estableció entre el Estado y el magisterio.
La alianza se vuelve constitucional
En efecto, en 1934 se había dado un clima de
entusiasta aclamación al gobierno de la república
por su decisión de ir más allá de la tímida
redacción que sobre educación tenía el hasta
entonces vigente artículo tercero aprobado en
1917. Ese era un texto que abrevaba de la concepción
liberal decimonónica del Estado como
simple garante del libre flujo de intercambios e
intereses legítimos y, por eso, planteaba que “la
enseñanza es libre”, lo se podía entender como
“libre de ideas religiosas”, pero también como
619

HUGO ABOITES, CIEN AÑOS DE VIOLENCIA DE ESTADO CONTRA ESTUDIANTES Y MAESTROS
EN LA EDUCACIÓN MEXICANA
permiso para que los particulares ofrecieran
educación dentro de un marco de requisitos mínimos
impuestos por un Estado liberal. 3
En la visión de la época del cardenismo, los
cambios que habían de impulsarse requerían la
base sólida de un Estado fuerte y, para ello, de
una alianza con los sectores populares que aplanara
el escabroso camino y diera el indispensable
respaldo. Y así, se aprobó ese 1934 —Cárdenas
era ya un influyente presidente electo— una
nueva redacción del tercero constitucional que,
de entrada y radicalmente, señalaba que “la
educación que imparta el Estado será socialista.”
Como ya hemos señalado, esta frase estaba
dotada de un significado amplio, de fortaleza
del Estado como respaldo de las políticas agrarias,
laborales, educativas y de beneficio social
que ponía en marcha el gobierno. Y planteaba,
además, como ahí mismo se señala, una clara
orientación —científica y materialista— respecto
de los contenidos; para las y los maestros tenía
significados todavía más profundos y abiertamente
buscados por los creadores de la alianza.
En efecto, se señalaba que
El adjetivo “socialista” en la Constitución… precisamente
por radical en un contexto capitalista venía
a darle una validez extraordinaria al quehacer que
realizaban las y los maestros en las comunidades,
del lado de campesinos sin tierra y obreros explotados.
Y sobre todo venía a confirmar que el Estado
constitutivamente estaba del lado de las clases
populares. Y allí era donde los maestros querían
estar. Venía también a darle al trabajo con las comunidades
una protección y respaldo político importantísimo.
Por eso el término era tan valioso.
La alianza pueblo, Estado y educadores se desplegaba
a toda vela en esas dos décadas que ahora
recuperaba y le daba significado la Constitución
(Aboites, 2020: 91).
La modificación constitucional colocó sin
ambigüedades al Estado como conductor direc-
3 La redacción completa de 1917 es la siguiente: “Art. 3º. La
enseñanza es libre; pero será laica la que se dé en los establecimientos
oficiales de educación, lo mismo que la enseñanza
primaria, elemental y superior que se imparta en los establecimientos
particulares. Ninguna corporación religiosa, ni
ministro de algún culto, podrán establecer o dirigir escuelas
de instrucción primaria. Las escuelas primarias particulares
sólo podrán establecerse sujetándose a la vigilancia oficial.
En los establecimientos oficiales se impartirá gratuitamente
la enseñanza primaria” (Cámara de Diputados, 2003b).
to de la educación y ya no como mero garante
de que se siguieran reglas mínimas de comercio.
En efecto, a diferencia de la redacción de 1917
(“la educación será libre”), acá, sin timidez, se
enuncia que el protagonista era el Estado:
La educación que imparta el Estado será socialista,
y además de excluir toda doctrina religiosa, combatirá
el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la
escuela organizará sus enseñanzas y actividades
en la forma que permita formar en la juventud un
concepto exacto del universo y de la vida social
(DOF, 1934).
El texto añade, además, para completar el
perfil del destinatario, que la primaria sería “gratuita
y obligatoria”. 4
Esta fue la expresión normativa más alta de
una política educativa general, que incluyó, además
de disposiciones más evidentes, la creación
de normales militantes, rurales y urbanas,
la contratación de decenas de miles de jóvenes
maestras y maestros procedentes de las comunidades
pobres y una orientación pedagógica
educativa sobre la vida social que acompañara
y fortaleciera en las comunidades, y en su relación
con la escuela, los procesos colectivos y
organizacionales de reivindicación de derechos
sociales y laborales.
En un contexto como este, no es sorpresa
que, como señalábamos al comienzo, estos años
están libres de la reiterada violencia que el Estado
ejerce contra las y los maestros a partir de
los años cincuenta. Como da cuenta David Raby
(1974) hablando de la relación maestros-Estado,
en esos años, ciertamente, había quejas de
maestros por los bajos salarios o porque éstos
4 Respecto de las escuelas particulares se establecía que éstas
“deberán ajustarse, sin excepción alguna, a lo preceptuado
en el párrafo inicial de este artículo [que la educación será
socialista] y estarán a cargo de personas que en concepto
del Estado tengan suficiente preparación profesional, conveniente
moralidad e ideología acorde con este precepto”.
Por esa razón, se agregaba, no podían impartir educación ni
relacionarse de manera alguna con la enseñanza, las corporaciones
y asociaciones religiosas, los ministros de culto ni las
sociedades por acciones del rubro educativo. Cabe advertir
que circulan otras versiones de este artículo de fuentes tan
serias como universidades y legislaturas, donde de la primera
frase se elimina la palabra “Estado”, de tal manera que queda:
“La educación será socialista”, pero el texto aquí presentado
está tomado de la fotocopia directa del Diario Oficial de la
Federación del 13 de diciembre 1934, Tomo LXXXVII, Decreto
firmado por el presidente L. Cárdenas y diputados y senadores
de la República el 4 de diciembre de 1934 (DOF, 1934).
620

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 611-633
no se pagaban a tiempo, y también protestas
en diversos estados ante los gobiernos locales
abusivos por temas relacionados con las condiciones
laborales, pero no pretendían cuestionar
la alianza de las y los maestros con el Estado, y
tampoco suscitaban una respuesta violenta o la
crudeza que, desde el Estado, se verá más tarde.
Dice ese autor que “el magisterio frecuentemente
constituía una especie de vanguardia política
de izquierda, el motivo de esas huelgas no era
abiertamente político en la mayoría de los casos”
(Raby, 1974: 86).
La alianza Estado-magisterio, construida a lo
largo de 20 años, había tenido éxito en crear un
sustrato básico de confianza y de compromiso
de vida —no sólo laboral—, que en los años treinta
estaba en su más alto nivel. Así, “los maestros
izquierdistas […] sentían una arraigada lealtad al
gobierno de Cárdenas, que consideraban guía
en la lucha del pueblo mexicano contra el imperialismo
y la reacción interna” (Raby, 1974: 90-
91), a tal punto que, al menos en una ocasión, al
darse el asesinato de varios maestros a manos
de los caciques regionales, el presidente Cárdenas
personalmente atendió el sepelio y dirigió
un discurso de fervoroso apoyo y promesa de
castigo a los responsables.
La segunda hipótesis: educación superior,
autonomía y violencia de Estado
En la educación superior, salvo excepciones muy
concretas, 5 no se construyó una alianza con las y
los profesores de las universidades y menos de
las autónomas. Desde el comienzo del periodo
posrevolucionario, el Estado lanzó el mensaje
claro de que la autonomía no era ni bienvenida
ni bien vista. Estaba presente, pero como parte
de la historia del conservadurismo del siglo diecinueve,
incluyendo su expresión más importante:
la pretenciosa creación porfirista de la Universidad
Nacional de México.
Ésta se había establecido en 1910 como el último
toque a una exitosa nación que ya se consideraba
en el dintel de la entrada al salón de
las grandes y medianas potencias. Era, además,
vista como una medalla concedida al presiden-
5 Con la Universidad de Guadalajara y la Universidad Michoacana,
que se acercaron al proyecto de educación socialista,
el Estado mantuvo en esa época una relación muy cercana y
mutuamente beneficiosa.
te-militar por su labor de 30 años en el poder.
