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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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—Él no me detuvo —se burla Davy—. Le hice prisionero, ¿sabes? Y lo

llevé a mi padre, y mi padre dejó que lo torturara. Que lo torturara hasta la

muerte.

Y el ruido de Davy…

No…

No distingo lo que hay en su ruido (es un mentiroso, es un mentiroso),

pero me da fuerzas suficientes para empujarlo y deshacerme de él. La pelea

continúa. Él me ataca con la culata de la pistola hasta que por fin, de un

codazo en la garganta, lo derribo.

—Recuérdalo, chico —dice, tosiendo y agarrando todavía el arma—,

cuando mi padre diga esas cosas tan bonitas sobre ti. Fue él quien me

ordenó que torturara a Ben.

—Mientes. Ben te venció.

—¿Ah, sí? Entonces, ¿dónde está? ¿Va a venir a rescatarte?

Doy un paso adelante, con el puño en alto, porque comprendo que tiene

razón, ¿verdad? Mi ruido aumenta ante la pérdida de Ben, como si todo

estuviera volviendo a suceder.

Davy se ríe, y se aleja de mí a trompicones hasta quedar apoyado contra

la enorme puerta de madera.

—Mi padre puede leerte —dice, y acto seguido los ojos se le ensanchan

a modo de burla—. Puede leerte como un libro.

Mi ruido aumenta todavía más.

—¡Devuélveme el libro! ¡O te juro que te mataré!

—Tú no me vas a hacer nada, señor Hewitt. —Se levanta, todavía con la

espalda contra la puerta—. No querrás poner en peligro a tu querida zorrita,

¿verdad?

Y ahí está.

Saben que me tienen.

Porque no la voy a poner otra vez en peligro.

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