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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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opiáceo natural. No notarás ningún dolor, pero tampoco podrás ir al

retrete durante un mes. Además, te quedarás dormida dentro de

cinco minutos.

Palpo la piel alrededor de la herida de bala, suave, suavemente.

En la espalda hay otro agujero, por donde entró la bala.

—¿Cómo es posible que no esté muerta?

—¿Preferirías estarlo? —Sonríe otra vez, y luego frunce

mínimamente el ceño—. No debería bromear. La enfermera Coyle

siempre dice que me falta la seriedad necesaria para ser una

sanadora. —Sumerge un trapo en una palangana de agua caliente y

empieza a lavar las heridas—. No estás muerta porque la

enfermera Coyle es la mejor sanadora de todo Puerto, mejor que

cualquiera de esos mal llamados médicos que hay en la ciudad.

Hasta los malos lo saben. ¿Por qué crees que te trajeron aquí, en

vez de llevarte a una clínica?

Lleva la misma bata blanca y larga que la enfermera Coyle, pero

además lleva un gorrita blanca con la mano azul bordada en la

parte frontal, que según me dice es la prenda que llevan las

aprendices. No puede ser más de uno o dos años mayor que yo, sea

como sea que midan la edad en este planeta, pero las manos con las

que me cura las heridas son seguras, suaves y firmes.

—Entonces —continúa con una voz engañosamente desenfadada

—, ¿esos malos son muy malos?

Se abre la puerta. Una chica bajita con gorra de aprendiz se

acerca. Es tan joven como Maddy, pero su piel es de un color

marrón oscuro y una nube tormentosa le rodea la cabeza.

—La enfermera Coyle dice que tienes que terminar ya.

Maddy no levanta la vista y sigue colocándome las nuevas vendas

en la frente.

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