“La Universidad es vuestra obra”, había proclamado
muy entusiasmado Justo Sierra en el discurso
inaugural de la institución, dirigiéndose al
complacido general Porfirio Díaz; una pomposa
inauguración, a la que se acercaron las cortes
universitarias europeas y norteamericanas, pero
no las masas de un país lleno de carencias y de
explotación. En ese exclusivo espacio, nada anticipaba
que apenas dos meses y un día después
—el 20 de noviembre— comenzaría una rebelión
que haría emerger un poderoso movimiento armado
y nuevos actores de la historia futura del
país (Sierra, 2004: 61). La universidad en México
y, particularmente, la Nacional, en muy poco podía
considerarse como cercana a la Revolución
y a su idea de educación.
De ahí que no habría que extrañarse que los
intentos de los universitarios para avanzar por
la ruta de la autonomía y la concepción misma
de universidad fueran, primero, objeto de rechazo
por parte del nuevo Estado revolucionario; y,
como veremos, se distanciaron de las universidades
y de sus intentos de independencia. Pero
pronto, tanto las cúpulas institucionales como el
Estado, comprendieron que la ruta del conflicto
no era la más conveniente. En efecto, la lejanía
del Estado y, todavía más, el conflicto instituciones-gobierno
en los años veinte y treinta había
convertido a la educación superior en un espacio
muy inestable y, además, conflictivo: la autonomía
plena de la Universidad (1933-1945) y la
unánime negativa de los rectores a sumarse al
proyecto de educación socialista habían generado
un ambiente sumamente tenso en torno a
la educación superior.
La lejanía, y hasta ausencia, del Estado dejaba
sin control una importante área educativa.
El Estado necesitaba, al menos, una certeza de
estabilidad en esa área si no podía obtener la
colaboración de las y los universitarios. Por su
parte, las autoridades de las universidades requerían,
también, de la certeza y permanencia
del apoyo político y financiero del Estado, y más
tarde tuvieron que acercarse y aceptar su tutela.
Se logró crear acuerdos de gobierno en
casi todas las instituciones a partir del que se
dio en la Universidad Nacional, en 1945. Éste y
otros acuerdos fundacionales de la relación estable
Estado-Universidad, sin embargo, tuvieron
el problema radical de que si bien incluían a la
621

HUGO ABOITES, CIEN AÑOS DE VIOLENCIA DE ESTADO CONTRA ESTUDIANTES Y MAESTROS
EN LA EDUCACIÓN MEXICANA
capa hegemónica de académicos y directivos,
dejaban completamente afuera a los estudiantes
y a la mayoría de los trabajadores universitarios
(el grueso de los académicos, administrativos
y manuales); ante esta doble deficiencia –la
incapacidad histórica de llegar a acuerdos para
integrar a estos sectores y la incapacidad de ver
que a partir de los sesenta la universidad sufre
un profundo cambio de época–, la Universidad
deja de ser la institución pequeña, elitista y conservadora,
pues al incorporar cada vez más a las
hijas e hijos de las clases medias trabajadoras y
de ingresos modestos, comienza a ver de manera
distinta al país y a generar situaciones de
movilización y protesta a las que el Estado —
que no ha dejado atrás sus orígenes autoritarios
y militaristas de los años veinte y que, además,
tiene ya un pacto con las clases empresariales y
conservadoras— responderá una y otra vez con
la violencia contra las y los universitarios.
Estado y Universidad: de la violencia institucional
a la represión contra estudiantes
Si en el caso de las y los maestros en los años
veinte y treinta el Estado construye, junto con
ellos, la nueva identidad del magisterio a partir
de la Revolución, en el caso de los universitarios
la situación es distinta: son ellos mismos los que,
por momentos con planteamientos radicales o
hasta conservadores (dependiendo de la institución
y el momento histórico), intentan construir
un espacio institucional que refleje sus intereses
de participación. Es lo que está en el fondo de
la multiplicidad de iniciativas que, de manera
independiente y sin el amparo gubernamental,
exploran distintos caminos en esa dirección. En
1917, en la Universidad Michoacana, grupos de
académicos conservadores logran que el gobernador,
el general Pascual Ortiz Rubio, presente
ante el Congreso del Estado de Michoacán, y se
apruebe, una autonomía prácticamente plena
(donde el rector es nombrado por un Consejo
Universitario, integrado por profesores y funcionarios,
pero con una muy escasa participación
de los estudiantes) (Hernández Díaz y Pérez
Pintor, 2017: 32). Esto puede explicar la prácticamente
nula presencia estudiantil en defensa
de ese espacio.
Haciendo a un lado a los académicos conservadores,
el gobernador Múgica envía al Congreso
local una iniciativa de ley que tiene varios
rasgos importantes: no desecha completamente
la anterior de Ortíz Rubio, que circunscribe
la autonomía sólo a los aspectos de “su técnica
y administración científica”, pero que claramente
sujeta a la institución al poder discrecional
del gobernador. Así, se establece que el rector
“sería nombrado y removido libremente por el
gobernador del estado, al igual que de los directores
de los planteles y dependencias de la
Universidad” (Hernández Díaz y Pérez Pintor,
2017: 42). Esta desconfianza de fondo la explican
los historiadores de Michoacán: “la Revolución
encontró una Universidad permeada por
los intelectuales y los profesionales porfiristas,
y careció, al menos en sus primeros años, de la
posibilidad de reemplazarlos” (Hernández Díaz
y Pérez Pintor, 2017: 79).
Al incrementarse la volatilidad del contexto
político durante las décadas 1910-1920, se despiertan
múltiples iniciativas. Así, ya en la inauguración
de la Universidad de México, en 1910,
la autonomía aparecía como un elemento importante
para el desarrollo de la ciencia. Justo
Sierra describía a Porfirio Díaz como un “convencido
de que el gobierno de la ciencia en acción
debe pertenecer a la ciencia misma” y no al
Estado o gobierno (Sierra, 2004: 61). Siete años
más tarde (1917), los académicos porfiristas logran
que se apruebe una ley de autonomía que
confiere a la Universidad Michoacana la autonomía
total, misma que es prontamente cancelada
y sustituida por otra del gobernador Francisco
Múgica. En 1918 estalla el movimiento de Córdoba,
y la idea de que desde los estudiantes es posible
un diseño propio de universidad comienza
a generar discusiones y propuestas mucho más
avanzadas que las de políticos y académicos.
Los jóvenes mexicanos se sentían hermanados
con los estudiantes argentinos, cuyo movimiento
había sido reprimido por el Ejército. No
dejaban de ver, en términos muy semejantes, su
propia historia frente al gobierno revolucionario.
Por esto, la mexicana Federación de Estudiantes
retomó los planteamientos del Cono Sur, sobre
todo aquellos que hablaban de la necesidad de
que los estudiantes tuvieran un papel central en
el gobierno universitario. Y esto, que era vital
para los estudiantes, no precisamente generaba
entusiasmo en la cúpula militar-civil que en México
controlaba el ámbito gubernamental. Así,
622

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 611-633
se creaba una situación paradójica: por un lado,
las revoluciones en Rusia y México proponían un
profundo cambio social para liberar a las masas
subordinadas, y generaban planteamientos
educativos acordes con esa meta; por otra parte,
estos propósitos, en México y otros países,
estaban a cargo de gobiernos con fuertes tendencias
autoritarias. De tal manera que la preocupación
por la educación de las grandes masas,
antes olvidadas y ahora rebeldes, chocaba
con las estructuras de poder institucional muy
conservador y con las aproximaciones pedagógicas
verticales más interesadas en la disciplina
que en el conocimiento liberador. El papel que,
en países como Argentina o Venezuela, tenía la
Iglesia en la aprobación de quiénes podían ser
profesores universitarios es sólo un ejemplo.
