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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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Su ruido aumenta de inmediato.

—Pedazo de…

—Ya vale, ya vale —interviene el alcalde—. No habéis dicho ni diez

palabras, y ya os estáis peleando.

—Ha empezado él —se queja Davy.

—Y apuesto a que también podría acabar la disputa —dice su padre,

mirándome y leyendo el tono rojizo y agitado de mi ruido, repleto de

preguntas urgentes sobre Viola, y otras preguntas que querría sacar del

pellejo de Davy Prentiss—. Vamos, Todd —me dice, tomando las riendas de

su caballo—. ¿Estás listo para liderar a los hombres?

—Es una división sencilla —explica mientras trotamos, a primera hora de

la mañana, mucho más rápido de lo que me gustaría—. Los hombres se

trasladarán al extremo oeste del valle, frente a la catedral, y las mujeres al

este, detrás de ella.

Nos dirigimos al este por la calle principal de Nueva Prentiss, la que

comienza en la carretera zigzagueante junto a las cascadas, continúa hasta

la plaza mayor, rodea la catedral y desemboca en el valle de más allá.

Pequeñas patrullas de soldados desfilan arriba y abajo por los caminos

adyacentes, y los hombres de Nueva Prentiss pasan de largo en dirección

contraria, acarreando mochilas y otros equipajes.

—No veo a ninguna mujer —dice Davy.

—No, el capitán Morgan y el capitán Tate supervisaron anoche el

traslado del resto de las mujeres —explica el alcalde.

—¿Qué piensa hacer con ellas? —pregunto, y mis nudillos se agarran

con tanta fuerza al saliente de la silla que se están volviendo blancos.

Me devuelve la mirada.

—Nada, Todd. Serán tratadas con el cuidado y la dignidad que merece su

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