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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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Que se ha puesto a zumbar.

A medida que la cura va abandonando el cuerpo de los hombres de la

ciudad, empiezas a oír el ruido. Desde el interior de casas y edificios, desde

los callejones y desde detrás de los árboles.

El ruido está regresando a Nueva Prentiss.

A mí ya me resultaba difícil pasear por la vieja Prentisstown, y apenas

llegó a tener ciento cuarenta y seis hombres. Nueva Prentiss debe de tener

por lo menos diez veces más. Y también hay niños.

No sé cómo voy a poder soportarlo.

—Te acostumbrarás —dice el alcalde Ledger, terminándose el cocido—.

Recuerda que yo viví aquí veinte años antes de que descubriéramos la cura.

Cierro los ojos, pero solo veo una manada de zulaques, mirándome.

Juzgándome.

El alcalde me da un golpecito en la espalda y señala mi cuenco de cocido.

—¿Te lo vas a comer?

Esa noche sueño…

Con ella…

El sol brilla tras ella y no consigo verle la cara. Estamos en la ladera de

una montaña y ella dice algo, pero el rugido de la cascada que tiene detrás

es tan potente que pregunto: «¿Qué?», y cuando la alcanzo, no la toco, pero

mi mano vuelve manchada de sangre…

—¡Viola! —grito, incorporándome en el colchón, en la oscuridad.

Respiro con dificultad.

Miro al alcalde Ledger. Está tumbado en su colchón, de espaldas a mí,

pero su ruido no es un ruido de estar durmiendo, es el ruido grisáceo que

emite cuando está despierto.

—Sé que está despierto.

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