Resultaba así que las nuevas visiones sobre
el poder en las instituciones educativas, hasta
entonces muy autoritarias, se mezclaba con una
orientación participativa, popular e, incluso, socialista
(como en Michoacán, en los años treinta),
que llamaba a la inclusión lo más amplia posible
de los explotados y marginados y que, por
su núcleo liberador, generaba un dinamismo sumamente
interesante, además de una capacidad
renovadora que podía cambiar radicalmente la
universidad y la escuela. La autonomía, podía
entreverse, podría ser profundamente revolucionaria.
El tema de quién debía conducir a las
instituciones de educación superior era especialmente
candente. Ahí era donde el mensaje
de Córdoba (“deben ser los estudiantes”) tenía
un profundo sentido, y la cuestión del autoritarismo
y, en concreto, de quién debía conducir la
universidad, era capital.
Los jóvenes de Córdoba consideraban que la
forma de gobierno estaba en la base del problema
de la deficiente formación profesional y
científica que recibían en la educación superior.
En su Manifiesto, criticaban a los profesores por
mediocres, lamentaban la ausencia de la ciencia
en la enseñanza universitaria y, lo fundamental,
denunciaban el gobierno autoritario de la institución
y proponían la independencia total de la
universidad frente a los poderes de un Estado
aristocrático y clerical. “Acabamos —decían entusiastas
los jóvenes de Córdoba— de romper
con la última cadena que, en pleno siglo XX, nos
ataba a la antigua dominación monárquica y
monástica” y añadían que, por todo, eso el estudiantado
“reclama un gobierno estrictamente
democrático y sostiene que el demos universitario,
la soberanía, el derecho a darse un gobierno
propio radica principalmente en los estudiantes”
(Anónimo, 2008).
En este contexto soliviantado no es de extrañar
que, al mismo tiempo que la Universidad
de San Luis Potosí era declarada autónoma y es
la Asamblea la que a partir de entonces elegirá
al rector, la Federación de Estudiantes de México
presentara una propuesta al Congreso de la
Unión en la que se señalaba que el Consejo habría
de definir una terna y, de ella, el presidente
de la república elegíría al rector. Esta iniciativa
no llegó a discutirse en el Congreso debido al
contexto tan políticamente álgido que creó la
rebelión delahuertista en esos años, pero no se
había declarado oposición alguna a que se aprobara
(Silva Herzog, 1974: 32-60). Se trataba de
liberar del estrecho control gubernamental y de
la herencia porfirista a la Universidad Nacional
de México. La demanda estudiantil se enfrentaba
a una estructura de poder y una concepción
de gobierno universitario cuyo antecedente directo
eran 30 años de dictadura.
El conflicto de fondo no ocurrió sino hasta
1929, cuando, al estallar la huelga estudiantil ya
mencionada, se generó una represiva respuesta
del presidente de la república y, de ahí, a la
apresurada aprobación de un propuesta presidencial
que no es la de los estudiantes. Éstos,
desde años atrás, habían propuesto que el Consejo
Universitario integrara una terna y que, de
entre los candidatos, el presidente eligiera al
titular de la Universidad, pero en su propuesta
final al Congreso el presidente se reservó el
control sobre el proceso: él sería el encargado
de elegir la terna para que el Consejo eligiera.
Y así quedó: una nueva Ley Orgánica —versión
oficial— se aprueba ese mismo año y, como era
predecible, los estudiantes se sienten burlados.
La aprobación no resolvió el conflicto, tan sólo
lo hizo aún más enconado y generó una situación
de profunda inestabilidad.
Los estudiantes no pudieron impedir la aprobación
en el Congreso, pero en los siguientes
años fueron perfectamente capaces de generar
una situación de crisis universitaria tan significativa
que, al cabo de cuatro años, en 1933, el
secretario de Educación, Narciso Bassols, muy
molesto, abiertamente se declara harto de la
623

HUGO ABOITES, CIEN AÑOS DE VIOLENCIA DE ESTADO CONTRA ESTUDIANTES Y MAESTROS
EN LA EDUCACIÓN MEXICANA
relación con los estudiantes y, en un arranque,
les propone entonces que sean ellos los que tomen
el control de una Universidad que, como
él mismo lo anticipa, se volverá prácticamente
privada. En parte de su discurso, menciona:
“[ya que] nada les parece, desconfían de todo,
recelosos de la intervención gubernamental,
entonces asuman ustedes la conducción, consigan
recursos, tomen decisiones respóndanle al
pueblo de México pero ya no como la universidad
del Estado, sino como cualquier otra, incluso
privada” (en Silva Herzog, 1974: 68-69). En
efecto, la nueva ley que se aprueba les concede
la autonomía plena, pero haciéndoles pagar un
alto precio, que consiste en que, si bien habrá
un Consejo Universitario paritario y con una decisiva
mayoría de profesores y estudiantes, 6 que
será el encargado de nombrar rector y dirigir la
institución, la Universidad dejará de ser llamada
‘Nacional’ y se le cancelará totalmente el subsidio
del Estado. Y son los profesores (a quienes,
además, se les cancela el salario) y los estudiantes
(que tienen que pagar elevadas colegiaturas)
los que sufren esto último. El primer rector
es Manuel Gómez Morín, que luego es fundador
del Partido Acción Nacional.
Pero ni esto arregla las cosas, y el que paga
los platos rotos es el presidente Cárdenas, porque
inmediatamente después, en 1934, cuando
ya es presidente, convoca a todos los rectores
de universidades a integrarse al paradigma de la
educación socialista, que está a punto de aprobarse
constitucionalmente, y que, señala perentoriamente
el gobernante, no puede dejar de
incluir a la educación superior. Las autoridades
universitarias rechazan bruscamente la invitación,
algunos sectores estudiantiles la aprueban
(de las universidades de Jalisco y Michoacán),
6 La participación de los estudiantes en órganos como el
Consejo es para ellos sumamente importante. Uno de ellos
daba esta explicación: “todas las dificultades estudiantiles
provienen de que la voz y voto de los estudiantes en la forma
en que actualmente está integrado el Consejo Universitario,
no tienen ningún valor, pues sus representantes son en número
muy inferior al número de los representantes de las autoridades
escolares de los profesores, quienes llevan siempre
una opinión unificada e intransigente, que echa por tierra y
nulifica todas las proposiciones y deseos de los estudiantes,
siendo éste el origen de conflictos como el actual y deseamos
aprovechar la buena disposición de usted (refiriéndose
al Presidente) para que la clase estudiantil, única a la que aún
no llega en una forma eficaz la obra de la Revolución, realice
una verdadera conquista que resuelva con justicia y equidad
problemas presentes y futuros (Silva Herzog, 1974: 50, las
cursivas son mías).
otros no la aceptan (entre ellos las y los de la
ahora exnacional) y, finalmente, el gobierno federal
se ve obligado a suprimir de la iniciativa
constitucional cualquier mención de las universidades
que las incorpore como ámbito, también,
de la educación socialista. Con esto se agrava la
crisis en la relación Estado-educación superior.
Ya no es sólo el secretario Bassols el que rompe
con una institución, sino también el siguiente
jefe del Gobierno extiende el divorcio a todas
las instituciones por su falta de colaboración en
esta iniciativa de Estado. Si ellas se deslindan,
parece decirse, entonces el presidente también.
Aunque hay que considerar que, en los hechos,
no se quiere el rompimiento extremo, pues Cárdenas
reanuda las aportaciones monetarias extraordinarias
a la antes Nacional. Y, a pesar de
su autogobierno y, tal vez por eso, sorpresivamente,
“durante los seis años siguientes la Universidad
estuvo en paz sin que hubieran huelgas
ni actos de violencia por parte de los alumnos”,
cuenta el profesor y funcionario Jesús Silva Herzog
(1974: 78).
