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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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tenido ocasión de formular. Las ovejas de la granja también tenían ruido, y

en cambio las mujeres no tienen ruido…

—Porque las mujeres no son animales —dice el alcalde, leyéndome—. No

importa lo que diga la gente sobre lo que yo creo. Simplemente, por

naturaleza, carecen de ruido. —Baja la voz—. Cosa que las hace distintas.

Esta parte de la carretera está llena sobre todo de tiendas, esparcidas entre

los árboles, cerradas, quién sabe cuándo volverán a abrir, y las casas se

extienden desde las calles adyacentes tanto hacia el río a la izquierda como

hacia la ladera del valle a la derecha. La mayoría de los edificios, si no todos,

están construidos a buena distancia el uno del otro, y deduzco que es así

como se planifica una gran ciudad cuando todavía no has encontrado una

cura para el ruido.

Adelantamos a más soldados que marchan en grupos de cinco o diez, a

más hombres que se dirigen al oeste con sus pertenencias, y no hay ni

rastro de mujeres. Miro los rostros de los hombres que pasan de largo, casi

todos mirándose los pies y a la carretera, y no veo a nadie dispuesto a

luchar.

—So, chica —vuelvo a susurrar, porque montar a caballo se está

convirtiendo en algo tremendamente incómodo para mis partes íntimas.

—Ese es mi Todd —dice Davy, situándose a mi lado—. Siempre

quejándose.

—Cállate, Davy —respondo.

—Os dirigiréis el uno al otro como señor Prentiss Jr. y señor Hewitt —

nos grita el alcalde desde su posición avanzada.

—¿Cómo? —dice Davy, con el ruido en aumento—. ¡Pero todavía no es

un hombre! No es más que…

Su padre le hace callar con una mirada.

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