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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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entrelazándose con mi propia voz, como si hablara directamente a mi ruido,

tan repentino y real que me enderezo y casi me caigo del caballo. Davy

parece sorprendido, su ruido se pregunta a qué estoy reaccionando.

Pero el alcalde sigue cabalgando por el camino, como si nada hubiera

sucedido.

La ciudad se vuelve menos reluciente cuanto más al este nos alejamos de la

catedral, y no tardamos en transitar sobre gravilla. Los edificios también se

han vuelto más simples, largas casas de madera colocadas a cierta distancia

como ladrillos lanzados en un claro del bosque.

Casas que irradian el silencio de las mujeres.

—Tienes bastante razón —dice el alcalde—. Estamos entrando en el

nuevo barrio de las mujeres.

Se me encoge el corazón a medida que pasamos, y el silencio se eleva

como una mano que me agarra.

Intento enderezarme sobre el caballo.

Porque es aquí donde ella debería estar, debería estar yendo hacia aquí.

Davy sigue montando a mi lado, con el bigote patético y a medio crecer

torciéndose en una fea sonrisa. Yo te diré dónde está tu puta, dice su

ruido.

El alcalde Prentiss da media vuelta sobre la montura.

Y de él emana un extraño destello de sonido, una especie de grito

silencioso y alejado de mí, como si no perteneciera a este mundo, como un

millón de palabras pronunciadas a la vez, tan deprisa que juro que noto que

el viento me echa el pelo hacia atrás.

Pero es Davy quien reacciona…

Retira la cabeza como si le hubieran golpeado, y debe agarrarse a las

riendas del caballo para no caerse, hace girar al animal, tiene los ojos

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