Pero otra cosa ocurriría con Manuel Ávila
Camacho, en 1944. Aprovechando una huelga
en ese año, un grupo de académicos, ilustres
y molestos con la situación marginal en que
se encuentran dentro de la Universidad, lleva
a la creación de un nuevo pacto en la educación
superior universitaria. Uno que le permita
al gobierno mayor ingerencia en la vida universitaria,
pero, al mismo tiempo, no le inmiscuya
directamente. Se trata de un acuerdo entre cúpulas
institucionales y Estado, del que quedaron
excluidos el grueso de los académicos y otros
trabajadores, pero, sobre todo, los estudiantes.
A pesar de que éstos siempre plantearon con
vehemencia lo justo que era el que se les permitiera
participar con pleno derecho en la vida
institucional, el acuerdo pasa a través de ellos
como si no existieran. Desde 1929 esperaban “la
buena disposición de usted (refiriéndose entonces
al presidente Portes Gil) para que la clase
estudiantil, única a la que aún no llega en una
forma eficaz la obra de la Revolución, realice una
verdadera conquista que resuelva con justicia y
equidad problemas presentes y futuros” (citado
en Silva Herzog, 1974: 50, las cursivas son mías).
¿Cómo se llegó al nuevo acuerdo Estado-Universidad
de 1944-45? Al presidente llegaron demandas
de sectores académicos de la Universi-
624

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 611-633
dad que se quejaban de que, más allá de la huelga
contra el rector de inclinación fascista, el problema
era que en esa institución regía la política y
no la academia y, como apunta Ordorika (2006),
podemos inferir que era una manera de quejarse
de que la participación mayoritaria de estudiantes
y profesores en el Consejo Universitario hacía
que las discusiones y decisiones sobre la conducción
de la Universidad estuvieran entonces fuera
del fácil alcance del poder, de las competencias
de los funcionarios y de la capa de académicos
ilustres. La predominancia de estudiantes y del
conjunto general de profesores era considerada
por este segmento académico como algo nocivo,
el imperio de la política o, de plano, de la politiquería
que no atendía a lo académico. Era claro
que la cúpula de académicos distinguidos estaría
más cómoda discutiendo y acordando con los
funcionarios (mismos que eran, también y generalmente,
ilustres académicos).
En respuesta a sus quejas, Ávila Camacho
pidió a seis exrectores de la institución que le
presentaran una nueva propuesta de ley; éstos
regresaron con un proyecto que modificaba a
fondo el esquema de gobierno de plena autonomía.
Se crearía una Junta de Gobierno integrada
por notables académicos o funcionarios de dentro
y fuera de la institución, misma que estaría
encargada de la designación de rector y funcionarios,
y de servir de árbitro en los conflictos universitarios.
Y, además, proponían cambios en la
composición del Consejo Universitario, que disminuirían
sensiblemente el peso e influencia del
común de profesores y estudiantes. La propuesta
se aprobó en el Congreso (y hoy, después de
casi 80 años, sigue sin cambios) y, con eso, a
partir de enero 1945, la Universidad volvió a ser
Nacional, se le reanudó la entrega del subsidio
formal y se le prometió la construcción de toda
una Ciudad Universitaria que, en menos de diez
años, comenzó a albergar escuelas y facultades.
Un siglo de implicaciones y conflictos
Con este acuerdo, el Estado renunció a la idea
de que debía ser directamente el poder presidencial
o el gobernador de cada entidad quien
ejerciera un poder directo sobre la institución y
sobre los procesos internos, como la designación
de rector; a partir del acuerdo, corresponde a la
Junta de Gobierno (o Junta Directiva) esa tarea,
y repetidas veces sus integrantes han demostrado
su lealtad básica a la institución y al Estado.
Sin embargo, se dejaba completamente fuera a
los estudiantes y, en 1945, serían lo que ya en
1929 anticipaban y rechazaban: quedar como “la
única clase excluida” en la Universidad. Yuri Jiménez
Nájera (2014: 188-203) e Imanol Ordorika
(2006: 45-99) ilustran con gran claridad cómo
la dinámica interna del poder —aunque con la
oposición de los estudiantes que resultaron ser
los grandes perdedores en este nuevo arreglo—
propició que se llegara a un acuerdo que vinculaba
a la Universidad con el poder del Estado en
ese año, y esto tuvo un fuerte impacto en la vida
universitaria. Jiménez Nájera muestra cómo se
modifican las proporciones de los diversos actores
en el Consejo Universitario, si se compara
el antes y después de la Ley Orgánica de 1945:
“el poder burocrático pasó de 23% a 47%; el sector
académico disminuyó levemente, de 30% a
27%, mientras que el sector estudiantil cambió
de 45% a 25%” (2014: 204).
En parte, por eso Ordorika llega a la conclusión
de que el nuevo arreglo político dentro de
la Universidad se dio en una coyuntura idónea,
que combinó unas excelentes relaciones políticas
entre esta institución y el Estado, y reforzó
la estabilidad cada vez mayor del régimen político
mexicano. El autoritarismo se había consolidado
en la Universidad y en el sistema político
en general: “Los grupos dominantes en la Universidad
Nacional Autónoma de México tenían
grandes expectativas para la nueva era que los
esperaba una vez desterrada la política” (Ordorika,
2006: 99).
En este acuerdo no sólo los estudiantes, también
el común de los profesores y los trabajadores
administrativos quedan fuera del ámbito
donde se toman las grandes y pequeñas decisiones
institucionales, aunque esto afecta sobre
todo la comunidad de estudiantes. Las y los
académicos, en último término de su función,
derivan un poder importante y, posteriormente,
mejoraron su situación gracias al surgimiento de
una organización sindical propia y democrática
en, prácticamente, cada institución, a partir de
los años setenta. Con ello logran, así sea transitoriamente,
un poder que equilibra un tanto el
de las cúpulas. Los estudiantes, sin embargo, ya
para entonces no tienen siquiera la Federación
de Estudiantes.
625

HUGO ABOITES, CIEN AÑOS DE VIOLENCIA DE ESTADO CONTRA ESTUDIANTES Y MAESTROS
EN LA EDUCACIÓN MEXICANA
Lo anterior, sin embargo, no borra el hecho
de que profesores y estudiantes han dejado de
ser conductores de la institución y han pasado a
ser meros observadores de procesos institucionales,
que ahora les están vetados y que se les
han vuelto opacos. Al mismo tiempo, la universidad,
a pesar de ser autónoma, pierde independencia,
porque este acuerdo vincula y compromete
fuertemente a las cúpulas institucionales
con el Estado. Separadas definitivamente de las
y los estudiantes y del profesorado común, las
mismas directivas se debilitan profundamente,
y su único sostén, en caso de emergencia, es el
gobierno —el Estado—, con el que sostienen una
relación de mutua dependencia. Además, una
vez establecida una importante distancia respecto
de la comunidad universitaria, las cúpulas
tienden a desarrollar una mentalidad de coto selecto
y privilegiado, que los aleja aún más de las
bases sociales de la Universidad y que se protege
y se acerca a todo aquello que les ofrece el
poder y sus recompensas.
Sus ventajas se amplían con la llegada, en
los noventa, de los sobresueldos, cuyos montos
son discrecionalmente determinados por
los rectores; además, se da la masiva llegada
de los convenios con empresas, corporaciones
internacionales, fundaciones y dependencias
gubernamentales. Así, las cúpulas dependen
del Estado y el Estado depende de ellas para la
tranquilidad de un sector (el estudiantil) que no
fácilmente es controlable por los gobiernos. Y,
así, se estabiliza la relación Estado-Universidad
para beneficio mutuo: ninguna de las dos partes
tiene razones o incentivos para asumir posiciones
que, en general, hagan peligrar el acuerdo.
Termina, así, la despectivamente llamada
política (es decir, el régimen de acuerdos entre
estudiantes y académicos como eje de la conducción
universitaria), y se fortalece lo académico
(el régimen político del predominio de los
acuerdos con los estratos académicos superiores
y los directivos ligados al Estado). Una Junta
de Gobierno permite llegar muy fácilmente a
acuerdos y resolver situaciones problemáticas,
a diferencia de la opción de negociar con todo
un Consejo paritario de casi un centenar de integrantes.
Pero con la nueva vinculación, el Estado logra
algo más: las cúpulas universitarias tácitamente
aceptan que el poder gubernamental, el presidente,
podrá intervenir de manera decisiva en la
vida institucional y cuando lo juzgue necesario. 7
Las razones de fondo: la mutua conveniencia
Más allá de las cuestiones circunstanciales (huelga,
presión de académicos), al Estado mexicano
le era sumamente incómoda y problemática la
forma en que, en los años veinte y treinta, se había
replanteado la relación con la Universidad. La década
de experiencia de la autonomía plena había
mostrado que la universidad autónoma sí podía
sobrevivir y hasta prosperar, pues podía conseguir
recursos del Estado y convertirse —como
lo hizo en esos años— en una fuerza política, de
entrada, contrapuesta al Estado. Éste no ganaba
algo sustancial y sí perdía un espacio que, como
ya se veía desde los años cuarenta, era clave para
el desarrollo del país, para la estabilidad política
en la educación y para el mantenimiento de la
idea del Estado como proveedor de educación.
Algo que le ganaba importantes bonos políticos
entre la juventud (como se vería después del 68).
Incluso, se comprobó, con el paso del tiempo,
que a pesar de la autonomía de las juntas de gobierno,
el Estado podía ejercer un papel importante
en el control de las universidades.
La manera tan conflictiva como en algunos
periodos se da la relación con las universidades
tiene que ver con este esquema: el Estado decide
ejercer un control importante sobre las instituciones
universitarias, pero éstas, por su origen e
historia, difícilmente están dispuestas a olvidarse
de la autonomía. Esta tensión no resuelta se propone
aquí como la explicación del conflicto reiterado
y profundo entre la Universidad y el Estado.
7 Silva Herzog narra un evento ilustrativo. En 1948 el presidente
Miguel Alemán cita a la Junta de Gobierno de la UNAM
a una reunión sobre una huelga en curso. Allí, los miembros
de la Junta dan sus puntos de vista (a favor del doctor Zubirán)
y le piden que lo apoye. Este responde afirmativamente
y señala que el rector ha contado con todo su apoyo y, como
prueba, informó que le daba apoyo para la construcción de
Ciudad Universitaria. “Salimos [de la reunión] encantados de
la vida”, dice Jesús Silva Herzog; le comunican por teléfono
al rector la buena noticia y acuerdan reunirse esa misma
noche. En esa reunión, sin embargo, el rector Zubirán les informó
que el presidente le había pedido su renuncia irrevocable,
cosa que hizo de inmediato. (Silva Herzog, 1974: 96).
Otra intervención del Ejecutivo fue en 1944, y se narra en el
cuerpo de este escrito, cuando el presidente Ávila Camacho
interviene para cambiar la Ley (Silva Herzog, 1974: 81). Y en
noviembre de 1999, según se informa en la prensa, el presidente
Zedillo interviene y le pide la renuncia al rector Barnés
por su manejo de la huelga estudiantil y le abre el camino
para que su subalterno, el doctor De la Fuente, lo sustituya.
626

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 611-633
Las consecuencias del acuerdo para los
estudiantes y la educación superior
Esa tensión se despliega sobre todo, de manera
permanente y muy fuerte, al interior de las instituciones
con el grueso de los trabajadores universitarios
y con los estudiantes. Se vislumbra su
profundidad y fuerza cuando hay decisiones especialmente
problemáticas y les afectan específicamente.
Como la mencionada decisión que
toman las cúpulas de la UNAM y los directivos
de otras instituciones de que sea una agencia
privada externa, el mencionado Ceneval, quien
decida quién ingresa o no a esas instituciones y
cuáles de los egresados pueden considerarse o
no de calidad. O el aumento en las colegiaturas
(como en la UNAM en 1987, 1992 y 1999), que se
decide con sólo los integrantes del Consejo Universitario.
Estos son ejemplos, además, de cómo
el nuevo acuerdo, que excluye a los estudiantes,
crea un sustrato de fuertes protestas y conflictos
en las instituciones, que casi de inmediato
se vuelven asuntos de Estado, y no es raro que
lleven a éste a utilizar el recurso de la violencia.
Ese sustrato tiende a reactivarse cada vez
que, sin consultas ni acuerdos previos, se toman
decisiones que afectan significativamente
a estudiantes o a trabajadores, aunque para las
autoridades esto no sea percibido de la misma
manera. Como en 1929, el cambio de un plan de
estudios y el planteamiento de una nueva evaluación
pudo generar procesos de resistencia
de impredecible evolución e importantes consecuencias.
Por otra parte, se pueden ver las limitaciones
que en los hechos tienen tesis como la de
que los estudiantes están representados en los
órganos colegiados que aprueban estas medidas.
Como ya advertían los estudiantes en 1929,
esa participación es tan minoritaria que es fácilmente
arrasada por la votación entre un sector
de los académicos y los funcionarios. Los representantes
estudiantiles frecuentemente surgen
de procesos de elección muy poco legitimados
por la mayoría, y ocurre que, a veces, gravitan
en torno a las posturas de los funcionarios. Aún
en momentos en que la representación estudiantil
sostenga posturas radicalmente distintas
a la del resto de integrantes, estos consejos y
sus puntos de vista, regularmente, tienen muy
poca trascendencia en la toma de decisiones.
Por otro lado, los grandes conflictos que por
momentos genera este acuerdo excluyente de
los estudiantes son manejados por el Estado
con una violencia que, generalmente, no utiliza
con los académicos universitarios (que a partir
de los años noventa han dejado de ser una real
oposición), pero sí con los estudiantes, el magisterio,
los normalistas y politécnicos. Una revisión
de los hechos violentos de cien años muestra
claramente que son las y los estudiantes quienes,
prioritariamente, son objeto de medidas
agresivas, descalificaciones, palizas y represión.
Los estudiantes, una vez organizados, conscientes
y comprometidos (y peor si son capaces de
convocar en algún grado a las y los académicos),
pueden iniciar —como muestra la historia—
procesos de cambio radicales y, por eso,
también son un núcleo que causa enorme preocupación
y, en su momento, violencia desde
el Estado. Porque representan a comunidades
muy numerosas, pensantes, que no temen oponerse
al gobierno y hacer uso de sus enormes
recursos institucionales (acceso a instalaciones)
de conocimiento y de creatividad. Además, con
años de organización y actuación colectiva, así
sea con propósitos académicos —en la escuela
y la universidad—, cuentan con la experiencia
de moverse en una infraestructura organizativa
y prácticas académicas que fácilmente pueden
reconvertir a las antes tranquilas instituciones
en centros de difusión y organización masivas
y hasta radicales. Como ha ocurrido en prácticamente
cada uno de sus movimientos en esta
historia de un siglo.
Cuando el factor universitario se vuelca masivamente
en la calle genera reacciones de consideración
en la sociedad y entre las autoridades
civiles. Surgen con fuerza las nociones conservadoras
de “los jóvenes a estudiar, no a hacer
alborotos” o “la falta de respeto a la autoridad”
y se nubla la capacidad del poder de entender
y tratar el origen del conflicto. Así, la respuesta
hostil e inicial de Portes Gil, en 1929 —que los
llamaba “indisciplinados” y merecedores de represión
y cárcel—, aparece de nuevo con Díaz
Ordaz y Echeverría (1968-1971), y una vez más
en 2000, sin el discurso agresivo pero sí en el
lenguaje de los hechos, que pone a los estudiantes
como merecedores de cárcel y de juicios que
llevan a penas de cárcel hasta por 20 o 30 años.
627

HUGO ABOITES, CIEN AÑOS DE VIOLENCIA DE ESTADO CONTRA ESTUDIANTES Y MAESTROS
EN LA EDUCACIÓN MEXICANA
De estas maneras y en forma moderada o aguda,
el esquema de violencia desde el Estado se reproduce
con frecuencia a lo largo de cien años. Y
es evidente que se mantiene hasta nuestros días.
Cuando esto ocurre, las autoridades institucionales
sólo en contadas ocasiones fijan posturas de
defensa de estudiantes y trabajadores, y aunque
en la mayoría de los casos llegan a considerarlos
como “el enemigo”, como ocurrió en el caso de la
UAM en 2019, cuando los trabajadores se declaran
en huelga (El Pulso Laboral, 2018).
Son contados los momentos en que, colocándose
del lado de sus estudiantes, los directivos
se plantan frente al poder del Estado cuando
éste responde con violencia a sus demandas. En
el 68, el rector Barros Sierra sufrió en carne propia
las consecuencias de su postura de rechazo
a la violencia del Estado contra las y los estudiantes
y contra la Universidad.
Por otro lado, un sentimiento parecido al de
traición a la universidad apareció en los círculos
de las cúpulas universitarias cuando, a finales de
los años setenta, las y los académicos del común
y trabajadores administrativos y manuales
comenzaron a organizarse sindicalmente. En los
círculos de poder universitario-gubernamental
se inauguró la defensa de la pureza académica,
pues se manejaba que el sindicato pretendía intervenir
en la determinación de quiénes debían
ser contratados como profesores investigadores.
Se puede interpretar que, en el fondo, estaba
la preocupación del Estado de que se cuestionara
en los hechos el acuerdo de equilibrio de 1945.
De ahí que las primeras respuestas oficiales
de los funcionarios fueron, además de las coloridas
exageraciones y de la condena y descalificación
de los gremios, la campaña de propaganda
dentro y fuera de las instituciones. Dado que
esto no detuvo el crecimiento del sindicalismo
universitario, sino que fortaleció la iniciativa de
crear un Sindicato Único Nacional de Trabajadores
Universitarios (SUNTU), en 1980, el Estado
decidió salir abiertamente y con toda su fuerza
legislativa en defensa del status quo universitario
logrado décadas atrás.
En concreto, lo que hizo fue añadir al tercero
constitucional una fracción que golpea severamente
los intentos de sindicalización masiva y,
una vez más, fortalece la figura de las autoridades.
Así, la nueva fracción séptima en el artículo
tercero establece que “las universidades
[es decir la patronal,] fijarán los términos de ingreso,
promoción y permanencia de su personal
académico” (Cámara de Diputados, 2003a, las
cursivas son mías), con lo que se anuló la bilateralidad
y el sentido mismo del sindicalismo en
un terreno crucial: el de los procedimientos para
la selección y contratación del personal académico.
En ese entonces, como ahora, la postura
de los académicos sindicalizados no iba en el
sentido de la participación del sindicato en las
decisiones respecto de la capacidad académica
de los candidatos a una plaza; pedían, sencillamente,
que juntos, autoridades universitarias y
sindicato, vigilaran, a través de una comisión bilateral,
que los procedimientos de ingreso, promoción
y permanencia que realizaban las comisiones
académicas se llevaran a cabo en estricto
apego a la reglamentación que la institución estableciera,
para evitar favoritismos o sesgos en
las dictaminaciones.
Si esta modificación constitucional hizo desaparecer
el derecho fundamental de los trabajadores
universitarios a la protección bilateral en
el momento de ingreso, promoción y permanencia,
el advenimiento de las becas y estímulos o
pagos por productividad (que mediante un ejercicio
altamente imaginativo fueron concebidas
como un dispositivo de permanencia) agregó
otro territorio importante a la discrecionalidad
de los rectores, pues los montos que deben recibir
los trabajadores por su trabajo en estos conceptos
los determina exclusiva y unilateralmente
la autoridad universitaria.
En la relación con los estudiantes, se puede
identificar que el Estado se maneja de manera
clasista. Las y los normalistas rurales, tecnológicos
o del mismo Poli asisten a instituciones
cuyo financiamiento por alumno es inferior al de
la Nacional o la UAM, lo que genera condiciones
críticas (instalaciones deficientes, escasos
recursos para el proceso educativo, numerosos
profesores en condiciones de precariedad, etcétera)
y protestas. Y entonces la represión suele
ser, también, clasista.
Es el caso del IPN, que se ha indisciplinado en
distintas ocasiones, pero en su origen netamente
popular –a diferencia del de la UNAM, que nace
de la visión de Justo Sierra y Porfirio Díaz y de
sus pretensiones aristocráticas–, 8 los estudiantes
8 Reiteramos la tendencia aristocratizante que tenía la concepción
universitaria de comienzos del siglo pasado, en el
628

KORPUS 21, VOL. 2, NÚM. 6, 2022, 611-633
del Poli tenían una visión del país, de su identidad
de clase y de su propia institución, que les
permitió avanzar rápidamente a posiciones muy
críticas. De allí la reacción estatal de represión.
Como ilustra el IPN, aún sin autonomía formal,
una institución puede generar procesos de
independencia frente al Estado y de conciencia
y organización. Por eso no se puede descartar la
autonomía como si fuera algo ya inútil. A pesar
de todo, ésta confiere algunas ventajas, como la
libertad de investigación y de cátedra, la independencia
relativa de los gobiernos –si esta se
logra construir– y la capacidad de tomar iniciativas
directamente para modificar los términos
y objetivos de su relación con la sociedad. Por
eso constituye una esperanza de que, a partir de
esos atributos, las sociedades latinoamericanas
pueden ser transformadas, como ya ocurrió en
el pasado en los años veinte, treinta y setenta,
periodos en que o no existía el pacto Estado-cúpulas
o éste había entrado en profunda crisis,
como sucedió luego de los hechos del 68.
La autonomía es útil por la función educativa
que tiene y que también alcanza a quienes conducen
el Estado. Algo indispensable porque, en
el fondo, un Estado que no sabe convivir con la
autonomía en la educación es un Estado sumamente
limitado, poco familiarizado con visiones
distintas, con ciudadanos libres, independientes,
creativos y sin miedo.
Implicaciones en la educación básica:
historia y violencia
La ruptura del pacto original de los años 1920-
1930 abrió la puerta a la violencia en este nivel
educativo. El gran sustrato de la violencia –que
sentido de algo aparte, superior, que no debe mezclar sus
propósitos con los de la escuela común financiada por el Estado.
Así, en su discurso inaugural, Justo Sierra señala, entre
otras cosas, que la escuela (primaria, elemental) “forma parte
integrante del Estado, corresponde a una obligación capital
[…] es el Estado mismo en función de porvenir”, pero la educación
superior va a un ámbito donde no llega el Estado: “La
universidad está encargada de la educación nacional en sus
medios superiores e ideales, es la cima en que brota la fuente
[…] que baja a regar las plantas germinadas […] y sube en
el ánima del pueblo, por alto que esta la tenga puesta”, por
eso se ha mantenido “fuera del alcance universitario a las Escuelas
Normales, a pesar de que no ignoramos la tendencia
actual de substituir a la enseñanza normal una enseñanza pedagógica
universitaria”. Y concluye: “no sé cuáles resultados
produciría en otras partes: aquí sindicamos de desastroso,
régimen semejante, en el momento actual de nuestro desenvolvimiento
escolar” (Justo Sierra, 2004: 56).
consiste en haber acorralado a las y los maestros
a través de la conjunción de bajos salarios
(que atentó contra su profesionalización) (Aboites,
1984), el control severo por parte de la SEP
y del SNTE, la enorme losa burocrática que es la
SEP, el control ideológico que en niños y maestras/maestros–,
en este caso, se ejerce a través
de la determinación de los planes y programas
de estudio y de las dificultades que la estructura
burocrática, y supone un peligro para el ejercicio
de la libertad crítica que necesita el conocimiento
para prosperar y vigorizar la relación escuela-comunidad.
De esta mezcla tupida de opresión y sometimiento
nace, como mecanismo de sobrevivencia,
la voluntad reiterada de organizarse colectivamente
y actuar con determinación. Y, en la
medida en que esa voluntad avanza, el Estado
muestra su incapacidad para crear nuevas iniciativas
y lanzar convocatorias a una acción
educativa atractiva y libre, capaz de renovar un
pacto que tuvo muchos frutos; reduce su acción
a sólo mejorar los dispositivos de control y los
recursos de sanciones y, finalmente, cuando los
desafíos de la libertad son ya preocupantes, al
uso de la fuerza.
En los años de 1950 comenzaron las rebeliones
abiertas que cuestionaron de fondo a las
estructuras de control sindical y las deterioradas
condiciones laborales de las que hablaba
Greaves (2008). En la década siguiente, no pocos
maestros optaron por tomar las armas y, en
Guerrero, Chihuahua y otras regiones, opusieron
resistencia a los abusos de caciques, hacendados
y a las fuerzas del Estado. En general, las y los estudiantes
normalistas participan desde entonces
en las luchas de los estudiantes universitarios y
del Politécnico. En el caso de las normales rurales
fue una lucha por la supervivencia, dado el ataque
abierto que sufren en esa década.
En los setentas, las y los maestros de nivel
básico procesan las lecciones del 68, calibran los
márgenes políticos realmente existentes y la capacidad
de transformar el poder que tienen las
rebeldías masivas, bien organizadas, armadas de
ideologías socialmente progresistas y dotadas
de reflexiones educativas necesarias para la acción
de transformación de la educación. Tras un
largo periodo de reflexión y luchas en los sesentas
y setentas, esas décadas se coronaron con
la decisión, en 1979, de formar, dentro del SNTE,
629

HUGO ABOITES, CIEN AÑOS DE VIOLENCIA DE ESTADO CONTRA ESTUDIANTES Y MAESTROS
EN LA EDUCACIÓN MEXICANA
un organismo que se coloque como un referente
alternativo e interno, la CNTE que, a diferencia
del Sindicato, es un organismo democrático, autónomo
del Estado, ocupado en la mejoría de las
condiciones laborales de los maestros e instrumento
de lucha clasista en contra del régimen
capitalista y sus gobiernos y partidos clasistas.
La lucha de la CNTE: 1990 a la fecha
y la educación superior
Desde finales de los años cincuenta es objetivamente
claro que el itinerario de la educación
de ahí en adelante va a ser tormentoso. En esos
años, a pesar de que la SEP está ocupada por
las y los maestros, que hay constantes protestas,
el Estado decide que no hay marcha atrás
en el pacto conservador-empresarial por el que
opta para la educación. Insiste en la idea de “la
escuela mexicana” y confía en que si no se mencionan
las contradicciones de clase y cultura
—como ocurría con la escuela socialista— dejarán
de tener impacto y permitirán un tranquilo
avance educativo. Deja así, sin resolver, las contradicciones
de fondo y apuesta a que el otro no
reaccionará, no tendrá fuerza o que la represión
y la determinación del Estado serán suficientes
para disuadirlo de cualquier protesta o movilización
significativa. Es decir, opta por la posibilidad
latente de que se generen constantemente
conflictos laborales, gremiales, políticos y culturales,
pero que se podrán contener.
El conflicto y la violencia permanentes son,
sin embargo, opciones que los estudiantes rechazan.
En 1929 advertían claramente que la
violencia era una opción que estaba a punto de
tomar el gobierno (y, podemos decir, que una y
otra vez ha sido la opción preferencial, al no indagar
y resolver más a fondo). Acosados por la
policía, en esa coyuntura señalaban, por voz del
dirigente Gómez Árias, que había una intención
clara de “resolver por la violencia un conflicto
universitario”, y decían algo que si se hubiera
atendido habría impedido muchos de los conflictos,
con los muertos y heridos que conllevan,
de estos cien años:
En este capítulo es fundamental no limitar la opinión
estudiantil a los casos planteados ya, sino escuchar
de modo permanente la opinión de la masa
estudiantil; estamos seguros de que el rechazo de
esta regla significaría posponer una serie de fricciones
que irán surgiendo inevitablemente. La injerencia
de los estudiantes en los organismos de la
Universidad es absolutamente necesaria y no sólo
como informativa, sino determinante en la vida escolar
(Gaceta UNAM, 2019; las cursivas son mías).
El Estado crea las condiciones para que en
todo este siglo genere un rastro de protesta y
violencia que, si bien temporalmente parece haber
concluido, en otros momentos es de violencia
tal –en el terreno de las políticas laborales-educativas
y en el de la represión física y armada–,
que rompe los límites que durante años han servido
para contener la fuerza social de casi dos
millones de docentes (y comunidades y otros
grupos), y colocan a la educación y sus reformas
en un terreno profundamente inestable.
Este es el caso de las reformas parciales que
comienzan con la llegada de la propuesta neoliberal
de educación (a partir de comienzos de
los noventa) y que culminan con una batalla
a fondo por la conducción de la educación de
2012 a 2018. 9 Las reformas neoliberales generaron
reacciones importantes en sectores clave
del magisterio, que permitieron recomponer el
horizonte de fuerzas en la educación. Si bien el
balance general les siguió siendo desfavorable a
las y los profesores, el surgimiento de espacios
crecientes de resistencia enderezaron el rumbo
lo suficiente como para presentar una oposición
en ciertos momentos muy eficaz.
Los dirigentes de los partidos, los tecnócratas
dentro de la SEP y un sector empresarial impa-
9 A pesar de opiniones en contrario, resulta evidente que
desde el planteamiento mismo de la reforma educativa de
2012 el gobierno estaba consciente de la alta probabilidad
de que ésta generaría un fuerte conflicto. En diciembre de
ese año, cuando se procede a aprobar, apresuradamente,
la reforma constitucional desde el bloque dominante en la
educación, la lideresa Gordillo hace la advertencia de que la
inclusión del término “permanencia” provocará una fuerte
confrontación, pues significa que habrá despidos. Y, de hecho,
ahí mismo se da un violento inicio del conflicto, pues la
líder resulta aprehendida y sujeta a un largo proceso judicial,
una manera obvia de eliminarla de la discusión. Por esas mismas
fechas, estudiosos de la educación fueron convocados
por el naciente INEE a una reunión en el Departamento Investigación
Educativa del IPN, con el aparente propósito de
informarles de los planes. Allí, varios advirtieron a la directica
de dicho Instituto que lo que venía era un conflicto mayúsculo.
En ese sentido, la decisión de seguir adelante se hace ya
de manera muy consciente de las implicaciones –aunque no
sea una política formalmente establecida por el Estado– y, al
tomar la decisión de recurrir o aceptar la intervención de las
fuerzas federales, se está de acuerdo en que el conflicto se
torne violento.
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ciente y rijoso (Mexicanos Primero) consideraron
que ya era el momento de ir a fondo en una
reforma integral, en lugar de tener –otra vez– un
rosario interminable de conflictos y luchas, como
había sido desde 2000. Pero ninguno de estos
actores vio la propuesta desde la perspectiva de
maestras y maestros (y ni siquiera se consultó a
quienes podrían tener objeción) y, así, esa reforma
fue tan violenta y tan claramente clasista, que
generó una oposición histórica que derrumbó el
sexenio de Peña Nieto y obligó a López Obrador
a rehacer el marco constitucional y legal, de
forma que se mantuvieran algunos elementos
(como el binomio evaluación-recompensa, a través
de la Unidad del Sistema para la Carrera de
las Maestras y Maestros, USICAMM), pero que se
eliminara el binomio evaluación-despido y se sepultara
al Instituto Nacional para la Evaluación
de la Educación.
Con la cancelación de gran parte de la reforma
de 2012 se evitó que el sexenio 2018-2024
estuviera marcado por un rosario de protestas
y movilizaciones, pues era una reforma que, de
haberse instalado, habría representado un golpe
muy duro de conflictos y protestas desde el magisterio;
por el contrario, se avanzó en la noción
de que se tenía que tener en cuenta la opinión
de los maestros en el terreno de iniciativas de
reforma.
En la Educación Superior, con la Ley General
de Educación Superior, fueron las directivas institucionales
las que tuvieron logros importantes,
como la facultad de definir ellas el derecho a la
educación, la legalización y legitimación de la
evaluación, la injerencia en la definición del derecho
a la educación, la comercialización de los
servicios universitarios, la posposición de la gratuidad
y la facultad de coordinar a las universidades
públicas y autónomas que ahora tiene la SEP.
No se ve, en el horizonte de la formación
mexicana, que los grupos y clases dominantes
consideren necesario reestablecer en la educación
alguna sombra del acuerdo original que se
estableció con los maestros en las primeras décadas
de la posrevolución y, ciertamente, queda
ahora más lejana una visión que pueda ver como
ventajoso, para la educación superior del país y
para las y los jóvenes, el que pasen a ser actores
fundamentales del pacto por la educación superior.
Por lo tanto, la tensión, las protestas y la
violencia seguirán.
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Hugo Aboites
Es doctor en Educación por la Universidad de
Harvard, Estados Unidos. Actualmente es profesor
investigador del Departamento de Educación
y Comunicación de la Universidad Autónoma
Metropolitana Unidad Xochimilco. Sus líneas
de investigación son: nuevas tecnologías, educación
y globalización. Entre sus más recientes
publicaciones destacan, como autor: “El pacto
en ciencia, tecnología e innovación. Su historia
en las leyes (1970-2021)”, El Cotidiano, 36 (226),
Ciudad de México, pp. 7-14 (2021); “Cuatro contribuciones
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de 1958”, California, Fundación Wikimedia, ,
29 de enero de 2022.
Recibido: 18 de abril de 2022.
Aceptado: 22 de junio de 2022.
Publicado: 1 de septiembre de 2022.
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Guía para autores
Artículos
Un artículo es un documento que presenta
resultados originales de una investigación,
ya sean experimentales o teóricos, desarrollados
con base en una metodología. Es
un escrito breve que pretende contribuir a
planear, relacionar o descubrir cuestiones
técnicas o profesionales como pauta para
investigaciones posteriores. Para ello toma
en cuenta los temas de actualidad o refiere
cuestiones latentes. Puede versar sobre
diversos aspectos en su afán de difusión o
referirse a temas concretos. Su estructura
científica es la siguiente:
1. Introducción. Debe enunciar de
manera actualizada la problemática
abordada, la cual es antecedente de la
contribución. Asimismo, debe expresar el
impacto de la investigación (por qué es
pertinente), así como su objetivo.
2. Estado del arte. Se lleva a cabo la
revisión bibliográfica del tema en la frontera
del conocimiento.
3. Metodología. Representa el cómo
y el porqué de la investigación. Debe expresar
datos, variables y su respectivo
tratamiento. Asimismo, puede exponer
los procesos, técnicas y programas (software)
que intervinieron en la obtención
de los resultados detallados en la contribución.
4. Resultado y discusión. Manifiesta
los resultados en coherencia con la metodología
y se contrastan los hallazgos
con investigadores nacionales e internacionales
afines. Asimismo, se establecen
comparaciones y se discute el significado
de los resultados.
5. Conclusiones. Representan el cumplimiento
de los objetivos planteados y
su impacto en el área de conocimiento.
6. Anexos. No es una sección obligatoria.
Se utiliza para presentar materiales
complementarios que apoyan la investigación.
Deben estar numerados.
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y discute un tema mediante el cual
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claramente el contenido y no exceder de
15 palabras, incluido el subtítulo.
2. Resumen en el idioma original del
texto y en inglés que no exceda las 100
palabras. Debe contener información
concisa acerca del contenido. No debe
incluir tablas, gráficas, referencias ni expresiones
matemáticas.
3. Palabras Clave: Precisar una relación
de tres a cinco palabras que mantengan
un equilibrio entre generalidad y especificidad
en el idioma original del texto
634

y en inglés. Con el propósito de resaltar
el contenido del ensayo para efectos de
indización bibliográfica, se omitirán las
oraciones, a excepción de las palabras
compuestas.
4. Los cuadros deben tener un nombre
y fuente y enumerarse en sistema
arábigo. De igual forma, los mapas, planos,
figuras, láminas y fotos deben tener
nombre, fuente y enumerarse con números
romanos.
5. El texto debe cumplir con los requisitos
bibliográficos y de estilo indicados
en las Normas para los autores.
6. El texto tiene normalizada la bibliografía
en el sistema de citación Harvard y
contiene TODOS los datos. La bibliografía
se redactará de acuerdo con los ejemplos
especificados en las Normas para los
autores.
3. Examinar los elementos estructurales
de la obra, explicar cómo los maneja
el autor y qué función cumplen.
4. Mantener las justas proporciones,
haciendo no sólo que los párrafos de la
reseña estén equilibrados en cuanto a
tamaño y contenido, sino que reflejen la
importancia relativa de las distintas partes
del libro reseñado.
5. Evaluar en función de argumentos
sólidos, y no con el gusto o los prejuicios
personales. Lo primero es determinar el
propósito que se tuvo al hacer el libro
(prefacio o introducción), después podrá
juzgarse si la obra cumple con los fines
que se propuso el autor.
La guía completa para autores puede
consultarse en la página web de la revista:
korpus21.cmq.edu.mx.
7. La introducción y las conclusiones
no deben estar numeradas.
Reseñas Críticas
Una reseña crítica es un documento de menos
de 4500 palabras que da cuenta, a través
de la descripción y el análisis crítico, el
contenido de un libro o artículo editado en
los últimos tres años antes de la postulación.
Al respecto, se sugiere:
1. Leer cuidadosamente toda la obra
(libro o artículo) hasta familiarizarse por
completo con el tema y con la estructura.
2. Partir del supuesto de que los lectores
no conocen el libro objeto de la reseña,
pero que desearían saber de qué se
trata.
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Bordado por Vera Milarka Ramos

Números anteriores
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Número 3
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Korpus 21, vol. 2, núm. 6, editada por El Colegio Mexiquense, A.C., se terminó de imprimir en septiembre de 2022, en los talleres
gráficos de Jiménez Servicios Editoriales; Cooperativa de Producción M15, L11-1, Col. México Nuevo C.P. 52966 Atizapán de
Zaragoza, Estado de México. El tiraje consta de 300 ejemplares. Para su formación se utilizó las familias tipográficas Gotham y
Americana. Concepto editorial, portada, formación y supervisión en imprenta: José Manuel Oropeza Villalpando. Corrección de
estilo: Juan Carlos Vásquez (español), Jimena Guerrero Flores (inglés). Editor responsable: Gustavo Abel Guerrero Rodríguez.